Professional Documents
Culture Documents
DOS TIEMPOS
Cuento by
Ismael Berroeta
www.tarotparatodos.com
www.tarotparatodos.cl
- MARZO 2000 -
2
Había pasado la Navidad. La festividad ya no era como antes. Mi hija había cumplido los
dieciocho, por lo cual hacía cerca de diez años que celebrábamos como adultos, sin
tomar en cuenta las actividades apropiadas para los niños. Me encontraba leyendo unas
alta, mientras mantenía separada la cortina con la mano. - La que viene delante
dirigió con presteza hacia la puerta, la cual abrió, mostrándose obsequioso con Dorila y
su grupo de amigos. Tampoco pude impedir una cierta irritación en mi estado de ánimo.
“- ¿ Por qué este hombre será tan estúpido que se hace el gentil con los de afuera y en
Dorila, varios años más joven que yo, apareció simpática, como siempre, abrazándome y
porque siempre ponía una nota de alegría y nos presentaba a sus amistades,
generalmente compañeros de la oficina. El último del grupo en entrar fue un tipo rubio,
el cual había llegado al volante del automóvil. Era de estatura mediana, macizo, de ojos
café claro, vistiendo, curiosamente para mi gusto, pantalones y casaca de cuero, con
pero lo dijo con tanta gracia que todos los presentes estallamos en una
carcajada.
liviano para comer. Estaba concentrada terminando unos canapés cuando la cabeza de
Y diciendo y haciendo, metió casi a la fuerza en la cocina al tal Rinoardo. Éste se sonrió
un poco incómodo, mostrando un aire mas bien tímido, todo lo contrario que parecía
- No hace falta -, le contesté con una sonrisa, para disminuir su embarazo. - Pero
si es cierto que quieres sentirte útil, abre esas latas de conservas con camarones
que te trae …
- Perdón, ella me invitó y yo la traje. Ese auto es mío -, aclaró, para darse más
ánimo.
5
casa … pero sólo este último tiempo me toma más en cuenta. Ayer estaba
burlonamente.
- Puede que sí, puede que no. Para los más jóvenes es una afición, para mí es una
Se apresuró a realizar lo que le pedía, con una obediencia casi infantil. Me dio ternura
verlo así, azorado y diligentemente torpe. Le cogí una mano. Me miró sorprendido.
pensarlo. Me gusta conocer a los hombres por la palma de sus manos. Así puedo
dicen la verdad. Tus manos no son grandes, mas bien finas, pero se nota que te
- ¡ Qué bien !. Me gustan los hombres independientes, que no tengan jefe ni patrón
que los mande -, le dije dándole una mirada de admiración fingida, que sabía lo
coche, mi moto …
- Bueno, yo …
Nuestra conversación tuvo que cortarse. Desde la sala llegaban las voces de protesta de
- Por favor, Reinaldo, toma esa bandeja. Yo llevaré estas otras dos. Vamos, lindo,
Entramos a la sala con nuestra carga. Me llamó la atención ver a Dorila sentada en las
pobre … Esa noche todo salió bien. Nadie se embriagó, la casa estuvo alegre y hasta mi
Al día siguiente, estando yo en casa y Gualterio en el trabajo, como a eso del mediodía,
de la puerta de mi casa. Vibró la campanilla eléctrica. Abro la puerta y está allí parado,
- Por favor, no diga eso, no se trate así, yo la encuentro tan gentil … tan agradable
…-, agregó el muchacho, en tanto yo hacía como que no había escuchado esto
último.
pesada, de 750 centímetros cúbicos -, dijo con orgullo evidente, mientras volvía a
- Pero, ¿ qué haces parado frente a la puerta ?. Pasa, pasa, por favor.
