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científica y de lo que todavía se desconoce al res- 2. Las puntuaciones en los tests de inteligencia
pecto. Por eso, nos parece interesante sintetizar las predicen moderadamente bien el rendimiento
conclusiones presentadas en 1996 por un equipo académico, correlacionando en torno a 0.5 (so-
de expertos, coordinado por Ulric Neisser, al que la bre un máximo de 1.0) con las calificaciones
Asociación Americana de Psicología (APA) encargó medias y un poco más con el nivel de escolari-
la realización de un informe, para clarificar y poner zación alcanzado. También muestran correla-
al día lo que se sabe y lo que se ignora sobre la in- ción con ciertas medidas de rendimiento fuera
teligencia. Aquí nos limitaremos a las conclusiones de la escuela, como, por ejemplo, el estatus
de mayor interés general teórico y práctico (omiti- ocupacional en la vida adulta. Y aunque esta
mos, pues, aquellas que, aun siendo importantes, correlación deriva en alguna medida de la cone-
tienen un interés más restringido en nuestro con- xión entre los tests y el logro escolar y de su pa-
texto sociocultural que en el de EE UU). pel como ‘porteros’ (puntuaciones altas en los
tests y cierta escolarización muchas veces son
1. Frente a la idea de que existe una única in-
prerrequisitos para acceder a determinados
teligencia general (factor g) o de que existen
puestos de trabajo, profesiones y carreras), esa
múltiples factores relativamente independientes
no es toda la historia. Se mantiene una correla-
(Carroll, 1993, identifica más de 60), hoy los
ción significativa incluso cuando se controlan
modelos más convincentes parecen los factoria-
estadísticamente el nivel de escolarización y el
les de tipo jerárquico. En ellos se postula la exis-
trasfondo familiar. Como señala Colom (1998),
tencia de una serie de factores primarios, cada
la inteligencia es, con mucho, el mejor predic-
uno de los cuales refleja los contenidos de va-
tor, aisladamente considerado, del rendimiento
rias pruebas psicológicas diferentes. A su vez, el
laboral; más, cuanto mayores son las exigencias
análisis factorial de las correlaciones entre estos
cognitivas del puesto. Volviendo al informe de
factores da lugar a un número más reducido de
la APA, hay que recordar que incluso se da una
factores secundarios más amplios, en los que de
modesta correlación entre la puntuación en los
nuevo se resume la información contenida en
tests y ciertas conductas desadaptativas, como
los primarios. Finalmente, el análisis factorial de
la delincuencia juvenil.
las correlaciones entre los factores secundarios
da lugar a un factor global o inteligencia gene- 3. La inteligencia es producto conjunto de las cir-
ral (en la figura 2 aparece una representación cunstancias ambientales y la dotación genética
abstracta de este tipo de modelos). De esta for- de las personas. La contribución de cada uno de
ma, las personas pueden ser evaluadas no sólo estos factores a las diferencias de inteligencia
conforme a una inteligencia general, sino tam- medida con los tests cambia a lo largo del desa-
bién a una serie de competencias más o menos rrollo personal. En los niños, la herencia genéti-
específicas. ca tiene un peso en torno al 45%, mientras que
General (g)
FACTOR GENERAL
FACTORES ESPECÍFICOS
FIGURA 2. Teoría factorial de P. E. Vernon en la que se representa una serie de factores dispuestos jerár-
quicamente: factores específicos (sin concretar en esta figura), factores de grupo menores (como la apti-
tud verbal, numérica o espacial), factores de grupo principales (la aptitud verbal-educativa y la aptitud
práctico-mecánica), y el factor general (g), situado en la parte más alta de la jerarquía.
