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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

Antes de comenzar la presentación del texto, creemos que es necesario conocer un


poco más sobre el autor de él, por ellos hemos incluido una pequeña biografía centrándonos
en su especialización y en algunos de sus antecedentes académicos más importantes. Por
otro lado, una vez que ya comencemos la presentación del texto debemos dividir éste en
dos partes: primero la descripción que hace el autor del reinado de Felipe II, punto central
de la presentación, y en segundo lugar, la descripción de los organismos gubernamentales
característicos de la monarquía española. Las críticas al texto, se realizarán al mismo
tiempo que se vayan nombrando ciertas características, con lo cual no se pierde el hilo de la
lectura. Hay que señalar eso sí, que la segunda parte es eminentemente descriptiva y que
hemos obviado muchos detalles que nos parecen de poca importancia, centrándonos en las
que son las ideas clave desde nuestro punto de vista.

Antonio Domínguez Ortiz.


Historiador español especialista en la España de los siglos XVI, XVI y XVIII. Nació
en Sevilla el 18 de Octubre de 1909; cursó sus estudios en su ciudad natal y obtuvo su
doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Se destacó por ser uno de los
primeros en estudiar minuciosamente los archivos españoles tomando en cuenta los
documentos que testimoniaban la historia económico–social del país ibérico, temas
desechados por la historiografía tradicional europea.

“Domínguez Ortiz nos ha acercado a la sociedad española del tiempo de los Austrias como
probablemente nadie lo habría hecho, sobre todo mediante obras como "Crisis y decadencia en la
España de los Austrias" y "La España de los Austrias", publicada dentro de la serie "Historia de
España - Alfaguara", con las que ha sabido captar el crisol español de aquellos siglos, en los que
actuaron como factores propulsores los conflictos sociales, de religión y de raza. Durante décadas
ha investigado incansablemente, para luego explicar todas estas cuestiones con la sencillez del que
ha hecho de su vida un continuo magisterio”1.

Ha sido nombrado, por su nueva forma de mostrar la historia de la España moderna,


Doctor Honoris Causa de las Universidades Complutense de Madrid y de Barcelona,
además de recibir, en 1982 el prestigioso premio “Príncipe de Asturias” en la categoría de
1
Fundación Príncipe de Asturias, Antonio Domínguez Ortiz [en línea].
<http://www.fundacionprincipedeasturias.org/esp/04/premiados/trayectorias/trayectoria105.html> [consulta:
27 de Mayo de 2007].

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

Ciencias Sociales, entregado de manos del Príncipe Felipe de Asturias el 2 de Octubre de


ese año.
El profesor Domínguez Ortiz fallece el 21 de Enero de 2003 en Granada a la edad
de 93 años.

El Imperio Hispánico de Felipe II.


En el primero de los dos capítulos ha tratar, el autor comienza por señalar algunos
rasgos característicos de la personalidad de Felipe II, poniendo énfasis en lo contradictorio
de ésta.
Podemos agregar para dejar claro el contexto temporal de los hechos que se narran
algunos datos biográficos del monarca español. Felipe nació en Valladolid el 21 de Mayo
de 1527, hijo de Carlos V (Carlos I de España) e Isabel de Portugal. Asume la regencia de
España en 1543 a los 16 años de edad por petición de su padre. Es reconocido también, no
sin resistencias, como rey en Flandes, sin embargo, el Imperio Alemán se niega a
reconocerlo como Rey de Romanos, título que le confería el Imperio entero de su padre. No
será hasta 1556 cuando abdica Carlos V que Felipe asumirá los tronos de Castilla, de
Aragón y de los dominios italianos, sin heredar el título imperial de Carlos V.
En lo que respecta a su vida personal, Felipe se casará cuatro veces. La primera con
María de Portugal, su prima, con quien tendría a su primer hijo y heredero: Carlos. Luego
de quedar viudo, se casa por conveniencia política de su padre con María Tudor, heredera al
trono inglés, la cual también moriría al poco tiempo de ser elevada a Reina; con ella no
tuvo hijos y no fue feliz tampoco. La felicidad plena la alcanzaría al casarse con Isabel de
Valois con quien tuvo dos hijas: Isabel Clara y Catalina. Luego de enviudar por tercera vez
en 1568, se casa con su sobrina, Ana de Austria con quien tendría cinco hijos, y de donde
saldría el heredero al trono Felipe III, tras la muerte de su medio hermano el príncipe
Carlos.
Una de sus primeras intervenciones como Rey de España será poner fin al conflicto
con la Francia de Enrique II, que se arrastra desde el reinado de su padre. La guerra se
desarrolló desde el norte de Francia y se extendió hasta los dominios en Italia, donde
incluso hubo intervenciones del Papado. Finalmente se llegó a un acuerdo con todos los

