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Sentidos de memoria e historia sobre el paramilitarismo en Colombia en el marco el

actual proceso de negociación para la reincorporación a la vida civil.1


Myriam Stella Pérez Gallo

Desde el año 2002 hasta el presente, se ha venido desarrollando en Colombia un


proceso de negociación entre gobierno y grupos paramilitares que ha sido presentado
públicamente como el mecanismo para la reinserción a la vida civil de más de 30 mil
hombres señalados como integrantes de las fuerzas paraestatales armadas. Las condiciones
y sucesos que han rodeado este proceso desde su origen hasta hoy, han dado lugar a una
fuerte polémica de la cual han participado diversos sectores de la población. Son varios los
aspectos del debate pero los temas de memoria y verdad han cobrado una especial
relevancia en el marco de este contexto. Las distintas fuerzas sociales ven en la verdad y en
la memoria una posibilidad y otros además una necesidad. ¿Posibilidad o necesidad de
qué? Esto es lo que el presente trabajo intenta identificar. ¿Qué representa actualmente la
memoria y la verdad para algunos de los actores relacionados con el problema de la
violencia ejercida por los grupos paramilitares en Colombia? ¿Por qué memoria y verdad
son menciones que unos hacen y otros reiteran en sus discursos públicos? ¿Qué
importancia y sentidos tienen la memoria y la verdad para cada uno de ellos?
No son estas preguntas diversas ni de diverso orden. Mas bien son una misma
cuestión a través de la cual se intenta abordar una pregunta central ¿Existen sentidos en
disputa, entre las diferentes representaciones que los actores sociales y políticos en
Colombia hacen sobre la memoria y la verdad en relación con la violencia ejercida por
los grupos paramilitares en el marco del actual proceso de negociación para la
reinserción a la vida civil? Abordar esta cuestión quizá nos permita comprender mejor si
como se cree, lo que está en el centro del conflicto son visiones tan antagónicas como
antagónicos son algunos de los actores entre si o, si por el contrario pese a dichas
contradicciones, los sentidos que cada actor da a la memoria y a la verdad son mas
convergentes que opuestos. Dicha cuestión es a mi modo de ver más que un asunto de
investigación de relativa importancia. Lo que se está en el fondo de todas estas discusiones
alrededor de este tema en Colombia son asuntos de tal envergadura como la paz y la
justicia, ambas como ideas y como praxis, como necesidad y como posibilidad.2
Paramilitarismo en el contexto de violencia sociopolítica en Colombia y el actual
proceso de negociación para la reinserción.
Aunque el surgimiento del paramilitarismo en Colombia se remonta a finales de la
década de los años 40 del siglo pasado, fueron las poblaciones de colombianas/os de los
años 60 y 70 los que vieron surgir con mayor vigor este tipo de fuerzas. El contexto que las
1
rodea es la implementación de la Política de Seguridad Nacional como mecanismo
privilegiado de guerra contra el comunismo y la insurgencia en todo el continente, cuyo
principal postulado era una guerra “soterrada” a través de la cual había que unir al a nación
mediante la constitución de una trilogía entre estado, ejército y sociedad. Esta forma
explícita de involucramiento directo de la sociedad civil da lugar a en Colombia a la
promulgación en el año 69 del decreto 4998 por medio de cual se otorgó la permisión del
porte de armas para la población civil en un contexto para entonces de prolongado y
permanente estado de sitio (decreto 3398 de 1965)3 Posteriormente bajo el gobierno
departamental del actual presidente de la República Álvaro Uribe Vélez y por iniciativa de
este, fueron creadas las Cooperativas Convivir (Ley 356 de 1994) como asociaciones que
combinaban formas de economía solidaria con formas de control social armado.4 Los
actuales grupos paramilitares son el resultado de las leves transformaciones que este tipo
de organizaciones armadas ha venido teniendo.
Organizaciones de derechos humanos, movimiento de víctimas y organismos
judiciales les atribuyen no menos de diez mil asesinatos de indígenas, sindicalistas,
miembros de partidos políticos (incluidos 4 candidatos presidenciales), especialmente de la
Unión patriótica5 y liberales de oposición; mas de 3.500 masacres,6 así como torturas,
“desapariciones” forzadas, desplazamientos forzado y un sin número de casos de violencia
sexual, todos ellos delitos de lesa humanidad que es muy difícil calcular en medio del
desarrollo de la guerra7
Aunque autodenominan autodefensas armadas con fines contrainsurgentes, se les ha
denunciado ampliamente por sus vínculos con algunos de los sectores económicos más
importantes del país así como con empresas multinacionales y líderes políticos de derecha.
También han sido señaladas sus actuaciones alrededor del despojo de tierras campesinas,
así como la coordinación de importantes redes económicas legales e ilegales, entre ellas
negocios de juegos de azar, gasolina, empresas prestadoras de servicios de salud,
exportación de palma de cera, narcotráfico, control de pequeño y mediano comercio y
prostitución entre otros. Estas características harían que se señalaran no solamente como
ejércitos contrainsurgentes sino también como fuerzas de control social, económico y
político.8
Con la llegada de Alvaro Uribe a la presidencia de la República se empezó a gestar
un proceso de negociación entre gobierno y varios grupos paramilitares. Este proceso que
diera inicio en el año 2005 se concretó legalmente con la promulgación de la Ley 975 de
2005 denominada Ley de Justicia y Paz sobre reincorporación de miembros de grupos

