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BRECHA 18 de enero del 2001

LUIS MARIA PÉREZ AGUIRRE

a un año

Hace poco más de un año escribía en alguna parte: "me resulta particularmente difícil escribir sobre
Luis María...(porque) se trata de recordar a un amigo, a un entrañable amigo difícil, porque este
recuerdo de Luis María supone, necesariamente, volver sobre mi vida, mis ideales, mis fracasos,
nuestros sueños...la entrañable cercanía y los inevitables silencios".

Hoy, casi un año después de esas palabras, me resulta aún difícil, tanto más cuando ya se ha escrito
tanto sobre él y se han difundido sus libros con tanta amplitud.... No querría, porque harto sé que a
Perico no le gustaría, sumar estas palabras al coro de textos laudatorios, homenajes merecidos,
recuerdos elogiosos. La entraña más hermosa de Perico, rechazaba esa forma de protagonismo
convencido como estaba de que él no era sino un luchador más en la gigantesca lucha por y con los
oprimidos de la tierra, tengan el nombre que tengan en éstos tiempos; convencido como estaba de que
lo importante está por hacerse aún...

Por la formación que compartimos, desde nuestra niñez, parecería difícil prever esa evolución en sus
opciones fundamentales. Eso fue, muchas veces, fruto de nuestra compartida reflexión... ¿Cómo fue
que llegamos a estos desafíos? comentábamos cuando la fundación del Serpaj... No sabría muy bien
cómo explicitar mi propio camino. Pero soy testigo del "camino" y la evolución de Luis María.

A lo largo de muchos años como compañeros de estudios en la Compañía de Jesús, fuimos sintiendo –
no sólo Perico y yo, también muchos otros compañeros- que cerca nuestro se nos estaba abriendo un
mundo nuevo. En las distintas casas de formación, escuchábamos como un crujir de paredes y abrirse
de ventanas, en la expresión atribuida a Juan XXIII. Poco a poco advertíamos nuevas perspectivas en
nuestros estudios formales y en las búsquedas más personales. Para Luis, esas señales no pasaron
desapercibidas: atendía cuidadosamente esos signos, reflexionaba sobre ellos, muy metódicamente iba
enriqueciendo su reflexión y su oración. Luis María fue un tenaz perseguidor de utopías y sin
estridencias se iba preparando para darles alguna forma en su vida.

Muy jóvenes aún, nos rechinaba esa distancia –tan denunciada por Perico después y con sólidos
fundamentos sobre todo, hablando de la "Iglesia Increíble- entre el ser y el hacer de esa "comunidad
llamada Iglesia" de la cual estábamos enamorados. Ya nos empezaba a amenazar aquella pregunta
conmovedora: "¿Por qué el pobre no se sienta en nuestra mesa?", cuya respuesta era imperioso
encontrar...Y ¿qué hacer para que el pobre, sin violencias, pueda sentarse en nuestra mesa?

De esos años de estudio rescatábamos la solidez de la formación que recibíamos, no tanto en sus
contenidos cuanto en enseñarnos un método de pensamiento, una manera rigurosa de encarar los
problemas; para mí, en concreto, "el placer de pensar", a pesar de llegar a dolorosas conclusiones. Nos
enseñaron a no sentirnos nunca satisfechos con las respuestas simples a los problemas complejos. Un
"principio de realidad" se metió para siempre en nuestras vidas. Para decirlo con palabras de Luis
María: "Pido disculpas por repetir cifras que casi todos conocemos. Pero pasa (nos pasó a nosotros)
que ante estas realidades, nuestra concepción de la justicia y nuestra manera de luchar por los
Derechos Humanos parece ridículo si no fuera tan estúpidamente ingenua. En este momento las 225
personas más ricas del mundo tienen unas fortunas que superan el billón (millón de millones) de
dólares, es decir, lo mismo que el ingreso anual de 2.500 millones de seres humanos, el 47% de la
población mundial...El PNUD estima que con el 4% de la fortuna de los extrarricos (44.000 millones
de dólares se podría lograr y mantener el acceso universal a la enseñanza básica para todos, a la
atención sanitaria, a los medios de salud reproductiva para las mujeres, alimentación suficiente, agua

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potable, junto a saneamiento básico para todo el mundo. Es lo que en Estados Unidos se gasta en
cosméticos en un año...

Algo repugna...algo indigna y revuelve las entrañas ante este panorama..."