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En los años posteriores continuó esta tónica, cen- Los sentimientos desacreditados:
trándose el concepto de inteligencia principal- «llorar es de niñas»
mente en la capacidad analítica sobre contenidos
Si exceptuamos el ámbito familiar y de relaciones
lógico-matemáticos y lingüísticos, especialmente
personales, el cultivo de los sentimientos cuenta
relevantes para el ámbito académico. Y así han
bastante poco. En el terreno estrictamente acadé-
continuado las cosas casi hasta nuestros días, aun-
mico y laboral/profesional, los componentes emo-
que, eso sí, ampliando en muchos casos el número
cionales se consideran secundarios, si no un estor-
de aptitudes intelectuales (espaciales, musicales...)
bo. La idea de que la ausencia de una emotividad
o incluyendo en ocasiones aptitudes manipulati-
inteligente tiene un coste importante en el mundo
vas, quinestésico-corporales, etc. Pero sin abarcar
laboral es relativamente nueva, de manera que a
apenas el plano afectivo. El descuido de la dimen-
algunos empresarios todavía les cuesta mucho
sión emocional ha constituido un «olvido» crónico
aceptarla. Muchos gestores, ejecutivos, directivos y
en la psicología de la inteligencia.
demás agentes económicos consideran que su tra-
Algo parecido ha pasado también, de hecho, con bajo exige la intervención de la cabeza, más que
la psicología experimental y, por tanto, con la psi- del corazón (cuyo protagonismo haría peligrar la
cología científica en general. Ésta inició su andadu- eficacia de su labor). Algo parecido sucede con el
ra hace algo más de un siglo como el estudio analí- rendimiento académico.
tico de los contenidos mentales, principalmente de
De ahí que, en un mundo donde las decisiones y el
naturaleza cognoscitiva. Luego, durante el interlu-
éxito profesional y de gestión a casi todos los nive-
dio conductista, la psicología infravaloró nuestra les estaba reservado prácticamente en régimen de
dimensión interior, incluida la vertiente emocional. monopolio a los hombres, desde pequeños nos en-
A partir de mediados de siglo, el conductismo co- señaran que «un hombre no llora: eso es de ni-
menzó a ser reemplazado por la psicología cogniti- ñas». Se suponía que los hombres y, en general, las
va del procesamiento de información, que adopta personas adultas, si querían moverse con solvencia
el ordenador como modelo del funcionamiento por el mundo y acertar en la mayoría de sus deci-
mental. El énfasis en las cuestiones de cómputo siones pragmáticas importantes, tenían que man-
dentro de los procesos de codificación de informa- tener a raya sus sentimientos y guiarse por la ra-
ción y pensamiento, en detrimento de las cuestio- zón: pensar fríamente. No es de extrañar que
nes afectivas, relacionadas con los sentimientos y cultivemos, pues, una cierta atrofia emocional, por
las emociones, se hace todavía más evidente. Y és- cuanto se considera que la emotividad distorsiona
te es un sesgo que el nuevo enfoque conexionista la información objetiva (o, cuando menos, no tan
de las redes neurales, que estos últimos años co- atolondrada) suministrada por la aséptica mente
mienza a desplazar a la psicología cognitiva clásica intelectual. El empleo mismo del término «emocio-
de sistemas de símbolos, no logra enmendar, al nal» o «visceral» para referirse a la forma de ser de
menos por el momento. El mundo emocional sigue alguien sugiere falta de control por su parte, carác-
siendo el gran continente inexplorado de la psico- ter débil e imprevisible: irracionalidad, en definitiva.
logía científica, si bien las cosas están comenzando
a cambiar. Es verdad que los sentimientos demasiado intensos
pueden entorpecer los procesos de raciocinio, por
Todo ello propició que la psicología especializada, cuanto anulan o, al menos, enturbian las operacio-
incluido el enfoque factorial y no sólo el cognitivo, nes de la razón. En casos extremos podemos llegar
siguiera interpretando la inteligencia como una ap- a ser cegados por la pasión y, por tanto, convertir-
titud racional y analítica de manejo de informa- nos en sus víctimas. Como señala Stuart Suther-
ción. Es más, tradicionalmente se ha considerado land (1996) en su libro Irracionalidad: el enemigo
que las emociones enturbian la razón. El hombre interior, muchos fallos de razonamiento no se de-
ha tendido a verse a sí mismo como un ser racional ben tanto a incapacidad intrínseca de cómputo,
(además de libre y consciente) por excelencia, que cuanto, más bien, a la intromisión de sentimientos
no debía dejarse arrastrar por las bajas pasiones e impulsos de naturaleza emocional inoportunos.
