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16 DE FEBRERO DEL 2004 / EDICION No.

23364 / ACTUALIZADA
02:30 am

“Quiero la paz en Nicaragua y he venido a hacerla” declaró a LA


PRENSA el 3 de febrero de 1933

Jorge Eduardo Arellano


Secretario/AGHN

La última entrevista que diera el General Sandino fue el 3 de


febrero de 1933 al periodista de LA PRENSA Adolfo Calero Orozco
(1899-1980), un día después de suscribir con el presidente Juan
B. Sacasa los “Convenios de Paz”, los cuales implicaron la
disolución de su Ejército y, en la práctica, la firma de su sentencia
de muerte. De filiación conservadora, Calero Orozco llegó a Casa
Presidencial, donde fue presentado al legendario guerrillero por la
madre adoptiva de éste: doña América Tiffer de Sandino.

Calero Orozco anotó: “Estamos frente al hombre que por más de


cinco años mantuvo, rifle al brazo, la rebelión autonomista más
discutida en la historia e Hispano-América. Sandino no
corresponde al retrato que de él nos habíamos forjado. Es un
hombre de poco más de cinco pies de estatura y de unas ciento
treinta y cinco libras de peso. Ojos pequeños, oscuros, de mirar
vivo, tez blanca, un poco rojiza, el cutis maltratado y una
fisonomía severa, aún cuando sonreía”.

Vestía botas altas, amarillo-oscuras, pantalones de montar kaky y


camisa guerrera de gabardina verdácea. No llevaba corbata.
Abierto el cuello de la camisa, una bufanda roja le cubría
alrededor del cuello, bajando sobre el pecho unas pulgadas.
Sobre esos extremos pendía una medalla de oro, regalo de sus
admiradores mexicanos, sujeta a un alfiler, y más abajo: una
leontina de dos ramas con un dije redondo de oro, del tamaño de
una moneda de diez dólares. Abordable, locuaz, optimista, el
general declaró.

“Quiero la paz de Nicaragua y he venido a hacerla. Por años y


años hicimos la viva del viva, mis compañeros de armas y yo,
perseguidos por tierra y aire, calumniados a veces por nuestros
mismos conciudadanos, cuya libertad buscábamos, pero llenos
siempre de fe en el triunfo de la causa autonomista, que es la
causa de la justicia. Idos los yanquis militares del territorio
nacional, yo hubiera querido hacer la paz al día siguiente, pero la
incomprensión, la desconfianza y el pesimismo se habían
interpuesto”. Calero Orozco le espetó, al final de su entrevista,
esta pregunta:

—¿Cree usted, general, que ya no se disparará un tiro más en Las


Segovias?

—No será disparado de parte del Ejército Autonomista.

Y le agregó: “Perdone la pregunta, general, ¿y los jefes a quienes


algunas veces se acusó de cometer innecesarios actos de
crueldad? Escuche –le cortó Sandino– Esta es la hora de paz y
conciliación. Sin embargo, no temo referirme a esos puntos,
siempre exagerados y siempre atribuidos a mi ejército, aún
cuando muchas veces los cometieron grupos enemigos o grupos
independientes, que sólo usaban de nuestra bandera para
cometer actos punibles. El Ejército Autonomista estaba en guerra
contra una fuerza numerosa, extranjera, a la que muy poco
importaban las vidas nicaragüenses. Esa guerra había que
hacerla como se hacen todas las guerras, y hubo balas y sangre.
Quede esa sangre como un tributo rendido a la libertad de
Nicaragua, y que ni una gota más se vuelva a derramar entre
hermanos”.
16 DE FEBRERO DEL 2004 / La Prensa
Reportaje especial
Sandino: a 70 años de su magnicidio

Tres magnicidios se dieron en Nicaragua durante el siglo XX: el


del doctor Pedro Joaquín Chamorro (1924-1978), factor
desencadenante de la insurrección popular que abatió la
dictadura somociana (1936-1979); la del general Anastasio
Somoza García (1896-1956), que consolidó su régimen dinástico;
y el del general Augusto C. Sandino (1895-1934), perpetratado
por la Guardia Nacional, encabezada por Somoza García.
A setenta años de este acontecimiento, que marcó una etapa
histórica en el país, presentamos el escenario de sus hechos y
reproducimos testimonios y documentos esclarecedores. Junto a
Sandino, fueron fusilados dos de sus mejores lugartenientes: los
generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor.