Si, Luis. Algo te quemaba en las entrañas: Jesús de Nazaret, nuestro amigo difícil,

él mismo nos hacía las preguntas radicales, llevándonos sin cesar a integrar todo lo humano, las
experiencias y el conocimiento adquirido, en pequeñas síntesis vitales, siempre provisorias, siempre
reclamando seguir el camino. La contemplación de Dios, experimentada maravillosamente en las altas
cumbres de los Andes chilenos -¿Te acordás del cerro Marmolejo?- y las calladas conversaciones con
los contrabandistas que, de noche, cruzaban aquellos senderos, nos hacían vivir como dos mundos
separados que estaban, sin embargo, destinados a fundirse en una sola pasión. Decía Martí: "con los
pobres de la tierra, quiero yo mi suerte echar"... y alguna vez, con la rusticidad de Luis María para la
guitarra, cantamos esa frase siguiendo a Peter Seeger... Si, Luis, sin saberlo con demasiada claridad, tu
fidelidad al Señor de Galilea iba armando, poco a poco, la estructura firme de tu vida comprometida,
aquella que comenzó a expresarse con más claridad acompañando a los que trabajaban con las
prostitutas del puerto, acompañado a estudiantes, entregando lo mejor de ti en el trabajo con los niños
en la Huella y, al mismo tiempo, con la cofundación del Serpaj englobando explícitamente estas
múltiples tareas instrumentando, con otros compañeros, modos concretos de defender los derechos
humanos, todos y cada uno de ellos. Siempre con tu espíritu de educador sensible. Y todo esto, en los
años de plomo.

Perico reflexionaba meticulosa y tenazmente todas sus actividades desde una perspectiva de fe,
buscando siempre llegar al corazón de su experiencia para acercarla al corazón de los demás. En algún
lugar publicó lo que bien sabíamos:" siempre fui un estudioso de la teología como explicitación de mi
fe". Luis María tenía un modo de reflexionar sobre la vida muy peculiar: nunca llegaba a conclusiones
fáciles sino que siempre estaba planteándonos nuevos desafíos. El último de ellos, quizás, fuese el
rescatar el lugar de la mujer en el mundo de hoy, sus derechos; recobrar el necesario protagonismo de
la mujer en la Iglesia como fuente de renovación y de vida nueva, rescatando este planteo en principio
muy eurocéntrico, para mostrarnos su urgencia entre nosotros...

De su largo periplo, nos deja un hermoso testimonio el último capítulo de "Desnudo de seguridades":
desnudos para recrear la esperanza....

Luis María expresa bellamente en algún lugar el motivo de sus afanes. Recuerdo, casi, sus palabras:
"quiero defender el sueño de Galilea, el sueño de Jesús... defiendo a los que El defendió y a aquellos
que El convocó para mantener vivo ese sueño al servicio del mundo". Empezábamos a comprender
aquella actitud básica de Jesús, que la cristología actual ha sabido explicitar: sentir con las entrañas,
hacerse vulnerable al otro, dejarse conmover desde las tripas... casi como una pre-condición para que
la fe en el Señor de Galilea no pierda su fuerza removedora de seguridades.

La madurez de Perico fue un largo proceso íntimamente ligado a la historia de este tiempo, como fue
largo nuestro proceso, el de sus amigos y compañeros, quienes no siempre caminábamos al mismo
paso.

Hacia 1965, en la mitad de los estudios académicos, empezaba a sonar para siempre en nuestro
corazón aquella frase del Concilio Vaticano II, tan postergado por el "retorno a la gran disciplina" que
tanto sufrimos en estos últimos años. La frase dice: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez
gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay de verdaderamente
humano que no encuentre eco en su corazón..." ¡Todo parecía tan claro por aquellos años!

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Era necesario, para sobrevivir con vida y poder comunicarla en medio de la tormenta que se avecinaba,
no rehuir las preguntas y buscar, siempre buscar con otros, nuevos caminos, hacerse en serio todas las
preguntas. La pregunta por el pobre, el excluido concreto conocido con nombre y rostro conocido,
instalada en su corazón siempre fue eficaz, no retórica. Recordaba alguna vez, un texto de Pèguy que,
muy jóvenes aun, nos sorprendió: "lo espiritual es también carnal" y nos descubrió que el amor
cristiano no se declara sino que se hace, en expresión de San Juan. Y que la justicia, la justicia que
sentíamos necesaria "como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto"",
fruto necesario de todo amor, no podría sino traducirse en un compromiso político, aunque éste fuera –
como realmente lo fue- motivo de incomprensiones, intolerancias, difamaciones, persecuciones...en
fin, no me es posible dejarme seducir ahora por Jeremías, el profeta:

"Me has seducido, Señor,

y me dejé seducir por ti.

Me hiciste violencia

y fuiste el más fuerte.

Y ahora soy motivo de risa,

toda la gente se burla de mi

Pero sentí en mí algo así como un fuego ardiente

aprisionado en mis huesos

y aunque trataba de apagarlo, no podía...

Señor, tus ojos están pendientes del hombre justo!"

Luis María tuvo el coraje de llevar su opción de vida hasta la raíz. Decía: "la opción por los pobres y la
lucha contra la pobreza son exigencias absolutas de la fe cristiana".Antes de llegar a esta afirmación,
toda una vida avalaba lo que decía. Esta absolutización de la "opción por los pobres" (lenguaje que
aceptó para sí la Iglesia, tiempo después) puede resultar un tanto fundamentalista o excluyente. Pero
no se trataba de una postura simplificadora y reduccionista de la fe o de la acción: simplemente es
llegar a la conclusión de que Dios, el Padre de Jesús, no puede ser neutral en el drama de nuestro
mundo de hoy. Esa compresión de Dios, vivida desde el amor eficaz –que no excluye a nadie- lleva
necesariamente a vivir en una incómoda frontera y en una extraña soledad.... Y en esa frontera,
sabernos "desnudos de seguridades" como única alternativa para poder ser interpelados y desafiados
por el amor y la justicia. Desde la intimidad de esa interpelación, tan radical que no es posible evitarla,
empecemos a dar respuestas para que el silencio del amor y la ternura, la solidaridad y la justicia, para
que ese silencio...no sea tan estruendoso.

