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LAS FABULAS DEL

MAESTRO …

Maestro Sri Deva Fénix


Se como un Muerto
-Acércate al cementerio. Una vez allí,
con toda la fuerza de tus pulmones,
comienza a gritar toda clase de halagos
a los muertos.
El maestro le dice al discípulo:
El discípulo se dirige al cementerio. Una
vez allí, comienza a decir toda suerte
de elogios a los muertos y después
regresa junto al maestro.
-¿Qué dijeron los muertos?- pregunta el maestro.
-No respondieron- contesta el discípulo.
Y el maestro le ordena ahora:
-Volverás al cementerio y soltarás toda clase de insultos a los
muertos.
El discípulo acude de nuevo al cementerio y sigue las instrucciones
del maestro. Vocifera toda suerte de imprecaciones contra los
muertos y después se reúne con el maestro.
-¿Qué dijeron los muertos?- pregunta por segunda vez el maestro.
-No respondieron- contesta el discípulo.
Y el maestro concluye:
-Así debes ser tú: indiferente como un muerto ante los halagos o
los insultos de las otras personas.
Una caña de bambú para el más tonto.
Un anciano rey hizo llamar al asceta del bosque y le dijo:
- Mi buen amigo, quiero que tomes esta caña de bambú y recorras todo el
reino. Habrás de entregársela a la persona que consideres la más tonta de
todas ellas.
El asceta se puso en camino. Recorrió campos, ciudades y pueblos, pero no
halló una persona a la que considerar la más tonta. Entonces regresó junto al
monarca. El rey había enfermado de gravedad. Sus días estaban contados.
Lloroso, se quejaba de esta forma:
- ¡Qué desafortunado soy! Toda mi vida acumulando riquezas y ahora ¿cómo
haré para llevármelas? No quiero dejarlas, no quiero dejarlas. ¡Tantos
esfuerzos para reunir grandes tesoros!
El asceta entregó la caña de bambú al rey.
La Tortuga y la Argolla
Los lamas tibetanos insisten en lo preciosa que es la forma humana, porque
sólo a través de ella podemos aspirar a la liberación suprema. Sin embargo,
no somos conscientes de lo difícil que ha resultado adquirir una forma así.
Para facilitarnos una idea relatan la historia de la tortuga y el aro.
Imagínate una sola tortuga en el inmenso océano. Imagina que esta tortuga
saca la cabeza a la superficie una vez cada un millón de años para respirar.
Imagina un aro flotando sobre las aguas del inmenso océano. Pues más difícil
que el que la tortuga introdujese la cabeza en el aro al respirar, es haber
conseguido una forma humana.
El Pez pregunta a la Tortuga.
Aunque por nuestra ignorancia se nos oculta, el Yo real deberá sernos tan
evidente como el agua debería serlo para el pez de esta historia.
Un pez se deslizaba por el agua. De repente sacó la cabeza y vio en la playa una
tortuga, a la que preguntó:
-Tortuga, ¿qué es el agua?
Y la tortuga repuso:
-Has nacido en el agua, en el agua estás viviendo y en el agua morirás. Fuera de
ti hay agua; dentro de ti hay agua. Te alimentas de lo que encuentras en el agua.
¡Pez necio, me preguntas a mí qué es el agua!
El Hombre ecuánime.
Si tienes dudas sobre lo que es la ecuanimidad escucha la historia
