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MUJERES FUERTES

MUFUVA

-M UJERES FUERTES Y VALIENTES-

ALEJANDRA STAMATEAS
MUJERES FUERTES

ALEJANDRA STAMATEAS
Mujeres Fuertes
Alejandra Stamateas

Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o par-


cial. Para utilizar o reproducir alguna parte de este libro en cual-
quier formato será estrictamente necesaria la autorización escrita de
parte del autor.

www.presenciadedios.com
mufuva@presenciadedios.com

Colaboraron en esta obra


Diseño Gráfico: Samanta González y Noelia Pepe
Edición: M.Angela Rascovsky, Mariela Iwanczuk, Vera Mansilla

Stamateas, Alejandra
Mujeres fuertes. – 1° ed. – Buenos Aires : el autor, 2004.
110 p. ; 20x14 cm.

ISBN 987-43-7503-5
MUJERES FUERTES
INDICE

Introducción

Capítulo 1:
Los movimientos de la mujer en la historia
I. Los movimientos de la mujer en la historia. -17-

Capítulo 2:
Las mujeres: mitos y cuentos de hadas
I. ¿Qué queremos las mujeres? -25-
II. Los mitos y los cuentos de hadas -27-

Capítulo 3
Diferencias entre el hombre y la mujer
I. ¿Por qué nos cuesta tanto llevarnos bien con los
hombres? -47-
II. ¿Cuáles son los posibles roles dentro de la
pareja?-51-

Capítulo 4
La autoestima
I. ¿Qué es la autoestima? -57-
II. Formas de pensar destructivas -64-
III. Cómo ganar confianza -65 -

Capítulo 5
Maltrato y abuso emocional
I. Maltrato y abuso emocional -69-
II. El aporte de la psicología -69-
III. El aporte de la sociología -72-
IV. El aporte del feminismo -75-
V. El abuso emocional -77-
VI. ¿Cómo ejerce control el abusador? -82-
Capítulo 6
Las crisis, el éxito y el fracaso
I. Las crisis, el éxito y el fracaso. - 87 -
II. Hablemos sobre el éxito (...y el fracaso) -88-
II. Condiciones básicas para fracasar en la vida -89-
IV. Claves para reconocer que no hacemos aque-
llo que deseamos. -93-
V. Roles -94-

Capítulo 7
La mujer desde la perspectiva espiritual
I. La mujer en el antiguo testamento -101-
II. La mujer en el nuevo testamento -103-
III. La mirada de Jesús sobre las mujeres -105-

Bibliografía
Dedicado a las pastoras
del Ministerio Presencia de Dios.
INTRODUCCIÓN

Este libro fue originalmente un sueño de Dios.


Experiencias propias y de otras mujeres a mi alrededor, me
llevaron a entender que Dios puso un espíritu fuerte en toda
mujer. Muchas veces ese espíritu fue opacado en gran me-
dida por la cultura, otras veces, se escondió detrás de otras
personas. Sin embargo si ese espíritu sale a la luz, logra gran-
des cosas.
Estamos viviendo tiempos difíciles, como nunca antes. El
espíritu de mentira, de violencia, de error, está penetrando y
capturando la sociedad entera y produciendo dolor en el co-
razón humano.
Por ello, hoy más que nunca se necesita tener un espíritu
fuerte para ser mujer. Y estoy convencida que todo dolor
vivido por una mujer, en cualquier etapa de su vida, (en
cualquier situación económica, en cualquier situación fa-
miliar, en cualquier situación laboral, etc.) provocará un
impacto fuerte en su espíritu, y que en lugar de permitir que
ese impacto provoque una herida que la lleve al odio o a la
frustración, ocasionará una explosión en su interior.
Explosión de nuevos conocimientos sobre sí misma y sobre
los otros; explosión de nuevas actitudes frente a la vida; ex-
plosión de experiencias de crecimiento, de búsqueda de nue-
vos logros, de incorporación de nuevos sueños. Una explo-
sión de fuerza y de vida que la impulse hacia adelante, tan
rápidamente que ni siquiera haya tiempo para mirar hacia
el dolor pasado. Esto hace de una mujer una “Mujer Fuerte”
Hoy te digo como dijo el profeta Isaías (en la Biblia) hablán-
dole a una mujer muy especial: “Despierta, despierta, víste-
te de poder, oh Sion; vístete tu ropa hermosa, oh Jerusalén,
ciudad santa. Sacúdete el polvo; levántate y siéntate, Jeru-
salén; suelta las ataduras de tu cuello, cautiva de Sión”.

Sácate por propia voluntad todo lo que se te haya pegado del


pasado, todo hecho triste o doloroso, esos malos tratos o ma-
los entendidos. Sacude ese polvo que te quedó pegado al cuer-
po: costumbres, actos, palabras y deseos que no te hacen
bién, que no te traen salud; y luego muévete aún más para
soltar las ataduras de tu cuello, aquello que no te permite ir
más allá de los límites que tu u otros te han puesto.

Una atadura en tu cuello hace que siempre gires en círcu-


los; que no excedas la línea trazada, ni para atrás ni para
adelante, ni para los costados; y hace que, aunque te mue-
vas un poco, siempre termines sentada en el centro de tu
conflicto. Pareciera que buscas salidas, pero la correa te vuel-
ve al mismo lugar del inicio; pareciera que quieres buscar a
alguien, pero extiendes tu brazo y como no llegas, vuelves al
mismo lugar del principio.

“¡Suelta las ataduras de tu cuello!” decídelo por ti misma. A


veces soltar esa atadura implica mucho sufrimiento, impli-
ca dejar algo que parece ser lindo o bueno, pero que lo único
que logra es esclavizarte más.

Esto es doloroso, porque cuando uno se acostumbra a la es-


clavitud, hasta se siente la sensación de que tiene cosas bue-
nas. A veces tu esclavitud puede hacerte sentir algo segura,
puede hacerte sentir saciada en algunos aspectos, puede hasta
parecerte cómoda. Pero en definitiva es esclavitud, y noso-
tros hemos sido llamados a libertad, porque Dios sabe que
ése es el mejor estado en el que los seres humanos podemos
vivir.
Lo que te ata es lo que te impide salir adelante.
Eso que te ata, te adormece y te paraliza.
Para ser una mujer fuerte debes ser libre de toda atadura.

Alejandra Stamateas
mufuva@presenciadedios.com
Tel. (5411)4923-0700
José Bonifacio 332, Buenos Aires, Argentina
CAPÍTULO 1
LOS MOVIMIENTOS DE LA MUJER EN LA HISTORIA
MUJERES FUERTES

I. LOS MOVIMIENTOS DE LA
MUJER EN LA HISTORIA

El paleolítico fue un período feliz, ya que se presume que


había abundancia de recursos en las aldeas. En el ámbito de
la religión tenía predominio las divinidades femeninas.

El período neolítico se caracterizó por la organización social


del matriarcado, que entendía el linaje por derecho materno
y una poderosa presencia femenina en la sociedad.

Pasaron los siglos y se desarrolló la cultura griega, y allí, la


mujer es confinada a la vida privada, la obediencia y la pri-
vación del conocimiento.
En Roma, la mujer no poseía derechos. El padre, el suegro o
el marido eran jefes todopoderosos dueños de un objeto lla-
mado: mujer. Las mujeres eran naturalmente inferiores,
no podían ejercer funciones administrativas, jurídicas o po-

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MUJERES FUERTES

líticas, lo que nos lleva a pensar que no eran más que un


esclavo.
En las familias se conservaba a los hijos varones por una
necesidad militar, y por lo general, a una sola hija (al resto
se las sacrificaba matándolas).
Las mujeres no estudiaban; hilaban la rueca y esperaban
casarse, con un varón que su padre seleccionaba. Es intere-
sante ver que en esta sociedad romana se tenía un gran res-
peto por la esposa y la madre, así como por la prostituta a
quien se le reconocía una función social.
Las mujeres estaban condicionadas a sus roles y controla-
das por la paternidad dominante. Sólo hacia fines del sigloIV,
se le retiró el derecho al padre de decidir sobre la vida o la
muerte de sus hijos.
Con la difusión del evangelio desapareció la primer discri-
minación entre los sexos. Se afirmó que el derecho a la vida
correspondía tanto a las niñas como a los varones.

Jesucristo fue el primer liberador de las mujeres, con


él la mujer pasó a ser considerada como persona. De
esto hablaremos en la última parte de este escrito.
Este vuelco significativo conduce a la aparición de las pri-
meras damas andantes, pioneras y precursoras. En este tiem-
po las monjas comienzan a adquirir conocimiento y los trans-
miten.
Pero la liberación de la mujer fue efímera; paulatinamente
se la fue confinando a un saber doméstico y limitado. A fi-
nes del siglo XIV y comienzos del XV, la instrucción se con-
vertiría cada vez más en patrimonio de los hombres.

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MUJERES FUERTES

Luego de la época feudal, donde lo individual y lo privado


era mal visto, ya que el estilo de vida social apuntaba a for-
mar y a moverse en masa, apareció una etapa de soledad,
de nacimiento, de individualidad, y el gregarismo era consi-
derado entonces un exceso. Es aquí donde el propio cuerpo
pasó a la intimidad y la persona recibió el permiso social
para explorarlo.

La mujer, dotada de un cuerpo “más permeable a la corrup-


ción”, requería una vigilancia especial y era al hombre al
que le correspondía por derecho ejercerla. La mujer no po-
día vivir sin un hombre, debía estar bajo su dominio.
Luego apareció el amor cortés, que es un amor privado; aquí
se le reconoció a la mujer su capacidad “natural” de hacer el
bién y transmitirlo. Se le atribuyó la tendencia a actuar en
sentido positivo. La mujer adquirió poder en el amor e influ-
yó sobre el amado al despertar sus más nobles sentimientos
y el deseo de realizar “buenas acciones”. El amado le confi-
rió reconocimiento.

En los tiempos medievales las mujeres que quedaban solas


por haberse escapado de los círculos familiares o por haber-
se revelado al orden familiar patriarcal, eran aisladas como
enfermas mentales, y apartadas de la vida cotidiana.
Las brujas fueron mujeres solas, casi libres, viviendo en una
zona de riesgo pero vivas al fin. Personificaban la rebeldía y
el acceso violento al deseo de saber. Durante mil años fue-
ron los únicos médicos del pueblo. No se encontraban entre
las clases altas.

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MUJERES FUERTES

Luego de esto aparecieron las amazonas. Eran guerreras. Se


decía que eran mujeres crueles, vencidas por el poder del
hombre, tanto en el combate como en el amor.
Algunos dicen que este mito ha sido interpretado como la
representación monstruosa, hecha por los griegos, de un
mundo bárbaro y salvaje, opuesto al mundo de la cultura.

Es interesante ver que el mundo salvaje estaba formado sólo


por mujeres. Según la leyenda estas mujeres se cortaban el
pecho derecho para poder disparar el arco. Amazonas signi-
fica “sin pecho” y representa a la vez una victoria y un fra-
caso: Victoria porque demostraban su autosuficiencia (aun
cuando el precio era caro: la amputación de una parte fun-
damental de sí mismas, su feminidad).

Fracaso, porque el poder varonil triunfaba sobre estas mu-


jeres, ya que duraban sólo el tiempo de la creación de un
mito, interesando a los demás como una curiosidad y para
mostrar el fracaso social de una comunidad formada sólo
por mujeres.

En el siglo XIX aparecieron las mujeres burguesas, quienes


estaban cansadas de las convenciones sociales y de los im-
perativos que la sociedad les imponía: ser dóciles, seducto-
ras, conseguir un marido, criar hijos, envejecer, morir.

El deseo sexual de estas mujeres era reprimido.


La burguesía determinaba que eran las mujeres las que de-
bían criar a sus hijos y no las nodrizas. El instinto maternal

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MUJERES FUERTES

se comenzaba a considerar natural y la dedicación a los ni-


ños pasaba a ser la máxima ocupación femenina.
Luego comenzaron a aparecer los movimientos feministas
con el consiguiente rechazo de hombres y mujeres.

Al final del siglo nació el psicoanálisis y los textos freudianos


mostraban las influencias culturales. Las mujeres obsesio-
nadas por los deberes conyugales obedecían las prohibicio-
nes culturales.
Se creía que la mujer llevaba un impedimento carnal que
afirmaba su debilidad natural: “la menstruación”. Debido a
este impedimento físico a la mujer no le correspondía estu-
diar, ya que sólo conseguirían debilitarse y perjudicar a sus
familias y a ellas mismas.
La burguesía educaba la sexualidad en represión, el desbor-
de de los sentidos era anulado y se les enseñaba a las muje-
res a reprimir sus manifestaciones sexuales.

Comenzó, al mismo tiempo, a asomar la sensualidad feme-


nina en forma arrolladora y se la consideró enemiga de la
sociedad. A la moral materna de las mujeres supuestamen-
te sanas, se le contraponía la inmoralidad de las “locas” que
no estaban involucradas en la tarea de producir y reprodu-
cir.

Por lo tanto, el único rol de las mujeres era: madre. Elegían


parejas con estructuras establecidas para mantener la su-
misión y la servidumbre de ésta.
Se inducía culturalmente a la mujer a aniñarse e
infantilizarse con el propósito de reducir su potencial autó-
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MUJERES FUERTES

nomo y a conservarla en el marco de una útil servidumbre


en sus supuestamente naturales tareas de ama de casa.

