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Guardianes de la Dinastía

Marina Ester Salinas Martínez


Diciembre 16 2006
Nuevo Amanecer Cultural

Richard Millet

Guardianes de la Dinastía es un libro que recoge la historia de la


Guardia Nacional de Nicaragua, creada por EU, y la dinastía de la
familia Somoza que gobernó este país de 1934 a 1979. Sobresale
la Guardia Nacional como una herramienta política de uso
familiar, empleada para reprimir los afanes libertarios del nuestro
pueblo. Fruto de más de veinte años de investigación y labor
académica, Millett escribió la historia de la Guardia Nacional
como su tesis de grado. Una editorial de la Orden Mariknoll
publicó en inglés por primera vez la obra de Millett en 1979, y en
ese mismo año la Editorial Educa, con sede en San José, Costa
Rica, publicó la primera edición del libro en español. La segunda
edición en español de la obra, llamada la historia de la Guardia
Nacional, la ha publicado Lea Grupo Editorial, de Nicaragua.
Millett actualmente es Consejero principal de Political Risk
Service, y Profesor en Defense Institute of Security Asistance
Management.

En esta obra se encuentran datos muy interesantes acerca de la


muerte de Sandino: “El conflicto entre Sandino y la Guardia
alcanzó su clímax en la noche del 21 de febrero. Esa noche se
efectuaron dos diferentes reuniones en Managua. En el Palacio
Presidencial, Sacasa y Sofonías Salvatierra tenían una cena de
despedida para Sandino y sus seguidores, entre ellos los
generales Umanzor y Estrada. A las diez en punto, Salvatierra,
Sandino, Umanzor y Estrada se marcharon en el auto de
Salvatierra. La otra reunión había terminado poco antes de esa
hora. Se había realizado en el Campo de Marte, y habían estado
presentes la mayoría de los oficiales de alto rango de la Guardia,
incluyendo a los generales Somoza y Abaunza. Todas las fuentes
disponibles están de acuerdo en que los presentes decidieron
actuar inmediatamente en contra de Sandino, y nadie niega que
Somoza fuera el que dio la orden de que lo fusilaran. Sin
embargo, no está claro cómo llegaron a esta decisión. Somoza,
en un escrito cuya redacción le fue encargada a otra persona,
dice que en la reunión sólo se decidió arrestar a Sandino, y que la
decisión de matarlo se tomó después de que lo habían capturado.
Otras informaciones contradicen lo anterior. De acuerdo con una
de ellas, la decisión de matar a Sandino fue tomada en la reunión
y fue Somoza quien la exigió. Según informes, Somoza contaba
que había obtenido la aprobación norteamericana para eliminar a
Sandino, cosa que otros oficiales presentes en la reunión
confirmaron y se dispusieron a llevar a cabo.

Dos oficiales de alto rango que participaron directamente en la


reunión contradicen esta versión. Ellos dicen que el cuerpo de
oficiales obligó a un Somoza temeroso a aceptar que se diera
muerte a Sandino. Somoza quería dejar libre a Sandino, no
porque sintiera alguna simpatía por él, sino por temor a las
consecuencias que pudiera traer un asesinato.

Un relato más reciente, escrito por un antiguo oficial de la


Guardia, dice que Lane y Somoza se vieron varias veces el 21 de
febrero, y añade el interesante detalle que Somoza y el General
Abaunza se las arreglaron para mantener en Managua, en un
recital de poesía, a todos los oficiales de la Guardia que no
estaban involucrados, con lo cual se aseguraban de que no
habría oposición militar a sus acciones. Esta información presenta
a Abaunza como si hubiera estado considerablemente más
decidido a matar a Sandino que Somoza.

Como quiera que se haya tomado la decisión, sus resultados


fueron obvios. Una patrulla de la Guardia bloqueó la carretera
que iba del Palacio Presidencial al centro de la ciudad en el sitio
donde pasaba por el Campo de Marte y la penitenciaria nacional.
Cuando el auto de Salvatierra se aproximó a este punto, se le
ordenó parar e inmediatamente fue rodeado por tropas armadas,
que ordenaron a los ocupantes abandonar el carro. Sorprendido y
confuso por estos sucesos, Sandino pudo persuadir al
comandante de la patrulla, mayor Delgadillo, para que llevara un
mensaje a Somoza pidiéndole la oportunidad de hablar con él.
Delgadillo telefoneó a Somoza, quien estuvo a punto de echarse
atrás en el último momento, especialmente porque Sandino apeló
al hecho de que ambos eran masones, y Abaunza tuvo que
quitarle el teléfono y ordenar al mayor que procediera con la
‘ejecución’. El padre de Sandino y Salvatierra estaban entonces
con Sandino; Umanzor y Estrada fueron subidos a un camión y
llevados al campo de aterrizaje; allí los pusieron en la fila y los
fusilaron y luego los enterraron en gran secreto bajo la pista de
aterrizaje.

Éstos no fueron los únicos tres hombres que murieron esa noche.
Sócrates Sandino, el hermano de Augusto, junto con el general
Santos López se habían quedado con el yerno de Salvatierra,
Rolando Murillo, en la casa de Salvatierra. Se envió a una patrulla
a capturarlos, pero se resistieron. En la lucha, Sócrates murió y
Murillo fue mortalmente herido, pero el general López pudo
escapar.

Somoza posiblemente pudo haber dicho que tenía el apoyo de


Lane para estas acciones, pero es claro que Lane no las
aprobaba. Él oyó los disparos de la casa de Salvatierra y trató de
telefonear a Somoza, pero descubrió que su teléfono había sido
cortado, una acción que lo convenció de que algo muy serio
estaba sucediendo. Cuando se dirigía a usar el teléfono de la
Legación, él pasó por la casa de Salvatierra y vio a un hombre
herido en el pavimento y un gran grupo de guardias armados con
ametralladoras y rifles. Un capitán le dijo que los ocupantes de la
casa habían disparado a la Guardia y que el fuego había sido
contestado. Lane continuó hacia la Legación y telefoneó al
Presidente, quien le pidió con urgencia que fuera al Palacio. De
camino, Lane pasó por el cuartel general de Somoza y notó que
estaba fuertemente protegido con sacos de arena y
emplazamientos de ametralladoras.

La familia de Sacasa estaba extremadamente disgustada. La hija


del Presidente había presenciado parte del arresto y le informó a
su padre, quien entonces descubrió que todas su comunicaciones
con la Guardia habían sido cortadas. Le pidió a Lane que fuera al
cuartel general de Somoza y se lo trajera, petición que el Ministro
atendió con presteza”.

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