Luis, yo sé que te gustaría que convocara a tus amigos o que alguien lo hiciera para seguir abriendo,
aunque sea con arado de madera y bueyes cansados, los caminos de la esperanza posible.

"Mirando el futuro creo que tenemos que seguir siendo un poco insensatos para ser eficaces en esta
tarea de la justicia..." Si, Luis María, tenés razón y siempre defendiste la necesaria utopía, sobre todo
en estos tiempos de apagada desesperanza. El llamado de la justicia, mirado desde el lado de los
pobres de la tierra, desde los derechos de la no-persona en que nos convierte este sistema, nos exige ser
justos, es decir, en tus palabras, "hacerse y convertir a los demás en vulnerables al amor". Si, Luis, tu

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entendiste y te urgiste en la respuesta a la pregunta que nos planteaba Juan Luis, nuestro maestro:
¿cómo entender hoy y aquí una vida cristiana plena que no busque apasionadamente, a través de las
opacidades de todo compromiso, más justicia y amor?" Dos generaciones de cristianos han
perseverado en la lucha por responder a ésta pregunta con coherencia y firmeza. Para muchos de ellos,
tu persona fue una referencia necesaria.

Nada más alejado de Luis María que la pretensión de estar surcando el "verdadero" camino que todos
deberían seguir. Con su ejemplo de vida y de acción intentó ser coherente con sus opciones y así
convencer a otros que valía la pena. Jamás quiso imponer con su autoridad o su prestigio: su pasión era
convencer y de esto soy testigo y pondría como evidencia nuestras discrepancias. . Su prolífica obra
escrita no tiene otra intención que la de convencer. Provocará, sin duda; será dura para muchos;
caminó por los bordes de la censura (como no podría ser de otra manera), pero siempre habló desde sí
mismo, desde su experiencia, desde su vivencia de fe, de gran amor por la Iglesia a quien llamábamos,
con los Santos Padres, la "casta prostituta"....

Así nos lo dice en la contratapa de su último libro "Desnudo de seguridades": " Lo que propongo en
realidad son algunas referencias para la navegación... (aprendidas a golpes). La propuesta no pretende
brindar soluciones o respuestas específicas (y menos recetas) a los desafíos enfrentados; son lecturas,
algunas convicciones y planteamientos de los problemas. Reflexiones a lo largo de las luchas de estos
últimos años que pensé podrían compartirse...o dejarlas para el olvido"...

En estas últimas palabras ("pensé que podrían compartirse... o dejarlas para el olvido") se hace
evidente esa vocación pedagógica, tal vez fruto de su juvenil experiencia con los scouts franceses, que
aparece en sus primeras publicaciones, con una gran consistencia. Luis se imaginó toda su vida un
pedagogo, un educador. No un maestro, en el sentido duro de la palabra: aquél que nuclea discípulos
para que continúen su pensamiento, al estilo griego. Sí un pedagogo, en el necesario sentido de aquél
que ayuda a caminar, que me acompaña en el duro camino de aprender a vivir. Un educador, aquél que,
como él mismo decía, ayudaba a hacer salir de la otra persona lo mejor de sí misma ("e-ducere": sacar
– fuera, del latín). Un educador de finísima sensibilidad y empatía que buscaba tenaz y tiernamente
llegar al corazón del otro, sin desmayos... Aún dejando su salud por el camino, como bien lo sé.

Si en este 25 de enero muchos de nosotros nos uniremos a recordar a Perico no estamos rindiendo
culto a un héroe ni a un mártir. No creo que Perico quisiera eso. Bueno es el símbolo de plantar un
árbol: debe significar apostar a la vida, al crecimiento, al desarrollo, a la acogida de los pájaros y los
beneficios de la sombra, apostar a los frutos ubérrimos. O sea, con Perico, mirar hacia delante. El
mismo nos lo proponía: "vemos que si bien el camino recorrido en estos años ha sido largo y tortuoso,
mucho más es lo que nos queda aún por recorrer y corregir".

Recordar la vida de Perico es, para mi, aquello que él tantas veces decía: "recordar viene del latín re-
cordare, pasar por el corazón". Este volver a pasar por mi corazón la vida de Perico, las experiencias
compartidas y nuestras discrepancias, significa para mí un compromiso hacia el futuro. Ciertamente,
Luis María, es mucho más lo que nos queda por recorrer y corregir y eso lo siento hasta en las tripas.
Sólo puedo decir: contá conmigo. Tengo todo lo que soy y nada más.

Jorge E. Faget Montero

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