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2007
FLACSO 2007
DIPLOMA SUPERIOR EN DESARROLLO LOCAL Y ECONOMIA SOCIAL
1
Investigador Conicet, Director Área de Estado y Políticas Públicas de Flacso
(Sede Argentina). e-mail: dgarciad@flacso.org.ar Agradezco a los investigadores
Silvia Lospennato y Sergio de Piero por su colaboración en un debate previo sobre
las ideas principales de este trabajo.
2
Este capítulo forma parte del libro de García Delgado, Daniel, (2003),
“Estado-Nación y la crisis del modelo. El estrecho sendero”, Grupo Norma, Buenos
Aires.
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Introducción
Por ello, si algo tiene de positivo una crisis de esta magnitud, es que permite
repolitizar cuestiones que se presentaban antes como técnicas, neutras o
puramente económicas. Permite interrogarse sobre en qué proceso de
globalización nos insertamos, cuáles son bases para recuperar una estrategia de
desarrollo, diferenciándola del mero crecimiento del PBI, y poner sobre la mesa la
relación entre ética y desarrollo3, que fuera marginada durante más de dos décadas
por un período de extremado economicismo y predominio de visiones tecnocráticas
que posibilitaron una fuerte concentración del ingreso, fracturas sociales y exclusión
4
.
En este espacio de oportunidad y de debate acerca del rumbo a tomar, abierto por
la movilización popular de diciembre, nos interrogamos sobre la posibilidad de una
estrategia que conjugue la eventual reactivación con un crecimiento sostenido y
con reversión de la exclusión. Se trata de responder a tres interrogantes: el primero,
3
Cf. Klisksberg, 2002. Asimismo Etzione señala que “la combinación de
descuido a largo y corto plazo de los valores compartidos lleva al debilitamiento
del orden moral y a sus esperadas consecuencias de disfuncionalidad”. Etzioni,
Amitai (2000) La nueva regla de oro, Paidós, Buenos Aires, pág. 117. Cf. también,
de J. C. Scannone y otros (1998), Ética y Economía, Bonum, Buenos Aires.
4
Entre 1959 y 1960, el 20 por ciento más pobre de la población recibía el 7,5
por ciento del ingreso nacional. Argentina era uno de los países con mayor
equilibrio en la distribución del ingreso en América Latina. Hoy, en Alemania, el 20
por ciento más pobre recibe el 9 por ciento, en Estados Unidos, el 4,8 y en Brasil,
el 2,5. En octubre de 2001, según la encuesta de hogares, la distribución de
ingreso para el 20 por ciento más pobre fue el 2,8%. De este modo, no es
sorprendente que, con un proceso de concentración del ingreso tan importante, el
50% de la población esté bajo la línea de la pobreza.
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¿por qué el modelo neoliberal resultó una ilusión para el desarrollo? El segundo,
¿por qué, a pesar de que el escenario más probable de la transición era la caída en
una situación hiperinflacionaria, a fines del 2002 la crisis comienza a tocar un piso,
y se empieza a salir de la recesión? Y la tercera pregunta, a partir de la situación de
emergencia que parece ir llegando a su fin, ¿qué estrategia de desarrollo podría
asegurar un mejor rumbo para el conjunto de la población?
Este modelo llega a su ocaso con la crisis del capitalismo en 1930, a partir de la
caída del patrón oro y de la relación privilegiada con Inglaterra en la venta de
productos primarios e intercambio por bienes elaborados, por las restricciones en el
comercio internacional. Pero del ‘30 pasaron quince años hasta que la Argentina
gestó un segundo modelo, una nueva visión estratégica de su economía, a través
de lo que se llamó el modelo de sustitución de importaciones (1945-1976), o sea el
modelo de industrialización de la Argentina fuertemente impulsado por el Estado.
Esta nueva orientación estuvo acompañada por una fuerte estructuración del
movimiento obrero que pujaba por la extensión de los derechos sociales (Di Tella,
1994). En este modelo, el gobierno también adoptó medidas tendientes a fortalecer
esta estrategia, básicamente con el apoyo al desarrollo industrial y la distribución o
redistribución de los ingresos que hacían a la fortaleza de la demanda y del
consumo interno, que era absolutamente necesario y funcional a este modelo.