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

actores involucrados, la paz de Cateau–Cambrésis en 1559. A raíz de ella surge su tercer


matrimonio, ya mencionado.
No queda más que señalar en este aspecto que el autor describe a Felipe II como un
monarca con igual sentido de universalidad del Imperio que su padre, lo cual, sin embargo,
no se demuestra en los hechos, pues con el tiempo, Felipe se relega a su magnífico Palacio
de El Escorial en Madrid del cual casi nunca saldrá perdiendo mucho contacto con la gente.
Además, las deudas dejadas por su padre afectan la economía de España y no son posibles
de saldar ni con las abundantes riquezas llegadas desde América. El monarca español
destaca también por su obsesión por el trabajo y por la carencia de un plan de gobierno, el
cual se fue configurando de momento y con líneas muy básicas basadas en su profunda
moral católica.
En esta parte podemos efectuar una crítica. El autor menciona que los castellanos
sentían recelo de Felipe II porque no compartía con ellos la austeridad y seriedad atribuida
a Castilla

“Una imagen que aplicada al conjunto de España es falsa, como todos los tópicos nacionales”2.

De esto podemos desprender que si el asume que no se puede generalizar los rasgos
castellanos a toda España, es decir, que no se puede hablar de temas nacionales, entonces es
contradictorio que más adelante nos señale que:

“El mayor reproche que puede hacerse a Felipe II es haber sacrificado los intereses
específicamente españoles a los de su política general”3.

Ahora, creemos que es egoísta por parte del autor señalar una frase así. Si bien está
escribiendo una parte de la historia de España, creemos que se olvida que Felipe II no era
sólo rey de ese país, sino que sus dominios se extendían por los Países Bajos Españoles,
Italia, América y Filipinas, siendo España una parte ínfima en toda la diversidad de
territorios. Desde ese punto de vista suena muy lógico que se preocupe más de la “política
general”. Tal vez el autor retroproyectó la territorialidad española actual a 500 años atrás,

2
Domínguez Ortiz, Antonio, Capítulo 3. El Imperio Hispánico de Felipe II. En su: El Antiguo Régimen: Los
Reyes Católicos y los Austrias, Tomo III, Madrid, Ed. Alianza, 1988, pp. 79 (el destacado es nuestro).
3
Ibid., p. 84.

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

olvidando que para los mismos españoles, seguramente España no era sólo la península
ibérica, y que si quizá no fue una percepción del común del pueblo hispano, sí lo fue para el
monarca. Por otra parte, se contradice con la idea de universalidad del Imperio que, según
él, tenía Felipe.
Además, esta crítica se podría extender por cuanto luego de decir lo antes
mencionado, comienza una relación acerca de lo ocurrido en Granada con el levantamiento
moro de 15684 –propiciado por Hernando de Córdoba, quien cambió su nombre a Abén
Humeya–, su represión y el endurecimiento de la Inquisición contra los musulmanes. Esto
nos lleva a pensar que si dentro de la política general de Felipe II se contemplaba el tema
religioso, y que, además el rey tenía una personalidad muy cristiana católica, entonces sí se
preocupó de los problemas de España que se relacionaban en una parte importante con la
religión. En todo caso, es muy difícil determinar cuáles eran los “intereses específicamente
españoles” a los que hace referencia el autor, por cuanto no se les menciona en ninguna
parte, por lo que podríamos asumir que las descripciones de hechos que hace en el libro, tal
vez sí tenían relación con esos intereses con lo que no valdría de mucho el “reproche”.
Por otro lado, a pesar de la crítica que hemos hecho al autor al considerar sólo los
territorios ibéricos dentro su “reproche” a Felipe II, tal vez tenga razón en parte al decir que
el monarca no se preocupó por los intereses específicamente españoles, porque en realidad
si tomamos el tema religioso podremos ver que sólo se preocupó de los intereses
castellanos, olvidando que aún para el reinado de Felipe II se avanzaba en la unificación
nacional de España, por lo que es difícil hablar de “España” tal vez sea mejor hablar de “las
Españas”, y que es un tema que hasta la actualidad sigue vigente, y que tiene que ver con la
autonomía de las provincias hispanas.
Siguiendo el curso de la lectura, y dejando un poco de lado la crítica hecha,
debemos destacar que hubo un mal manejo por parte de Felipe de la crisis de los moros,
pues su excesiva duración –hasta 1571– y debida principalmente a la falta de tropas pues la
mayoría estaban en Flandes, y a problemas de mandos militares, dejan ver que la situación
del territorio en que él se encontraba tenía una importancia menor que otros conflictos.