En el siglo XX los roles cambiaron, luego de las dos guerras,


la mujer fue casi arrancada del ámbito privado, para de-
sempeñarse en el público. Los hombres estaban en el campo
de batalla y las mujeres debían proveer para la familia.
El estilo de vida se modificó, creció el individualismo, la cul-
tura se tornó “light”. Las mujeres tuvieron derecho al voto,
estudiaban, conquistaban. El divorcio conoció una época de
auge.
La mujer sola cobró autonomía y poder de decisión. Surgió
la familia ampliada o lo que se conoce como familias en-
sambladas, resultante de la unión de dos personas con ma-
trimonios previos (con o sin hijos). Un “todo vale” se instaló
como parte de la cultura.
En esta etapa las mujeres trabajan en el desarrollo de sí mis-
mas, atadas algunas al pasado, dudosas por momentos de lo
que estaban haciendo. Se enfrentaron a un mundo que co-
menzó a carecer de valores y esperanza.

Muchas mujeres hoy no han salido a ocupar sus lugares,


pero se están preparando; por lo tanto lo que ocurre es un
fenómeno que apuesta al futuro.

Estoy segura que el siglo XXI las está esperando y


ellas acudirán a la cita.

-22-
CAPÍTULO 2
LAS MUJERES: MITOS Y CUENTOS DE HADAS
MUJERES FUERTES

I. ¿QUÉ QUEREMOS LAS MUJERES?

Esta pregunta suscita una serie de sentimientos inesperados


y poderosos: mucho deseo, mucho anhelo, mucho dolor a
flor de piel.
El dolor del destino, de la existencia; un dolor al que es de-
masiado fácil acceder.
Esto nos recuerda la imposibilidad de satisfacer nuestros más
profundos deseos, por ejemplo: la imposibilidad de no enve-
jecer, del retorno de los que se fueron, de protección, de sig-
nificación, de reconocimiento, de un amor eterno.

Cuando estos deseos llegan a dominar nuestra vida, recurri-


mos a la ayuda externa, familia, amigos, terapeutas, etc.
En realidad consultamos por los problemas cotidianos: sole-
dad, auto-desprecio, baja estima, impotencia, dolores de ca-
beza, obesidad, hipertensión arterial, depresión, cambios de
ánimo; pero detrás de estos síntomas se extienden raíces
profundas que debemos sanar.

-25-
MUJERES FUERTES

Existen cuatro dolores grandes con los que los seres huma-
nos debemos enfrentarnos:
1. Nuestra muerte y la de nuestros seres queridos.
2. Nuestra libertad para manejar y armar nuestra propia
vida.
3. Nuestra esencial soledad.
4. Ausencia de significado o sentido en la vida.

Las mujeres tendemos a luchar o a quedarnos empantanadas


en el segundo dolor que tiene que ver con la sensación de
incapacidad que a veces tenemos para manejar nuestra vida
y armarla de acuerdo a los sueños que en algún momento
tuvimos. En esta área es donde más debemos trabajar.
Es como si al nacer, a cada mujer se le entregara una llave.
Con esta llave ella puede controlar su vida. Pero ella la en-
trega primero a sus padres, otorgándoles naturalmente el
control de su vida hasta la adolescencia, donde parecería que
aparece una cierta tendencia a la rebeldía, a querer gober-
nar su propia vida y lo hace así por un tiempo.
Se casa o se involucra con una pareja, y allí vuelve a entre-
gar esa llave al hombre que supuestamente sabrá tomar me-
jores decisiones que ella.
Así, la mujer comienza a armar su vida en función de los
otros, permitiendo de esta manera que le conduzcan en el
camino, de acuerdo a voluntades externas.
Retomar el control de su propia vida, volver a recuperar esa
llave, es un proceso muy difícil, especialmente si no se la ha
tenido por mucho tiempo, pero a la vez es una aventura
digna de vivirse.

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MUJERES FUERTES

Al intentar recuperar el control de nuestras vidas, las muje-


res nos encontramos con obstáculos a nivel personal, fami-
liar, cultural y muchas veces religioso, a los que nos debe-
mos enfrentar.

¿Por qué nos es tan difícil tomar las riendas de nuestras vi-
das sin pedir permiso?

II. LO S M ITOS Y LOS


C UENTOS DE HADAS

Las mujeres luchamos con mitos, y estos mitos han hecho


que, como decíamos anteriormente, entreguemos la llave
de nuestra vida a otras personas que no siempre usaron esa
llave correctamente. Sea que se la hayamos dejado al cuida-
do de un tercero, o la hayamos guardado nosotras mismas,
hemos encerrando nuestra vida para que nadie más nos las-
time, y en ese encierro, dejamos enterrados todos nuestros
sueños, ilusiones, expectativas, dones y capacidades.

Culturalmente, siempre, se ha presentado a la mujer como


“tonta”. Vamos a analizar con ojos de adultos lo que escu-
chábamos vez tras vez, cuando éramos niñas:
Caperucita Roja y su abuela eran dos tontas unidas a una
tercera tonta, una madre, que envió a la niña al bosque con
sólo una advertencia “que se cuidara del lobo”. La niña va
como tonta, caminando por el bosque con una sola adver-

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MUJERES FUERTES

tencia y revoleando una canastita, y una abuela que no se


puede valer por sí misma necesita que la nietita le lleve la
comida. En esencia se necesitan tres mujeres tontas para
crear un héroe: el cazador.

En otros casos aparece la princesa, que fue sirvienta en pri-


mera instancia para que un príncipe la pueda rescatar de su
miseria, como en “La Cenicienta”, que más adelante anali-
zaremos.

De este modo se crea una red de acuerdos entre hijos/as y


sus madres con la cultura, acuerdos preestablecidos de cómo
debe vivir, relacionarse y actuar una mujer y un hombre
dentro de la sociedad. Hombres y mujeres tienden a adap-
tarse o a cumplir el rol que se les asigna.

Todas las teorías predominantes en todas las épocas acerca


de la mujer, han sido formuladas por varones, considerando
a la mujer como inferior, con poca fuerza física y con cierta
carencia de niveles abstractos en el pensamiento.
Muchas mujeres han creído total o parcialmente estos con-
ceptos con la consecuencia del grave deterioro de su posi-
ción social y desarrollo personal. Se ha relegado a la mujer
al ámbito de la casa, la procreación y los hijos; ausente de la
vida pública y política, discriminada para estudiar y avan-
zar profesionalmente.
Hubo teorías en el siglo pasado, basadas en que a la mujer
no le interesaba ni agradaba el sexo, y que la función del
mismo era sólo la procreación; y el hecho de estar capacita-

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MUJERES FUERTES

da para tener hijos hace suponer, por extensión, el deseo de


tenerlos.
De allí que se habla del instinto maternal. Se deduce enton-
ces que si una mujer carece de deseos de tener hijos por una
opción personal, o no se estremece hasta las lágrimas cuan-
do está en contacto con un bebé (moquitos, caquita, etc.),
padece una grave afección mental.

Todos estos mitos se van enseñando desde la temprana edad.


Se enseña por ejemplo que la mujer siempre necesita del
varón, a tal punto que sin él, ella no es nada, o más bién, es
una cosa. Por ejemplo, hasta hace algunos años en Argenti-
na, se utilizaba el delantal escolar abotonado adelante para
el niño y abotonado atrás y con lazo para la niña, por lo
cual, la niña siempre necesitaba de los demás.

La fuente principal de seguridad para la mujer es ejercer el


papel de esposa y madre, de este modo, la identidad de la
mujer se obtiene en referencia al varón. Notemos que en
muchos países, aún en la actualidad, el “de” indica depen-
dencia. Ser “la esposa de” es hasta señal de respeto social.

Por otro lado, las tensiones a las que se ven sometidas las
mujeres que trabajan, por ejemplo, son muy intensas. Exis-
te casi siempre un conflicto de papeles y funciones. La socie-
dad la impulsa a trabajar como elemento productivo, al mis-
mo tiempo que ve con malos ojos el “abandono” de los hijos
a causa de este trabajo. La madre que trabaja tiende a sen-
tirse culpable y piensa que cualquier problema que presen-

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MUJERES FUERTES

ten los hijos, se debe en forma directa a su ausencia. Estas


exigencias pueden llevar a afecciones psicosomáticas o di-
rectamente a la depresión. Es aquí donde aparece el senti-
miento de culpa, que experimentamos como madres, y de
eso también debemos ser sanadas.

A continuación veremos algunos cuentos infantiles que nos


mostrarán cierto “modelo” de mujer y que, analizándolos
detenidamente, nos ayudarán a salirnos de algunos mitos y
moldes.

Blanca Nieves y los Siete Enanitos

Blanca Nieves es quizás, de los cuentos de hadas tradiciona-


les, el más popular. Quisiéramos recordar que nuestro pro-
pósito no es hacer un estudio psicoanalítico de estos cuen-
tos, pero sí centrarnos en algunos aspectos emocionales y
otros que hacen a las cuestiones de género, específicamente,
a la autoestima y a la mirada social que se hace de la mujer
en ellos.

El cuento comienza diciendo así: “Un día la reina estaba


bordando y se pinchó un dedo con la aguja, y algunas gotas
de sangre cayeron sobre la nieve.
Entonces la reina pensó: «quisiera que Dios me diera una
niña». Dios la escuchó y le mandó lo que ella deseaba: una
niña a la que llamó Blanca Nieves. Después la reina murió y
la niña tuvo por madrastra a una princesa bellísima, pero
soberbia y envidiosa.

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MUJERES FUERTES

Recorriendo estos párrafos del cuento surgen varias reflexio-


nes. Por ejemplo, en lugar de mencionar la menarca que
permite a la niña convertirse en mujer, capaz de gozar y
procrear, se repite un simbolismo que disimula aquello de lo
que “no se debe hablar”: la menstruación y el acto sexual.
Generalmente se muestra cómo el nacimiento proviene de
una estrella, de una gaviota, etc., y casi no se menciona que
los hijos surgen del amor y la sexualidad de los padres, de
una unión que sí o sí, debe darse.

Otro aspecto frecuente que se repite es el hecho de que cuando


nace la hija, la madre muere y casi inmediatamente hace su
aparición “la madrastra”. Esta tiene características malig-
nas, a diferencia de la madre real que quedaría idealizada a
su muerte.

De esta manera queda explicitada una disociación: madre-


buena, madrastra-mala, que respondería a una falsa reali-
dad. ya que los aspectos buenos y malos pueden perfecta-
mente integrarse en una misma persona.

Actualmente cuando vemos una mujer que triunfa en al-


gún campo (político, deportivo, empresarial, etc.) se desvir-
túan sus logros con frases como: “Sí, no sabés cómo lo lo-
gró”, “Sí, pero...”, “Muy inteligente, pero no desarrolló sus
aspectos emocionales”, etc. Esto dejaría ver que “lo feo es
bueno”, “lo malo es lindo”.
En los adjetivos calificativos “soberbia y envidiosa” aparece
en germen la competitividad entre mujeres, remarcada en

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MUJERES FUERTES

los párrafos que siguen. Asimismo el «espejo» adquiere una


importante magnitud en el relato.

Dice así: “La reina quería ser siempre la más bella. Le inte-
rrogaba al espejo: ¿Hay en el mundo reina más bella que
yo? Hasta que Blanca Nieves creció y el espejo le respondió:
-Me duele, reina, pero ha nacido una estrella, Blanca Nie-
ves, y es más bella que tú-. Furiosa, la reina la manda ma-
tar. “Ha nacido una estrella”, ha nacido una adolescente,
con quien la competitividad quedaría claramente expresada
entre dos mujeres (madre e hija).
La reina, al consultar en todo momento al espejo sobre sus
cualidades (es decir sobre su belleza), repite el antiguo mito
de Narciso, que se enamoró de sí mismo, hasta el extremo
de quedar totalmente absorbido por su propio amor.
Es la imagen del progenitor narcisista que se siente amena-
zado por el crecimiento de su hijo, ya que esto significaría
que está envejeciendo.

Mientras el niño es totalmente dependiente permanece como


si fuera “parte” de su progenitor no hiere su orgullo.
Pero cuando el pequeño empieza a crecer y alcanza la inde-
pendencia, la figura paterna lo experimenta como una ame-
naza, al igual que ocurre con “la reina” en la historia de Blan-
ca Nieves. Del mismo modo, Blanca Nieves pone en eviden-
cia su narcisismo cuando por tres veces consecutivas cae en
las trampas que la reina, disfrazada de “vieja”, le tiende para
hacerla sentir más hermosa, cuando en realidad desea ma-
tarla.

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MUJERES FUERTES

Este nacimiento, la adolescencia, reeditaría aquella mirada


ya dirigida de la madre hacia la hija desde los primeros mo-
mentos de la vida; con la diferencia de que en esta situación
representada en el cuento, cuando la reina madre mira el
espejo, ve en él su propia imagen, con todos los atributos de
la mujer madura. Pero es también el espejo mágico quien le
devuelve la imagen de una adolescente que está despertan-
do a todas las posibilidades, no sólo de belleza física, sino
también al tiempo que por su edad le queda por delante.

Esta situación reiterada en la vida cotidiana quedaría expre-


sada en un «feed-back» en el cual la madre mira en la hija
lo que en su fantasía ella misma cree estar perdiendo. En
tanto la hija miraría en la madre lo que aún no ha logrado,
pero desea lograr: la belleza serena, la madurez, la expe-
riencia y por sobre todo la seguridad que supone que la ma-
dre tiene.