Así, en particular nuestro país, pero también otros de la región –como el caso de
Brasil– tuvieron, entre las décadas del ‘30 y del ’70, una concepción del desarrollo
como crecimiento industrial más distribución del ingreso y pleno empleo, con fuerte
incidencia estatal y de la gran empresa pública. Donde desarrollo era casi sinónimo
de industrialización, acceso a las masas al consumo, empleo asalariado, apoyado en
una fuerte intervención del Estado y planificación de una economía mixta. A ello se
sumó la incidencia de la teoría cepaliana estructuralista, en la visión acerca de
cómo organizar el sector público y las empresas para el desarrollo espacial.
Además, hay que poner de relieve que ese modelo fue impulsado desde la
sociedad, en gran medida, por el sujeto que impulsaba la expansión del Estado de
bienestar, con una mejora en la distribución del ingreso y del poder en ese período:
el movimiento obrero.
tenido motivaciones políticas: cortar de raíz el problema gremial, es decir, dejar sin
sustentación a las fuerzas políticas apoyadas en el poder sindical e impedir
definitivamente la aparición de movimientos populares y contestatarios, cuya base
material era el proceso de industrialización. Y no encontraron mejor manera que
destruir el aparato productivo, las bases sociales de la “alianza defensiva” que
permanentemente retornaba al poder apoyando en su fuerza electoral.
Es cierto que la Argentina todavía tiene que hacer muchas otras cosas hacia futuro
en términos de solvencia fiscal y eficiencia de la gestión estatal, pero lo concreto es
que esta falta de viabilidad externa, con este impacto sobre lo fiscal, generó un
impacto sobre lo social. De hecho, el permanente ajuste del gasto público terminó
traduciéndose en peores servicios para la población en lo que hacía a educación,
salud, infraestructura, seguridad, etc. Y este conjunto de factores, además, estaba
impactando muy negativamente en la estructura político institucional. Así, el
problema de la viabilidad de la Argentina en términos de crecimiento excedía
largamente lo económico.
Otro concepto que logro cierto éxito de difusión en los últimos años, vinculado a
múltiples prácticas de los municipios, fue el de desarrollo local (Arocena, 1995). La
idea es que ahora el desarrollo tendría que ver básicamente con las potencialidades
de los gobiernos municipales para impulsar un desarrollo endógeno o “desde
abajo”, junto con sus sociedades. O sea, que habría terminado la etapa de pensar el
paradigma “desde arriba”, y quedaba solamente la de impulsar las gestiones
locales. El desarrollo se iba a lograr sumando a esto el aumento del capital social
(conexiones y confiabilidad entre las organizaciones de la sociedad civil) e
independizándose del manejo de la economía nacional, conectándose directamente
con la economía global. Si bien con logros muy positivos en determinados
municipios, esta perspectiva no era pasible de ser desvinculada del resultado de la
economía nacional: en última instancia, las posibilidades de las ciudades son muy
diversas si aquélla crece o no, si se genera desigualdad y aumento del desempleo
estructural general, o si, no, así como si serán favorecidas o perjudicadas según el
tipo de perfil productivo que se termine conformando desde la macroeconomía
nacional.
Por último, la idea de desarrollo sustentable surgió para integrar las visiones
progresivas de desarrollo en relación con la justicia social, la distribución del ingreso
y el mayor empleo, con nuevos aspectos como el cuidado del medio ambiente y la
sustentabilidad en el mediano plazo. Sin embargo, cabe advertir al respecto que,
actualmente, parte del discurso neoliberal apela también al principio de la
sustentabilidad del desarrollo para ecologizar la economía y legitimar nuevas
formas de apropiación, por parte de grandes empresas, de la biodiversidad de los
pueblos pobres del sur, del agua potable, bosques y otros recursos naturales no
renovables.