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El año 1968 estuvo marcado por el desastre para Felipe, pues junto a los hechos de Granada, en ese año
mueren su esposa Isabel de Valois, con quien había alcanzado la felicidad personal, y su hijo Carlos, heredero
al trono.

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

Un problema interno de gravedad que debió resolver Felipe, y que no logró hacerlo
del todo, es el tema de la infidelidad de su hombre de confianza, Antonio Pérez, hijo
bastardo de su anterior hombre de confianza –y de Carlos V también– Gonzalo Pérez. Y es
que Antonio Pérez, estaba haciendo ver a Felipe II que Juan de Escobedo, secretario de
Juan de Austria, medio hermano de Felipe y gobernador en Flandes, hacía que avivaba a
don Juan para levantarse contra el Rey de España. Así, se manda a matar a Escobedo, y,
luego de la muerte de Juan de Austria y de que llegaran sus cartas a manos de Felipe, éste
descubre la traición de Pérez quien en realidad no era más que un farsante. Lo manda a
apresar, pero no pudo ser condenado a muerte pues se acogió al fuero del Justicia Mayor de
Aragón, su patria, desde donde salió después a prestar sus servicios a Inglaterra y Francia.
Esta fue una de las causas del levantamiento en Aragón de 1591.
En relación a las relaciones internacionales, como las llama el autor5, destaca el
conflicto con los turcos en primer lugar, el cual se decidió en la batalla naval de Lepanto el
7 de Octubre de 1571, ganada por España, en alianza con sus parientes Habsburgos de
Austria y usando tropas hispanoitalianas.
Otro conflicto ineludible es el de Flandes, ineludible dentro de la política externa de
Felipe y sus sucesores. El autor lo señala de la siguiente manera:

“La guerra de Flandes fue, sin duda, el gran error de Felipe II. A pesar de su estancia en
aquellas tierras, a pesar de sus consejeros flamencos, parece que no comprendió los términos del
problema”6.

Los términos del problema a que hace referencia el autor podrían señalarse como de
índole política y religiosa. En primer lugar, los Países Bajos eran una mezcla de muchas
etnias, lenguas y sistemas políticos diferentes. A estos molestaba el hecho de que hubieran
muchas tropas hispanas en sus territorios y que el hombre más influyente de la Corte de
Margarita de Parma, gobernadora en Flandes, sea un cardenal católico: Antonio Granvela.
Para solucionar los conflictos políticos Felipe decide retirar a Granvela y las tropas
hispanas, pero no cede en lo religioso, negándose a implantar libertad de conciencia e
imponiendo los postulados del Concilio de Trento lo que molestó a los calvinistas del norte.

5
Hay que señalar que en rigor no todas lo eran. Flandes era parte de los dominios de Felipe por lo que desde
ese punto de vista tal vez no se podría considerar como política externa.
6
Domínguez Ortiz, Antonio. Op. Cit., p. 90.