Rinoardo se ve allí, junto a la entrada, sencillote y tímido, casi obediente. ¿ Un tipo más
joven, mucho más joven que yo ha venido a invitarme a pasear en motocicleta ?. Es más
de lo que podía esperar. Su juventud, su valentía que ha vencido su propia timidez han
no puedo dar crédito a lo que comprueban mis ojos y mis oídos. Se me cruza la imagen de
- Si es una vuelta muy corta …Verá usted que le gustará -, agregó él al darse
pantalones vaqueros ajustados y una blusa ceñida al busto. Me tomé el cabello atrás,
como cola de caballo. Estaba cogiendo una chaqueta y los anteojos ahumados, cuando
10
sentí voces afuera. Dejé tiradas estas prendas sobre la cama y corrí hacia la puerta de
calle, frenando en seco en la sala, donde adopté un aire de fingida tranquilidad. Había
- ¡ Hola, hija !. Llegas justo a tiempo para almorzar. ¡ Y mira qué sorpresa !.
aparente infidelidad con Gualterio y así, continuaba de una idea contraria a otra,
hiriéndome yo misma una y otra vez, una y otra vez. La única forma de calmarme un poco
fue sirviéndome varios vasos de vermut. Este trago es tan dulce y suave que no me di ni
cuenta cuando me los había bebido y sólo el mareo de la embriaguez me hizo tomar
obtendría nada.
Al día siguiente, a media mañana, sonó el teléfono. Levanté y puse atención. Era él. No
voz que preguntaba por mí, varias veces. Con la vista perdida y nublada, dejé que las
palabra aló me percaté que Rinoardo había cortado. No sé por qué, pero sentí alivio, el
Cinco minutos después, el campanillazo de una nueva llamada telefónica me hizo saltar
disculpas por haberme molestado, quiere saber si estoy enojada con él … que no ha sido
presentado mi hija de improviso todo habría sido diferente …, él debe comprender que
no está bien que la hija de una la vea salir en la grupa de una moto aferrada de la
12
cintura de un tipo que no es su esposo … y más que éste está vivo y coleando. Agrego que
en este momento hay una situación diferente a la de ayer, que todo está tranquilo. ¿ No
me gustaría probar la motocicleta ?. Le respondo que sí. Que venga a buscarme en media
hora.
Hacía años que no lo pasaba tan bien. La salida le dio un toque completamente distinto a
quedaba como a unos diez kilómetros de la casa. Me entretuve como una niña chica. Yo
misma le tomé una mano y lo invité a correr por la playa del laguito. Me había soltado el
cabello y éste volaba libre con el aire que se estrellaba contra mi cara. Hasta saltamos
por sobre unos troncos de árboles caídos en la ribera. Al final, cansados, nos sentamos
en el suelo, junto al bosquecito, para escuchar los llamados de los pájaros. Me relajé
completamente, puesta la cabeza en una de sus piernas, cubiertas con los famosos
agrada que no sea entrador. Me encanta que sea tímido y gentil. Es tan contrastante con
la rudeza de mi marido, con su interés burdo por mi sexo, que me ha tenido abrumada
por años … De pronto, de manera casual, veo la hora en su reloj. ¡ Cuán rápido ha pasado
el tiempo !. Le ruego que me lleve a casa. Le explico que mis familiares deben estar a
En la tarde y después, en la noche, las cosas se dieron como siempre. Mi marido fue a
enfrascarse en la tele y mi hija se apoderó del teléfono para hablar con sus amigas. Me
fui a acostar. Nuevamente vinieron las dudas a invadirme. Aceptar la invitación …, salir
en moto con otro hombre me hace sentir pecadora … ¿ Dónde dejé el buen ejemplo que
me dieron mis padres ?. ¿ Estoy dispuesta a destruir la imagen que proyecto hacia mi
hija ?. ¿ Es que el idiota de mi marido, pero mi marido al fin y al cabo, merece lo que le
sábana de abajo, indicaba que se iniciaba mi menstruación. Odiaba esos días. Me sentía
tonta, torpe, desmemoriada. Tragaba unas malditas tabletas que eliminarían los
malestares, las cuales nunca me reportaron ningún alivio. Me invadía una ira que me
motorista me llamaba, peor para él, lo mandaría directo a la mierda. ¡ Ni que hubiese
aún sin peinarme, con paso cansino, a coger el auricular. Me senté en un sillón, como de
- ¿ Aló ?.
14
- ¡ Hola !. ¿ Cómo estás ?. No me imaginé que llamarías tan pronto. Pensé que ibas a
- Pero si no te conozco … sólo hace unos pocos días que apareciste por mi casa,
fanfarroneando con tu auto, tu motocicleta y no sé que más … ¿ por qué tengo que
creerte ?.
- La invito a salir …
- ¿ A dónde ?.
- ¿ Seguro ?.
- Bien …, acepto. Yo pienso que no debería … talvez … mejor que no, no.