La ilusión, finalmente, fue aquella de que las “buenas políticas” del recetario del
Consenso de Washington nos permitirían superar definitivamente el modelo de
industrialización hacia adentro, podarían drásticamente los estados ineficientes
(burocráticos, clientelares) y permitirían la floración de mercados cada vez más
complejos, eficientes y abiertos, erigidos en fuente de todos los bienes, y de los que
dependiera la fortaleza de la ciudadanía y democracia para estas sociedades. Una
ilusión que entronizó al mercado como un nuevo ídolo, a partir de haber creado una
usina ideológica que convenció a la gente de que lo bueno era desregular, privatizar
e internacionalizar todo. Usina de carácter mediática que fue creada por lo mismos
sectores que habían causado la hiperinflación.
8
Cf. Bernardo Kosacoff, “El desafío de la hora”, en Clarín (Económico)
3.11.02, pág. 24.
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cuanto más amplia fue la liberalización financiera hacia la cual se movieron los
países, más grave resultó la crisis. En aquellos países que resistieron, en cambio –
Taiwan, India, China, Chile, Malasia–, donde no se dejó entrar a los capitales de
corto plazo, la crisis fue mucho más moderada.
Tras el Plan déficit cero, la caída de la economía sin crédito externo, y luego el
“corralito”, el repudio de Cavallo y la huída del presidente, la declaración de default
era inevitable. Lo que no lo era tanto fue la devaluación y pesificación asimétrica, la
declaración de emergencia y reprogramación de los depósitos y posteriormente la
incorporación de controles más estrictos con el “corralón”, decisiones todas que
dividieron las aguas dentro del establishment9. En el contexto de efervescencia
popular que antecede y continúa a la caída de De la Rua, se concreta una ruptura
en el poder económico: por un lado, quedaron los bancos agrupados en la
Asociación de Bancos de Argentina, la Sociedad Rural, las cámaras de comercio, de
productos alimenticios (Copal) y las empresas privatizadas que se manifiestan a
favor de la defensa de la convertibilidad, y, por otro, la Unión Industrial y la
Confederación de Entidades Rurales se manifiestan a favor de la devaluación
(Godio, 2002: 126).
9
“La convertibilidad, con una paridad un peso - un dólar, coexistía con un
nivel exiguo de reservas del Banco Central y con una deuda externa impagable. La
salida de semejante situación –dice Aldo Ferrer– fue caótica. La devaluación y la
pesificación eran inevitables. Pero la primera excedió ampliamente lo necesario
para restablecer una paridad razonable del peso. La segunda, a su vez, se realizó
de tal manera que impuso una distribución inequitativa de los costos patrimoniales
provocados por la conversión compulsiva de los activos y pasivos bancarios y de
contratos entre particulares, denominados en dólares. A fines del primer trimestre
del año imperaba el desorden en los tres ejes en que se sustenta toda economía
organizada: el sistema financiero, el presupuesto y el régimen cambiario. La nueva
caída de la producción y el empleo y la reaparición de una inflación mensual de
dos dígitos revelaban la magnitud del impacto del derrumbe del modelo neoliberal
sobre la economía real. No es extraño que, en semejante escenario, prevalecieran
pronósticos apocalípticos sobre el futuro inmediato del país y su economía”. Aldo
Ferrer, art. cit.
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costo muy alto y, en la mayoría de los casos, los países que abandonaron el patrón
oro salieron tarde y mal, porque se plantean tantos problemas que siempre
terminaba siendo la realidad la que se encargaba de imponer una salida. De esta
forma, en pocas ocasiones se sintió que se gobernaba en una situación con tan
poco poder estatal, con menos confiabilidad de la sociedad y con un contexto más
adverso de organismos internacionales. Extraña paradoja en realidad, de que en la
búsqueda de un modelo de sociedad de mercado, de un capitalismo sin regulación
alguna y sin Estado, se terminara en un capitalismo sin crédito interno ni externo y
con ahorristas estafados por los propios bancos.
