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¡Mirad el manantial en la piedra, claro de alegría,


como una visión de estrellas!
Sobre nubes,
su juventud nutrieron
buenos espíritus,
entre peñas en el monte.

En juventud primera
danza de la nube
hacia las rocas de mármol,
su júbilo vuelve
al cielo.

Por las sendas de las cumbres


busca guijas de color,
con pronto paso de guía
arrastra consigo mismo
sus manantiales hermanos.

Abajo en el valle crecen


bajo su huella las flores
y el prado
vive de su aliento.

Pero ni sombra de valle


le detiene, ni flores
que su rodilla rodean
con ojos de amor guiñando,
a la llanura su paso apremia
serpenteando.

Arroyos se acercan
expansivos. Ahora entra
en la llanura argénteo-luciente
y la llanura reluce con él
y los ríos de la llanura
y los arroyos de la sierra
le dan gritos de júbilo: ¡hermano!
Hermano, llévate a los hermanos
contigo hasta el viejo padre,
hasta el eterno océano
que con brazos bien abiertos 2 
los nuestros espera,
que se abren, ay, en vano
los suyos anhelantes a prender.
¡Pues nos devora en seco desierto

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ávida arena,
el sol arriba
sume nuestra sangre,
un alcor
nos impide ir el lago!
¡Hermano!
Llévate a los hermanos de la llanura,
llévate a los hermanos de la sierra
contigo hacia tu padre.

¡Venid todos!
Y ahora crece
magnífico, toda una estirpe
eleva al príncipe
y en resonantes triunfos
da a países nombres, surgen
ciudades bajo su pie.

Imparable sigue susurrante,


deja las flameantes torres,
casas de mármol, creación
de su plenitud tras él.

Casas de cedro lleva Atlas


sobre los hombros gigantes,
veloz sobre su cabeza
vuelan mil velas al cielo,
su poder y majestad.

Y así lleva a sus hermanos,


sus tesoros y sus hijos
al creador que le espera,
júbiloso el corazón.

1772/73
 

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