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armado organizados al margen de la ley y para contribuir a la paz y la reconciliación
nacional. Al final del año 2006 la Fiscalía General de la Nación reportaba en sus bases de
datos a cerca de 30 mil desmovilizados sin embargo, este proceso ha sido ampliamente
cuestionado por organizaciones de derechos humanos dentro y fuera del país así como por
organismos de Naciones Unidas, señalando graves inconsistencias de la ley con las
disposiciones nacionales e internacionales en materia de mecanismos de protección de
derechos humanos mediante la lucha contra la impunidad; particularmente en lo que a la
falta de garantías a la verdad, la justicia y la reparación integral se refiere9 y porque no se
han establecido los controles necesarios para evitar el rearme.10
Dentro de las principales fuerzas antagónicas a este proceso están organizaciones
no gubernamentales de derechos humanos y el MOVICE que tiene origen en el Proyecto
Nunca Mas (organizado desde 1995) y que a mediados del año 200511 se organiza
públicamente como Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado.
Actualmente el Movimiento acoge a cerca de 60 mil víctimas quienes trabajan por las
garantías de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación integral en Colombia
Memoria y verdad y memoria
Para Paul Ricœur, la memoria sigue siendo hoy la matriz de la historia pues
constituye la primera relación con el pasado a través del testimonio que es la “operación
del lenguaje por la cual las cosas vistas son transferidas al plano de las cosas dichas”.12 En
esta idea nos dice Ricœur subsiste una paradoja en la que hay una relación entre presencia
y ausencia pues el pasado se refiere a huellas de algo que se recuerda pero ya ha
desaparecido. El recuerdo se presenta en forma de imágenes y con ello se corre el riesgo de
salir del pasado, y caer en lo imaginario, lo irreal, lo fantástico o lo utópico. De aquí la
relación originalmente estrecha que existe entre memoria y verdad en el sentido de la
ambición verista que se tiene sobre la memoria. La transición se apoya en una relación de
confianza en virtud de la cual estamos llamados a dar crédito, a fiarnos de la palabra del
otro. ¿Y frente a la duda? los historiadores nos recuerdan el recurso de la comparación de
testimonios o lo que es los mismo, la crítica del testimonio.
La memoria histórica individual y colectiva sirve de base a la identidad nacional,
sin embargo, varios son los debates que se sostienen sobre la relación entre verdad
histórica y verdad jurídica que coinciden en considerar de acuerdo con las experiencias
acumuladas en el mundo, es difícil sostener procesos de memoria histórica sin “certezas”
jurídicas y viceversa en los procesos de justicia frente a la violencia política sobre todo

3
cuando vemos que la mayoría de ellas han oscilado entre los excesos de memoria y las
excesivas carencias de la misma es decir, exceso de olvido.
Abusos de la memoria en contextos de violencia sociopolítica
¿De qué hay recuerdo? ¿De quién es la memoria? Para Ricœur el recuerdo al que
hace alusión la memoria puede ser desde el enfoque cognitivo o semántico algo pasivo,
algo que simplemente aparece o desde un enfoque pragmático algo buscado, que implica
un esfuerzo, esto es, la memoria ejercida. (P. Ricœur, 2000: 19-20). En lo que a este
trabajo corresponde, ambas formas (el qué y el cómo) del recordar están presentes pero
solo el enfoque de la memoria ejercida es más importante para nuestro propósito. En efecto
víctimas, victimarios y testigos de la violencia paramilitar en Colombia portan recuerdos
que aparecen y reaparecen sin que necesariamente estos sean evocados pero otra cosa es
que las personas deban recordar con un propósito general o preciso. General porque como
señala Jelin “las personas, los grupos familiares, las comunidades y las naciones narran sus
pasados, para sí mismos y para otros y otras, que parecen estar dispuestas/os a visitar esos
pasados, a escuchar y mirar sus iconos y rastros, a preguntarse e indagar”.13 De este modo
dice la autora que el trabajo de la memoria implica “incorporarla al quehacer que genera y
transforma el mundo social” pues es “en parte una respuesta o reacción al cambio rápido y
a una vida sin anclajes” (E. Jelin, 2002: 14).14 Así se refiere el MOVICE a la verdad como
respuesta y reacción:

“La VERDAD de los crímenes de lesa humanidad está ciertamente reprimida en nuestra
sociedad. Pero está en espera de que las notas tomadas en momentos de terror y guardadas en escondites,
puedan ser rescatadas y sacadas a la luz. Está en espera de que la memoria dolorosa y silenciada de los
dolientes encuentre un militante de futuro que la recoja y la salvaguarde. Está en espera de que los
intereses que generan los crímenes, así como los proyectos en los cuales se inscriben, puedan ser
destapados y debatidos a plena luz. Está en espera de que numerosos reflectores -sociológicos,
antropológicos y morales- puedan unificar su luz para alumbrar lo que se ha querido mantener en
oscuros socavones, bajo la custodia de poderosos y deshumanizados ejércitos militantes de anti-
humanidad.”

Propósito mas precisos se refieren por ejemplo a cuestiones irresueltas como las
que nos recuerda Martín Barbero tiene Colombia en cuanto a la relación entre política y
violencia.15 Preciso también porque plantearse desanudar dicha relación genera
expectativas concretas en los diversos actores involucrados, mas aun si se nos dice de
forma reiterada a través de los discursos públicos como en Colombia se hace, que en la
reincorporación de grupos paramilitares lo que está en juego es el desmonte de una parte
importante de los mecanismos de violencia que operan en el país y con ello de sus
desbastadores efectos. También en este sentido el MOVICE señala

“Acercarse a la verdad de los crímenes de lesa humanidad es, ante todo, hacer un esfuerzo por leer
y destapar la lógica represiva que los produjo, y para lograr esto, es necesario profundizar en los

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contextos; en las opciones de las víctimas y sus proyectos; en el discernimiento de intereses que estaban
en juego al ser perpetrados los crímenes; en las constancias represivas de los victimarios; en las
solidaridades existentes entre los poderes y en la lógica de las cadenas de mando; en el análisis de los
controles territoriales; en las rutinas del ocultamiento y la tergiversación que los medios masivos de
comunicación canalizan; en las dinámicas del terror y sus secuelas así como en todos los efectos que los
crímenes pretendían causar.”

Ahora bien, extendiendo el análisis freudiano del duelo al traumatismo de la


identidad colectiva es que pasamos de la memoria ejercida a lo que Ricœur llama trabajo
de rememoración que hace parte del trabajo de duelo y a la vez puede hacerlo de una
forma de traumatismo en este caso colectivo derivado de lo que el autor llama heridas de
la memoria colectiva, producidas estas como reacción a la perdía tanto de una persona
como de abstracciones tales como la patria, la libertad o un ideal, que son pérdidas que no
solo afectan a los sujetos individual y colectivamente sino también indica Ricœur al poder
y al territorio, e tanto elementos constitutivos del estado.
Dice también Ricœur que las conductas de duelo son un ejemplo privilegiado de
relaciones cruzadas entre la expresión privada y la expresión pública y hacen parte de la
estructura fundamental de una existencia colectiva que evidencia lo aceptemos o no, una
relación fundamental de la historia con la violencia o mas bien del origen de las
comunidades del mundo con la guerra. “Así se almacenaron en los archivos de la memoria
colectiva heridas reales y simbólicas que exigen curación” (P. Ricœur, 2000: 108, 111) y
dan lugar a la vez a una paradoja que surge del hecho de que pocos eventos de guerra en la
historia de la humanidad han sido objeto de elaboración de duelo, aspecto que da origen a
la memoria–repetición. Es decir, el trabajo de duelo exige trabajo de rememoración (el
difícil trabajo de ir al recuerdo sobre activarlos y ordenar la libido hacia la renuncia del
objeto perdido), de interpretación y en este camino un obstáculo frecuente es la compulsión
de repetición como una forma de resistencia de la represión, es decir que la persona o las
personas contrario a lo que se desea, no reproducen el hecho olvidado en forma de
recuerdo sino en forma de acción aunque no sepa que lo repite. Así, compulsión de
repetición y resistencia de repetición son formas de resistencia a la crítica y por tanto
formas no deseables de uso de la memoria opuestas a la memoria recuerdo que es crítica
en aras del trabajo de duelo.