(de hecho, a la hora de aplicar los principios opera- No todas las contribuciones aportadas por la men-
tivos asépticos e imparciales de la razón, no se pre- te emocional resultan constructivas.
veía la existencia de pasiones «altas», potenciado-
ras del raciocinio). Las emociones con las que nos Desde el punto de vista orgánico, este impacto ne-
ha dotado la evolución estaban siendo devaluadas. gativo de los afectos sobre el razonamiento tiene
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que ver con las concomitancias entre las estructuras 1. Conocimiento de las emociones propias. La ca-
del cerebro intelectual y las del cerebro emocional, pacidad de reconocer con mayor o menor preci-
como veremos más adelante. Sin embargo, debido sión y rapidez nuestros sentimientos (lo que a
a esa interacción, el desarrollo de una sensibilidad veces se denomina metahumor, que ya desta-
emocional refinada, junto con la intuición y orienta- cara Sócrates con su famosa recomendación
ción que nos proporciona un manejo apropiado de «conócete a tí mismo») resulta crucial para la
los sentimientos, nos ayudará a navegar sin perder autocomprensión y, por ende, para la inteligen-
el rumbo en el mar proceloso de la vida cotidiana. cia emocional. Semejante conocimiento requie-
El cultivo de una competencia emocional desarro- re la intervención del neocórtex, especialmente
llada y oportuna contribuye, pues, a potenciar la in- las áreas del lenguaje (i.e., estructuras que van
teligencia, entendida en sentido amplio. Existe lo más allá del cerebro directamente responsable
que podríamos llamar un uso inteligente de las de las emociones, como veremos enseguida).
emociones o, según la expresión hoy día más popu- Por eso algunas personas, sin haber perdido la
lar –que no necesariamente más feliz–, «inteligen- capacidad de experimentar reacciones emocio-
cia emocional», largamente repudiada. nales, pueden ser incapaces de saber y, sobre
todo, de expresar o comunicar verbalmente lo
Inteligencia emocional: la convidada que sienten (sufren lo que se conoce como ale-
de piedra xitimia).
Es innegable que, pese a la convicción de la existen- 2. Capacidad de controlar las emociones. La con-
cia de varias cualidades diferentes dentro del com- ciencia de uno mismo es prerrequisito para un
plejo que llamamos «inteligencia», hasta reciente- segundo aspecto importante de la competencia
mente apenas se había prestado atención a su emocional: la capacidad de controlar nuestros
vertiente emocional: es decir, a la gestión «inteligen- sentimientos, con el objeto de adecuarlos a la
te» de las emociones propias, e incluso de las aje- situación y al momento correspondientes. La
nas. Aunque existen precedentes en este sentido, idea no es reprimirlos, sino lograr lo que ya Aris-
como la noción de inteligencia personal (intra e tóteles señalara en su Ética a Nicómaco: «cual-
interpersonal) defendida por Howard Gardner en quiera es capaz de enfadarse, eso es fácil. Pero,
su teoría de las «inteligencias múltiples» (1987; hacerlo con la persona pertinente, en el grado
véase a continuación, en esta misma página de in- adecuado, en el momento oportuno, con el
ternet, el trabajo de Andrés Pueyo) o el componen- propósito justo y de forma apropiada, eso no es
te social de la inteligencia práctica destacada por tan fácil». Más bien es muy difícil. Lo mismo su-
Robert Sternberg en su «modelo triárquico» (1985), cede con el control y la experiencia en su justa
la noción de inteligencia emocional no toma cuerpo medida de cualquier otra emoción, sea tristeza,
hasta la presente década. Técnicamente, como po- miedo, alegría, etc. Se trata del (siempre desea-
nen de manifiesto Davies, Stankov y Roberts (1998), ble, pero difícil de alcanzar) equilibrio o tem-
se trata de un concepto difuso, cuyo estatus empíri- planza.
