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POBRES RICOS Y RICOS

POBRES
Estimado lector: ¿Qué le sugiere el título “Pobres
Ricos” de este artículo? Tal vez le sugiere a magnates, pero que
son pobres de espíritu y de moral; o tal vez le sugiere de pobres en
bienes materiales, pero de gran riqueza espiritual. Todo depende
cómo entienda el título el lector. Tal vez un hombre rico y poderoso
se identifique con este artículo, o también un hombre pobre y
desposeído. Todo depende de quien lo va a leer.

Magnates en la Miseria

La Biblia nos habla de que hay ricos y poderosos


en este mundo, pero que a la vista de Dios son más pobres y
desventurados que cualquier pobre o mendigo de la calle. Los ricos
se creen superhombres, semidioses, dueños del mundo, y amos de
las vidas de otros. Estos explotan, oprimen, y desprecian a sus
semejantes sin misericordia (Santiago 5:1-6). No tienen necesidad
de un Dios, ni de Su reino, o de una vida futura segura, pues creen
tenerlo todo ahora. No entienden qué es eso que la Biblia llama
“gozo en el espíritu”, y no necesitan pedirle a Dios por el pan de
cada día, pues nada les falta. No comprenden lo que es salvación,
pues creen ser perfectos, impecables, autosuficientes, y hasta
dadivosos con los pobres. Se enorgullecen de dar dinero a las
“causas justas y nobles”, y además, creen que son buenos
ciudadanos, fieles y devotos padres de familia. Se creen piadosos,
pues asisten a su iglesia una vez por semana para mostrar “su fe y
devoción religiosas”. Tienen por allí alguna “aventurilla” pero son
discretos y no hacen escándalo. De vez en cuando se reúnen con

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amigos para tomar algunos traguitos, aunque en ocasiones se
exceden y chocan con sus autos. Algunos aumentarán sus
emociones con algo de estupefacientes a fin se sentirse “high” o
más desenvueltos e inhibidos. Sus conversaciones girarán en cómo
hacer más dinero, en las nuevas inversiones, nuevos autos, nuevas
mansiones, pero nada hablarán de temas espirituales, o de asuntos
místicos.

La Biblia nos habla de esta clase de gente en el


libro de Apocalipsis 3:17 con estas palabras: “Porque tú dices:
Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
DESVENTURADO, MISERABLE, POBRE, CIEGO Y
DESNUDO.” Estas palabras son duras pero muy ciertas. Cuántos
ricos realmente no se dan cuenta de su desgraciada situación. Son
como “muertos vivientes”, y a la vista de Dios---que es lo más
importante--- ¡son más desventurados y pobres que los más pobres
de la calle! Sí, estos ricos indolentes están ciegos, pues no se dan
cuenta de nada de su realidad espiritual y moral. Ellos no se ponen
a pensar a fondo de cómo están a la vista del Creador y Dios.

El Reino de Dios No Es para Magnates Impíos

Jesús ya había hablado de estos “Ricos Pobres”


cuando estuvo entre nosotros. En una ocasión, un joven rico se le
acercó a Jesús para preguntarle qué debía hacer para ganar la
vida eterna. Jesús, entre otras exigencias, le dijo que vendiera
sus bienes y diera a los pobres el dinero obtenido. Pero el joven rico
se retiró de delante de Jesús porque no estaba dispuesto a tanto.
Luego Jesús afirma que “difícilmente entrará un rico al
reino de Dios” (Mateo 19:16-24). Notemos que Jesús habla de
que es difícil que un rico entre a su reino, aunque no imposible.
Aún hay ricos que están dispuestos a obedecer las exigencias de
Jesús.

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Sin duda, Jesús no manda a todos los ricos a
vender todos sus bienes para luego entregar el producto de las
ventas a los pobres, a fin de ganar la vida eterna. Lo del joven rico
fue una exigencia extrema, pero igualmente debemos de estar
dispuestos a acatarla si fuera necesario. Recordemos que aquel
diminuto hombre llamado Zaqueo, el que cenó con Jesús en su
casa, daba la mitad de sus bienes a los pobres, y no obstante el
Señor le aseguró que él estaba siendo salvo por esa actitud noble y
de desprendimiento generoso (Lucas 19:8,9). Aquí Jesús no vuelve
a exigir que se dé todo lo que se tiene al pobre, sino que ve con
beneplácito que Zaqueo, por voluntad e iniciativa propias, dé el
50% de sus ingresos a los pobres. Lo importante es que el hombre
no sea esclavo de sus riquezas, ni que éstas se vuelvan en la razón
de su existir. En la Biblia tenemos hombres de fe que fueron ricos,
como el caso de Abraham, Lot, Job, etc. Pero estos hombres no
hicieron de sus bienes el fin de sus vidas. Ellos pusieron primero el
reino de Dios, y como resultado de ello, fueron enriquecidos
(Mateo 6:33).

