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Patricia Damiano

Chacal
de noche

Buenos Aires, 2006


© Patricia Damiano
Buenos Aires, 2006
patriciadamiano@yahoo.com.ar
http://patriciadamiano.bravehost.com

Ignoria Ediciones
ignoria@fibertel.com.ar

Permitida su reproducción
citando autor y fuente

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 2


Uno

Chacal de noche

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 3


Chacal de noche

Sabes qué significa salir al balcón bajo un cielo que me abandona. Nos
abandona a todos: hemos perdido. Un azul tan perverso, tan víscera solidez
pesadumbre cárcel, tan desequilibrado pesa sobre mi torre. Cuelgan del
insomnio la innúmera farsa y la embestida que sabía cruel. No es la noche la
que me abriga, es el lápiz que me escribe, las calles polvorientas que la
soledad dicta en Chiapas, en Sevilla, en Constantinopla. Es un alfil que ignora
su destino y salva la partida, oscuro. Dame la clave, sé la clave. La clave
pronuncio y me devuelve los nombres, los que he olvidado y el tablero de
mármol que mi pie ha marcado para siempre.

Llueve mi árbol. No tiene fruto.

Desisto.

Me renuevo.

Muero, espada de bronce.


Renazco, Puebla de los Ángeles. San Cristóbal en la infancia. Color de nuez.

Un cuarto con una ventana pequeña donde el águila insiste; las huellas de la
sangre en la pared del no-olvido. Hay una herida roja en cada ladrillo, y yo soy
ese muro.

Sabes qué significa una lágrima en mi yema. Un ardid, una trampa. El solsticio
de verano cuando ya no amamos el verano. Muere, estaré viéndote. Es mi
modo de pactar.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 4


El reino

A Isaías Garde, mucho después

En verdad ella no ha gritado, cree que nunca. Cree que nunca llora y que los
pájaros se adueñaron de su garganta pero él busca un olor a sal anticipada,
huye las yemas, los dientes, huye por el cuello, trata de soltarse de ese
cinturón de noche cárcel piernas que no huyen. Cómo saber si golpearla es el
único placer cuando se piensa repulsivo. Tal vez dibujar la espalda de esa
mujer cruel con alas de niebla, a cuchillo, con el mismo cuchillo. Su mano tensa
detiene una rodilla en el abrazo justo. No tiembla, debe sofocar el grito que lo
ensordece de tan esperado pero el sol se le va de la boca. Ya huele a mar su
pelo silencioso. Ya los dedos. Teme que no esté gritando, que diga quererle;
eso sería inadmisible. Por la ventana pequeña entra la última tarde en pedazos
pero el hombre espera su reino, el reino de mármol donde una túnica blanca
cuando las ojivas se diluían en la noche. Sus manos le parecen ajenas,
acarician a la mujer adagio, la buscan lluvia, no responden.

Sabe que nada le complace. Todo no es y es en el vacío. Sabe que no hay


retorno, que no puede destrenzar las horas y quedarse en el pentagrama de los
sueños con aquella otra mujer furiosa y furtiva que tantas veces había amado.

Otro pájaro anuncia su canto vehemente y entonces ella gira y le tiende los
ojos, más oscuros que cuando los inventaba, más abismo, más caldero, más
nombre estallando silencio, los primeros acordes de un arco listo. Los cuerpos
están allí. Ella no gritará que lo quiere. El hombre lo sabe y tiene miedo. Toma
la daga, piensa en la pared de su cuarto. Piensa en la palabra que ella está
susurrando por vez primera, la que siempre escribían.

Ha cerrado los ojos para concederle el deseo.

Un búho se acerca a la ventana. La luna ha entrado altiva y pisa roja los


cuerpos quietos.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 5


Phaeton

Clementes hospedaron
A duras Salamandras llamas vivas;
Su vida perdonaron,
Y fueron rigurosas, como esquivas,
Con el galán idólatra que quiso
Morir como Faetón, siendo Narciso.

FRANCISCO DE QUEVEDO
Túmulo de la mariposa

Detendrás el carro del hijo del sol, todo ha atardecido, el desierto alberga ese
carro mi precipicio tu bosque; otro salmo parece la piedad y el rito, la inicial de
tu nombre, la inquieta calma.

Las serpientes.
La alianza, cuando el muerto dice.

Dice el muerto que soy. Que eras y seré jamás.

Cuando la sonrisa se adelanta, sabrás sabremos sepan, mortales, que no hay


mensaje.

Sólo una cintura fría justifica el sueño. El sol y este universo. Y aquél
y la sed del río.

Resiste el calor sobre la espalda del hierro. Luego, un golpe. Luego, el río.

Leteo. Luego, los mares luego. Luego después a medianoche


esa luna, inocente, perenne virgen.
Inacabado árbol esta mañana. Has respirado la pesadilla, fuimos.

Luego otra página, una deuda.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 6


Lady Macbeth

Llevad la bienvenida en los ojos, en la lengua,


en las manos, y presentaos como una flor de inocencia;
pero sed la serpiente que se esconde bajo esa flor.

SHAKESPEARE - Macbeth, Acto I, Escena 5 (Lady Macbeth)

No seas mi dios. Acercame ese anillo que sibila como un cuervo en la noche de
Escocia, cuando el hechizo si culpa si la sangre lavando el agua lavando el
hueso herido hiriendo la lanza en mi costilla. Un inquisidor llamará a la puerta,
invento un cerrojo. La torre. Lady M. dice dominio dice derrota. Has visto mi
espejo en mi cabello rojo. Has visto mi cuerpo blanco en el castillo, cuando
brillábamos y ya no. Corría el surco en la espalda del rey, como aceite sobre mi
estatua, Macbeth. Macbeth, te amo. Te perdono porque te he parido, letal,
hades. Me inmolo si salvarte pudiere y sabemos que no puedo ¿ves mis dedos,
roja ciénaga piel de oso bajo nuestro desamor mi cabello húmedo?

Alabame, soy mortal y conozco al impío. No hay partida que concluya de una
vez. Las serpientes no han podido. Lady Macbeth cerró tu puerta, abrió el
eterno río. Dijo el permanente barro. Lavó sus manos púrpura. Dejó las caricias
en el agua sucia, esa que nos atormentaba cuando nos abrazábamos si trébol
frío, trébol y calma, trébol robado cuando no

toda noche.

Esta mañana es la tragedia.


Alguien está muriendo y sabemos que son todos.
Sos
Macbeth
mi rey
idiota.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 7


Ajedrez

Mueven blancas: me saco el anillo, voy de andén en andén, la higuera ya no


florecerá, torre avanza hacia el rey inmóvil, una gota se cuela y es sal perpetua
en los labios. Volvamos sobre el silencio de los labios. Un pájaro ha cosido su
sonrisa a la estaca. Mueven negras: el frío entra bisturí cadalso entraña
pertenencia. Qué soy. Una mirada en la guerra, un ojo que la revolución
construye cuando el hambre. Artificio o transmigración, la rosa estruja sus
espinas en la garganta de la madrugada. Mueven blancas: la inicial del vacío.
¿Has leído la música griega? Se suelta de su carnadura, Pat, para resistir. Un
caballo corcovea su imperioso don. Avanzan negras: alfil desde el fondo de la
noche; lleva máscara. El chacal atisba, bajo las nubes. Hay dioses observando.
El chacal espera una víscera, una, sobre la arena.

En el tablero ha quedado sólo un corazón.

Mueven blancas.

Una pieza ha caído sobre el tablero de mármol blanco y negro, bajo las ojivas.
Es frío bajo los pies que no vacilan. Burzum, desde el precipicio. Es tiempo de
las negras, sangre en las paredes y en mi túnica. La música reúne los
despojos. Mi pie se adelanta, descalzo. Es tan pálido, lleva un hilo de oro en el
tobillo. Deja la huella murmullo herida en el desierto.

Grito.

El estertor silba. Un águila se posa en la ventana pequeña y mira hacia dentro.


La habitación resbala. No hay jardín. Mueven blancas. Sobre la pared, apenas
yo, desleída en el pasado, construida, potente. Detestada como se detesta en
estos casos.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 8


Gothic

Esta noche el viento ha de aterir nuestra ventana. Diles que escriban el viento
en la mansión oscura. Que convoquen la palabrasilenciotajo. Diles que beberán
en exceso de la copa de jengibre. Se batirán con dios si dios accede.
Y luego el sueño y el cuchillo y el borde de las historias.

Cede a mi deseo; sobre la mesa habrá papel blanco y tinta y un cuenco vacío.
Los que escriben están escuchando el miedo vegetal, esta muda criatura por
nacer, esta medianoche.

Y serás agonía, y el cántaro.

Ellos permitirán que el amanecer se demore.

Ve, convócalos para mí.

Pactaremos.

Byron herirá la calma con sus ojos de hermano solo. Te tenderá la pluma y le
dirás que sí. No serás Shelley esta noche ni el ángel ni la clave que todos
buscan. Vendrás y te irás como la espuma. En las escaleras, el mármol
guardará tu sombría pena descendiendo. El monstruo se está gestando con
otro nombre.

Acaso pide a gritos lo nombremos.

Diles que esta noche el viento es más que una espada.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 9


La especie

Bajo apercibimiento de morir decapitado, convócame. Todo es atroz en el


mundo de los insectos.

Vuelve al criterio único: salvar la especie.

El poema es eso, sobrevivir a toda costa. Somos el peor de los infiernos y


decimos ser dichosos si el sol se alza, ineludible. Mira la lapicera deslizándose
sobre el papel, ella es sierpe y perjura en la nieve.

Una noche barroca, las rodillas sobre el suelo, la inquietud de algunas danzas.

Ve por el borde hasta reconocerme. Allí me tuerzo, como una alimaña, en el


estupor.

Sólo el candor te destruye al nacer, lava y placenta y túnica. Un secreto en


ciernes.

Todo podría ser mentira.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 10


El agua

Dentro de mí, herido. Ella dijo la primera palabra y fue partera e incinerante, las
cenizas que espero. Vuelve al recuerdo con ojos ulcerados: vuelve. Cada vez.

Ay de mí, se apiada Segismundo. Oh, pérfido, serás clausura. Los cerrojos


temblarán en tu lengua. Cadenas de oro en el tobillo y una túnica como
mortaja. Levanta el duelo, pronuncia el árbol que adivinamos y la rosa en el
agua. El agua.

El agua

El agua sólo la mano sólo la pérdida sólo el lienzo. El cuarto a oscuras, la


sílaba de una sinfonía perfecta. Escondíamos la daga como una clave siniestra
y entonces el agua otra vez.

El guijarro.

Abre la mano, un guijarro he dejado por la noche y uno por el precipicio. La


mano se abre a esos dones y amanece. Regrésame la vía láctea antes de que
todo sea resurrección migaja.

El río o Parménides, decías aquella madrugada, y no, no hubo error.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 11


Brindis gótico

Giro la copa contra el sol. Un corazón se licua y no lo reconozco. Pasa la noche


como una estación de tren, sobre el cuerpo, una y otra vez. Una guitarra se
desliza por mis puertas. Giro la copa, el dedo infinito sobre su borde. Gimen
oboes mientras el universo se expande y todo contempla.

No hay prisa, la carcoma aguarda y todos saben de qué hablo. Horas


exequiales se aproximan a la barca. Me busco en el libro no escrito, en la
palabra que no fue, en el lapso de otra burla.

Me llamo a tregua.

Escucho, lejanamente, un llanto en el cerrojo.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 12


Bajorrelieve

Toqué la tinta antigua; no es la cereza rescatada del caos, dije. Dijo.


Inútilmente al margen, arrió las velas y Ulises, el grande, fue vapor indómito.
Una parcela del espejo me anticipó vagabunda, floración herida. Pájaro en el
tablero que un alfil somete. Odió al amo por un trozo de pan adúltero, el carozo
del mármol.

Soy la noche en su lámpara y en sus aguas. Una maquinaria de la mañana con


el corazón en parto.
Las ciudades me nombraron Lot pero fui la lengua del mar en la ventana, una
sílaba.

Dijo la comunión, esta tarde. Así es él: salta, animal, a nuestros ojos.
Convertiremos este arbolillo en selva sobre el borde helado, en la línea roja de
tu casa.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 13


La cacería

Escribes la cacería como puedo dibujar la marcha de los alfiles, sobre el muro
blanco y negro la oblicua sombra. La cacería de la noche me anunciaron. No
era Uriel, luminoso. Ni Oscuro, en las batallas celtas. Era el pozo en el espejo,
la luna en los aljibes de la historia nueva, el acaso intolerable universo de
Borges en El suicida.

El mar no vacila. Vacila la presa y se despide. Abre tus brazos para mi cuchillo:
te daré el sueño, no el olvido.

Escucho el rumor de un chacal en el viento de la espada: es el arco del silencio


herido. La vereda de esta calle repite los gritos. Un tigre, echado contra el sol,
todo volcán amarillo y eterno, acecha a su víctima. Tiene ojos de fuego. Tiene
hambre.

Las cosechas se han perdido.

El hambre.

Un absoluto. La cacería.

Escribes mi sombra y la última frontera. Has escapado a las antiguas cicatrices.


Dices que te has rasgado, otra vez, la piel para ofrecerme las heridas de hoy
las ballestas de hoy ofrecerme la orilla donde dibujarte cuando ya no hay
tiempo y la sangre y todo se reúne y todo es la cacería y entonces hiede y
seduce y entonces vuelves, vuela la palabra violenta y es este castillo de
piedras una solemne injuria dime si la cacería ha sido un sueño, otro sueño
sucumbir ganarle a la garganta ser este fragmento.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 14


Casta diva

María canta, adolecida; esperaba resguardarse en el sueño. Llegó sin coraza,


por primera vez, hasta la pesadilla.

Encontró unas manos demoníacas, traviesa clepsidra sobre su espalda, que


querían dibujar la forma de un sueño. Una burla.

El pecho obtura y las sábanas son un alba sucedánea que no consuela.

- Me vestiré con una rosa bermeja y un aroma vegetal.

Las pezuñas sucias del fauno hirieron pechos tan blancos, y al despertar, una
coraza interrumpía el orden, junto al lecho.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 15


Coutelle

Anduvieron la calle en declive. Todo era declive azul. Todo ascendía.

El arbolillo boqueaba verde entre los pedazos de cerámica. Se hubiera dicho


una estatua en abandono. Ella se había puesto en pie para restaurar la traza
de su túnica. Ella no sabía restaurar la traza de su túnica. Vio su costado y las
heridas. La túnica en el suelo y aún el suelo bajo de sí. Hubiera entonado algo
que no fuera un gemido, como para honrar los azares de dios. Erguida, sabía
que estaba cayendo y el piso se le antojó un pantano. Los dedos buscaron las
paredes pero era un pozo huidizo, y ese dolor como única constancia.

No había sombras sobre el muro ni pudo escribir su nombre. Sólo el lado azul
le dio una clave, una risa de chacal o de Sísifo, el llamado salvador que no
entendía. Una mancha.

Había un espejo. Hay un espejo, Coutelle.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 16


Don’t disturb

Ella absorta, hijo. Y vos, absorto. Y vos, en deuda. Y ella, en aventura


ininteligible. Y las noches áridas, y el espejo que ni has sospechado cuando
anunció que alumbraría a un monstruo. Y las calcinadas tardes del octavo mes,
no has pensado en eso, hijo, hijo, padre. Has sabido de esa palabra, si padre.
Sabemos de esa palabra, si también Pandora. Una sola vez mirame, antes de
la barca y antes de la horca. Antes del cartel don't disturb.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 17


Lucifer caído

A la luz de una vela redonda la madrugada enrojece. Dos velas desiguales.


Vino oscuro. Las baldosas están frías. A través de las puertas del balcón la
noche tiene volumen. Sin querer tomamos café.

Música que yo no puse. Voz que no es la mía. Digo con menos palabras.
Música que llega como un sacrificio ritual y que es la inflexión de algún camino.

La piel estalla a salvo. Fuera y dentro, azul, está.

Te pienso como la mano que me ayudó a sostener la noche. Sé que sos tan
nocturnal como tu única puerta; es el crepúsculo, aunque sonrías cuando el sol
sucede y sonrías más cuando el día alto. Pero el búho de Palas Atenea sólo
levanta vuelo al anochecer; no hay otra sabiduría que la crepuscular.

Había olvidado qué es el encuentro.

Yo también humo, ni columnas ni refugio.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 18


Sed

La partida he ganado: soy este cuarto y la voz, esta voz del alarido cuenco
diatriba. Casta diva y Fassade en la calma incierta. El bosque debe su misterio
a la mariposa, al gusano. Diles que somos uno y lo mismo. Hubo un disparo y
esta espada que entona su aire en el espacio, y hay la sangre que no duele.
Los caballos se desbocan; tiéndeme a Mishima muriendo, él sabe que el honor
es un placer cautivo y que lo has perseguido en el rumor de una hoguera.
Juega conmigo en el revés del océano. Estaré porque has sabido que el error
te apuñalaría a las cuatro.

Y fue adiós un oboe, su canto de sierpe.

De nuez la sílaba, sin traiciones.

Cree el sable poblar la saliva y el cabello que te desmiente. Somos este cálculo
del mar y de las torres. Tú, la torre. Tú la altura. Tú un animal herido que
gemirá cuando también hiera este durazno.

Haz secreto, pide un oasis: olvida la sed.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 19


En la corte

Petronio se reclina sobre el mármol, junto a la fuente y las uvas. A su lado, la


esclava.

Es otro el César.

Es otra Roma. Y hasta el fuego es otro.

Séneca escribe para nosotros mientras delibera el futuro del imperio con los
generales y los jefes de tropa. Petronio sólo piensa en la libertad. Un filo a su
lado lo tranquiliza.

Ella es morena. Juega con sus dedos mate sobre el peplo y en las trenzas.
Petronio la está abandonando con el rigor de los principios. Toma la daga y no
quiere escuchar ya.

Ya Roma arde y Nerón cae, sin más.

La esclava liberada suelta las palomas de su sangre. Su muñeca herida busca


las venas abiertas de Petronio, sobre el mármol, junto a las uvas. Fuera del
palacio, la historia truena.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 20


Caer sidin

Has visto despedazar la pequeñita alquimia. Has visto que es posible


rehabilitarla. Belgranotown, criptoprimavera, este barrio bajo. Has escuchado la
risa del mono en rosa madreselva; has visto doce ídolos de piedra para
encantar cruelmente al insomne, has visto la luna con mi imagen de plástico.
Has visto dos edificios y una sombra. La colina blanca y todas las cortes.
He estado en el país de la Trinidad, donde esperabas.
Una noche dije vuélame los sesos y no obedeciste.

El disparo fue a media tarde.


Eso supe, y te ofrecí los tumultos del mundo.
Instrucción muy enrarecida el día del fallo.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 21


Séptimo sello

No seas mi dios, alábame. Sostiene este anillo que sibila como un verso en la
noche de Escocia, cuando el hechizo. Un inquisidor llamará a la puerta; invento
un cerrojo. La torre, donde una pared es el atavío caníbal.

Alábame, conozco al condenado. No hay partida que concluya en una orilla.


Las serpientes no han podido y la tragedia es una culpa mordiéndonos, la
sonrisa de un mortal.

Esta mañana es la tragedia. Deshora. Templo.

Debo nadar sin mares, perpetua, como exigen la ley y la bruma.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 22


Melodrama S. XIX

No te vayas, David, ni a la France. Una década ha pasado. Rommel sobrevivió.


Simón sólo el instante, el mío. Todos estamos tristes y la montaña cae. Tuve
un encuentro con el conde, dijo algo de Guillermina. Mientras bebía tu café
traté de recordar la turquesa mar, pero hubo una vacilación del agua, eso que
se siente al abrir los ojos después del insomnio, esa zanja espesa de herida
pútrida
y entonces
cómo discernir.

Me obligo a la teoría.
Me desentiendo así del suicidio. Y entonces, Gea, la que todo lo preside, habla
de un orden.
De algo, fuera de tiempo.

Oye, la arena silba. Silba. Oye. La arena.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 23


Dos

In limine

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 24


Lucifer

Para Isaías Garde

Destiló la verdad como una espina roja sobre la arena


La sierpe abrazó la frente adánica
Un ángel se acercó para nada
La tierra gimió
Las galaxias consintieron la medida justa
Un tigre abrevió la caza bajo la luna
Lucifer es
Yo fui
Yo soy Lucifer y los soles giran y nada importa

Llevo el sueño todavía entre naufragios


y siempre su voz áspera
de siglos
vulnera el espacio hasta la última pared de los recintos
donde me recuesto, piel descalza en la llovizna.

Nos une una quimera sin respuesta


que quiebra las lanzas.

Quema el viento con tu humor.

Clausura los dones del infierno, este secreto


de los que tienen sed.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 25


3

desde el misterio revulsivo de las oscuras aguas


hasta el alba que se quiebra y nos rehace
somos el umbral y la ceniza
y te reconozco:
no veo el cadáver que caerá como la noche
no toco el aliento blanco que se irá contigo
no oigo los dedos exánimes abandonar la tierra
y mis sueños

cuando te reconozco antes de la vigilia


estás naciendo todavía
y no sé
no debo saber
cuál es tu apuro para morirme

Reconocía mi intemperie desde su alabanza


Acordó su miseria a mi miseria
Halló un suelo para buscarme y se hizo árbol
Supo de mi cuerpo cuando yo moría
Abrió un sendero desde mi puerta
y me hizo fruto

Me cubrió con sus manos


y entonces yo fui Lucifer.

los fragmentos de la noche le debo


y hasta puedo armar el ajedrez de antaño
y mentirle a la mañana

los fragmentos de mi cuerpo serán otro cuerpo


un nombre inaudible en el cuenco de la tierra
en la noche que has sido todas las noches,
Lucifer

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 26


6

Ellos te amputaron.

Qué decir si del perdón se trata.

Ellos no hicieron de la llanura galaxia


no robaron el fuego
no te dieron nombre.

Sólo cantaron sus victorias


porque temen tu victoria.

Torpe criatura
virgen en desuello,
tu intemperie atavía como una sombra.

Ellos te amputaron un mediodía.

Un árbol durmiéndose sobre su raíz he pensado:


la hez de la alegría
tu herida
esa culpa permanente, cosida al límite.

Una voz otros viajes por dentro


mujer primordial o las cavernas del sol
hacia el origen,
y la noche descalza
(si te hablaran de mí las sirenas
hasta donde la piedra duerme).

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 27


No es una castración de alfiles
ni el hueco ígneo del caos.

El brazo que me ha disparado mece la lentitud del mediodía.

Quedó el sueño del campanario


en el ajedrez de una crónica:
sobre un vestido negro
una estaca
aún abre la llovizna.

A prisa en el silencio
he quedado
para no interrogar ya nunca
al viento
sobre tu fiesta secreta.

aparta de mí el estío

10

aunque sólo intemperie, salté como si regazo


a la batalla victa

soy la rama de mi sangre que te absuelve

11

la voz con que decimos y no decimos


el canto en el espejo que devuelve los ojos antiguos

el universo contrayéndose
la orilla del cazador
la voz del pájaro antes de la jaula

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 28


12

ve al fondo
la miseria me recuerda

resuelve la cuerda: el mal y el bien son sólo uno llamado mal

13

cómo decir el dolor


la desnuda frecuencia
la inminente rebelión
el destierro
tu renguera, la sal sobre la montaña

la bella espera, Satán

haya luceros
y allí será el llanto final

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 29


Plegaria

dadme a cambio una madrugada donde haya espera


el mar que no sabe mi secreto
el cielo que no sabe tu secreto dadme la magia
y la noche sin sus criaturas
el árbol que no mide el sosiego
dadme el puñal por fin y la calavera que he sido
los silencios y la calavera que has sido
dadme la sinfonía de la tarde dadme la distancia
y el cuchillo decid que he mentido y en qué tiempo
dadme la palabra de la biografía

y la música
porque yazgo en un témpano
dadme el témpano y el sol
tu alfombra de nísperos dadme y la ciudad enferma para que ande sola
buscando tu edificio
vivirte es componer una música muerta dadme la música tengo frío
dadme el frío dadme la magia
dadme un solar sin llamas sin pájaros sin tu voz
encuéntrame en las grietas del universo
en tus grietas

allí estaré para que te adormezcas cuando el dolor


dadme una paloma dadme la noche y el pan
allí, el pan celeste allí tus heridas
dadme la obsesión de la pantera dadme el credo dadme la pantera
la ironía
la magia
traedme a las musas cuando esté muriendo, como ayer

allí estaré

los años caen como rejas dadme las rejas


decid que no he mentido
dadme la mentira y la misericordia

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 30


Ecce Sack

Bajo mi techo
alguien
cruza la nada, este muro.

Lo inesperado fue amanecer.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 31


Mi región

Mi región es la noche. Otro juego.

Adolezco orilla
me detengo en el aire
atravieso el occidente y el desencanto y adolezco estirpe
ciudad perenne y ajena,
yo orilla
adolezco, corporeidad del poema
ausente
de otro,
en cautiverio yo te reescribo
en el muro.

Es demasiada noche, es el muro, es el círculo final de los bosques


cuando te pronuncio
y luego este letargo, y las prisiones.

A muerto retumba el silencio de la hora tardía, ámbar océano criatura,


bajo la letra, sobre el crepúsculo, entraña vuelvo,
decapitada.

Y te veo, tras los cipreses, morir como un lagarto


de sed
de amor,
y el arroyo tan lejos tan cerca.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 32


Ceremonia

Hueso blanco. Tocas el hueso, lo desnudas.


Sueltas la tierra bárbara, mi exilio.
Es el pánico
y el templo de agua se tuerce.
Hay la sospecha del trigo. Sube. Sube hasta mi único ojo
en septiembre.

En la gruta los vientos me naufragan


y somos la doble sombra.

Me despide un sable, una tregua.


La siembra exige una luna en la garganta.

Un ángel en el hueco de la altura.

Tengo un disparo para ti,


una patria.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 33


El otro muro

Todas las formas de la carne


son hijas del tiempo,
simulacros.

OCTAVIO PAZ

Con guirnaldas de eneldo te vestirán al atardecer.

La muerte que temías


tiene mi rostro y una túnica de almendra,
un ojo perfumado de peñas
para tu escultura.

Te hubo escultura la vida,


desierto olvidado del fuego líquido
que eras.

Yo soy tu muro,
la sonrisa de cal, la guirnalda con que te atavían
ahora
para la tarde.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 34


In limine

en el revés del espanto hay una reja


un agujero
un río de alquitrán
de pies cortados
de uñas sin nombre
en mi puerta hay un último candado que no conozco
cuido su fragilidad de hierro
la ilusión de su brillo
su cautiverio
en el revés de mi cuerpo hay una trampa
un montículo de diamante
y barro
un nicho donde despierto
la locura
la víscera que anhela un cuchillo o la clave de la luna
errante inmóvil perfecta

en el revés de todo
todo me llama

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 35


II

una rama de almendro junto a la cama


un insecto
un techo blanco la parálisis el destiempo
la nostalgia de la tierra
el pensamiento mojado
un sueño huidizo una voz circular que vuelve
desde un túmulo donde me escondo
la voz
la pared
la mano desquiciada hórrida sabia
herrumbre elemental de la vigilia
la llave reciente una nube aquella grieta
el frío terco
las claudicaciones

un hueco donde naufragar y quedarse


solo

III

Me he sentado en el umbral
con la muerte cautiva en mi ropaje.
Es la marcha crepuscular del tósigo
que inclina los cipreses.

Es julio en mi umbral.

Fue el éxodo amarillo de los tigres.


Es un tigre que aún clama para irse
mi última mirada.

No nos fue dado:


alguien dispuso otro modo de partir.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 36


postludio

la brisa tuerce el norte de los tigres


esqueleto lago ausente ladera
el friso donde olvidar a tientas
el infortunio
un deber infantil donde salvarse a tientas, a tientas morir
exhibir las astillas en el cabello
risa algas preludio acre
madero sobre el agua infecunda
miasma suburbana
turbación a tientas
es la lengua cicatriz de nada decir
consumirte en frascos de papel
la noche tauromaquia, las piernas quebradas
y el olor del júbilo, consumir
un deber donde salvarse a tientas morir a tientas

la madera se pudre en la espuma


bajo el último vuelo
cáscara
rapiña
esfinge
carcoma en el ombligo del tedio
y la pregunta que nos hace inaccesibles

el mal a pedazos

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 37


El juego de las decapitaciones*

un pacto, dicen ellos,


vamos, sí

no se olvida el juego de las decapitaciones


el río
si para tenerte aquí
había
que

jugar a la jaula vacía, resistir, servirte


zona continua

atravesado aire, otra voz

júbilo en la orilla, el llamamiento

* Cfr. José Lezama Lima

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 38


Tauromaquia

fue un andar de lirio entre los toros


arena inmóvil surcos como ríos
rodillas sirenas bajo el sol negro
me apago en el resplandor óseo del agua
es algo de muerte en el ruedo donde los gritos
serpientes mi cabello y las piernas
mi voz se quiebra
es otra
me llama

sea, pienso, y el aire abrasa

sea, y escarabajos azules trepándome


y una lanza asiria

un murmullo se apacigua entre mis ropas

sea, dije, olvido

ese búho en ronda lunar


se busca en mi ventana
y hunde sus ojos secretos

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 39


Schakal

Dormir uno, solo.

Invertir el pacto, entrarse el resplandor de los cuchillos,


esperar la sonrisa.

Mirar el azogue en la vigilia


y estrangular el sueño del otro

y dentro,
azul,
llorar el bosque,
la arena, llorar el pájaro.

Debo a la culpa los juegos mi destierro,


los pedazos morirlos sobre la piedra alba,
morirte en los cristales.

La torre, que habitabas.

Y ahora soy la mitad enferma,


la pesadilla y tu misma savia y el aire
la tristeza mi cruz tu laberinto.

La sonrisa perversa.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 40


Mictlán

la espuma de la noche
avanza
avanza la noche asilo rumbo
la luna es una corona de muérdago
un dolor rupestre
nos puebla
y la incandescencia viste de hiel y almíbar
la espuma de la noche
avanza
golpe sinuoso el olvido
estallaron los paraísos
se ahueca el relámpago
avanza la noche erebo silbo
sobre el cristal moribundo
la espuma pinta una grieta en el párpado
avanza
sobre la almohada tierra
cuenco para que resbale la noche
invitada en secreto
hemos tocado la espuma
un navío de túnicas disuelve el espanto
y el grito con que nacías

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 41


28 de septiembre

Yo soy él. Yo-él, muriendo; yéndose soy pupilas licuadas


soy parálisis dentro del gesto, yo-él, él-yo.
La ley es ahora el pálpito emigrando,
ahora
su agonía es el insomnio, mis insomnes pasillos
en su noche
de tubos y sondas, un frío séptico por dentro,
acurrucándome,
doblado sobre su vientre
o mi vientre, respirando un pasado suero de hierogamia,
ahora inerte yo-él mientras se va, partiéndose, escalando yo
los precipicios carnívoros,
un paso tras otro entre paredes que no veo, que no ve,
solos él yo, solo él solo nadir y los labios quietos
yo-él partiendo, partiéndose, partir de los andrajos
como si reptara desde los pliegues de la última cama
y todos hubieran olvidado el humor
ahora
antes de dormirnos.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 42


Sigo jugando

Yo lo he visto.
Si el jardín desaparece, que así sea.
Como cada noche, yo vendré
a entregarte el pan.
Cerré la puerta de Ovidio sin saludar.
Abrí la puerta de la torre
abro la única puerta, llevo un pan.
Cerraré la puerta de Orestes.
Cerré la puerta del Castillo,
llevo un pan y el olor del níspero y la vid,
llevo la vid y las aguas retroceden.
No soy Thamar Ruth Fumiko Antígona
ni soy yo la que soy
ni la ola que huye
en cuanto toca la playa.

Yo los he visto.
Si Sigfrido muere, repararé su muerte
porque él es el mismo.
Si Dido si Roland
Si Patroclo
Si Enkidu.

Todos los limos de la tierra fueron Adán


y el árbol
tu caída mi caída el tiempo.

Si yo desaparezco, que así sea


en las noches
el pan el fuego, mi fuego.

En bastardilla, ISE MONOGATARI, Contes d’Ise, LXXII

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 43


Tres

Palimpsesto

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 44


La hoz

todo cabe en esta pequeña hoz

ahora
el aire
es un responso de pájaros hambrientos

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 45


La cuerda infinita

juegue la vida, reconozcamos la traición originaria


las lanzas trepan, escarabajos azules

la tensión que amanece, Tiamat

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 46


anoche

lo retuviste lo devoraste lo malentendiste lo exiliaste en un lejano y desértico


ahora

amputabas abrazaste finalmente en este desierto


me decías vení siento la completud de tu playa o el arroyo
cuántas Y, Icarus

anduvimos cien cuadras

cien siglos anduvimos


rengos ciegos mudos
sin el olor de tu shabat

la visión final el instante serte para no serte


mi pudor y la estrategia

juguemos a que sí
adelanto torre reina a ver qué hacés

En bastardillas, Isaías Garde

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 47


Contienda

ahora es cuando te crecen los muertos

quién conduce los caballos


tal vez un chacal que fragmenta la pasión de octubre

hubo una contienda inútil


el casco de Odín o Termópilas trescientos escudos
el estruendo que una esfinge acalla
el Mediterráneo esperando a Enkidu

vana arena
adonde llevarme

vos, a la medianoche, los viernes la luz

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 48


Prometeo

El fuego divide la noche

La noche
Absconditus Deus

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 49


Ajedrez, II

Si no consigo la noche, quiero la cacería que ya te pertenece.


Quiero mi presa única sobre el tablero.

Luego
por el genio
comenzará la rapiña.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 50


Urdimbre

Te abro
larvas sólidas púas fiebre lunas que no ves.

Yo tengo el balcón a la noche.

Abro una fronda


para que ciñas la sangre
de espejos.

Urdo tempestades,
suplico.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 51


Las armas

Frente a mi tienda, más acá de la batalla, todas las espadas aguardan a que la
noche desista.

Pero la noche no desiste. Soy la noche y velo sus armas.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 52


145

Un sentido, en el que vos y yo, pasos de insecto sobre la superficie del agua.

A escudo piel esgrime la palabra.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 53


Dafne

La medida luna cercena tu sombra bajo su cuerpo. Ella gime una profecía en tu
garganta.

Le dirás que hay prisa en la boca del universo, en mi boca. Y que lo cercano se
aleja de la piel quieta. Laurel fui y aún en el crepúsculo ella reconoce mi voz en
tus dedos.

Vuela el calor insomne y después llego, agua, a tus aguas.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 54


Hybris

para comprender el furor, para que alcance el escarabajo azul, el furor para
claudicar y no claudicar, el quebranto de una mariposa, un filo sibilando bajo
los cielos, el trigal, el furor para decirnos que hemos fallado, el réquiem en
playa köchel, el furor para volver a la tierra y que importe, el signo heroico del
muro cuando arranqué las madreselvas, el ajedrez hasta la última partida torre
contra caballo, occidente y no, no occidente, el furor, las pieles y el transfer y el
poema secreto, el terreno vedado, la luz al final de las migajas, la sospecha de
cada palabra, su inutilidad, el furor

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 55


Ritual

no quiero conocerte más, escribiste con añil en el séptimo ladrillo


a la derecha del muro
no quiero conocerte más, dibujé en el espejo
y nos fuimos,
siete eternidades antes de que el K.317 se hiciera pedazos

precisa salvación idiota:


sea una lanza en el centro mismo de la tarde
el ritual cerrado

En bastardillas, Isaías Garde

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 56


Elfo

No protegeré el campo ajeno. Desvestiré sus cosechas, el fruto del ahorcado.


Sabes, no importa ni la tierra ni tu resistencia ni la mandrágora. Tal vez la
arqueología luego diga de nosotros que hemos sido el estrépito a deshora.
Algo así como un elfo tutelar, el murmullo que desdice la anarquía, la soledad
de una rama de olivo.

Estoy construyendo tu verano para el mes más cruel.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 57


Aria

Me despido; creo que un anatomista salvará la lluvia en estos cuencos. No la


/ / mirada;
pertenece al silencio. Es el espacio entre los dedos para la copa de ámbar.

Soy ese pacto sanguíneo pero jamás, jamás tendré el cuerpo y una pluma
/ para firmar.

He fallado.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 58


El rey y el cadáver *

Un rumor en el infierno. Somos el paso en la senda, guijarro. Piedrecilla a


piedrecilla, Gretel. Pidiendo clemencia al ogro permanece Hansel. Dulce
navidad, un chocolate. Cambiemos de cuento: El rey y el cadáver.

La sandalia de bronce que Hécate calza. De bronce tu rostro, en las pequeñas


miserias, como una estatua que yace en el Louvre.

* Cfr.: Heinrich Zimmer, El rey y el cadáver


Cuentos sobre la conquista del mal

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 59


A contranavidad

Hace un instante, sólo una fracción de la historia mendiga; sólo un segundo


hace que ha muerto el salvador. Todos supimos que no existía. Pero hubo uno,
y lo he perdido.

Podría escribir como un samurai esta noche, cuando ha partido de mí una


barca sin rumbo.

La espada junto al lecho.


La cruz que mi cabello a veces oculta.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 60


Factor insidia

Horizontal me nombra una rata. No libaremos juntos, delgada sierpe, el ámbar


de la natividad. Dicen sin decir las hebras. Burla, amigo. La burla es el arca
nunca ocluida si el transfer.

Donde habitemos, el muro es verde.

No.

No es verde.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 61


Sacking box

te bautizo, te dibujo, te digo Sack, te construyo universomundo, te enveneno


me enveneno, factor adánico de los imperios, fosco jardín de voces

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 62


El veneno

Hoy, sólo el unicornio de una tarde de sueño, un tósigo con el sabor disperso
de la madera, del viento, quizás un sable; ya todo se alberga en el brillo del sol,
en la cruz que los cuerpos imaginan cada noche.

En la sangre que no se sabe si ha sido bueno derramar.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 63


Baruj

He venido a celebrar la prisa, a oír el galope. Me he vestido de rapiña para que


sepas de qué hablo.
Iré a conjurar la magia, toro de lidia herido e hiriente. Habré dormido en el
deseo para entonces.

Sola y tarde supe, tan tarde, supe que yacías el miedo y yo tan lejos, tan cierta
traición.

Y entonces llegué, silencio; cautiva sin vacilar, tan cerca como para tocar en
una, tu muerte mi muerte.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 64


Cíclope

Te atravesé en el único ojo, caíste hincado, calcé mis sandalias y crucé.


A mis lados, fluías oscuramente.
Alcé la túnica hasta las rodillas y corrí a modo de despedida.

Fue sólo eso.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 65


Fauna

te devora, me devora en el jardín donde éramos, en cuál de las cavernas el


salto a ras de tus murallas, construir la salida para el monstruo que nos
debimos, imaginarte fiel a la tempestad, Próspero de noche, Ariel si amanece,
un dardo para que bebas.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 66


Espejo

Entrar a la muerte con los ojos abiertos, un privilegio que debemos merecer
como Adriano.

Insisto en la mirada sobre mi espejo, encantador de serpientes.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 67


Variaciones del aire

Los puntos de reposo de tu mirada física.


Esto, que fue presente. Nunca voy a decirlo para vos. Esta noche.

¿Me quitarías los cristales de esta noche con el mínimo dolor? ¿Volarías sobre
el tablero, rey voraz, alfil sin deriva, torre contra caballo?

Debe saberse. No sólo el demiurgo sonríe. Nos termina, cuando quiere.

En bastardilla, Isaías Garde

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 68


Homenaje

Reconozco el silencio y el estrépito. La danza y el caldero con que las


hechiceras en diciembre enmendaron un destino.

Me diste el hueso de la duda. Roeré, al pie del cerro; permaneceremos en el


barro de olor reconocible. Esa mínima alcurnia del saludo en la mañana,
cuando todos callan, cuando ya es todo tan inasible como una mano rupestre,
tan permanente como la piedra que cae en el espacio y nos transforma.

Todo es el pliegue de una cintura y de los planetas. Todo, padre, es tu


ceremonia.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 69


Melville

llueve, muerte, y calcina el arado

voy por el sendero, saben que devastaría el primer fruto, ustedes me conocen

tengo ese sabor del átomo


y el aire
de la alcantarilla

todo cabe en esta pequeña hoz

ve por mí

los navíos se acercan, sus cubiertas te expulsarán


al océano
donde Ahab

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 70


Devolución

Te tuve a la intemperie, y no hubo coraje.


Mi padre, junco, desdibujó su apellido.
Lo nombraste otro y apareció, tarde, cuando te ibas
en el espejo

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 71


Cuatro

Playa Köchel

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 72


memoria de la desmesura

perdí el texto que ya no puedo, el ajedrez fue cifrar la cacería


el texto de noche
de noche chacal tus voces otras traiciones
tu cacería
cruz arena
las ojivas en la cadena de oro
tobillo blanco
el tacto último y la verde
oralidad
de la pregunta

que estás esperando que siempre nos damos nos dimos somos ahí cuando
caemos míseros sublimes en uno

y así fueron los años, así


como siempre fueron los ríos
el río, el ruedo
el velado sueño la seda negra
la tarde que dice
la permanente desmesura

nuestra puerta,
tu puerta cerrada
puerta alta en la torre que somos
que soy
cuando vos, torre contra caballo,
legislás un signo, el designio que dice y no
que ya has vivido
quién sabe
y no sabe
que no te muero y la gracia
si el aire de esta mañana
cuando los pájaros

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 73


nudelunio

somos la tierra nave incienso donde no se llora


el amor nunca ha sido el universo, sabes, amigo

el pájaro lleva la muerte en sus alas


y la música es
el alborozo
la montaña el río el saxo el arroyo de Bach
este vacío de réquiem de útero
un fragmento que equilibra todo el cielo
la guitarra tu peldaño la mano que asimos para morir

el bosque
mi cuerpo
alberga el eco del plenilunio y el estupor
de haberte visto
una vez

exánime
como un saxo triste, en abandono

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 74


Jano

La llave está
y está el peso de la sombra.
Los ojos son ese centro de la hondura,
la bruma de dos muertas.

En la torre nos habito.

La llave estaba, precediéndonos


como un arca de una sola puerta.

Dónde
hoy
la llave, esa llave,
la mira de las que he sido.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 75


Lectura de marzo

Un ave de presa cruza los cuerpos en tránsito


y anida sobre la piedra
Nos bebe del ensueño
ungido
si te he buscado uno
en la música griega y en el sol mediterráneo
en el naufragio del Mar Rojo
y en la hiedra que ninguna especie habita

Una luna de mercurio


se ha alzado entre serpientes
para que no olvide que has pasado por aquí

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 76


celebración de la violencia

allí en los rostros de la tarde


el brazo firme
hiere el muro
y la penúltima puerta

no he querido
nada
más
que ese juego irreversible
del agua

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 77


Fallo perfecto

Como si fuera a morir en septiembre


mis teorías muero hoy
y vivo, sanguijuela roja.

Pulcro mosaico donde soy el fallo perfecto.

¿Vamos,
vampiro,
por las trampas?
Por los misterios
individuales: alfiles sin deriva que éramos.
Los misterios
-en uno-
que desesperamos sean.

Maltratarnos, océano primario.


Malnadar azules, amigo, si el instante.

Son, somos,
en tu risa con tu risa, cadalso.

En cursivas Isaías Garde

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 78


K.320

un continuo, sea, y el borde

los pedazos de la altura


dicen
el viento
en tu galaxia

la luz entera

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 79


Dinamarca

hoy quisieras olvidar


que siempre
la gran plegaria
es tu sed

insecto que combate


si desnudo
el eco

destruye la otra voz

la que sigue tu noche


la voz
de la especie

la voz que no sirve ya,


el veneno
en el oído

llámame fantasma, dubitación o padre

la torre
en Dinamarca

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 80


Dinamarca, II

que me iba a supo Quaronte


dijo que no era muro la fortaleza
ven a cenar a mi aljibe, dijo,
cuando la torre nos desmienta

beberemos lo que somos


la ventana en la copa alta, la cadena en el tobillo
júzgame cuando llegue, sed

que me iría, supiste


no te irás hoy, te irás mañana, dijo,
cabello en armas, luz en las rodillas, abolengo

no soy trigo, soy él


morir, dormir, anunciarte
acaso, en otra torre
en Dinamarca agua que no redime

sobreviviremos para que me duelas


hasta el río de Urbach

morir
y morir

la resistencia somos, en el borde


del veneno

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 81


Nube que éramos

No es ruindad el relámpago
ni tus monstruos
ni el breve paso en la llanura, soltá a los pájaros, dijo
cuando la nube se disolvía en deidades dobles.
La tragedia es lamentar la almohada rota,
cada cual su almohada
si se ha tejido el canon, la sonata, el mezquino beso, la total calumnia, la ley,
el beso todo, los suicidios,
ella
con el olor a laurel en su costilla.

Y que nos incendie


esta torpeza de limonero y escarcha, una piedra en el silencio tu voz
este engarce maquinario
a fuego y fuego,
la mirada vulgar que nos dicta la armonía del laberinto.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 82


Buenos Aires - Marruecos - Venecia -
Buenos Aires

amanece
no logro dormir y no pulsaré un teléfono infiel
los pájaros dicen lo que no quiero escuchar
enciendo el aire para que respires
pero no hallo el tesoro que Mardrus tradujo como la noche 845 de las 1001
corro la cortina y el cielo es nuestra melancolía a su hora

no quiero ser vulgar sola


conducime en camello hasta El Cairo. Inspiremos el humo venenoso

desayunemos luego en Venecia y te mostraré el cuadro que originó Bomarzo, y


me mostrarás el resto

si me silenciás ahora, un chal de seda negra dará cuenta de tu voz

horca
Pat
con todo el horror como testigo

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 83


Tierra vos

Enorme
gerundiamente, como instruyen los dioses,
la tierra metal, la vida aciencia, la visión aguda como un eco

El filo te retiene, no hay duelo que haga feroz la armonía


ni un círculo en el borde, en la alta copa, en la ventana alta, que te separe
del crepúsculo
del otro lado
del vencedor
del animal sereno

Supe despedir a esa nube


cuando decías
que el hacha se vuelve volcán
en el corredor
donde
quisimos morir

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 84


El nombre verde. Hunny Paterson*

Pared de aire
por debajo de la tierra sub-levada
en el lugar de los árboles
Hunny Paterson se demora. Las piedras. Aquel sueño. La crueldad del aire.

Oculta en las piedras, todo es posible.

Hunny Paterson no habita la muerte.


Va en demasía.
Al galope sus mundos
y no duerme.

Del sol y los buitres desespera.

Cree merecer su libro más oscuro


el nombre verde de una ventana abierta
la cuerda que olvida la guitarra
ese vino que ya no sabe

a la torre, a la piedra, a Segismundo.

* Cfr.: Juan Gelman, Poemas de Sidney West

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 85


El hacha

Llevame
en la respiración
de los soles
primitivos

burbuja azabache el soplo


tramado por los vértices de tu cuerpo

-piel, sé hacha,
expiemos
la suite para violín desnudo, aquélla-

Ante vos
siempre fracaso

Soy un todo de inútiles contundencias

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 86


Pentesilea

Se ha hurtado el casco negro y el cabello se disuelve


y la atavía.
No hay tablero más exacto.
No hay otro laurel.

Algo dicta al arte tu partícula más inútil.

En la pequeña hora,
la espada lejos del amoroso vuelo,
Héctor ha de morir
tres veces
en torno a Ilión.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 87


Pentesilea, II

Supe que era un Priámida

Volvió de la muralla, de las tres vueltas que Aquiles impuso


y yo, pequeña en esa llanura, nombré la deriva, una forma de volver
y Héctor, hijo de Príamo, ya no dudó del metal
del fiel caballo, de mi torre
del casco que sería mío

La pira era yo, tan semejante

Todos sacrificamos las mañanas


para reír en la estepa

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 88


Hoy y mañana, II

supiste sabíamos de la noche agua cripta


en arco respiramos
serpiente cóncava el paso abierto
murmullo
así

tocame si atestiguo tu sueño las visiones


golpe
de
luz
la risa

la bóveda le habla a la forma


el cautiverio
trazaste
el desahogo de la rueda, su molicie
urgente

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 89


Getsemaní

La tensión del pie al acuñar su sandalia


su exquisita vanidad
una y otra vez
alienta el naufragio
en nuestras noches de Getsemaní

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 90


Horca

apocalipsis
inminente
sobre
la tarde
vos en buenos aires y yo
prohibida fuga

la mirada despiadada que me negaste


y esta lluvia
respiran nuestro tósigo

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 91


Las marionetas

La condenación del límite mutila a aquel que has sido.


Como Fausto ardes
y yo grito desde el infierno
que escribimos sobre las piedras.
Hoy la calle inmóvil bajo el agua
es la claudicación del cuerpo, un mudo albergue.
Las luces aullaron octubre y son octubre;
piernas taladas todavía son
para los rituales que esperan.

A destiempo, la danza enmudece.


Mi cuerda es la voz de cuchillos remotos.
Mi nombre es el pacto entre los dientes
y la liturgia.

Al oeste yaces;
yazgo al sur de las ciudades
cuando el telón desciende entre nosotros y los aplausos.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 92


Señor de la batalla

en tu laberinto
quise quedarme
pero la altivez se traza con sangre

anduvimos por esquinas suburbias y hoy despierto a la carcoma


la lámpara desvía la plegaria
de una orden
de la pesadumbre

la camisa esculpe un vientre y sé que está vacío

duélenme los trinos que al alba convocan,


duéleme ese nombre que no es de pájaro ni de fauno

ahora el desierto:
llevaré otro trino, no el de hoy, sabiendo esta mañana,
espejo contiguo -eras espejo-
que ya no queda cosecha para morir con mérito

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 93


El punto débil

el corredor anuncia
lo que jamás ha de ser
a tierra en cielo, a voz en agua, lo que nunca
ha de fingir
exaltación de la vigilia

cruje ese libro extremo que la lluvia nos roba si hemos volteado
y la noche negra cabalga

y una forma que dijimos no importa


perturba
el pan

y la violencia que dijimos no importa


asciende
el hierro

y el cerro que dijimos no importa


es mujer periplo
cascada
o vos, hombre

y las sirenas ya gritan


y la cabeza tiniebla el interior del templo
y todo silbo vegetal insinúa
un después

y toda barca estalla diluvio


y dijimos no importa
toda
barca
nos lleva
adonde
no

no

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 94


La partida

Mi canto noctámbulo es mi espada


dijiste
en otras arenas

alfil en camino oblicuo, el desdén


caballo, si de madera o qué importa,
la torre
siempre de babel y no, cuando callamos

Yo de la vida traigo
un sabor amargo de cicuta,
dijiste
en otras arenas

Protégenos del sueño


que de esa materia estamos hechos
y de la ceniza

Adán, nombrando al universo

Raquel, en su lecho elegido

Caín, la víctima

Nosotros, tan nuevos y tan antiguos

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 95


entraña

nada es ahora, sólo ésa


tu resistencia

a que yo quiera ese miedo dulce cuando la entraña


se pudra

como si raíces
y espejos que te desconocen

significaran

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 96


Isla de noche

Llora sobre el cuerpo de un animal dormido


y nadie espera en el jardín

Las arboledas hacen silencio a su paso


y los ciruelos envejecen
incapaz la noche de abrir el azahar ya partido

No llora la palabra
no llora el llanto no llora los dedos quietos no llora la piel de la tierra
no reconoce la risa ni la piedad de aquella noche

Nadie mira esta niebla que desanda los huesos, esta palabra
que tuerce la caída
el perenne calor del hierro y la furia
la estampida de los caballos
la cascada de los dioses en Islandia

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 97


Cinco

Texto incesante

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 98


Vigilia

admito la ficción
he buscado un fruto púrpura
secular

he sobrevivido al desconcierto de tu plaza


la tiniebla no lo sabe
ámbar ojos perdidos en la torre los pájaros
cuando de un precario borde ha partido la nave de Ulises
hube urdimbre siempre por lo distinto
y en la oscuridad otra la trama
perpetua

en la alcoba el gato espía el veneno


los demonios persiguen a la virtuosa
corceles acuden

de este mundo verde un fragmento


la noche única de los tréboles
mientras un hombre indaga mi lloro varado en el mar

ya el viento del norte sobre él


la tempestad cae

sobre los mortales que no trenzarán mi cabello


altivo en la vigilia

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 99


Abolengo

la paria ronda la propia


torre
deriva de esa nube
sigilosa
que todo dijo
y nada

elige un atajo

extranjera
y olvida

II

la paria
de ronda luna
ronda y busca
la otra casta

de ronda luna y estirpe


la torre se enciende

III

la paria
oculta su ronda
la mentira frágil

único tesoro

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 100


Inventario

una blasfemia a cualquier hora


una ronda cuando amanece
un breve adiós a la filosofía, un reencuentro en el borde próximo
una pesadilla, el vástago, el catecismo
un seductor cuando Hamlet
una sequía si te has ido
una sequía si me voy
un diamante en la alcantarilla
el deseo
otro umbral
una lástima de padre muerto
una aguja para mi sien

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 101


El invitado

que no era la rubia ni mis ojos celestes


supe

y del odio
y del pájaro supe sabíamos

en el balcón
su guitarra ausente, la ausente insidia, la muralla
enferma

y al Este
la jaula
su misa, el sol mío
vertical la túnica
ofrenda
sin voz el réquiem

barrio que fuiste, buenos aires


era
si el candor
árbol de juguete

alter town

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 102


Antes de las mieses

la yema del universo


soles arcaicos

expansión en tu ritmo

burbujas umbrías el instante del lugar no lugar esta farsa


trama en la hiedra de mi mano
verde pez si procuro el sigilo

el ansia

escucha la piel y arde


rojo y hez y angélica
sonrisa

abrázate de mí, dijo el dolor, el de las otras, la mía, tu dolor

y el salto, amarilla salté quise caer quise

el pasaje
residuo antes del feroz abolengo
una
forma
de
pérdida y perdida runa
el cuerpo que éramos
y ya no lloraré
aunque

arcano
fragmento
espada que hundo en la luna

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 103


juguemos con blancas
fuimos la reina
y rey
y alfil idiota
el tablero apurado el idiota juego

bajo la túnica un hilo de oro corroe el tobillo enfermo


mueven negras
y acá
destella la tiara inmerecida

no conocías mi signo

diadema maldita cruz de laureles


una horca
la pira el fuego que no tuvimos
la pira
la encendida criatura que no ombligo
la pira la beata pira
que
hubimos
antes de las mieses

a C. D. Escudero, en mi admiración

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 104


Lot

Peregrino
en tu hora
mi hora
la que fue
tu ahogo, mi presa
en la inocente
fronda

He de partir: todo ha sido


la hembra
cautiva
roja
que dijo sin decir
la sal

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 105


Natividad de mi hermano

el mutismo
el autista
la rabia
todas las promesas
la palabra que nunca dijo
ni dice

es la navidad
la natividad de mi hermano
el árbol que renace con sus muñequitos
la
piel cancerosa
el lirio ausente

jueguen los dioses al deleite


celebren
la noche pagana
mientras
inventamos un fresno druida
que apacigüe
esta túnica
final

tu espanto
la crisálida
el enorme cielo encendido
que nos desconoce

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 106


La playa

Las serpientes iluminan el río, sobre tu costado verde y en el centro.


Un caballo salta al espacio para que domine su sueño amarillo.

Hay un gato cerca de la leña


para conocerte
y un caballo muriendo solo, en la playa.

Y luego
existe
esa fatal rueda: caballo y pez y luz marina
y el caballo y la leña
y un gato
y el sueño amarillo en el borde del agua
roja.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 107


Travesía

se abrió el horizonte
y la noche cayó como un buey muerto

y entonces soy el buey


arañando las nubes de mercurio en brutal regreso a la mitad de mi norte
a su mitad expuesta a la carcoma

soy el buey
no el durazno
no el grito que expandía las galaxias

soy la aceptación de todos los designios


no la que fui en el primer sueño

soy la que seré, buey muerto y piedra

acepto la caída
tras el muro
pero conmigo llevo tu horizonte de travesía griega

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 108


El trébol polvoriento de las horas perdidas

cuando
la
tarde
me
suspende
reescribo
los silencios
que
con el sol
dibujan
la
horca

horca final
sabés
hermano
el dibujo de todas las noches
si el infierno no es navegable

un resplandor es sospecha
flores rojas, tu sepulto
costilla quebrada

y si la pupila es boca, fraterna idiosincrasia, es o era, qué importa


una manzana

huiremos por el infinito cadalso


compramos cerrojos
para la torre
no la de Segismundo
sí la del trébol
polvoriento
de las horas
perdidas

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 109


cáscara
carcoma
rapiña
esfinge
carcoma en el ombligo del tedio, el tedio del mundo
cáscara
rapiña
un universo todos

decime de qué mierda estoy hablando

amigo mío

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 110


los pájaros muertos

tantas veces dije quiero vivir


morir
morirte, ahora, cuando todo es
que me mueras, dije, ahora, vivirte cuando es todo férula
que me mueras, dije, llena de diamantes
llena de méritos
tuve tu sal, tengo
sal quiero
vamos a por tu salto
todavía
toda vida

sos lo que quise quiero querré habitar


el relámpago

la sed
llenos de mérito

la pasión única
su actualidad, el pájaro que amanece

tu bosque
mi lloro para los pájaros muertos

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 111


Europa

Escribir el sueño de Ahab, soy el blanco. Leer la carta, escondida en un recinto,


fragmentada. Escuchar la canción cuando la noche me separa de lo obvio.
Ayax.
Héctor.
Aquiles, cuando la ira.
Las doradas grebas.
Helena, traidora. Prometeo perdonado y Eva exiliada.
Ifigenia, sola en la pira.
Sor Juana, cantando su carne. El Cristo, ignorante, yo te saludo María.
Zeus, su mal gusto. Padre, pater, patricia.

Y Danae supo de mi fuga, de mis fugas, de la turbación.

Volví a Diógenes Laercio. No sé para qué. Nunca se sabe para qué, y vos que
pensabas enamorarte de mí, tan renacentista yo, tan mísera.

Acá estoy, con un cesto de laurel en mis brazos y esta iniquidad.

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 112


A las tres de toda noche

he visto la plaza donde


mordías mi talón

has visto todo


te he mirado

una pequeña fracción del caos


tu hemisferio

luego esta herrumbre de no saber casi todo


la pregunta que no se expone
impudicia a las tres de toda noche
si llamo por agua
por mis aguas
por tu arena criatura

dije, tarde, tu arena criatura


a las tres de toda noche
si bálsamo
si brasa
el volumen de tu letra, una víscera
cautiva
que
a veces sé
relámpago
guerra criatura, los saltos
de tu luz
arena cuando los pájaros

bestia a las tres

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 113


El olor del dolor ido

Es a vos a quien miro


No me digas tu nombre

Prefiero el sol de la siesta


cuando yacías
césped
olor del dolor ido

del humor
del pan
de la mano en mi mano de nuez
la llama
que
abortó esa tarde

cuando volvíamos
del agua
de noches antiguas
de tu noche
de tu olor a sueño

Prefiero el olor de la siesta


el olor del dolor ido, mi pelo tan suelto

que se diría
terminal

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 114


animal

animal, a nuestros ojos


olor de madrugada, si era el cuchillo
pájaro que desnudó ser tu desorden
la has visto casta
y
con su túnica
ellas decían el silencio de la serpiente
si descalzas
esa noche, en la tierra, la sangre
vamos, hermanas
sólo un pacto
es
la bitácora
la sola clave
que nunca sabrás
ni diré
no
diré
no
ya

la copa que consagramos


ofrenda salvaje
el pájaro que nos trina
la hez
de
la hez
de la hez
de otra madrugada

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 115


Aldebarán, a la medianoche

Alguien escribió por error


la sentencia:
la noche acantilada
la música
lo que no nace

Si regreso
he de vestir el luto de la montaña
tu forma del amor y de la muerte
una resistencia que te abarca
y no abarca
y es la verde montaña
que visto de luto, que vestiré de luto verde
cuando regrese
a la noche acantilada
a la música
a lo que claudica.

Y si no regreso al sol tuya será la torre,


otra sentencia:
una suite para cello que azula este costado
esa mano en la montaña verde del luto

lacrimosa
cuando la tarde no claudica

Lo que no nace, si cuello sin norte, tras el luto


te sabe

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 116


La pasión que no dice

las explicaciones de las explicaciones de las explicaciones no dan en el centro


/ /de la intención

juguemos de acá en más a ser más tenues


sólo tenues en la caída

qué decís y qué no decís cuando ya has dicho


cuando ya hemos dicho
cuando la perspectiva le ha ganado a la especie/versión/almíbar que no debe
/ /decirse
a la pequeña pasión que no debe decirse
a la gran pasión que no se dice porque la regla lo prohíbe

juguemos otra vez


la sola intención no merece
la intención dice que somos risibles y no somos risibles –y de verdad somos,
/ /amigo-
que si sentencio inocente me decapitarán, oh, deus, oh esquina ínclita, /
/ /oh especial abrazo, oh arena

hemos fracasado, ilustremente


fracasamos
con todos nuestros títulos
si hemos dicho creo en o no creo en o ellos son malos o ellos son buenos
la
vida
en
la esquina
es
impoluta
es, sabemos
a-política
a-religiosa
a-todo, la no vida

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 117


por eso, amigo, chacal sin exterminio,
sos lo que sos o creés que sos
y yo
sólo
un
pequeñito
escombro
lleno de diamantes
de
otra
vida
de
esta
otra vida

que
dice
ser
pat

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 118


Texto incesante

del color insomne


dije
no nos pertenece

hilo de oro, el tobillo blanco, la túnica que desconozco


tu ojiva
criatura
los leopardos que mueren en la llanura

has visto
cuando la hiedra se enamora del cielo
y queríamos el cielo
y la hiedra
dijo
que no existimos

tocame el pelo
y la cintura
enamorada del muro

los pájaros
que nos dicen
no
nunca
jamás nuestra mesa
el vino
la concesión
el texto incesante

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 119


Indice

Uno
Chacal, de noche

Chacal, de noche, 4
El reino, 5
Peatón, 6
Lady Macbeth, 7
Ajedrez, 8
Gothic, 9
La especie, 10
El agua, 11
Brindis gótico, 12
Bajorrelieve, 13
La cacería, 14
Casta diva, 15
Coutelle, 16
Don’t disturb, 17
Lucifer caído, 18
Sed, 19
En la corte, 20
Caer sidin, 21
Séptimo sello, 22
Melodrama S.XIX, 23

Dos
In limine

Lucifer, 25
Plegaria, 30
Ecce Sack, 31
Mi región, 32
Ceremonia, 33
El otro muro, 34
In limine, 35
Postludio, 37
El juego de las decapitaciones, 38

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 120


Tauromaquia, 39
Schakal, 40
Mictlan, 41
28 de septiembre, 42
Sigo jugando, 43

Tres
Palimpsesto

La hoz, 45
La cuerda infinita, 46
Anoche, 47
Contienda, 48
Prometeo, 49
Ajedrez, II, 50
Urdimbre, 51
Las armas, 52
145, 53
Dafne, 54
Hybris, 55
Ritual, 56
Elfo, 57
Aria, 58
El rey y el cadáver, 59
A contranavidad, 60
Factor insidia, 61
Sacking box, 62
El veneno, 63
Baruj, 64
Cíclope, 65
Fauna, 66
Espejo, 67
Variaciones del aire, 68
Homenaje, 69
Melville, 70
Devolución, 71

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 121


Cuatro
Playa Köchel

Memoria de la desmesura, 73
Nudelunio, 74
Jano, 75
Lectura de marzo, 76
Celebración de la violencia, 77
Fallo perfecto, 78
K.320, 79
Dinamarca, 80
Dinamarca, II, 81
Nube que éramos, 82
Buenos Aires-Marruecos-Venecia-Buenos Aires, 83
Tierra vos, 84
El nombre verde. Hunny Paterson, 85
El hacha, 86
Pentesilea, 87
Pentesilea, II, 88
Hoy y mañana, II, 89
Getsemaní, 90
Horca, 91
Las marionetas, 92
Señor de la batalla, 93
El punto débil, 94
La partida, 95
Entraña, 96
Isla de noche, 97

Cinco
Texto incesante

Vigilia, 99
Abolengo, 100
Inventario, 101
El invitado, 102
Antes de las mieses, 103
Lot, 105
Natividad de mi hermano, 106
La playa, 107
Travesía, 108
El trébol polvoriento de las horas perdidas, 109

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 122


Los pájaros muertos, 111
Europa, 112
A las tres de toda noche, 113
El olor del dolor ido, 114
Animal, 115
Aldebarán a la medianoche, 116
La pasión que no dice, 117
Texto incesante, 118

Patricia Damiano, Chacal de noche, pág. 123

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