co resulta aún cuestionable (por cuanto no se sabe
3. Canalización de los impulsos. Otro requisito pa-
todavía cómo medirla de forma objetiva y fiable ni
ra casi cualquier logro es la capacidad de diferir
se ha podido establecer claramente su diferencia-
la gratificación. Se ha comprobado, por ejem-
ción de las habilidades cognitivas u otros rasgos de
plo, que los niños que resisten la tentación de
personalidad ya consolidados en la literatura cientí-
consumir una golosina de forma inmediata, pa-
fica), pero no, por eso, carente de interés, sobre to-
ra poder conseguir el doble más tarde, mues-
do en la medida en que se encuentren procedimien-
tran en la adolescencia mayor competencia
tos adecuados para estimarla y se consolide su
académica, social y emocional que los que su-
identidad específica. Peter Salovey y John Mayer la
cumben a la tentación. De la misma forma,
describen por vez primera en 1990 como un tipo de
también la perseverancia, la confianza y un gra-
inteligencia social consistente en la aptitud para
do realista de optimismo favorecen la adapta-
controlar las emociones propias y de los demás, dis-
ción y el éxito.
criminar entre ellas y emplear esta información para
guiar nuestro pensamiento y acciones. Según esos 4. Reconocimiento de las emociones ajenas. La ca-
autores (véase también Mayer y Salovey, 1993 y pacidad de sintonizar con las señales sociales
1997), cabe destacar las siguientes competencias sutiles (preferentemente no verbales) y la sensi-
principales dentro de esta forma de inteligencia: bilidad para captar los estados emocionales de
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los demás (lo que se conoce como empatía, Desde luego, seguramente nadie muestra el mis-
muy dependiente también de la conciencia mo grado de pericia en cada uno de estos domi-
emocional propia) ayudan a comunicarse y al nios. Se puede despuntar en alguno, sin que eso
éxito en muchas situaciones y profesiones. Ade- garantice una competencia equiparable en los
más, la empatía potencia el altruismo y la ética, demás. En cualquier caso, la realización personal
mientras que su ausencia constituye una de las depende en gran medida de su nivel global. Es
circunstancias que contribuyen a explicar la más, algunos autores como Daniel Goleman
agresividad y otras desviaciones características (quien a través de su libro Inteligencia emocional
de la personalidad antisocial. contribuyó a resaltar enormemente la relevancia
de esta dimensión psíquica) o Robert Sternberg
(1997) llevan su argumento hasta el punto de
considerar que la inteligencia estimada a través
de los tests convencionales es prácticamente
irrelevante para el éxito fuera del ámbito aca-
démico.
Obviamente, no hay necesidad de pasar de un ex-
tremo al contrario. Es verdad que una interpreta-
ción de la mente humana en términos exclusiva-
mente intelectuales y racionales (emocionalmente
plana, podríamos decir), constituye una visión em-
pobrecida e incompleta de la misma. Por eso, no
es de extrañar que haya personas con un elevado
CI que llevan una existencia desastrosa, arrastrán-
dose penosamente de fracaso en fracaso, mien-
tras que otras con un modesto o incluso bajo CI
desarrollan una calidad de vida sorprendentemen-
FIGURA 3. Anibal Lecter, personaje de la película El silencio de los te gratificante, aunque esto no sea lo más fre-
corderos que representa a un hombre criado en una familia de alto
nivel socioeconómico y con capacidad intelectual notable quien, cuente. No obstante, no es menos verdad que la
sin embargo, muestra una florida conducta antisocial: un típico capacidad de raciocinio del intelecto también re-
psicópata primario. sulta fundamental para moverse en el mundo.
Además, es innegable que los sentimientos dema-
5. Control de las relaciones. El arte de las relacio- siado intensos pueden provocar estragos en el ra-
nes sociales se basa, en buena medida, en la zonamiento. El argumento ancestral que aconseja
competencia para expresar los sentimientos no tomar grandes decisiones bajo un estado emo-
propios y sintonizar con los ajenos. Efectiva- cional desbordado es incontestable. Pero en con-
mente uno de los factores determinantes de la diciones normales conviene aprovechar la intui-
eficacia interpersonal radica en la destreza con ción, entre otras ventajas ya señaladas, que nos
que la gente mantiene la sincronía emocional proporcionan los sentimientos. Como sostiene An-
(rapport), influyéndose mutuamente. tonio Damasio (1996) en su libro El error de Des-
cartes: la emoción, la razón y el cerebro humano,
los sentimientos son indispensables para la toma
racional de decisiones, porque nos orientan en la
dirección adecuada para sacar el mejor provecho a
las posibilidades que nos ofrece la fría lógica. En
definitiva, ambos componentes de la mente apor-
tan recursos sinérgicos: el uno sin el otro resultan
incompletos e ineficaces.