del hombre ecuánime. Era dueño de un caballo, pero cierto día se
despertó por la mañana, fue al establo y comprobó que el caballo
había desaparecido. Entonces vinieron los vecinos a condolerse y a
decirle:
-¡Qué mala suerte has tenido! Para un caballo que tenías y se ha
marchado.
Y el hombre dijo:
-Sí, sí, así es, así es.
Pasaron unos días y una mañana el buen hombre se encontró con que
en la puerta de su casa no solamente estaba su caballo, sino que
había traído otro. Vinieron los vecinos y dijeron:
-¡Qué buena suerte la tuya! Ahora eres dueño de dos caballos.
El hombre repuso:
-Sí, sí, así es.
Al disponer de dos caballos ahora el hombre podía salir a montar a caballo con su hijo. Pero un
día, el hijo se cayó del caballo y se fracturó una pierna. Vinieron los vecinos y dijeron:
-Mala suerte, muy mala suerte. ¡Si no hubiera venido ese segundo caballo...
El hombre dijo:
-Sí, sí, así es.
Pasó una semana y estalló la guerra. Todos los jóvenes fueron movilizados, menos el hijo herido
al caerse del caballo. Y vinieron de nuevo los vecinos a ver al padre y le dijeron:
-¡Tú sí que tienes buena suerte! Tu hijo se ha librado de la guerra.
Y el hombre comentó:
-Sí, sí, así es.
La narración es un ejemplo de la ecuanimidad y también de cómo los propios hechos de la
existencia (la rueda de la vida que gira y gira) habría que aprender a verlos desde la justa
perspectiva.
Cada hombre una doctrina.
El discípulo se encuentra muy desconcertado al comprobar que siendo la
verdad una sola, existen tantas religiones, tantos cultos, tantos sistemas
espirituales, tantas doctrinas. Acude al maestro y le dice:
-Maestro, siendo la verdad una sola, ¿acaso no existen demasiadas
doctrinas, demasiadas vías?
-¡Qué dices, insensato! Cada hombre debe ser su propia doctrina, su propia
vía.
Ansioso por conocer la madera de Sándalo.
Muchas veces el aspirante procede respecto a la verdad tan ignorantemente como el hombre de
esta historia. No conocía la madera de sándalo, pero había escuchado mucho sobre sus
excelencias. Nació así en él un fuerte deseo por conocer esa clase de madera tan ponderada y
entonces decidió escribir a sus mejores amigos para pedirles un pedazo de esa clase de madera.
De este modo, escribió numerosas cartas a sus amigos y en todas ellas hacía la misma petición:
"Por favor, enviadme madera de sándalo". Y un día, de repente, descubrió que el lápiz con el que
llevaba meses escribiendo aquellas cartas era precisamente de olorosa madera de sándalo. El
ser humano busca la felicidad fuera de él, cuando la verdadera y estable felicidad se halla en su
interior.
Pide lo que ya tiene, busca lo que nunca ha perdido.
Los Sueños de un Rey.
Era un rey poderoso y libre, pero todas las noches se le repetía el mismo
sueño. Soñaba que era un mendigo o que era un esclavo.
Al decir de los sabios de la India, como ese rey es el ser humano. Su Sí
mismo o Yo real es el rey pero por su ignorancia se siente como un
mendigo u un esclavo.
No, tú te ocupas de ti y yo de mí.
Esta es la historia de una niña y un hombre acróbatas. Viajaban por los pueblos de
la India exhibiendo sus habilidades.

