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Los reyes de la animación actual, Pixar, son cada vez más maduros. Aunque
sus películas están destinadas a un público mayoritariamente infantil, cada
vez introducen más elementos que hacen que sus productos también estén
destinados a los adultos. El estudio Ghibli no se anda con pamplinas, sus films
tiene una madurez que llega a asustar. Probablemente el caso más explícito
sea el de ‘La tumba de las luciérnagas’ que esta misma semana se reedita en
nuestro país en dvd, en una edición de lujo, de esas que todo amante del
buen cine, y sobre todo de esta película en cuestión, debería tener en su
videoteca personal. Eso sí, cuando uno ve esta película es mejor no hacerlo
cuando se tiene un mal día (uno de esos días que nos llevan a decir que la
vida es una mierda), porque decir que es deprimente es decir poco.
‘La tumba de las luciérnagas’ narra una historia, basada en hechos reales
(concretamente el autor de la novela en la que se basa el film, Akiyuki
Nosaka, vivió en persona parte de los acontecimientos mostrados en el film),
en la que se narran las desventuras de dos hermanos que quedan huérfanos
durante la Segunda Guerra Mundial después de un bombardeo de aviones
norteamericanos. Primero lograrán vivir de la caridad de su tía, pero pronto, y
debido a la escasez, tendrán que sobrevivir por su propia cuenta. Será el
inicio de una larga penuria. Y con ella la del espectador.
Porque ‘La tumba de las luciérnagas’ podría tranquilamente entrar en una de
esas listas que tanto nos gustan sobre las películas más tristes que hemos
visto. Su historia, sin ningún tipo de concesión, alcanza una dureza que se
vuelve insoportable en determinados momentos. Y sorprende gratamente el
hecho de encontrarnos ante un film de animación (que durante años y años
muchos han creído equivocadamente que la animación era sólo para niños),
una animación hoy en día primitiva si la comparamos con los niveles de
perfección de la antes mencionada Pixar, pero que curiosamente y debido a la
sobriedad de lo que narra, uno no se la imagina de otra manera. Pienso que si
hoy hicieran un remake del film (y que conste que ya existen dos en imagen
real) realizado con las últimas técnicas de animación, sería una equivocación.
Pero esto no son más que divagaciones de un servidor que se ha visto
totalmente embrujado por una película que llega al corazón como pocas, pero
que a diferencia de la gran mayoría, ésta tiene la particularidad de
desgarrarlo, de dejarlo casi sin vida y totalmente huérfano, como los
personajes centrales del film.
Isao Takahata narra con esa sencillez típica de los grandes clásicos, al más
puto estilo de John Ford o de Yasujiro Ozu, sin cargar las tintas en los
momentos emotivos, y haciendo grande una historia pequeña. Y hablando de
emoción, podríamos decir que todo el film en sí mismo es un bloque emotivo,
angustioso, cruel, en el que no hay ni un sólo punto álgido que destaque por
encima de los demás, como suelen hacer en otras películas, una emoción
contenida, verdadera, sincera, directa, que viste la narración sin ningún
tipo de artificio o filigrana argumental, de esas que engañan al espectador
para llevarlo al borde de la lágrima. Aquí se está al borde de la lágrima
continuamente, y uno nunca se siente manipulado porque el film no cae ni un
sólo momento en la sensiblería barata, algo en lo que le hubiera resultado
muy fácil caer.