Jorge Eduardo Arellano


Secretario/AGHN

Síntesis de su vida y lucha

Uno de los actores militares y políticos representativos de


América Latina, Augusto C. Sandino, encabezó una enconada
resistencia a la intervención militar de los Estados Unidos casi
durante seis años: entre mayo de 1927 y diciembre de 1932. El 4
del primer mes y año se había producido el pacto Stimson-
Moncada –que puso fin a la guerra civil entre liberales y
conservadores– impuesto por Henry L. Stimson, representante
personal del presidente Calvin Coolidge (1923-1929) a José María
Moncada, jefe de las fuerzas liberales. Pero Sandino lo rechazó de
facto, internándose en la zona montañosa de Las Segovias,
Nicaragua, para realzarse en armas mientras durase en su país la
presencia de las tropas extranjeras. Con su actitud –dijo–
“Nicaragua probó ante el mundo que su honor nacional no se
humilla; que le quedan todavía hijos que ofrendarán su sangre
para lavar las manchas que sobre ella puedan echar los
traidores”. Estaba decidido, pues, a expiar la conciencia colectiva
de culpa que fuera de su Patria le atribuían, en general, a los
nicaragüenses desde 1912, cuando se consolidó la oligarquía
conservadora bajo la égida de los Estados Unidos, tras liquidar la
primera resistencia anti-intervencionista asumida por el general
Benjamín Zeledón (1879-1912), cuyo destino trágico marcó a
Sandino a sus diecisiete años.

Primeros años y oficio


Nacido en el pueblo de Niquinohomo, en la zona suroccidental del
país, el 18 de mayo de 1895, e hijo ilegítimo pero reconocido de
un mediano caficultor y de una doméstica, a los 11 años se
incorporó a la familia de su padre, cuyo haber acrecentaría
dedicándose al comercio de granos en la región. En 1921 ya era
joven honrado y de buenos modales. Más un incidente con otro
joven comerciante de filiación conservadora –al que hirió en una
pierna– lo llevó a laborar en la Costa Caribe de Nicaragua,
Honduras, Guatemala y México, terminando como empleado de la
Huasteca Petroleum Co., en Cerro Azul, Veracruz. El oficio de
tornero mecánico fue la actividad en que más se distinguió. Los
acontecimientos de su país –un alzamiento liberal en Bluefields
contra el caudillo conservador Emiliano Chamorro que gobernaba
de facto, a raíz de un golpe de Estado al gobierno legalmente
constituido–, le condujeron a renunciar a su cargo de expendedor
de gasolina el 6 de mayo de 1926. Ese mismo año se
incorporaba, como jefe de una columna, al Ejército
Constitucionalista bajo el mando de José María Moncada (1870-
1945), a quien auxilió antes que éste rindiera las armas ante la
amenaza del uso de la fuerza estadounidense. Esta comprendió –
entre marzo de 1927 y abril de 1928– 5,500 hombres, 18 aviones
de bombardeo, un avión espía y 36 naves de guerra (portaviones,
cruceros, destructores y lanchas cañoneras).