En consecuencia, el contexto, a principios del año 2002, no podía ser más negativo
para la instrumentación de las decisivas medidas que, necesariamente, debían ser
adoptadas. La devaluación cambiaria y la desdolarización de los contratos
(incluyendo la pesificación asimétrica de los depósitos y créditos bancarios) fueron
los elementos básicos que diseñaron el nuevo esquema económico.
Simultáneamente, se iniciaron complejas negociaciones con el FMI y se dieron a
conocer los lineamientos de los programas fiscal y monetario. Los objetivos
principales de la transición fueron consolidar una efectiva modificación de los
precios relativos en favor de los bienes transables internacionalmente, procurando
al mismo tiempo evitar los riesgos de un proceso hiperinflacionario, pronosticado
como inexorable por los sectores de opinión que habían sostenido el régimen de
convertibilidad hasta sus últimas consecuencias.
Ahora bien, en este difícil contexto, algunos de los errores iniciales del gobierno del
presidente Duhalde fueron el promover una coalición productiva en medio del
derrumbe. Pensar que era factible llevar a cabo un rápido lanzamiento de la
economía cuando recién comenzaban a sentirse los cimbronazos de la caída y de la
sanción internacional. Establecer un acuerdo con grandes concesiones a sectores
empresariales industriales como la UIA (De Mendiguren), sin demasiadas
contraprestaciones de parte de éstos. Y no producir una solución más eficaz en la
resolución de la bomba de tiempo que significaba gobernar en la emergencia con la
Corte menemista. Pero a diferencia de otros países que sufrieron crisis financieras
(México, por ejemplo, que rápidamente encontró un piso, rebotó y creció –modelo
de V–, o Brasil, más cerca, que encontrado el piso se estabiliza y luego comienza a
crecer –modelo de U–), la Argentina, que venía en recesión desde hacía cuatro años,
inicia una caída en picada (del PBI, empleo, etc.) cuyo piso era imposible de prever
y que se orientaba a un -modelo de plano inclinado ( \ ) amenazando con un
descalabro aún mayor.
En ese sentido, ¿qué fue lo que posibilitó que la crisis encontrara un piso? ¿Qué
impidió que se produjera el peor de los escenarios, hiperinflación, derrumbe del
sector financiero y del gobierno de transición y gobierno off shore?10 ¿Cómo fue que
la Argentina pudo sobrevivir al Fondo? Para comprender el real peso de estas
preguntas, hay que tener en cuenta que mientras gobierno y sociedad buscaban
afanosamente estabilizar las variables, varios de los principales actores externos e
internos, entre ellos grupos económicos importantes (bancos extranjeros y medios
de comunicación, y el cuadro principal político jurídico del menemismo), apostaron
a una profundización de la crisis, en orden a forzar una vuelta máxima de
consumación del modelo, de ir “un piso más abajo”, para que el derrumbe no se
redujera sólo a lo económico, sino también arrastrase a todo el sistema político,
para que la crisis tuviera una resolución extrema: dolarización, banca y aun
gobierno off shore, hiperinflación, bonos compulsivos y convocatoria a elecciones
en una situación dilemática11.
Afortunadamente, tres factores impidieron esa caída “un piso más abajo”:
ii. Hábil manejo de la política cambiaria, y una negociación responsable con los
organismos multilaterales. Además de implementar una política cambiaria y
monetaria correcta, que permitió controlar el dólar y detener la inflación y la caída
productiva, el Ministro hizo entrar en la negociación a los gobiernos del G7,
buscando en un plano político la resolución que en el nivel técnico estaba
bloqueada. De este modo la negociación con los organismos multilaterales pudo
incorporar asi consideraciones éticas, unificó capacidad con dignidad. Como bien
señala Kliksberg (2002), la relación entre ética y desarrollo fue olvidada en la última
década y media, y esta relación estuvo particularmente ausente en la negociación
internacional de la deuda. En efecto, la relación entre tecnocracias nacionales y
organismos multilaterales mostró una absoluta inexistencia de criterios éticos o de
equidad, en las negociaciones en torno a las políticas de ajuste y de renovación de
deuda vieja por nueva.
