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La Vía Penal y Civil integrada en el Tratamiento de Urgencia

del acoso moral en el trabajo


Apuntes para una futura regulación legal del mobbing

“Solos no podemos”. La divulgación de este


trabajo responde a la voluntad de compartir
reflexiones individuales como invitación al
debate necesario para encontrar soluciones al
acoso moral en el trabajo

I.- Analogía con el proceso legislativo de la violencia psicológica familiar.


II.- Concepción general de la violencia moral. Diferencias entre violencia
y acoso moral. III.- La violencia moral en el trabajo como conducta de
acoso. Tratamiento legal penal actual. III.- La vía penal y la
prejudicialidad: suspensión de procedimientos administrativos. Non bis
in ídem IV.- La defensa juridica de la persona acosada: necesidad de
defensa, dentro de un tratamiento de urgencia. V.- El acoso moral
laboral (mobbing) en la teoria general de las obligaciones española.(la via
civil en la defensa del mobbing.

Es frecuente que una frase elocuente y muy gráfica, a base de ser


repetida llegue a no ser sentida con la fuerza que le imprimió su autor. He
aquí una descripción del acoso laboral que desgraciada y
vergonzantemente refleja lo que esta ocurriendo en el mundo laboral:
«último campo de batalla en el que una persona puede matar a otra sin
ningún riesgo de llegar a ser procesada ante un tribunal» . (LEYMANN)

No cabe duda de que las Administraciones competentes para la


prevención y protección de la salud laboral son las instancias adecuadas en
donde se debe resolver el conflicto entre los derechos de los trabajadores y
el abuso de poder, jurídico o de hecho, que los ataca o pone en peligro.

Sin embargo, el “procesamiento” ante los Tribunales, solo procede


ante la Jurisdicción Penal.
Por otro lado, el principio de intervención mínima como limite a la facultad
punitiva del Estado fundamenta que la vía penal para la reprensión de actos
ilícitos se reserve para los ataques mas graves a los bienes jurídicos mas
necesitados de protección. Esta máxima del Derecho formulada en
abstracto es el limite al Poder punitivo del Estado, lo cual es una garantía
para el ciudadano de que no se vera privado de su libertad por conductas
intrascendentes. Pero la contrapartida es que sirve al mismo tiempo de
freno, al progreso en la protección de los derechos. Un ejemplo de ello es
la protección de la víctima de malos tratos familiares que hasta fechas muy
recientes se concebía como propia del “ámbito intimo familiar”,
imponiéndose así una concepción decimonónica, discriminadora e injusta
de los derechos de los miembros de un grupo familiar a desarrollar su
personalidad dentro de un marco de respeto a la dignidad esencial para
que la persona pueda ejercer todos sus derechos, la vida y la integridad
sobre todo. Hemos tenido que esperar al año 1999 para que en España se
reconociera que los malos tratos psicologicos familiares son una cuestión
de primer orden que afectan al interes general.

La importancia de un movimiento social organizado que reivindique y


promueva el avance en el desarrollo de los derechos humanos es en
relación a la dignidad mucho mas necesario de lo que puediera pensarse. Si
repasamos la Jurisprudencia del TEDH, podemos estar seguros de que el
verdadero impulso a favor de la eliminación de todas las conductas que en
las que el hombre es humillado, solo puede venir de la fuerza incial que un
grupo social imprime a todo el sistema de organización estatal e
internacional. Por citar un ejemplo que nos parece muy ilustrativo1, la
Sentencia TEDH , S 25-02-1982, núm. 0051/1982, a proposito de la
violación del articulo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos en
relación a si los castigos corporales a alumnos de una escuela escocesa
constituyen o no un trato degradante, desestimó la demanda interpuesta
por los padres, en base a que en Escocia eran habituales los castigos
corporales, no quedaba probado que los alumnos se hubieran sentido
humillados ni que hubieran existido repercusiones negativas. Sin embargo,
este litigio sirvió para que se legislase de forma definitiva sobre esta
cuestión y se terminase con esa forma de humillación y ataque a la
dignidad de la persona.

Desde estas páginas, alentamos a todos los que de una manera u


otra están propiciando una movilización social en contra del acoso moral
en el trabajo, nos solidarizamos con cuantos sufren las consecuencias de
esta violencia psicológica, y reclamamos un estudio profundo, serio y
pluridisciplinar de lo que H. LEYMANN, definió como patología socio-
laboral: “situación en la que una persona o grupo de personas ejercen una
violencia psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente (como
media una vez por semana ) y durante un tiempo prolongado (como media
unos 6 meses) sobre otra persona o personas, respecto de las que
mantiene una relación asimétrica de poder, en el lugar de trabajo con la
finalidad de destruir las redes de comunicación de la víctima o víctimas,
destruir su reputación, perturbar el ejercicio de sus labores y lograr que
finalmente esa persona o personas acaben abandonando el lugar de
trabajo.

Nos sorprende que mayoritariamente se reclame la aplicación del


derecho penal como última instancia, bajo la incongruente afirmación de
que el acoso moral en el trabajo es algo que afecta a las relaciones
laborales y que, por tanto, dentro de la “intimidad” de éstas debe ser
solucionado. Una vez mas el principio de intervención mínima enmascara la
reticencia de las iniciativas parlamentarias a recoger el verdadero sentido
de las reivindicaciones sociales.
Es preciso, pues, insistir en las consecuencias gravemente
perjudiciales que el acoso moral en el trabajo tiene para el interés general,
para la una convivencia social verdaderamente basada en el respeto a la
dignidad, a la igualdad, a la justicia social.

La NTP 476: el hostigamiento psicológico en eltrabajo: mobbing2


reconoce que el mobbing produce consecuencias en tres ámibtos muy
próximas a la patología originada por el estrés, pero con una especial
incidencia de la patología de tipo social:

- Para el trabajador afectado


A nivel psíquico. La sintomatología puede ser muy diversa. El eje principal de las
consecuencias que sufre el sujeto afectado sería la ansiedad: la presencia de un
miedo acentuado y continuo, de un sentimiento de amenaza.
La ansiedad que manifiestan estos sujetos en su tiempo de trabajo, puede
generalizarse a otras situaciones. Pueden darse también otros trastornos
emocionales como sentimientos de fracaso, impotencia y frustración, baja
autoestima o apatía. Pueden verse afectados por distintos tipos de distorsiones
cognitivas o mostrar problemas a la hora de concentrarse y dirigir la atención (los
diagnósticos médicos compatibles son síndrome de estrés postraumático y
síndrome de ansiedad generalizada). Este tipo de problema
puede dar lugar a que el trabajador afectado, con el objeto de disminuir la
ansiedad, desarrolle comportamientos sustitutivos tales como drogodependencias y
otros tipos de adicciones, que además de constituir comportamientos patológicos
en sí mismos, están en el origen de otras
patologías.
La excesiva duración o magnitud de la situación de mobbing puede dar lugar a
patologías más graves o a agravar problemas preexistentes. Así, es posible
encontrar cuadros depresivos graves, con individuos con transtornos
paranoides e, incluso, con suicidas.
A nivel físico, podemos encontrarnos con diversas manifestaciones de
patología psicosomática: desde dolores y transtornos funcionales hasta
transtornos orgánicos.
A nivel social, es posible que estos individuos lleguen a ser muy susceptibles e
hipersensibles a la crítica, con actitudes
con actitudes de desconfianza y con conductas de aislamiento, evitación,
retraimiento o, por otra parte, de agresividad u hostilidad y con otras
manifestaciones de inadaptación social.
Son comunes sentimientos de ira y rencor, y deseos de venganza contra el/los
agresor/es.
En general, puede decirse que la salud social del individuo se encuentra
profundamente afectada pues este problema puede distorsionar las interacciones
que tiene con otras personas e interferir en la vida normal y productiva del
individuo. La salud del individuo se verá más afectada cuanto menores apoyos
efectivos encuentre (personas que le provean de afecto, comprensión consejo,
ayuda,..) tanto en el ámbito laboral como en el extralaboral.
Desde el punto de vista laboral posiblemente resultarán individuos desmotivados e
insatisfechos que encontrarán el trabajo como un ambiente hostil asociado al
sufrimiento y que no tendrán un óptimo rendimiento. La conducta lógica de un
trabajador sometido a una situación de mobbing sería
el abandono de la organización, sin embargo, en muchos casos éste no se produce
debido, de un lado, a la difícil situación del empleo en la economía actual y, de otro
lado, a que, a medida que el trabajador se va haciendo mayor, ve disminuida su
capacidad para encontrar nuevos empleos.

-Para la organización de trabajo


Sobre el rendimiento: Es un hecho cierto que tener trabajadores con este tipo de
problemas afecta al desarrollo del trabajo, pues al distorsionar la comunicación y la
colaboración entre trabajadores, interfiere en las relaciones que los trabajadores
deben establecer para la ejecución de las tareas. Así, se producirá una disminución
de la cantidad y calidad del trabajo desarrollado por la persona afectada, el
entorpecimiento o la imposibilidad del trabajo en grupo, problemas en los circuitos
de información y comunicación, etc. Por otra parte, se producirá un aumento del
absentismo (justifica do o no) de la persona afectada. Es posible también que se
produzcan pérdidas en la fuerza de trabajo ya que previsiblemente, el trabajador
intentará cambiar de trabajo.
Sobre el clima social: Distintos conceptos (como la cohesión, la colaboración, la
cooperación, la calidad de las relaciones interpersonales,...) que señalan el clima
social en una organización de trabajo se verán afectados ante la existencia de
problemas de este tipo.
Sobre la accidentabilidad: Algunos estudios relacionan la calidad del clima laboral
con la posibilidad de que se incremente la accidentabilidad (accidentes por
negligencias o descuidos, accidentes voluntarios,..).
Para el núcleo familiar y social
El entorno social del afectado padecerá las consecuencias de tener una persona
cercana amargada, desmotivada, sin expectativas ni ganas de trabajar, y que
padecerá posiblemente algún tipo de trastorno psiquiátrico, con o sin adicción a
drogas.
Para la comunidad
Según los estudios de Leymann sobre el impacto económico de este tipo de
problema para la comunidad, no hay que menospreciar las consecuencias q ue a
este nivel se producen: la pérdida de fuerza de trabajo, costes de asistencia a
enfermedades, costes de las pensiones de invalidez, etc.

El acoso en las relaciones laborales privadas trasciende al ámbito de


las relaciones familiares de cada uno de los trabajadores y a la economía de
la empresa. Pero el acoso en el ámbito de la Administración pública, que,
como se sabe, es donde con mayor frecuencia e intensidad se produce, o
donde con menos dificultad se puede denunciar, mina los pilares básicos
de un estado Democrático de Derecho provocando la peor de las inercias
hacia la más ineficaz gestión del servicio público. Estas consecuencias del
acoso laboral, unánimemente admitidas por expertos y organismos
internacionales, son de tan extrema gravedad como para que el Estado
actúe con toda su fuerza punitiva con fines de represión y prevención
general. La vía penal debe ser utilizada, en todo caso, excepción hecha de
cuando terapéuticamente pueda suponer alguna interferencia en el
tratamiento de la víctima.

Se suele comparar el acoso moral en el trabajo con el acoso sexual


cuando menos en su proceso legislativo, “...a pesar de que ni conceptual ni
normativamente debe establecerse, no obstante una primera apariencia en
contrario, una absoluta identidad entre el «acoso institucional» y el «acoso
sexual», ... es claro que se produce un fortísimo paralelismo con la
situación generada por el «acoso sexual» antes de su triplicación
legislativa. Como el «acoso sexual», el «hostigamiento psicológico»,
constituye hoy un riesgo profesional que no deriva de la actividad que se
realiza, al menos considerada en sí misma, sino básicamente del entorno o
ambiente en que tal actividad se lleva a cabo... MOLINA NAVARRETE3.

Escasamente se hace referencia a su similitud con el acoso familiar o


doméstico. “...Una problemática similar a la de la violencia en el contexto
familiar, es identificable en los lugares de trabajo. Por encima de las
particularidades observables en cada sector de actividad, la conducta
violenta en ámbitos laborales es verificable, aunque ocultada como ocurrió
con la violencia familiar...” DIANA SCIALPI4 .

La evolución socio-jurídica del reconocimiento y rechazo de la


violencia moral en el ámbito familiar, ha sido sostenida gracias a la labor de
las asociaciones, fundamentalmente, que consiguieron involucrar a las
Administraciones Publicas y a la Judicatura y Fiscalía de manera que a golpe
de reformas legislativas (Código Penal de 1995, Ley Orgánica 14/99; Ley
Orgánica 11/99) hoy contamos con unas herramientas jurídicas,
mejorables, pero ciertamente útiles para la protección de las víctimas y
persecución del delito de violencia psíquica familiar.

Ha sido un largo camino el recorrido para conseguir darle carta de


naturaleza a la violencia psicológica, a las lesiones psíquicas, a la
“habitualidad” como conducta diferente a la “reincidencia”, a las medidas
cautelares de protección de la víctima....a la socialización a través del
Derecho en busca de una sociedad en la que el respeto absoluto a la
dignidad de la persona sea la base de todas las relaciones sociales, a partir
de la cual las patológicas conductas de acoso moral sean rechazadas como
contrarias a las mínimas normas de convivencia, con lo que se consigue
una importante progresión en la prevención general de las consecuencias
drásticas en la salud mental y física de esa población que constituye el
grupo de riesgo mas necesitado de protección.

En un momento como el actual en el que las iniciativas


parlamentarias se suceden, convendría no dar pasos apresurados que luego
fuese necesario desandar. El Plan de Acción contra la violencia domestica
de 30/4/98, que fue determinante para dar un impulso legislativo a la
regulación legal de la violencia psicológica familiar, precedido de Ponencias
en el Senado, Informes de la Fiscalía General del Estado y Jornadas para el
estudio pluridisciplinar, puede servir de modelo de inciativas previas
legislativas.
Invitamos con este trabajo a la reflexión y estudio riguroso y
pluridisciplinar, con especial dedicación a toda la normativa vigente,
concebida como sistema jurídico, pues solo el análisis de la legislación
actual puede ofrecernos una guía adecuada para decidir si es preciso
legislar específicamente el acoso laboral, y en que términos debe
redactarse una futura ley de acoso.
Una precipitación en la publicación de una norma sobre mobbing
puede producir –como ha ocurrido en tantas ocasiones- una paralización o
dificultad mucho mayor en la protección de los derechos vulnerados por el
acoso psicológico.

Varias inciativas Parlamentarias se han iniciado, citaremos la Moción


Legislativa aprobada por el Parlamento de Navarra aprobada el 14 de
febrero de 2002, que recogio la propuesta que en el avance de este estudio
publicamos en
http://www.fiscalia.org/forod/viewtopic.php?topic=36&forum=5&25
instando al Gobierno de la Nación para ir avanzando en la definición legal
del acoso en todos sus aspectos, que incluya con carácter de Ley Orgánica
en las materias precisas, modificaciones a los textos legislativos vigentes,
en la que se defina el acoso laboral en el trabajo como

“El que en el marco de una relacion laboral, y aprovechando la situacion de


poder que detentase por razon del cargo, funcion, o encargo de tarea, ya
sea con o sin relacion jerarquica, con facultades de direccion, disciplinaria
o sin ellas, llevase a cabo conductas de acoso psicologico que atentando
contra la dignidad de otro u otros trabajadores pusiese en peligro la salud
psiquica con o sin consecuencias fisicas, de forma persistente, que
coloquen a la victima en una situacion de hostigamiento, seran
responsables por los siguientes ilicitos civiles, laborales, administrativos o
penales de acuerdo con lo dispuesto en los articulos siguientes.”

Da la impresión de que el tratamiento jurídico que se propone dar al


acoso moral en el trabajo pudiera ser contrapuesto a la noción general de
violencia psicológica que ya se va instaurando en la Jurisprudencia y Leyes,
al concebirla como prioritariamente circunscritas al ambito de la
Administracion Laboral. Autores como VELAZQUEZ FERNANDEZ6 insisten en
que el acoso moral jurídicamente ha de conllevar una puesta en peligro o
daño a la salud laboral y que cuando esto no se produce, estaremos en
presencia de violaciones de derechos laborales pero no de mobbing. Sin
perjuicio de reconocer el acierto jurídico del planteamiento, estimamos que
una conducta violenta debe ser reprimida y sancionada sobre todo teniendo
en cuenta que la violencia moral esta tan poco desarrollada y tan
hipócritamente sostenida por una gran parte de la estructura social, que
puede ser el caldo de cultivo para que las relaciones sociales sigan
estableciéndose sobre el ejercicio de la subordinación y acatamiento
sumiso al superior (en sentido amplio) en vez de sobre la tolerancia, el
respeto y la comunicación entre seres libres.
No seria de extrañar que conductas aparentemente normales por
responder a modelos de comportamiento típicamente discriminadores o de
ejercicio abusivo de derechos, acaben siendo con el desarrollo de las
investigaciones, claros gérmenes de mobbing como potenciales factores de
riesgo para la salud. Por esta razón abogamos por la lucha contra todo tipo
de violencia moral, porque igual respaldo institucional y social necesita la
víctima de un acoso, por ser esta una conducta de por si reprobable y
reprimible.

No cabe duda de que el acoso psicologico laboral, aunque haya


existido siempre, su identificacion se debe a una nueva construccion
doctrinal nacida del intercambio de conocimientos entre la Psiquiatria, la
Psicologia y la Ciencia juridica, por lo tanto el planteamiento de su estudio
conjunta y coordinadamente es el que nos proporcionara las bases mas
efectivas para legislar y aplicar lo legislado.

Es preciso distinguir el proceso psicologico de acoso, como acción,


como conducta de por si reprochable, perseguible, sancionable, de las
lesiones psicologicas, de los daños psiquicos o fisicos. Y es preciso insistir
en el desvalor de la acción, en que independientemente de que se haya
producido o no un daño a la salud del acosado, independientemente del
grado de incapacidad a que llegue la victima, la conducta del acosador es
intolerable, inaceptable, incompatible con un Estado social y Democratico
de Derecho, por lo que debe ser reprimida por los medios mas eficaces de
que el Derecho disponga.
Insitir en el desvalor de la acción, y en sancionar como delito de
actividad o puesta en peligro supone, ademas, para la victima, no tener la
carga de la prueba del daño concreto, no tener –si no le posible
economicamente o personalmente- que recurrir a informes psicologicos y
psiquiatricos especializados, sobre los daños a su salud, pues lo que debe
probar es que la conducta en si sea susceptible de cuasar una alteracion del
equilibrio psiquico grave “no irrelevante(STS 30.10.94). Su comprobación
no necesita, por lo demás de una pericia médica cuando la experiencia
general permite afirmar su existencia...” (STS 785/98, de 9 de junio)

De cualquier forma, en tanto no se regule específicamente el acoso


moral laboral, existe suficiente normativa como para sancionar y prevenir
esta lacra social. Puesto que las similitudes entre hechos sociales hemos
entendido que se presentan mas claramente entre violencia psicológica
familiar y violencia psicológica laboral, y si aquella tiene ya admitidos unos
postulados fruto de un debate de casi 15 años, convendría no distorsionar
o detener la evolución socio-jurídica con inserciones venidas del campo del
acoso laboral que, por su reciente incorporación a los estudios jurídicos
desde la Psicología, Psiquiatría y Sociología, puedan estar impregnadas de
ciertas confusiones que ya han sido aclaradas por los expertos en violencia
familiar.

Otra fuente normativa y jurisprudencial importante para el estudio


del acoso psicológico laboral es el Código Penal Militar de 1985 en cuyos
artículos el maltrato psicológico y el abuso de poder en los siguientes
términos:

Artículo 103

El superior que, abusando de sus facultades de mando o de su posición en el


servicio, irrogare un perjuicio grave al inferior, le obligare a prestaciones ajenas al
interés del servicio o le impidiere arbitrariamente el ejercicio de algún derecho
será castigado con la pena de tres meses y un día a cuatro años de prisión.

Artículo 106

El superior que tratare a un inferior de manera degradante o inhumana será


castigado con la pena de tres meses y un día a cinco años de prisión.

La Jurisprudencia de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo


ha aplicado el articulo 106, haciéndose eco de las fuentes internacionales
de la ONU y del Consejo de Europa y han sancionado, por atentar contra la
dignidad de la persona, conductas de maltrato psicológico, sentando una
doctrina al respecto que es paradigma del mejor espíritu protector de los
derechos humanos.
Un ejemplo de ello: TS 5ª, S 14-09-1992, núm. 28/1992, rec.
7/1992. Pte: Sánchez del Rio y Sierra, Francico Javier:

“...Por eso, aun admitiendo que el Teniente autor de las acciones que
hemos calificado de degradantes, intentase con ellas la corrección o el
enderezamiento de la conducta de su subordinado o, como se afirma en la
sentencia recurrida, "superar la barrera psicológica de incapacidad que, a su
juicio, se había producido en el legionario" es lo cierto que conoció y quiso
producir las acciones que se realizaron, es decir, tratar a su subordinado con una
dureza y un desprecio, que no cabe calificar sino de degradante por vejatorio de
un ser humano. No es admisible, por tanto, la tesis de la sentencia recurrida: en
este delito no se exige el específico ánimo de degradar o de humillar y no podía
ser de otro modo, pues lo que se protege, junto al valor castrense de la
disciplina, es el valor constitucional de la dignidad humana elevada a la jerarquía
de derecho fundamental del hombre y, como tal, inatacable e inderogable. La Ley
penal no podría limitarse a defenderla frente a supuestos de superiores cuya
aberrante personalidad les llevase a un íntimo disfrute del trato humillante en sí
mismo, lo que es generalmente excepcional en la vida social y, en particular, en
la vida especialmente disciplinada de los miembros de las Fuerzas Armadas,
sino que hace referencia a todo supuesto en que, incluso por razones que
pudieran considerarse pedagógicas o profesionales, un superior atenta contra
aquella dignidad constitucionalmente protegida. De modo, que no es ni exigible ni
necesaria la prueba de una intencionalidad humilladora: el puro hecho de haber
dado un trato humillante para el inferior es suficiente a consumar el delito, salvo
que otras circunstancias excluyesen a su autor de la responsabilidad penal. Pero
tales circunstancias no son aquí apreciables, por lo que la conducta es
condenable y el recurso, consecuentemente, estimable....”

II.- CONCEPTO GENERAL DE VIOLENCIA MORAL. DIFERENCIA ENTRE


VIOLENCIA MORAL Y ACOSO MORAL. TRATAMIENTO DEL ACOSO MORAL EN
LAS RELACIONES FAMILIARES Y EN LAS LABORALES.

Ha sido muy recientemente cuando la legislación española y poco a


poco la jurisprudencia ha admitido que los actos de violencia moral (por
contraposición a la física) eran susceptibles de causar un daño o
menoscabar la salud mental e incluso la salud física. Prácticamente toda la
jurisprudencia anterior a 1999 insiste en que no es posible la existencia de
una lesión que afecte a la salud mental si no deriva de una incidencia
corporal.7.
Es evidente que una agresión corporal, una violencia física puede
producir un daño en la salud psíquica. El problema durante años ha sido
encuadrar dentro de los delitos de lesión (que son de resultado) los daños
psíquicos derivados de una violencia moral.

Existe una confusión conceptual y terminología que juristas y


expertos en salud mental conocemos bien, quizá derivada de una falta de
coordinación entre los conceptos médicos y su valor como prueba. El
dictamen medico no es una sentencia, ni siquiera una acusación ni una
defensa, es una prueba mas que, conjuntamente con las demás
presentadas en Juicio, serán valoradas por el Juez, que dictara sentencia
tomando como elemento de prueba del fallo el informe psicológico, para
resolver en un sentido o en otro. En consecuencia, la valoración que haga el
Juez o Tribunal redefine los conceptos psicológicos.

Es una tarea emprendida desde hace tiempo, que aun no ha dado los
resultados esperados, conseguir legislar y aplicar las leyes de manera que
en lenguaje técnico coincida con el jurídico. A modo de ensayo se ofrece la
siguientes definiciones:

Violencia moral o psicológica: es el proceso psicológico susceptible


de causar daños psíquicos o incluso físicos.
Los daños psíquicos pueden ser de mayor o menor gravedad en
función del grado de incapacitación que produzcan
El grado de incapacitación puede depender en gran medida de que
concurra con daño físico o no, y de la personalidad, formación, entorno
socio-familiar que rodee a la víctima. 8

La reforma del Código penal en 1999 que introduce bajo las


máximas garantías del principio de legalidad penal, el concepto de
violencia psíquica en el ámbito familiar, ha venido –confiamos en ello- a
zanjar la cuestión. Existe una violencia moral que puede o no producir
daños psíquicos.

Entediéndose por violencia moral aquella conducta consistente en actos u


omisiones que sin utilización de violencia física, es susceptible de afectar a
la salud mental de la víctima, cuyo daño dependerá en algunos casos de las
características del sujeto activo y pasivo así como del entorno en que se
desarrollen.9

Cuando esa violencia moral se convierte en habitual, a partir de la


reforma de 1999, si incide en el ámbito familiar será castigada como “delito
de maltrato familiar”. Es decir, no solo la reiteración, sino la secuencia
recurrente de actos de violencia moral, el proceso psicológico, es
sancionada como conducta reprochable por los efectos perniciosos que
generan no solo sobre la víctima directa, sino sobre los demás miembros
del núcleo familiar que se ve atacado por la habitualidad de la violencia. Lo
que significa que, si se producen lesiones, estas también serán
sancionadas, por tratarse de dos bienes jurídicos distintos, esto es, la “paz
familiar” que engloba todos los derechos de los miembros de la familia, y la
salud e integridad corporal y mental de la persona sujeto pasivo de la
agresión.

La habitualidad violenta de tipo psicológico solo esta prevista como


infracción penal en los artículos 153 y concordantes del Código Penal. La
habitualidad se refiere, pues, al proceso lesivo, por eso es distinto a la
reincidencia “reincidencia penal“ 10

Violencia psicologica laboral: El acoso laboral como proceso


psicologico de violencia tiene como manifestaciones las siguientes
conductas recogidas en la NTP 476: 11 EL HOSTIGAMIENTO PSICOLÓGICO
EN ELTRABAJO:

∙ Acciones contra la reputación o la dignidad personal delafectado; por medio


de la realización de comentarios injuriosos contra su persona, ridiculizándolo o
riéndose públicamente de él, de su aspecto físico, de sus gestos, de su voz, de
sus convicciones personales o religiosas, de su estilo de vida, etc... Uno de
estos comportamientos, de gran incidencia y objeto de diversos estudios,
sentencias judiciales, etc. es el acoso sexual. Se pueden dar también diversas
acciones contra la reputación del afectado como
trabajador.
∙ Acciones contra el ejercicio de su trabajo, encomendándole trabajo en exceso
o difícil de realizar cuando no innecesario, monótono o repetitivo, o incluso
trabajos para los que el individuo no está cualificado, o que requieren una
cualificación menor que la poseída por la víctima (shunting); o, por otra parte,
privándole de la realización de cualquier tipo de trabajo; enfrentándole a
situaciones de conflicto de rol (negándole u ocultándole los medios para
realizar su trabajo, solicitándole demandas contradictorias o excluyentes,
obligándole a realizar tareas en contra de sus convicciones morales, etc.).
∙ Muchas de las acciones comprenden una manipulación de la comunicación o
de la información con la persona afectada que incluyen una amplia variedad de
situaciones; manteniendo al afectado en una situación de ambigüedad de rol
(no nformándole sobre distintos aspectos de su trabajo, como sus funciones y
responsabilidades, los métodos de trabajo a realizar, la cantidad y la calidad
del trabajo a realizar, etc., manteniéndole en una situación de incertidumbre);
haciendo un uso hostil de la comunicación tanto explícitamente
(amenazándole, criticándole o reprendiéndole acerca de temas tanto laborales
como referentes a su vida privada) como
implícitamente (no dirigiéndole la palabra, no haciendo caso a sus opiniones,
ignorando su presencia,...); utilizando selectivamente la comunicación (para
reprender o amonestar y nunca para felicitar, acentuando la importancia de sus
errores, minimizando la importancia de sus logros,...).
∙ Otras acciones muestran la característica de que son situaciones de inequidad
mediante el establecimiento de diferencias de trato, o mediante la distribución
no equitativa del trabajo, o desigualdades remunerativas, etc.

III.-LA VIOLENCIA MORAL EN EL TRABAJO COMO CONDUCTA


DE ACOSO. TRATAMIENTO PENAL DEL ACOSO LABORAL

Centrandonos ya en el ámbito de las relaciones laborales, nos


encontramos con el Titulo XV “Delitos contra los derechos de los
trabajadores”. Ciertamente en el art. 311 se hace referencia al empleo de
“intimidación” para:

“..mediante engaño o abuso de situación de necesidad impongan a los trabajadores a


su servicio condiciones laborales o de Seguridad Social que perjudiquen, supriman o
restrinjan los derechos que tengan reconocidos por disposiciones legales, convenios
colectivos o contrato individual.”

La violencia moral para imponer condiciones laborales o de


seguridad social contrarias a los derechos de los trabajadores, esta
sancionada en este articulo. Sin embargo no parece que pueda
incardinarse aquí la sanción a los daños psíquicos que produce la
violencia moral, es decir, las lesiones a la salud física o mental. En nuestra
opinión el bien jurídico protegido es la libertad, el verbo “Imponer” es el
nucleo del tipo objetivo, y por lo tanto si de esa conducta coercitiva
(recordemos que por medios físicos o intimidatorios) se derivara un daño
a la salud, habría que acudir a otros tipos delictivos. Se trata, podriamos
decir, de un delito de coacciones consistente en la imposicion de
condiciones laborales que contravengan el conocido “principio de norma
minima” en Derecho laboral.

Si esas lesiones se producen como consecuencia del incumplimiento


de la normativa sobre Prevención de Riesgos Laborales, el tipo penal a
aplicar seria el del articulo 317 en su modalidad imprudente o el 316 en
su forma dolosa

“...Los que con infracción de las normas de prevención de riesgos laborales y estando
legalmente obligados, no faciliten los medios necesarios para que los trabajadores
desempeñen su actividad con las medidas de seguridad e higiene adecuadas, de
forma que pongan así en peligro grave su vida, salud o integridad física, serán
castigados con las penas de prisión de seis meses a tres años y multa de seis a doce
meses.”

Las reglas del concurso de delitos permiten sancionar ademas por los
daños a la vida y a la salud fisica y mental pues esta figura delictiva es una
criminalización de una infracción administrativa, no de un daño a la salud.
Es importante no olvidar que el acoso laboral afecta indirectamente
no solo a la persona objeto de acoso, sino por extension del ambiente
hostil creado, a otros trabajadores. En el caso de que se haya producido un
accidente laboral derivado del acoso laboral, la Instrucción de Fiscalia
104/2001 sobre Relaciones de la Inspeccion de Trabajo y Seguridad Social
con La Fiscalia General del Estado en materia de ilícitos penales contra la
seguridad y salud laboral, recomienda que las actas de la inspeccion laboral
hagan constar los datos de los sujetos que indirectamente hayan estado
expuestos al mismo riesgo a fin de valorar la posibilidad de proceder
conforme a las reglas del concurso ideal de delitos, por las infracciones de
peligro ocasionadas respecto de esos otros sujetos pasivos de la
infraccion12.

Hasta aquí lo que podríamos llamar daños psíquicos y puesta en


peligro de la salud mental.

Sin embargo, en correlación con el delito de malos tratos habituales


familiares, el acoso moral en el trabajo, es decir, la secuencia de actos de
violencia moral recurrentes que produce efectos perniciosos no solo en la
víctima directa sino en el entorno, dicho de otro modo, que afectan a la
“pacifica convivencia laboral” queda sin posibilidad de ser sancionada,
mientras el legislador no lo recoja así.

Antes de que se regulara el delito de malos tratos familiares, alguna


sentencia13 determino que ese proceso psicológico estaba previsto como
tortura en el tipo del art. 173. De acuerdo con el esquema de paralelismo
trazado en este avance, podría el acoso laboral ser recriminado a través del
citado delito de tortura psicológica:

“...El que infligiere a otra persona un trato degradante, menoscabando


gravemente su integridad moral, será castigado con la pena de prisión de seis
meses a dos años”

Este precepto, al igual que el 153 referente al maltrato habitual


familiar, es compatible con el delito de lesiones y el de violación de
derechos de los trabajadores.

La tortura ha sido definida por la Convención contra la Tortura y


Malos Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes de 10 de
diciembre de 1984, ratificada por España el 21 de octubre de 1987, como
todo acto por el cual se inflijan intencionadamente a una persona dolores o
sufrimientos graves, con el fin de obtener de ella, o de un tercero,
información o una confesión, o con el fin de castigarla por un acto que
haya cometido o se sospeche que ha cometido, también para intimidar o
coaccionar a esa persona o a otros. El art. 174 del nuevo Código contiene la
definición de la tortura como "sometimiento a condiciones o
procedimientos que por su naturaleza, duración u otras circunstancias
supongan sufrimientos físicos o mentales, supresión o disminución de
facultades de conocimiento, discernimiento o decisión, o que de cualquier
otro modo atenten contra su integridad moral". Es decir, este articulo
define lo que hemos llamado mas arriba, violencia moral o psicológica
como proceso psicológico susceptible de causar daños psíquicos de mayor
o menor entidad en función del grado de incapacitación de la víctima.

Es por tanto el atentado contra la integridad moral la esencia de la


tortura. Con reconocimiento constitucional expreso, en el art. 15 de la.
C.E., y tras la publicación del nuevo Código penal, en los arts. 173 a 177
del texto punitivo, en donde aparece como idea central la inviolabilidad de
la persona a la que aludía como bien protegido jurídicamente la STC
120/1990; los actos que envilecen, humillan, vejan o denigran la integridad
moral de otro, cuando se cometen en las condiciones o circunstancias a
que alude la Ley, constituyen tortura.

El delito de tortura según interpreta la STS de 29 de Septiembre de


1998,

“...en la que se dice que el concepto de tratos degradantes acuñado por el Tribunal
de Estrasburgo se define en relación a la existencia de actos que pueden crear en
las víctimas sentimientos de temor, de angustia y de inferioridad susceptibles de
humillarles, de envilecerles y de quebrantar en su caso su resistencia física o moral;
añadiendo la STS de 2 de Marzo de 1998 que el trato degradante implica quizás
una conducta desde la habitualidad (SS. TEDH 25-2-82 y 28-1-79), conducta
repetida más en relación a situaciones de menor entidad aunque siempre hirientes
a la dignidad porque suponen en todo caso menosprecio y humillación...”

“...ninguna duda cabe albergar sobre el trato degradante infringido por el acusado
con grave menoscabo de la integridad moral de quien lo sufrió, que es la acción
típica del tipo penal aplicado y que, además, se adecua perfectamente al concepto
de tratos degradantes acuñado por el Tribunal de Estrasburgo, como son aquellos
que pueden crear en las víctimas sentimientos de terror, de angustia y de
inferioridad susceptibles de humillarles, de envilecerles y de quebrantar en su caso
su resistencia física o moral...”

"parece que hay que entender, en ausencia de una clara definición, que ha sido
propósito del legislador que se entienda que se atenta contra la integridad moral de
una persona cuando se veja su dignidad de ser humano recurriendo a formas de
presión sobre su voluntad, que pueden tal vez ser necesarias para seres que
carezcan de razón, pero no utilizables sin humillar la dignidad del hombre cuando
para el se emplean".

Pues bien, el informe de la Comisión de Empleo y Asuntos Sociales y


la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Oportunidades en su
Informe sobre Acoso Moral (2001/2339 (INI)):

“... las distintas definiciones o descripciones existentes arrojan luz sobre algo que
constituye una realidad para muchas personas en su vida laboral, a saber: la idea de
que la vida laboral es inhumana, la experiencia personal de ser víctima de acoso en
el lugar de trabajo, una sensación de verse excluido de la comunidad social de este
entorno y de enfrentarse con exigencias insolidarias en el trabajo y carecer de la
posibilidad de oponerse a ellas...”
Por su parte, la Fiscalia General del Estado en la Circular 1/1998 fijo los
siguientes criterios en orden a la interpretación y aplicación del art. 173 a
los casos de violencia psíquica:

“...art. 173, novedad introducida en el CP de 1995, que castiga al que


"infligiere a otra persona un trato degradante, menoscabando gravemente su
integridad moral". Precepto que ha de completarse con el art. 177 al establecer
que si "además del atentado a la integridad moral, se produjere lesión o daño a
la vida, integridad física, salud, libertad sexual o bienes de la víctima o de un
tercero, se castigarán los hechos separadamente con la pena que les
corresponda por los delitos o faltas cometidos, excepto cuando aquél ya se
halle especialmente castigado por la ley", lo que permite la sanción penal de
los resultados producidos a consecuencia del trato degradante, aplicándose las
reglas generales del concurso cuando proceda.
En casos, pues, de violencia psíquica habrán de valorar los Sres. Fiscales el
posible encaje de la conducta en alguna de tales infracciones penales. Sin
embargo, dicha labor habrá de tener en consideración no sólo la gravedad del
hecho sino también su carácter de hecho aislado o de conducta habitual.
En este sentido, es de tener presente que el delito contra la integridad moral
del art. 173 permite el castigo, tanto de aquellas conductas aisladas que por su
naturaleza tienen entidad suficiente para producir un menoscabo grave de la
integridad moral de la víctima, cuanto de aquellas otras que, si bien
aisladamente consideradas no rebasarían el umbral exigido por este delito, sin
embargo en tanto reiteradas o sistemáticas, realizadas habitualmente y
consideradas en su conjunto, terminan produciendo dicho menoscabo grave a
la integridad moral. Son conductas, éstas últimas, de trato degradante, que en
su individual consideración no son calificables de graves, pero que al ser
reiteradas terminan menoscabando gravemente por erosión dicha integridad
moral y que tienen cabida en el precepto. Cabe señalar que las Sentencias del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 25 de febrero de 1982 -caso
Campbell y Cosans- y de 18 de enero de 1978 -caso Irlanda contra Reino
Unido- admiten el trato degradante en conductas que se repiten en relación a
situaciones de menor entidad aunque siempre hirientes a la dignidad por
suponer menosprecio y humillación.

Por tanto, los actos de violencia psíquica de escasa gravedad, que en su


consideración aislada darían lugar a la falta de vejación injusta del art. 620,
una vez acreditado que se vienen produciendo en forma reiterada, como
expresión de un clima de violencia psíquica habitual, habrán de ser encajados
en el delito del art. 173. No obstante, la aplicación de este precepto exige que
se haya producido como resultado un menoscabo en la integridad moral que
pueda ser calificado como grave...”
Los delitos de lesiones y tortura pueden llevar aparejada las medidas de
alejamiento impuestas al autor de las agresiones, lo que se arbitraria en
función de las características de la empresa. Sea como fuere esta medida
de protección de la víctima solo puede adoptarse en el orden jurisdiccional
penal.

IV.-PREJUDICIALIDAD Y NON BIS IN IDEM. NOCIONES


GENERALES. DOCTRINA LEGAL: SUSPENSION DE LA RESOLUCION
ADMINISTRATIVA.

Nociones Generales.- En un Estado Democrático de Derecho, la


acción punitiva de los poderes públicos está necesariamente sujeta a
límites. El Estado carece de un poder represivo omnímodo. Todo poder esta
sujeto a reglas y a principios garantistas que protegen a los ciudadanos
frente a la acción de un poder que, en cuanto miembros de la colectividad,
es una emanación de ellos mismos. Estos principios, recogidos o derivados
del artículo 25 de la Constitución, pero clásicos en la teoría política del
constitucionalismo democrático, serian, en esencia, los principios de
legalidad, tipicidad, presunción de inocencia y proscripción de la doble
sanción (non bis in idem). Como complementario al anterior, deberíamos
incluir el principio de competencia, en una doble vertiente:
Interinstitucional conforme al cual las sanciones deberán ser impuestas por
el poder al que haya sido atribuida constitucionalmente la materia (judicial
o ejecutivo) e intrainstitucional que implica que dentro de cada uno de los
poderes del Estado, las sanciones serán impuestas por los órganos
competentes para ello.

Estos principios forman un auténtico sistema, un todo orgánico en el


que es difícilmente comprensible uno sin los otros, en el que el análisis del
llamado “non bis in idem” remite casi directamente al principio de tipicidad,
al de competencia...
Aunque a veces resulte difícil de entender para los ciudadanos, todo
el procedimiento sancionador (judicial o administrativo) pretende obtener la
satisfacción de los intereses generales y los de las victimas de las acciones
sancionadas, con garantías de justicia, defensa e igualdad procesal a favor
de los presuntos infractores. Este planteamiento implica que los limites a la
acción sancionadora del Estado operen igualmente como limites a la acción
de defensa jurídica de los intereses de la victima. Si el Estado no puede
sancionar dos veces la misma conducta, en los términos que veremos, ni
sancionar sin previa tipificación, tampoco puede jurídicamente el
perjudicado por una acción pretender la doble sanción ni la sanción de
conductas atípicas. Toda pretensión del perjudicado de exceder estos
limites, o de ignorar los derechos de los presuntos infractores está, en
principio y salvo fallo del sistema, condenado al fracaso.

Cuando nos planteamos el ejercicio de acciones de defensa en dos


instancias sancionadoras distintas, al margen de la consideración de la
mayor o menor eficacia, rapidez o fuerza ejemplificativa de una u otra,
debemos considerar si dichas vías pueden ser usadas acumulativa o
alternativamente, si podemos mantener procedimientos en marcha ante
dos instancias al tiempo o resulta preciso optar entre una u otra.

Es el principio de proscripción de la doble sanción, el non bis in


idem, el que al tiempo que limite para la acción estatal, de ser aplicable,
determina a que instancia debe acudir el ciudadano para obtener una tutela
efectiva de sus derechos e intereses, impidiendo acudir a un proceso
diferente al legalmente determinado como prevalente.

El principio de non bis in idem tiene una triple eficacia, operando a lo


largo del proceso y tras su finalización. El aspecto procesal del non bis in
idem implica la imposibilidad de tramitación simultánea de dos
procedimientos diferentes por los mismos hechos, contra las mismas
personas y por idéntico fundamento, el aspecto material supone la
prohibición efectiva de la concurrencia de dos sanciones, mientras el
aspecto probatorio representa la prohibición de existencia de dos
valoraciones diferentes de los hechos por instancias diferentes del Estado.

Como concreción del principio en el orden social, la Ley de


Infracciones y sanciones en el orden social establece:
Artículo 3.Concurrencia con el orden jurisdiccional penal

1. No podrán sancionarse los hechos que hayan sido sancionados penal o


administrativamente, en los casos en que se aprecie identidad de sujeto, de
hecho y de fundamento.

2. En los supuestos en que las infracciones pudieran ser constitutivas de ilícito


penal, la Administración pasará el tanto de culpa al órgano judicial competente
o al Ministerio Fiscal y se abstendrá de seguir el procedimiento sancionador
mientras la autoridad judicial no dicte sentencia firme o resolución que ponga
fin al procedimiento o mientras el Ministerio Fiscal no comunique la
improcedencia de iniciar o proseguir actuaciones.

3. De no haberse estimado la existencia de ilícito penal, o en el caso de


haberse dictado resolución de otro tipo que ponga fin al procedimiento penal,
la Administración continuará el expediente sancionador en base a los hechos
que los Tribunales hayan considerado probados.

4. La comunicación del tanto de culpa al órgano judicial o al Ministerio Fiscal o


el inicio de actuaciones por parte de éstos, no afectará al inmediato
cumplimiento de las medidas de paralización de trabajos adoptadas en los
casos de riesgo grave e inminente para la seguridad o salud del trabajador, a la
efectividad de los requerimientos de subsanación formulados, ni a los
expedientes sancionadores sin conexión directa con los que sean objeto de las
eventuales actuaciones jurisdiccionales del orden penal.

El apartado 1 establece la vigencia en el Orden social de non bis in


idem en su vertiente material, en la imposibilidad de concurrencia de
sanción penal y administrativa, el segundo, la vertiente procesal y el tercero
la probatoria, dedicándose el apartado cuarto a realizar una serie de
precisiones sobre el alcance del principio.

Doctrina legal.-

Apartado 2 Por razones de práctica forense, comenzaremos el


estudio del principio por el aspecto procesal, reflejado en el apartado
segundo. Y lo primero que conviene resaltar es que, aunque el literal del
precepto establezca la paralización del expediente cuando las infracciones
pudieran constituir delito, la aplicación jurisprudencial ha ido más allá de
esta literalidad, señalando que la paralización procede cuando se de una
identidad real de hechos enjuiciados en uno y otro procedimiento. La
finalidad del principio en su aspecto procesal es evitar que los hechos
puedan existir y no existir a un tiempo para dos instancias diferentes del
Estado.
Para determinar la procedencia de paralización del expediente, nada
importa si los hechos sobre los que se produce el doble enjuiciamiento lo
son por formar parte del tipo de la infracción, de sus consecuencias, o de
los actos instrumentales para la comisión. Siempre que la realidad de un
hecho deba ser simultáneamente comprobada por la Administración laboral
y por la Jurisdicción penal, procederá la paralización del expediente.

Ahora bien, esta paralización, procedente según Ley y jurisprudencia


sólo con la constatación de la identidad real de los hechos, de conformidad
a la jurisprudencia del Tribunal Supremo, no es en absoluto una parálisis.
De hecho, más que de paralización del expediente debería hablarse de la
suspensión de resolución del mismo. En palabras del Alto Tribunal, “es
cierto, que ante un hecho que pueda motivar, al menos en principio, la
actuación del orden penal y la de la Administración, ésta puede y debe
realizar todas las actuaciones precisas para acreditar el hecho, las
circunstancias y datos que estime precisos, pues de otro modo el paso del
tiempo y la alteración de las circunstancias podría hacer imposible su
posterior constatación, e incluso está obligada también a dar el oportuno
traslado al interesado a fin de que éste puede defenderse y cuestionar la
realidad fáctica apreciada por la Administración, sin embargo, lo que en
ningún caso puede hacer la Administración, mientras esté pendiente el
proceso penal, es dictar la resolución que pone fin al expediente
sancionador, pues ésta depende y está condicionada por la resolución que
recaiga en el proceso penal.” 14

En conclusión, las sentencias reseñadas establecen un sistema de


paralización impropia, en la que la Administración tiene el deber de
desarrollar toda su actividad investigadora, con plenas garantías para el
infractor y, una vez culminada ésta, esperar a la sentencia judicial y actuar
en consecuencia, y de acuerdo con el principio de non bis in idem en sus
otras dos vertientes.

Apartado 4 La paralización del expediente administrativo no supone


el levantamiento de medidas cautelares adoptadas en el mismo ni la
paralización de los requerimientos de subsanación ni, como consecuencia
de la necesidad de triple identidad, la paralización de otros expedientes
sancionadores “sin conexión directa con los que sean objeto de las
eventuales actuaciones jurisdiccionales del orden penal”.
Apartado 3 En el supuesto de que la acción penal no terminara en
condena resultaría necesario, a efectos prácticos y ante la normal demora o
simple inexistencia en la comunicación judicial que podría dar lugar a la
prescripción de infracciones, que el afectado diera cuenta inmediata de tal
hecho a la administración laboral y solicite la reanudación del expediente.
Porque, como dice el Tribunal Supremo15, lo que se excluye es la doble
sanción, pero no el doble pronunciamiento. Y este doble pronunciamiento
puede producir resultados dispares en una y otra instancia porque los
hechos, siendo infracción administrativa, no tengan relevancia penal, bien
porque la acusación penal lo haya sido por delito doloso y la infracción
administrativa sancione la simple negligencia, o bien porque en el
expediente administrativo se efectúe una actividad probatoria suficiente,
que, sin embargo, no tuviera tal suficiencia en la jurisdicción penal.

El expediente sancionador iniciado o reanudado tras una sentencia


penal absolutoria deberá respetar el principio non bis in idem en su
vertiente probatoria, esto es, los hechos declarados probados en la
sentencia vinculan a la Administración. Pero esta vinculación tiene también
sus términos y sus límites.

Para empezar, la vinculación se limita a los hechos declarados


probados, pero no a aquellos que la sentencia considere insuficientemente
probados o que no hubieran llegado a ser objeto de enjuiciamiento. Debe
recordarse que el principio de presunción de inocencia tiene diferente peso
en el proceso penal y en el expediente administrativo y que hechos
insuficientemente probados en sede judicial penal pueden considerarse
plenamente probados en sede administrativa.

Nada mejor para dejar delimitado el principio en su aspecto


probatorio que recoger la precisa enumeración contenida en la precitada
sentencia de 19 de abril de 1999:

“En suma, de la jurisprudencia expuesta pueden extraerse los


siguientes criterios: a) si el Tribunal penal declara inexistente los
hechos, no puede la Administración imponer por ellos sanción
alguna; b) si el Tribunal declara la existencia de los hechos pero
absuelve por otras causas, la Administración debe tenerlos en
cuenta y, valorándolos desde la perspectiva del ilícito
administrativo distinta de la penal, imponer la sanción que
corresponda conforme al ordenamiento administrativo; y c) si el
Tribunal constata simplemente que los hechos no se han probado,
la Administración puede acreditarlos en el expediente
administrativo y, si así fuera, sancionarlos administrativamente.”

Apartado 1 Pero aún cuando el proceso penal haya finalizado con


una condena penal, esta condena no excluye necesariamente la imposición
de una sanción administrativa. Para la aplicación del principio non bis in
idem en su aspecto material, resulta necesario que se de la triple identidad
recogida en el apartado 1 del artículo 3º estudiado:

a) Sujeto. El sujeto infractor ha de ser el mismo en el ámbito


penal y en el social. El principio no es aplicable cuando los
sujetos responsables penal y administrativamente sean
distintos.
b) Hechos. El principio no puede aplicarse para impedir la
sancion por hechos diferentes a los enjuiciados por la
jurisdicción penal.
c) Fundamento. El bien jurídico protegido tiene que ser el
mismo en ambos supuestos. Si el tipo penal protege, por
ejemplo, la salud laboral, el tipo administrativo debe
proteger el mismo bien jurídico. Son compatibles sanciones
por lesión de bienes jurídicos distintos.

a) Sobre estas premisas legislativas, sólo operará el principio non bis


in idem cuando el sujeto de la condena penal sea la empresa, a través de
sus administradores en tal condición, al igual que en el expediente
administrativo, pero no cuando la acción penal se dirija contra actos
concretos realizados por personas concretas, independientemente de que
tales sujetos puedan haber actuado siguiendo una política de la empresa, o
ejerciendo el poder orgánico que la misma les haya otorgado. En estos
casos, y esto es importante resaltarlo, la empresa puede haber sido
condenada en el proceso penal, pero como responsable civil subsidiaria, sin
que la misma suponga para la empresa sanción alguna, sino la obligación
de satisfacer subsidiariamente una compensación de daños a la víctima.

b) La identidad de hechos, que debe ser real y no formal, plantea


más problemas. En el acoso nos encontramos ante secuencias de actos,
cada uno de los cuales resultaría penalmente irrelevante, aunque por si
pueda constituir infracción administrativa. Aplicado literalmente el
precepto, aun dándose identidad de sujeto, aun viniendo el acoso
directamente de la empresa, con retrasos en pago de nominas, falta de
ocupación efectiva... cada una de las infracciones no sería en si constitutiva
de ilícito penal, aunque la acumulación de todas ellas defina la secuencia
de actos que conocemos como acoso. De existir una condena penal en
aplicación del tipo del artículo 173 del Código Penal, éste no sanciona
hechos concretos, sino un resultado de conjunto. Es más, entendemos que
la condena por delito del 173 no excluye la condena por las infracciones
penales de escasa entidad, por las diversas faltas de vejaciones injustas,
que hayan ido conformando la secuencia del trato degradante.

En ese caso, una condena contra la empresa por trato degradante


cerraría la vía para la sanción administrativa por acoso moral, pero no
impediría la sanción de infracciones individualizadas, ni convertiría en
nulas las sanciones que puedan haberse impuesto previamente por las
mismas.

c) La última identidad necesaria, recordemos, es la identidad de


fundamento para sancionar. La doble sanción es posible “porque contempla
los mismos hechos desde la perspectiva de un interés jurídicamente
protegido que no es el mismo que aquel que la primera sanción intenta
salvaguardar” 16

No debe olvidarse que la actuación de la Administración laboral es


puramente finalista. Tiene encomendada la protección de una serie de
bienes jurídicos, todos ellos centrados en la protección del orden laboral y
social. Por tanto, el fundamento de los expedientes sancionadores será
siempre la protección de los derechos sociales de los trabajadores, o de los
intereses económicos de la seguridad social. El reproche social incorporado
a una sanción de la Administración laboral deriva de la comisión de la
infracción en el marco de las relaciones laborales, por lo que, siempre que
el tipo penal, o sus circunstancias agravantes, no recoja este elemento de
reproche, no podría concluirse que el fundamento de la sanción penal y de
la Administrativa coinciden.

Así, la Sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del


Tribunal Supremo de 16 de Diciembre de 1994, de 13 de Octubre y de 7 de
Julio de 1992, el doble reproche es posible y sólo es posible cuando el tipo
penal (o sus circunstancias agravantes, suponemos) no diferencia entre los
actos cometidos por cualquier ciudadano en cualquier circunstancia y, en
consecuencia, no incluye el reproche correspondiente a la condición
personal del autor, o a las circunstancias en las que el hecho se desarrolla,
que serían las que realmente serían sancionadas en el ámbito
administrativo.

A estos efectos, la aplicabilidad de concurso medial o concurso ideal


de delitos, de forma que la condena penal lo sea por un delito de lesiones,
por ejemplo, no impide la aplicación del principio, siempre que lo sea en
concurso ideal o medial con un delito que recoja el reproche por la
infracción social (véase, por ejemplo, la Sentencia de la Sala de lo
Contencioso Administrativo de Tribunal Supremo de 13 mayo 1999.
Recurso núm. 636/1996).

Normativa de prevención de riesgos laborales.- En cuanto a la


incidencia que pueda tener en el acoso la regulación relativa a prevención
de riesgos laborales Velázquez Fernández17 afirma que sería el fundamento
sancionador apropiado de todo tipo de acoso moral en la relación laboral.
Dicha normativa sanciona incumplimientos en las obligaciones
empresariales de prever riesgos y adoptar medidas protectoras. Puede ser
un mecanismo adecuado para transmitir a la empresa la responsabilidad de
las acciones de acoso realizadas por sus trabajadores, por omisión de
deberes empresariales en fase de prevención, o de corrección de
situaciones dañosas detectadas. Pero, y discrepando del planteamiento de
este autor, no podría, ni debería, servir de encaje para el acoso realizado o
propiciado desde la empresa misma.

Como Velázquez Fernández reconoce en su artículo, el acoso


practicado o propiciado desde la empresa tiene una regulación adecuada al
bien jurídico protegido, que no es otro que la dignidad del trabajador, a
través del artículo 8.11 de la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden
Social, que sanciona como infracción muy grave, con multas que pueden
alcanzar los 90.000 euros, ““los actos del empresario que fueran contrarios
al respeto a la intimidad y consideración debida a la dignidad de los
trabajadores”. El acoso empresarial contra un trabajador no consiste en una
omisión de la empresa en la previsión y corrección de riesgos laborales,
sino en un actuar doloso que, por más que estuvieran previstos los riesgos
y establecidas las medidas correctoras, siempre podría ser desarrollado al
provenir de la fuente misma de poder de la empresa.
Por ello, en nuestra opinión, la normativa de prevención de riesgos
laborales no es el fundamento normativo adecuado para sancionar el acoso
practicado desde la empresa, de la misma forma que no lo sería para actuar
contra el empresario individual que, consciente y deliberadamente, empuje
a un trabajador fuera del andamio.

Sí sería aplicable la normativa de prevención de riesgos, como


decíamos, para todos aquellos casos en los que el acoso proviene de otros
trabajadores de la misma, independientemente de su posición en el
organigrama, siendo sancionable la omisión de la empresa de prever el
riesgo de acoso moral en el trabajo y de establecer los mecanismos que
eviten el riesgo e impidan tal tipo de conductas en su seno. De hacerse
efectivo el riesgo, la empresa podría responder por el delito del artículo
316 del código penal, mientras los acosadores lo serían por el artículo
correspondiente a la acción y al resultado, con diferentes fundamentos y
diferentes sujetos, y con responsabilidades penales independientes.

Aunque brevemente, no podemos dejar de hacer referencia al


régimen aplicable a unos dos millones de trabajadores en régimen
estatutario: los funcionarios públicos.

Respecto a este sector del mercado laboral que son los trabajadores
sometidos a régimen estatutario, también resulta de aplicación la
legislación de prevención de riesgos laborales, aunque no existe potestad
sancionadora en la Administración laboral por infracciones cometidas por
otras administraciones públicas. Si la Inspección de trabajo detectase
incumplimientos de la normativa por parte de las Administraciones
públicas, deberá limitarse a requerir la adopción de las pertinentes medidas
correctoras, sin que pueda ejercer ningún tipo de potestad sancionadora
contra las mismas.

En los restantes elementos propios de las condiciones de empleo de


los funcionarios públicos, la Inspección de trabajo carece de competencias
para analizar los aspectos sustantivos de la relación estatutaria. Ésta es
regulada por Ley y las inmisiones y alteraciones ilegítimas de tal régimen
son objeto de un procedimiento contencioso-administrativo que se
sustanciará siempre (salvo nacimiento y extinción de la relación
funcionarial) por el procedimiento abreviado.
El acoso moral en la relación funcionarial es complejo y, según las
estadísticas disponibles, las Administraciones Públicas son el mayor foco
de acoso moral en España. Este acoso puede producirse tanto desde la
“empresa” como desde otros funcionarios situados por encima, al mismo
nivel o por debajo en la estructura jerárquica formal de la Administración.

El acoso empresarial, muy frecuente en las administraciones locales,


no plantea problema alguno, ya que los representantes políticos no serían
objeto de sanción administrativa alguna por estos actos contra los
funcionarios. Este es un elemento que facilita el acoso institucional contra
el funcionario, normalmente enfocado a conseguir un funcionariado dócil
que dimita de sus responsabilidades de gestión profesional y se pliegue a
las necesidades o voluntades de los grupos políticos gobernantes en cada
momento. Un “vacío sancionador” que, como señala Diana Scialpi, favorece
la corrupción al facilitar el dominio del funcionariado, en teoría dedicado a
defender con objetividad los intereses generales, y en la práctica forzado a
que tolerar que intereses políticos o intereses personales de los políticos
suplanten el interés colectivo general. Frente a este acoso sólo cabría la
acción penal, que en el caso de representantes políticos suele encontrar
todo tipo de obstáculos para su éxito, y la vía de la responsabilidad
patrimonial de la Administración, que, al final, paga el conjunto de los
ciudadanos, sin que al representante político le suponga coste personal
alguno el mantenimiento de un clima de violencia moral en el trabajo y la
perversión misma del concepto de función publica.

Cuando el acoso proviene de otros funcionarios, independientemente


de su posición en el organigrama administrativo, esta actuación está sujeta
a una responsabilidad disciplinaria substanciada en un expediente
administrativo. Este expediente, según reiterada jurisprudencia, no esta
sujeto al principio non bis in idem. Según la justificación dada por nuestro
Tribunal Supremo, las sanciones adoptadas en el seno de relaciones de
subordinación especial, cual es el régimen estatutario de los funcionarios,
son compatibles con sanciones penales y con sanciones administrativas
propias de relaciones de subordinación general, aún cuando se dé la triple
identidad de sujeto, hecho y fundamento.

Esta solución es plenamente coherente con el hecho de que el


principio non bis in idem no sería tampoco de aplicación a la corrección
disciplinaria que pueda recibir de la empresa (o de la propia Administración
para la que preste servicios en régimen laboral) un trabajador que
practique el acoso contra uno de sus compañeros. En este caso, la sanción
administrativa no se impone en virtud de un ius imperium, sino de una
relación contractual regulada por un régimen general de Derecho
administrativo, siendo una consecuencia natural de la relación de servicios
(laboral en régimen de Derecho Administrativo) entre la empresa
Administración y el trabajador funcionario.

No obstante, desde 1992 existe una asentada jurisprudencia que


niega la posibilidad de sanción administrativa cuando el tipo contemple la
condición funcionarial del autor. En nuestra opinión resulta difícilmente
comprensible que el funcionario que cometa, por ejemplo, un delito contra
la seguridad del tráfico, pueda ser sancionado administrativamente por
ello, mientras que, de seguir plenamente esta tesis, aquel que aproveche su
condición funcionarial para delinquir, o realice un uso indebido de las
funciones que la comunidad le ha confiado, se vería libre de la sanción
administrativa.

IV.- CONCLUSIONES: La defensa juridico-penal de la persona


acosada dentro de un tratamiento de urgencia.

Afortunadamente para las miles de victimas de mobbing que estan


movilizandose, la ciencia juridica y la jurisprudencia españolas han
mostrado su interes en el gravisimo problema que se deriva del acoso
psicologico en el trabajo.
Es indudable que cuando los afectados debidamente organizados
reivindican la proteccion de unos derechos frente a unos concretos
ataques, cuando la Psicologia y la Psiquiatria centran sus investigaciones en
el mismo hecho social denunciado por las victimas, y la Jurisprudencia
ofrece criterios dispares, la realidad social ha planteado un problema
juridico y de tecnica legisltativa, a saber, decidir si es o no preciso una
regulacion especifica de esta materia y, en caso afirmativo, que contenido y
alcance debe tener la nueva legislación a fin de evitar en lo posible la
desproteccion por vacio legal o por disparidad de criterios
jurisprudenciales.
La victima de mobbing en España está sufriendo en la actualida las
consecuencias de una epoca de creacion jurisprudencial que cumple con el
mandato legal de complementar el ordenamiento juridico alli donde el
legislador haya dejado una laguna. La voluntad soberana del Pueblo
Español que es la unica legitimada para promulgar leyes a traves de sus
representantes, esta dejando que sean los Juzgados y Tribunales españoles
los que –insisto, porque estan obligados a ello- regulen juridicamente esta
materia, el Poder Legislativo esta dejando que el Judicial decida que es el
acoso psicologico, y como debe protegerse en base a una parca y
desperdigada regulacion.

El abogado/a que en su función de defensa no puede garantizar un


resultado, ante un caso de mobbing tiene aun menos resortes para
garantizar una defensa adecuada pues las sentencias que se van dictando
ni siquiera se tiene acceso a ellas inmediatamente, es verdaderamente
preocupante tener que acudir en muchos casos a fuentes periodisticas para
estar al dia. Esta situacion se agrava porque ni siquiera hay una definicion
legal.

“...Ante este panorama tan poco esperanzador, es necesario que los sujetos
diana de un acoso psicológico en el entorno laboral se defiendan y que además lo
hagan, si es posible antes de que se produzca el daño, lo que ineludiblemente nos
lleva a un enfoque multidisciplinar de afrontamiento del problema en donde se
pongan en marcha mecanismos que incidan sobre la prevención, la evitación y
desgraciadamente, el tratamiento médico, psicológico y juridico-social, cuando el
daño ya se ha producido.

Situándonos en este último punto, además de una ayuda estructurada y sólida que
le ayude a defenderse de sus acosadores y a eliminar los métodos de influencia de
ejercicio del acoso, el afectado necesita en la mayor parte de los casos lo que
pudiéramos denominar como un "tratamiento de urgencia", que comienza por un
diagnóstico psicológico que señale la ruta terapéutica a seguir a tenor del análisis
de la sintomatología presentada por el afectado, en el que se combinen los
servicios especializados del campo jurídico, para hacer frente a los complicados
pormenores del procedimiento o acciones legales a emprender en el
aprovechamiento de los recursos legales a su alcance y en cualquier caso,
acompañada de una terapia psicológica de carácter invasivo (que fortalezca las
bases de auto-estima e identidad de la persona), como primera medida para evitar
que el daño siga avanzando...”M.BARON DUQUE. 18
Abogado y acosado.-

El acoso moral en el trabajo afecta a dos esferas, podemos decir, la


individual y la colectiva, pero que tienen como núcleo en todos los casos la
dignidad entendida como dice el TC ∗”... reconocido en el artículo 10 como
germen o núcleo de unos derechos “que le son inherentes”. Si la defensa
del trabajador lleva el respaldo de una asociacion o sindicato, o si se
persona la asociacion en los procedimientos, victima y asesor tendran ese
respaldo y apoyo necesarios para mantener el teson que estos retos ante
los Tribunales requieren. Si se trata de defender a un representante
sindical, que ha sido acosado, es imprescindible recalcar que la violencia
psicologica afecta mas que nunca a la razon de ser del Derecho Laboral: la
autonomia colectiva, y la dignidad en el ejercicio de la accion sindical y
representativa de los trabajadores no puede ser rebajada por confundir
conflictividad social con extralimitaciones en las presiones y tensiones
negociadoras.

La defensa en los casos de acoso no pueden añadir un conflicto mas


al que tenga que enfrentarse el afectado corriendo el riesgo de convertirlo
en víctima de su posición en el “banquillo de los acusadores”.

Es indiscutible que el tratamiento del mobbing requiere un equipo


multidisciplinar especializado para un tratamiento individualizado, y va de
suyo que en el mismo debe estar incardinado el enfoque jurídico. El
método de trabajo que se propone consiste en hacer una evaluación tanto
objetiva como subjetiva del afectado teniendo en cuenta el diagnóstico y
pronóstico de su estado de salud, el entorno familiar y social en que se
desenvuelve, y por supuesto su situación económica parámetros estos que
debe tener muy en cuenta el asesor jurídico antes de orientar o aconsejar
una acción legal a emprender. No es lo mismo un afectado cuya salud se
haya visto quebrantada hasta extremos de depresión mayor y que carezca
de apoyo familiar e incluso de solvencia económica que otro que cuente
con el verdadero respaldo de un grupo o de al menos el equilibrio
psicológico necesario para soportar la tensión de un pleito.

La relación afectado - abogado debe basarse en la reciproca


confianza, no solo del cliente en su abogado, sino de éste en aquél, y la
confianza se basa en el conocimiento de lo que verdaderamente se puede
esperar al pleitear. No puede la defensa juridica olvidar las consecuencias
psicológicas para un afectado del mobbing, debe tener presente el
diagnóstico concreto y mantener un estrecho contacto con el psicólogo,
para que un juicio no se convierta en el desencadenante de una depresión
mayor o aumentar el grado de ansiedad, en definitiva, el abogado no debe
olvidar que el alegato en defensa de su cliente es la realidad de este, no
puede exigirle seguridad en si mismo a su cliente si precisamente le esta
defendiendo de un mobbing que le ha minado las bases de su
personalidad.

La lucha y defensa jurídica han de ser adecuadas e individualizadas al


cada caso concreto. Solo entonces el afectado podrá decidir entre las varias
opciones que la legislación hoy por hoy prevé y prestará su consentimiento
“informado” a la interposición de las acciones que realmente le defiendan
de esa compleja realidad en que se ha visto involucrado.

De nada sirve el reconocimiento de una indemnización por extinción


laboral debido a causas imputables solo al empresario si el pleito se
desarrolla con desprecio hacia el trabajador, si el juicio ha sido vivido por el
afectado como un hostigamiento más de parte de todo el entramado
jurídico y al final la defensa acabe perjudicando toda posibilidad de
recuperación de la persona afectada.

El abogado debe de velar por que desde la primera visita a su


despacho hasta el día del juicio, cualquier diligencia judicial o extrajudicial
sea especialmente respetuosa con la víctima y esto solo se logra si el
abogado/a no duda ni olvida que su cliente esta ,realmente, en esa
situación y el afectado sabe que defenderse ya es una manera de superar el
mobbing.

El abogado establece con el cliente un contrato de arrendamiento de


servicios, esto es importante tenerlo presente en todos los casos, pero
cuando se trata de un acoso moral con mas razón. El cliente no puede
esperar del abogado un resultado concreto de su gestión, la decisión de la
cuestión corresponde a un tercero, y el abogado no debe garantizar el
resultado. Si no se pierde de vista esta indiscutible naturaleza de la relación
abogado-cliente, se podrá formar un equipo de trabajo entre los dos y será
el trabajo realizado, el esfuerzo compartido, el que proporcione a la
afectado una de las mejores estrategias para afrontar su situación: el mero
hecho de la defensa es ya un logro para la víctima de acoso, el tesón y
valentía, el riesgo asumido de no obtener una resolución favorable, no
puede imputársele a ninguno de los dos, y así, no se generara tensión ni se
correrá el peligro de que se proyecte sobre el abogado la crisis de ansiedad
y angustia del acosado que tan perjudicial es para la buena gestión del
asesor jurídico. Por su parte éste debe prestar sus servicios con la máxima
profesionalidad, sabiendo que hay no solo una dificultad de prueba sino
que a diferencia de otros asuntos, lo más probable es que el cliente no
pueda proporcionar datos ni documentos ni testigos, y ni siquiera sea
capaz de declarar con serenidad y coherencia ante un órgano judicial. Se
trata de una persona en una situación límite, y como tal hay que
presentarla ante los órganos inspectores, del Ministerio Fiscal o de la
Judicatura. Así pues, será el abogado el que tenga que realizar la búsqueda
de aquellos elementos probatorios necesarios para acreditar lo que alegue.
Es mas, a diferencia de otros supuestos, en el caso de acoso, nos
encontraremos muy posiblemente con una persona asustada, que lo más
probable es que prefiera no defenderse, ahí la tarea de coordinación con el
terapeuta es indispensable. Pero es mas, esta defensa se hace desde una
posición de aislamiento en el propio medio de trabajo unida a la de la
familia, por lo que la situación de desarraigo es tan desequilibradora para
la víctima, que posiblemente el trato con el abogado sea un refuerzo para
recuperar su auto-estima. Pero no debe convertirse el asesor en un
psicólogo, ni en un amigo, esto dificulta la perspectiva objetiva del tema
tan necesaria para transformar la realidad de los hechos en una realidad
juridica, no hablamos por supuesto de estafas procesales ni de mala fe,
hablamos de que la realidad cobra una dimensión especifica al ser
presentada en ámbitos jurídicos pues debe demostrarse que esos hechos
encajan perfectamente en los que las normas recogen para dotarles de las
consecuencias jurídicas. Así lo que puede parecer mas importante para el
cliente no es lo relevante para el Derecho, y si no se ha entendido bien este
presupuesto, puede desarollarse una desconfianza o un atosigamiento
entre ambos. La ideal colaboración entre ambos puede generar en el cliente
la sensación de que él dirige y asesora a su propio abogado. Debe procurar
el abogado que su cliente siempre salga reforzado de las entrevistas, pero
siempre sin ofrecer falsas expectativas. El abogado es la persona que ayuda
al acosado a ejercer su derecho de defensa, siendo como es una de las
mejores formas de afrontar el acoso, hay que insistir en que no debe el
resultado final ser el movil de la defensa, sino que desarrollar esta misma
es lo que debe guiar en todo momento su actuacion para lo que la mejor
de las estrategias es ofrecerle una informacion clara, real, de su situacion
legal y judicial, pero no permitir con ello que el cliente se convierta en un
“abogado” y desarrolle una conducta obsesiva y de anclaje en esta via
porque en caso de no obtener una sentencia favorable la frustracion puede
impedir o dificultar el tratamiento para su recuperacion.

En este orden de cosas, no se puede forzar al cliente a ser un héroe,


ni se le debe permitir dejar de defenderse. Por eso la vía elegida puede ser
enfocada como una defensa o como una lucha, pero siempre después de
haber informado al cliente de las dificultades y los posibles éxitos
esperables.

Cierto es que es preciso que se accione judicialmente para formar un


cuerpo de jurisprudencia optimo para la defensa de una conducta que no
tiene un encaje especifico hoy por hoy en la legislación. Pero quizá este
esfuerzo debiera recaer en las asociaciones de afectados que además del
imprescindible apoyo grupal que sustituya al perdido en su entorno, se
persone en cuantos expedientes y juicios pueda como acusación particular,
interesados, o coadyuvantes.

Esta propuesta responde a la conviccion de que el acoso piscologico


es una de las peores conductas del ser humano que aun estan pendientes
de ser, espontaneamente y sin necesidad de intervencion coactiva del
Derecho, rechazadas por la comunidad, por la sociedad en general, pero
que en el momento presente es imprescindible que el legislador actue y
que todos los organos encargados de aplicar la ley se involucren de manera
decisiva en la recto y eficaz cumplimiento del Derecho. Si queremos que
sea erradicado de la comunidad, estamos convencidos de que no podemos
plantearlo como una cuestion que afectando a un grupo (los afectados
actuales) promueva relaciones de enfrentamiento y conflcito con el resto.
Deberemos pues buscar la manera de que se produzca una socializacion
juridica a traves de mecanismos que no solo alejen a los acosadores sino
que acerquen al mismo tiempo a estos a la comunidad debidamente
socializados. No debe olvidarse que quien en un momento dado ha
realizado conductas de acoso es un miembro mas de esta comunidad a la
que todos pertenecemos y por tanto debe ser recuperado para la misma sin
riesgo para ella. Tampoco debe olvidarse que cualquiera puede encontrarse
en el momento mas insospechado frente a un acosador, y la vida en
sociedad no puede resolverse a base de continuas disputas y pleitos. La
finalidad de la prevencion que en politica criminal se conoice como general,
hoy por hoy exige una intensa labor legislativa, pero estamos convencidos
de que con el esfuerzo de todos, acabara convirtiendose la nor mativa que
ahora se promulgue en letra muerta por regular hechos sociales que hayan
devenido en infrecuentes y aislados frente a la preocupante generalidad
con la que se producen ahora.
En este sentido apelamos a las instancias administrativas que a
nuestro juicio pueden desempeñar una labor improtantisima defendiendo
al tiempo que dan entrada a la representacion sindicla y asociaciones en la
defensa y lucha contra el mobbing. Nos referimos a la coordinacion entre la
Inspeccion de trabajo y el Ministerio Fiscal.

Los principios de actuación del Ministerio Fiscal entre los que se


encuentran el de oportunidad, nos ofrecen la vía más eficaz desde el punto
de vista de la prevención y de la reprensión del mobbing en cuanto el
legislador tome conciencia de la gravedad de una conducta de acoso moral
en el trabajo y el Ministerio Fiscal decida actuar de manera eficaz y
contundente.

La citada Instrucción 1/2001 de 29 de mayo sobre siniestralidad


laboral podria entenderse aplicable al acoso moral, sobre todo desde que
ya se esta reconociendo el acoso como causa de accidente laboral19.
Reseñamos los siguientes párrafos:

“Si la misión del Ministerio Fiscal consiste en promover la acción de la justicia y uno
de sus ámbitos de actuación radica en procurar ante los tribunales la satisfacción
del interés social, sin duda la siniestralidad laboral es un fenómeno que atañes muy
de cerca al Ministerio Público...
Ciertamente el problema requiere más de una labor preventiva de los accidentes
laborales – que es misión más propia de otros Poderes Públicos y de los agentes
sociales que del Ministerio Fiscal- que una tarea represiva. Pero sin duda la
prevención general y especial propia de toda sentencia condenatoria en el orden
penal y la retribución que ello comporta son también factores esenciales para
erradicar esa lacra...
En esta tarea la jurisdicción penal debe respetar el principio de intervención
mínima...
Pero la escasa frecuencia con que los delitos contra los trabajadores son aplicados y
el hecho de que las faltas en esta materia resulten perseguibles tan solo a instancia
del perjudicado hacen que la intervención penal aparezca como infrautilizada
provocando problemas de impunidad que se hace necesario evitar.”
La instrucción aboga por un sistema de relaciones coordinadas entre la
Policía Judicial y la autoridad laboral, a fin de que el Ministerio Fiscal tenga
conocimiento de la notitia criminis (del hecho delictivo) se propone la
remisión de las actuaciones de la Inspección de Trabajo y de las denuncias
o atestados de la Policía Judicial a las Fiscalías. Con ello pretende mejorarse
la aplicación de normas penales y evitarse que hechos calificados
inicialmente como faltas queden impunes o no investigados por falta de la
oportuna denuncia, cuando quizá pudieran ser constitutivos de delito.

Como se deduce de esta Instrucción de Fiscalía General del Estado,


es la coordinación entre las distintas administraciones implicadas y fiscalía
uno de los modos de afrontar el problema de la siniestralidad laboral. Y
aunque sea difícil hablar hoy por hoy de mobbing como accidente laboral,
lo cierto es que poco a poco se le va reconociendo esa naturaleza.
Recordemos que en materia de prevenciones y salud laboral los
inspectores de trabajo deben comunicar a la autoridad judicial las
infracciones administrativas que puedan revestir carácter delictivo.
Creemos que hay que poner en marcha entre los profesionales que
intervengan en un caso de mobbing una actuación especialmente incitadora
del Ministerio Público a fin de que a través de las diligencias informativas
sea quien decida si realmente los hechos son susceptibles de reprensión
penal o no. Se intentaría con este sistema de diligencias informativas
recopilar los datos y pruebas que pudieran ser indiciarios de conducta
punible, para que a la vista de los mismos, el Ministerio Fiscal actuara con
toda la gama de facultades instructoras que le permite la legislación
vigente, de tal manera que fuese precisamente el Fiscal quien decidiese
sobre el enjuiciamiento de estos hechos.
Si cualquier infracción de la normativa de Prevención de riesgos
laborales, utilizando la violencia moral, entraña el potencial peligro de un
mobbing, la inmediata actuación del inspector y de Fiscalía puede ser
determinante de un acuerdo entre empresa y trabajador, para solucionar el
conflicto derivado del acoso moral.
Esta solución de política criminal puede dar satisfacción a la víctima a
todos los niveles: puede llegar a ver a su acosador sancionado con la pena
mas grave y obtener una obtener una indemnización de daños y perjuicios,
al tiempo que se aleja al agresor a través de las medidas cautelares que
solo en el ámbito penal se pueden adoptar, todo ello sin necesidad de
abogado si no lo estima necesario, y mantener su puesto de trabajo si así
fuere conveniente al tratamiento de su lesión y secuelas, sin perjuicio de
instar la resolución del contrato laboral en su caso. Es decir, la actuación
del Ministerio Fiscal amparando a la víctima, puede ser un respaldo muy
efectivo para el restablecimiento de la normalidad en el entorno socio
laboral, un freno importante al acosador. Así la persona acosada
moralmente puede defenderse y luchar contra el mobbing pues la eficacia
represiva o ejemplarizante de un procedimiento penal por mobbing es
mucho mas general que unas cuantas sanciones administrativas.

Via penal en caso de prescripción de acciones laborales.-

Criticado por un amplio sector doctrinal, el artículo 59 del


Estatuto de los Trabajadores establce un plazo de prescripción de acciones
reducido, paradójicamente, una normativa “tuitiva” de los derechos del
trabajador, es mas restrictiva que el Código civil en cuanto a plazos se
refiere.
El proceso de acoso a que se ve sometida la persona sumerge a ésta
en una inicial situación de absoluto desconcierto y desorientación, no acaba
de saber qué le está ocurriendo y ante las presiones y sufrimiento es
habitual que opte por la “huída”, aceptando el despido improcedente
incluso desde la fase conciliatoria. De esta manera, el acosador consigue su
propósito, pero lo más grave es que la conducta criminal queda impune. El
trabajador acosado despedido, no ha encontrado amparo ni respuesta al
ataque a su dignidad ni a su integridad moral y física y cuando recupera las
fuerzas, si reclama la tutela judicial efectiva en el orden social, la mayoría
de las veces se puede encontrar con una sentencia desestimatoria por
prescripción.

Recordemos el régimen jurídico del artículo 59 del E.T.

El articulo 59 del ET dispone que

Las acciones derivadas del contrato de trabajo que no tengan


señalado plazo especial prescribirán al año de su terminación.
Ese año comenzara a contarse de distintas formas según nos
encontremos ante:

a) Obligaciones de tracto sucesivo: que no se agotan en una unica


prestacion: El día inicial de ecomputo sera aquel en que expire el tiempo
de duración convenido o fijado por disposición legal o convenio colectivo ;
en que termine la prestación de servicios continuados, cuando se haya
dado esta continuidad por virtud de prórroga expresa o tácita.

b) Obligaciones de tracto unico y de reclamacion de cantidad: Si la


acción se ejercita para exigir percepciones económicas o para el
cumplimiento de obligaciones de tracto único, que no puedan tener lugar
después de extinguido el contrato, el plazo de un año se computará desde
el día en que la acción pudiera ejercitarse.

Pues bien, si el acoso es un proceso de violencia psicologica,


que puede o no producir daños psiquicos y/o fisicos, estamos ante una
pluralidad de actos algunos ilicitos, la mayoria, e incluso no antijuridicos
otros si son considerados aisladamente, pero que en la secuencia en que se
producen conculcan la dignidad del trabajador y con ello atacan el nucleo
esencial del resto de los derechos de la persona, ya sean de naturaleza
laboral o no. De esta forma estamos ante una continuidad en la accion de
acoso, que por ir dirigida o devenir con la fuerza centrifuga del bucle que
conforma el acoso, a la extincion de la relacion laboral, ya sea mediante
despido, abandono o resolucion unilateral, constituye un acto ilicito en su
conjunto, que genera la responsabilidad del agresor y, por tanto, la
oligacion de repararlo, indemnizando a la persona acosada, si no es posible
otra via, a traves del pago de una cantidad concreta. El sujeto acosado debe
reclamar entonces el cumplimiento por parte del acosador de una
obligacion de tracto unico y economica, por lo que el plazo de prescripcion
debe computarse desde el dia en que pudieran ejercitarse las acciones.
Este “dies a quo” hasta ahora esta siendo interpretado conforme a la
jurisprudencia civil inspiradora de la social.
Debido a la falta de legislacion especifica sobre el acoso y a reclamar
daños concretos, se esta formando un cuerpo de doctrina jurisprudencial
que no tiene en cuenta el concepto de acoso y que, conguentemente con
las demandas que reclaman la indemnizacion por daños concretos
(depresion por ejemplo) en tanto no se modifique, sera preciso demandar
en el plazo de un año desde que las lesiones esten consolidadas. Y si
transcurre ese año pero el trabajador conserva su puesto de trabajo, puede
suceder que mas adelante lo despidan y no pueda reclamar la
ndemnizacion por los daños a la salud.
Estimamos de interes avanzar este estudio sobre prescripcion de
acciones habida cuenta de que hemos encontrado varios casos de
reclamacion por acoso, desestimados, por haber prescrito el plazo para
acudir a la via judicial social. Esperamos con ello ayudar a entablar una
defensa mas segura ante los Tribunales. Recogemos tres sentencias que
desestiman las reclamaciones por haber prescrito el plazo al interponer la
demanda.:

TSJ Cataluña , S 12-04-2001, núm. 3208/2001, rec. 9312/2000. Pte:


Soler Ferrer, Felipe

“...Por obvias razones de método se ha de analizar en primer término la alegación de


prescripción de la acción, de acuerdo con el artículo 59 del Estatuto de los
Trabajadores (ET ). El motivo se ha de acoger. La acción ejercitada en el presente
proceso deriva de que el actor, como consecuencia de la constante conducta
discriminatoria de que habría sido objeto por parte de la empresa demandada, ha
sufrido un daño consistente en un trastorno depresivo, que se ha ido agravando
especialmente desde 1994, que ha dado lugar a diversos períodos de baja y finalmente
a unas secuelas consistentes en trastorno depresivo mayor grave sin síntomas
psicóticos y una incapacidad permanente para la actividad laboral, por lo que, en base
a tales hechos, se reclama de la empresa demandada la correspondiente indemnización
de daños y perjuicios. Se ejercita, pues, una acción derivada del contrato de trabajo y
se demanda la responsabilidad contractual derivada del artículo 1.101 del Código Civil
, y ello supone que deben aplicarse al caso de autos los plazos de prescripción fijados
en el Estatuto de los Trabajadores, y en dicho Texto el artículo 59.1 establece que las
acciones derivadas del contrato de trabajo que no tengan plazo especial prescriben al
año. Teniendo en cuenta que el «dies a quo» para el arranque del término prescriptivo
de un año a que se refiere el artículo 59.2 del ET ha de situarse en "el día en que la
acción pudo ser ejercitada", tratándose de lesiones el cómputo del plazo prescriptivo
se ha de iniciar desde el momento en que se conocieron de modo definitivo los efectos
del quebranto padecido según el parte de alta médica y la declaración de incapacidad
permanente, pues sólo entonces estuvieron los interesados en condiciones de valorar
el total alcance efectivo del daño producido y el importe de la adecuada indemnización,
de manera que solamente en las referidas fechas puede afirmarse que "lo supo el
agraviado" (art. 1968.2 CC ) y que las acciones "pudieron ejercitarse " (arts. 59 ET y
1969 CC ); inequívoca doctrina que se halla ciertamente consolidada en la
jurisprudencia, para todos los supuestos de exigencia de responsabilidad por lesiones,
traigan o no causa en accidente de trabajo (STS 22 marzo 1985 , entre otras).

En el caso de autos, de acuerdo con los hechos probados 12º y 13º de la sentencia
recurrida, resulta que el actor, que con anterioridad al año 1993 no había padecido
trastornos ansioso- depresivos, inicia a partir de esa fecha proceso de trastorno
distímico, con bajas de incapacidad temporal del 25-3-93 al 2-4-93, del 10-11-93 al
27-11-93, del 18-1-94 al 18-11-94, del 2-5-95 al 8-5-95, del 22-9-95 al 17-3-97
y del 15-9-98 al 15-3-2000. El parte de baja de 18-1-94 fija como diagnóstico
"trastorno de conducta", obrando informe médico de 1994 que refiere un "trastorno
adaptativo con alteración mixta de las emociones y la conducta, todo ello reactivo a
una conflictividad laboral", evolucionando posteriormente el cuadro hacia un trastorno
depresivo mayor, señalando un informe de 12/95, del "Centre de Salut Mental del M."
(Dr. G.) la existencia de "un trastorno distímico reactivo a situación conflictiva laboral
de difícil solución que lleva dicho trastorno hacia la cronicidad" (folio 200), habiendo
sido posteriormente diagnosticado de depresión mayor relacionada con su estrés y
problemas de tipo laboral. En tal sentido, obra informe emitido en 1/96 a petición del
interesado por Médico Psicoterapeuta (folio 201), en el que se expresa que el cuadro ha
evolucionado hacia un trastorno depresivo mayor. Señala asimismo el hecho probado
13º que ese diagnóstico se ha seguido manteniendo en sucesivos informes del "Centre
de Salut Mental del M."; así, en informes del Dr. G. de fechas 27-3-97 y 18-6-97 (folio
240 y 244) se indica que el paciente viene siendo atendido en nuestro servicio desde el
día 13-12-95 por un cuadro de depresión mayor, fijándose como orientación
diagnóstica depresión mayor. Finalmente, según reza el indicado hecho probado, hay
un informe del CRAM sobre continuación de incapacidad temporal, de fecha 15-4-97
(folios 241 a 243) en el que se refiere que el actor cumple en la actualidad criterios
diagnósticos para trastorno depresivo mayor sin síntomas psicóticos , así como otro
informe del citado "Centro de Salud Mental del M.", fechado a 26-11-99, que
igualmente diagnostica depresión mayor.

Así las cosas, en el presente caso, en que no ha habido expediente de incapacidad


permanente, ni en consecuencia resolución declarativa de invalidez, ni por tanto
dictamen de la unidad evaluadora ni propuesta de la Comisión de Evaluación de
Incapacidades, sino sucesivos procesos de incapacidad temporal por causa del
trastorno depresivo, nos encontramos con que ya desde finales de 1995 y principios de
1996 (según informes de los folios 200 y 201, en relación con los informes de folios
240 y 244) el actor presentaba un trastorno distímico crónico diagnosticado de
depresión mayor. Es más, expresan los hechos probados 11º y 12º de la sentencia de
instancia que el actor, como consecuencia de la conducta de la empresa, que le
mantuvo aislado del resto de los miembros del Departamento al que estaba adscrito,
sin despacho, ni mesa, ni teléfono, ni silla, presentó denuncia ante el Juzgado de
Instrucción núm. 22 de Barcelona en 11-3-97, incoándose diligencias penales que
fueron archivadas por A uto del Juzgado de 15-12-97, confirmado por Auto de la
Audiencia Provincial de Barcelona de 16-2-1998 (vid. folios 219 y ss.), notificado en
23-2-98, por razón de no ser la conducta empresarial, de no dar efectiva ocupación al
trabajador, penalmente típica. Y es de ver que en la denuncia origen del procedimiento
penal (folios 192 y
ss.) se hacía constar que la contumaz conducta discriminatoria de la denunciada ha
provocado en el denunciado "un grave trastorno depresivo", y se adjuntaba a la misma
los informes de 12/95 y 1/96 antes referidos y obrantes a folios 200 y 201. Por lo que
resulta claro que la secuela psíquica se hallaba ya consolidada en tales fechas, con
notas de permanencia y cronicidad, con el diagnóstico de depresión mayor, que se
reitera en sucesivos informes médicos posteriores, por lo es a partir de tal momento
(1/96) cuando pudo ejercitarse la acción, presentándose la papeleta de conciliación en
22-2-99. Y si bien es cierto que la jurisprudencia, en relación al "dies a quo" para el
cómputo del plazo de prescripción anual ex artículo 59 ET para la acción de
responsabilidad civil derivada de accidente de trabajo o enfermedad profesional, ha
declarado que cuando previamente a la interposición de la demanda laboral se hubiera
seguido una causa criminal que concluya sin declaración de responsabilidad penal, en
el caso de que el perjudicado no se haya reservado la acción indemnizatoria para
ejercerla fuera de ella, se interrumpe el plazo de prescripción, que comenzará a
contarse a partir del día en que el proceso penal finalizó (SSTS 12-2-99 y 6-5-99 ), no
es menos cierto que, en el presente caso, ajeno por completo al supuesto de
responsabilidad empresarial derivada del riesgo profesional de sus trabajadores,
cuando el interesado interpuso la denuncia en vía penal (3/97), por la que imputaba a
la empresa una conducta discriminatoria en los últimos años, presuntamente
constitutiva de delito y generadora de secuelas psíquicas al denunciante, en concret o
de "un trastorno depresivo mayor", que según la denuncia había de ser objeto de
valoración forense, había ya transcurrido el plazo de prescripción de la acción de
responsabilidad civil derivada del ilícito laboral, máxime cuando la última actuación
discriminatoria que se imputa a la empresa (falta de ocupación efectiva), perdura según
la propia denuncia hasta noviembre de 1995, pese a lo cual no se acude el proceso
penal hasta 3/97. De ahí que no podamos conferir a la meritada causa criminal eficacia
interruptiva de la prescripción y, en consecuencia, se ha de concluir que la excepción
de prescripción aducida por la empresa demandada debió ser acogida, procediendo
por ello la estimación de su recurso, con correlativa desestimación del interpuesto de
contrario y revocación de la sentencia de instancia.

TSJ Andalucía (Sev) , S 09-05-2000, núm. 1635/2000, rec.


2719/1999. Pte: Coronado de Benito, Miguel

“...despido (art. 27.2 de la Ley de Procedimiento Laboral), pero nada le impedía, desde
el momento mismo en que se le notificó la terminación del expediente disciplina rio
haber formulado, junto a la de despido otra demanda para reclamar los supuestos
daños producidos con anterioridad al cese definitivo, al tratarse de hechos totalmente
independientes y en modo alguno condicionados los supuestos salarios dejados de
percibir durante la suspensión de empleo y sueldo con la acción de despido; prueba
evidente de ello es que ya en 1996 reclamó aquel primer concepto obteniendo
sentencia resolviendo sobre el fondo; reiniciado pues el plazo prescriptivo el 15-10-97
resulta evidente que cuando el 11-11-98 replanteó su reclamación por aquel concepto
había transcurrido con exceso el plazo prescriptivo de un año del artículo 59.2 del
Estatuto de los Trabajadores y más claramente aún estaba prescrita a dicha fecha la
reclamación por presuntos daños morales derivados de la acción penal seguida contra
él, habida cuenta que esta concluyó en julio de 1996.
TSJ Castilla-La M , S 17-06-1999, núm. 818/1999, rec. 1116/1998.
Pte: García Márquez, Petra

TERCERO.- El segundo motivo de recurso, tiene por objeto el examen del derecho
aplicado, denunciando como infringido el art. 59.2 del E.T., en relación con los arts.
5.1 y 1969 del Código Civil. A través de su demanda la actora acciona conjuntamente
contra las empresas "G., S.A". y "B., S.A"., reclamando el abono de la suma de 411.088
pts., correspondientes a la mensualidad de octubre de 1993, vacaciones no disfrutadas
de 1993 y la parte proporcional de las vacaciones de 1994. Pretensión acogida
favorablemente por el Juez "a quo" tras desestimar la excepción de prescripción
alegada de contrario, en base a que en fecha 9-2-94, se dictó sentencia en
procedimiento por despido planteado por la actora frente a esas dos empresas, en la
que se declaró la improcedencia del mismo, condenando a las dos codemandadas
solidariamente por entender que si bien la actora fue contratada por "B., S.A", las dos
patronales formaban un grupo empresarial, entendiendo que hasta la fecha de tal
resolución la demandante no tenía acción para reclamar de las mismas el abono de los
conceptos salariales origen de este procedimiento, fecha por lo tanto a partir de la cual
debería computarse el plazo prescriptivo de un año fijado en el art. 59.2 del E.T.
Conclusión la expuesta que no puede ser en absoluto ratificada, efectivamente, y sin
perjuicio de dejar constatada la imposibilidad de sustituir el no disfrute de vacaciones
por compensación económica al disponerlo así taxativamente el art. 38.1 del E.T., lo
que en principio ya haría muy discutible la pretensión de abono de las vacaciones no
disfrutadas del año 1993 la parte proporcional de las vacaciones de 1994, es lo cierto
que todas las sumas reclamadas están claramente prescritas de conformidad con el
tenor literal del art. 59.2 del E.T., según el cual el plazo de prescripción de un año para
exigir percepciones económicas se computará desde el día en que la acción pudiera
ejercitarse, y ello por cuanto en ningún caso la procedencia del bono de las cantidades
reclamadas podía hacerse depender de que en una demanda por despido se declarase
la responsabilidad solidaria de las empresas codemandadas, antes al contrario las
acciones de despido y de reclamación de cantidad son absoluta y totalmente diferentes
e independientes de tal forma que la actora, además de accionar por despido contra
ambas patronales pudo perfectamente accionar, igualmente, en otro procedimiento por
reclamación de cantidad contra las mismas empresas, procedimiento este en el que
igualmente se podía haber entrado a conocer de esa posible responsabilidad solidaria
en función de la posible existencia de una unión o grupo de empresas, condenando a
ambas al abono de las cantidades reclamadas. Y no habiéndolo hecho así la actora no
cabe duda de que cuando presentó la reclamación previa en fecha 31-10-95, había
transcurrido con exceso el plazo de un año señalado en el art. 59.2 del E.T., estando
prescritas las cantidades reclamadas objeto de demanda, lo que im pide el acogimiento
de la misma, y al no haberlo entendido así el Juzgador de instancia se impone el
acogimiento del recurso y la revocación de la Sentencia impugnada.”
V.-EL ACOSO MORAL LABORAL (MOBBING) EN LA TEORIA
GENERAL DE LAS OBLIGACIONES ESPAÑOLA.(La via civil en la defensa del
mobbing)“Apuntes para una defensa y para una futura regulación legal del
acoso moral en el trabajo”

INTRODUCCION.- El proceso de violencia psicológica en que


consiste el acoso moral laboral se define por una serie de actos
persistentes y recurrentes que solo considerados en su conjunto pueden
ser reveladores del hostigamiento, el maltrato y la puesta en peligro o, en
su caso, daño efectivo a la salud del trabajador. Habrá actos aisladamente
considerados que constituyan un incumplimiento contractual, pero habrá
otros que excedan del ámbito negocial, otros que individualmente
considerados carezcan de trascendencia, algunos vulneraran directamente
derechos fundamentales, y otros –aunque ataquen siempre a la dignidad-
no lo hagan al núcleo del derecho fundamental. La responsabilidad por
cada conducta debe ser reclamada de acuerdo a la naturaleza del daño,
culpa y marco en el que se desarrolle, lo que da lugar a entablar una
pluralidad de acciones administrativas y judiciales, (cambio de
contingencia, despido, oposición a traslados, extinción del contrato a
instancias del trabajador...). Más complicada es la situacón del acoso
horizontal, o el vertical ascendente, en el que la conducta no la realiza el
empresario o quien tenga poder de direccion y/o sanción sobre el acosado,
que es imputable a la empresa tambien. El enjuiciamiento sesgado impide
la comprensión correcta del acoso y, en su consecuencia, que se satisfaga
el derecho a la tutela judicial efectiva, se proteja a las personas afectadas
por el acoso y se indemnicen a esta todos los daños que se le han
producido.
En definitiva, el acosador quedara impune como tal, la mayoría de los
daños quedaran sin resarcir y el acosado será víctima del mas kafkiano
sistema procesal.

Quizá una futura Ley sobre acoso pueda remediar esta indefensión,
pero mucho nos tememos que si el Legislador no tiene en cuenta, además
de las normas de Derecho sustantivo, las de procedimiento, la indefensión
será aun mayor. Es inútil, a nuestro entender, una norma sobre acoso que
no vaya precedida de un estudio pluridisciplinar sobre el acoso y de un Plan
Nacional para adepta medidas de todo tipo contra el acoso y de protección
de los afectados. Y es especialmente necesario en este sentido, un riguroso
estudio científico jurídico desde la perspectiva procesal. Una ley de acoso
que pretenda ser eficaz debe incardinarse en el sistema jurídico en que se
va a aplicar, y por esta razón, este trabajo se centra en el Derecho español.

En este trabajo se va analizar desde la Teoría General de las


Obligaciones española, la difícil distinción entre obligaciones contractuales
y extracontractuales; los daños continuados y los derivados del contrato;
el sistema de prescripción de acciones; todo ello encaminado a la
posibilidad de que el acoso laboral como proceso de violencia psicológica
pueda ser enjuiciado en un único procedimiento, sometido al mas largo
plazo de prescripción que legalmente se permita., bien por la duración (art.
1964 CC, 15 años) o bien por el dies a quo de inicio del cómputo (1.968.2
CC 1 año).

La perspectiva será fundamentalmente practica, por lo que en cada


apartado, se dará por sentado que existen una gran disparidad de criterios
doctrinales y jurisprudenciales, respecto de los que no se va a hacer un
análisis exhaustivo, desarrollando solo aquellas construcciones que nos
parecen mas adecuadas para una interpretación y aplicación de la ley al
supuesto de hecho que nos ocupa que, insistimos, se define como proceso
de violencia. Confiamos en que la doctrina mas especializada proceda, si es
incorrecta esta exposición, a corregir en lo necesario este ensayo que,
guiados por el espíritu de reflexión jurídica, ofrecemos con la intención de
colaborar desde estas líneas, al movimiento social contra el acoso moral
laboral, y en general, contra la violencia psicológica.

V.b).-AMT como obligacion, daño y responsabilidad


contractual y extracontractual.- Uno de los preceptos del Código Civil que
mas polémica han suscitado es el que pretende establecer las fuentes de
las obligaciones: articulo 108920. Conviene antes que nada hacer una
interpretación sistemática de este precepto, esto es, poniéndolo en relación
con otros artículos, antes de referirnos a las criticas e interpretaciones
doctrinales.
Gráficamente podría exponerse como sigue:
“Las obligaciones nacen de:

Artículo 1090 Las obligaciones derivadas de la ley no se


presumen. Sólo son exigibles las expresamente
determinadas en este Código o en leyes especiales, y se
1.La ley regirán por los preceptos de la ley que las hubiera
establecido; y, en lo que ésta no hubiere previsto, por las
disposiciones del presente libro.

2. Los contratos Artículo 1091 Las obligaciones que nacen de los contratos
tienen fuerza de ley entre las partes contratantes, y deben
cumplirse al tenor de los mismos.

Artículo 1888 El que se encarga


voluntariamente de la agencia o
administración de los negocios de otro, sin
mandato de éste, está obligado a continuar su
Artículo 1887 gestión hasta el término del asunto y sus
Son cuasi contratos los hechos incidencias, o a requerir al interesado para que
lícitos y puramente le sustituya en la gestión, si se hallase en

3. Los cuasicontratos voluntarios, de los que resulta


obligado su autor para con un
estado de poder hacerlo por sí.

tercero y a veces una


obligación recíproca entre los Artículo 1895 Cuando se recibe alguna cosa
interesados. que no había derecho a cobrar, y que por error
ha sido indebidamente entregada, surge la
obligación de restituirla.

Artículo 1902 El que por acción u omisión


causa daño a otro, iterviniendo culpa o
negligencia está obligado a reparar el daño
Artículo 1092 Las causado.
obligaciones civiles que nazcan
de los delitos o faltas se regirán
4. Los actos y omisiones por las disposiciones del
Código Penal.
Artículo 1903 La obligación que
impone el artículo anterior es exigible,
no sólo por los actos u omisiones
ilícitas o en que propios, sino por los de aquellas
personas de quienes se debe
intervenga cualquier responder.

genero de culpa
Artículo 1093 Las que se
o negligencia” deriven de actos u omisiones
en que intervenga culpa o
negligencia no penadas por la
ley, quedarán sometidas a las
disposiciones del cap. II tít.
XVI de este libro.

Todas las teorías doctrinales y jurisprudenciales que, en torno a este


articulo 1089 vienen a demostrar su inexactitud son perfectamente
trasladables a la hora de incardinar las responsabilidades derivadas del
AMT en las fuentes enumeradas en el referido articulo. Como ha quedado
expuesto, el acoso moral consiste en una secuencia progresiva de actos
generadores de daños encuadrables tanto en las relaciones contractuales
como en las extracontractuales, pero hay dos denominadores comunes:

1. La violencia psicológica ejercida de forma persistente.

2. La pluralidad de daños causados, atentatorios contra una


diversidad de derechos fundamentales, que generan un deber de
indemnizar y un correlativo derecho a exigir esta prestación de
resarcimiento.

1. La violencia psicológica arranca de una situación personal del


acosador frente a la persona elegida como diana de su hostigamiento,
como la Psiquiatría y Psicología han puesto de relieve, en el fondo, siempre
late sentimientos de envidia y una peculiar personalidad despiadada e
insensible, que en algunos casos es incapaz de ser consciente del daño que
origina con su proceder. La causa del acoso esta fuera del concepto,
naturaleza y contenido esencial de la relación laboral. Esto es lo que
diferencia el AMT de situaciones de abuso o extralimitación de poder
laboral, o del llamado bournot. El acoso opera al margen de la relación de
trabajo, si bien utiliza entre otros recursos todo el haz de poderes de hecho
o de derecho que se ostenten en virtud del contrato de trabajo, con la
finalidad de “hacer daño”, transgrediendo así el deber general de
abstenerse de causar un mal ajeno, cuyo principio fundamental de
convivencia no solo se deriva del articulo 1902 del Código civil, sino de la
propia Constitución al establecer que el respeto a la dignidad y a los
derechos fundamentales son el fundamento de la paz social, del orden
público. Y es que como unánimemente se admite por cuantos expertos en
las mas variadas disciplinas se acercan al estudio del AMT, lo que esta en
juego es los pilares fundamentales de un Estado social y democrático de
Derecho, no ya la paz laboral, sino la pacifica convivencia social. Con razón
se denomina al AMT el “Psicoterror, el Terrorismo psicológico”.
Por lo tanto, confluyendo incumplimientos contractuales laborales e
incumplimientos de la llamada obligación extracontractual de no causar
daños, la única manera, estamos convencidos de ello, de abordar
jurídicamente la responsabilidad por daños derivados del acoso es acudir a
la Teoría de la yuxtaposición de culpas, de unificación de culpas,
unánimemente admitida por la Jurisprudencia del TS, y así, ante cualquier
reclamación frente a un acto de acoso, tener en cuenta que el daño cuya
indemnización se reclame no puede ser completamente resarcido ni
adecuadamente valorado, si se analiza aisladamente. Es preciso insistir
ante todas las instancias administrativas y judiciales ante las que por una u
otra razón se enjuicie un acto de la secuencia de acoso, que por el principio
de economía procedimental, el de resarcimiento a la víctima y el de eficacia
en la función que desarrollen, en definitiva, para dictar una resolución justa
y adecuada, debe permitirse el enjuiciamiento de todo el proceso de acoso
y sus consecuencias en un único procedimiento bien a través de la
acumulación, bien a través de la prejudicialidad.
Así pues, entendemos que el proceso de acoso existe al margen del
contenido normal de la relación contractual, de manera que este vinculo de
tracto sucesivo, se va viciando durante todo el proceso de acoso, hasta
llegar incluso a interferir en su extinción. Es decir, la presión psicológica
ejercida sobre el trabajador le va conminando a aceptar determinadas
condiciones laborales en una fase inicial del acoso y hasta a resolver el
contrato ya a su instancia, vía art.50 ET, ya en conciliación, vía demanda
contra el despido, ya en sede Judicial al optar por reclamar un despido
improcedente habida cuenta de que el nulo le obligaría a volver a un puesto
de trabajo sin garantías de que cese la violencia psicológica. La causa de
resolución del contrato, para el trabajador, es ante todo, el acoso moral y
sus drásticas consecuencias para su salud y la de su entorno familiar. Por lo
tanto, cabe plantearse la posible nulidad de cuantas decisiones tome el
trabajador que estén determinadas por esa violencia que se ejerce sobre él.
Como fundamento de este argumento, podemos citar la : Sentencia de 22
diciembre 1998 del TSJ vasco Recurso de Suplicación núm. 2771/1998.21
“...Todas estas circunstancias personales y profesionales del trabajador, de acumulación
cronológica de acontecimientos que pudieron haberse desarrollado sin precipitación, de
oscurantismo de la conducta que se imputaba al trabajador, de planteamiento de una
opción en todo caso negativa para aquél, y de ausencia de oportunidad para recibir
asesoramiento previo a la decisión que hubo de tomar, configuraron una situación fáctica y
ambiental de grave presión anímica sobre el trabajador, que a efectos jurídico-laborales
puede calificarse como intimidación, en el sentido de que fue exclusivamente la empresa
quien originó un cúmulo de factores impeditivos de que el trabajador pudiera formar
adecuadamente su voluntad y dar su consentimiento sobre una decisión tremendamente
relevante para su vida laboral y personal....”
Por otro lado, aquellos actos de violencia que caigan fuera del
contrato en si, pero que se produzcan apoyándose en un contrato laboral,
serán indemnizables como obligación extracontractual.

3. Los daños indemnizables, se corresponden con lo que la Sala de


lo civil del TS: ha denominado “ serie de actos sucesivos que provocan en
su perjudicial progresión un daño mas acusado que la simple suma de los
repetidos agravios” (STS 12-diciembre de 1980). Y puesto que tienen su
origen en incumplimientos contractuales y en actos ilícitos, es claro que se
yuxtaponen la culpa contractual y la extracontractual.

V.c).-- el problema de la prescripcion de acciones en via laboral.-


Es conocida la contienda entre la Jurisdicción civil y la social en orden a
determinar la competencia para conocer de las reclamaciones por daños
extracontractuales derivados o acaecidos en el marco de una relación de
trabajo.
De todos los argumentos a favor de la Jurisdicción civil, hay uno que
nos parece determinante, habida cuenta del régimen de prescripción
establecido en el articulo 59 del ET y su interpretación jurisprudencial, que
viene determinando prescritas las reclamaciones por daños ocasionados en
el plazo de más de un año desde que se acciona judicial o
extrajudicialmente.

Pues bien, la Jurisdicción civil aplicando la teoría de unificación de


culpas, también llamada de yuxtaposición de culpas, y el principio de
resarcimiento íntegro de la víctima, ha admitido que el plazo de
prescripción sea el de 15 años, acudiendo para ello a toda la doctrina
científica y jurisprudencial que le ha servido de base para dar satisfacción
mucho más plena al trabajador de la que en los Juzgados y Tribunales de lo
Social han otorgado nunca por hechos similares. Parece una incongruencia
que lo que se supone es una Jurisdicción tuitiva del trabajador no otorgue
el mismo amparo que la que esta destinada a resolver cuestiones privadas.
Quizá sea que el concepto privatístico de Derecho civil y la decidida
voluntad de la Sala 1ª del T.S. de interpretar el ordenamiento jurídico de
acuerdo con los principios constitucionales y la realidad social, este siendo
un ejemplo de evolución jurídica hacia un concepto de orden público y
Justicia social que deben presidir todas las relaciones sociales.

Dos sentencias dictadas en caso de acoso sexual en el trabajo y de


accidente laboral creemos son suficientes para que se entablen por vía
civil las reclamaciones por daños ocasionados en un proceso de violencia
psicológica en el trabajo., 22 AP Alicante , sec. 7ª , S 20-07-2000, núm.
236/2000. Pte: Magro Servet, Vicente “...En cuanto a la excepción de
prescripción hay que hacer constar que debe admitirse la fundamentación
acertada del juez "a quo" en orden a extender el criterio de la
prescripción hasta los 15 años por mor de entender aplicable la
responsabilidad extracontractual y la vía del art. 1964 CC...”

STS 26 de marzo de 1999 ampliamente comentada por Gabriel


Garcia Cantero, catedrático de Derecho Civil de la Universidad de
Zaragoza, publicada en
http://www.aragob.es/pre/iam/publicac/aequalitas/aequalitas5/16-
20.pdf

Existiendo sentencias que han concedido la reparación de daños


causados mas allá del año de prescripción del art. 59 del ET, y sin olvidar
que estamos reclamando por violación de derechos fundamentales, la vía
adecuada hoy por hoy, en tanto no se regule laboralmente el acoso de
forma que permita la reclamación con un plazo superior al año de
prescripción, es la civil.23

Esta disquisición entre una y otra Jurisdicción, esta ampliamente


analizada en http://www.laley.net/hdiario/1999/diario_0118_doc1.html,
Por MANUEL IGLESIAS CABERO Magistrado del Tribunal Supremo. Presidente
de la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional y
http://mobbing.nu/prensa-economist&jurist00122002.htm, ECONOMIST
& JURIST nº 56 - Año X - diciembre 2001 / enero 2002 ROMAN
GIL ALBURQUERQUE - ABOGADO .

Consideraciones Finales. Hemos mantenido que la defensa juridica


debe incardinarse en el tratamiento pluridisciplinar del acosado, deberá
coordinarse el abogado con el terapeuta a fin de arbitrar el momento mas
oportuno para que la victima este en condiciones de afrontrar dos
prodecimientos: el del ambito administrativo-judicial-laboral y el
procedimiento penal.
No puede servir la defensa penal para acrecentar el acoso, luego
tendra que analizarse detenidamente al agresor y al tipo de acoso utilizado.
No puede la victima tener dudas respecto a su culpabilidad en el
proceso de acoso, pues la sancion penal que pudiera recaer sobre su
acosador, podria resultar un reforzamiento negativo de esa “culpabilidad”.
La defensa penal debe elegirse cuando no produzca en la victima
terror ante las represarias, ansiedad durante la fase de instrucción.
Es esencial acordar previamente con la Inspeccion de trabajo que la
correcta aplicación del principio non bis in idem no significa que parlice el
expediente administrativo abierto, sino que, como ha quedado
demostrado, debe seguirse por todos sus trámites si bien suspenderse
antes de dictar resolución hasta tanto no recaiga sentencia firme.

Terminaremos citando a Ernst BLOCH24 "Ha llegado el momento de unir


funcionalmente y superar las diferencias en las antiguas intenciones de las
utopias socialesy las antiguas intenciones de la dignmidad de las teorias
iusnaturalistas. Teniendo la plena seguridad de que tan poco posible es la
dignidad humana sin el término de la miseria, como una dicha humana sin
poner término a toda opresión antigua o moderna". Nos ocuparemos de
colaborar a que esto sea así, con especial atención al grupo de riesgo más
importante del mundo laboral: los trabajadores que por tener alguna
discapacidad, una gran parte de la sociedad sigue calificando lo que no es
mas que una circunstancia mas de la persona, como “una miseria” y, en un
apostolado hipócrita y paternalista, se sigue negando el respeto a la
dignidad de la persona.

©MªJoseBlanco&JavierLParada.Autorizada su divulgación con cita de los autores


MªJosé Blanco Barea. Abogada.
Javier López Parada. Interventor de Administración Local.
Mjblanco@fiscalia.netjlparada@fiscalia.net
Astorga, 22-febrero-2002
Astorga, 20-abril-2002
1
. Sur la violation alléguée de l'article 3 (art. 3) de la Convention

24. Selon Mmes Campbell et Cosans, leurs fils Gordon et Jeffrey ont subi,
en raison du recours aux punitions corporelles comme mesure disciplinaire à
l'école, une violation de l'article 3 (art. 3) d'après lequel

"Nul ne peut être soumis à la torture ni à des peines ou traitements


inhumains ou dégradants".

La Commission ne constate aucun manquement de ce genre; le Gouvernement


souscrit à sa conclusion.

25. Ni Gordon Campbell ni Jeffrey Cosans n'ont, en fait, reçu de coups de


martinet. La Cour n'a donc pas ici à étudier au regard de l'article 3 (art.
3) des sanctions corporelles effectivement infligées.

26. Elle considère toutefois qu'un risque d'agissements prohibés par


l'article 3 (art. 3) peut se heurter lui-même à ce texte s'il est
suffisamment réel et immédiat. Ainsi, menacer quelqu'un de le torturer
pourrait, dans des circonstances données, constituer pour le moins un
"traitement inhumain".

27. Le système des châtiments corporels a de quoi inspirer de


l'appréhension à qui s'y voit exposé. La Cour estime cependant, avec la
Commission, que la situation où se trouvaient les fils des requérantes ne
s'analysait ni en "torture" ni en "traitement inhumain", au sens de
l'article 3 (art. 3): rien ne montre qu'ils aient éprouvé des souffrances
du degré inhérent à ces notions telles que la Cour les a interprétées et
appliquées dans son arrêt du 18 janvier 1978 en l'affaire Irlande contre
Royaume-Uni (série A n° 25, pp. 66-67 et 68, par. 167 et 174).

28. L'arrêt Tyrer du 25 avril 1978 fournit, lui, certains critères sur
l'idée de "peine dégradante" (série A n° 26, p. 15, par. 30). Aucune
exécution de "peine" n'a eu lieu en l'occurrence. Il ressort pourtant dudit
arrêt que, pour "dégrader", un "traitement" doit lui aussi causer à
l'intéressé - aux yeux d'autrui ou aux siens (ibidem, p. 16, par. 32) - une
humiliation ou un avilissement atteignant un minimum de gravité. Il échet
d'apprécier ce dernier à la lumière des circonstances de l'espèce (arrêt
Irlande contre Royaume-Uni, précité, p. 65. par. 162, p. 66, par. 167, et
pp. 69-70, par. 179-181).

29. Les châtiments corporels correspondent à une tradition dans les écoles
écossaises et une forte majorité des parents y semble d'ailleurs favorable
(paragraphe 18 ci-dessus). En soi, cela ne résout pas la question à
trancher par la Cour: la menace d'une mesure donnée ne sort pas de la
catégorie du "dégradant", au sens de l'article 3 (art. 3), par cela seul
qu'il s'agit d'une mesure consacrée par un long usage, voire en général
approuvée (voir, mutatis mutandis, l'arrêt Tyrer précité, p. 15, par. 31).

Toutefois, eu égard notamment à la situation existant ainsi en Ecosse, il


n'apparaît pas établi que les élèves d'une école où l'on recourt à de
telles punitions soient, en raison du simple risque d'en subir une,
humiliés ou avilis aux yeux d'autrui au degré voulu ou à un degré
quelconque.

30. Quant à savoir si les fils des requérantes l'ont été à leurs propres
yeux, la Cour souligne d'abord qu'une menace pesant sur un individu
exceptionnellement insensible peut n'exercer aucune influence appréciable
sur lui et néanmoins revêtir sans conteste un caractère dégradant; vice
versa, un individu de sensibilité exceptionnelle pourrait demeurer marqué
en profondeur par une menace que seule une déformation du sens ordinaire et
usuel du terme permettrait de qualifier de dégradante. La Cour constate du
reste, avec la Commission, l'absence de preuves - notamment médicales -
révévant, chez ces deux enfants, des effets néfastes d'ordre psychologique
ou autre (paragraphe 13 ci-dessus).

Jeffrey Cosans peut bien avoir éprouvé des sentiments d'appréhension ou


d'inquiétude au moment où il faillit recevoir des coups de martinet
(paragraphe 10 ci-dessus), mais cela ne suffit pas pour constituer un
traitement dégradant au regard de l'article 3 (art. 3)

Il en va de même, a fortiori, de Gordon Campbell: jamais aucune menace


directe de châtiments corporels n'a plané sur lui (paragraphe 9 ci-dessus).
Le conseil de sa mère a certes affirmé, à l'audience, que par sa seule
existence cette pratique suscite une tension collective et, chez l'écolier,
un sentiment d'aliénation, mais même s'il en est ainsi ces conséquences se
rangent dans une catégorie différente de l'humiliation ou de
l'avilissement.

31. En résumé, nulle infraction à l'article 3 (art. 3) ne se trouve


établie. Cette conclusion dispense la Cour de rechercher si les requérantes
ont le droit de prétendre, en vertu de l'article 25 (art. 25) de la
Convention, que leurs enfants ont été victimes d'une telle violation,
question examinée par la Commission et au sujet de laquelle le Gouvernement
a présenté des arguments.
2
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.Instituto Nacional de Seguridad e
Higiene en el Trabajo
Redactores:Félix Martín Daza (Ldo. en Psicología)Jesús Pérez Bilbao (Ldo. en
Psicología)
CENTRO NACIONAL DE CONDICIONES DE TRABAJOJuan Antonio López García-Silva
(Ldo. Medicina. Esp. Medicina del trabajo)GERENCIA INFORMÁTICA DE LA SEGURIDAD
SOCIAL MADRID
3
UNA «NUEVA» PATOLOGIA DE GESTION EN EL EMPLEO PUBLICO: EL ACOSO INSTITUCIONAL
(MOBBING) r CRISTOBAL MOLINA NAVARRETE “...
4 “La violencia en la gestión de personal de la Administración
Pública, como condición necesaria para la corrupción “
http://www.probidad.org.sv/revista
5
“Defender al afectado de mobbing”. Maria José BLANCO BAREA. ABOGADA.
http://www.fiscalia.org/forod/viewtopic.php?topic=36&forum=5&2
6
http://www.istas.ccoo.es/ “La respuesta juridico legal ante el acoso moral
en el trabajo o mobbig”
7
“...Es necesaria una lesion corporal de la que se derive, luego, como
resultado mediato, el perjuicio para la salud psiquica...” STS 9 de junio 1998
8
STS 785/98, de 9 dejunio de 1998 “tambien se ha entendido por lesion la
produccion de malestares fisicos de cierta entidad, como la produccion de
terror o asco.
9
STS 1076/95, de 27 de octubre de 1995, “La mente humana puede verse alterada
seriamente como consecuencia de muy diversas acciones en su contra ejercida,
con efectos y consecuencias distintos según la propia personalidad de la
victima, que puede reaccionar tambien de muchas maneras...La mente puede
mantenerse firme a pesar de sufrir serias adversidades.
10
http://www.fiscalia.org/doctdocu/doct/habitual.pdf El concepto de
habitualidad en el art.153...Jaime Moreno Verdejo, Fiscal de la Secretaria
Tecnica de la Fiscalia General del Estado
11
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo
12
http://www.fiscalia.org/doctdocu/docu/inst104-2001.pdf
13
“...La acción típica y caracterizadora del delito del artículo 173
consistente en infligir a otra persona un trato degradante, de forma que se
siga como resultado y en perfecta relación causal un menoscabo grave de su
integridad moral. El núcleo de la descripción típica está integrado, como se
ve, por la expresión "trato degradante", que parece presuponer una cierta
permanencia, o al menos repetición, del comportamiento degradante, pues
parecería que en otro caso no habría
14
Sentencia de 28 de Noviembre del 2000 y, en el mismo sentido, pero
no tan explícitas, las sentencias de 17 de Noviembre de 1998 y 14 de
Noviembre de 1997).
15
(Sala de lo Contencioso-Administrativo) en su sentencia de 19 de abril de
1999
16
(Sentencia del Tribunal Constitucional de 10 de diciembre de 1991).
17
Velázquez Fernández, Manuel, artículo citado.
18
MOBBING. TRATAMIENTO DE URGENCIA MULTIDISCIPLINAR.Miguel Barón Duque.Doctor
en PsicologíaProfesor Titular de Universidad. USE
http://www.melodysoft.com/cgi-bin/foro.cgi?ID=acosados.psico&msg=61
19
STJ Navarra 18 de mayo de 2001
20
“Las obligaciones nacen de la ley, de los contratos y cuasi contratos, y
de los actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier género de
culpa o negligencia.”
21
“...En el recurso de suplicación interpuesto por don Gerardo M. A. contra la
Sentencia del Juzgado de lo Social Núm. 6 de Vizcaya de fecha 12 mayo 1998,
dictada en proceso sobre despido, y entablado por don Gerardo M. A. frente a
la empresa «Inespal Laminación, SA», ha sido Ponente el Ilmo. Sr. Magistrado
D. Pablo Sesma de Luis, quien expresa el criterio de la Sala.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- La única instancia del proceso en curso se inició por demanda y
terminó por sentencia, cuya relación de hechos probados es la siguiente:
«I.-Que el demandante don Gerardo M. A., con DNI núm. ..., ha venido prestando
servicios para la empresa demandada, con antigüedad de 3 de noviembre de 1969,
categoría profesional de Ingeniero y salario bruto mensual de 704.301 ptas.
con prorrata de pagas extras.
II.-Que el día 25 de febrero de 1998 el actor fue convocado a una reunión en
la que participaron, además del demandante y el director de la fábrica, dos
personas más ligadas a la empresa, y en la que tras comunicarle la existencia
de indicios de que hubiera cometido falta laboral grave derivada de la
percepción de cantidades pagadas por otra empresa por la realización de
compras y ventas de material a ésta, se le ofreció al demandante la opción
entre la suspensión de empleo con apertura de expediente y la solicitud de
baja voluntaria.
Dicho día y ante la negativa del actor a la opción de baja voluntaria que se
le apuntaba, se le hizo entrega de un documento firmado por don L. G. I. y
cuyo contenido era:
"Amorebieta, 25 de febrero de 1998
Nota a señor Gerardo M. A.
Ante la existencia de indicios de que usted ha cometido falta laboral grave,
queda suspendido de Empleo.
A partir del 26 de febrero de 1998 incluido, no deberá asistir al trabajo
hasta que, elaborado el expediente correspondiente, cuya duración inicialmente
se prevé de una semana, se le comuniquen otras decisiones".
III.-Que el día siguiente, 26 de febrero de 1998, el actor firmó el documento
que, al igual que el señalado en el hecho probado anterior, se le había
mostrado la víspera y cuyo tenor literal era:
"Amorebieta, 25 de febrero de 1998
Nota al señor G. I. (Director).
Le comunico que, por razones personales, solicito la baja en la Empresa con
fecha veintiséis de febrero de mil novecientos noventa y ocho. Por lo que le
ruego me prepare el finiquito".
IV.-Que en fecha 26 de febrero de 1998 el actor firmó el finiquito
correspondiente, en el que, entre otras cuestiones, se expresa "... como
consecuencia de la baja voluntaria presentada el día 26 de febrero de 1998,
por la que considero extinguida la relación jurídica laboral existente con
ella".
V.-Que las firmas estampadas por el actor en los documentos de cese y
finiquito aparecen realizadas con espontaneidad y sinceridad de trazado.
VI.-Que con fecha 11 de marzo de 1997 el hoy actor compareció ante el notario
de Bilbao don Luis S. G., promoviendo acta de notificación y requerimiento por
la que instaba la notificación y requerimiento a don Luis G. I., a la sazón
Director de la fábrica de "Inespal Laminación, SA" de Amorebieta, por la que
negaba -dice- validez a la citada carta de supuesta baja voluntaria y el
finiquito firmados bajo coacción, ponía a su disposición la cantidad que en
concepto de tal finiquito le fue entregada y le requería para que le indicase
expresamente y aclarase si estaba en situación de suspensión de empleo y
sueldo y hasta qué fecha, y en caso negativo se le autorizase a reintegrarse
de inmediato en su puesto de trabajo.
SEGUNDO.- La parte dispositiva de la sentencia de instancia dice:
«Que desestimando la demanda interpuesta por don Gerardo M. A. contra «Inespal
Laminación, SA», debo absolver y absuelvo a ésta de los pedimentos formulados
de contrario».
TERCERO.- Frente a dicha resolución se interpuso el recurso de suplicación ya
reseñado, que fue impugnado por la parte recurrida.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
SEGUNDO.- La cuestión litigiosa se centra en torno a la trascendencia y
repercusión que merecen las firmas que el trabajador estampó en los documentos
de cese y finiquito que la empresa le presentó, esto es, ha de examinarse si
la mencionada firma fue precedida o no de la correcta elaboración del
consentimiento del trabajador en cuanto proceso o mecanismo volitivo en el que
la posible concurrencia de algún vicio puede privar de validez a la dimisión
del hoy demandante en su puesto de trabajo.
La sentencia recurrida llegó a la conclusión de que el trabajador prestó
libremente su consentimiento porque no existió vicio alguno en el mismo. Para
llegar a esta conclusión la sentencia recurrida efectuó una aplicación
teóricamente correcta de los criterios civilistas que tradicionalmente han
rodeado la interpretación del art. 1265 del Código Civil. Así, conforme a la
Doctrina que desde antiguo se ha pronunciado sobre ese precepto, la resolución
de instancia consideró que al no haber existido actuación física contra la
persona del trabajador, no puede admitirse la figura de la violencia. Tampoco
admitió que hubiera dolo porque no hubo palabras o maquinaciones que indujeran
a error al trabajador y tampoco admitió que hubiera intimidación, por dos
razones principales: porque la edad y condición laboral y profesional del
trabajador impiden admitir que la apertura de un expediente disciplinario
pudiera causarle un temor racional y fundado; y porque la advertencia
empresarial de que si no dimitía, al trabajador se le sometería al expediente
disciplinario no constituye una intimidación injusta o ilícita, puesto que la
apertura de tal expediente constituye un uso normal de las facultades
disciplinarias de la empresa.
Como antes se indicó, estas consideraciones de la resolución de instancia que
aquí se han expuesto resumidamente, constituyen la expresión de unos criterios
puramente civilistas en torno a la figura del consentimiento y los vicios que
lo pueden invalidar. No quiere decirse con ello que el contenido del art. 1265
del Código Civil sea completamente ajeno a lo que se discute en el presente
procedimiento por despido, sino que la dimisión del trabajador o cese
voluntario del mismo merece un tratamiento que no es plenamente coincidente
con la Doctrina civilista sobre el consentimiento, puesto que posee sus
propias características jurídico-laborales, más exigentes, que se van a
indicar.
Desde el origen como rama independiente dentro del Ordenamiento Jurídico, el
Derecho del Trabajo se ha venido caracterizando permanentemente por su
inspiración en el principio de estabilidad en el empleo, máxime en los últimos
años como consecuencia del Estado social de Derecho y la política orientada al
pleno empleo, que como principios se citan respectivamente en los arts. 1.1 y
40.1 de la Constitución (RCL 1978\2836 y ApNDL 2875) . Por ello, la extinción
de la relación laboral por la vía del art. 49, d) del Estatuto de los
Trabajadores (RCL 1995\997) ha de ser examinada con gran precaución cuando,
como ocurre en el presente caso, el trabajador sostiene que su decisión no
obedeció a una decisión tomada con plena libertad, y sin olvidar lógicamente
las consecuencias notables que esa decisión tiene en cuanto causa de pérdida
del empleo, y ausencia del derecho a las prestaciones por desempleo (art.
208.2.1 de la Ley General de la Seguridad Social [RCL 1994\1825]).
Respecto al cese voluntario del trabajador y especialmente respecto al
carácter liberatorio que para la empresa puede tener el documento de finiquito
firmado por el trabajador, es conocida y reiterada la Jurisprudencia que
proclama que para que pueda afirmarse la existencia de un finiquito en el
campo laboral es imprescindible que conste la voluntad del trabajador
inequívocamente dirigida a la extinción del contrato. Dicha voluntad nunca se
puede afirmar cuando se acciona acto seguido contra el despido operado, pues
la interpretación de la dimisión y el finiquito obliga a examinar los actos
previos y posteriores a los mismos.
En el caso que nos ocupa, existieron unos hechos previos relevantes: el
trabajador fue súbitamente convocado a una reunión sobre cuyo contenido nada
conocía; se encontró ante el director de la fábrica y dos personas más ligadas
a la empresa; se le comunicó que existían indicios de que hubiera cometido
falta laboral grave; y se le ofreció que optara entre la suspensión de empleo
con la apertura de expediente y la solicitud de baja voluntaria; en ese mismo
acto se le mostró un documento elaborado por la empresa, en el que brevemente
y sin especificar las causas, se indicaba la solicitud de baja en la empresa,
que el trabajador podía simplemente firmar; esto último es lo que hizo al día
siguiente.
Se desprende de estos acontecimientos que la empresa no informó
suficientemente al trabajador respecto a la conducta que se le imputaba (sin
perjuicio de su concreción en el correspondiente expediente disciplinario),
sino que le indicó la existencia de unos indicios, lo que implicó un
oscurantismo que entorpeció una posible meditación del trabajador sobre
aquello a lo que podría enfrentarse en un posible expediente disciplinario.
Asimismo, no actuó rectamente la empresa cuando, al informar sobre el posible
expediente disciplinario, ofreció simultáneamente la opción de la dimisión del
trabajador, en lugar de conceder a este último un plazo razonable de
reflexión, durante el cual hubiera podido tomar una decisión tras pensar
sosegadamente sobre la trascendencia de la opción que hubiera elegido
libremente, prestando un consentimiento bien formado, para cuya elaboración
pudiera haber recibido asesoramiento de un profesional del Derecho, del que
realmente careció. Téngase presente que la decisión afectaba a una relación
laboral de casi treinta años; que el trabajador percibía una alta retribución;
y que la dimisión no respondía al deseo de atender otro puesto de trabajo en
otra empresa, con igual o superior cualificación y salario.
Todas estas circunstancias personales y profesionales del trabajador, de
acumulación cronológica de acontecimientos que pudieron haberse desarrollado
sin precipitación, de oscurantismo de la conducta que se imputaba al
trabajador, de planteamiento de una opción en todo caso negativa para aquél, y
de ausencia de oportunidad para recibir asesoramiento previo a la decisión que
hubo de tomar, configuraron una situación fáctica y ambiental de grave presión
anímica sobre el trabajador, que a efectos jurídico-laborales puede
calificarse como intimidación, en el sentido de que fue exclusivamente la
empresa quien originó un cúmulo de factores impeditivos de que el trabajador
pudiera formar adecuadamente su voluntad y dar su consentimiento sobre una
decisión tremendamente relevante para su vida laboral y personal.
Por otra parte, conforme más arriba se indicó, también existieron actos
posteriores relevantes. En primer lugar, pocos días después el trabajador
envió a la empresa por conducto notarial un acta de notificación y
requerimiento, en la que negaba validez a la carta de dimisión y al finiquito,
que decía haber firmado bajo coacción, y ponía a disposición de la empresa la
cantidad percibida en concepto de liquidación. En segundo lugar, el trabajador
accionó por despido dentro del plazo legal.
Esta conducta inmediatamente posterior también es relevante, conforme advierte
la Jurisprudencia, porque evidencia que la dimisión del trabajador constituyó
la reacción frente al acoso de la empresa, y no una decisión plenamente
consciente y querida por el trabajador.
FALLAMOS
Que estimando el recurso de suplicación interpuesto por Gerardo M. A. frente a
la Sentencia de 12 mayo 1998 dictada por el Juzgado de lo Social Núm. 6 de
Vizcaya en procedimiento sobre despido instado por el recurrente contra
«Inespal Laminación, SA», debemos revocar y revocamos la resolución impugnada,
declarando la improcedencia del despido y condenando a la empresa demandada en
la forma prevista por el art. 56.1 del Estatuto de los Trabajadores, fijándose
la indemnización de su apartado a) en 29.580.642 pesetas.

22
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- Por el Juzgado de Primera Instancia número 5 de Elche en los
referidos autos, tramitados con el número 55/99, se dictó sentencia con
fecha 27-3-00, cuya parte dispositiva es del tenor literal siguiente: "Que
estimando parcialmente la demanda interpuesta por D. Emigdio Tormo Ródenas
en nombre y representación de Dª Isabel contra "E., S.A." y "Eléctricas I.,
S.A." debo absolver y absuelvo a "Eléctricas I., S.A." de los pedimentos
que contra la misma se formulan, a la vez que condeno a "E., S.A." a abonar
a Dª Isabel en la cantidad de 6.600.000 ptas, a los hijos menores de Dª
Isabel y D. Tomás en la cantidad de 2.750.000 ptas para cada uno de ellos
mas intereses legales correspondientes. En materia de costas declarar la
obligación de la actora de asumir las costas causadas a instancia de los
dos codemandados absueltos, mientras que el resto de las costas las
abonarán cada parte las causadas a su instancia y las comunes por mitad".
SEGUNDO.- Contra dicha sentencia, se interpuso recurso de apelación por la
parte codemandada "E., S.A." en tiempo y forma que fue admitido en ambos
efectos, elevándose los autos a este Tribunal, donde quedó formado el Rollo
número 323/00, tramitándose el recurso en forma legal. La parte apelante
solicitó la revocación de la sentencia de instancia y la apelada su
confirmación. Para la deliberación y votación se fijó el día 19-7-00.
TERCERO.- En la tramitación de ambas instancias, en el presente proceso, se
han observado las normas y formalidades legales.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- La sentencia dictada por el juez "a quo" es lo suficientemente
descriptiva y extensa, y el juez resuelve todos y cada uno de los puntos
que se le han planteado por las partes de la presente litis. Pero la
alegación, de nuevo, en la apelación, nos conduce a considerarlos haciendo
remisión expresa a la fundamentación del juzgador de instancia, aunque
ampliándolo en los aspectos siguientes, a saber:

* En cuanto se refiere al primer aspecto de la apelación, a saber:


incompetencia de la jurisdicción civil hay que recordar, como tiene
costumbre esta Sala la más reciente doctrina jurisprudencia centrada en la
sentencia del TS de fecha 10-04-1999, núm. 314/1999, rec. 2934/1994,
posterior a la que refiere la parte apelante del año 1998, al determinar
que: Se combate la sentencia de apelación en cuanto desestimó la demanda de
la recurrente, al negarle derecho a reclamar en vía civil, conforme al
artículo 1902, pues se decidió que es la legislación laboral la que prevé
prestaciones para los supuestos similares al objeto del pleito, y ha de
evitarse la duplicidad de indemnizaciones. Hay que decir que no se aportó
prueba alguna de que el padecimiento psíquico que afecta a la actora
hubiera obtenido alguna calificación referida a accidente en el trabajo y
por ello se hubiera reclamado o satisfecho alguna indemnización.

Esta Sala de Casación Civil no acepta dicha conclusión decisoria. La


responsabilidad que se exige a la mercantil demandada es por comportamiento
hostil, trato indigno y discriminatorio hacia la recurrente, que operó al
margen del propio contrato laboral, si bien este actuó como marco que
facilitó las conductas y actuaciones que denuncia y le causaron perjuicios
en razón a la depresión que sufre. Dicha relación laboral quedó extinguida
en el acto de conciliación laboral de fecha 26 de Noviembre de 1.990,
habiendo percibido la cantidad total de siete millones de pesetas por los
conceptos de indemnización, saldo y finiquito y que hay que referir
necesariamente al contrato de trabajo resuelto.

La competencia de la Jurisdicción civil para conocer esta controversia


judicial resulta así justificada, ya que la culpa extracontractual
presupone la existencia de un daño real, con independencia de cualquier
relación jurídica preexistente entre las partes. No se excluye de manera
tajante y plena dicha culpa aquiliana, cuando la actuación culpabilística,
generadora del daño, rebasa y desborda lo exclusivamente pactado, ya que,
como dice la sentencia de 8 de Julio de 1.996, se trata de una negligencia
extraña a lo que constituye propiamente la materia del contrato y esta
negligencia, en cuanto conforma culpa civil, despliega sus efectos propios
y consecuentes en forma independiente y conforme al artículo 1902 del
Código Civil, pudiendo darse yuxtaposición de responsabilidades de clase
contractual y de clase extracontractual y la subsistencia de esta
complementa a aquella "en cuanto integra todos los efectos conducentes al
pleno resarcimiento, sin otros límites que dejar indemne al pat rimonio del
perjudicado", por tratarse de actividades que exceden la específica órbita
del contrato laboral, lo que es aplicable al caso que nos ocupa. Son
numerosas las sentencias de esta Sala que declara la compatibilidad y
procedencia de las indemnizaciones civiles en el ámbito de la culpa
extracontractual (Sentencias de 2-1-1991, 27-11-1993, 7-3-1994, 22-7-1994,
31-5-1995, 21-11-1995, 15-6-1996 y 14-11-1996, entre otras).

En la misma línea debemos recordar la sentencia de la Audiencia Provincial


de León de fecha 15-7-99 que recoge que no podemos sin embargo desconocer,
que después de estos autos de la Sala de Conflictos, incluso después de las
sentencias citadas por los apelantes (Cfr. STS 13-7-1998; 30-11-1998; 18-
11-1998 y 18-12-1998) la Sala Primera del Tribunal Supremo ha venido
manteniendo en esta materia la misma línea que antes había seguido,
permaneciendo ajena a dicha solución y al criterio delimitador de la Sala
de Conflictos antes expuesto. En tales resoluciones, se examinan supuestos
de culpa extracontractual referida a accidentes de trabajo, en los que se
alude a infracción de medidas de seguridad, y sin embargo no se cuestiona o
se mantiene la competencia del orden jurisdiccional civil para enjuiciar
dichos supuestos, afirmando, como antes ya hacía la compatibilidad entre
las indemnizaciones que al trabajador pueden corresponder en vía laboral y
en vía civil insistiendo en el carácter res idual de esta jurisdicción y
haciendo hincapié en que la producción de un resultado dañoso como
consecuencia de un hecho realizado en los quehaceres laborales excede la
específica órbita del contrato de trabajo para incardinarse en el ámbito de
los artículos 1902 y 1903 C. Civil.

Vemos, pues, que se debe desestimar la excepción invocada al entender que


es la jurisdicción civil la competente para conocer de las
responsabilidades civiles derivadas del contrato de trabajo que concluyen
en el fallecimiento de D. Tomás por aplicación, de igual modo, del art. 9.2
LOPJ.

* En cuanto a la excepción de prescripción hay que hacer constar que debe


admitirse la fundamentación acertada del juez "a quo" en orden a extender
el criterio de la prescripción hasta los 15 años por mor de entender
aplicable la responsabilidad extracontractual y la vía del art. 1964 CC.

Así, podemos recordar la también reciente sentencia de la Sala 1ª del TS de


fecha 30-12-1999, núm. 1136/1999, rec. 1222/1995, en la que se recoge que
El motivo primero, al amparo del artículo 1.692.4º de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, acusa infracción, por no aplicación, del artículo
1.964 del Código civil, y por infracción de la doctrina jurisprudencial,
recogida en las sentencias que cita, acerca de la posibilidad de concurso
de las responsabilidades contractuales y extracontractuales en favor de la
víctima y para el logro de un resarcimiento del daño lo más completo
posible, y de la también doctrina jurisprudencial sobre el carácter
restrictivo con el que ha de acogerse la prescripción. En su fundamentación
se desarrollan larga y prolijamente las ideas básicas de la estructuración
del motivo, a saber: que ante aquel concurso de responsabilidades, el
órgano judicial debió escoger la que tutelaba mejor y más justamente el
derecho de los actores por imperativo del artículo 24.1 de la Constitución,
es decir, el artículo 1.964 del Código civil. La respuesta casacional a
este motivo toma en consideración la doctrina establecida por esta Sala
acerca de la yuxtaposición de responsabilidades y del tratamiento procesal
unitario de la pretensión fundada en culpa. En efecto, la sentencia del
Tribunal Supremo de 18 de febrero de 1997 no consideró ilógica, ni
arbitraria, la interpretación que de la relación jurídica controvertida
realizó la Sala de instancia, ni la calificación del negocio jurídico en
supuestos de prestaciones de la Seguridad social en los siguientes
términos: "en puridad dogmática el presente es un supuesto de
responsabilidad contractual, pues se da el doble requisito para así
configurarla, la existencia de relación jurídica preestablecida
interpartes, sea propiamente contractual o análoga, como es la relación de
derecho público similar a un contrato de Derecho privado, y la realización
de un hecho dentro de la rigurosa órbita de lo pactado y como desarrol lo
de un contenido negocial". Frente a la tesis del recurrente que mantenía
que ninguna relación existía entre las partes, la sentencia admite la
aplicación concurrente de las normas rectoras de ambas clases de
responsabilidad e incluso de que el actor opte entre una y otra, con objeto
de salvar la congruencia -así, sentencias del Tribunal Supremo de 18 de
octubre de 1983, 19 de junio de 1984, 16 de diciembre de 1986, 7 de febrero
de 1990 y 22 de febrero de 1991 y añade que en el caso presente se atiende
a la libertad de elección ejercida por el sujeto destinatario de la
libertad de la prestación del servicio dentro del marco legal de la
obligada asistencia sanitaria, que incumbe a los centros concertados o no
de la Seguridad Social, contrato que debe reputarse de adhesión por su
contenido típico que viene determinado legal o reglamentariamente, en
atención a la oferta pública que aquellos mantienen mas o menos
restringida, dentro de sus posibilidades. Asimismo, expresa la meritada se
ntencia que "en la actualidad, desde luego, la doctrina científica,
constata la insatisfacción de la teoría clásica de la fuente de las
obligaciones y la necesidad de ensayar nuevas fórmulas y tanteos. En este
orden se consideran, a propósito de los diferentes negocios jurídicos
creadores de relaciones obligatorias, los que no nacen de una expresa
declaración de voluntad de las partes sino del comportamiento o de los
hechos concluyentes de una de ellas, a los cuales el ordenamiento jurídico
anuda el nacimiento de obligaciones. Se habla así de relaciones
contractuales de hecho o derivadas de una conducta social típica. Y
continua diciendo, mas particularmente, en lo que concierne, a los temas de
culpa, que cuando un hecho dañoso es violación de una obligación
contractual y, al mismo tiempo, del deber general de no dañar a otro, hay
una yuxtaposición de responsabilidades (contractual y extracontractual) y
da lugar a acciones que pueden ejercitarse alternativa y subsidiariamente,
y optan do por una o por otra, o incluso proporcionando los hechos al
juzgador para que éste aplique las normas en concurso (de ambas
responsabilidades) que más se acomoden a aquellos, todo ello en favor de la
víctima y para lograr un resarcimiento del daño lo más completo posible. Ya
con anterioridad la sentencia del Tribunal Supremo de 29 de octubre de
1992, había expresado: "No cabe duda que la relación existente entre una
persona afiliada a la Seguridad Social y el Centro Hospitalario que,
integrado en la misma, le presta asistencia médica, viene configurada como
propiamente contractual, no obstante los matices y las peculiaridades que
le caracterizan, por lo que es aplicable a la misma el artículo 1.258 y
demás concordantes del Código civil". Por todo ello debe acogerse el
motivo, sin que proceda el examen de los demás, puesto que es necesario
entrar en la instancia y en el fondo del asunto.

Debemos entender y recoger la propia fundamentación del juez "a quo" y, en


base a la doctrina jurisprudencial anteriormente citada desestimar en esta
alzada la excepción invocada por entender aplicable el plazo prescriptivo
de 15 años, no el de un año que se postula para entender aplicable la
prescripción y no entrar en el fondo del asunto, excepción que, como
mantenemos, queda desestimada.

23
AP Málaga , sec. 5ª , S 17-02-1998, núm. 115/1998, rec. 747/1995. Pte:
Hernández Barea, Hipólito
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- El Juzgado de Primera Instancia número Dos de los de Estepona
dictó sentencia de fecha 8 de mayo de 1.995 en el juicio declarativo
ordinario de menor cuantía del que este rollo dimana, cuya parte
Dispositiva dice así: "Que desestimo la demanda interpuesta por DoñIsabel
contra "A., S.L." sin hacer expresa condena en Costas".
SEGUNDO.- Contra la expresada sentencia interpuso, en tiempo y forma,
recurso de apelación la representación de la demandante, el cual fue
admitido a trámite y, emplazadas las partes para que comparecieran ante
esta Audiencia, personadas y entregados los autos a las mismas para
instrucción durante cuatro días, se señaló la vista del recurso que tuvo
lugar el día doce de diciembre de 1.996, en la cual el Letrado de la parte
apelante informó en apoyo de sus pretensiones y solicito la revocación de
la sentencia recurrida y el Letrado de la parte apelada solicitó su
confirmación. Con suspensión del trámite para el dictado de la sentencia, y
dada la contradictoria jurisprudencia del Tribunal Supremo se oyó a las
partes y al Ministerio Fiscal por escrito sobre la posible incidencia en el
pleito de la excepción dilatoria de falta de Jurisdicción de los Tribunales
Civiles sobre la materia, que se planteó como argumento de deliberación en
tanto podría ser acogida de oficio sin necesidad de ale gación de parte por
el Tribunal. La apelante se mostró contraria y pidió se reformase en todo
caso el auto de fecha 16 de diciembre en orden a que indicase la
jurisdicción que la Sala estimase competente. La representación de la parte
apelada y el Ministerio Fiscal se manifestaron de acuerdo con que el
Tribunal se declarase incompetente y remitiese los autos a la Jurisdicción
Social.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Aceptando la fundamentación jurídica de la sentencia recurrida en tanto no
se oponga a la que sigue.PRIMERO.- Considerando que sobre el fondo de la
cuestión la parte apelante alegó que, declarando la misma sentencia la
responsabilidad de la empresa en el fallecimiento del trabajador, hermano
de la demandante, debió proceder a la condena pues la demostrada ausencia
de medidas de seguridad en la obra hace nacer la responsabilidad reclamada
exclusivamente de la culpa o negligencia civil de la empresa, no del
contrato de trabajo ni de la póliza de seguro establecida para éste,
haciendo compatibles -la responsabilidad laboral con la civil
extracontractual-. La representación de la entidad apelada pidió la
confirmación de la sentencia recurrida insistiendo en que no solo no hay
responsabilidad civil en su defendida, sino que tampoco acredita la actora
los perjuicios que reclama como distintos de los ya indemnizados en vía
laboral.-
SEGUNDO.- Considerando que, como cuestión previa al estudio de la excepción
planteada a las partes y al Fiscal por el Tribunal como de posible
aplicación al caso, debe decirse que la apelante en su escrito de fecha 10
de enero de 1.997 confunde a juicio de esta Sala el contenido de la parte
dispositiva del auto de fecha 16 de diciembre anterior. Dicha resolución no
hacía declaración alguna sobre la incompetencia de la Jurisdicción Civil
para resolver el caso planteado, y por tanto no podía ni debía contener
indicación alguna sobre el orden jurisdiccional en que debiera seguirse el
pleito. Tampoco es cierta la afirmación de la parte apelante en el sentido
de que la sentencia citada por la Sala en el auto en apoyo de la consulta a
las partes suspendiendo el plazo para el dictado de la sentencia de
apelación, se refiriese a materia distinta de la aquí examinada y que no
hubiese tampoco en tal fecha otra del Tribunal Supremo sobre el particular.
La primera cuestión la explicaba el propio auto, que mal se examinó por la
parte recurrente pues el Fiscal y la apelada contestaron en consonancia con
lo solicitado, señalando que en atención a lo dispuesto en el número 6 del
artículo 90 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y para el caso de
apreciar de oficio la falta de jurisdicción debía oírse primero a las
partes y al Fiscal, y esa y no otra era la orden contenida, en la parte
dispositiva del auto: que se oyese por término de cinco días a la parte
apelante, a la apelada y al Fiscal, y que a la vista de sus alegaciones se
acordaría. La segunda cuestión puede resumirse en que la Sala no desconoce
la jurisprudencia favorable a la compatibilidad de las indemnizaciones y de
las previas acciones derivadas de la responsabilidad civil y del ámbito
laboral en relación con los accidentes de trabajo, pero que también existen
sentencias del Tribunal Supremo, como la que no ha encontrado en su
consulta -se supone que exhaustiva- la parte apelante, que mantienen la
opinión contraria. E n efecto, no solo la sentencia de la Sala Primera del
Tribunal Supremo, de fecha 3 de octubre de 1.994, de la que fue Ponente el
Excmo. Sr. Malpica y González-Elipe y que se encuentra recogida en la
colección jurisprudencial de la Actualidad Civil al número 1.409 de ese
año, mantiene que cuando son completamente distintas las causas de que
derivan las responsabilidades civiles pedidas -en este caso y en hipótesis
serían el contrato laboral por un lado y por otro la negligencia
extracontractual- no es posible su enjuiciamiento y decisión ante una única
jurisdicción, sino que fue citada como exponente del debate suscitado y
que, como señala la parte apelada, tiene su base en los autos de la Sala de
Conflictos de Tribunal Supremo de 23 de diciembre de 1.993 y de 4 de abril
de 1.994, publicados meses antes de la citada sentencia. Tales resoluciones
vinieron a modificar una doctrina constante de la Sala Primera del Alto
Tribunal que establecía la competencia de los Juzgados y Tribunales c
iviles para decidir todas las demandas asentadas en los artículos 1.902 y
siguientes del Código, y establecieron la competencia de los Juzgados de lo
Social para resolver aquellas reclamaciones cuando se apoyaban en
incumplimiento del contrato laboral, y en su seno la ausencia o la
deficiencia de las medidas de seguridad en el trabajo. Es cierto que más
recientemente la Sala Primera no acepta dicha doctrina y que ello se
reitera en sentencias de fechas 15 de febrero, 15 de marzo, 12, 17, 18 y 20
de julio de 1.995, o de 22 y 24 de enero, 5, 12 y 26 de febrero y 5 de
marzo de 1.996, que no entran en el problema de la jurisdicción, sino que
resolvían dando por válida la competencia de los Juzgados civiles y de las
Audiencias Provinciales en segunda instancia para cuestiones de
incumplimiento de medidas de seguridad en el trabajo. Esta Sala entiende,
siguiendo también al Tribunal Supremo, como no podía ser de otra forma, que
hay compatibilidad entre las indemnizaciones laboral y civil der ivadas del
mismo hecho, que es lo que pretende la parte apelante, pero también
consideró necesario, y de aquí el dictado del auto criticado por la
apelante, que las partes le ilustraran previene el artículo 9º citado de la
L.O.P.J.- sobre la competencia de una u otra jurisdicción, la civil o la
laboral pues es la primera cuestión a resolver al tratarse de una cuestión
de orden público.
TERCERO.- Considerando que tampoco puede olvidarse, entrando ya a resolver
sobre la competencia, que la sentencia de la misma Sala Primera del
Tribunal Supremo de fecha 4 de diciembre de 1.995, pendiente ya este Rollo
ante este Tribunal, llegó a negar el valor de jurisprudencia a las
resoluciones de la Sala de Conflictos resaltando sin embargo la condición
de fuente complementaria del derecho en el orden civil que tiene la
doctrina que de modo reiterado establezca la propia Sala Primera, conforme
al artículo 1º.6 del Código Civil. Así las cosas se llega a la conclusión
de que debe desestimarse, tras la oportuna discusión, la posible
incompetencia de la jurisdicción civil pues debe atenderse, con
independencia del contenido contractual de la posible infracción, a la
dimensión aquiliana o extracontractual de la culpa definida en los
artículos 1.902 y siguientes del Código Civil en que se apoya la demanda.

CUARTO.- Considerando que la parte demandada alegó la excepción formal de


falta de litisconsorcio pasivo necesario al no haberse demandado ni traído
al juicio al dueño de la obra ni a los facultativos directores de la misma.
El Juez en el fundamento primero de la sentencia ahora revisada desestima
la excepción, no solo en base a la solidaridad que reitera el Supremo para
los casos de responsabilidad civil extracontractual salvo cuando pueda
deslindarse con claridad la responsabilidad y grado de cada uno de los
intervinientes en el hecho, sino también en base a su alegación
extemporánea en el escrito de resumen de pruebas que deja ya, al Juez
facultad para apreciarla o no libremente en el marco de que es excepción
aplicable de oficio por los Tribunales. Al tomar la demandada la cualidad
de apelada en la alzada y conformarse con la resolución de fondo dictada en
la primera instancia, y al participar esta Sala de los razonamientos del
Juez "a quo" para desestimar la excepción, se hace pr eciso entrar a
estudiar el fondo del asunto.

QUINTO.- Considerando que en el marco de los tres requisitos exigidos


jurisprudencialmente para la declaración de responsabilidad civil derivada
de los artículos 1.902 y siguientes del Código Civil -acción u omisión
imprudente por parte del sujeto activo, producción de un resultado dañoso
en el sujeto pasivo y adecuado nexo; causal o relación entre la actuación
del primero y el daño del segundo- esta Sala entiende acreditados los
hechos que el Juzgado relata en el segundo de sus fundamentos de derecho
pues derivan de la prueba practicada en autos y en especial de la
testifical a la que no cabe hacer reproche alguno sin justificación. En
efecto Don Diego, hermano de la actora, trabajaba con contrato laboral en
una obra que llevaba a cabo la demandada en el Edificio M. de la Avenida
... de Estepona, en su calidad de oficial de albañilería. El 11 de enero de
1.993 cayó por un hueco de la obra que daba a la calle cuando se le ordenó
por el jefe de obra la limpieza de material, hierros y t ablas, en una
planta alta en la que se encontraba. No consta que nadie ordenara la
instalación previa de los elementos de seguridad, cintas, etc.- que se
habían retirado días antes con ocasión de las vacaciones navideñas y se
inició el trabajo sin la colocación de los mismos. A pesar de la alegación
de la empresa demandada en el sentido de que era el primer día de trabajo
después de las vacaciones y que por esta causa no había dado tiempo a
reinstalar los elementos de seguridad, es lo cierto que, como establece el
Juez "a quo", el hecho de ordenar el trabajo sin ordenar previamente la
instalación de las medidas de seguridad revela, sin excusa alguna, una
dejadez absoluta enmarcable en la imprudencia. expresada en el artículo
1.902 del Código Civil. Precisamente la caída del Sr. Diego se debió, con
al independencia de que él contribuyese, si se descuidó, al resultado, a
dicha omisión negligente de los responsables de la empresa y ello lleva a
tener por acreditados los tres requisitos m encionados. La acción
ejercitada en este proceso por la actora, única heredera del fallecido, lo
es por daños y perjuicios morales, como establece en el escrito resumen de
pruebas su representación procesal matizando la petición contenida en la
demanda, derivados de, la muerte de Don Diego y con independencia de haber
obtenido de "M., S.A." la cantidad de tres millones de pesetas a que
ascendía la indemnización establecida en la póliza de seguro de accidente
laboral concertada por la demandada "A., S.L." con dicha aseguradora.
SEXTO.- Considerando que encontrándonos pues en presencia de un daño
extracontractual no patrimonial, indemnizable al amparo del artículo 1.902
del Código Civil desde la antigua sentencia del Tribunal Supremo de fecha 6
de diciembre de 1.912, ha de entenderse que su valoración en dinero no
tiene la base de equivalencia que caracteriza al patrimonial, ni va
dirigida a la reintegración de un patrimonio sino a proporcionar en la
medida de lo humanamente posible una satisfacción como compensación al
sufrimiento causado. Así lo estableció la sentencia de la Sala Primera del
Tribunal Supremo de fecha 25 de junio de 1.984 que se inspira en
determinados principios como que los sufrimientos psíquicos han de ser
indemnizados atendiendo a su intensidad y duración, y que si derivan de la
pérdida de un ser querido -con independencia de las consecuencias
patrimoniales, que en el presente caso podrían verse en el ámbito laboral-
han de ser indemnizados según baremo vinculante o no pero del que no ca brá
apartarse más que en circunstancias excepcionales, pues el dolor que
ocasiona la muerte de una persona a sus allegados es siempre el mismo, como
puso de manifiesto en sus Recomendaciones el Coloquio Jurídico Europeo de
valoración del perjuicio corporal celebrado en París en 1.988. El daño
moral queda así establecido con base en una valoración de circunstancias
personales y psicológicas que han de acompañar a la declarada
responsabilidad de la constructora que no ha demostrado que procedió con la
diligencia debida, y a la efectiva concurrencia de la actuación del Sr.
Diego que subió a la planta superior a trabajar a pesar de comprobar, en su
calidad de empleado en esa obra, la ausencia de medidas de seguridad y
cumpliendo una orden que pudo y debió desobedecer hasta la instalación de
tales medidas. En su análisis ha de operar el contenido del artículo 1.103
del Código Civil ajustándose, por mandato del artículo 3º.1 del mismo texto
legal, a la realidad social de los tiempos en que la norma ha de aplicarse,
y en este sentido no puede ni debe acogerse la pretensión basada en la
orden de 4 de marzo de 1.991 para el Seguro del Automóvil que cita la
demandante y ahora apelante, no porque no quepa su aplicación por analogía,
sino porque deben tenerse en cuenta las referidas circunstancias personales
y psicológicas que en este concreto caso han de centrarse en el parentesco
del fallecido con la demandante -único hermano- y en que hacía vida
independiente en su soltería sin que se haya acreditado que, viviendo en
domicilio distinto, la relación de convivencia fraternal fuese tan estrecha
como se pretende por la actora, no dándose situación de dependencia ni
moral ni económica en un sentido ni en otro. Por ello entiende esta Sala de
mejor aplicación el baremo contenido en la reforma introducida en la Ley
hoy denominada de Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de
Vehículos a Motor por la Ley 30/1.995 de ordenación y Supervisión de los
Seguros Privados, al incl uir en la Tabla I los daños morales dentro de las
indemnizaciones básicas por muerte y distinguir en el Grupo V, entre otros,
el caso de la . víctima con hermanos, subdistinguiendo en función de la
edad del fallecido y de la edad y número de hermanos. La cantidad así
señalada, que para caso similar al presente actualizado a la entrada en
vigor de la disposición legal sería la de cinco millones de pesetas,
debería corregirse por la aplicación de determinados factores que aparecen
reseñados en la Tabla II y específicamente por remisión expresa los del
apartado primero del anexo: la concurrencia de la culpa de la víctima como
se ha expresado, la ausencia de gastos de asistencia médica, hospitalaria u
otros a cargo de la perjudicada, la relativa cercanía del parentesco, la
ausencia de convivencia o dependencia, incluso la, cualificación
profesional y la edad del fallecido. Ha de estimarse en consecuencia una
notable minoración respecto de la cantidad de la que se parte -la del
baremo, no la solicitada en la demanda- y reducir, prudentemente a juicio
de esta Sala, a la cantidad de dos millones de pesetas la cuantía de la
indemnización a cargo de la empresa demandada y a favor de la perjudicada
demandante. Los intereses legales ordinarios se computarán desde la firmeza
de esta sentencia en que queda establecida en su liquidez la indemnización.
FALLO Que, estimando parcialmente el recurso de apelación interpuesto por
la representación de Doña Isabel contra la sentencia dictada en fecha ocho
de mayo de 1.995 por el Juzgado de Primera Instancia número Dos de los de
Estepona en sus autos civiles 9/1.994, debemos revocar y revocamos dicha
resolución absolutoria, condenando a la entidad "A., S.L." a abonar a la
actora la cantidad de dos millones de pesetas (2.000.000) con sus intereses
legales ordinarios desde la firmeza de esta sentencia. No hacemos especial
pronunciamiento sobre las costas causadas ni en la primera ni en esta
segunda instancia.

24
Derecho Natural y Dignidad Humana.Biblioteca Juridica Aguilar, 1980, pági
XII prólogo

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