El hombre sostenía un palo muy largo y la niña trepaba


al extremo superior.
Un día, el hombre le dijo a la niña:

-Para evitar que nos ocurra algún accidente, lo mejor


será que yo me ocupe de lo que tú estás haciendo y tú
de lo que yo estoy haciendo.

Pero la niña replicó:


-No, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te
ocuparás de ti, y así, estando los dos muy atentos a lo
que cada uno de nosotros hacemos, no nos ocurrirá
ningún accidente.

Atentos, conscientes de sí mismos y vigilantes:


así deben ser los buscadores espirituales.
El Asceta y la Prostituta.
En un pueblo de la India vivía en una choza un riguroso
asceta. Frente a él, una prostituta visitada
constantemente por hombres. El asceta llamó a la
prostituta y la reprendió severamente:
-¿Qué forma de vida llevas, perversa mujer? Estás
corrompida y corrompes a los otros. Insultas al Divino
con tu comportamiento.
La mujer se sintió muy triste. En verdad quería llevar otra forma de vida, pero dadas sus
condiciones era difícil. Así no pudo rehusar a su modo de subsistencia, pero se lamentaba de
tener que recurrir a la prostitución y dirigía su mente al Divino cada vez que era tomada por un
hombre. El asceta comprobó que la mujer seguía siendo frecuentada por toda clase de
individuos. Tomó la medida de coleccionar una Piedrita por individuo que viera entrar en la
choza de la prostituta. Al cabo de no mucho tiempo tenía un montón de piedritas. Llamó a la
prostituta y la recriminó:
-Mujer terrible, ¿ves esas piedritas? Cada una de ellas representa un pecado.
La mujer sintió un gran dolor. Deseó profundamente que el Divino la apartase de su forma de
vida y unos días después la muerte se la llevaba. También murió el mismo día el asceta, y he aquí
que a la mujer fue llevada a las regiones más elevadas y el asceta a las regiones más inferiores.
Cuando esto comprendió, el asceta protestó por la injusticia del Divino. Un mensajero de Vishnú
le explicó:
-Te quejas de ser llevado a las regiones inferiores a pesar de haber transcurrido tu vida en
mortificación y ascesis, y de que la prostituta sea llevaba a las más altas, pero ¿es que no
comprendes que somos lo que cosechamos? Mira a la tierra. Allí está tu cuerpo, rociado de
perfumes y flores, honrado por todos, cortejado por músicos y plañideras para ser incinerado
junto al río sagrado con todos los honores. En cambio, mira el cuerpo de la prostituta,
abandonado a los buitres y chacales, ignorado y despreciado. Pero, en cambio, ella cultivó
pureza y elevados ideales para su corazón, y tú, por el contrario, de tanto mirar el pecado lo
teñiste de impureza. ¿Comprendes, pues, por qué cada uno vais a una región tan diferente?
¿Hasta cuando dormido?
He aquí un hombre que estaba profundamente dormido. Sus vecinos
comentaban que, sin exageración, llevaba dormido más de un cuarto
de siglo, aunque nadie sabía el porqué. La razón estaba en que ese
hombre soñaba que estaba despierto y así no se proponía despertar.
Dicen los sabios de la India: "No seas como ese hombre, dormido
¿hasta cuándo?, y, sin embargo, creyendo que estás espiritualmente
despierto."
Una insensata búsqueda.
Una mujer estaba buscando algo en el suelo junto a un
farol.
Pasó por allí un hombre y se paró, curioso, a observar
a la mujer, que afanosamente buscaba y buscaba.
Intrigado, después de un rato, el hombre preguntó:

-Buena mujer, perdona que me inmiscuya en tus


asuntos, pero ¿podrías decirme que buscas?

Y la mujer repuso:
-Busco una aguja que he perdido en mi casa, pero como
allí no hay luz he venido a buscarla junto a este farol.

Como esa mujer proceden muchos seres humanos.


En lugar de buscar dentro de ellos mismos (donde
mora el más verdadero gurú, el paraíso interno, la
respuesta), buscan fuera de ellos lo que jamás podrán
hallar fuera.
Actitud de Renuncia.
Esta es la historia de dos sadhus. Uno había sido
enormemente rico y aún después de cortar con sus lazos
familiares y sociales y renunciar a sus negocios, su familia
cuidaba de él y él disponía de varios criados para que le
atendieran. El otro sadhu era muy pobre, vivía de la caridad
pública y sólo disponía de una escudilla y una piel de antílope.
Con frecuencia el sadhu pobre se jactaba de su pobreza y
ridiculizaba y criticaba al sadhu rico. Solía hacer el siguiente
comentario:
Se ve que era demasiado viejo para seguir con los negocios y
la familia, y entonces se ha hecho renunciante, pero sin
renunciar a sus lujos.