Como hemos visto, ya hace mucho que la mayoría


de magnates ha perdido su alma, por el amor a las riquezas. Jesús
dijo de éstos: “Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare
todo el mundo y perdiere su alma.” (Marcos 8:36). Sí, la
mayoría de ricos ha perdido su vida interior y su salvación futura,
por el amor al mundo y sus riquezas.

Riquezas Inmateriales

Ahora bien, hay mendigos que pueden ser más


ricos que los más renombrados magnates del mundo. Jesús dijo:
“Mirad, y guardaos de toda avaricia; PORQUE LA VIDA
DEL HOMBRE NO CONSISTE EN LA ABUNDANCIA DE
LOS BIENES QUE POSEE.” (Lucas 12:15). Jesús afirma que la
riqueza verdadera no está en la abundancia de bienes que se pueda

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poseer. Él no puede afirmar tal cosa, y a la vez prometernos
enriquecernos con bienes materiales, si éstos nos van a desviar de
la fe y de la confianza en Dios. Muchos cristianos creen que Cristo
no los bendice con bienes materiales en abundancia porque
piensan que no son buenos creyentes o buenos hombres. Nada más
falso. Cristo sí enriquece, pero más, con otro tipo de bienes que la
mayoría de personas desconoce. Fijémonos por un instante lo que
dice Santiago, un siervo del Señor: “Hermanos míos amados,
oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo,
para que sean RICOS EN FE y herederos del reino que ha
prometido a los que le aman?” (Santiago 2:5).

Aquí hay una riqueza inmaterial que los más de los


magnates no tienen, y esa riqueza es, la de la FE, la cual incluye
también la ESPERANZA y el AMOR. El creyente humilde tiene
fe en Dios y en sus promesas, las cuales incluyen la vida eterna y el
Reino de Dios. El pobre tiene fe que su vida tiene un propósito
mucho más trascendental que la vida de los ricos y poderosos de la
tierra. El creyente está conciente que las riquezas temporales y la
codicia por el dinero pueden destruir su fe y su esperanza en la
vida eterna en el reino de Dios. Dice Jesús: “Pero los afanes de
este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de
otras cosas, entran y AHOGAN LA PALABRA, y se hace
infructuosa.” (Marcos 4:19). El creyente verdadero se cuidará de
no caer en la manía o en la obstinación de adquirir más y más
riquezas, pues podría destruir su fe en la Palabra de Dios. Y de
hecho, muchos cristianos han caído en desgracia cuando han
hecho de su profesión de fe un medio para lucrar y enriquecerse
injustamente.

Muchos ricos y poderosos terminan matándose, o


sumidos en el alcohol y en las drogas, pues al tenerlo todo ya no
encuentran sentido para sus vidas. Los ricos realmente no tienen
un verdadero sentido para sus vidas. Una vez que han alcanzado la
sima, ya no saben hacia donde ir. Entonces viene la frustración, la

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amargura, la desesperanza, y el deseo de auto destrucción.
Verdaderamente los ricos pueden ser tan desdichados como los
pobres que viven sin Dios.

El sabio rey Salomón dijo: “...No me des


pobreza ni riqueza; manténme el pan necesario.”
(Proverbios 30:8). Jesús, no obstante, da la fórmula para poder
recibir lo necesario de parte de Dios. Él nos dice: “Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas (comida, vestido, casa, etc) os serán
añadidas.” (Mateo 6;33).

Riquezas de Dios

San Pablo nos dice algo interesante en 2 Corintios


8:9: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre,
siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis
ENRIQUECIDOS.” Esto es muy interesante, pues Cristo, aunque
vivía como pobre, era rico. De igual modo, los cristianos también
son ricos, siendo pobres. Pero esas riquezas espirituales (Fe,
Esperanza, Amor, Salvación, Vida Eterna, Reino de Dios) se
traducirán en riquezas materiales. Y es que el creyente tendrá
acceso a la “Casa de Dios” la cual es de oro puro, de perlas, y
de joyas de todo tipo (Leer Todo el capítulo 21 de Apocalipsis,
en especial los versos 2, 7,10,11,18,21,27). Es interesante leer el
verso 7 de Apocalipsis 21, pues dice: “El que venciere heredará
todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”

Observemos que nuestra riqueza espiritual se


traducirá mañana en una riqueza también MATERIAL, pues
heredaremos las cosas de nuestro Padre. Notemos que el texto dice
que “heredará TODAS LAS COSAS.” ¿Qué otras cosas
heredaremos? ¡El reino de Dios! (1 Corintios 15:50), ¡La vida
eterna! (Lucas 10:25), ¡Naciones! (Isaías 54:3), ¡La Tierra!