Pareciera que la competitividad estaría permitida y aun fo-


mentada en el vínculo con la figura de la madrastra-madre-
mala, mientras que la madre-verdadera-buena, perfecta aun
después de muerta, estaría fuera de la posibilidad de la
competitividad, pues no es esperable, socialmente, que se
compita con ella.
Aquí nuevamente se ve a la hermosa y malvada, con una
espléndida cabellera rizada y un vertiginoso escote, mien-
tras que la heroína sólo cuenta con su valiente mirada. Es
interesante que al héroe siempre se lo pone a prueba, para

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MUJERES FUERTES

valorar qué capacidad tiene de reconocer la verdadera belle-


za en la heroína.
Blanca Nieves, ya adolescente, frente a una madre-madras-
tra transformada en bruja (vieja-arrugada-declinada), in-
tenta resaltar sus atributos juveniles. Seducida frente a la
posibilidad de “remarcar su talle” acepta colocarse el corsé
que terminará asfixiándola. En su intento de realzar su ne-
gra cabellera, se colocará la peineta con la que luego resul-
tará envenenada. Morderá ávidamente la roja manzana,
vinculada con el deseo adolescente de «morder» el placer
adulto.

Es decir, la bruja, simbólica representante de la madre en la


crisis de la mitad de la vida, compite con su hija adolescente.
Blanca Nieves, hija adolescente, también compite con una
madre a la que siente más poderosa que ella.

Al introducirse el personaje masculino que le perdona la vida


a Blanca Nieves y no la mata como la reina había ordenado,
aparece el hombre, “salvador de las mujeres” y al cual luego
se le rendirá tributo.

Los siete enanos, personajes asexuados, ni niños ni hom-


bres, pero masculinos, no hacen más que exaltar la belleza y
el ropaje de princesa de Blanca Nieves lo cual nos llevaría a
pensar que la mujer sólo es valorada por lo externo.

Cuando la princesa despierta, en agradecimiento a lo que


los enanos hicieron por ella, se ofrece a ser su “camarera” y

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MUJERES FUERTES

ocuparse del orden de la casa. Los enanos le dicen “... serás


nuestra reina y nos prepararás la comida”. No es inusual
que la mujer sea “reina del hogar”, de lo doméstico, y que el
ámbito del trabajo público, el afuera, sea privativo de los
hombres.

Más adelante vuelve a aparecer en el cuento otro “salva-


dor”: el príncipe que la revive y le hace expulsar de su gar-
ganta el trozo de manzana envenenado, que fuera entrega-
do por la reina-bruja con el afán de matarla y que, por no
haber sido tragado, sólo le daba la apariencia de muerta.

Generalmente en estos cuentos las mujeres no eligen espo-


so, ni siquiera se les pregunta si se quieren casar; casi se im-
ponen los personajes masculinos a los femeninos.

El padre de Blanca Nieves aparece hacia el final del cuento


para acordar con el príncipe el casamiento de su hija. Pare-
ciera que las decisiones fueran sólo cosa de hombres, pasan-
do las mujeres a ocupar un lugar de pasividad, siempre a la
espera de que alguien venga a desposarlas.
Una vez más quedaría establecida “una regla” en los cuen-
tos tradicionales: la bondad, la belleza y la sumisión tienen
premio. Mientras que la envidia, la maldad, son castigadas,
sin que se advierta la presencia de una instancia social justi-
ciera.
Este imaginario sostiene un posicionamiento de subordina-
ción de la mujer, que se transmite a través de los tiempos, y que
las mujeres pensamos que “es algo natural”. He aquí el peli-
gro de las transmisiones ideológicas.
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MUJERES FUERTES

La Cenicienta

“Había una vez una niña tan, pero tan hermosa, que era
imposible encontrar otra igual...”

Desde el comienzo se pone especial énfasis en las cualidades


físicas de la protagonista, que la hacen única y envidiable.
Se introduce sin más la idea de competitividad. Aquella que
tiene lo que se considera valioso, en este caso la belleza, deja
afuera a las demás entre las cuales despierta celos.

Como en la mayoría de los cuentos, esta niña queda huérfa-


na de madre. La figura materna, que también obedece al
estereotipo de mujer-madre transmitido a través de estos
cuentos (dulce, hacendosa, maternal), cumple con su fun-
ción reproductora y muere, evitando así mostrar todas las
vicisitudes por las que atraviesa la relación madre-hija ado-
lescente.
El vínculo quedaría cargado sólo de atributos positivos idea-
lizados, y dejaría a su hija después de la muerte indefensa
ante la vida.

El padre es un viudo que no puede permanecer sin pareja,


pareciera que cuando elige otra mujer lo hace en forma ina-
decuada.
Es un padre ausente de la casa todo el día, está imposibilita-
do de escuchar las quejas de su hija por el lugar que le han
asignado en la vida familiar: ser sirvienta y estar en la coci-
na y el maltrato a que es sometida. En un momento se le

-36-
MUJERES FUERTES

pide a Cenicienta, lo que a todas las mujeres se nos pide:


“resignación y obediencia”. Ella debe sufrir por el error co-
metido por el padre (la mala elección de pareja) y pagar por
sus culpas.
La madrastra y las hermanastras tampoco quedan fuera del
estereotipo social, que marca que aquellas mujeres que no
hacen las tareas domésticas y salen al mundo externo son
malas y destructivas.

Continúa el texto: “Ellas salían a menudo y la pequeña que-


daba siempre en casa remendando y trabajando junto al
fuego (¿acaso alguna vez nos asignaron otras tareas?), lle-
na de cenizas y por lo cual le ponen un nuevo nombre: “Ce-
nicienta”.

Como vemos, en ningún momento se menciona el nombre


de la niña, ella carece de identidad y pareciera que la obtiene
a través de las tareas domésticas que desarrolla.
No pide, no lucha, es callada y sumisa, bella y laboriosa,
todas cualidades indispensables para ser una heroína (no se
habla de su inteligencia, sólo de su perseverancia, paciencia
y sacrificio por los otros), marcando siempre la sumisión y
la pasividad como atributos loables en una mujer.

El drama se desata cuando el Príncipe del palacio real cum-


ple dieciocho años e invita al baile a todas las jovencitas del
lugar. Las hermanastras se preparan para asistir a la fiesta,
mientras que Cenicienta debe quedarse en el hogar por man-
dato de la madrastra.

-37-
MUJERES FUERTES

¿Habría un temor por parte de las hermanastras de que Ce-


nicienta asistiera al baile? ¿sería competencia para ellas?
Se enmascara la hostilidad por miedo a esa competencia y
esto genera un tipo de competitividad opresora: “Tú te que-
das aquí”, impidiendo el movimiento que permita salir al
lugar de la competencia: “Tú no te mueves de aquí porque
no quiero que vayas allí donde voy a estar Yo”.

La competencia determinaría que podrían ir todas al mismo


lugar, ya que para que haya competencia se necesita que
esté el otro (la otra). La competitividad aparece como un
paso previo para anular la presencia del otro. No se debe
dejar que la otra sea, porque siendo va a competir conmigo
y entonces estaré en peligro.

Es notable cómo Cenicienta tiene que pasar por terribles


castigos hasta conseguir el “premio” a tanto sufrimiento. Y
no es casual que sea ella quien debe confeccionar los ropajes
de quienes sí irán a la fiesta. Con lo cual se acentúa aún más
el sometimiento y la humillación. La privación adquiere así
niveles más dramáticos.

La competitividad femenina marcada siempre por la belle-


za, la ropa, las joyas y el conseguir un “buen marido” es
aplastante.
Se observa todo un mecanismo de seducción femenina al
cual están obligadas las heroínas: erotismo, seducción, mos-
trar pero no tanto, manteniendo la imagen de mujer virgen,
casta, buscada para el matrimonio.

-38-
MUJERES FUERTES

La competitividad parece alcanzar su máximo nivel en el


relato, cuando el príncipe comienza a buscar a Cenicienta,
teniendo como única guía el zapato de cristal perdido por la
protagonista en las escalinatas del palacio real. Quien calza-
ra ese “pequeño” zapato sería la dueña, no sólo de éste, sino
del corazón del Príncipe.

En su afán por obtener la meta deseada (seducir al Príncipe


calzando el pequeño zapato) las hermanastras, inducidas por
su madre, no escatiman esfuerzos ni sacrificios para que sus
“descomunales pies” encajen dentro del modelo de la época;
estaban dispuestas incluso a cortar sus dedos para lograr el
objetivo.

Sin duda las hermanastras, de haber vivido en nuestros días,


no hubieran dudado en recurrir a algún cirujano plástico
que adecuara su anatomía a los requerimientos del caso.

Por desarrollarse el cuento en épocas pasadas, sólo pueden


recurrir al “agua descongestiva”, al talco y a las fricciones
para reducir el volumen de sus pies.

Pareciera que el acervo popular ya preveía que el cuerpo


femenino sería objeto de sufrimientos y aun de torturas para
estar de acuerdo con los cánones de la moda, que imperan
en cada época.

Este sería el terreno en el cual quedaría establecida con ma-


yor fuerza la competitividad entre mujeres.

-39-
MUJERES FUERTES

Por otra parte, el hombre es quien elige, las mujeres acep-


tan. En el varón están depositadas la curiosidad, el rol activo
y la toma de decisiones.

Los príncipes son valientes, hermosos, buenos, nunca se equi-


vocan, son poderosos. Las mujeres aceptan al caballero des-
conocido sin cuestionamientos. Pareciera que no tienen po-
sibilidad de decidir por su propio destino. El Príncipe y Ceni-
cienta no se conocen pero en unas pocas horas se amarán
para toda la vida.

Finaliza el cuento con un rápido casamiento, no hay tiempo


para el placer ni el noviazgo, pueden resultar peligrosos. Con
el perdón de la heroína a las malignas hermanastras y ma-
drastra, quienes por su “desobediencia” son castigadas con
la muerte o la soltería, el peor castigo para una mujer desde
el imaginario social. Cenicienta, quien siempre fue una
muchacha muy obediente, vivió muy feliz y le dió al here-
dero “una nidada de hijos”, cumpliendo con su rol hasta las
últimas consecuencias.

En realidad el cuento de Cenicienta no tiene segundas par-


tes, y no sabemos realmente si Cenicienta fue feliz con aquel
príncipe y si todo fue tan así como dice el cuento: “fueron
felices y comieron perdices...”

Al final del cuento vuelve a enfatizarse que la bondad, la


humildad y el trabajo son siempre premiados, mientras que
la maldad, la envidia y el ocio son siempre castigados.

-40-
MUJERES FUERTES

La posibilidad de ser buenas personas no excluye la capaci-


dad de salir del mundo de las “cenizas” al mundo del afuera,
donde también podemos pensar, elegir y competir con otras
mujeres, sin el afán de aniquilamiento que la competitividad
genera.
Veamos a continuación cuál es nuestro mito favorito:

El Mito de la Delgadéz

Cuántas mujeres luchamos con este mito. El mirarnos al


espejo nos remite a la mirada materna. Nos aceptamos o
nos rechazamos de acuerdo a esa mirada materna.
Obtener un cuerpo delgado va más allá de lograr un objeti-
vo físico, permite también obtener resultados en el ámbito
de lo afectivo, laboral, social. Este modelo corresponde a un
paradigma socio-cultural destinado a mantener al género
femenino ocupado y preocupado por lo físico, lo que conlle-
varía a constituirse en:

a. Objeto sexual para el varón.

b. Estímulo competitivo para con otras mujeres.


Aquellas que utilizan su tiempo en aparatos y gim-
nasia y evitan prepararse para competir con el gé-
nero masculino en otras áreas de la vida.

Es interesante que el modelo es el de cuerpos delgados a gra-


dos extremos, pero por otra parte se idealizan los glúteos y
los pechos voluminosos, imposibles de lograr después de se-

-41-
MUJERES FUERTES

mejantes dietas, por lo que hay que recurrir a los métodos


artificiales que rellenarán el cuerpo, que de lo contrario re-
sultará asexuado.
Por ejemplo: la cintura estrecha que preocupó a las mujeres
de otras generaciones, quedó resuelta a través de la utiliza-
ción del corsé. Ahora, es curioso que el hombre admiraba el
cuerpo encorsetado, pero se satisfacía con las mujeres de cla-
ses populares que, debido a la libertad de sus cuerpos (ya
que la economía no les permitía usar estos corsé), no su-
frían patologías sexuales.

Alguien dijo: “Al hacernos deseables, eliminamos también


el deseo sexual”.

En algún momento de la historia se produjo la negación


absoluta de la condición de mujer. La dieta y la delgadez,
comenzaron a ser motivos de preocupación femenina, cuan-
do las mujeres occidentales obtuvieron el voto en 1920.

En los años 50, la mujer volvió a sus curvas naturales por-


que su mente estaba ocupada en el encierro doméstico. Pero
cuando las mujeres avanzaron en masa hacia el mundo de
los hombres, en lugar de ser el hogar el encierro de la mujer,
pasó a serlo su mismo cuerpo, que se trasformó en una
prisión.
Hace una generación, la “modelo” media pesaba un 8%
menos que la “mujer” media, mientras que en la actualidad
pesa el 23% menos. El cuerpo de la mujer, por lo tanto, pa-
reciera que ya no le pertenece a ella, sino a la sociedad.

