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Patricia Damiano - Chacal de Noche
Patricia Damiano - Chacal de Noche
Chacal
de noche
Ignoria Ediciones
ignoria@fibertel.com.ar
Permitida su reproducción
citando autor y fuente
Chacal de noche
Sabes qué significa salir al balcón bajo un cielo que me abandona. Nos
abandona a todos: hemos perdido. Un azul tan perverso, tan víscera solidez
pesadumbre cárcel, tan desequilibrado pesa sobre mi torre. Cuelgan del
insomnio la innúmera farsa y la embestida que sabía cruel. No es la noche la
que me abriga, es el lápiz que me escribe, las calles polvorientas que la
soledad dicta en Chiapas, en Sevilla, en Constantinopla. Es un alfil que ignora
su destino y salva la partida, oscuro. Dame la clave, sé la clave. La clave
pronuncio y me devuelve los nombres, los que he olvidado y el tablero de
mármol que mi pie ha marcado para siempre.
Desisto.
Me renuevo.
Un cuarto con una ventana pequeña donde el águila insiste; las huellas de la
sangre en la pared del no-olvido. Hay una herida roja en cada ladrillo, y yo soy
ese muro.
Sabes qué significa una lágrima en mi yema. Un ardid, una trampa. El solsticio
de verano cuando ya no amamos el verano. Muere, estaré viéndote. Es mi
modo de pactar.
En verdad ella no ha gritado, cree que nunca. Cree que nunca llora y que los
pájaros se adueñaron de su garganta pero él busca un olor a sal anticipada,
huye las yemas, los dientes, huye por el cuello, trata de soltarse de ese
cinturón de noche cárcel piernas que no huyen. Cómo saber si golpearla es el
único placer cuando se piensa repulsivo. Tal vez dibujar la espalda de esa
mujer cruel con alas de niebla, a cuchillo, con el mismo cuchillo. Su mano tensa
detiene una rodilla en el abrazo justo. No tiembla, debe sofocar el grito que lo
ensordece de tan esperado pero el sol se le va de la boca. Ya huele a mar su
pelo silencioso. Ya los dedos. Teme que no esté gritando, que diga quererle;
eso sería inadmisible. Por la ventana pequeña entra la última tarde en pedazos
pero el hombre espera su reino, el reino de mármol donde una túnica blanca
cuando las ojivas se diluían en la noche. Sus manos le parecen ajenas,
acarician a la mujer adagio, la buscan lluvia, no responden.
Otro pájaro anuncia su canto vehemente y entonces ella gira y le tiende los
ojos, más oscuros que cuando los inventaba, más abismo, más caldero, más
nombre estallando silencio, los primeros acordes de un arco listo. Los cuerpos
están allí. Ella no gritará que lo quiere. El hombre lo sabe y tiene miedo. Toma
la daga, piensa en la pared de su cuarto. Piensa en la palabra que ella está
susurrando por vez primera, la que siempre escribían.
Clementes hospedaron
A duras Salamandras llamas vivas;
Su vida perdonaron,
Y fueron rigurosas, como esquivas,
Con el galán idólatra que quiso
Morir como Faetón, siendo Narciso.
FRANCISCO DE QUEVEDO
Túmulo de la mariposa
Detendrás el carro del hijo del sol, todo ha atardecido, el desierto alberga ese
carro mi precipicio tu bosque; otro salmo parece la piedad y el rito, la inicial de
tu nombre, la inquieta calma.
Las serpientes.
La alianza, cuando el muerto dice.
Sólo una cintura fría justifica el sueño. El sol y este universo. Y aquél
y la sed del río.
Resiste el calor sobre la espalda del hierro. Luego, un golpe. Luego, el río.
No seas mi dios. Acercame ese anillo que sibila como un cuervo en la noche de
Escocia, cuando el hechizo si culpa si la sangre lavando el agua lavando el
hueso herido hiriendo la lanza en mi costilla. Un inquisidor llamará a la puerta,
invento un cerrojo. La torre. Lady M. dice dominio dice derrota. Has visto mi
espejo en mi cabello rojo. Has visto mi cuerpo blanco en el castillo, cuando
brillábamos y ya no. Corría el surco en la espalda del rey, como aceite sobre mi
estatua, Macbeth. Macbeth, te amo. Te perdono porque te he parido, letal,
hades. Me inmolo si salvarte pudiere y sabemos que no puedo ¿ves mis dedos,
roja ciénaga piel de oso bajo nuestro desamor mi cabello húmedo?
Alabame, soy mortal y conozco al impío. No hay partida que concluya de una
vez. Las serpientes no han podido. Lady Macbeth cerró tu puerta, abrió el
eterno río. Dijo el permanente barro. Lavó sus manos púrpura. Dejó las caricias
en el agua sucia, esa que nos atormentaba cuando nos abrazábamos si trébol
frío, trébol y calma, trébol robado cuando no
toda noche.
Mueven blancas.
Una pieza ha caído sobre el tablero de mármol blanco y negro, bajo las ojivas.
Es frío bajo los pies que no vacilan. Burzum, desde el precipicio. Es tiempo de
las negras, sangre en las paredes y en mi túnica. La música reúne los
despojos. Mi pie se adelanta, descalzo. Es tan pálido, lleva un hilo de oro en el
tobillo. Deja la huella murmullo herida en el desierto.
Grito.
Esta noche el viento ha de aterir nuestra ventana. Diles que escriban el viento
en la mansión oscura. Que convoquen la palabrasilenciotajo. Diles que beberán
en exceso de la copa de jengibre. Se batirán con dios si dios accede.
Y luego el sueño y el cuchillo y el borde de las historias.
Cede a mi deseo; sobre la mesa habrá papel blanco y tinta y un cuenco vacío.
Los que escriben están escuchando el miedo vegetal, esta muda criatura por
nacer, esta medianoche.
Pactaremos.
Byron herirá la calma con sus ojos de hermano solo. Te tenderá la pluma y le
dirás que sí. No serás Shelley esta noche ni el ángel ni la clave que todos
buscan. Vendrás y te irás como la espuma. En las escaleras, el mármol
guardará tu sombría pena descendiendo. El monstruo se está gestando con
otro nombre.
Una noche barroca, las rodillas sobre el suelo, la inquietud de algunas danzas.
Dentro de mí, herido. Ella dijo la primera palabra y fue partera e incinerante, las
cenizas que espero. Vuelve al recuerdo con ojos ulcerados: vuelve. Cada vez.
El agua
El guijarro.
Me llamo a tregua.
Dijo la comunión, esta tarde. Así es él: salta, animal, a nuestros ojos.
Convertiremos este arbolillo en selva sobre el borde helado, en la línea roja de
tu casa.
Escribes la cacería como puedo dibujar la marcha de los alfiles, sobre el muro
blanco y negro la oblicua sombra. La cacería de la noche me anunciaron. No
era Uriel, luminoso. Ni Oscuro, en las batallas celtas. Era el pozo en el espejo,
la luna en los aljibes de la historia nueva, el acaso intolerable universo de
Borges en El suicida.
El mar no vacila. Vacila la presa y se despide. Abre tus brazos para mi cuchillo:
te daré el sueño, no el olvido.
El hambre.
Un absoluto. La cacería.
Las pezuñas sucias del fauno hirieron pechos tan blancos, y al despertar, una
coraza interrumpía el orden, junto al lecho.
No había sombras sobre el muro ni pudo escribir su nombre. Sólo el lado azul
le dio una clave, una risa de chacal o de Sísifo, el llamado salvador que no
entendía. Una mancha.
Música que yo no puse. Voz que no es la mía. Digo con menos palabras.
Música que llega como un sacrificio ritual y que es la inflexión de algún camino.
Te pienso como la mano que me ayudó a sostener la noche. Sé que sos tan
nocturnal como tu única puerta; es el crepúsculo, aunque sonrías cuando el sol
sucede y sonrías más cuando el día alto. Pero el búho de Palas Atenea sólo
levanta vuelo al anochecer; no hay otra sabiduría que la crepuscular.
La partida he ganado: soy este cuarto y la voz, esta voz del alarido cuenco
diatriba. Casta diva y Fassade en la calma incierta. El bosque debe su misterio
a la mariposa, al gusano. Diles que somos uno y lo mismo. Hubo un disparo y
esta espada que entona su aire en el espacio, y hay la sangre que no duele.
Los caballos se desbocan; tiéndeme a Mishima muriendo, él sabe que el honor
es un placer cautivo y que lo has perseguido en el rumor de una hoguera.
Juega conmigo en el revés del océano. Estaré porque has sabido que el error
te apuñalaría a las cuatro.
Cree el sable poblar la saliva y el cabello que te desmiente. Somos este cálculo
del mar y de las torres. Tú, la torre. Tú la altura. Tú un animal herido que
gemirá cuando también hiera este durazno.
Es otro el César.
Séneca escribe para nosotros mientras delibera el futuro del imperio con los
generales y los jefes de tropa. Petronio sólo piensa en la libertad. Un filo a su
lado lo tranquiliza.
Ella es morena. Juega con sus dedos mate sobre el peplo y en las trenzas.
Petronio la está abandonando con el rigor de los principios. Toma la daga y no
quiere escuchar ya.
No seas mi dios, alábame. Sostiene este anillo que sibila como un verso en la
noche de Escocia, cuando el hechizo. Un inquisidor llamará a la puerta; invento
un cerrojo. La torre, donde una pared es el atavío caníbal.
Me obligo a la teoría.
Me desentiendo así del suicidio. Y entonces, Gea, la que todo lo preside, habla
de un orden.
De algo, fuera de tiempo.
In limine
Ellos te amputaron.
Torpe criatura
virgen en desuello,
tu intemperie atavía como una sombra.
A prisa en el silencio
he quedado
para no interrogar ya nunca
al viento
sobre tu fiesta secreta.
aparta de mí el estío
10
11
el universo contrayéndose
la orilla del cazador
la voz del pájaro antes de la jaula
ve al fondo
la miseria me recuerda
13
haya luceros
y allí será el llanto final
y la música
porque yazgo en un témpano
dadme el témpano y el sol
tu alfombra de nísperos dadme y la ciudad enferma para que ande sola
buscando tu edificio
vivirte es componer una música muerta dadme la música tengo frío
dadme el frío dadme la magia
dadme un solar sin llamas sin pájaros sin tu voz
encuéntrame en las grietas del universo
en tus grietas
allí estaré
Bajo mi techo
alguien
cruza la nada, este muro.
Adolezco orilla
me detengo en el aire
atravieso el occidente y el desencanto y adolezco estirpe
ciudad perenne y ajena,
yo orilla
adolezco, corporeidad del poema
ausente
de otro,
en cautiverio yo te reescribo
en el muro.
OCTAVIO PAZ
Yo soy tu muro,
la sonrisa de cal, la guirnalda con que te atavían
ahora
para la tarde.
en el revés de todo
todo me llama
III
Me he sentado en el umbral
con la muerte cautiva en mi ropaje.
Es la marcha crepuscular del tósigo
que inclina los cipreses.
Es julio en mi umbral.
el mal a pedazos
y dentro,
azul,
llorar el bosque,
la arena, llorar el pájaro.
La sonrisa perversa.
la espuma de la noche
avanza
avanza la noche asilo rumbo
la luna es una corona de muérdago
un dolor rupestre
nos puebla
y la incandescencia viste de hiel y almíbar
la espuma de la noche
avanza
golpe sinuoso el olvido
estallaron los paraísos
se ahueca el relámpago
avanza la noche erebo silbo
sobre el cristal moribundo
la espuma pinta una grieta en el párpado
avanza
sobre la almohada tierra
cuenco para que resbale la noche
invitada en secreto
hemos tocado la espuma
un navío de túnicas disuelve el espanto
y el grito con que nacías
Yo lo he visto.
Si el jardín desaparece, que así sea.
Como cada noche, yo vendré
a entregarte el pan.
Cerré la puerta de Ovidio sin saludar.
Abrí la puerta de la torre
abro la única puerta, llevo un pan.
Cerraré la puerta de Orestes.
Cerré la puerta del Castillo,
llevo un pan y el olor del níspero y la vid,
llevo la vid y las aguas retroceden.
No soy Thamar Ruth Fumiko Antígona
ni soy yo la que soy
ni la ola que huye
en cuanto toca la playa.
Yo los he visto.
Si Sigfrido muere, repararé su muerte
porque él es el mismo.
Si Dido si Roland
Si Patroclo
Si Enkidu.
Palimpsesto
ahora
el aire
es un responso de pájaros hambrientos
juguemos a que sí
adelanto torre reina a ver qué hacés
vana arena
adonde llevarme
La noche
Absconditus Deus
Luego
por el genio
comenzará la rapiña.
Te abro
larvas sólidas púas fiebre lunas que no ves.
Urdo tempestades,
suplico.
Frente a mi tienda, más acá de la batalla, todas las espadas aguardan a que la
noche desista.
Un sentido, en el que vos y yo, pasos de insecto sobre la superficie del agua.
La medida luna cercena tu sombra bajo su cuerpo. Ella gime una profecía en tu
garganta.
Le dirás que hay prisa en la boca del universo, en mi boca. Y que lo cercano se
aleja de la piel quieta. Laurel fui y aún en el crepúsculo ella reconoce mi voz en
tus dedos.
para comprender el furor, para que alcance el escarabajo azul, el furor para
claudicar y no claudicar, el quebranto de una mariposa, un filo sibilando bajo
los cielos, el trigal, el furor para decirnos que hemos fallado, el réquiem en
playa köchel, el furor para volver a la tierra y que importe, el signo heroico del
muro cuando arranqué las madreselvas, el ajedrez hasta la última partida torre
contra caballo, occidente y no, no occidente, el furor, las pieles y el transfer y el
poema secreto, el terreno vedado, la luz al final de las migajas, la sospecha de
cada palabra, su inutilidad, el furor
Soy ese pacto sanguíneo pero jamás, jamás tendré el cuerpo y una pluma
/ para firmar.
He fallado.
No.
No es verde.
Hoy, sólo el unicornio de una tarde de sueño, un tósigo con el sabor disperso
de la madera, del viento, quizás un sable; ya todo se alberga en el brillo del sol,
en la cruz que los cuerpos imaginan cada noche.
Sola y tarde supe, tan tarde, supe que yacías el miedo y yo tan lejos, tan cierta
traición.
Y entonces llegué, silencio; cautiva sin vacilar, tan cerca como para tocar en
una, tu muerte mi muerte.
Entrar a la muerte con los ojos abiertos, un privilegio que debemos merecer
como Adriano.
¿Me quitarías los cristales de esta noche con el mínimo dolor? ¿Volarías sobre
el tablero, rey voraz, alfil sin deriva, torre contra caballo?
voy por el sendero, saben que devastaría el primer fruto, ustedes me conocen
ve por mí
Playa Köchel
que estás esperando que siempre nos damos nos dimos somos ahí cuando
caemos míseros sublimes en uno
nuestra puerta,
tu puerta cerrada
puerta alta en la torre que somos
que soy
cuando vos, torre contra caballo,
legislás un signo, el designio que dice y no
que ya has vivido
quién sabe
y no sabe
que no te muero y la gracia
si el aire de esta mañana
cuando los pájaros
el bosque
mi cuerpo
alberga el eco del plenilunio y el estupor
de haberte visto
una vez
exánime
como un saxo triste, en abandono
La llave está
y está el peso de la sombra.
Los ojos son ese centro de la hondura,
la bruma de dos muertas.
Dónde
hoy
la llave, esa llave,
la mira de las que he sido.
no he querido
nada
más
que ese juego irreversible
del agua
¿Vamos,
vampiro,
por las trampas?
Por los misterios
individuales: alfiles sin deriva que éramos.
Los misterios
-en uno-
que desesperamos sean.
Son, somos,
en tu risa con tu risa, cadalso.
la luz entera
la torre
en Dinamarca
morir
y morir
No es ruindad el relámpago
ni tus monstruos
ni el breve paso en la llanura, soltá a los pájaros, dijo
cuando la nube se disolvía en deidades dobles.
La tragedia es lamentar la almohada rota,
cada cual su almohada
si se ha tejido el canon, la sonata, el mezquino beso, la total calumnia, la ley,
el beso todo, los suicidios,
ella
con el olor a laurel en su costilla.
amanece
no logro dormir y no pulsaré un teléfono infiel
los pájaros dicen lo que no quiero escuchar
enciendo el aire para que respires
pero no hallo el tesoro que Mardrus tradujo como la noche 845 de las 1001
corro la cortina y el cielo es nuestra melancolía a su hora
horca
Pat
con todo el horror como testigo
Enorme
gerundiamente, como instruyen los dioses,
la tierra metal, la vida aciencia, la visión aguda como un eco
Pared de aire
por debajo de la tierra sub-levada
en el lugar de los árboles
Hunny Paterson se demora. Las piedras. Aquel sueño. La crueldad del aire.
Llevame
en la respiración
de los soles
primitivos
-piel, sé hacha,
expiemos
la suite para violín desnudo, aquélla-
Ante vos
siempre fracaso
En la pequeña hora,
la espada lejos del amoroso vuelo,
Héctor ha de morir
tres veces
en torno a Ilión.
apocalipsis
inminente
sobre
la tarde
vos en buenos aires y yo
prohibida fuga
Al oeste yaces;
yazgo al sur de las ciudades
cuando el telón desciende entre nosotros y los aplausos.
en tu laberinto
quise quedarme
pero la altivez se traza con sangre
ahora el desierto:
llevaré otro trino, no el de hoy, sabiendo esta mañana,
espejo contiguo -eras espejo-
que ya no queda cosecha para morir con mérito
el corredor anuncia
lo que jamás ha de ser
a tierra en cielo, a voz en agua, lo que nunca
ha de fingir
exaltación de la vigilia
cruje ese libro extremo que la lluvia nos roba si hemos volteado
y la noche negra cabalga
no
Yo de la vida traigo
un sabor amargo de cicuta,
dijiste
en otras arenas
Caín, la víctima
como si raíces
y espejos que te desconocen
significaran
No llora la palabra
no llora el llanto no llora los dedos quietos no llora la piel de la tierra
no reconoce la risa ni la piedad de aquella noche
Nadie mira esta niebla que desanda los huesos, esta palabra
que tuerce la caída
el perenne calor del hierro y la furia
la estampida de los caballos
la cascada de los dioses en Islandia
Texto incesante
admito la ficción
he buscado un fruto púrpura
secular
elige un atajo
extranjera
y olvida
II
la paria
de ronda luna
ronda y busca
la otra casta
III
la paria
oculta su ronda
la mentira frágil
único tesoro
y del odio
y del pájaro supe sabíamos
en el balcón
su guitarra ausente, la ausente insidia, la muralla
enferma
y al Este
la jaula
su misa, el sol mío
vertical la túnica
ofrenda
sin voz el réquiem
alter town
expansión en tu ritmo
el ansia
el pasaje
residuo antes del feroz abolengo
una
forma
de
pérdida y perdida runa
el cuerpo que éramos
y ya no lloraré
aunque
arcano
fragmento
espada que hundo en la luna
no conocías mi signo
a C. D. Escudero, en mi admiración
Peregrino
en tu hora
mi hora
la que fue
tu ahogo, mi presa
en la inocente
fronda
el mutismo
el autista
la rabia
todas las promesas
la palabra que nunca dijo
ni dice
es la navidad
la natividad de mi hermano
el árbol que renace con sus muñequitos
la
piel cancerosa
el lirio ausente
tu espanto
la crisálida
el enorme cielo encendido
que nos desconoce
Y luego
existe
esa fatal rueda: caballo y pez y luz marina
y el caballo y la leña
y un gato
y el sueño amarillo en el borde del agua
roja.
se abrió el horizonte
y la noche cayó como un buey muerto
soy el buey
no el durazno
no el grito que expandía las galaxias
acepto la caída
tras el muro
pero conmigo llevo tu horizonte de travesía griega
cuando
la
tarde
me
suspende
reescribo
los silencios
que
con el sol
dibujan
la
horca
horca final
sabés
hermano
el dibujo de todas las noches
si el infierno no es navegable
un resplandor es sospecha
flores rojas, tu sepulto
costilla quebrada
amigo mío
la sed
llenos de mérito
la pasión única
su actualidad, el pájaro que amanece
tu bosque
mi lloro para los pájaros muertos
Volví a Diógenes Laercio. No sé para qué. Nunca se sabe para qué, y vos que
pensabas enamorarte de mí, tan renacentista yo, tan mísera.
del humor
del pan
de la mano en mi mano de nuez
la llama
que
abortó esa tarde
cuando volvíamos
del agua
de noches antiguas
de tu noche
de tu olor a sueño
que se diría
terminal
Si regreso
he de vestir el luto de la montaña
tu forma del amor y de la muerte
una resistencia que te abarca
y no abarca
y es la verde montaña
que visto de luto, que vestiré de luto verde
cuando regrese
a la noche acantilada
a la música
a lo que claudica.
lacrimosa
cuando la tarde no claudica
que
dice
ser
pat
has visto
cuando la hiedra se enamora del cielo
y queríamos el cielo
y la hiedra
dijo
que no existimos
tocame el pelo
y la cintura
enamorada del muro
los pájaros
que nos dicen
no
nunca
jamás nuestra mesa
el vino
la concesión
el texto incesante
Uno
Chacal, de noche
Chacal, de noche, 4
El reino, 5
Peatón, 6
Lady Macbeth, 7
Ajedrez, 8
Gothic, 9
La especie, 10
El agua, 11
Brindis gótico, 12
Bajorrelieve, 13
La cacería, 14
Casta diva, 15
Coutelle, 16
Don’t disturb, 17
Lucifer caído, 18
Sed, 19
En la corte, 20
Caer sidin, 21
Séptimo sello, 22
Melodrama S.XIX, 23
Dos
In limine
Lucifer, 25
Plegaria, 30
Ecce Sack, 31
Mi región, 32
Ceremonia, 33
El otro muro, 34
In limine, 35
Postludio, 37
El juego de las decapitaciones, 38
Tres
Palimpsesto
La hoz, 45
La cuerda infinita, 46
Anoche, 47
Contienda, 48
Prometeo, 49
Ajedrez, II, 50
Urdimbre, 51
Las armas, 52
145, 53
Dafne, 54
Hybris, 55
Ritual, 56
Elfo, 57
Aria, 58
El rey y el cadáver, 59
A contranavidad, 60
Factor insidia, 61
Sacking box, 62
El veneno, 63
Baruj, 64
Cíclope, 65
Fauna, 66
Espejo, 67
Variaciones del aire, 68
Homenaje, 69
Melville, 70
Devolución, 71
Memoria de la desmesura, 73
Nudelunio, 74
Jano, 75
Lectura de marzo, 76
Celebración de la violencia, 77
Fallo perfecto, 78
K.320, 79
Dinamarca, 80
Dinamarca, II, 81
Nube que éramos, 82
Buenos Aires-Marruecos-Venecia-Buenos Aires, 83
Tierra vos, 84
El nombre verde. Hunny Paterson, 85
El hacha, 86
Pentesilea, 87
Pentesilea, II, 88
Hoy y mañana, II, 89
Getsemaní, 90
Horca, 91
Las marionetas, 92
Señor de la batalla, 93
El punto débil, 94
La partida, 95
Entraña, 96
Isla de noche, 97
Cinco
Texto incesante
Vigilia, 99
Abolengo, 100
Inventario, 101
El invitado, 102
Antes de las mieses, 103
Lot, 105
Natividad de mi hermano, 106
La playa, 107
Travesía, 108
El trébol polvoriento de las horas perdidas, 109