12
Aldo Ferrer, art. cit.
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iii. Políticas neouniversales de ingreso. El tercer factor que permitió que la Argentina
no estallara, evitando los saqueos y otros males que ponían en peligro la paz social,
tuvo que ver con la política neouniversalista de ingresos a Jefas y Jefes de Familia,
que alcanzan a una población de 2.000.000 de familias con una asignación de $150.
Política que modificó la visión focalizada excluyente anterior, que recupera la idea
de derecho social automático, y supone un mecanismo de redistribución del ingreso
por retenciones a las exportaciones agropecuarias. Ello se implementó mediante un
marco de gestión e institucional altamente informatizado y de Consejos Consultivos
locales y provinciales y nacional, conducidos por organizaciones de la comunidad.
En algún sentido, el piso alcanzado fue un logro del bloque que enfrentaba al del
regreso al modelo. Y los progresos logrados: la reactivación, mantener las reservas,
aumentar la recaudación y haber impedido la hiper y el derrumbe financiero y
político generalizado, fue posible porque Argentina se opuso a seguir aplicando las
rectas neoliberales que recomendaban los organismos financieros junto con los
sectores locales ligados a esos intereses, es decir, seguir ajustando. En lo que hace
al acuerdo con el Fondo, finalmente, el conflicto entre técnicos y políticos se cerró a
favor de los políticos, porque para sus directores, la situación de empujar a la
Argentina al default con los organismos implicaba que tendrían que explicar ante la
comunidad internacional por qué se había llevado a esta instancia a un país que
estaba saliendo.
recomposición del sistema financiero, con la lucha por limitar cláusulas del acuerdo
con el Fondo que encubren el comienzo de un proceso de privatización de la banca
pública (en todo caso, se tratará de distinguir entre avalar procesos de
racionalización de la banca pública y abrir la puerta a un a futura privatización).
También con cuestiones difíciles y complejas, como la resolución de la deuda
pública y privada (hay un centenar de empresas que deben en dólares y facturan en
pesos), el “corralón” (stock de depósitos reprogramados), el problema del aumento
de las tarifas de los servicios públicos privatizados (quedan pendientes aumentos
de servicios privatizados como luz, gas teléfonos, aguas y peajes), y la
reestructuración del sistema financiero y la reforma fiscal.
En relación con el primer objetivo, haber logrado un acuerdo con el FMI tiene
importancia táctica, siempre y cuando dicho acuerdo no implique –en aras de un
pretendido purismo ideológico– resignar la utilización de instrumentos que sirven
para ordenar la macroeconomía en las actuales circunstancias (pérdida de
reservas). A más largo plazo, sin embargo, las condiciones para garantizar un
crecimiento sostenido tienen que ver más bien con la definición de una estrategia
de desarrollo, que sea asumida por la sociedad como parte de un proyecto
refundacional del país, lo cual exige, sin duda, una formidable tarea de construcción
de consensos políticos. Esto significa poder articular el corto plazo con el mediano,
una operación particularmente difícil cuando venimos de una década de eliminación
de la prospectiva del mediano plazo. Es que, justamente, esa cierta incapacidad
para vincular las soluciones del presente con la preparación del porvenir se origina
en la afirmación de un pensamiento fragmentario, que se proyecta en la ruptura de
continuidades temporales (INAP, 2003). En este sentido, comienza a entablarse la
búsqueda de un nuevo consenso, que reemplace a aquel de “todo al mercado”, y
defina cuál ¿será el rumbo a seguir por la Argentina para no volver a equivocarse?,
lo cual no es solo un tema económico, sino económico-político, y que no debería
escindirse la problemática de la gobernabilidad, y cuestiones claves acerca de qué
rol se le asignará al Estado en la misma.
