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“(…) el poder del hombre no sólo es tímido y cauto cuando se le deja solo, sino
que desaparece pura y simplemente si no puede contar con otros hombres.”
Arendt afirma que a fin de cuentas nadie puede ser realmente feliz y libre si no
tiene participación o parte en el poder público.
“(…) solo mediante la división de la mayoría en asambleas donde cada cual pueda
contar y ser estimado seremos tan republicanos como puede serlo una gran
sociedad.”
¿Cuál son las dos ideas de libertad que tratan sobre el problema central de la
política? ¿En qué consisten o a que pregunta responden? Desarrollar ambas ideas
Comenzó Isaiah Berlin su análisis de la libertad cívica o política diciendo que una de las
grandes cuestiones de nuestro mundo [...] es la guerra abierta entre dos sistemas de
ideas que dan respuestas diferentes y conflictivas a lo que ha sido la cuestión central de
la política – la cuestión de la obediencia y la coerción. ‘¿Por qué debo yo (o cualquier otra
persona) obedecer a otro cualquiera?’ ‘¿Por qué no debería yo vivir como guste?’ ‘¿Debo
obedecer?’ ‘Si desobedezco, ¿se me puede coaccionar?’
El coaccionar al ser humano, prosiguió Berlin, es privarle de su libertad, por lo que es
necesario entender lo que significa tal privación para contestar esas preguntas. Distinguió
para ello entre dos sentidos del concepto de libertad. El primer sentido es “negativo”. Es el
que está implícito en la respuesta a la pregunta, ‘¿En qué área ha de considerarse que
debe permitírsele a una persona – o grupo de personas – hacer, o ser lo que es capaz de
ser o hacer, sin que nadie se interfiera?’Desde este punto de vista, la libertad política
consiste en no ser coartado en la realización de los propios planes ni verse impedido de
realizar lo que uno cree que está bien. La coacción no es [...] un término que incluya
todas las formas de falta de capacidad [para hacer lo que yo quiera]. Me falta libertad
política sólo si algún ser humano me impide alcanzar una meta. La mera incapacidad de
alcanzar una meta no es falta de libertad política.
Berlin afirma que no hay una necesaria conexión entre la libertad individual y el gobierno
democrático. La respuesta a la pregunta «quién me gobierna» es lógicamente diferente de
la pregunta «en qué medida interviene en mí el Gobierno». En esta diferencia es en lo que
consiste en último término el gran contraste que hay entre los dos conceptos de libertad
negativa y libertad positiva. El sentido «positivo» de la libertad sale a relucir, no si
intentamos responder a la pregunta «qué soy libre de hacer o de ser», sino si intentamos
responder a «por quién estoy gobernado» o «quién tiene que decir lo que yo tengo y lo
que no tengo que ser o hacer». La conexión que hay entre la democracia y la libertad
individual es mucho más débil que lo que les parece a muchos defensores de ambas. El
deseo de ser gobernado por mí mismo o, en todo caso, de participar en el proceso por el
que ha de ser controlada mi vida, puede ser tan profundo como el deseo de un ámbito
libre de acción y, quizá, históricamente, más antiguo. Pero no es el deseo de la misma
cosa. En efecto, es tan diferente que ha llevado en último término al gran conflicto
ideológico que domina nuestro mundo. Pues esta concepción «positiva» de la libertad —
no el estar libre de algo, sino el ser libre para algo, para llevar una determinada forma
prescrita de vida—, es la que los defensores de la idea de libertad «negativa consideran
como algo que, a veces, no es mejor que el disfraz y engañoso en pro de una brutal
tiranía.
El sentido «positivo» de la palabra «libertad» se deriva del deseo por parte del individuo
de ser su propio dueño. Quiero que mi vida y mis decisiones dependan de mí mismo, y no
de fuerzas exteriores, sean éstas del tipo que sean. Quiero ser el instrumento de mí
mismo y no de los actos de voluntad de otros hombres. Quiero ser sujeto no objeto, ser
movido por razones y por propósito ser conscientes que son míos, y no por causas que
me afectan, por así decirlo, desde fuera. Quiero ser alguien, no nadie; quiero actuar,
decidir, no que decidan por mí; dirigirme a mí mismo y no ser movido por la naturaleza
exterior o por otros hombres como si fuera una cosa, un animal o un esclavo incapaz de
representar un papel humano; es decir, concebir fines y medios propios y realizarlas.
Una manera de aclarar esto es hacer referencia al carácter de independencia que adquirió
la metáfora del ser dueño de uno mismo, que en sus comienzos fue, quizá, inofensiva.
«Yo soy mi propio dueño»; «no soy esclavo de ningún hombre»; pero ¿no pudiera ser
(como tienden a decir los platónicos o los hegelianos) que fuese esclavo de la naturaleza,
o de mis propias «desenfrenadas» pasiones? Este yo dominador se identifica entonces de
diversas maneras con la razón, con mi «naturaleza superior», con el yo que calcula y se
dirige a lo que satisfará a largo plazo, con mi yo «verdadero», «ideal» o «autónomo», o
con mi yo «mejor», que se contrapone por tanto al impulso racional, a los deseos no
controlados, a mi naturaleza «inferior» y a la consecución de los poderes inmediatos, a mi
yo «empírico» o «heterónomo», arrastrado por todos los arrebatos de los deseos y las
¿Cuáles son las dos formas de autodirigirse? ¿Qué riesgos implican dichas formas
de libertad positiva?