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(Salmos 37:9).¡Las Promesas! (Hebreos 6:12), ¡Bendición! (1
Pedro 3:9), ¡Riquezas de la gloria! (Efesios 1:18).

El Reino de Dios es Para los Pobres Píos

El Reino de Dios es la esperanza más grande que


tiene el cristiano (Mateo 5:3). Este Reino de Dios fue anunciado
por los profetas del Antiguo Testamento (Daniel 2:44; Daniel
7:13,14,18; Miqueas 4:1-4; Isaías 11:1-12; etc). Y cuando Jesús
comienza su ministerio en la tierra, se esmera en propagar su
“Evangelio del Reino de Dios” (Marcos 1:1,14,15). A sus
discípulos Jesús les enseña a que pidan y busquen el reino de
Dios (Mateo 6:10,33). A Nicodemo Jesús le dirá que, para ver y
entrar a su reino, él tendrá que “nacer de nuevo” (Juan 3:3,5).
Mas adelante sus discípulos y él esparcirán las Buenas Noticias del
Reino de Dios por las diferentes áreas de Israel (Lucas 8:1; 91,2).
Luego les dirá a sus discípulos que a Dios le ha placido darles su
Reino a ellos (Lucas 12:32). También les dirá que ningún
inconstante en la fe, o que pone otros intereses antes de los del
reino, heredará o entrará en él (Lucas 9:60-62). Luego Jesús
desarrollará lo que se ha venido a conocer como Las Parábolas
del Reino (de los capítulos 14-19 de Lucas). En esas parábolas
Jesús da detalles de su reino, y de cómo entrar en él.

En Mateo 25:31,34 Jesús revela algo más de su


reino. Él dijo: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su
gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se
sentará en su trono de gloria. Entonces el Rey dirá a los
de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el
reino preparado para vosotros desde la fundación del
mundo.”

¡Usted Puede ser una Autoridad Real del Reino de Dios!

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Jesucristo asignará a sus seguidores fieles, a
aquellos que han optado por renunciar al mundo y a sus
atracciones, el reino de Dios. “Pero vosotros sois los que
habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues,
os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí,
para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os
sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.”
(Lucas 22:28-30). Esto ocurrirá cuando él regrese a este mundo
por segunda vez en persona (Mateo 25:31,34). También en ese
entonces Jesús tomará el trono de su reino en la ciudad de
Jerusalén (Mateo 5:33-35; Jeremías 3:17). Cuando todo esto
ocurra, los que son ahora últimos, los pobres e insignificantes,
serán los primeros y los “primogénitos” de Dios (Lucas
13:29,30).

El creyente verdadero tendrá poder, gloria, y


honra en el reino de Cristo (Romanos 2:6,7). Además, tendrá
autoridad para regir a pueblos o ciudades enteras en dicho reino o
gobierno mundial de Jesucristo. Dice Apocalipsis 2:26,27: “Al que
venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré
AUTORIDAD sobre las NACIONES, y las regirá con vara
de hierro...”

En Hechos 4:13 se nos informa que San Pedro y


San Juan, entre otros apóstoles, “eran hombres sin letras y
del vulgo”. ¡Pero estos hombres eran DOS de los DOCE pilares de
la iglesia de Dios!. Recordemos que estos pescadores eran
ignorantes o sin letras. ¡Pertenecían al vulgo! Pero Cristo los llamó
para que fueran ejemplo a las sucesivas generaciones de cristianos.
Éstos, que eran los últimos de la tierra, serán los primeros en el
reino o gobierno mundial de Cristo (Lucas 12:32; 22:30). El
Evangelio del Reino es definitivamente el evangelio de los pobres y
desposeídos de la tierra. A éstos vino a buscar Jesucristo, y de éstos
estará lleno el reino de Dios (Mateo 11:5; Lucas 4:18; 6:20;
Santiago 2:5). Lo importante es ser rico para Dios, y no para los

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hombres (Lucas 12:16-21). El creyente deberá estar atesorando
tesoros en el cielo y no en la tierra (Mateo 6:19). El mejor tesoro
que podemos acumular es nuestra fe, y ésta implica nuestra
consagración, buenas obras, devoción, santidad, rectitud, amor,
conocimiento, dominio propio, paciencia, afecto fraternal, virtud,
etc. Haciendo esto entraremos al reino de Dios (2 Pedro 1:3-11).

Para Mayor Información Escribir a:


Ing. Mario A Olcese
e-mail: olcesemario@latinmail.com

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