-42-
MUJERES FUERTES

A la mujer ama de casa, que era la que poseía mayor canti-


dad de electrodomésticos, era la que podía preparar las me-
jores comidas, lavar mejor la ropa, se le agregó un nuevo
ítem: vender belleza y juventud.
Ya no alcanza con lavar más blanco que “la otra”, hay que
ser más hermosa y flaca que “la otra” pero sin dejar de lavar
más blanco. Alguien, en algún momento, debe haber pen-
sado que las mujeres compran más cosas si se las mantiene
en la condición de odio hacia sí mismas, de fracaso constan-
te, de hambre y de inseguridad propia.

Es de esta manera que comienzan a tener auge las revistas


femeninas. En los años 50, por ejemplo, se buscaba a través
de las revistas, que la mujer desarrollara perfectamente tres
aspectos fundamentales: ser buena esposa, buena madre y
una administradora doméstica y eficiente.

A su vez el objetivo era manipular al ama de casa hasta trans-


formarla en una insegura consumidora de productos domés-
ticos, destacando por ejemplo el valor terapéutico de la coci-
na. Se insistía en dar al ama de casa una sensación de logro
personal, para compensarla por una tarea sin fin. De alguna
manera se deseaba demostrar que el trabajo en el hogar era
una cuestión de conocimiento y habilidad (“productos es-
peciales para tareas especiales”, “jabones inteligentes para
amas de casa inteligentes”, etc.) y no un mero esfuerzo físi-
co incesante y aburrido.
El odio hacia el propio cuerpo y la sensación de fracaso apa-
reció rápidamente cuando se presentó en estas revistas o un

-43-
MUJERES FUERTES

diario un test en el cual una debía tildar lo que le decía el


espejo, si era gorda o loba, vaca o diosa, adefesio o bombón,
ballena o bebota.
La persona de peso normal que se somete a las dietas más
cruentas para verse y sentirse como exige la cultura, es tam-
bién vulnerable a trastornos afectivos, de conducta
cognitivos, al tratar de permanecer por debajo del peso nor-
mal o biológicamente regulado.

Cabe destacar, según varios estudios realizados, que las mu-


jeres exageran el grado de delgadez que gusta a los hom-
bres; están mal informadas. Lo que la cultura muestra, o
está obligada a decir sobre lo que los hombres quieren de las
mujeres es, en realidad, lo que los anunciantes publicitarios
quieren de ellas.
También la cultura sugiere que el envejecimiento de los hom-
bres indicaría la dignidad de años vividos, en tanto que en
las mujeres parecería un sentimiento de humillación y ver-
güenza.
La moda ata, viste y reviste a la mujer encarcelándola en el
marco de la competitividad.
¿Qué te vas a poner? Implicaría de qué manera taparás tu
inseguridad, de qué manera te vas a presentar, cómo vas a
ocultar lo que no deseás que se vea o que se conozca, qué se
va a lucir para gustar a los otros. Con la moda ocultamos y
mostramos. Este tipo de exigencia puede llevar a la mujer a
padecer ciertas afecciones psicosomáticas o entrar directa-
mente en un estado de depresión.

-44-
CAPÍTULO 3
DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER
MUJERES FUERTES

I. ¿P O R QUÉ N OS C UESTA T ANTO


LLEVARNOS B IEN C O N LOS HOMBRES?

Uno de los roles que desempeña la mujer es el de ser esposa


y debe hacerlo en forma sana.

Vamos a ver las diferencias entre hombres y mujeres para


comprender mejor la razón por la que una relación matri-
monial se torna tan difícil de llevar.

Además de las diferencias físicas, los hombres y las mujeres


son diferentes emocional y mentalmente. Tanto hombres
como mujeres tienen expectativas y necesidades
sustancialmente diferentes.

En una encuesta sobre 1.000 personas, se descubrió que el


cambio que las mujeres más esperaban, era que los hom-
bres “hablaran” acerca de sus sentimientos.

-47-
MUJERES FUERTES

Los hombres, en cambio, esperaban que las mujeres los com-


prendieran sin que ellos tuvieran que expresar lo que les su-
cedía. Frente a esto, encontramos que:

1. Algunos hombres están ciegos


2. Algunos hombres se muestran peleadores

1. El hombre ciego
Casi nunca tiene idea de estar haciendo algo mal. No tiene
conciencia de amar demasiado poco: siente algo de amor
por su esposa y lo expresa en formas que considera apropia-
das, pero no ve en absoluto la necesidad de la mujer que dice
amar. Necesita constantemente que la mujer le informe acer-
ca de sus necesidades.

2. El hombre peleador
Puede tener conciencia de las diferencias entre él y su mu-
jer, pero no le da importancia. Esperan que su esposa o pa-
reja se adapte a ellos. Son quienes necesitan tener el control,
y pueden ser egocéntricos y coléricos.

El cerebro de los hombres es diferente al de las mujeres. En


el segundo mes de embarazo, el cerebro de los hombres se
llena de testosterona, que altera totalmente su composición,
lo que hace que el hombre tenga un aspecto diferente y ac-
túe y piense de una manera distinta.
El cerebro humano está dividido en secciones, el hemisferio
derecho y el hemisferio izquierdo, cada uno es responsable
de distintas funciones.

-48-
MUJERES FUERTES

En el cerebro femenino hay más fibras conectivas, las cua-


les son más largas que en el cerebro masculino.
Esto significa que las mujeres tienen mayor tendencia a usar
ambos lados del cerebro simultáneamente.

Son más dadas a hablar y relacionarse, pero también tien-


den a usar más las emociones cuando elaboran informa-
ción y cuando se comunican.

Las mujeres usan simultáneamente ambos hemisferios. En


muchos hombres el hemisferio izquierdo es el dominante y
por lo tanto utilizan más el pensamiento lógico-racional.

Los hombres tienden a tener más coordinación entre la vi-


sión y las manos y se sienten atraídos hacia objetos, en cam-
bio las mujeres son atraídas por los rostros y las personas.

Esta habilidad de compartimentar su pensamiento tiene con-


secuencias dramáticas para las relaciones entre hombres y
mujeres. Los hombres son más capaces de separar emocio-
nes de intelecto.

Analicemos sólo dos características que nos grafican las di-


ferencias:

1ª Los hombres tienen la habilidad de compartimen-


tar sus pensamientos, las mujeres tienen un pensa-
miento integral:

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MUJERES FUERTES

Los hombres pueden parecer fríos, insensibles, faltos


de emoción, porque tienen la capacidad de desconec-
tar sus emociones. Tienden a cambiar su ánimo (he-
misferio derecho) centrándose intelectualmente en
lo que sabe que es cierto (hemisferio izquierdo).

A las mujeres les es más difícil, ya que usan ambos


lados del cerebro simultáneamente y no pueden ubi-
car sus emociones y enfocarse sólo en lo racional.
Para superar sentimientos negativos, las mujeres
necesitan estímulo emocional y argumentos racio-
nales, un abrazo por ejemplo, etc.

El hombre cierra una puerta y abre otra.


Esta compartimentación puede impedir que el hom-
bre se ocupe de sus verdaderos sentimientos, lo que a
veces puede cauterizar su conciencia, ocultando así
sentimientos de culpa. Los hombres pueden contro-
lar más sus emociones porque se dan cuenta que a
veces éstas pueden estorbar o impedir logros a al-
canzar.

2ª Los hombres son menos propensos que las muje-


res a expresarse en palabras.

Se dice que los hombres usan un promedio de 10.000


palabras al día, las mujeres en cambio, unas 25.000.
El hombre deja de hablar mucho antes que la mujer,

-50-
MUJERES FUERTES

ya que a ésta, su cerebro le permite hablar con más


libertad. Desde niñas ya se nota la diferencia.
Cuando el hombre se siente oralmente superado, asu-
me el poder de otra manera, como ser por medio de
golpes o gritos, o por medio del abuso verbal, para
poder controlar la situación. Y luego se retiran para
no sentir la derrota.

Los hombres se sienten incómodos si tienen que ha-


blar de sus sentimientos o escuchar a otros hombres
hacerlo.
Esta característica hace que la comunicación en la
pareja se vea obstaculizada, y por lo tanto, ésta se
vea empobrecida y muchas veces carente de expec-
tativas.

II. ¿CUÁLES SON LOS P OSIBLES


R OLES D ENTRO DE LA P AREJA ?

Cada relación es una danza en la que se desempeñan dos


roles:
La mayoría de nosotros actúa en los dos roles en la vida
(con diferentes relaciones: padre e hijo, pareja, etc.).

El buscador que siempre persigue.


El buscado que siempre huye.

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MUJERES FUERTES

El buscador es el bueno, el mundo aplaude y estimula siem-


pre al buscador. Siente el dolor agridulce de estar enamora-
do y ser rechazado. En realidad siempre le faltó cuidado y
atención, entonces aprendió a complacer. Teme no ser de-
seado y también le teme a las pérdidas.

El buscado es el objeto de deseo, recibe mucha atención


pero poca compasión y comprensión. El buscado se siente
culpable de rechazar. No cree ser merecedor de amor.
El buscado, cuando era chico, se sentía invadido, aplastado
por el cuidado y el cariño, por eso aprendió a protegerse y
tiene miedo de “rendirse” ante alguien.

El temor de cada bailarín es accionado con movimientos


que les impiden sentirse confiados y seguros al estar juntos.
Este miedo los enfrenta con el poder, es decir, con quien con-
sigue lo que quiere.
Ambos bailarines mantienen su propio control. Cada paso
de a dos tiene su equilibrio de poder. Cuando uno comienza
a sentirse controlado por los movimientos del otro, apare-
cen los viejos miedos.

Estos miedos pueden hacer que tengamos eternas peleas por


el poder, o que nos distanciemos creando nuestro propio es-
pacio, definiendo los territorios propios, levantando una
muralla. Para que la relación sea beneficiosa los papeles de-
ben alternarse.

-52-
MUJERES FUERTES

El buscador puede sentirse deseado cuando es finalmente


perseguido. El buscado puede sentir el deseo cuando tiene
lugar para moverse.

Cambiar los papeles con frecuencia puede transformar una


relación en vida fértil. Puede ser un paso arriesgado para
ambos. Ambos se sentirán ineptos para el cambio de roles.

Los buscados no sabrán cómo tomar la iniciativa, se senti-


rán raros y torpes, inseguros de sí mismos en ese rol.

Los buscadores se sentirán incómodos en la posición de re-


ceptivos.
Por lo general, nos sentimos más cómodos actuando nues-
tros viejos papeles, pero esto no es sano.

Lo que más temen ambos, es la responsabilidad de una rela-


ción igualitaria; en donde el buscado no sólo recibe sino que
también da, y en donde el buscador no sólo da sino que tam-
bién recibe. Hace falta sólo uno para comenzar la alternan-
cia.
Recuerde:
Cada vez que me arriesgo buscando, soy más libre para dar.
Cada vez que me arriesgo siendo buscada, soy más libre para
recibir.

La libre alternancia de una a otra posición, permite una


nueva seguridad. Esto ayuda a lograr una comunicación
eficaz y enriquece la intimidad en la pareja.

-53-
CAPÍTULO 4
LA AUTOESTIMA
MUJERES FUERTES

I. ¿QU É ES LA A UTOESTIMA?

La autoestima es la abstracción que el individuo desarrolla


acerca de sus atributos, capacidades, objetos y actividades
que posee o persigue. Es la idea que la persona posee sobre sí
misma. Dicho concepto se forma a través de la experiencia.

Entendiendo qué es la autoestima nos damos cuenta que la


mayoría de las veces, las mujeres no podemos enfrentar las
tormentas en las que nos encontramos porque carecemos
de una “reserva interna” de valores y aprecio por nosotras
mismas.

Cuando las cosas no ocurren como nosotras deseamos, en


lugar de ayudarnos, la mayoría de las veces nos culpamos y
analizamos todo aquello que pensamos que está mal en no-
sotras y contamos para ello con una lista mental muy larga
de nuestras fallas, como por ejemplo:

-57-
MUJERES FUERTES

Soy: tímida, temerosa, gorda, inútil, inoportuna, desorgani-


zada, fea, indigna de merecer amor, demasiado emotiva,
aburrida, tonta, etc.

Algunas de nosotras hemos pasado toda nuestra vida sin te-


ner una idea clara de lo que está realmente mal. Es un sen-
timiento de que algo no funciona o de que algo falta. Anhe-
lamos sentirnos mejor con nosotras mismas. Pensamos que
nos sentiremos mejor si agradamos a los demás. Vivimos,
muchas veces, atendiendo en exceso a nuestra familia, po-
niendo sus gustos, deseos e intereses en primer lugar.

Les servimos la comida a ellos y nosotras comemos lo que


sobra y paradas, como si sentarse a la mesa fuera un lujo de
reyes; compramos regalos para todo el mundo y quedamos
siempre en el último lugar de la lista de compras, y si alcan-
za el dinero bién, y si no, no importa; todo esto, pensando
que de esta manera nos amarán y aceptarán más.
Darnos cuenta de lo que valemos, muchas veces se hace una
meta difícil de alcanzar y creemos que si tan sólo pudiéra-
mos corregir aquello que está mal en nosotras, o en nues-
tras vidas, entonces estaríamos conformes con nosotras mis-
mas. Muchas mujeres falsamente creen que no se pueden
querer a sí mismas porque no han tenido suficientes logros
en la vida para merecer sentirse bien con lo que son. Pien-
san que para poder valorarse, deben primero hacer algo más,
como perder peso, casarse, tener hijos, trabajar, estudiar. Sin
embargo en muchos casos, aún alcanzadas estas metas, no
se sienten bien.

