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Por Manfred Max Neef, Chileno. Economista y Músico. Ganador Premio Nobel
Alternativo. Autor de "La Economía Descalza". Conferencia presentada en el
Primer Congreso Internacional de Creatividad.
Allá es donde nacen las ideas que me dan trabajo por los once meses
restantes del año. La última que tuve, reflexionando en torno al problema
planteado, es ésta: "si hemos logrado construir un mundo tan crítico como el
actual, es porque somos inteligentes". Puede ser un golpe al plexo para todos,
porque siempre hemos estado orgullosos de nuestra inteligencia, y a lo mejor
descubrimos algunas paradojas que nos van a iluminar un poco.
Todo ser inteligente, por el sólo hecho de serlo, al enfrentar un problema en su
entorno se dedica a corregirlo, nunca a adaptarse a él. Esto quiere decir que
somos seres inteligentes con capacidad de manipulación física. La
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combinación de inteligencia y capacidad de manipulación Física, da como
resultado material un entorno adaptado a nuestros deseos y nuestras
necesidades.
Toda acción, como lo es el hecho de corregir el entorno, es por definición una
acción local. No existe nada que se pueda definir como acción colectiva. Toda
acción es local, y por este hecho mi percepción es local, y yo sólo percibo
aquello sobre lo cual estoy actuando en directo. A lo que apunto es a que
cuando combinamos inteligencia y capacidad de manipulación, en términos de
acción, dejamos de percibir totalidades y sólo percibimos fragmentos. Y ahí
comienza la primera parte de un posible peligro.
Durante muchos siglos de nuestra evolución hemos sido seres inteligentes que
recurrimos a nuestra capacidad de manipulación física. Esta capacidad de
manipular y de actuar en forma local y fragmentada, consolida y legitima
intelectualmente con la revolución científica, sobre todo a partir de Roger
Bacon y Descartes, quienes crearon al ser humano fragmentado.
Un ser humano que se fragmenta para conocer mejor el mundo, que fragmenta
la realidad en pedazos y la vuelve a armar con el objeto de conocerla, que no
sólo se fragmenta intelectualmente sino que de hecho fragmenta su vida,
termina organizándose en forma fragmentaria. La evolución se plantea
entonces en términos de un ser que en la edad media integraba todo, trabajo,
diversión, enseñanza, salud (alrededor de un núcleo familiar ampliado), a un
ser que se fragmenta al punto de tener lugar donde trabajar, otro lugar donde
duerme, otro donde se divierte, otro donde se educa, otro donde va a sanarse
cuando se enferma.
Primero descubrió el trabajo, y después inventó una cosa que se llama empleo.
Hablo de un hombre que organiza su sociedad en términos fragmentados. Para
los problemas financieros hay un ministerio de finanzas, para la agricultura un
ministerio de agricultura, para la enseñanza un ministerio de educación, y así
sucesivamente. Es decir se consolida un ser fragmentado. Ello conduce a que
todas sus formas de percepción y de relación con el mundo sean
exclusivamente locales, con lo cual perdemos por completo la capacidad
primitiva de captar totalidades.
Este tipo de fragmentación estimula aún más el desarrollo de nuestra
inteligencia. A medida que evolucionamos vamos perfeccionando (si es que lo
perfeccionamos) nuestro lenguaje. Nos hemos convertido en seres con un
lenguaje complejo. Como resultado de la utilización de ese lenguaje somos
capaces de describir situaciones, eventos, objetos, procesos. Es más,
podemos explicarlos. A medida que hemos ido describiendo y explicando
aquellas cosas que nos excitan de la realidad, hemos ido aumentando nuestro
conocimiento, hemos ido haciendo ciencia.
Es decir, hemos ido "creando" en esos ámbitos del conocimiento. Han pasado
400 años desde la revolución científica. Confrontados de nuevo con ese tipo de
mundo que he comenzado por describir, quedamos desconcertados al tomar
conciencia del extraordinario aumento de nuestro conocimiento frente al
incremento de un mundo caótico y descontrolado.
¿Cómo pueden consolidarse estas dos realidades, por simple lógica,
antagónicas? ¿Cómo es posible que con tanto conocimiento, tanta ciencia y
tanta tecnología, el mundo resultante sea tan catastrófico?
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DESCRIBIR VS COMPRENDER
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identifico como problema. Cuando soy parte de él no hay problema, sino
transformación integral y completa. Y esa tengo que aprender a vivirla y
convivirla, para desde dentro ser capaz de influir en los procesos de
transformación, algo muy distinto a resolver problemas.
El esfuerzo por comprender, en los términos que he utilizado, es en si un
profundo acto creativo. El acto creativo cuando me integro con, cuando soy
parte de, cuando penetro profundamente algo, y sobre todo si lo penetro con
amor, es decir con el deseo de potenciarme sinérgicamente con ello.
Comprender es un acto profundamente creativo. Hay gente que sabe hacer
poesía. Hay otros que son poetas. Hay gente que sabe hacer música. Hay
otros que son músicos. Hay gente que hace ciencia, hay otros que son
científicos. Hay quienes hacen el amor, y hay quienes aman.
No hay nada de malo en hacer poesía, ni en hacer el amor. Lo que es malo es
quedarnos solamente en el hacer, sin nunca llegar a ser. Y sólo podemos llegar
a ser cuando hacemos un esfuerzo por dejar de ser fragmentados y nos
integramos con amor a aquello con lo cual queremos potenciarnos como seres
humanos. Podríamos decir, entonces, que el que comprender es el que hace y
es.
