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Entre 1971 y 1981 la economía mexicana creció a una tasa media anual de 6.7% en
términos reales y 3.7% por habitante. El motor del crecimiento fue, primero, el déficit
fiscal elevado y después el auge petrolero. El sector agropecuario continuó perdiendo
importancia en la producción nacional. La industria creció ligeramente y su
participación ganó dos puntos porcentuales. El sector primario perdió a través del
secundario.
Los programas que se adoptaron cubrían una enorme gama de actividades. Existía, por
ejemplo, la Comisión Nacional de las Zonas Áridas. Estos proyectos fantásticos y, como
se puede suponer, de completa inutilidad, costaban grandes cantidades al erario. Si se
suman los recursos desperdiciados en comisiones, institutos, secretarías de estado,
empresas paraestatales y programas fallidos que emprendió la banca de desarrollo, se
llega a la debacle financiera con la que cerró el sexenio de Echeverría. La ingeniería
social manejada por la burocracia es una forma sumamente ineficaz de atacar cualquier
problema social, particularmente la pobreza. Las instancias que han fracasado son
muchísimas y todas ellas han conllevado un elevado costo para la sociedad.
Las transformaciones referentes al sector externo serían muy poco diferentes a las
anteriores. En 1971 fue creado el Banco de México destinado a constituirse en el
soporte de las industrias exportadoras. Ya desde los años sesenta se habían tomado
medidas económicas liberalizadoras tales como el Pacto Automotriz que tenía un
carácter regional (General Motors, Ford y Chrysler) y el Programa de Industrialización
Fronteriza que transformó a los Estados más próximos a EEUU en zonas de libre
comercio destinadas a la exportación representada preferentemente por las industrias.
Ello era fortalecido por el rol central de estado. La apertura económica de los estados
fronterizos para el comercio y la inversión externa representó una ruptura y el inicio del
fin de la adhesión de México a los principios del modelo de sustitución de
importaciones. La nueva liberalización significó la extensión al país del programa de las
industrias maquiladoras que desde la década de los sesenta había estimulado el
desarrollo de la manufactura de enclave para la exportación. A pesar de todo esto, el tipo
de cambio se sobrevaluó 50% entre 1970 y 1975. Continuaron las importaciones y las
exportaciones seguían aletargadas, incluso con incentivos fiscales. El empeoramiento de
la balanza comercial originó que desde 1974 se establecieran controles adicionales a las
importaciones, para 1975 todo necesitaba permiso de importación.
En términos generales, las importaciones crecieron al doble que las exportaciones lo que
refleja el agotamiento del sistema de sustitución de importaciones. El PIB creció pero a
cifras más discretas que en años anteriores. El campo reflejó como nunca antes la
decadencia y eso significó que dejara de ser la fuente de financiamiento tradicional de
las exportaciones por lo que se incrementó la deuda externa, como se ve en el último
renglón. Se observaban también incrementos importantes en la cantidad de moneda en
circulación, de 20%. La inflación ya estaba controlada y se desataba a cifras de dos
dígitos. Fue el periodo, dentro de los diez años siguientes, donde la recaudación y sobre
todo los gastos crecieron en mayor proporción.