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MUJERES FUERTES

Hay mujeres a las que se las puede considerar triunfadoras,


y que en algún momento se estancan ya que no importa
cuán grande sea el logro, sienten que no es suficiente y por
lo tanto se exigen a hacer más y más, y siempre viven con el
miedo de fallar la siguiente vez.
Cuando obtienen un nuevo logro lo ven como algo que sólo
aumenta las expectativas de los demás respecto de ellas.
Ansían sentirse contentas y satisfechas pero les es difícil al-
canzar esta meta.
La autoestima, como dijimos anteriormente, sólo puede sur-
gir del interior, de la aceptación y aprobación interna; si no
nos auto-aprobamos de nada servirá la aprobación externa,
ya que ésta sólo dura un tiempo. Cuando esto termina, la
mejor adicta a los logros sufre nuevamente una pérdida de
estima y por consiguiente se deprime.
Las mujeres somos particularmente vulnerables a sentirnos
inferiores y constantemente tendemos a depender de la apro-
bación de los demás para sentirnos seguras. La cultura nos
educa para atraer y agradar a los demás.
Entonces, somos “buenas mujeres” si hacemos lo que se nos
dice, si bajamos la voz, si hacemos caso a las pautas publici-
tarias y somos bellas y deseables, y si cumplimos con el
mandato de atrapar y conservar a un hombre. Por otra par-
te, elegir otras opciones significa que estamos frustradas, ta-
les como estudiar (pero no casarnos); se dice que estamos
frustradas y deseamos solo tapar la soledad de no tener una
pareja.
La co-dependencia implica tener la percepción del valor pro-
pio a través de la aprobación de los otros y esto es exacta-

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MUJERES FUERTES

mente lo que se nos enseña a hacer. Por lo tanto debemos


enfrentarnos y luchar con nuestra educación y nuestra cul-
tura para aprender a valorarnos como realmente somos.
Las mujeres con baja estima consumen tiempo y energía
pensando que no valen. ¿Cómo?
Repasando todo lo que no hicieron durante el día. Pensando
que lo que hicieron debió salir mejor.
Repitiéndose que son incapaces de hacer algo bien.
Autoincriminándose por todo y sintiéndose, por fin, desdi-
chadas.
Pero, ella no está consciente de que se está minando cons-
tantemente a sí misma, y que poco a poco está erosionando
su autoestima.
No podemos amarnos a nosotras mismas si no tenemos un
“Yo” para amar. Si no nos podemos identificar, no nos po-
demos amar.
Para ello debemos ser personas independientes de otros, de
conceptos, hábitos, vicios o cualquier otra cosa en la cual
podríamos perdernos.
La mujer que tiene su centro de existencia en otros, se siente
perdida, no se encuentra. Esta es una de las sensaciones más
tremendas que una persona puede experimentar, no sabe
dónde está, parece que está flotando perdida en un gran va-
cío en el que nada tiene sentido y donde no tiene a qué afe-
rrarse. Si se mira para adentro, tiene la sensación de que sus
huesos se secan y que se va consumiendo poco a poco, no
sabe lo que cree, no entiende nada y no sabe quién es. Ha
perdido orientación. Ahora bien, y esto es fundamental, no
somos víctimas impotentes ante fuerzas internas peligrosas
e incontrolables.
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MUJERES FUERTES

Si no te valoras y no te encuentras a ti misma es porque te


estás tratando mal, de manera crítica. También es cierto que
todas tenemos áreas vulnerables en las cuales nos sentimos
mal y por las cuales nos criticamos constantemente. Cuan-
do hacemos esto estamos poniendo énfasis en esas áreas solo
para provocarnos un mal mayor a nosotras mismas.
Si no te agradas a ti misma es porque tu crítico interno cons-
tantemente te dice que eres incompetente, que debiste haberlo
hecho mejor, actuado mejor o visto mejor; te dice que otras
personas son más capaces y que tus logros no son suficien-
tes, que el fracaso está a la vuelta de la esquina y que si das
un paso en falso, caerás en el abismo del rechazo y el aban-
dono.

Poseeremos una autoestima sana y equilibrada si converti-


mos este censor interno en un guardián amoroso y estimu-
lante. Este censor que puede tener hoy el timbre de voz de
quienes te decían que no valías, o de quienes tuvieron gran-
des expectativas de vos, que nunca lograste cumplir. Debe-
mos incorporar a nuestras vidas un sano censor interno.
Debemos aprender a reconocer y a apreciar los puntos bue-
nos y a apoyarnos en ellos y ser comprensivas con nosotras
mismas. Debemos aprender a darnos estímulo y elogiarnos
por todo aquello que hacemos, antes que criticarnos acerca
de lo que no hacemos. Debemos aprender a darnos ánimo
cuando nos fijamos metas y a no lastimarnos si fallamos en
el camino.
Para sentirnos seguras y capaces debemos valorarnos, y al
valorarnos estamos capacitadas para crear las condiciones

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MUJERES FUERTES

propicias para crecer. Esto no es un proceso rápido o fácil,


lleva su tiempo, lo que aprendiste a pensar acerca de ti du-
rante 10, 20, 25, 30, 50 años, no se puede cambiar radical-
mente de un día para el otro, ya que debes desaprender lo
aprendido e incorporar nuevas formas de pensar y de ac-
tuar.

Nosotras anhelamos una vida en la cual nos sintamos bien


con nosotras mismas, con lo que hacemos y con la gente
que nos rodea. Sin embargo no podemos sentirnos bien si no
somos felices por dentro. Sin “seguridad interna” ningún lo-
gro será suficiente y es difícil estar cerca de los demás si nos
sentimos inseguras e insatisfechas.
La seguridad interna tiene que ver con saber quiénes somos,
qué anhelamos, cuáles son nuestros sueños preciados, cómo
los vamos a lograr, con qué recursos contamos.

Seguridad interna es aprender a valorarte, estar bien conti-


go estando sola o con otras personas. Seguridad interna es
vivir no en el futuro (seré feliz cuando gane mucho dinero,
cuando prospere en mi carrera, cuando encuentre a la per-
sona indicada con quien compartir mi vida, etc.) sino en el
presente, disfrutando de ti misma y sintiéndote bien contigo
aun cuando te esfuerces por lograr más.

Una mujer fuerte es una mujer que tiene seguridad interna,


que nace de la valoración que tiene de sí misma porque ha
aprendido a hacerlo y ha luchado contra los pensamientos
que la ataban a una forma de ser.

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MUJERES FUERTES

Una mujer fuerte es una mujer que rompió su círculo de


fracaso y lo transformó con esfuerzo, en un círculo de victo-
ria.
Círculo del Fracaso

Fracaso que lleva a la falta de valoración. Esfuerzos por agra-


dar a otros o cumplir con las expectativas de otros.
Críticas internas destructivas.

Círculo del Éxito

Valoración. Esfuerzos positivos que tienen que ver con se-


guridad interna. Sueños propios. Caricias internas construc-
tivas. Esto parece a simple vista sencillo, pero como ya diji-
mos, no es fácil ponerlo en práctica. Muchas mujeres no se
dan a sí mismas la valía que necesitan para sentirse bien
consigo y tomar medidas positivas, sino que se atacan, criti-
can y regañan en la creencia de que la severidad es la mejor
manera de motivarse hacia el cambio. Se “aguijonean” para
alcanzar metas, están atentas a sus deficiencias y temen que
si dejan de insistir en sus defectos, desistirán de tratar de
mejorar.
Para ello utilizan horas y horas de su día pensando acerca
de sus fracasos, sus defectos, y lo más interesante es que
juegan en su mente con estos pensamientos frustrantes.

-63-
MUJERES FUERTES

Tal vez te estés sintiendo así

¿Utilizas tu energía para degradarte en lugar de utilizarla


para enfrentarte a la situación y crecer?
¿Buscas el apoyo y la aprobación de los demás sin reconocer
que es de ti misma de quien más necesitas aliento y acepta-
ción?
¿Estás resentida con los demás por no valorarte, pero a pe-
sar de ello, finalmente te culpas por no hacer más y por ser
tan poca cosa?
¿Te dices a ti misma: “haz algo que impresione y entonces te
aprobaré”?
Si has respondido afirmativamente quiero decirte que esto
es tan inefectivo como decirle a una planta “primero crece y
después te daré agua”.
Tendemos a tratarnos a nosotras mismas como no nos atre-
veríamos a tratar a otras personas. Nos maltratamos con
frases descalificadoras que nunca le diríamos a nadie. Con-
solamos a otros pero no podemos consolarnos a nosotras
mismas.

II.F ORMAS DE P ENSAR


D ESTRUCTIVAS

Si otros me critican están en lo correcto. Han penetrado en


mi corazón y en mi alma y han percibido mis carencias.

-64-
MUJERES FUERTES

Si la gente me elogia es porque se ha dejado engañar por mis


capacidades aparentes. Cuando me conozca mejor, cambiará
de opinión.
No importa lo que logre. Importa lo que no he logrado.
Si logré algo fue porque tuve suerte. Las veces que fallé o me
equivoqué es porque soy ineficiente.
Si no soy un éxito total, entonces soy un fracaso. No hay
puntos medios, no hay aceptables, sólo hay fracaso.
La mujer se dice a sí misma “si no estoy a la altura de las
expectativas que los demás tienen sobre mí o que yo misma
tracé, entonces no valgo nada y no merezco nada”.
Ellas idearon un estilo de vida que vieron o les enseñaron y
todos sus esfuerzos apuntan a “cumplir” con ese estilo de
vida; algo que produzca un cambio las frustra y las inutiliza.

III. CÓMO G ANAR CONFIANZA

Pongamos nuestra mente en paz: Si estamos enfren-


tando una decisión pequeña o grande pongámonos en paz
primero y luego decidamos.
Si ese día no podemos tomar una decisión, entonces es evi-
dente que no es tiempo de tomar esa decisión. Cuando sea
tiempo, seremos capaces de hacerlo.

Pidámosle a Dios: que nos ayude a pensar.

Dejemos de abusar de nuestra mente: La preocupa-


ción y la obsesión constituyen un abuso mental.

-65-
MUJERES FUERTES

Alimentemos nuestra mente: Démosle a nuestra mente


una cantidad razonable de datos para poder escoger bien.

Alimentemos nuestra mente con pensamientos sanos:


Busquemos lecturas que nos alimenten.

Aprendamos cosas nuevas: Interesémonos por el mun-


do que nos rodea. A veces estamos tan ensimismadas con
nuestros problemas que nos hemos olvidado de nuestra ca-
pacidad de aprender. Formémonos, aprendamos, etc.

Dejemos de decir cosas malas acerca de nuestra men-


te: No digamos “no puedo tomar decisiones adecuadas”, etc.
Es más fácil decir cosas buenas acerca de nosotras, y por ahí
empecemos a creer las cosas positivas y descubramos así
que son verdaderas.

Usemos nuestra mente: Formulemos opiniones, seamos


creativas, no dejemos que nadie tome decisiones por noso-
tras. Dejar que la gente decida por nosotras significa que
estamos siendo rescatadas, lo cual quiere decir que nos esta-
mos sintiendo víctimas. No tomemos el rol de víctimas.
Podemos sentirnos a gusto con nuestra mente. Llegar a co-
nocerla, es parte de nuestra tarea para ser mujeres fuertes y
valientes. Empecemos a confiar en nosotras mismas y en
nuestra capacidad de pensar.

-66-
CAPÍTULO 5
MALTRATO Y ABUSO EMOCIONAL
MUJERES FUERTES

I. MALTRATO Y ABUSO EMOCIONAL

En este capítulo se intenta poner al alcance de toda mujer


un material claro y práctico que le permita descubrir sus
áreas vulnerables para trabajar con ellas y así poder aban-
donar relaciones que la denigra y la paraliza.
Durante los últimos 25 años, las investigaciones desde el
punto de vista social, psicológico, político e histórico sobre el
fenómeno de la mujer abusada, produjeron suficiente infor-
mación como para conocer, entre otras cosas, las causas del
abuso. A continuación analizaremos algunos aspectos de
estas teorías.

II. EL APORTE DE LA PSICOLOGIA

Relaciones perversas y masoquismo femenino. La primera


teoría sobre abuso en el matrimonio ofrecía una explicación
que se centraba en el extremo masoquismo femenino y las
desviaciones psicológicas que las mujeres abusadas ostenta-

-69-
MUJERES FUERTES

ban. Freud consideraba que los recuerdos de abuso sexual e


incesto de sus pacientes mujeres eran fruto de la imagina-
ción. A partir de aquí Freud desarrolla la teoría de que las
niñas desean en forma inconsciente tener experiencias sexua-
les con sus padres y de adultas satisfacían esta necesidad a
través de la creación de fantasías. De esta manera Freud
introdujo la imagen de la mujer masoquista.

Los investigadores aseguraban que la dependencia dual y el


trastorno que exhibía “la pareja golpeadora” demostraba que
los castigos físicos a la mujer constituían un método em-
pleado por la pareja para mantener un equilibrio. Este equi-
librio permitía a la pareja seguir expresando sus mal adop-
tadas características personales y producía una situación en
la cual resultaba improbable que hubiese un cambio de con-
ducta. De este modo la mujer masoquista era tan culpable
de la violencia que se ejercía contra ella, como el desviado
esposo.