El fracasado viaje a México

Sandino se opuso a las elecciones supervigiladas por los marinos


el 6 de noviembre de 1928, que llevaron a la Presidencia a
Moncada, y estuvo en vano un año en México solicitando ayuda
material para su causa que no obtuvo. Más bien, permaneció
virtualmente como prisionero de Estado. Al reanudar la lucha, fue
herido en la batalla de Zaraguasca el 19 de junio de 1930.
Posteriormente, tras oponerse de nuevo a las elecciones –
también supervigiladas– de 1932, firmó un acuerdo de paz el 2
de febrero de 1933, a un mes de abandonar los marinos el
territorio nicaragüense.
La firma de la paz

A tres causas se debía esta desocupación: a las consecuencias de


la crisis mundial del capitalismo –el crack en 1929 de la Bolsa de
Nueva York–, a la política del buen vecino de Franklin D. Roosevelt
y, naturalmente, a la protesta armada de Sandino. Entonces
ejercía la presidencia Juan B. Sacasa, liberal por el que había
decidido incorporarse a la guerra civil de 1926 combatiendo a su
lado contra los conservadores. Con él, los cuatro delegados de su
Ejército, más un representante de cada uno de los partidos
tradicionales (el conservador y el liberal nacionalista) firmaría la
paz el 2 de noviembre de 1933.

El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua


(EDSNN), en virtud de ese acuerdo, entregó gran parte de sus
armas y sus miembros se dedicaron, autorizados y financiados
por el Gobierno, a un proyecto de colonización y cooperatización
agrícolas en la cuenca del río Coco. Para asegurar el orden,
disponían de un resguardo de emergencia de cien hombres
armados.

Más de mil muertos en 510 combates

El EDSNN había sufrido más de mil muertos en 510 combates


frente a la Guardia Nacional (G.N.), oficializada el 2 de noviembre
de 1927 entre los gobiernos de Estados Unidos y Nicaragua o
más específicamente, a través del Tratado Cuadra Pasos-Monroe,
quedando como única fuerza castrense y policíaca del país,
dirigida sucesivamente por cinco oficiales norteamericanos. Por
su lado, éstos sólo perdieron a 122 hombres (47 marines y 75
guardias nacionales).

Pero el 1 de enero de 1933 había asumido el cargo de jefe


director de la G.N. el nicaragüense Anastasio Somoza García –
hombre de confianza de los interventores, sobrino político de
Sacasa y pariente cercano de Moncada– que perpetraría el
asesinato de Sandino, con el visto bueno del Embajador Arturo
Bliss Lane y el apoyo de su Estado Mayor, el 21 de febrero de
1934. Días después, la Sección Central de la “Cooperativa Río
Coco” era arrasada a sangre y fuego por la misma G.N., que,
desde entonces, se constituiría en el único poder real de la
República, y por tanto, en el eje de su política.

Amnistía para los asesinos

Inmediatamente, el presidente Sacasa condenó y ordenó una


investigación del crimen sin resultado alguno. El 12 de marzo el
padre de Sandino se vio obligado a exiliarse en El Salvador. El 3
de junio Somoza García, en un banquete en el Club Social de
Granada, baluarte del conservatismo, aceptó la responsabilidad
del hecho; y el Congreso Nacional aprobó un decreto de amnistía
para todo aquel que hubiese cometido cualquier delito desde el
16 de febrero de 1933 hasta la fecha (La Gaceta, Num. 282, pp.
2353-2354).

Bibliografía

Salvador Calderón Ramírez: Últimos días de Sandino (México,


Ediciones Botas, 1934). Salomón de la Selva: “Las euménides de
Sandino” (Hoy, México, D.F., vol. 4, Núm. 52, febrero, 1938),
Carlos Castillo Ibarra: Los Judas de Sandino (México, 1945); Edwin
Harrington: Asesinatos políticos/Los más célebres crímenes de
lídeeres y tiranos (México, Editorial Posada, 1974). Abelardo
Cuadra: Hombre del Caribe (San José, C.R., Educa, 1976);
Eduardo Pérez-Valle: El martirio del héroe. Testimonio múltiple
(Managua, Banco Central de Nicaragua, 1980) y Jorge Eduardo
Arellano: Soldado del continente/Capitán de Nicaragua (en
prensa).

16 DE FEBRERO DEL 2004 / La Prensa

Reportaje especial
El testimonio de Abelardo Cuadra
Trayecto del carro de Sandino bajando de la Casa Presidencial. La
pistola (extremo inferiorderecho) indica el lugar donde fue
detenido. Donde fue fusilado hay una cruz y una flecha (extremo
superior izquierdo). Y donde fue enterrado hay una lápida. Plano
inédito dibujado por Abelardo Cuadra.