“Al pretender desentrañar la racionalidad propia de la violencia que ejerce el Estado, pasando de
los hechos concretos que se van revelando como sistemáticos, a los motivos o razones explícitas o
implícitas, públicas o secretas, en que esos hechos tratan de fundamentarse, descubrimos, como una
constante general, que esas razones o pretendidas justificaciones de los hechos no son sustentables, […]
esas “razones” que pretendidamente “validan” o “legitiman” la violencia represiva del Estado, no
resisten salir a la luz; no resisten ningún debate democrático, público ni honrado, porque al quedar al
desnudo se haría evidente inmediatamente su falsa legitimidad.” (MOVICE, 2004:1)

5
Aquí cabe considerar también la melancolía que es otro obstáculo, otra forma de
acto que aparece en lugar del recuerdo. Un fenómeno en el cual los efectos de la pérdida se
desplazan del objeto perdido y del universo hacia el yo, “afectando el reconocimiento de
nosotros mismos”. En la melancolía están presentes por ejemplo de devaluación,
empobrecimiento, desolación, humillación y discordancia con el otro manifestada en
discordancia contra si, que bien pueden asemejarse guardada las proporciones con lo que
Barbero llama la impotencia generada por la promesa incumplida. “Lo que mas
hondamente rompe a una sociedad son las promesas de reconocimiento incumplidas pues
de ellas se alimenta la percepción colectiva de humillación, des-conocimiento y des precio
[…] Eso y no otra cosa significa que una sociedad se sienta des-moralizada. (J. Barbero,
2005: 2)
Ahora bien, insiste Ricœur que pasar del plano individual al colectivo y del
psíquico al social, es posible no solo por en el entre cruzamiento entre expresiones
privadas y públicas del duelo sino porque todas las situaciones evocadas anteriormente
tiene que ver con el otro familiar y psicosocial y esto porque de todos modos como señala
Halbawchs, no existe un tipo de consciencia estrictamente individual. Cada persona
pertenece a una multitud y por tanto el recuerdo reproduce una percepción colectiva
incorporada internamente y vuelta a externalizar por medio del lenguaje que a su vez
expresa sentidos colectivos y permite a las memorias individuales insertarse en la memoria
colectiva.16 No puede sin embargo dice Jelin atribuírsele identidad propia a la memoria
colectiva porque esta no está separada de los individuos. Se le puede mas bien interpretar
como el sentido colectivo de las memorias en términos de

“memorias compartidas, superpuestas, producto de interacciones múltiples, encuadradas en


marcos sociales y en relaciones de poder” que hace que “-algunas voces sean más potentes que otras […]
perspectiva que permite tomar las memorias no como datos <dados> sino también centrar la atención
sobre los procesos de construcción, Esto implica dar lugar a distintos actores sociales (inclusive a los
marginados y excluídos) y a las disputas y negociaciones de sentidos del pasado en escenarios diversos.
También permite dejar abierta ala investigación empírica la existencia o no de memorias dominantes,
hegemónicas, únicas u oficiales” (E. Jelin, 2002: 22).

“crear el fantasma enemigo del Movimiento Comunista Internacional como un poder


avasallador que “quiere destruir las democracias, la vida civilizada y las religiones”, y hacer creer que
ese ‘monstruo’ está presente detrás de campesinos que reclaman un pedazo de tierra, o detrás de
sindicalistas que reclaman un salario justo, o detrás de organizaciones políticas, culturales, religiosas o
humanitarias que reclaman condiciones de vida más humanas para las mayorías, es otra mentira que no
resiste el más elemental análisis y que solo puede mantenerse mediante el terror, la ignorancia y la
estigmatización social de todo el que ponga en discusión tales dogmas.” (MOVICE, 2004:1).