Una segunda estrategia piensa, que el problema no fue tanto el modelo, sino el
excesivo gasto público y la falta de transparencia. Lo básico en este pensamiento
son las instituciones (de allí la denominación de neoinstitucionalista, vinculada al
postconsenso de Washington o consenso de Santiago). Se trata de asegurar las
reglas, de volver sobre los valores y el capital social. Como señala Juan Carlos
Masjoan, líder de IDEA: “No saldremos de la crisis sin un fortalecimiento de la
Justicia, del Parlamento, la seguridad. La Argentina tiene que recuperar las
13
Ver al respecto, las opiniones vertidas por el economista Dr. Pablo Rojo, en
el Seminario patrocinado por el Woodrow Wilson Center “Camino a las Elecciones
2003: El Futuro Económico de la Argentina “, Woodrow Cilson Internacional
Center for Scholars, num. 7, dic. 2002
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Entre las políticas públicas destinadas a atenuar las imperfecciones del mercado,
sobresalen aquellas vinculadas al control de los servicios públicos privatizados, del
sistema financiero y previsional (incluyendo las AFJP, las ART y las obras sociales), la
elaboración y difusión de información económica relevante, el control del comercio
exterior, de la recaudación impositiva, o sea todas aquellas acciones destinadas a
garantizar la competencia y transparencia de los mercados. Por su parte, entre las
políticas activas de carácter horizontal se destacan las que guardan relación con los
procesos de innovación y adaptación tecnológica, la calificación de los trabajadores,
la política comercial externa, la ampliación de la infraestructura física y la difusión
de estándares de calidad y preservación del medio ambiente.
Con los avances logrados hasta aquí más el aporte de los otros elementos
planteados, sería factible proyectar una importante reactivación del nivel de
actividad para el próximo bienio, independientemente de los fuertes interrogantes
que existen en materia de gobernabilidad política. La fundamentación económica, al
respecto, se vincula con la subutilización actual de los factores de la producción,
tanto en bienes de capital (capacidad instalada ociosa) como en mano de obra
(desempleo y subempleo), y con los estímulos a la exportación y a la sustitución de
importaciones que genera el nuevo tipo de cambio real. A mediano plazo, sin
embargo, las condiciones para garantizar un crecimiento sostenido tienen que ver,
como dijimos, con la definición de una estrategia de desarrollo plenamente asumida
por la sociedad en su conjunto.
Pero el desarrollo requiere explicitar los valores sobre la base de los cuales se
configura un proyecto de país y una estrategia económica. Ello ha comenzado a
entrar en la agenda luego del cerrado economicismo y darwinismo social
experimentado en el período anterior. En ese sentido, es imperativo interrogarse
acerca de qué valores privilegiar. Porque la la dimensión ética, no se reduce
exclusivamente a un problema de responsabilidad social de las empresas, o de la
conducta de los funcionarios, o seguridad jurídica de las empresas sino que es más
amplio. Tiene que ver con una estrategia que privilegie la inclusión, con actitudes
de confianza y modificación de perspectivas, actitudes y valores en los empresarios
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Entre los activos con que contamos, cabe señalar la importante dotación de
recursos naturales –agropecuarios, mineros, forestales, pesqueros, turísticos, etc.–
que posee el país, y el fuerte desarrollo productivo y tecnológico que los mismos
han evidenciado en los últimos años. Además, nuestro país posee –con sus más y
con sus menos– una extensa trayectoria de desarrollo industrial, incluyendo una
importante presencia en los mercados internacionales de las ramas productoras de
insumos básicos (siderurgia, aluminio, petroquímica, etc.). También cabe computar
una mano de obra relativamente calificada, al menos a escala regional, con
capacidad para desarrollar actividades de alta complejidad tanto en la producción
de bienes como de servicios. Efectivamente, con tipo de cambio alto puede
trabajarse en software, vinculando la ciencia e investigación local, en diseño,
cultura, cine, consultoría, etc.
