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Normativa lingüística española y corrección de textos
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Ebook191 pages1 hour

Normativa lingüística española y corrección de textos

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Aunque todos hablamos un español igual y, al mismo tiempo, diferente, muchas personas, por desidia o por impasibilidad, se comunican mediante despojos sintácticos y burdas invenciones léxicas. No hablamos de perfección, porque esta no cabe en la pequeñez del hombre, sino de esmero en el decir para evitar excesos. El buen español, que recreamos cada día, no es solo el que responde a los cánones de lo correcto, sino también el que revela preocupación de claridad y de concisión por respeto a los demás.
Este libro trata, entre otros temas, qué es la normativa lingüística española; extranjerismos, préstamos, calcos y falsos cognados; normas de concordancia; qué significa ser corrector de textos y, por ende, qué debe corregirse en un texto; etcétera.
LanguageEspañol
Release dateFeb 16, 2022
ISBN9789875998377
Normativa lingüística española y corrección de textos

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    Normativa lingüística española y corrección de textos - Alicia Zorrilla

    Alicia María Zorrilla

    Normativa lingüística española y corrección

    de textos

    © 2015. Alicia María Zorrilla

    © 2021. Libros del Zorzal

    Buenos Aires, Argentina

    © 2021. Libros del Zorzal, SL

    España

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

    Al hombre le preocupa su lengua.[...] Está el hombre junto a su lengua, como en la margen de un agua en estanque que tiene en el fondo joyas y pedrerías, misterioso tesoro celado. La mirada no suele pasar del haz del agua, donde se reflejan las apariencias de la vida con belleza suficiente.

    Pero el que hunda la mano, más allá, más adentro, nunca la sacará sin premio.

    Pedro Salinas

    Índice

    Prólogo | 6

    ¿Qué es la Normativa Lingüística Española? | 10

    Cada «cosa» a su tiempo | 29

    El quid pro quo | 38

    ¿Un «como que» redivivo? | 53

    El uso de «como» | 60

    Extranjerismos, préstamos, calcos y falsos cognados | 84

    Normas de concordancia | 104

    El corrector de textos | 118

    La corrección de textos | 129

    Trabajo específico del corrector | 140

    Recomendaciones Para Corregir Un Texto | 143

    Signos de corrección de imprenta | 152

    Clases de letras usadas en imprenta | 156

    El corrector, asceta | 158

    Bibliografía que debe consultar el corrector | 162

    Bibliografía | 166

    Prólogo

    La lengua española es nuestra sangre y nuestra identidad. Con cada voz nombramos la belleza, pues Dios hizo las palabras para la alegría y para la paz, para que amanezca el bien en cada sílaba.

    Sabemos que las palabras acompañan nuestra vida y son nuestra vida. Con ellas, anhelamos perpetuar la Creación; buscamos inconscientemente la inmortalidad de nuestros caminos interiores y nos recreamos al decirnos, y somos en la plenitud de la escritura.

    Cada vocablo es meta sublime de un largo viaje espiritual, sereno, de silencios sostenidos, de luces y de sombras. El tiempo que prepara el florecimiento de la palabra es ascético, tiempo interior, en que cada hombre aspira a albores, ocasos y paraísos. Hay, en cada verbo, vocación de inmensidad e intensión¹ de horizontes, y —por qué no—, cielo que ancla en la tierra virgen de la página sin alas o en el corazón que nos escucha para hacerse dueño de nuestro corazón.

    Imaginamos que las palabras viven en éxtasis, en una mañana perenne, pensativa, y allí esperan pacientes nuestro llamado para que sublimemos el mundo. Y aunque todos hablamos un español igual y, al mismo tiempo, diferente, a veces, creemos que, para muchas personas, esa mañana no existe por desidia o por impasibilidad, pues se comunican tristemente mediante despojos sintácticos y burdas invenciones léxicas. Y no hablamos de perfección, porque esta no cabe en la pequeñez del hombre, sino de esmero en el decir para evitar excesos. El buen español, que recreamos cada día, no es solo el que responde a los cánones de lo correcto, sino también el que revela preocupación de claridad y de concisión por respeto a los demás, ese olvidado respeto a los demás, que es falta de amor, pues —como bien decía Juan Ramón Jiménez— solo pensamos cuando amamos.

    ¡Qué poco nos preocupa amar ardientemente estos mensajes del pensamiento y del sentimiento; gozar de los dolores entrañables de esa parición que tanto necesitamos! ¡Cómo asolamos las entrañas de los vocablos! Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a bastardearlos; más aún, si nuestra vida está en lo que hablamos o escribimos, ¡qué pobre vida tenemos, qué confusión consentida! Nos hemos vaciado de valores, o mejor, nos hemos desentendido lentamente de esos valores que sostienen el espíritu para que viva el intelecto una vida superior; las ansias desmedidas de progreso material los han desterrado a la oscuridad del desprecio. Preferimos olvidarnos de la ética, de la estética y del conocimiento, y andar huecos y cojos por las sendas de la nada representando un papel que, no pocas veces, raya en lo ridículo. Nos olvidamos voluntariamente de vivir para ser mejores y escandalizamos adrede, en todos los ámbitos, con palabras gastadas, envilecidas por la soberbia ultrajante de la indiferencia, carentes de ternura y de delicadeza. Reemplazamos las virtudes con la deslealtad a nuestra condición de hombres y profesamos el culto de la fugacidad o —como bien dijo Santiago Kovadloff— «la idolatría del instante»². Escribió Pedro Henríquez Ureña que «nuestros enemigos, [...], son la falta de esfuerzo y la ausencia de disciplina, hijos de la pereza y la incultura, o la vida en perpetuo disturbio y mudanza»³. Esfuerzo, respeto, disciplina, en fin, belleza. «¡Nunca un poquito menos!»⁴.