- Bueno, iré -, le respondí, embargada por una felicidad que parecía iba a
- No, no. No pienses que tratas con una mujer fácil. Soy una señora y tú y yo somos
El día aquel nos fuimos a Puerto Salado. En el fondo, me daba lo mismo si íbamos al mar o
a la montaña. La cosa era irnos juntos y lejos, lo más lejos posible de todo y de todos. Lo
único importante era ser capaces de enterrar nuestra cotidianeidad. Él se esforzó por
ser amable y atender mis gustos de diversas maneras. A pesar de esto, pronto me di
cuenta que él carecía de roce social. Tenía dinero pero no sabía cómo gastarlo, ni cómo
se limitó a pedir “lo mismo que la señora”. En la tarde, era obvio lo que el ritual obligaba
a cumplir, pero esta vez no lo ayudé. Si había que escoger un hotel parejero, que lo
hiciera solo aunque tuviese que arrepentirme después. Era una mujer que necesitaba ser
conquistada por un macho, no una vieja que había salido a violar un niño chico.
Evidentemente, tuvo que llevarme a lo peor. Un edificio viejo, de tres pisos, de frontis
17
descascarado y sucio. Subimos por una escalera de peldaños de madera que crujía de
forma siniestra al transitar por ella. La habitación casi no tenía luz natural. Había una
cama de una plaza, un velador que casi parecía un cajón frutero, una mesa de cubierta
ligosa a los pies de la cama y una silla endeble junto a la mesa. Cuando la mujerona que
atendía me quedó mirando, me dirigí a Rinoardo y sin voz, sólo con los labios y una seña
con los dedos, le indiqué que le pagara. Comprendí que el hotelucho era un terminal para
uso del puterío. Para bien o para mal ya estaba allí y no pensaba salir arrancando.
Después que ella cerró la puerta tras sí, me acerqué a Rinoardo y nos abrazamos con
todo junto demasiado fuerte para mi gusto, por lo cual en esta fase, por lo menos, no
experimenté excitación alguna. Nos dimos cantidad de tiernos besos en los labios, me fui
relajando y sentí que podía seguir adelante. Un pequeño bulto bajo la bragueta del
motorista que rozaba contra mi vientre me dio la señal para ir al toillette a prepararme.
Las condiciones materiales allí se evidenciaban peores: en el baño comprobé que no había
pantalones, las medias y la blusa, quedando sólo con la ropa interior. Me puse
nuevamente mis zapatos de tacón y volví al cuarto, el cual estaba semi a oscuras. Lo
busqué con la vista y pude encontrarlo sobre la cama. Estaba completamente desnudo,
También me miró, pero no hizo ningún gesto, ni nada. No sé que me impulsó, pero en vez
de ir hacia el camastro, me subí con cuidado a la silla y de ésta, a la mesa, la cual por
suerte resistió el peso. Desde arriba, lo miré una vez más, me acaricié varias veces el
cabello, me froté lentamente con las palmas de las manos abiertas el cuello y el pecho,
pasando por el abdomen hasta terminar en los muslos. Sabía que eso lo excitaría mucho.
saqué el calzón y procedí de igual forma. Finalmente, descalcé mis zapatos. Y así,
solamente cubierta por mi piel, bajé de la mesa a la cama, quedando de pie desnuda
frente a él con las piernas abiertas, una a cada lado de su cuerpo, a la altura de sus
rodillas. Tengo que confesar que todavía no me había excitado, sino que solamente me
había empezado a soltar, dejando de lado las inhibiciones habituales y haciendo todas
esas figuras por pura inspiración del momento. Miré el cuerpo que se encontraba a mis
pies y pude distinguir claramente el falo erecto en medio del vello de su pubis, donde
sobresalía como una llamativa señal rojo-morada. Tanto para excitarme como para hacer
bastón con las dos manos. Se lo acaricié con suavidad, deslizando el prepucio
alternativamente para abajo y para arriba, sobándole el rollizo glande en cada pasada.
Mi motorista agitó su cabeza sobre la almohada hacia uno y otro lado, mostrando a las
claras un intenso placer. Dejando la postura anterior, me arrodillé frente a él, montada
sobre sus piernas, con intención de reemplazar las manos por mi boca. No pude
su trasero, qué sé yo, me golpeó tan fuerte las narices, provocándome arcadas, que me
impidió continuar con la escenita. Fingí que no pasaba nada, dándole un solitario y suave
besito en la punta del miembro, alejando mi cara lo antes posible de aquellas partes.