Esta interpretación también se encuentra en los análisis psi-


cológicos de las décadas de 1970 y 1980, aunque no en for-
ma tan obvia. El abuso se veía como una anomalía en la
psicología de la mujer, pero se ponía más énfasis en el carác-
ter inconsciente del masoquismo de la misma.
La teoría del masoquismo generó estudios que, como res-
puesta, han cuestionado el estereotipo de mujeres abusadas.
Por ejemplo, Beck y otros (1982) llevaron a cabo en un hos-
pital psiquiátrico un estudio comparativo entre mujeres
abusadas y no abusadas. Este estudio demostró que es poco

-70-
MUJERES FUERTES

probable que el masoquismo sea una característica sólo de


mujeres abusadas.

De masoquista a víctima. Entre mediados y fines de la


década del ´70 una nueva teoría desplazó a la del masoquis-
mo; la imagen de la mujer abusada como víctima disfrazó
la parte de responsabilidad que le correspondía a la mujer
que permanecía en una relación violenta.

Se decía que los alcances y la severidad de la violencia eran


tan extremos que cualquier explicación basada solamente
en desviaciones individuales de las mujeres parecen insufi-
cientes. Las mujeres abusadas como víctimas impotentes
estaban en manos de esposos brutales o dementes y era in-
capaz de luchar o actuar por sí misma debido al abuso pade-
cido. Según esta teoría existía un “ciclo de violencia” al cual
las mujeres abusadas se veían sujetas. En este ciclo, las víc-
timas vivían primero una etapa de creciente tensión sobre la
cual tenían poco control.
A ésta le seguía una de ataques violentos y, finalmente, un
período de disculpas y contrición por parte de sus abusadores
(comúnmente denominada luna de miel). Este ciclo “ense-
ñó a las mujeres a ser indefensas y pasivas”
Las características comunes de las mujeres abusadas que-
darían más precisamente descriptas como resultado y no
como causa del abuso. Entonces según esta teoría: “Ellas no
optan por ser abusadas debido a algún déficit en su perso-
nalidad, sino que desarrollan desórdenes en la conducta de-
bido al abuso”.

-71-
MUJERES FUERTES

De ese modo, a medida que avanzaban los estudios sobre la


mujer abusada, resultó claro que las conductas que a fines
de la década de 1960 y principios de 1970 se decían “desvia-
das”, eran entonces respuestas comunes al abuso severo y
continuo.

De víctima a sobreviviente. En la década de 1980, inves-


tigadores y terapeutas norteamericanos y británicos reali-
zaron estudios que demostraron que una mujer no era vícti-
ma pasiva de su propia “psicología masoquista” ni del estrés
psicológico, temor o impotencia, que el abuso produce.
Los estudios a los que hago referencia son feministas en la
medida que presentan un desafío para otros enfoques al com-
prender el abuso a través del marco de la perspectiva de la
mujer e incluyen el reconocimiento de la socialización de
género como un factor que contribuye al abuso.

III. EL APORTE DE LA SOCIOLOGIA

Una de las primeras teorías sociológicas sobre mujeres abu-


sadas se nutría del modelo general de la violencia que la in-
terpreta como recurso compensatorio al que se apela cuan-
do no se puede acceder a ningún otro tipo de poder o con-
trol.
Esta postura explicaba que entre las clases trabajadoras,
cuyos medios económicos eran limitados, la violencia era
más común. Pero esta evidencia luego fue cuestionada por

-72-
MUJERES FUERTES

estudios que revelaron una alta incidencia de violencia fa-


miliar en todas las clases.

Lo que provocaba la agresividad en los hombres era una


condición de inferioridad de parte de los logros del esposo.
Es decir, el hombre intentaba compensar su desplazamien-
to social ejerciendo dominación sobre su esposa.

Un análisis sobre la existencia de una norma cultural de


supremacía masculina, muestra al hombre como víctima
de esta norma cultural y da a entender que hace falta una
“intervención social que procure fortalecer las ganancias y
los logros potenciales del esposo”.

De modo que en las primeras teorías sobre la violencia se la


veía como una forma de frustración y afirmación debido a
la inferioridad de condiciones vivenciada por el hombre por
una falta de realización personal.

Un cambio significativo en los estudios sociológicos respec-


to del abuso a las mujeres fue desplazar el foco de atención
desde los esquemas generales de violencia hasta la familia
en particular. Los sociólogos comenzaron a investigar cómo
la dinámica dentro de la unidad familiar contribuía a la vio-
lencia.
En 1970 el estudio de la violencia física enfocó los golpes
como una forma de “violencia familiar” o “violencia domés-
tica”. A partir de esta rama de investigación nacieron expre-
siones tales como “violencia familiar”, “relaciones violentas”

-73-
MUJERES FUERTES

y “violencia doméstica”. De esta manera se llegó a la con-


clusión de que, dentro de familias violentas, los maridos eran
por lo general más violentos que las esposas y que en la mayor
cantidad de los casos la violencia a la que recurría la mujer
era del tipo de “reacción defensiva”.

Los condicionamientos sociales, las vivencias de maltrato


en la infancia, el estrés de la estructura familiar y la posición
social, son elementos que contribuyen al desarrollo de una
“familia violenta”. Esta noción asexuada, junto con otras
similares provenientes de distintas disciplinas, señala el tipo
de posturas que llevaron a concepciones equivocadas sobre
el porqué de los golpes y la violencia en general.

Investigaciones posteriores, de fines de la década de 1970 y


casi toda la de 1980, influídas por los análisis feministas, ad-
judicaban el ejercicio masculino de la violencia conyugal al
papel tradicionalmente dominante del varón en la cultura
occidental.

Straus y Steinmetz compartieron la idea de investigar a la


familia como unidad de estudio, y la describieron como lu-
gar de conflictos y violencia más que de paz, amor y seguri-
dad emocional. Algunos datos evidenciaban un alto nivel de
aceptación de la violencia en todas las clases sociales.

Estos estudios mostraron un alto grado de correlación entre


la experiencia con violencia doméstica en la niñez y la pos-
terior violencia en las relaciones adultas. Se la denominaba

-74-
MUJERES FUERTES

a esta correlación: “ciclo de violencia” que supone que la


exposición al maltrato dentro de la familia predisponía a los
niños a crear relaciones violentas de adultos.
A partir de esta investigación se llegó a la conclusión de que
los niños aprendían a resolver los problemas de un modo
similar al que habían visto en sus padres en cuanto a la
interacción y métodos de disciplina.

Se demostró que los hombres aprendían a ser agresores mien-


tras que las mujeres aprendían a ser víctimas. Desde este
punto de vista la teoría de los “ciclos” fue semejante a las
teorías psicológicas que daban a entender que las mujeres
“elegían” relaciones violentas.

IV. EL APORTE DEL FEMINISMO

Uno de los aspectos, tal vez el medular, es la premisa de que


la violencia ejercida sobre las mujeres es la manifestación
del mecanismo de opresión machista institucionalizada. De
acuerdo con este enfoque, las mujeres estarían constante y
estructuralmente controladas por los varones dentro de una
cultura dirigida a beneficiarlos y satisfacer sus necesidades.

Las “ideas tradicionales” apoyan a la institución del


patriarcado dentro de la cual el abuso sobre la esposa es una
forma más destacada del control de la mujer por parte del
hombre. “La familia” y la posición de las mujeres como es-
posas, son parte de esta institución.

-75-
MUJERES FUERTES

El legado histórico del derecho a la propiedad que el varón


ejerce sobre las mujeres, conjuntamente con las leyes que
específicamente le otorgan la potestad de abusar de ellas, o
de “castigarlas”, subyace a las circunstancias sociales en las
cuales las esposas son las víctimas “apropiadas” de los gol-
pes. Por ello los casos de maltrato, más comunes conforme
a estadísticas, comienzan después del casamiento.
Después de este descubrimiento, otros han aportado el dato
de que los registros de la policía y de los tribunales demues-
tran que muchos abusadores han creído tener un derecho
legal y moral sobre sus esposas y por ellos son violentos con
ellas. Según estudios el maltrato es un modo mediante el
cual los hombres controlan a las mujeres y éste parte de un
sistema de control más amplio.
Los golpes son, entonces, el producto de un sistema de leyes
históricas acerca de la propiedad masculina y el matrimo-
nio, como así también en los actuales papeles sociales de los
sexos y en las estructuras que garantizan la dominación de
los hombres sobre las mujeres.
Dado que el abuso se da en este contexto patriarcal es más
propio definirlo como “abuso a la mujer” o “abuso a la espo-
sa” que como “violencia familiar”. Las dos primeras expre-
siones revelan la dirección de la violencia e identifican la
posición de las mujeres dentro de la relación, haciéndose eco
de la histórica sumisión femenina en general.
La última, la fórmula más ambigua, oculta el nexo entre la
opresión social de las mujeres y sus experiencias particula-
res de abuso.

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MUJERES FUERTES

Un retrato completo de cómo una mujer vive la violencia,


tanto como el análisis feminista del tema, exige que se in-
vestigue no sólo qué significa vivir en una sociedad que per-
mite el abuso y presenta a las víctimas una variedad de dile-
mas, sino también qué significa liberarse del abusador den-
tro de esa sociedad.

V. EL ABUSO EMOCIONAL

El abuso emocional es una trama de conductas y emociones


interrelacionadas. Cabe destacar que es muy difícil que una
mujer atrapada en él lo pueda distinguir.

Se puede definir el abuso como “una campaña para desva-


lorizar a la pareja y para mantener el control”.

Existe una relación fundamental entre los golpes y el mal-


trato emocional.
Primero hay un abuso que se lleva a cabo a un nivel pura-
mente psicológico, a través de un “constante hostigamiento
verbal” que provoca un impacto muy fuerte sobre el estado
anímico.
Hay un segundo impacto emocional bajo la forma de mal-
trato corporal, que refuerza el primero.

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MUJERES FUERTES

Mecanismos del abusador emocional

Degradación
Los abusadores utilizan la vulnerabilidad ya existente.

Temor
Las mujeres abusadas sienten ansiedad por su seguridad fí-
sica y emocional. La amenaza constante del ataque acarrea
miedo al dolor y a la muerte. Lo fundamental de este temor
es no poder predecir cuándo será la agresión ni su intensidad.

Cosificación
Esto se da cuando la conducta de los abusadores les dice a
las mujeres que se las ve como objetos sin energía interna,
sin recursos ni deseos.
Otra manera de cosificación es a través de la manipulación
del estado físico o mediante el carácter posesivo. Los celos,
la restricción de los contactos sociales y la invasión de espa-
cios privados dan a entender que las mujeres son la propie-
dad de sus parejas.

Privación
Se trata de la imposibilidad o dificultad de satisfacer las de-
mandas básicas. En el caso de las privaciones económicas
los abusadores dan por sentado su derecho a disponer de los
ingresos hogareños. Otro tipo de privación tiene que ver con
los contactos sociales. Es limitada la libertad de estas muje-
res para interactuar con otras personas.

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MUJERES FUERTES

Sobrecarga de responsabilidades
Es uno de los tipos de abuso emocional más significativo y
difícil de reconocer por parte de las mujeres que lo padecen.
Son mujeres exigidas a hacerse cargo por entero de la suerte
que corra su pareja.

Distorsión de la realidad subjetiva


Un último componente del abuso emocional es la siembra
constante de dudas con respecto al punto de vista de la vícti-
ma de diferentes cuestiones, grandes o pequeñas, cotidianas
y de gran trascendencia. Este tipo de abuso lleva a la de-
mencia.

Pérdida del control personal

Es importante destacar que las mujeres y sus parejas tienen


relaciones distintas para con el concepto del poder que van
más allá de una simple división en víctima-mujer, como
carente de todo poder, y abusador-hombre como poderoso.

Los mecanismos a través de los cuales los abusadores esta-


blecen un mayor control están íntimamente relacionados
con la reducción de la autoestima, la pérdida de la identidad,
la disminución de la energía e integridad físicas, y la depre-
sión debilitante relacionada con la pérdida de esperanza de
sus mujeres.

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MUJERES FUERTES

Pérdida de capacidades personales

Autoestima
Hace referencia al grado hasta el cual, como individuos, nos
consideramos importantes y apreciables. Cuando ésta es
debilitada, es fácil creer que posiblemente “merezcamos” el
maltrato, que tal vez somos un “fracaso” o menos valiosos
que los demás.

Identidad
La identidad podría decirse que es más importante que la
estima. Una cosa es desvalorizar a la mujer pero registrarla,
y otra no reconocer quien es, con lo cual lleva absolutamen-
te la pérdida del propio valor. La mujer, de esta manera,
queda imposibilitada de apoyarse en el recurso personal de
identidad, y pierde aún más poder.

Capacidad física
La debilidad física disminuye la capacidad de las mujeres
para modificar sus circunstancias.
Esta debilidad las vacía de la energía mental y emocional
necesarias para descubrir las posibilidades de cambiar.

Esperanza
Se pierde la esperanza de ser capaz de cambiar las circuns-
tancias de la vida que producen daño. La pérdida de espe-
ranza conlleva la depresión que permite al abusador asumir
una mayor influencia sobre las percepciones de la mujer.