El sadhu pobre no perdía ocasión para importunar el sadhu rico y mofarse de él. Se le acercaba y le
decía:
Mi renuncia sí es muy valiosa y no la tuya, que en realidad no representa renuncia de ningún tipo,
porque sigues llevando una vida cómoda y fácil.
Un día, de repente, el sadhu rico, cuando el sadhu pobre le habló así, replicó tajantemente:
Ahora mismo, tú y yo, nos vamos de peregrinación a Gangotri (fuentes del Ganges) como dos sadhus
errantes.
El sadhu pobre se sorprendió, pero tuvo que acceder a peregrinar para poder mantener su imagen.
Ambos sadhus se pusieron en marcha y un tiempo después, súbitamente, el sadhu pobre se detuvo
y, alarmado, exclamó:
-¡Dios mío!, tengo que regresar rápidamente.
En su rostro se reflejaba una expresión de ansiedad.
¿Por qué? -preguntó el sadhu rico,
Porque olvidé coger mi escudilla y mi piel de antílope contestó el sadhu pobre.
Y entonces el sadhu rico le dijo, sin dejar de sonreír:
Te has burlado durante mucho tiempo de mis bienes materiales y ahora resulta, curiosamente, que
tú dependes mucho más de tu escudilla y tu piel que yo de todas mis posesiones.
Pleito a la Luz.
La oscuridad pensó que la luz cada día le estaba robando mayor
terreno y entonces decidió ponerle un pleito. Así lo hizo y llegó el día
fijado para el juicio. La luz llegó a la sala antes de que llegara la
oscuridad. Allí estaba el juez y los respectivos abogados.
Esperaron y esperaron. La oscuridad estaba fuera de la sala, pero no
se atrevió a entrar. Simplemente, no podía. Así que, pasado el
tiempo, el juez falló a favor de la luz.
La luz es la Consciencia y la Sabiduría oscuridad; inconsciencia y
error son ausencia de las otras; eso es todo. No tienen luz propia. Si
desarrollas la consciencia, ¿cómo puede compartir el mismo espacio
la inconsciencia? No puede, como no pudo la oscuridad entrar donde
estaba la luz.
Un Mendigo en la corte.
En la corte tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo estaba dispuesto de tal manera
que cada cual se sentaba a la mesa según su rango. No había llegado todavía el
monarca cuando apareció un hombre muy pobremente vestido y que se sentó en el
sitio de mayor importancia. Tan insólito comportamiento indignó al primer ministro,
quien le preguntó:
-¿Acaso eres un visir?
El hombre repuso:
-Mi rango es superior al de visir.
-¿Acaso eres un primer ministro?
-Mi rango es superior.
El primer ministro preguntó: -¿Acaso eres el mismo
rey?
-Mi rango es superior.
Desconcertado, el primer ministro preguntó
nuevamente:
-¿Acaso eres Dios?
-Mi rango es superior.
Y el primer ministro vociferó fuera de sí:
-Nada es superior a Dios.
El mendigo repuso apaciblemente:
-Ahora sí sabes mi identidad. Esa nada soy yo.
Cuando el hombre alcanza su máximo grado de
realización obtiene un estado de bendita serenidad
que está vacuo en cuanto que trasciende todos los
conceptos, el ego y toda identidad personal.
El Ansia.
El discípulo le preguntó al maestro:
-Maestro, ¿cómo puedo percibir la Mente
Única?
-Acompáñame- dijo el maestro, y condujo al discípulo
hasta un largo próximo. Allí le agarró la cabeza y se la
sujetó debajo del agua. Cuando finalmente pudo, sacarla,
ya al borde del desmayo, el maestro preguntó:
-¿Qué has sentido?- Una extraordinaria necesidad y ansia
de aire.
-Cuando tengas esa misma ansia de Mente Universal-
repuso el maestro-, podrás percibir la Mente Universal.
El hombre que se disfrazo de bailarina.
Una gran fiesta se celebraba en la corte de un rey. Iba a comenzar la danza,
pero sucedió que la bailarina enfermó de gravedad. Nadie quería decir al rey
