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Ante el Cristo de la Buena Muerte

José María Pemán

(Cádiz 1897 – 1981)

¡Cristo de la Buena Muerte, Por eso a tus pies postrado;


el de la faz amorosa, por tus dolores herido
tronchada como una rosa, de un dolor desconsolado;
sobre el blanco cuerpo inerte ante tu imagen vencido
que en el madero reposa. y ante tu Cruz humillado,

¿Quién pudo de tal manera siento unas ansias fogosas


darte esta noble y severa de abrazarte y bendecirte,
majestad llena de calma? y ante tus plantas piadosas,
No fue una mano: fue un alma quiero decirte mil cosas
la que talló tu madera. que no se cómo decirte...

Fue, Señor, que el que tallaba ¡Frente que, herida de amor,


tu figura, con tal celo te rindes de sufrimientos
y con tal ansia te amaba, sobre el pecho del Señor
que, a fuerza de amor, llevaba como los lirios que, en flor,
dentro del alma el modelo. tronchan, al paso, los vientos!

Fue, que, al tallarte, sentía Brazos rígidos y yertos,


un ansia tan verdadera, por tres garfios traspasados
que en arrobos le sumía que aquí estáis; por mis pecados
y cuajaba en la madera para recibirme, abiertos,
lo que en arrobos veía. para esperarme, clavados.

Fue que ese rostro, Señor, ¡Cuerpo llagado de amores,!


y esa ternura al tallarte, yo te adoro y yo te sigo;
y esa expresión de dolor, yo, Señor de los señores,
más que milagros del arte, quiero partir tus dolores
fueron milagros de amor. subiendo a la cruz contigo.

Fue, en fin, que ya no pudieron Quiero en la vida seguirte,


sus manos llegar a tanto, y por tus caminos irte
y desmayadas cayeron... alabando y bendiciendo,
¡y los ángeles te hicieron y bendecirte sufriendo,
con sus manos, mientras tanto! y muriendo bendecirte.

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Quiero, Señor, en tu encanto de sangre los pies cubiertos,
tener mis sentidos presos, llagadas de amor las manos,
y, unido a tu cuerpo santo, los ojos al mundo muertos,
mojar tu rostro con llanto, y los dos brazos abiertos
secar tu llanto con besos. para todos mis hermanos.

Quiero, en santo desvarío, Señor, aunque no merezco


besando tu rostro frío, que tu escuches mi quejido;
besando tu cuerpo inerte, por la muerte que has sufrido,
llamarte mil veces mío... escucha lo que te ofrezco
¡Cristo de la Buena Muerte! y escucha lo que te pido:

Y Tú, Rey de las bondades, A ofrecerte, Señor, vengo


que mueres por tu bondad mi ser, mi vida, mi amor,
muéstrame con claridad mi alegría, mi dolor;
la Verdad de las verdades cuanto puedo y cuanto tengo;
que es sobre toda verdad. cuanto me has dado, Señor.

Que mi alma, en Ti prisionera Y a cambio de esta alma llena


vaya fuera de su centro de amor que vengo a ofrecerte,
por la vida bullanguera; dame una vida serena
que no le lleguen adentro y una muerte santa y buena.
las algazaras de fuera; ¡Cristo de la Buena Muerte!

que no ame la poquedad


de cosas que, van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;

que no turbe mi conciencia


la opinión del mundo necio;
que aprenda, Señor, la ciencia
de ver con indiferencia
la adulación y el desprecio;

que sienta una dulce herida


de ansia de amor desmedida;
que ame tu Ciencia y tu Luz;
que vaya, en fin, por la vida
como Tú estás en la Cruz:

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