Esto es lo que en el nivel práctico Ricœur denomina memoria instrumentalizada o


memoria manipulada que opera por medio de mecanismos de demasiada o poca memoria
según interese. Este tipo de abuso en el uso de la memoria tiene origen en la relación entre

6
memoria y la fragilidad de la identidad colectiva y entre ésta última y la ideología. La
fragilidad que dice Ricœur consiste en su carácter cambiante en relación con el tiempo, el
hecho de que supone o implica una confrontación con otros y con sus identidades (el otro
como una potencial o real amenaza) y finalmente, como ya se habia señalado con la
herencia de la violencia fundadora de las comunidades. (P. Ricœur, 2000: 111).
La ideología vuelve a decir Ricœur es un factor opaco u oculto (es decir
inconfesable y denunciativo solo en el campo de la misma lucha entre ideologías), que se
intercala entre la reivindicación de la identidad y las expresiones públicas de la memoria
para justificar un sistema de orden o de poder que en últimas se tiende a legitimar. La
ideología a la vez crea autoridad y le da “sentido” a través de la figura del orden y el relato
es su instrumento de de imposición/legitimación que complementa a la violencia o
viceversa. Bien dice Barbero para el caso colombiano que la capacidad del perdón es
difícil pero no imposible sin embargo, la dificultad reposa en la “porosa frontera” que
separa la amnistía de la amnesia, frontera que se traspasa cuando la amnistía se pone al
servicio no tanto de la superación de la desgarradura en el tejido de una sociedad sino al de
la preservación del cuerpo político. (J. Barbero, 2005: 2). Al respecto los paramilitares
señalan:

“es la hora de comenzar a restañar heridas y pedir perdón a partir del principio reparador de la
verdad […] con las más altas credenciales ciudadanas, éticas y académicas, que nos brinde todas las
garantías y seguridades para que nuestros testimonios sean recibidos de manera transparente y pública”.

Por su parte, en cuanto a las garantías para que los testimonios sean recibidos con
seguridad la Ley 975/05 en su artículo 7 señala sobre el derecho a la verdad: “La sociedad, y
en especial las víctimas, tienen el derecho inalienable, pleno y efectivo de conocer la verdad sobre
los delitos cometidos por grupos armados organizados al margen de la ley, y sobre el paradero de
las víctimas de secuestro y desaparición forzada.” De la misma en el artículo 25 de la Ley indica

“Si a los miembros de grupos armados al margen de la ley que recibieron los beneficios de la
Ley […], o que se beneficiaron con la pena alternativa de conformidad con la presente, con posterioridad
se les llegare a imputar delitos cometidos durante y con ocasión de la pertenencia a esos grupos y antes
de su desmovilización, estas conductas serán investigadas y juzgadas por las autoridades competentes y
las leyes vigentes al momento de la comisión de esas conductas, […] y siempre que la omisión no haya
sido intencional...” (C-370/2006).

Es necesario anotar aquí dos cosas en relación con estos aspectos de la ley que no son
observables sobre la simple lectura. Primero, la Corte Constitucional declaró inexcequible
el siguiente texto que complementaba al anterior pero le quitaba toda su capacidad de
garantizar efectivamente como lo anuncia en el párrafo anterior los derechos de las
víctimas,

7
“sin perjuicio del otorgamiento de la pena alternativa, en el evento que colabore
eficazmente en el esclarecimiento o acepte, oralmente o por escrito, de manera libre,
voluntaria, expresa y espontánea., debidamente informado por su defensor, haber participado
en su realización y siempre que la omisión no haya sido intencional. En este evento, el
condenado podrá ser beneficiario de la pena alternativa.”

Segundo, pese a esta declaración de inexcequibilidad por parte de la Corte el decreto 3391
de 2006 mediante el cual se desarrolla la ley en cuestión señala en su artículo 12 sobre la
revocatoria del beneficio de la pena alternativa:

“Cuando, antes de finalizar el periodo de libertad a prueba, se conozca sentencia


judicial en la que se establezca la comisión por parte del beneficiario de un delito ocultado por
él durante la versión libre […] cuya realización haya tenido lugar antes de la desmovilización.
El delito ocultado sobre el accionar del respectivo bloque o frente debe ser tal que tenga
relevancia dentro del proceso de paz por su entidad y trascendencia para el esclarecimiento de
la verdad.”

