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16 de Mayo de 2007
Sábado 12 de mayo, Plaza José María Morelos (mejor conocida como Plaza de
la Ciudadela), se puede ver la gente de diferentes edades reunida en grupos, buscando
un mismo fin: disfrutar un día completo de baile, por pasión a él o aspiración de
aprender a manifestarlo de una mejor forma; el clima parece no favorecer pues el cielo
se ve nublado y han comenzado a caer ligeras gotas sobre los rostros y trajes que hacen
elogio al principal baile ejecutado en este recinto, el danzón.
En las áreas que rodean los jardines se hallan grupos de salsa, mambo y hasta
danza prehispánica, ni habar, aquí sólo hay de dos sopas o te quedas observando y
admirando lo que se hace en cada clase o le entras a una, nada más recuerda… bailando
y cooperando de a cinco pesitos, como dice una voz grave a través del altavoz. Entre
pasos de danzón (cuadro, columpio, acordeón y rondón) se halla Marina quien cansada
de bailar éste, desde las once de la mañana, ha decidido ir a la lona de enfrente.
Entre una pieza y otra Marina sin temor alguno comenta sobre su vida – ha
dejado de sonar el merengue es momento de saber que su matrimonio duró 29 años, en
el que tuvo 3 hijas, “a mi me ha gustado el baile desde chica, pero a mi marido no,
nunca me prohibió ir a bailar pero tenía que atender el negocio, así que pues por
mucho tiempo no fui a fiestas”. Después de años la vida marital se vio truncada por una
tercera persona, su marido la engañó y ella decidió pedir el divorcio.
De lo anterior hace ya dos años, la depresión comenzó a calarle, sentía que su
vida no tenía más razón de ser, pero hubo una persona que hace un año la invitó a la
Ciudadela, desde entonces “mi vida cambió hasta me siento mejor, ya ni le hago caso a
las enfermedades, de mi marido ni que hablar…ya no me interesa, por mi que se quede
con la otra, porque yo amo el baile”.
Marina una mujer que no representa su edad, pues aún calza altos tacones y luce
en su rostro la jovialidad y alegría que se presume sólo tienen los jóvenes, no sólo se
dedica a bailar en este lugar, también acude cada domingo al jardín del Auditorio
Nacional, aún cuando le lleguen los achaques de la edad ella finge no tenerlos, todo sea
por que sus hijas le permitan seguir asistiendo.