Jorge Eduardo Arellano


Secretario/AGHN

Participante del crimen y fiscal de la investigación.

El 21 de febrero de 1934, como a las cuatro y media de la tarde,


mientras dirigía el training de unos boxeadores en el ring del
“Campo de Marte”, se me acercó el subteniente César Sánchez
(primo del general Somoza) y me dijo: “Dice el General Somoza,
que te espera en su oficina a las seis de la tarde” y añadió: “Se
trata de un asunto de mucha importancia que el General quiere
tratar con algunos oficiales. Y se marchó.

“14 ASESINOS Y CONMIGO 15”

Con reloj en mano, cinco minutos antes de las seis de la tarde,


llegué a la oficina del General Somoza (Anastasio padre) en el
Campo de Marte, donde encontré reunidos a los siguientes
oficiales:

1.- General Gustavo Abaunza, Jefe del Estado mayor.

2.- Coronel Samuel Santos-Jefe de Operaciones e Inteligencia;


3.- Mayor Alfonso González Cervantes, Jefe de la “Pagaduría”;

4.- Capitán Lizandro Delgadillo, Jefe de la 15ª. Compañía.

5.- Capitán Francisco Mendieta, Jefe de Abastos;

6.- Capitán Policarpo Gutiérrez, de Servicio Temporal en Managua;

7.- Capitán Carlos Tellería, Oficial ayudante.

8.- Capitán Diego López Roig, nacido en Costa Rica, pero


residente y con familia en Nicaragua;

9.- Teniente Federico Davidson Blanco, oficial ejecutivo de la 17ª.


Compañía.

10.- Teniente José Antonio López, jefe de la Policía de Managua;

11.- Teniente Ernesto Díaz, Segundo Jefe de la Policía de


Managua;

12.- Subteniente César Sánchez, Oficial Ejecutivo de la Primera


Compañía;

13.- Camilo González Cervantes (empleado civil del Campo de


Marte, que a veces se apodaba General y muy unido a Somoza
por ciertas razones).

Total CATORCE ASESINOS (incluyendo a Somoza) y conmigo


QUINCE.

Llegué completamente ajeno a lo que iba a tratarse, pero en


cuanto escuché las primeras palabras y opiniones que salían de
los corrillos formados en la Oficina, me di cuenta de que se
trataba de solucionar las dificultades existentes entre Sandino y
la Guardia Nacional.

El General Somoza no llegó sino hasta las seis y cuarenta y cinco


de la tarde. A su llegada hicimos silencio y nos sentamos en
semicírculo. Somoza, detrás de su escritorio, nos habló así:
— Les he mandado a llamar por ser ustedes oficiales de mi
entera confianza y para someterles a sus consideración la
solución que debe darse a las dificultades que existen entre la
vida del General Sandino y la vida de la Guardia Nacional. Yo
vengo ahora mismo de LEGACIÓN AMERICANA, y he presentado
al Ministro (Arthur) Bliss Lane, este mismo problema, y él me ha
prometido su apoyo incondicional.

—La actuación de Sandino, tomando en cuenta las últimas


declaraciones dadas por él a La Prensa, son una prueba evidente
de su ambición y esto indica que nosotros, en representación del
Ejército y por la paz de Nicaragua, debemos tomar una resolución
contundente, pero necesaria.

—Debo advertir que Sandino había declarado que en Nicaragua


existían tres poderes: Él, la Guardia Nacional y el presidente de la
República.

16 DE FEBRERO DEL 2004 / La Prensa

Reportaje especial
Cuartel General Guardia Nacional de Nicaragua

Molina Alemán era el fotógrafo de Casa Presidencial y se trasladó


a San José, Costa Rica, donde vivió y murió en los años 80’.

