Poul Westheimm, b
1985. (Lectuas M,
1, Néneo, Fee
av
XGaH
1. TEMOR A LA MUERTE, ANGUSTIA
DE VIVIR
{Donde es, coraxén mio, el sitio de mi vida?
1Yo sufro aqui en is tierrat
antares mexicanos
‘Trad. de Angel Marfa Garibay K.
LA CALAVERA como motivo plistico, una fantasia po-10 ‘TEMOR ALA MUERTE
Rivet, en una crénica sobre la exposicion, habla de “mo-
tivos inesperados” y pregunta: “Qué decir de esos mu.
fiecos
pesadilla pensar en la muerte y que no quiere que le re.
cuerden la caducidad de la vida, se ve de pronto frente a
que juega
y hasta se burla de ella... jBxtrafio man
;tiguo no conocfa el concepto del infier-
no. Es posible y hasta probable que en el subconsciente
del pueblo, sobre todo del pueblo indigena, sign viviendo
todavia el oscuro recuerdo de un mis alld abierto aun all
ELhecho en sf es el mismo en todas partes, pero
la concepcién de la muerte és otra, La imagen del esque.
leto con la guadafa y el reloj de arena, sfmbolo de lo pe-
tecedero, een Mézico a Shae oats on
aque se la acoge —por ejemplo, en las representaciones
In danza macabea—, se adapta en seguida, se aclimata, se
mexicaniza, como lo vemos en Manilla y Posada. Xavier
Villaurrutia, euya poesfa gira, casi enteramente, en torn
ala muerte, escribié alguna vez: “Aqui se tiene una gran
facitidad para moris, que es mas fuerte en su atraceién
lad de sangre india tenemos en
las venas, Mientras més criollo se ex, mayor temor tene-
‘mos por la muerte, puesto que es0 es loque se nos enseBa™,
La carga pafguica que da un tinte trigico a la existencia
del mexicano, hoy como hace dos y tres mil afos, no es
la muerte, sino la angustia ante la vida, [a con-
le estar expuesto, y con insuficientes medios de
‘1 una vida lena de peligros, Ilena de esencia de-
conforme mayor cat
tima conviccign del indio de que la vida es sufri-
imiento, de que el sumiso y débil es victima dela brutali-
TEMOR A LA MUERTE. n
dad del fuerte aquello que Rovault expres6 al poner
debajo de uno de los grabados de Mizerere er Guévre la
sentencia de Plauto “El hombre es el lobo del hombre”—
hizo que el arte rligioso del México colonial adoptaca
‘con verdadera pasion y trataca en mil conmovedorss va,
siantes el tema del Cristo martirizado, cuyo cuerpo, fis.
tigado por inhumanos verdugos, chorvea sangre de mil
pavorors heridax Es sgnicativo que exter Spree
ciones abunden en el siglo xvitt, siglo en que al indio'y
el menizo, ejecitantes cua sempre anéaimon copie
2an a imprimir al ate religioso au cardcter y mentalidad,
¥ el hecho de encontarse ens eacleuraa y pinnae oo
bre todo en las hide iglesaspueblerita en aldo
de poblacién indigena al margen de las inflacncias de le
sivilizacién urbana, admite la conclusign de que el mar.
firio que el hombre inflige al hombre es una experiencia
honda edialmente arraigada en el mundo senti.
que el Cristo torturado es tan parti
ble para él porque siante wa tortura co.
muy suyo, No cabe duda de que tl “patetine
lor material” —permitaseme citar esta frase de
Werner Weisbach (Bl arte del barroco)— procede del rea-
lismo 0, mas bien, del smo espafiol, que se com
Rea agen
terrible y espantoso". Pero tampoco hay duds
‘de que México se apoderd del tema con intense fervor
~comparable af fervor con el que se aduefié del estilo
churvigueresco para doterlo de la poropa y exaberanca
4que corresponde a su propia idisincrasia~ y que el Ne.
zareno colonial no es una simple variante de
tine creacisn independiente, vs de2 ‘TEMOR ALA MUERTE
dice Cardoza y Aragbn (Pintura mexicana contempo-
nay
istia de vivir. Recordemos las palabras que el p=:
El México antiguo no temblaba ante Mictlantecubtli,
1 dios de la muerte; temblaba ante exa incertidumbre
{que sla vida del hombre, La lamaban Tezcatlipocs.
Il, TEZCATLIPOCA
‘canos, parece haber
mos ¢ influido en su sentir y pensar.
Sele, Cidice Borgia
de lat cosas de Nueva
‘andaba en la tierra,
es
ieblas, Su signo es el jaguar Ta fera alevosa que acecha
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