-80-
MUJERES FUERTES

Vida sexual plena


Una mujer abusada emocionalmente está acostumbrada a
los rasgos y conductas negativas y exhibe las siguientes ca-
racterísticas con respecto a su forma de sentir y relacionarse
sexualmente:
Generalmente está más interesada en saber cuánto él la ama
y necesita, en lugar de cuánto ella lo quiere. La mayoría de
sus interacciones sexuales con él, están motivadas por cómo
lograr que él la ame más o que la necesite más.
Necesita entregarse a otro sexualmente a quien percibe como
necesitado, con el objetivo de gratificarlo y no de gratificarse
a ella misma. Estas conductas a ella le resultan promiscuas,
pero su interés es agradarle y serle útil a él.

El sexo es una de las herramientas que usa para cambiar a


su pareja confundiendo angustia, miedo y dolor con excita-
ción sexual. Su excitación parte de la excitación de él, no
sabe sentirse bien por sí misma. De hecho se siente amena-
zada por sus propios sentimientos.

El sexo es una de las formas principales en que la mujer


trata de llevarle salud. Con cada beso y cada caricia trata de
comunicarle lo especial y digno que es, cuánto lo admira y
lo adora creyendo que si él se convence de este amor se des-
pertará en él todo lo que desea ella que sea.
Puede ser que para esta mujer que vive situaciones de ten-
sión el aspecto sexual sea la manera de liberar esa tensión,
al menos en forma temporal.

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MUJERES FUERTES

Muchas veces el grado de descarga sexual que ella experi-


mente puede guardar una relación directa con el grado de
perturbación que siente con su pareja.

VI. CÓMO EJERCE CONTROL


EL ABUSADOR

El control que hace un abusador sobre la mujer, no sólo abar-


ca la forma en que ella debe pensar y comportarse, sino tam-
bién lo que debe sentir para ser merecedora del amor y la
aprobación de él. Por esa razón indaga constantemente acer-
ca de los sentimientos que ella tiene sobre diferentes hechos
para determinar si son buenos o malos.

La mujer frente a la condena de los sentimientos se sumerge


en una confusión respecto de lo que debe sentir, y reprime
sus sentimientos. Como resultado de esto se desconecta de
sus emociones y duda de ellas. Sin embargo de lo único que
está segura es de su profundo sufrimiento.

Los sentimientos pueden ser algo muy hermoso, pero cuan-


do perdemos el control de ellos o cuando su fuente principal
es el miedo, pueden interferir en nuestro juicio o razón.

Nuestros sentimientos son el resultado de nuestros pensa-


mientos. Tiene que haber un pensamiento antes que pueda
haber un sentimiento.

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MUJERES FUERTES

Cuando la mujer puede hacer la distinción entre lo que piensa


y lo que siente, puede ejercer cierto control sobre sus reac-
ciones.

Un ejercicio que puede ayudar a practicar el pasaje de un


sentimiento a un pensamiento es el siguiente:

Pensamientos
«Qué vida triste, tal vez todos estuvieran mejor sin mí...»
«Él me hará daño...»

Sentimientos
«Me siento casi siempre triste»
«Mi marido me da miedo»

El comenzar a poner límites, es lo que permitirá que la rela-


ción de pareja cambie. Es difícil que la personalidad de cual-
quier ser humano sea transformada, pero el poner límites al
maltrato, el decir qué se está dispuesta a aceptar y qué es lo
que no se permitirá más en esa relación de pareja, hará que
el clima familiar cambie y que ya no haya más agresión.
Si quieres saber algo más acerca de este tema te invito a leer
el libro “Abuso Emocional” (Alejandra Stamateas).

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CAPÍTULO 6
LAS CRISIS, EL ÉXITO Y EL FRACASO
MUJERES FUERTES

I. LA S CRISIS, EL ÉXITO Y
EL FRACASO

Para sentirnos Mujeres Fuertes, va a ser necesario pasar


por diferentes crisis.

Definamos qué es una crisis

Crisis (decisión): es oportunidad y peligro. Es el momento


decisivo en un asunto de importancia.

Una crisis es algo que se nos impone, ya sea por una etapa
lógica (adolescencia, menopausia, etc.) o por un suceso ex-
terior, por lo general repentino (muerte, separación, acci-
dentes, etc.)

Existen diferentes tipos de crisis:


Crisis evolutivas
Crisis externas

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MUJERES FUERTES

Las crisis externas son las que producen una conmoción más
intensa y una angustia más profunda.
Estos sucesos se imponen con un carácter inevitable. Si hay
alguna elección posible, sólo puede efectuarse después, y las
opciones son, por lo general, sólo dos:
1. Dejarse devorar por lo sucedido.
2. Otorgarle a lo sucedido un sentido diferente, trascenden-
te, que pueda convertirse en un motor para la lucha.

A muchas mujeres lo que les permite sobrevivir a la catás-


trofe es oponerle a ésta un plan de acción. Ésta es la clave
para superar una crisis.

II. HABLEMOS SOBRE EL É XITO ...


( ... Y EL FRACASO )

¿Por qué abordar este tema?


Las crisis suponen sucesos que pueden hacernos sentir fra-
casados. Sin embargo también pueden ser un trampolín al
éxito.
Superar una crisis y encontrar una solución ya es éxito.

No obstante...

La creencia más generalizada es que los grandes éxitos siem-


pre son protagonizados por otros.

-88-
MUJERES FUERTES

Otra creencia consiste en que ser exitoso radica fundamen-


talmente en ser reconocido por otro socialmente reconoci-
do. O sea, el éxito se transforma en una “consagración social”.
El éxito no es un acontecimiento exterior, sino interior. Es
exitosa la persona que se considera exitosa, aunque su nom-
bre no figure en las primeras planas de los diarios.

Las formas erróneas de concebir el éxito nos llevarán al fra-


caso.

III. CONDICIONES B ÁSICAS PARA


F RACASAR EN LA VIDA

Al igual que para triunfar, también para fracasar se necesita


un “talento básico” que se despierta en la infancia y que es
cultivado con la práctica en la vida adulta.
Los conflictos con el éxito (o la tendencia al fracaso) se ge-
neran en la infancia por medio de:

Mensajes de fracaso por parte de los padres. Los mie-


dos y las dudas de los padres son disfrazados de prudencia:
“ojo con el negocio que vas a emprender”, “te vas a agotar”,
“no podrás conseguir lo que quieres”, etc.

Padres demasiado poderosos que inhiben el desarro-


llo de los hijos. El niño piensa que jamás podrá emular a
su padre cuyo poder o fama actúa como un “freno”. Mu-

-89-
MUJERES FUERTES

chos padres transmiten a sus hijos este mensaje: “no me


superes”. Y cuando el hijo fracasa le dice: “yo te lo advertí,
no me hiciste caso”.
Muchos hombres egoístas llegan a preferir no tener hijos
(descendencia) para no ser superados.

Padres frustrados que temen el éxito del hijo. Teme


al éxito del hijo porque el mismo puede poner en evidencia
sus fracasos. Por ello muchos padres instan a sus hijos a no
ir más allá de donde ellos llegaron.

Padres que tienen un legado. Padres que quieren que


sus hijos sigan la misma profesión. Esto seguramente lo lle-
vará al fracaso.

Padres que dan dobles mensajes. Sus palabras son des-


mentidas con sus actitudes. Ejemplo: la madre que le dice a
su hijo que se case pero que a su vez le da a entender que
ninguna mujer es como mamá.

Padres que cobran caro su ayuda. Dan o ayudan a sus


hijos para un negocio que está destinado al fracaso, y este
fracaso anunciado los salva de tener que continuar ayudán-
dolos. Es aquel que le ofrece a su hijo o a su yerno un puesto
de trabajo que no tiene nada que ver con su personalidad.
Así el fracaso está asegurado.

Padres que fomentan la dependencia. Padres que dan


a sus hijos información fragmentada o incompleta. De esa

-90-
MUJERES FUERTES

manera el hijo necesitará siempre del padre para completar


la información y éste podrá decirle “si yo no estuviera aquí,
no sé qué harías”.

Padres que prohíben. Padres que no dejan que sus hijos


les ayuden, haciéndoles ver que no tienen la capacidad para
hacerlo.

Las claves de la lucha positiva frente a los mensajes negati-


vos son fundamentalmente:
No compararse. Siempre existe alguien frente al cual nues-
tros logros se empequeñecen.
No proponerse metas inalcanzables. Las metas
inalcanzables terminan siempre en frustración.
Aprender a valorar los logros cotidianos. Hay que
empezar a valorar lo que uno consigue.
Y...

Aprender a Decir “No”

¿Cuántas veces nos hemos enfrentado a situaciones en que


nos nacía naturalmente un “NO” a pesar de que nuestra
boca pronunciaba un “SI”?

Cada vez que decimos sí cuando en realidad querríamos de-


cir no, tengamos en cuenta que estamos sacrificando algo
de nuestros propios deseos y necesidades por los de otros.
Sin embargo, nadie recompensa por aquellos sacrificios que
uno hace por ellos.

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MUJERES FUERTES

¿Cuál es la razón por la que decimos “SI” cuando queremos


decir que “NO”?

Evidentemente ese “SI” nos trae algunos beneficios:

Evitamos el rechazo. La esperanza es que si hacemos lo


que los demás quieren, los demás por consiguiente nos que-
rrán.

Compramos amor. Así como conseguimos nuevos amo-


res contribuimos a mantener los viejos.

Alejamos el miedo que nos produce la independen-


cia. Nos vemos liberados de tener que elegir.

Nos liberamos de tener que enfrentarnos con nues-


tros deseos. Satisfaciendo los deseos de los demás no tene-
mos tiempo y oportunidad para preguntarnos cuáles son los
propios.

Postergamos decisiones o posibles frustraciones.


Acompañamos a una amiga al médico para no ir a una en-
trevista de trabajo, por ejemplo.

-92-
MUJERES FUERTES

IV. CLAVES PARA RECONOCER


QUE NO HACEMOS
A QUELLO Q U E D ESEAMOS

He aquí algunas claves:

El deseo verdadero es el que suele surgir espontánea-


mente y que enseguida es reprimido y sepultado.

El deseo propio a veces nos resulta más extraño que


el ajeno, y nos obliga a preguntarnos: “¿Es posible
que yo quiera esto?”

El deseo propio no cumplido deja una cierta sensa-


ción de culpa, como si alguien nos estuviera mar-
cando el verdadero camino y nos negáramos a se-
guirlo.

Para aprender a decir “NO” debemos primero apren-


der a decirnos “SI” a nosotras mismas. Debemos
alejarnos del mandato “debo” y suplantarlo por “quiero”.

Cambiar el Rol que nos asignaron dentro


de la familia es también Decir No.

Aún antes de llegar al mundo nuestra familia tiene para


nosotros un lugar destinado. Inevitablemente seremos el

-93-
MUJERES FUERTES

primer hijo, el del medio, el benjamín, el menos mimado, el


preferido, el más simpático, el más inteligente, etc.

Nosotros nos ocupamos de llenar con mayor o menor rebel-


día el lugar vacante que la familia nos tiene reservado. Pero
a los roles familiares se le superponen los roles sociales que
también constituyen parte de nuestra identidad.

V. ROLES

La nena eterna. La última en enterarse de los problemas,


nadie quiere producirle un dolor de cabeza o lastimarla. La
cuota de responsabilidad es menor, pero el peso de su opi-
nión también suele ser menor.
La buena. Siempre hice lo posible para satisfacer las ex-
pectativas de los adultos de la familia. Siempre que surge un
conflicto está allí para buscar la conciliación. Ella cumple
con todos, menos con ella misma, y renuncia una y otra vez
a sus verdaderos deseos.
La oveja negra. Siempre vivió contrariamente a las con-
venciones. Siempre hay que explicarle dos veces las cosas
para que las entienda (debido a su rebeldía)
La exitosa. Siempre tuvo una habilidad especial para po-
ner los sentimientos entre paréntesis y hacer primar sus pun-
tos de vista. Su padre le profesaba admiración y la madre
había puesto en ella todas sus expectativas. Hoy, como ayer,
la familia tiene reproches para formularle, pero como tiene
éxito, nadie se atreve a cuestionarla.

-94-
MUJERES FUERTES

Para tener en cuenta

Debemos cambiar el rol, sabiendo que vamos a perder y a


ganar. Cuando nuestros roles comienzan a ahogarnos, nada
mejor que corrernos de lugar y para ello hay que tomar de-
cisiones.

A la hora de decidir...

Muchas veces cuando en la vida se nos presenta la oportu-


nidad de decidir, nos sentimos abrumadas. Muchas de no-
sotras no confiamos en nuestro criterio y entendemos el
horror de la indecisión.
A veces las decisiones más insignificantes como ¿qué me
pongo? o ¿qué comida preparo hoy? nos paralizan. Nos da-
mos por vencidas y nos rehusamos a pensar en estas cosas.
A veces permitimos que las circunstancias u otras personas
decidan por nosotras. Por muchas razones hemos perdido la
fe en nuestra capacidad para pensar y razonar.

Creer en mentiras, mentirnos a nosotras mismas, el caos, el


stress, la baja estima y muchas emociones reprimidas pue-
den nublar nuestra capacidad para pensar. Nos confundi-
mos, pero esto no quiere decir que no podamos pensar.
Nuestra capacidad de decisión se ve obstaculizada al pre-
ocuparnos de lo que pensarán otras personas, al forzarnos a
nosotras mismas a ser perfectas y al decirnos que nos apu-
remos. Creemos que si hacemos la elección incorrecta nun-
ca tendremos otra oportunidad.