17
En referencia a la mediación financiera externa al país, y a la propensión a
fugar dinero de las elites nacionales, señala R. Boyer que Joseph Stiglitz ha
mostrada de manera cruel que cuando se le daba una línea de crédito a los países
asiáticos, inmediatamente sus bancos centrales colocaban la totalidad de su monto
en bonos del tesoro norteamericano, de manera que el efecto neto del crédito era
nulo. Y por eso, en un trabajo reciente sobre la integración asiática, considera que
la tarea esencial de esos países es organizar una gran plaza financiera y realizar
intercambios con el dólar solo de manera episódica. Tal vez esto debería hacerse
en la Argentina, con un gobierno muy fuerte o instituciones de la sociedad civil con
fuerte predicamento moral y ético, que pudieran convencer a los ahorristas, es
decir a las elites, de que colocaran sus ahorros en el país, lo cual, desde un punto
de vista macroeconómico, sería mucho mejor que pasar por Miami o Nueva York.
Cf. Boyer, 2002: 24.
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Entre los pasivos, que son varios, nos encontramos con una pérdida de valor
agregado en la producción, ruptura de las cadenas productivas, concentración
económica y un deterioro en la formación profesional de los trabajadores. Este
último aspecto es central porque, según las más modernas teorías del desarrollo, en
el contexto de la globalización la capacitación de la mano de obra constituye el
factor diferenciador que explica el éxito de los procesos de crecimiento económico.
No hay un solo capitalismo, hay varios, y lo que emerge en muchas naciones ante la
dificultad de generación de empleos formales por la empresa privada, y el Estado,
es la estructuración de una area de economía social. Ello es particularmente
importante en un pais con 4 millones de desocupados y una significativa proporción
de gente vinculada a cooperativas, huertas comunitarias, a empresas recuperadas,
al microereditos, trueque, etc. Entonces, se trata de cómo cómo ayudar a formalizar
sectores que hoy están fuera del sistema, de cómo potenciar el capitalismo
asociativo y la economía social. Y esto en parte tiene que con la legislacion
asociativa, pero también con hacer sujetos de crédito a los que hoy no lo son, con
modificar la ley del sistema financiero, con permitir refundar empresas viables en
ciertas condiciones; con descentralizar y territorializar el crédito mediante un
sistema de cajas cooperativas locales, con plantear nuevas figuras jurídicas que
permitan incorporar y legalizar experiencias asociativas, que no supongan más
trabas e impuestos sino accesos y reconocimientos.
v. Reconstruir el Mercosur
Por último, una definición estratégica para el desarrollo es que la Argentina tiene
que ser un actor crecientemente activo en el escenario internacional, pero
conociendo las limitaciones que le impone su baja relevancia económica, escala y
tamaño en la economía global. Esta limitación fortalece la importancia del Mercosur
como proceso de integración regional y, a partir de allí, como instancia de relación
con el resto del mundo.
Cuadro 3
Estrategias Económicas
Dos, que el otro aspecto un enfoque más endógeno de la teoría del desarrollo
destaca la importancia de los tejidos productivos y sociales, las instituciones y los
valores. Que los procesos acumulativos de capital, tecnología y eficiencia en la
administración de recursos se constituyen -como dice A. Ferrer - en primer lugar,
dentro de cada sociedad y en su propio espacio territorial. Que este proceso es
abierto y vinculado al mundo pero apoyado en la solidez de e los vínculos interiores
fundados en la historia y cultura de cada sociedad y en la capacidad de organizar
los propios recursos.
Y tres, que este desarrollo esta cada vez más vinculado a una estrategia regional
conjunta y no solo nacional, la cual pueda potenciar nuestras escalas y capacidades
y ampliar el horizonte de futuro. En este sentido, el derrumbe del modelo nos hizo
salir de la ilusión del desarrollo y de la ‘jaula de hierro’ en que el pensamiento único
nos colocaba para no considerar nuestros intereses, valores y opciones como nación
independiente. La crisis del modelo nos coloca en una situación novedosa y de
oportunidad que permite poner en cuestión a los gurúes, ideólogos y grupos de
interés prevalecientes en la década del ‘90 y a sus afirmaciones más estentóreas,
para poder pensar con mayor libertad. Pero ello no es suficiente para saber cuáles
serán los trazados de un mejor camino, sobre todo, por la fragilidad en que nos
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