Debo declarar que estuve a punto de detenerme allí mismo y exigirle que nos fuéramos,
pero pude controlarme y seguir adelante como si tal. Solamente días después entendería
asunto es que, poniendo cara de nada, cosa que no tenía importancia por cuanto él estaba
rodillas hasta que mi sexo quedó justo posicionado por encima del miembro. Bajé un poco
mis nalgas, tomé la herramienta con mi mano derecha y comencé a frotarla lentamente
contra mis genitales. Al comienzo, la rozaba sobre los labios mayores de mi vulva y,
después, abriéndolos con los dedos de mi mano izquierda, procedí a refregarla contra
los labios chiquitos y el clítoris. Noté que él se excitaba más y más con cada pasada del
falo por mi sexo, sin tomarse el trabajo de moverse, ni tocarme, ni menos darme una
mirada. La escena me era chocante por su actitud tan pasiva, por lo cual no podía
excitarme por completo. No importa, me dije, sigamos adelante sin fijarnos en los
detalles. Este resto de ánimo me ayudó bastante, hasta que pude sentir que mis dedos y
la cabeza del pene comenzaban a humedecerse con mis secreciones. Era el instante
estaquita de carne la fue introduciendo hasta llegar a la base. Unos pocos choques más
de mis glúteos contra su pubis lograron que el abundante semen del muchacho bañara mi
interior y comenzara, luego, a resbalar por mi vagina, escapándose a raudales entre cada
subida y bajada. No fue mucho más lo que alcancé a gozar por causa de la derrota tan
sorprendida y molesta, casi una media hora hasta que mi caballito se recuperó, por lo
entrañas y creciendo hasta dar nuevamente contra la ávida matriz. El proceso, dada la
en transpiración, sofocada, agotada, con claros signos de fatiga y, más encima, caliente,
Me sentía sucia y desaliñada al momento que dejamos ese lugar. Utilizada, también. Mi
galán ni se molestó en preguntarme cómo lo había pasado. Él daba por sentado que por
haberse encamado como un muerto y parar la verga cumplía con creces las expectativas
sexuales de una mujer. El sol comenzaba a ponerse cuando salimos de Puerto Salado
En mi casa todo se mantenía como siempre. Le comenté a mi hija que la salud de la tía
Ernestina mejoraba - ir a visitar a la viejita había sido la excusa para ausentarme todo
único valioso pareció ser que había visto un paisaje diferente durante algunas horas. Ver
transformada en rutina de gimnasia aeróbica sin duchas. Sabía que él volvería a llamar y
sabía también la respuesta que le daría. Le diría que no nos viéramos más. Me sentía
extraño que no le dio nada o casi nada, en momentos que los integrantes de la familia
acciones, un solo dictamen: culpable. ¿ Pero culpable de qué ?. ¿ De haberme sentido sola
y hastiada por muchos años ?. Era cierto. Había experimentado soledad y tediosa rutina
durante ese tiempo. ¿ Pero por qué otras mujeres eran capaces de soportarlo y yo no ?.
¿ Por qué otras eran íntegras y yo una traidora ?. Necesitaba con urgencia
desahogarme. ¿ Con quién ?. No lo veía claro. Las pocas amigas y parientas no eran
todo, sólo una parte de la verdad, tratando de no ofenderlo. Sería un alivio y una
22
expiación. Intenté trabar conversación con Gualterio. Yo sabía que cuando llegaba en las
noches no parecía interesado sino en la televisión. Sin embargo, me las arreglé para
trabar con él algunas palabras. Le conté que Rinoardo me había estado llamando por
vagamente que le daba la impresión de ser un buen muchacho, muy respetuoso, y que él
dormitorio hecha un atado de furia. ¿ Es que este bastardo no tenía sangre en las
venas ?. ¿ Era capaz de entregarle su mujer a otro sin experimentar la menor emoción ?.
¿ O sería que todos los hombres eran huevones por naturaleza ?. Bueno, poco a poco
terminé por calmarme, como liberada de un peso enorme pero, además, muy vacía.
