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BAPL, 27. 1996 (29-61) EL DERECHO COMO TEMA LITERARIO* Fernando de Trazegnies Granda I. INTRODUCCION Me siento confundido al iniciar este discurso de incorpo- raci6n a la Academia Peruana de la Lengua porque, después de haberme interrogado en forma exhaustiva sobre los méri- tos que supuestamente debiera tener para recibir una distin- ci6n tan grande, no he encontrado ninguno que la justifique. Y por eso he estado tentado de comenzar estas palabras parafraseando una hermosa frase del Dr. Luis Jaime Cisneros y decirles que no se trata sino de un generoso error de parte de la Academia. Sin embargo, una vez designado por sus votos e invitado a ocupar un asiento en el seno de este selecto grupo, tampoco parece légico ni justo que yo me esfuerce hoy dia en demos- trarles que se trata de una equivocacién. Por eso, acepto con modestia el juicio de los sefiores Académicos y les agradezco muy vivamente este honor que considero entre los mas altos que he recibido en mi vida. * Trabajo leido en la Ceremonia de Incorporacién el 14 de diciembre de 1995. Y quiero agradecer muy especialmente al Dr. Estuardo Nunez, por haber tenido la gentileza de aceptar el encargo de pronunciar el Discurso de Recepcién. Debo confesar que me siento particularmente halagado por el hecho de ser recibido por un Académico de la talla del Dr. Nufiez. En realidad, acepto esta invitacién a pertenecer a la Academia no como reconocimiento a mérito alguno sino como un compromiso para intentar en el futuro estar a la altura de la generosidad y benevolencia de la que he sido objeto por parte de los sefiores Académicos; generosidad que los ha lle- vado a penetrar en el fondo del alma de un prosaico abogado y a descubrir, apartando papeles con sellos oficiales y cédigos amarillentos por el uso, que bajo esa marafia legal se escondia, como un secreto celosamente guardado, un humilde pero apasionado amor por la lengua y la literatura. En verdad, desde muy nifio he tenido una inclinacién marcada por la perspectiva literaria. Si bien siempre he padecido de una curiosidad multifacética y me he interesado con fervor en cosas tan disimiles como la astronomia y la historia medieval, las matematicas, la filosofia oriental y la sociologia politica, creo que la literatura ha sido para mi un punto de vista no declarado sobre el mundo que me ha ayu- dado a comprender muchas cosas que no hubiera percibido de otra manera. Recuerdo que en el Colegio, aun cuando estaba muy contento con las sutilezas del Algebra y con los experi- mentos de quimica, mi mayor satisfaccién era hacer las com- posiciones de literatura. Mientras que el resto de los cursos ponia en accién mi capacidad de razonamiento, escribir un pequefio ensayo de dos paginas para el curso de Literatura movilizaba mi ser entero, tanto mi raz6n como mis emociones y afectos; por eso me interesaba y me entretenfa mds, me hacia sentirme mas pleno, mas completo. Todavia recuerdo algunas de mis primeras composicio- nes. Particularmente una, en cuarto 0 quinto de Primaria, para la cual el profesor nos habia propuesto describir con 30 nuestras propias palabras la escena que se nos acababa de leer de la Iliada en la que Héctor se despide de su esposa Andrémaca y de su hijo para cruzar las murallas de Troya y salir a pelear un duelo irremisiblemente fatal con el inven- cible Aquiles. Recuerdo que lloré sobre el papel mientras narraba la triste despedida. Hubiera querido cambiar la his- toria, hubiera querido escribir que Héctor no aceptaba el duelo y que preferia la vida y el amor de su esposa y de su hijo a la gloria de la muerte. Pero lloré porque comprendi que eso era imposible, comprendi que el honor esta por encima de la vida y del amor, comprendi que el bien de su patria no le permitia otra cosa. Lloré de tristeza y de impotencia, porque me di cuenta ya entonces de que ni atin el autor puede fungir de Dios, ni atin el autor es duefio absoluto de sus personajes sino que, como sucede con los hijos, una vez creados, ellos imponen su propia légica y hacen su propia vida, independien- temente de lo que el escritor hubiera querido hacer de ellos. Durante esos afios escolares escribi mucho, tanto como tarea para mis cursos como también de manera gratuita, por puro entretenimiento personal. Mas tarde, entré a la Univer- sidad y, con el prejuicio de que es necesario estudiar cosas con las cuales se pueda uno después ganar la vida, decidi seguir Derecho. Y, claro esta, una vez comprometido con el Derecho, mi natural curiosidad y mi enfermiza facilidad para el] entu- siasmo, hizo que lo estudiara con mente suficientemente abierta como para ilusionarme con su rigor, con su ingenio, con la perspectiva tan dramatica y aguerrida que ofrecia de la vida. De alguna manera, el Derecho parecia combinar dos de mis viejas aficiones: la logica de las matematicas y la sensibilidad de las humanidades. Sin embargo, en esos tiempos de transicién de amores intelectuales, hubiera podido suceder que mi vieja aficién literaria naufragara. Felizmente, en la entonces Facultad de Letras por la que todos los futuros abogados teniamos que pasar, encontré a un verdadero maestro que me hizo conocer lo que era propiamente la vida universitaria y, sin intentar 31

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