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que ocurra en un solo mundo. La creación es un compromiso con varios
mundos.
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atrevería a agregar que el atributo más bello que tiene el lenguaje, es que le da
sentido al silencio.
"Si no hubiera lenguaje nada significarían los silencios. Si los silencios
significan algo, es porque nos permiten penetrar en los misterios de las cosas".
Y otra vez recurro a los enamorados. ¿Cuánto se dicen dos enamorados en
una hora de silencio, frente a un hermoso paisaje y tomados de la mano? Nada
podría perturbarlos más que un lenguaje hablado. Se están comunicando
profundamente, del mismo modo que se comunica la madre con su hijo a
través del pecho, en el silencio.
Segunda condición, entonces, para el acto creativo: ser capaces de vivir en
estos otros mundos paralelos, como son el lenguaje y el silencio. Pero vivimos
en un mundo que le tiene pánico al silencio. Se hace cualquier cosa para tapar
el silencio. Entramos a espacios construidos, y alguna musiquilla asexuada
tiene que estar sonando por alguna parte. Se ha llegado al extremo del Kitsh,
cual es el de llamar por teléfono y al otro lado escuchar, mientras esperamos a
nuestro interlocutor, un sonido entubado y enlatado que pretende hacer pasar
por música.
Comprender es recuperar la capacidad de trabajar con el silencio.
La tercera reflexión surge de la toma de conciencia de que durante mi vida,
presumo que siempre de buena intención, me engañaron sistemáticamente.
Casi todos lo buenos consejos que me dieron resultaron malos, particularmente
aquellos que tenían que ver con virtudes. Gran parte de la aplicación de esas
virtudes me resultaron bastante catastróficas. En vez de integrarme a este
mundo me ayudaron a que me separara cada vez más de él, hasta que
reaccioné, por fortuna a una edad relativamente temprana.
Una de las cosas que me dijeron (y que todavía le dice el papá a su hijo), es
que hay que tener las cosas claras. Saber a donde vamos.
"Si no sabes a donde quieres llegar, te va a ir pésimo".
Pero resulta que la verdad es exactamente al revés: toda persona que sabe
exactamente a dónde va, es precisamente la persona que nunca descubrirá
nada. El que sabe a dónde va sólo tiene dos obsesiones: el punto de partida y
el punto de llegada. Todo lo que hay en el medio es un estorbo que debe
superar lo antes posible. No está "capacitado" para comprender que toda la
aventura de la vida, toda la posibilidad de descubrimiento está justamente en
ese estorbo en lo que percibe como estorbo.
¡Qué caso más dramático el que se recordará el próximo año! ¡Cristóbal Colón
murió sin haber descubierto a América! ¡Tan seguro estaba de a dónde iba, que
no descubrió lo que tenía que haber descubierto!
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que es fijar a matacaballo un rumbo. También sabe que derivando, en alerta,
viendo cómo vienen los vientos y las olas, es como uno se integra y goza y
descubre. He dicho muchas veces que la aventura no se la tiene en un
transatlántico sino en un velerito, donde se pueda andar a la deriva en estado
de alerta, que no es lo mismo que dejarse llevar por la corriente.
Mucha gente dice, porque le han contado, que Alexander Fleming descubrió la
penicilina por casualidad. El estaba haciendo un experimento en un cultivo, y
se fue una tarde del laboratorio para su casa. Había encima cultivos de otros
experimentos. En la noche llego el aseador y con el plumero, o que se yo, botó
un cultivo encima de otro. El tipo se asustó, claro, y volvió a poner las cosas en
su orden, pero ya se habían mezclado los dos cultivos. Al día siguiente llegó
Fleming a su laboratorio y vio que habían derramado su cultivo encima del otro.
¿Qué es lo que, ipso facto, hace una persona que sabe a dónde va? Arma un
escándalo del porte de un buque, hace que echen de inmediato a ese cretino,
nota en cólera, insulta a medio mundo.
Pero Alexander Fleming no sabía a dónde iba. Se hallaba a la deriva, en estado
de alerta. Se puso a estudiar lo que había ocurrido y dijo: "Caramba, aquí hay
algo muy curioso"., y esa curiosidad lo llevó al descubrimiento de la penicilina.
Y yo me pregunto: ¿Fleming descubrió la penicilina por casualidad? ¡Claro que
no! ¡La descubrió porque era Alexander Fleming! Nadie más la habría
descubierto, sólo él, porque sabía andar a la deriva en estado de suprema
alerta. Eso es acto creativo.
Esto significa también andar a la deriva dentro de nosotros mismos, para
descubrir nuestro interior. Porque no somos seres completos si únicamente
descubrimos a los demás. Tal vez el más grande desafío está en la capacidad
de descubrimos a nosotros mismos. Pero le tenemos miedo. Y ese miedo está
muy bien descrito por una joven psicóloga colombiana, Clemencia Correa,
quien dice:
"Nos encontramos ante el miedo cotidiano de nuestras realidades y tememos
acercarnos al centro de nuestra vida más profunda, aquella a la vez lejana de
nuestras propias existencias".
Me da una satisfacción enorme, después de lo que he dicho, haber encontrado
en Colombia una persona capaz de derivar en estado de alerta. Creo que lo
que dice Clemencia resume todo lo que he querido compartir hoy con ustedes.
Muchas Gracias.