lo que había sucedido, pero tampoco encontraba otra bailarina para sustituir
a la enferma. Entonces los colaboradores cercanos al monarca cogieron a uno
de los sirvientes y le pidieron que se vistiese de bailarina y se pintase y
adornase como tal. Así lo hizo el sirviente y, como una bailarina, danzó ante
el rey.
La pregunta es: ¿Dejó, mientras actuaba el sirviente, de saber que era un
hombre y no la mujer de la que se había disfrazado?
No es posible responder, pero el ser humano común es como si el sirviente se
hubiera creído realmente que era una mujer por una total identificación y
una completa carencia de autoconciencia. El ser humano se identifica con su
cuerpo, su mente, su nombre y su forma y pierde a su Sí-mismo. Tanto se
identifica con la máscara de su ego, con la vestidura de su personalidad, que
se olvida de su auténtico y genuino ser interior.
Un preso muy curioso.
Este es el caso de un preso muy curioso. Era un hombre que había sido
encerrado en el calabozo de un pueblo. Un ventanuco enrejado daba al exterior.
Todos los días el preso se asomaba al ventanuco y comenzaba a reírse de las
gentes que veía en la plaza del pueblo. Extrañado, el guardián preguntó al preso:
-¿Puedes decirme de qué te ríes?
Y el preso contestó:
-¿Cómo de qué me río? De todos ésos. ¿No ves que están presos detrás de
estas rejas?
El hombre común, en su estado de semidesarrollo y esclavitud, puede llegar a
ser tan necio y autoengañado como ese preso, arrojándose una libertad y una
armonía de las que carece e incluso pudiendo subestimar a aquellos mucho más
evolucionados que él mismo.
¡No, no, mi hijo esta con migo!
Un hombre tenía un hijo. Por determinados motivos se vio obligado a viajar y tuvo que dejar
a su hijo en casa. Unos bandoleros aprovecharon la ausencia del padre para entrar en la
casa, robar, destrozarlo todo y llevarse al joven con ellos. Después incendiaron la casa. Al
tiempo volvió el padre y se encontró la casa quemada. Buscó entre los restos y encontró
unos huesos, que creyó que eran los de su hijo quemado. Introdujo los huesos en un saquito
que ató a su cuello. Llevaba el de huesos junto a su pecho. Jamás se separaba del saquito,
al que abrazaba con entrañable afecto, convencido de que aquéllos eran los restos del
muchacho. Pero el hijo consiguió huir de los bandoleros y llegó hasta la puerta de la casa en
la que viviera ahora su padre. Llamó a la puerta. El padre, abrazado a su saquito de huesos,
preguntó:
-¿Quién es?
-Soy tu hijo -repuso el muchacho.
-No, no puedes ser mi hijo. Vete. Mi hijo ha muerto.
-No, padre, soy tu hijo. Conseguí escapar de los bandoleros.
El padre aprisionó aún más el saquito de huesos contra sí.
-He dicho que te vayas, ¿me oyes? Mi hijo está conmigo.
-Padre, escúchame: soy yo.
Pero el hombre seguía replicando:
-¡Vete, vete! Mi hijo murió y está conmigo.
Y no dejaba de abrazar el saquito de huesos. En su apego
por lo irreal e ilusorio, el ser humano procede como ese
padre, y se niega a ver la Realidad y la Sabiduría.
El Pastor distraído.
Era un pastor. De repente contó sus ovejas y se dio cuenta, alarmado, de que
faltaba una de ellas. Angustiado, comenzó la búsqueda durante todo el día,
hasta que sobrevino la noche, pero no pudo encontrarla. Entonces pasó por
allí otro pastor y le dijo:
-Oye, ¿cómo es que llevas una oveja sobre los hombros?
Como ese pastor negligente se comporta con frecuencia el ser humano común.
Porque no ha aprendido a discernir, porque no distingue entre lo real y lo
ilusorio, entre el Yo y el no-yo, busca.
Pero su búsqueda es insatisfactoria, porque no busca lo que debe ni dónde
debe buscar.
Los ciegos y el elefante.