Las consecuencias que lleva consigo distinguir dos yos se harán incluso más claras si se
consideran las dos formas más importantes que históricamente ha tomado el deseo de
autodirigirse —dirigirse por el «verdadero» yo de uno mismo—: la primera, la de la
autoabnegación con el fin de conseguir la independencia; la segunda, la de la
autorrealización o total autoidentificación con un principio o ideal específico, con el fin de
conseguir el propio fin.
El problema de la libertad positiva, radica en señalar e imponer al Otro lo que se
considera que es bueno; de ahí la crítica a movimientos políticos e intelectuales que
asumen esta labor a nombre de la verdad y de la libertad. Es en cierta forma una
esclavitud de orden político, que nos puede llevar a totalitarismos, a regímens bárbaros, a
nombre de la misma libertad. Así, la libertad en Berlin destaca los siguientes aspectos:
Soy libre en la medida en que soy autónomo; La libertad es obediencia a una ley que nos
damos a sí mismos; soy libre en la medida en que no estoy encadenado a fuerzas sobre
las cuales no tengo control.
Las políticas del “Status” (reconocimiento) o actitudes vienen a suponer que esta libertad/
individualidad positiva viene dada por el reconocimiento, ya sea social, económico o
político de un status o lugar dentro de la comunidad. Ejemplos de esto son los grupos de
homosexuales, mujeres, extranjeros, indígenas. Y esto viene a desembocar en un serio
problema. Siguiendo el ejemplo de Berlin, el problema de las colonias. Después de la
liberación y el reconocimiento de los indígenas los individuos han pasado a tener menos
libertad negativa. A cambio de pertenecer a un grupo o status reconocido han entregado
su libertad negativa (o parte de ella). Es el eterno problema de escapar de un yugo para
llegar a acabar aplastado por un yugo de mayor peso. Ej. Tenían más libertad de acción
(los individuos) en algunas colonias cuando los ingleses las gobernaban que ahora.
Berlin afirma que el deseo de ser reconocidos es un deseo de algo diferente: de unión, de
entendimiento más íntimo, de integración de intereses, una vida de dependencia y
sacrificio comunes. Y el confundir el deseo de libertad con este profundo y universal
anhelo de status y comprensión (confundido aún más cuando se identifica con la idea de
autodirección social, en la que el yo que ha de ser liberado ya no es el individuo, sino el
“todo social”) lo que hace posible que los hombres digan que en cierto sentido esto les
libera, aunque se sometan a la autoridad de oligarcas o de dictadores. Constant señaló
que la transferencia de libertad de unas manos a otras, mediante el aumento de la
autoridad ilimitada, comúnmente llamada soberanía, no aumenta la libertad, sino
simplemente desplaza el peso de la esclavitud.
1. ¿Por qué para los autores ya no es posible seguir hablando de una dicotomía
(2 partes de 1 cosa) entre “base” y “superestructura”?
Laclau & Mouffe afirman sin embargo que hay que destacar la <<primacía de lo político>>
por sobre lo social. Según ellos, lo que es la sociedad es el resultado de la intervención
política, siendo activa y no un mero reflejo de la condición económica. Lo político es
autónomo de la economía, ya que la voluntad de las personas influye. Plantean la
<<institución política de lo social>>, que se vería representada por la lucha hegemónica y
la representación de la ideología.
“La apertura de lo social implica que las relaciones sociales son contingentes, lo que
equivale a decir que las mismas son “políticas”. Aquí lo político se comprende como
instancia de constitución (contingente) de las relaciones sociales, a diferencia de las
consideraciones “naturalistas” o “esencialistas” de las mismas (en las cuales no habría
Surge por tanto el concepto de <<Democracia radical y plura>>, que integra una nueva
concepción de igualdad que va más alla de la igualdad en el lugar de trabajo, ya que debe
ser aplicada al género, sexualidad, etc. Surge así mismo un nuevo concepto de pluralidad,
donde se reconosca la autonomía de nuevos grupos, con una jerárquica horizontal, donde
no se subordinen las nuevas demandas a la demanda de la lucha de clases. Se basa por
tanto en un mayor reconocimiento.
Proponen que este obstáculo ha de ser superado por medio de una actualización del
concepto de hegemonía e igualdad, entendidos como autonomía y reconocimiento de
nuevos grupos.
En primer lugar hay que afirmar que Lenin fue el primero en plantear un concepto de
hegemonía (como alianza de clase), proponiéndolo como un objetivo meramente plolítico,
habriendo así una primera brecha en la tradición marxista. Realiza la III Internacional en
respuesta a la II Internacional.
El problema fue sin embargo que la Komintern (III Internacional) consistió en que no fue
una ruptura lo suficientemente radical, ya que permitió que continuara existiendo una
contradicción al interior del movimiento comunista (contradicción entre la carga
economicista/reduccionista y las “tareas” democáticas postuladas por Lenin en su nueva
estrategia). Así se plantearon los siguientes 2 problemas: (i) O bien la participación de las
fuerzas comunistas constitían un apoyo táctico al sector progresista de la burguesía, (ii) o
bien aceptaban la democracia y que sus tradiciones constituían el terreno de una lucha
política.
Gramsci renueva el concepto de hegemonía, realizando una ruptura más profunda que la
realizada por Lenin. Para Gramsci la hegemonía consiste en “el liderazgo político,
intelectual y moral”, mediante el cual deben ser creados nuevos sujetos políticos, y no un
liderazgo ejercido sobre sujetos preconstituidos. De esta manera Gransci introduce el
concepto de “unidad” en búsqueda de reivindicaciones de contradicciones que no son
“estrictamente de clase”. Ya no se entiende como el resultado de “efectos necesarios” de
la infraestructura sobre la superestructura, rompiendo con el problema del economicismo.
Gramsci representa por tanto una continuidad y una ruptura con el leninismo: