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Reflexión para la
esperanza
Aunque era otoño, quiso el
jardinero adornar de flores una
pequeña parte de su jardín, que
había quedado agostada en el
“No conseguirás nada”, le
dijeron los robustos robles
del camino.
“Caerán lluvias, soplarán vientos
y se llevarán las diminutas
semillas al mar o a los ríos, donde
nada germina”, continuaron.
El jardinero
encaprichado no se
resignaba con la
franja amarillenta,
que desmerecía la
belleza de su jardín.
“¡Gracias!”,
exclamó.
Y soñó con las
nuevas flores
que brotarían
sucesivamente.