Adivinaba lo que vendría. El motorista iba a llamarme por teléfono y con seguridad
interesaba, que me encontró vieja, o fea, o gorda, o rara, o no sé que más. Me dolió
pensar que podía no aparecer nunca más. “- No importa - me consolaba yo misma - así
tendré menos problemas”. Al final, llamó. Era un día miércoles. Efectivamente, pidió que
nos juntáramos. Le respondí que no, que estaba muy, pero muy arrepentida de haber
salido con él. Insistió. Su voz sonó un poco temblorosa. Quería que le diera una nueva
se le pasó por la mente ir tan rápido, simplemente las cosas se habían dado como se
le retruqué. Lo esencial, a mi juicio, era más básico y más importante. Sencillamente, yo,
como mujer, no debería haber seguido por la senda que habíamos recorrido. En primer
lugar, no había obtenido ningún beneficio. En segundo lugar, estaba viviendo llena de
que tengo un marido y, por si fuera poco, una hija que es una chica decente ?.
- Por favor, le ruego que nos veamos, aunque sea la última vez -, suplicó Rinoardo.
- Señora, usted no se da cuenta que la quiero mucho. Le pido por favor, por favor
- ¿ Y tú quieres que yo crea así, nada más, ese amor que tú me declaras ? -,
- …
- Está bien, como tú quieras -, le acepté sin poder encontrar una explicación
cuadra ni nadie de mi familia fuera a tener la más mínima sospecha de mis andanzas. A
mi marido le dije que iba a visitar a la tía Ernestina. No pareció sorprenderse. Tampoco,
contrario, reaccionó diciendo que correspondía a nuestro deber ayudar a la pobre vieja
Benditas, donde reside la tía. En realidad, fuimos más cerca. Nos dirigimos a las
Niponia en una pequeña elevación del terreno, una especie de lomita suave coronada por
25
dos o tres árboles añosos y maltratados, los pocos peumos salvados del hacha. Nuestra
conversación se inició de manera nada tierna y debo reconocer que fui yo la que comenzó
con un tono bastante duro. Le reclamé por sentirme acosada. Antes de conocerlo, yo
llevaba una vida tranquila. Aceptaba que mi existencia había sido, hasta entonces,
cuando lo conocí, rutinaria y frustrante, pero me mantenía sin sobresaltos. ¿ Por qué
apareció él esa maldita noche con Dorila y sus amigos ?. Siempre mi comportamiento fue
el de una mujer honrada y ahora, ¡ ahora me sentía como una puta !. Rinoardo se mostró
todo confuso. Daba explicaciones tontas, sin sentido, un montón de niñerías. Lo único que
- ¿ Sabes ? - le espeté al pobre -, me dan risa tus frases mal hilvanadas. ¿ Cómo
contigo, con todas estas maniobras raras, lo único que consigo es alejarme de mi
estúpido honesto y yo, yo ahora lo estoy traicionando. ¿ Sabes que él cree que en
señor !, yo, la muy idiota tuve que realizar todo el trabajo, desplegar todos mis
encantos como una contorsionista de circo que hace piruetas desde el trapecio
- Por favor, no está bien que me ofenda. Si me he atrevido a señalar que no sabe lo
que dice lo he hecho porque hay cosas que usted no tiene conocimiento …Y si fui
un mal amante …, bueno, ocurrió porque soy inexperto. Nunca he tenido mujeres …
- ¿ Quieres saber algo ?. No deseo oír nada más. Te pido que me saques de aquí de
cabeza que pueda reaccionar así. Usted es buena. Si ha dicho lo que ha dicho es
- Usted tendrá que escucharme. Tendrá que oír la verdad -, señaló con mucha
Lo vi tan decidido que me intrigó lo que pretendía decirme. Confieso que le puse
atención con verdadera curiosidad. Me preguntó si acaso era capaz de imaginar que, en
ese mismo momento, mi marido y Dorila lo más probable era que se encontraran en un
hotel. Agregó que le parecía extraño que yo no tuviera ni la más mínima sospecha de que
fueran amantes. ¿ Cómo no darse cuenta que hacía tres años que mantenían su
relación ?. Lo cierto es que mi presencia de una u otra forma les incomodaba y pensaron
que la mejor manera de sacarme del medio era conseguirme un amorcito. Esta fue la
razón por la cual Dorila lo invitó aquella noche a mi casa. Ella me había definido como
atractiva y amable pero, agregó, ingenua y manejable. Le dijo que se despabilara y que,
había sido entretenerse a costa mía pero había terminado rápidamente por enamorarse
de verdad. Me encontraba sincera, simpática y, además, recalcó que lo tenía loco con mis
destrezas en el arte del sexo. Lo que se inició como una mala pasada a una tonta acabó
por desembocar, para él, en una pasión, en una obsesión sin control.