¿Quién y como decide esta relevancia? Los jueces pero, los criterios de relevancia
al interior de un proceso de paz bien pueden ser considerados claramente mas políticos
que judiciales. Así de nuevo este decreto pasando por alto la declaración de la Corte, no
establece mecanismos efectivos para garantizar la responsabilidad de los victimarios en
relación con la verdad que conocen y si pone en cambio en riesgo, el derecho de las
víctimas a conocer los hechos de crímenes cometidos con fines de reparación.
En la memoria impuesta el relato como producto es un recorte una selección de
hechos que puede ser usado por y para una historia oficialmente autorizada que luego bien
puede llegar a ser aprendida y celebrada públicamente como parte de la identidad común o
identidad nacional. El abuso consiste en que el relato (y sus silencios), quedan a merced de
la identidad seleccionada y del grupo que selecciona, en este caso gobierno a favor de los
paramilitares y en últimas de sí mismo, dados los vínculos que se sabe tiene en el
acomentimiento de muchos de los delitos que tratan las actuales confesiones en proceso.
Bien dice Ricœur retomando a Todorov, que esta forma de control de la memoria no es un
abuso ejercido exclusivamente por los regímenes abiertamente totalitarios sino por “todos
los celosos de la gloria”, que es lo que pasa dice, cuando se cae en el elogio incondicional
de la memoria. No sin razón podría pensarse, señalan las víctimas.

“Si rastreamos el accionar del aparato judicial, baluarte fundamental de la impunidad,


nos encontramos la mentira y la falsedad institucionalizadas y atrincheradas detrás de la mayor
parte de los mecanismos judiciales. Los procesos judiciales confeccionan una verdad procesal
que ha llegado a distanciarse tan sistemáticamente de la verdad real, que ha llegado a ser, no
solo una caricatura de la verdad, sino un símbolo de la mentira y de la manipulación. En esos
procesos, en efecto, se neutraliza la verdad mediante diversos mecanismos: desvirtuando los
testimonios, ya sea por la vía de la intimidación o del soborno, o por la evaluación arbitraria de
los mismos. La capacidad de manipulación de las pruebas o de principios universales de
administración de justicia, como la prescripción o el principio de “cosa juzgada”, ha llegado a

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hacer del proceso judicial una ficción detrás de la cual se ocultan decisiones ya tomadas de
condenar o absolver, que obedecen a presiones o a opciones políticas.”

Un sentido similar declaran los paramilitares en su carta:


“impulsores, colaboradores y beneficiarios directos”. Entre ellos llaman a los “empresarios,
industriales, dirigentes políticos y gremiales, funcionarios, líderes regionales y locales,
miembros de la Fuerza Pública, entre otros […] sin aprehensión ni temor”. “Nuestra
convocatoria es para que conjuntamente con nosotros, le demos la cara al país, que reclama
saber la verdad de lo sucedido en esta aciaga etapa de la historia de Colombia”.

Recuerda por ello Ricœur que el papel del historiador no es solamente seleccionar
hechos (aunque inevitablemente lo hace), en aras de la veracidad sino, del bien entendido
como justicia. Esta anotación por supuesto es válida para todos aquellos que trabajan en
torno a la memoria y la verdad sobre todo en contextos de violencia sociopolítica. La
justicia se representada en relación con la memoria como el valor ejemplar para hacer del
pasado no nostalgia sino, realidad humana sobre lo que se quiere y lo que no se quiere
repetir. Este es el último nivel de la memoria, el nivel ético-político en donde el abuso en
el uso de la memoria es la memoria obligada y su contracara el deber de la memoria que
en tanto connota obligación, no necesariamente se ubica por fuera del deseo sino desde
afuera del deseo.
En términos terapéuticos tres elementos son importantes dice Ricœur retomando a
Freud: el tiempo de trabajo para el duelo, la paciencia del psicoanalista con las repeticiones
que sobrevienen porque hacen parte del camino entre la “enfermedad” y la realidad y, la
actitud del “paciente” en cuanto a dejar de lamentarse y de ocultarse su verdadero estado a
fin de centrar su atención en dichas manifestaciones y sacar de ellas “datos preciosos para
su vida futura”. Es lo que el autor llama el logro de la “memoria feliz” (P. Ricœur, 2000:
97). Sin embargo este concepto de felicidad que se propone aquí como analogía a la forma
como la alegría premia el trabajo de duelo y con el al trabajo de memoria y de paciencia y
aceptación de la realidad es mucho mas complejo de percibir en el ámbito político del cual
nos dice Jelin, “las <cuentas con el pasado> en términos de responsabilidades,
reconocimientos y justicia institucional se combinan con urgencia éticas y demandas
morales, no fáciles de resolver por la conflictividad política en los escenarios […] y por la
destrucción de los lazos sociales inherente a las situaciones de catástrofe social.” No en
vano Ricœur ubica el deber de la memoria como deber de justicia entre el trabajo de duelo
y el trabajo de la memoria que tienen ambos recordemos, una dimensión tanto veritativa
como pragmática.