Se hallaba el Buda en el bosque de Jeta, cuando llegaron


numerosos ascetas de diferentes escuelas y tendencias
filosóficas. Algunos decían:
-El mundo es eterno. Eso es lo cierto y todo lo demás es un engaño.
Otros aseguraban:
-El mundo no es eterno y esta es la única verdad.
Unos aseveraban que el mundo es infinito y otros que el mundo es finito. Unos, que el cuerpo y el
alma son lo mismo, y otros, que son dos realidades diferentes. Algunos, que el Buda tiene existencia
tras la muerte, y otros, que carece de tal. Otros, que el Buda ni existe ni no existe tras la muerte. Y
así cada uno de ellos sostenía sus puntos de vista, en la convicción de que los suyos eran los
verdaderos y los demás los falsos. Así pasaban su tiempo en cerradas polémicas e incluso llegaban a
la indignación y el insulto. Todo ello fue oído y visto por un grupo de monjes, que después le
relataron al Bienaventurado lo sucedido. Buda comentó:
-Monjes, esos disidentes son ciegos que no ven, que desconocen tanto la verdad como la no verdad,
tanto lo real como lo no real. Ignorantes, polemizan y se enzarzan como me habéis relatado. Ahora
os contaré un suceso de los tiempos antiguos. Había un rajá que mandó reunir a todos los ciegos que
había en Savathi y pidió que les pusieran un elefante. Así se hizo. Se les instó a los ciegos a que
tocasen el elefante. Uno tocó la trompa, otro el colmillo, otro la pata, otro la cabeza y así
sucesivamente. Después el rajá se dirigió a los ciegos para preguntarles:
-¿Qué os ha parecido el elefante que habéis tocado?
-Un elefante se parece a un cacharro -Contestaron los que habían tocado la cabeza.
-Es como un cesto de aventar -aseguraron los que hubieron palpado la oreja.
-Es una reja de arado -sentenciaron los que habían tocado el colmillo.
-Es un granero -insistieron los que tocaron el cuerpo.
Y así sucesivamente. Y cada uno, empeñado en su creencia, empezaron a discutir y querellarse entre
ellos.
El conductor borracho.
Un hombre conducía borracho. Perdió el control del automóvil y cayó a un pozo
negro. Varios transeúntes le ayudaron a salir del infecto lugar y uno de ellos, al
comprobar que se hallaba completamente ebrio, le dijo:
-Pero, ¿no has leído el importante libro del
célebre J. Gupta hablando sobre los efectos
altamente nocivos del alcohol?
Y el conductor borracho contestó:
-Yo soy ese J. Gupta.
Así procede el falso gurú, el charlatán, el falso
profeta.
Cierra tus oídos.
Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro.
Caminaban al lado del jumento cuando atravesaban
un pueblo. Un grupo de niños se rió de ellos gritando:
-¡Mirad qué par de tontos! De manera que tienen un
burro y van los dos andando. Por lo menos el viejo
podría subirse a él.
Entonces el anciano se subió al burro y ambos
siguieron la marcha. Al pasar otro pueblo, algunas
personas se indignaron al ver al viejo sobre el burro
y dijeron:
-Parece mentira. El viejo cómodamente sentado en el burro y el pobre niño caminando.
Viejo y niño intercambiaron sus puestos. Al llegar a la siguiente aldea, la gente comentó:
-¡Esto sí que es intolerable! El muchacho sentado en el burro y el pobre anciano
caminando a su lado.
Puestas así las cosas, el viejo y el niño se subieron al burro. Poco después venían un
grupo de campesinos por el camino. Les vieron y les dijeron:
-¡Es vergonzoso lo que hacéis! Vais a reventar al pobre animal.
El viejo y el niño tomaron la determinación de cargar al burro sobre sus hombros, pero
entonces la gente se mofó de ellos diciéndoles:
-Nunca vimos una gente tan boba. Tienen un burro y en lugar de montarlo, lo llevan a
cuestas.
De repente el burro se revolvió con fuerza y se desplomó a un barranco, hallando la
muerte. El viejo, súbitamente, instruyó al muchacho:
-Querido mío, si escuchas las opiniones de los demás y les haces caso, acabarás más
muerto que este burro. ¿Sabes lo que te digo? Cierra tus oídos a la opinión ajena. Que lo
que los demás dicen te sea indiferente. Escucha únicamente la voz de tu corazón.
Si hubiera tenido un poco mas de tiempo.
Un hombre adquirió un burro y quien se lo vendió le previno de la cantidad
de comida que tendría que procurarle diariamente. Pero el nuevo dueño del
burro pensó que esa cantidad era excesiva y empezó a darle cada día
menos, con la idea de que acabaría por acostumbrarlo. Tanto disminuyó la
ración el hombre a su burro, que un día éste amaneció muerto. El hombre
entonces se lamentó:
-¡Fatalidad! Si me hubiera dado un poco más de tiempo antes de morir,
habría logrado que se habituase a no comer nada en absoluto.
Como ese hombre proceden muchos que se dicen buscadores espirituales
con respecto al trabajo interior y a la meditación. Quieren acostumbrarse
a no realizar ningún ejercitamiento espiritual y aun así conquistar la
suprema sabiduría.
Una broma del Maestro.
Con frecuencia el ser humano ordinario, en su ceguera espiritual, no reconoce al
verdadero maestro. Sólo un discípulo sincero reconoce al maestro sincero. Porque hay
muy pocos aspirantes sinceros, cada día quizá hay menos maestros sinceros. A veces la
gente incluso se permite querer equivocar al verdadero maestro o ridiculizarle. Pero el
maestro, desde su estado de ecuanimidad, nunca sentirá ridículo y aún si conviene sabrá
darle la vuelta a la estratagema. Así es la historia que sigue.
Había en el pueblo un hombre santo que a los aldeanos les parecía, por un lado, una
persona interesante y, por otro, un extravagante. El caso es que le pidieron que les
predicase. El hombre aceptó y el día que se reunieron para hablarles intuyó que los
asistentes no eran sinceros en su actitud, y les preguntó:
-Amigos, ¿saben de lo que les voy a hablar?
-No -respondieron los aldeanos.
-En ese caso -agregó el hombre santo- no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de
nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no
les hablaré.
Los asistentes, avergonzados y desconcertados, marcharon a sus casas. Se reunieron al
día siguiente y decidieron reclamar otra vez las palabras del maestro.
El hombre santo se reunió nuevamente con los aldeanos. Les preguntó:
-¿Sabéis de lo que voy a hablaros?
Los aldeanos estaban ahora preparados y respondieron:
-Sí, lo sabemos.
-Siendo así -añadió el maestro- no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que
paséis buena noche, amigos.
Los aldeanos estaban irritados. No se dieron por vencidos. Una vez más reclamaron la
predicación del hombre que lo consideraban un extravagante.
-¿Sabéis de lo que voy a hablaros?
Los aldeanos ya habían estudiado su respuesta, confiando en que esta vez obligarían al
hombre a hablar. Contestaron:
--Algunos lo sabemos y otros no.
El hombre santo repuso:
-Muy bien. En tal caso los que saben que transmitan su conocimiento a los que no saben.
Y abandonó la sala y se retiró al solitario bosque, donde no residía tanta estupidez.
Los Brazaletes de oro.
Una mujer muy avanzada espiritualmente lucía dos brazaletes de cristal en
su muñeca. Tenía esposo, al que amaba entrañablemente.
Un día el esposo murió y entonces la mujer se despojó de sus brazaletes de
cristal y se los puso de oro. Todo el mundo se sorprendió y le preguntaron
por qué hacía eso justo en tan lamentable situación. La mujer repuso:
-Antes el cuerpo de mi marido era tan frágil como los brazaletes de cristal,
pero ahora él es fuerte y permanente como estos brazaletes de oro.
El néctar que se convierte en Veneno.
Un hombre llevaba muchas horas viajando a pie y estaba