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

Así, comienza un conflicto que duraría ochenta años, y que sería destrozo en todo aspecto,
tanto político como económico, y que tendría como motor la intransigencia y la falta de
pericia militar, pues los mandos se cambiaban con frecuencia en momentos clave.
Finalmente, el autor hace referencia a los conflictos con Inglaterra y Francia los que
se pueden resumir de la siguiente manera, aunque la cita no sea extraída del texto de
Domínguez Ortiz, si creemos refleja lo que éste quiso decir en su texto:

“Tras el ciclo triunfal de la primera parte de su reinado, vino una sucesión de desastres que no
cesarían hasta la muerte del rey. El primero y más resonante fue el fracaso de la expedición contra
Inglaterra en 1588, la Armada Invencible7. Siguió luego el desaguisado de la injerencia española en
la fase final de las guerras de religión francesas, que se saldó con la entronización del gran rival de
Felipe, el protestante Enrique IV, tras una oportuna conversión al catolicismo. La intervención en
Francia debilitó a su vez la posición española en Flandes, donde España perdió buena parte de lo
ganado anteriormente por Alejandro Farnesio”8.

Finaliza este capítulo con la muerte del rey el 13 de Septiembre de 1598 lo que es
caracterizado, por el autor, como un alivio, pues ya la gente en general ya se estaba
aburriendo de la nueva forma de gobierno que había implantado, tan diferente a la de
gobiernos pasados, y por su justificación católica que iba más allá de los intereses propios
de sus reinos.

Áreas de poder y órganos de gobierno.


En este capítulo, Domínguez Ortiz se dedica a hacer una descripción más o menos
general de todas las instituciones que formaban el Estado español imperante en la época de
los Reyes Católicos y la dinastía de los Austrias, y que, ejemplifican, a la larga, la
formación de un Estado que para nosotros podría ser nacional y absolutista. La descripción
se hace en forma descendente comenzando por la monarquía para terminar en las
instituciones y aspectos anexos a ella, como son la hacienda, las fuerzas armadas, los
señores y la Iglesia. Tal vez una cita ejemplifique mejor lo que el autor quiere dejar claro en
este capítulo:

7
El autor no habla de “Armada Invencible” por no ser un término usado en la época, sino más bien habla de
“Gran Armada” o “Armada de Inglaterra”.
8
Villanueva López, Jesús, El Rey de El Escorial. Felipe II, Revista Historia Nacional Geographic, núm. 25,
Diciembre de 2005, pp. 96.

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

“La historia de la creación del Estado moderno es, en gran medida, la historia de las
luchas por la unidad del poder, destruida por la atomización medieval. El Estado, encarnado en la
Monarquía, realizó esa unidad en el plano temporal; en el espiritual subsistió la autonomía de la
Iglesia Católica, la cual defendió también tenazmente su independencia en la esfera temporal,
provocando conflictos solucionados, sólo a medias, con la aplicación del regalismo. En los restantes
ámbitos, la Realeza consiguió imponer su autoridad eminente, e incluso poner a su servicio a los
poderes intermedios o subordinados: órganos nacionales y regionales, municipios y señoríos,
reconociéndoles una amplia autonomía, más tarde muy aminorada, ya que no destruída, por el
régimen borbónico”9.

Así, tal vez lo de mayor importancia es lo que tenga que ver con el absolutismo si
ponemos énfasis en lo que tiene que ver con Felipe II pues será este rey el que haga denotar
mayormente un afán personalista y absolutista como sello de gobierno.
Primeramente, se hace necesario hacer mención al origen del poder del rey. Este,
según la teoría escolástica, tiene un origen divino y uno en la comunidad, será esta última la
que lo delegue en una persona o en una familia, que sea soberano en favor de todos, no de
intereses personales. El rey absoluto, que es la encarnación del poder divino, una vez
elevado a la condición de soberano, queda eximido de las leyes ordinarias y se rige por las
morales y divinas, además de aquella que pacta con los súbditos. En el caso de los Austrias,
el poder absoluto que concientemente poseían, lo ejercieron con más flexibilidad y diálogo
que las dinastías posteriores. Una descripción de la pluralidad de la monarquía podemos
verla en esta cita:

“[La monarquía] no era un cuerpo unitario sino un conjunto de territorios dotados de constitución
y personalidad propias, entre los cuales el rey era el único vínculo político”10.