Jorge Eduardo Arellano


Secretario/AGHN

Managua, Nicaragua

Los suscritos, miembros del Estado Mayor de la Guardia Nacional


y altos oficiales del mismo cuerpo. CONSIDERANDO que el país
pasa por un momento de angustia proveniente del no-desarme
de las fuerzas del General Sandino, quien se había comprometido
a efectuarlo el 17 de febrero ppdo., valiéndose de subterfugios e
imposiciones que van en mengua del buen nombre del Gobierno
de la República y del Ejército que es la salvaguardia de las
instituciones patrias; CONSIDERANDO que no nos cabe el derecho
de deliberar, pero si de robustecer la acción de aquél que
tenemos como jefe superior a fin de que él en sus procedimientos
esté respaldado por la opinión unánime de los jefes y oficiales
subordinados a su comando, ACORDAMOS dar un voto de
confianza al Jefe Director de la Guardia Nacional, General
Anastasio Somoza, a fin de que sus gestiones se encaminen a
sacar avante al buen nombre de la República, de nuestro eximio
gobernante, Dr. Juan B. Sacasa y de la Guardia Nacional, único
cuerpo armado de la República, que es el sostén de las
instituciones nacionales.

Firmado de nuestra espontánea voluntad en la ciudad de


Managua, a los veintiún días del mes de febrero de mil
novecientos treinticuatro, a las siete de la noche.

(Transcripción de su original a máquina, firmado por 15 miembros


del Estado Mayor de la Guardia Nacional)

El acta de los asesinos

“Alguien dispuso que se hiciera una Acta firmada por cada uno de
los presentes –escribió Abelardo Cuadra–; y así se realizó. No
recuerdo quién o quiénes la dictaron y al leerse, el Gral. Gustavo
Abaunza objetó que ella estaba redactada de manera tan
ambigua que parecía el Poder Ejecutivo quien ordenaba la
ejecución que planeábamos.

Los mismos redactaron una segunda Acta después de rota la


primera. El Gral. Abaunza hizo la objeción, obedeciendo al cargo
para el cual había sido colocado allí (Jefe del Estado Mayor). La
segunda Acta fue aprobada por unanimidad, pues era más clara
la responsabilidad directa sobre el Ejército.

Cuando me llegó el turno de firmarla, observé que las firmas eran


completamente ilegibles; y entonces lancé la proposición de que
cada uno de nosotros, para asumir la responsabilidad
consiguiente, pusiera su nombre en letras de molde bajo cada
firma.
– ¡Qué lindas palabras! –cimentó el Gral. Somoza, esdrujulizando
las palabras, costumbre muy en boga en los muchachos del
Ejército aquellos días. Pero no se negaron a mi iniciativa”.

–(Texto manuscrito, inserto en la segunda versión de sus


Memorias: “Sandino patriota...”).

Manifiesto del Presidente de la República al pueblo nicaragüense

En la noche del 21 de los corrientes, un grupo de militares en


actual servicio en esta capital, contrariando mis órdenes expresas
sobre completas garantías ofrecidas al Gral. Augusto C. Sandino,
aprehendió a éste, a sus dos ayudantes Francisco Estrada y Juan
Pablo Umanzor, junto con el señor Ministro de Agricultura, Don
Sofonías Salvatierra y don Gregorio Sandino, padre del General,
que iban en un automóvil. Poco tiempo después, el mismo grupo
de militares de la Guardia Nacional, ultimó al General Sandino y a
sus dos ayudantes Estrada y Umanzor e igualmente fue muerto el
señor Sócrates Sandino, al querer efectuar su captura en casa del
Sr. Ministro Salvatierra.

Repruebo enérgicamente, a la faz de la nación, tan injustificable


crimen, que sólo ha podido cometerse en mi Gobierno a causa
del funcionamiento defectuoso de la Guardia Nacional; y me
esforzaré con firmeza porque se esclarezcan los hechos a la luz
de una rigurosa investigación, y sean debidamente castigados
sus autores, por el honor del Ejército nicaragüense, en el cual va
entrañado el honor nacional.

Confío en que contaré para este fin, y para el mantenimiento del


orden público, con la obe-diencia decidida de mis subalternos
militares y civiles y con la cooperación de todos mis
conciudadanos.