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Conclusiones
Como hemos logrado ver aquí, a menudo los actores luchan por definir y nombrar
lo que tuvo lugar durante periodos de guerra, violencia política o terrorismo de Estado con
la perspectiva de no repetir los horrores del pasado (Jelin, 2002:11). Pero, esto no es tan
simple porque no lo es establecer equilibrios entre los excesos y la carencia de memoria.
Parece que como señala Ricœur en el ejercicio de la violencia en Colombia la memoria–
repetición se superpone a la memoria recuerdo propia de la elaboración del duelo. Pero no
solo operan factores de tipo traumático individual o colectivo frente a las pérdidas
derivadas de estas violencias. ¿Cómo lograr conciliar el trabajo de la memoria sobre la
violencia con expectativas de democratización si la ideología como mecanismo de
legitimación del poder y del “orden” vigente se vale como suele hacerlo y logra
legitimidad mediante sus discursos oficiales, sus propias tácticas de guerra y como si fuera
poco de la ley y la justicia? No sin razón hemos visto aparecer aquí brevemente sentidos de
disputa sobre el papel de la memoria, la verdad y el olvido en lo que respecta al actual
proceso de reincorporación de paramilitares a la vida civil. En lo alcanzó a revisarse, los
antagonismos no aparecen ser tales si solo no quedamos en lo que dicen los discursos
públicos y oficiales (incluida la ley). De hecho, visto así no pareciera haber tensión alguna
por ejemplo entre lo que en ellos reivindican las víctimas y los paramilitares en relación
con la verdad y la memoria. Sin embargo es necesario poner dichos discursos en los
marcos sociales en que tiene lugar y traer otro tipo de análisis que van mas allá de lo que se
dice públicamente y que nos permite ver las contradicciones al interior en este caso por
ejemplo de la Ley 975 y de esta con lo que demandan las víctimas. ¿Podría ser entonces
que con razón ellas insistan no tanto en el olvido y en la verdad misma sino en denunciar el
manto de falsedad o de ocultamiento que señalan rodea a este proceso y a la actitud de
gobierno y en parte de los paramilitares?
Por supuesto este es solo un esbozo de un análisis que puede y debe ser más
riguroso, profundo y sistemático. Se nos dice que el papel del estado en los trabajos de
garantía de la memoria y de búsqueda de la verdad es fundamental y en ello creo que debe
insistirse pero, quizá sea necesario también insistir como ya lo hacen las víctimas en la
necesidad de develar los mecanismos de ocultamiento de la verdad que como han señalado
varias experiencias históricas son operados mediante formas aparejadas de
coerción/ideología llevadas a cabo directamente por el estado o con anuencia de este.
En contextos como este donde impunidad y justicia están en permanente disputa, la
forma como desde los diversos actores sociales y políticos construyen y reconstruyen la

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historia social y política del país, juega un papel fundamental en cuanto a las actuales y
futuras redefiniciones de dicho ordenamiento. La memoria en este sentido resulta ser si
coincidimos con Paul Ricœur, no un simple objeto de la historia sino su matriz, “un
guardián de la problemática de la relación representativa del presente en el pasado que nos
exige agregar al trabajo de memoria”. “no solamente el duelo por lo que ya no es, sino la
deuda respecto a aquello que fue” o sigue siendo y que tenemos especialmente con las
víctimas pero en general, con nosotros mismos. (P. Ricœur, 1998:28).