La justificación divina del rey hacía que muchos pensarán que el rey no se
equivocaba ni obraba mal, sino más bien, el gobierno, es decir, los que rodeaban al rey.
Éstos que rodeaban al rey y que el autor describe en otro apartado, son los ministros
y consejeros, que eran los principales afectados, juntos a los gobernadores, de las revueltas
populares, por cuanto eran quienes eran destituidos y desprestigiados. Y es que estos

9
Domínguez Ortiz, Antonio. Op. Cit., p. 99.
10
Ibid., p. 100.

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

personajes, llegaban a ocupar sus cargos por medio de relaciones de clientelismo, a base de
casamientos, favores, etc. A veces, el mismo rey no confiaba en ellos, es así como Felipe II,
por ejemplo, siempre se preocupó de que sus consejeros fueran una cantidad considerable y
de que ninguno tuviera preeminencia sobre otro para evitar excesos o abusos de poder.
Otra institución que menciona el autor y con la cual la monarquía compartía el
poder es el municipio. Este organismo, desde la Edad Media, era el que más concentraba
poder, por ello, antes de los Reyes Católicos, las familias nobiliarias y los burgueses se
disputaban su control. Luego, Isabel y Fernando instaurarían un turno entre los bandos y
comenzarían un aumento gradual de los cupos concejiles en los municipios. Más adelante,
Carlos V iniciaría la venta de los cargos concejiles para lo cual se crearon aún más cupos lo
que, según el autor, tenía como fin recaudar más fondos para la monarquía, provocando de
paso e inconcientemente una disgregación de esa instancia de poder, haciendo que el
control del rey sobre ellos aumentara. Esta política de creación de cupos concejiles sería
continuada por Felipe II aún a mayor escala que su padre.
En este punto debemos hacer una crítica al autor respecto al supuesto
desconocimiento de la disgregación del poder municipal, o de que ello haya sido un hecho
fortuito. Nosotros creemos que eso no es para nada un hecho fortuito. Y es que si pensamos
que tanto los Reyes Católicos, como Carlos V y Felipe II tenían afanes de establecer una
unidad nacional y, en el caso de Felipe, fortalecer su poder o concentrarlo, entonces es raro
que la inclusión de nuevos cupos de concejales en los municipios haya sido sólo con fines
económicos, creemos que también hay un trasfondo político latente y que no se puede pasar
por alto. Además podríamos criticar nuevamente la pretensión nacional que da el autor al
reino de Castilla, pues la venta de cargos concejiles sólo es nombrada para los municipios
castellanos, dando la idea, a ratos, de que la situación se extendía por toda España.
Ahora, el nexo entre el monarca y los municipios eran las Cortes, cuyo personaje
clave era el mensajero que se denominaba Corregidor y que era elegido por la Corte pero
pagado por el municipio. Por supuesto esta situación daba a pie a muchos manejos
políticos. De un lado los municipios, si querían obtener algún favor más allá de las
atribuciones del Corregidor pagaban más a este. Obviamente éste también podía chantajear
a los municipios con dinero. Por otro lado, las Cortes podían removerlo si creían que no
cumplía con las obligaciones correctamente, o si veían que andaba por malos pasos.

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

En lo concerniente a las Cortes de Castilla propiamente tales, éstas eran convocadas