-95-
MUJERES FUERTES

No escuchar a nuestras necesidades y deseos y decirnos lo


que deseamos está mal, nos esconde la información que ne-
cesitamos para hacer buenas elecciones.

Quizá hemos usado nuestras mentes en forma inadecuada


preocupándonos y obsesionándonos, y nuestras mentes es-
tán cansadas, hemos abusado de ella y tenemos pensamien-
tos de ansiedad.
Tal vez perdamos la fe en nuestra capacidad para pensar
porque la gente nos ha dicho que no podemos pensar ni to-
mar decisiones correctas. Nuestros padres pueden haber pro-
vocado esto en forma directa o indirecta; puede ser que ellos
hayan tomado las decisiones por nosotros. Quizá criticaron
todas las elecciones que hicimos, o pueden habernos con-
fundido negándonos a reconocer nuestra capacidad para
pensar cuando señalábamos problemas en casa.
Tal vez tuvimos dificultades con compañeros en la escuela o
con profesores, y en lugar de resolver los problemas nos di-
mos por vencidas. Podemos vivir actualmente con gente que
nos está diciendo que no podemos pensar. Pero podemos
pensar, los hombres piensan. Nuestras mentes funcionan
bién, podemos tomar decisiones, decidir qué queremos, qué
necesitamos hacer y cuándo es tiempo de hacerlo. Y pode-
mos tomar decisiones que incrementen nuestra autoestima.

Tenemos derecho a tener nuestras opiniones, incluso tene-


mos la capacidad para evaluarnos a nosotras mismas y a
nuestros pensamientos, de modo que podamos corregir nues-
tra manera de pensar cuando se vuelve irracional.

-96-
MUJERES FUERTES

Podemos evaluar nuestra conducta, podemos tomar deci-


siones acerca de lo que queremos y necesitamos, podemos
enfrentarnos a nuestros problemas y encontrar soluciones,
podemos tomar decisiones pequeñas o grandes.
Podemos sentirnos frustradas cuando tomamos decisiones
o intentamos resolver problemas, pero eso es normal. A ve-
ces necesitamos llegar a frustrarnos para cambiar radical-
mente el modo de pensar.
Recordemos que no tienen por qué ser perfectas las decisio-
nes tomadas, ni siquiera casi perfectas; tenemos que ser quie-
nes somos y manejar nuestros errores cometidos, esto es parte
de la vida.

-97-
CAPÍTULO 7
LA MUJER DESDE LA PERSPECTIVA ESPIRITUAL
MUJERES FUERTES

I. L A M UJER EN EL A NTIGUO
T ESTAMENTO

Como nos relata la historia bíblica, la mujer fue formada del


hombre, fue hueso de su hueso y carne de su carne y se le
dió el nombre de «varona» porque fue tomada del varón.
Fue imagen y semejanza de Dios. Las palabras hebreas «ish»
e «isha» vienen etimológicamente de la misma raíz «enas».
El nombre indica en hebreo la esencia de una cosa, y aquí
expresa la completa coincidencia de naturaleza, pero la di-
versidad de sexo.
En las dos expresiones («ish» e «isha») se muestra la forma
masculina y femenina de la misma raíz verbal.
La primera mujer no sólo fue formada del hombre por ra-
zón de la igualdad, sino por razón de la unidad.
Desde el punto de vista jurídico, la mujer israelita no siem-
pre estaba igualada a su marido, pero su posición era más
privilegiada que la mujer en otros pueblos orientales.

-101-
MUJERES FUERTES

El derecho matrimonial está dominado por el principio del


patriarcado, la mujer salía del poder del padre y pasaba al
del marido (1ª Samuel 18:17; 19:27).
La dicha mayor de la mujer israelita era ser madre.
Por ello ella formaba el centro de la familia y era objeto de
veneración y estima, gozaba como madre de la misma au-
toridad que el padre frente a sus hijos (Éxodo 20:12).
También en el orden penal se equiparaba el hombre a la
mujer. En Levítico 20:10 se fija pena de muerte tanto para
el hombre que caía en adulterio como para la mujer.
Estas y otras determinaciones legales, manifiestan una igual-
dad de hombre y mujer que no se halla en otros códigos
orientales.

En el derecho hereditario, la mujer es pospuesta frente al


privilegio del primogénito, pero por ejemplo, el libro de Job
menciona que las hijas se repartían con sus hermanos la
herencia paterna.
En la vida pública muchas mujeres en Israel lograron gran
autoridad e influencia; por ejemplo Débora, Hilda, Esther,
etc.

En el aspecto religioso, la mujer se pospone al hombre, en


cuanto está excluída de todos los ministerios de culto, aun-
que realizaban determinados servicios en el Tabernáculo.
Con el paso del tiempo y especialmente durante la época
post-exílica del judaísmo, hubo una tendencia en la ense-
ñanza rabínica a asignarle a la mujer un papel inferior.

-102-
MUJERES FUERTES

II. LA M UJER EN EL N UEVO


T ESTAMENTO

Para Jesús, la mujer, al igual que el hombre, es persona ante


Dios. La mujer está totalmente incorporada a su acción
salvadora.

Jesús:
Oyó la petición de una madre gentil, en premio de su
fe, cuya grandeza admitió y alabó, curó a su hijo.

Nunca rechazó tener contacto con mujeres enfermas


(impuras para la ley) y mujeres pecadoras; las sanó y las
perdonó como a los hombres. Curó a la suegra de Pedro, así
como a la hija del Jefe de la sinagoga, Jairo.
Habló y ganó el alma de la Samaritana junto al pozo de
Jacob e hizo de ella una fiel predicadora, sin importarle lo
que se decía y lo que se prohibía en Israel con respecto a los
samaritanos.

Consintió que una mujer le unjiera los pies con per-


fume, más allá de lo que se pudiera murmurar de Él. Jesús
se hospedó en casa de las hermanas de Betania (Marta y
María) y les explicó la palabra de Dios.

Jesús le reveló a una mujer, Marta, la hermana de


Lázaro, el misterio más profundo de la esperanza de la resu-
rrección.

-103-
MUJERES FUERTES

Junto a cada enseñanza que habla en masculino, se


nos transmite a menudo otra parábola femenina, «la
oveja perdida», «la dracma perdida», «la parábola del Gra-
no de Mostaza en el campo» y «la parábola de la levadura
en la casa».

En el séquito de Jesús se hallaban mujeres que le ser-


vían en su hacienda. Jesús dejó bien en claro que su men-
saje las abarcaba diciendo: «Yo soy el camino, la verdad y la
vida, nadie (varón o mujer) viene al Padre sino es por mí, y
el que a mí viene (varón o mujer) Y o, Jesús, no le echo fuera”

Después de la resurrección las mujeres se unieron


con los demás seguidores de Jesús y recibieron el poder y
los mismos dones del Espíritu Santo que se derramaron en
el día de Pentecostés.

Luego, en las cartas de Pablo, vemos que éste encara las


cuestiones de las iglesias locales exigiendo que se respetasen
las convenciones de la época y muchos de los requerimien-
tos que Pablo le hace a las mujeres están mezclados con pro-
hibiciones culturales de la época.

Pero Pablo entendió que en la filiación divina no hay dife-


rencia entre hombre y mujer. Ya no hay varón o hembra,
todos somos uno en Cristo Jesús. (1ª Corintios 11:11)
Si aplicamos y enseñamos éstos principios de Jesús, vigen-
tes para las generaciones, veremos la transformación social
que se producirá. No hablamos de principios religioso – cul-

-104-
MUJERES FUERTES

turales (que son meras doctrinas de hombres), sino de en-


señar la mirada de Jesús sobre las personas.
Veremos así surgir un hombre y una mujer sin violencia,
una familia sin violencia, una sociedad sin violencia; ya que
aprenderemos a mirarnos como Él nos ve, a mirar a los otros
como Él los ve, a amarnos y a amar como Él ama, con amor
eterno.

III. LA M IRADA DE JESÚS SOBRE LAS


MUJERES

Nadie como Jesús valoró a las mujeres. Con Él, el sexo fe-
menino adquirió dignidad, valor. Fueron muchas las muje-
res que de una manera u otra, acompañaron a Jesús en el
ministerio y tuvieron influencia en su vida.

Jesús reclamó para ellas los mismos derechos en su reino


que para los hombres, afirmando que ya no hay judío ni
griego, varón o mujer...
Dios introdujo una carga de amor y ternura a esta relación
meramente jurídica.
Por tanto podemos afirmar que la mujer en su aspecto psico-
físico es la reproducción viva de Dios.

Con Jesús asistimos a una verdadera revolución respecto a


la mujer, ya que tiene un mensaje liberador para ella.

-105-
MUJERES FUERTES

Como mujer fuerte debes verte en Cristo Jesús, ya no a tra-


vés de los ojos de los demás, o tus propios ojos, sino con los
ojos de Jesús; unos ojos que nos miran con inmenso cariño
y ternura.
Cuando nos miramos a través de sus ojos es porque hemos
unido nuestro espíritu con el suyo. Sólo podemos vernos así
cuando nos apropiamos de lo que Dios dice que somos. En
Él tenemos lo que necesitamos, y llegamos a amarlo de tal
manera que no deseamos nada fuera de Él. Sabemos que
somos aceptas en el Amado y esa aceptación nos da profun-
da paz.
Cuando leemos el libro del Cantar de los Cantares, podemos
ver la descripción hermosa que se hace de la mujer. Allí el
Amado describe a su amada en detalle, y esta descripción
que hace no es común, no entra dentro de los parámetros de
las adulaciones que, como mujeres, escuchamos, sino que
allí hay una descripción única y especial.
Te invito a que entres en esta relación de amor y que escu-
ches cómo Cristo, el Amado, habla de ti, cómo Él te describe
y cómo Él te ve...

“He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres
hermosa. Tus ojos entre tus guedejas como de paloma; tus ca-
bellos como manada de cabras que se recuestan en las laderas
de Galaad; tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
que suben del lavadero, todas son crías gemelas y ninguna en-
tre ellas estéril. Tus labios como hilo de grana, y tu habla her-
mosa; tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo.
Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería, mil
escudos están colgados en ella, todos escudos de valientes. Tus

-106-
MUJERES FUERTES

dos pechos, como gemelos de gacela, que se apacientan entre


lirios. Hasta que apunte el día y huyan las sombras, me iré al
monte de la mirra, y al collado del incienso. Toda tú eres her-
mosa, amiga mía, y en ti no hay mancha. Ven conmigo desde el
Líbano, oh esposa mía; ven conmigo desde el Líbano. Mira des-
de la cumbre de Amana, desde la cumbre de Senir y de Hermón,
desde las guardias de los leones, desde los montes de los leo-
pardos.
Prendiste m i corazón, hermana, esposa mía; has apresado mi
corazón con uno de tus ojos, con una gargantilla de tu cuello.
¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto
mejores que el vino tus amores, y el olor de tus ungüentos que
todas las especias aromáticas! Como panal de miel destilan tus
labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua; y el
olor de tus vestidos como el olor del Líbano. Huerto cerrado
eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada.
Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves, de
flores de alheña y nardos; nardo y azafrán, caña aromática y
canela, con todos los árboles de incienso; mirra y áloes, con
todas las principales especias aromáticas. Fuente de huertos,
pozo de aguas vivas, que corren del Líbano”.
(Cantares 4, La Biblia)

TU IDENTIDAD Y TU AUTOESTIMA ES -
TÁN EN ÉL Y ÉL TE DICE ...
“Levántate oh amiga mía, hermosa mía y ven. Paloma mía, que
estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados
parajes. Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz, porque dulce
es la voz tuya y hermoso tu aspecto...”

¡Mujer Fuerte, esa paloma eres tú...!

-107-
BIBLIOGRAFÍA

Un Tal Jesús, Luciano Jaramillo


Editorial Vida 1998

Vocabulario de Teología Bíblica, León Dufour


Biblioteca Herder, Barcelona 1990

El Mito de la Belleza, Naomi Wolf


Colección Reflexiones - Emecé Editores, Barcelona 1990

De a Dos, Pasos Hacia la Intimidad, Eileen Mac Cann


Era Naciente 1985

Evita Ser Manipulado, Dr. David Brandt


Ediciones Urano, Barcelona 1999

Abuso Emocional, A l e j a n d r a S t a m a t e a s
Ediciones Presencia, 2004

La Mujer Light, Silvia Itkin


Editorial Sudamericana, Bs. As. 1996

Las Mujeres y El Stress, C h a r m a i n e S a u n d e r s


Editorial Atlántida, Bs. As. 1990

La Mujer Sola, Alicia Mariam Alizalde


Editorial Lumen, Bs. As. 1998

La Condición Femenina, Luis Pérez Aguirre


Editorial Lumen, Bs. As. 1995

El Acoso Moral, Marie France Hirigoyen


Editorial Paidós, España 1999

Parejas Tormentosas, Jorge Antognazza


Editorial Sudamericana, Bs. As. 1996

Sexualidad y Erotismo en la Pareja, B e r n a r d o S t a m a t e a s Edito-


rial Clie, España 1996
Primera Edición Publicada en el mes de junio de 2004
Impreso en: Juan A. Grancharoff
Carolina Muzilli 5891 (CP 1440), Buenos Aires, Argentina

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