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fundación de Quito, en, Christian Buschges, Guillermo Bustos y Olaf kaltmeier, comp., Etinciidad
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Ruiz Guerra Rubén, Entre la memoria y la justicia, experiencias latinoamericanas sobre
guerra sucia y defensa de derechos humanos, UNAM, México, 2005.
1
Ensayo final para el curso: Memoria, Historia e Identidad, coordinado por Guillermo Bustos, marzo de 2008.
2
Por ser este un trabajo corto, el número de actores sociales y políticos a los que se hará alusión son solo tres: el Movimiento Social de
Víctimas de Crímenes de Estado en Colombia (en adelante MOVICE), la Presidencia de la República y el paramilitarismo representado
por algunos de sus lideres en proceso de reinserción. Las fuentes que se revisaron corresponden a documentos públicos u oficiales por
ellos divulgados especialmente en medios electrónicos dentro del periodo en cuestión. Son estos, el documento Aproximaciones a la
verdad texto escrito como parte del primer informe Colombia Nunca Más que diera posteriormente origen al MOVICE; artículos de
prensa escrita que hace referencia una carta a través de la cual lideres paramilitares recluidos en la Cárcel La Ceja en el 2006
manifestaron su intención de contar toda la verdad sobre sus acciones; y finalmente los artículos que hacen referencia al tema de verdad
en las leyes 782 de 2002 y 975 de 2005 por medio de las cuales el actual gobierno adelanta el proceso de reincorporación. Aunque todas
son fuentes escritas, se reconoce que en todo caso son fuentes de distinto orden, por ejemplo discursos unas, artículos de prensa otras y
documentos jurídicos sin embargo todos son tomados en este caso fuentes escritas de carácter público u oficial.
3
Señalan Iván Cepeda y Claudia Girón, de la Fundación Manuel Cepeda Vargas y hoy coordinadores del MOVICE que el segundo
informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dio cuenta de por lo menos 157 escuadrones de la muerte. (Cepeda Iván y
Giraldo Claudia, La guerra sucia contra los opositores políticos en Colombia en, Ruiz Guerra Rubén, Entre la memoria y la justicia,
experiencias latinoamericanas sobre guerra sucia y defensda de derechos humanos, UNAM, México, 2005, p. 93.
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Al respecto un informe de la Procuraduría general de la nación se refiere en la década de los 80 a este armamiento y alerta sobre los
vínculos de dichas fuerzas con el estado (ejército y policía) y sobre la perpetración de crímenes derivados de esta alianza.
5
Partido político que se funda bajo el gobierno del presidente Belisario Betancur en 1984 en el marco de lo acuerdos de la Uribe, Meta
entre representantes del estado y la dirección de las FARC. Los sobrevivientes de este partido señalan que son cerca de 5.000 personas
asesinadas o “desaparecidas” entre ellas dos candidatos presidenciales, ocho congresistas, cientos de alcaldes y concejales y miles de
activistas y que la mayoría de estos crímenes reencuentran en la impunidad. (I. Cepeda y C. Giraldo, 2005: 101).
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De las cuales se calcula hay una 3.000 en fosas comunes (se anillado aproximadamente 700).
7
Señalan Cepeda y Girón que se encuentra probada judicialmente la autoría de grupos paramilitares con frecuente complicidad de
fuerzas militares cerca de 13 masacres en las que fueron asesinadas cerca de 800 personas en diversas regiones del país.
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De hecho la carta escrita y enviada a medios de comunicación a la que se hace referencia en este trabajo fue elaborada en noviembre
de 2006, periodo alrededor del cual estalló en el país un fuerte escándalo sobre vinculación de un amplio número de congresistas y de
miembros de órganos de seguridad con el paramilitarismo. Las denuncias que dos años antes se hicieran por parte de organizaciones de
derechos humanos y comunitarias hablaban de cerca del 30 por ciento del congreso bajo el control paramilitar. El número de senadores

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involucrados en el escándalo correspondía con esta cifra aunque en los procesos oficiales de investigación, varios han sido ya
desvinculados.
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La Corte Constitucional declaró exequible la mayor parte de la Ley en mención pero declaró también inexequibles varios de sus
artículos, especialmente referidos a las garantías de derechos para las víctimas. Ver por ejemplo análisis de la Comisión Colombiana de
Juristas.
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La Comisión Colombiana de juristas señala por ejemplo que entre el 2002 hasta el 30 de abril de 2007, por lo menos 3.040 personas
fueron muertas o desaparecidas por fuera de combate por paramilitares. Por su parte la Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación instancia encargada por el gobierno de hacer a l a vez acompañamiento y seguimiento al proceso señala que entre 3.000 y
5.000 nuevas personas han entrado a conformar nuevos grupos paramilitares y de ellos hacen parte por lo menos un 17% de
desmovilizados.
11
Cuatro días después de la aprobación por parte del congreso colombiano de la Ley 975 de 2005, o ley de impunidad.
12
Paul Ricœur, El pasado tenía futuro, en Unir los conocimientos, el desafío del siglo XXI, Edgar Morín, Plural editores, Bolivia, 2000,
p.306.
13
Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXI, 2002, p.9.
14
También decimos que es general en el sentido de que se considera como se hace ampliamente, que la memoria histórica es la base de
la identidad nacional.
15
Jesús Martín Barbero, Paul Ricœur: la memoria y la promesa, Piedepágina, revista de libros, No. 4 Agosto de 2005.
16
Maurice Halbawchs, Los marcos sociales de la memoria, Barcelona, Anthropos, 2004, p.320-321.

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