Casa Presidencial, Managua, D. N., 23 de Febrero de 1934.

16 DE FEBRERO DEL 2004 / La Prensa


Reportaje especial
Somoza se responsabiliza del crimen

Párrafo del escritor norteamericano James Saxon Shilders,


traducido al español de su libro “Sailing South American Skies”,
editado en 1936 por la Casa Farrar & Rinehart Inc., de New York.

Jorge Eduardo Arellano


Secretario/AGHN

“Bueno señor”, dijo el General Somoza alzando los hombros y


extendiendo los brazos, se lo diré a Ud. Ya es tiempo de que el
mundo lo sepa. Estas habladurías no hacen bien a nadie. Se lo
voy a decir pudiendo usted escribirlo. Sandino en el Norte
quemaba, mataba y arrasaba. Mataba nicaragüenses, sus
compatriotas, mis compatriotas, cuyas vidas era mi deber
proteger. Bajo cualquier ley y en cualquier país merecía la
muerte. Pero por razones políticas aquí en Nicaragua no podía ser
aprehendido y ejecutado. Por eso es que yo, Jefe Director de la
Guardia Nacional, ordené su ejecución. Y por lo cual mis hombres
lo capturaron y lo ejecutaron. Lo hicimos por el bien de Nicaragua

.
Sitios y relatos del dia tragico
Asesinato al General Augusto Cesar Sandino

—Armando Ñurinda Ramírez—


En esa gráfica,

basado en versiones del Profesor Sofonías


Salvatierra, Coronel Santos López y ex teniente «GN» Abelardo
Cuadra, protagonistas de los sucesos del 21 de Febrero 1934,
acontecimientos en que el gobierno de los Estados Unidos de
Norteamérica representado por el Pro Cónsul, o embajador Arthur
Bliss Lane, usó de testaferro a Anastasio Somoza García para que
consumara el asesinato del General Augusto C. Sandino y el
genocidio contra poblaciones de Las Segovias y otros
departamentos.

El número 1. indica el Palacio Presidencial, estuvo en la Loma de


Tiscapa. El edificio fue construido con instrucciones del General
José María Moncada Tapia «El Canelo», 1929 y fue derrumbado
por el terremoto 1972. El 21 de Febrero 1934, el General Sandino
con sus acompañantes, asistieron a una recepción, en la que se
celebraba con el Presidente Juan Bautista Sacasa, haber
concertado la Paz para Nicaragua. La reunión concluyó como a
las
diez de la noche «y bajamos de la Loma», recordó el Profesor
Sofonía Salvatierra, posiblemente iban con destino a
Niquinohomo, vía Tipitapa-Masaya. De Managua se podía viajar
por el ferrocarril, no había carretera. La otra ruta era por el Sur;
Managua-Carazo-Masaya.

Los números 2 y 5 son áreas que ahora ocupan el Hotel


Intercontinental y La Plaza Inter, el año 1934 estaban
despobladas y
boscosas. El número 3, en la Explanada de Tiscapa, destaca el
extenso tramo de la que llamaron Avenida Central, donde un
retén
de la Guardia Nacional detuvo el auto de la comitiva del General
Sandino, reteniédolos y los llevaron al local de El Hormiguero, con
el número 4. Anastasio Somoza García agradecido, bautizó con el
nombre de un presidente norteamericano.

EL PLAN DE MATAR A SANDINO

Destaca la extensión del predio que ocupa el «Campo de Marte y


en su ángulo occidental, donde instalaron la «Academia Militar de
Nicaragua», en ese sitio el 21 de Febrero 1934, a las siete de la
noche, Somoza García se reunió con 16 oficiales de la «GN» para
responsabilizarlos y dirigir el plan de eliminar al General Sandino.
El Instituto Pedagógico ocupaba el terreno al Norte, la vía que
atravezaba, la llamaban «Calle 11 de Julio» y la «Avenida
Central».
Ese terreno lo absorbió el Centro de Convenciones Olof Palme.

