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Odio las palabras

de Fernando Javier Mauln Gmez

Odio las palabras. Toman una idea pura y la manosean, la clasifican y pretenden identificarla. Nunca medias tintas, slo absolutos. Cmo si la vida fuera absolutos! Siempre creyndose que existen para todo. Son unas tiranas, se creen balanza de la consecuencia pero solo ven el ser contradictorio. Es que cualquiera que odie las palabras como yo, le encantar la contradiccin, esa incapacidad de unir por ambos cabos una idea; un acto de rebelin al odioso cdigo aceptado por todos y establecido por nadie. Siempre el mismo afn de ponerle rtulo a todo... Dada la situacin, son necesarios algunos ajustes, en vez de esa libertad insana que se nos ha otorgado y ya se nos escap de las manos. Y el ajuste que propongo es que slo podamos decir algunos pocos ruidos que representen ideas completas... pocas, que si ya camos en la uniformidad mejor ser no llevar atrs nuestros pasos -adems nada que limite la comunicacin har mucho dao en el estado actual de las cosas- as, no hay margen de error cuando una palabra solo quiere decir una cosa. Prohibidos los matices, slo han servido para alimentar excusas y malos entendidos. De ahora en adelante nadie podr entender mal, porque las ideas sern tan simples y tan ambiguas y tan perfectas.... que servirn para todo! Es cierto, no habr poetas, pero no sern necesarios, pues ya el mundo no conocer de disputas vanas, los amantes ya no discutirn por estupideces y los pases no conocern de subterfugios para atacar al otro. Si a esta gran revolucin, le sumamos el pequeo, insignificante y absoluto decreto de prohibir las gesticulaciones y las malas caras, nuestras posibilidades de error interpretativo seran remotas. Erradiquemos de una vez, este falso dolo, que nos esclaviza, que hasta nos hace pensar en su clave y la verdadera idea la debamos adecuar dos veces: unu para hacerlo oracin en nuestra mente, y otra para que nuestra idea cobre vida y alguien la tome en serio. Despus de esta flagrante censura, qu idea verdaderamente original podra sobrevivir? Y es que realmente nadie dice lo que piensa, el error es pretenderlo y prefiero desconfiar de aquel que se dedica a tal colosal empresa. Por eso, cuando tenga cerca a un gran lder mundial, pdale que le explique lo que piensa. Si empieza a hablar sin advertir la broma, embadrnelo en tomates y frutas de la estacin por pretencioso. FJMG.

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