por el rey en ciertas circunstancias pero no eran permanentes. Esta convocatoria fue
disminuyendo con el tiempo, y sobre todo a partir de Carlos V. Dicha falta de convocatoria
fue una medida que se adoptó para ir acabando con el poder de ellas.
Es necesario mencionar que Castilla no era el único reino de la península ibérica, y
del actual territorio español que tenía Cortes. Había ciertos reinos autónomos que tenían sus
propias Cortes, que representaban a provincias que tenían privilegios distintos, lo que deja
ver que la relación imperante era contractual y que seguramente se arrastraba desde la Edad
Media. Seguramente el rey nunca quiso terminarlos porque uno de los fantasmas que
perseguía a los monarcas en la época era el de los levantamientos de las provincias, según
se deduce de muchas partes del texto. Por ejemplo, el reino de Navarra tenía exenciones del
impuesto de la alcabala, pero aportaba con fabricación de armas manuales y buques de
guerra como galeras y galeones. Describir cada una de las Cortes que menciona el autor
sería bastante inútil, pues lo importante no es cómo se formaba cada una sino que había
diferencias aún dentro de lo que actualmente es el territorio español.
Entre las instituciones o asuntos anexos al Estado encontramos la hacienda pública.
El autor describe la evolución de la hacienda siendo que esta es fundamental para la
realización de las tareas gubernamentales. Así, la hacienda se basa principalmente en un
impuesto que data de la Edad Media conocido como la alcabala y que correspondía a al
10% de las ventas. El asunto clave es que de haberse cobrado correctamente siempre, no
habrían existido los problemas económicos que aquejaron a la monarquía desde los Reyes
Católicos. Y es que el impuesto o no se cobraba completo, o bien era usurpado por los
señores. Nuevamente lo que impedía el que se cobrase correctamente era el temor a los
levantamientos, por lo cual nunca se hizo. Sin embargo, Felipe II, en su nuevo impulso
absolutista, comenzó una nueva política que obligaba a todos los estamentos a pagar los
impuestos, desde la Iglesia Católica hasta pasar por los nobles y la aristocracia.
Lamentablemente esa medida no ayudó a palear la crisis dejada por Carlos V.
Dos instituciones que no dejan de ser importantes para el Estado español son el
Ejército y la Armada. Debido a la gran cantidad de conflictos que debían enfrentar los
monarcas estas instituciones eran fundamentales. Sin embargo, el autor señala que, a pesar
de la situación difícil, ambos órganos estaban en muy malas condiciones. Primero, nunca

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

existió un ejército permanente para solucionar los problemas internos, a pesar de las
pretensiones que alguna vez tuvo el Cardenal Cisneros cuando fue Gobernador de Castilla y
Felipe II. Por otra parte los fondos escaseaban y el contingente tampoco era abundante. Los
únicos ejércitos bien preparados eran los que habían estado luchando por largos años como
los apostados en Flandes. El caso de la Armada era mejor que el del Ejército. Cabe señalar
que nunca existió la llamada Armada Invencible, se le llamó siempre Gran Armada o
Armada de Inglaterra –para enfrentar el conflicto con la isla británica. La Armada se dividía
en varias partes y además estaba compuesta de varios tipos de buques. Desaparecería por
falta de recursos cuando la decadencia militar de España llegó al límite durante el reinado
de Carlos II.
Otro punto que toca el autor es el de las comunicaciones. De todas maneras, señala
lo obvio imaginable; éstas eran muy difíciles y lentas, debido al mal estado de los caminos
y a los caprichos de la geografía. Se señala también los tiempos en que se realizaban las
carreras de correo y la creación de este organismo que, sin embargo, no estaba al alcance de
cualquier persona por su alto costo. Por otro lado, cuando el rey se movía de un lugar a otro
del reino la presión sobre el erario fiscal era enorme pues eran cerca de 6.500 las personas
que se movían con él, lo que derivó en que el rey no se moviera mucho, a diferencia de lo
que pasó con Carlos V. Ahora, también es de pensar que eso iba en la personalidad del rey.
En el caso de Felipe II tal vez a este no gustaba viajar y por ello mandó a edificar el
imponente palacio de El Escorial. A ratos el autor supedita demasiado todos los temas a
cuestiones de índole económica que, tal vez no siempre hayan sido trascendentales.
En lo que respecta a la justicia y el orden público, el autor no da muchos detalles de
cómo se configuraban los administradores de justicia, salvo que existían cuatro grados, de
menor a mayor importancia: los alcaldes, los corregidores y los alcaldes mayores, las
chancillerías y las audiencias, y finalmente, el Consejo de Castilla, o los consejos de los
respectivos reinos. Según el autor, el problema de la justicia era que no había un orden en
las leyes lo que tratará de ser remediado por Felipe II, y que concuerda con la descripción
que de él se nos hace al principio como un rey que valoraba la justicia; esto se hace un texto
que se denomina “Nueva Recopilación de leyes de Castilla” de 1567. Por otro lado, el autor
señala que habían tres tipos de penas: las corporales, las pecuniarias o contra el honor, de
las cuales la más temida era la última. Ahora, la inequidad del sistema de justicia y la falta