parecía ser yo la protagonista. Me quedé con los ojos abiertos, sin mirar, con la vista
perdida totalmente. Estática, de pie, no atinaba a moverme hacia ningún lado. Mis
hubiera necesitado hacerlo. Pasado el primer estupor, me doblegó una profunda pena,
hondas las heridas causadas a mi dignidad y a mis sentimientos. Sentí que tomaban mi
mano derecha. Acariciaron mis cabellos y comenzaron a secar mis lágrimas. Era mi joven
motorista que se afanaba en gestos de ternura. Curiosamente, no sentía odio contra él,
al contrario. Dejé que me abrazara. Mejor aún, necesitaba con desesperación que
alguien me abrazara, combatir con amor esa angustia, borrar con el cariño de alguien
esa sensación de infinita orfandad que me ahogaba. Rinoardo hizo todo lo posible por
consolarme. Pidió que me calmara, agregando que nada podría hacerlo sufrir más que
verme llorar. Su interés por mí se veía tan sincero que, poco a poco, me fui serenando
- La amo.
29
- Más, más.
- Pida lo que quiera y se lo cumpliré. Si exige que me estrelle con la moto, lo haré.
- Tonto, no digas esas cosas tan terribles. ¿ Cómo voy a pedirte que hagas algo
- Estoy bien, pero al único lugar que no iría en este momento es a la casa. No nos
- ¿ No está cansada ?.
nuestra relación. ¿ Subirnos al vehículo y descansar allí ?. Era extraño y era mejor que
del conductor, con los pies en los pedalines, pero se sentó un poco más atrás, más cerca
ternura, transformadas luego en pasión que fue con cada beso más y más en aumento. Mi
excitación fue progresando hasta calentarme como condenada. Sin dejar de besarlo,
exploré su vientre hasta abrir la bragueta y dejar en libertad su preciosa arma, la cual
comenzó a crecer hasta salir nítidamente, dura y brillante como el mejor de los
mis pies sobre los suyos, firmes en los pedalines del vehículo. Así, estiré las piernas,
alzándome un palmo, muy apegada a su cuerpo. Bajando y subiendo, inicié los golpes de mi
sexo contra la gruesa y redonda cabeza del falo. El olor pesado y chocante de los
hombre era un maloliente y un cochino desaseado me daba igual, era mío y me amaba.
Mis líquidos lubricaron rápidamente la herramienta, la cual, con ágil y discreta ayuda de
mis dedos, muy pronto me ensartó hasta mis anhelantes profundidades. Me desaté
pero me puse a corcovear como una bestia ninfómana. Los bruscos movimientos agitaron
demasiado tarde - que la moto se iba desplazando hacia adelante y había comenzado a
esos instantes. Yo también gritaba, pero no de terror, sino del inmenso placer que me
invadía en la caída, el cual aumentaba a cada tumbo que daban las ruedas contra las
irregularidades del terreno. El viaje tuvo un rápido y abrupto final, quedando la moto
volcada en una pequeña y suave depresión del terreno por la cual pasaba un hilillo de
agua. Volé por los aires hasta dar con mi cuerpo contra el suelo, donde permanecí como
una muñeca rota, con los ojos cerrados, sonriendo, mientras mi mano derecha se
resbalaba en uno de mis muslos húmedos, no sé si con el semen del motorista o con el
tranquilicé. Así, abrazados, permanecimos largo rato entre la hierba, sin importarnos
De vuelta en casa, todo se veía normal. Junto a mi hija, nos sentamos los tres a cenar.
Mi marido me preguntó por la tía. Le respondí que su salud estaba peor, que
lamentablemente iba a tener que acompañarla más seguido. Me comentó, muy serio, que
lamentaba mucho lo que pasaba a la anciana. Nuestras miradas se cruzaron, unos breves
instantes, lo suficiente para comprobar que se encontraba igual que yo, invadido por una
profunda satisfacción.
-o-