cansado y sudoroso bajo el sol implacable del día. Extenuado,
se echó a descansar bajo un árbol. El suelo estaba duro y el
hombre pensó en lo agradable que sería tener una cama
mullida en la que reposar. Era aquél un árbol celestial que
hacía los pensamientos realidad, así que la cama le fue
concedida al exhausto viajero. Acostado en la agradable
cama, pensó ahora que sería muy grato para sus cansadas
piernas que una joven le proporcionase un masaje sobre ellas,
y en seguida una joven estaba aliviando la tensión de sus
piernas. Bien descansado, el hombre sintió hambre y pensó lo
gratificante que sería poder degustar una opípara comida.
Surgieron los alimentos y el viajero comió hasta saciarse. Se
sentía feliz. Había reposado, una bella mujer le había
proporcionado un agradable masaje y había llenado su
estómago. De repente le asaltó un pensamiento: "¡Mira que si
un tigre me atacara ahora!" El pensamiento se hizo realidad.
Apareció un feroz tigre que se echó sobre él y lo devoró.
En todo placer hay una sombra de dolor. Con frecuencia la
búsqueda frenética del placer desemboca en el dolor. Goce y
sufrimiento son las dos caras de una misma moneda. De alguna
manera el dolor está siempre a la vuelta de la esquina. Si todo
tu tiempo lo empleas en hallar placer, no te prepararás para
superar el sufrimiento. El sabio se sitúa más allá del dolor y
del placer. No busca el goce, sino el gozo, que es el
establecimiento en su propio ser-central. Busca el medio, la
armonía, la ecuanimidad. Ecuanimidad es uniformidad de ánimo
ante el placer y el dolor. El sabio desconfía por igual de
ambos.
Ignorancia.
Se trataba de dos amigos no demasiado inteligentes. Se
despertaron a medianoche y uno le dijo al otro:
-Sal fuera y dime si ya ha amanecido. Observa si ha salido el sol.
El hombre salió al exterior y comprobó que todo estaba muy oscuro. De
vuelta explicó:
-Está todo tan oscuro que no me es posible ver si el sol ha salido.
Y el otro repuso:
-No seas necio. ¿Acaso no puedes encender una lámpara para ver si el sol
ha salido?
Muchas veces así procede el ser humano en la búsqueda espiritual, sin
utilizar sabiamente el discernimiento, la capacidad de discriminación.
Algunas Reflexiones.
Todos los estados encuentran su origen en la mente. La mente es su fundamento y son
creaciones de la mente.
Si uno habla o actúa con un pensamiento impuro, entonces el sufrimiento le sigue de la
misma manera que la rueda sigue a la pezuña del buey.
Todos los estados encuentran su origen en la mente. La mente es su fundamento y son
creaciones de la mente. Si uno habla o actúa con un pensamiento puro, entonces la
felicidad le sigue como una sombra que jamás le abandona.
El odio jamás se extingue por el odio en este mundo; solamente se apaga a través del
amor. Tal es una antigua ley.
El malhechor se lamenta aquí y se lamenta después. Se lamenta tanto aquí como allí.
Se lamenta siempre y sufre contemplando sus malos actos.
El bienhechor se regocija aquí y después. Tanto aquí como allí se regocija.
Se regocija, se regocija extremadamente, contemplando sus buenos actos.
Aunque uno recite mucho las escrituras, si es negligente y no actúa en consonancia, es
como el vaquero que cuenta las vacas de los otros.
Aunque uno recite poco las escrituras, si se conduce según la enseñanza, abandonando
el deseo, el odio y la ilusión, provisto de recta comprensión, una mente bien liberada,
no apegándose a nada ni aquí ni después, participa en los frutos de la vida de un
renunciante.
La diligencia es el sendero hacia la iluminación. La negligencia es el camino hacia la
muerte. Los diligentes no mueren. Los negligentes es como si ya estuvieran muertos.

Maestro Sri Deva Fénix

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