Para 1934 el límite Sur de Managua era por la «Calle 11 de Julio»,


al Este limitaba la avenida que iba de «Plaza El Caimito» hasta
topar con la parte Este de la Estación del Ferrocarril y por
occidente, hasta lo que llamaron «Avenida Monumental», frente
al
Estadio de Béisbol, pasando por donde está el Instituto de
Medicina Legal, hasta topar con el «Centro Destilatorio» y hacia
el
Lago, por el Barrio Cristo del Rosario.

De el número 4, se llevaron en camión de la «GN» al General


Sandino y a los generales Francisco Estrada y Juan Pablo
Umanzor; quedando detenidos en «El Hormiguero» el Maestro
Sofonías Salvatierra y don Gregorio Sandino, habiéndolos liberado
el embajador Bliss Lane. El número 6, donde fueron terrenos del
«Aeropuerto Xolotlán», parte de los predios que después
constituyeron el Barrio Larreynaga, donde el exteniente «GN»
Abelardo Cuadra confirmó, él y otros militares, asesinaron a los
generales: Sandino, Estrada y Umanzor.

El número 7 señala el sitio de «La Aviación», actual Ajax Delgado.


Eran dos edificios, de dos plantas, los legó don Zacarías Guerra y
allí estuvo el Hospicio de Huérfano de Managua. La construcción
fue dañada por el terremoto de 1931, los gobiernos de la época
convirtieron en presidio «La Aviación».

LA AVIACION

De «La Aviación» sacaron a unos prisioneros, quienes sepultaron


los cadáveres de los patriotas asesinados. Al Norte del presidio
pasaban la línea férrea y la Carretera Interamericana. Al Este está
el Barrio San Luis, al Oeste unas construcciones y el «Cerro Chico
Pelón». La Calle 15 de Septiembre topaba en esos terrenos, hacia
el Lago, en la cuadra ancha y larga, era la terminal de buses y se
regresaban. Al área la llamaban «zona militar», allí alojaron la
llamada «Acción Cívica Militar», también eran garajes y talleres.
Ahora por allí está el Instituto de Estudios Territoriales, El Instituto
Maestro Gabriel, Instalaciones del Seguro Social. El local de las
oficinas del antiguo aeropuerto quedaban de la estación
gasolinera
unas cien varas abajo, allí se pueden apreciar los arranques del
edificio y la plazoleta del parqueo. Al Sur construyeron Colonia
Tenderí y Ciudad Jardín «El Porvenir».

Por la Calle 15 de Septiembre», con el número 8, a seis cuadras


abajo del Aeropuerto Xolotlán está Iglesia El Calvario, a unas 20
varas, estuvo la residencia del gran Maestro e historiador
Sofonías
Salvatierra, no había más casas a los lados, allí hospedaban al
General Sandino y su gente. El trágico 21 de Febrero 1934, en el
inmueble se encontraban el Coronel Santos López, Sócrates
Sandino y otras personas, seguramente esperando al General
Sandino, a Don Cregorio, al Profesor Salvatierra, Estrada y
Umanzor. Serían como las diez y media de la noche, sin respetar
que allí vivía un Ministro comisionado a las pláticas de Paz y
garante de la integridad del General Sandino, una patrulla de la
«GN» asaltó la casa del Profesor Salvatierra.

El ataque artero dejó destrucción, pereciendo Sócrates Sandino,


don Rolando Murillo, hijo político de Salvatierra y el niño de diez
años, no identificado, quien como anónimo pasó a la
inmortalidad,
como Héroe infantil por la causa del General Sandino. El Coronel
Santos López, resultó herido y logró escapar. La historia de la
Patria destaca la lealtad de ese miembro del «Coro de Angeles»,
que luchó por la causa sandinista hasta morir. Sus restos
repatriados de Cuba, repatriados en el Parque Central de
Managua; cerca están los de Carlos Fonseca..

Versión internet: Eduardo Manfut P.


Historia de Nicaragua, Sucesos del Siglo 20
19 de Marzo de 2002 | El Nuevo Diario
Regresa al siglo XIX

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