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de control de los desórdenes se generaban por la falta de una fuerza de orden público, lo
cual era una falencia que el Estado no había podido remediar aún.
Otra institución no menos importante es la de los señoríos, los cuales se remontan a
la Edad Media. Ahora el señorío podía estar a cargo de un municipio, de una orden religiosa
o militar, o una persona designada por el rey. El autor deja en claro que no se puede hablar
de un régimen señorial como tal pues ningún señorío era parecido a otro, sino más bien
todos tenían su propia forma legal y sus propias particularidades. Ahora, los señores tenían
vastos privilegios como la administración de justicia y generalmente hacían uso de las
alcabalas, aunque esto no era legal y dejaba sin fondos a los reyes que percibían una
mínima parte. Con el tiempo el sistema señorial se fue debilitando ostensivamente, hasta
que para la Edad Moderna, ya tenía casi nada de injerencia a nivel estatal, lo que derivó en
que el rey hasta podía crear nuevos señoríos con motivos fiscales y sin preocuparse de las
consecuencias que pudiera traer.
El poder eclesiástico es el último que analiza el autor. Al hacer referencia a esta
esfera del poder, creemos que el autor lo hace con el firme propósito de demostrar que el
poder del rey era supremo, o que los eclesiásticos utilizaban su dependencia del poder del
rey a su conveniencia. La Iglesia a pesar de mantenerse autónoma en varios aspectos,
siempre estuvo influenciada por las decisiones del rey; sin embargo, nunca se desligó del
Papa, reconociendo y obedeciendo a ambas autoridades. Ahora, los sacerdotes jugaban en
torno a ambos poderes aprovechando esto a su favor. Por supuesto, la Iglesia tenía ciertos
privilegios por el sólo de ser quienes eran, algunos de ellos eran la exención del pago de
impuestos y tribunales propios para juzgar los delitos que se les podían impugnar, porque
también tenían inmunidad para ciertos crímenes. Un caso especial lo conforma la
Inquisición que era un tribunal dependiente del Papa pero que servía en mucho al poder del
monarca, pretendiendo actuar sobre temas de su competencia, lo que de hecho ocurrió.

Esta ha sido la revisión del texto de Antonio Domínguez Ortiz. Finalmente, no nos
queda más que sacar algunas conclusiones. Podemos darnos cuenta que las instituciones
fueron perdiendo poder con el tiempo lo que favoreció el aumento de poder del rey y el
advenimiento del absolutismo, cuyos atisbos más claros se comenzaron a ver bajo el
reinado de Felipe II de España; eso es lo más destacado de lo que hemos visto a lo largo del

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

texto. Ahora, las críticas son obvias. No podemos hablar solamente de España cuando
hablamos de los Habsburgo, es como si cuando hacemos historia de Chile nos olvidáramos
que alguna vez dependimos de España y de los problemas que ellos tenían, o de nuestros
vecinos de Latinoamérica, creemos que esta es la principal crítica que se puede hacer a esta
parte del texto, recordando que sólo es un trozo ínfimo el que debimos leer. Por supuesto
muchas otras cosas, surgirán de la propia presentación, pero eso queda al momento de
hacerla.

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Informe de texto. Antonio Domínguez Ortiz.

Bibliografía.
• Domínguez Ortiz, Antonio, Capítulo 3. El Imperio Hispánico de Felipe II. En su: El
Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias, Tomo III, Madrid, Ed.
Alianza, 1988, pp. 79 – 98.
• Domínguez Ortiz, Antonio, Capítulo 4. Áreas de poder y órganos de gobierno. En su:
El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias, Tomo III, Madrid, Ed.
Alianza, 1988, pp. 99 – 145.
• Fundación Príncipe de Asturias, Antonio Domínguez Ortiz [en línea].
<http://www.fundacionprincipedeasturias.org/esp/04/premiados/trayectorias/trayectoria
105.html> [consulta: 27 de Mayo de 2007].
• Real Academia Española de la Lengua, Real Academia Española. [en línea]
<www.rae.es> [consulta: 29 de Mayo de 2007].
• Villanueva López, Jesús, El Rey de El Escorial. Felipe II, Revista Historia Nacional
Geographic, núm. 25, Diciembre de 2005, pp. 90 – 103.

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