    Ya no se comprenden las lecturas más sencillas, y el apellido del protagonista de un cuento puede significar para los lectores un pájaro o la marca de un utensilio de limpieza⁵.

    Se oyen los mensajes televisivos o radiales, pero no se escuchan, entonces, se uniforman todos los contenidos y se mezclan en una confusión perfecta.

    La publicidad despliega su interés material sin reparar en el significado de las palabras que usa cuando, por ejemplo, nos dice:

    Lipoescultura láser: Sin riesgo anestésico.

    En 1 hora elimine costado de caderas,

    abdomen, entrepiernas, rodillas. Sin internación.

    ¿Habrá buscado el especialista el significado exacto del verbo «eliminar» (‘quitar, prescindir de’) antes de publicar esta gacetilla y, sobre todo, su denotación médica de ‘expeler una sustancia’, o solo estaría preocupado por no gastar mucho en la promoción? Nos preguntamos: ¿En qué se transformará una mujer después de ejecutadas las promesas de este anuncio? ¿Dónde está la mesura que deben guardar las palabras? ¿Dónde, su verdad, su precisión? ¿Por qué tanta indigencia léxica? Sin duda, las hemos abandonado, porque nos hemos olvidado de querer, de sentir y de pensar, y porque hemos perdido la afición al estudio y al aprendizaje. Ese descuido contribuye a nuestra degradación como personas. Alimentamos la rutina, la pereza y los índices de evaluación televisivos, y nos quedamos sin respuestas, es decir, sin palabras. Como no sabemos qué decir, decimos mal lo que no sabemos. Baste este ejemplo tomado de Internet sin una coma que lo defienda:

    Mi pregunta es: si hago cajones de crianza para cría

    intensiva de telgopor, ¿les hará mal a los caracoles?

    Esa poquedad verbal nos impide encarnar la belleza, que está con nosotros y no presentimos, esa sencilla belleza que tiene su paradigma en aquella breve oración que dijo Cristo a uno de los malhechores en la hora de la cruz: «En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso». ¿Habrá otra definición más bella?

    Este debe ser tiempo de meditación, de goce, de análisis, para evocar la esencia de la palabra, para renovarnos de dentro hacia fuera. Tenemos heridas las alas —lo sabemos—, pero aún nos queda la esperanza de otro vuelo para cambiar el mundo.

    Dijo el poeta español Luis Rosales: «En la lengua que habla se ve el rostro de un pueblo. Guarda todos sus rasgos y es igual que un espejo interno. Un espejo de adentro. Ahora bien, como la lengua no es solo un medio de expresión, sino un sistema de instalación vital, si no la hablamos correctamente es porque no vivimos plenamente. Quien no habla bien su lengua no ha aprendido a vivir. Quien la habla mal, vive a traspiés»⁶.

    Alicia María Zorrilla

    ¿Qué es la Normativa Lingüística Española?

    De acuerdo con el Diccionario académico, normativa es un sustantivo colectivo que denota ‘conjunto de normas aplicables a determinada materia o actividad’. Lo normativo es lo que sirve de norma. Esta implica una distinción entre usos correctos e incorrectos. Es objeto de la Gramática normativa, preceptiva o prescriptiva, que es la que prescribe una serie de normas o preceptos para hablar y escribir con corrección, y suele basarse en una autoridad lingüística. En la actualidad, la norma no es monocéntrica, sino policéntrica; si bien hay una normativa general, cada país tiene sus normas.

    La Normativa del español es, pues, el conjunto de normas que se aplican a nuestra lengua y que rigen su correcta expresión escrita y oral.

    Entre los niveles de lengua (lengua culta, lengua popular, lengua vulgar, lengua rural, etc.), la gramática normativa (la académica) elige uno y lo propone como lengua de prestigio (la lengua culta). Aunque la lengua culta se basa en los principios etimológicos de la lengua, el uso, cuando se hace general, pasa a formar parte de la norma. «El uso lingüístico —según José Martínez de Sousa— está representado por el conjunto de reglas gramaticales más o menos estabilizadas y empleadas por la mayoría de los usuarios de una lengua en una época dada y en un determinado medio social»⁷.

    Según Eugenio Coseriu, la dicotomía de Ferdinand de Saussure es muy rígida porque no permite saber cómo se pasa del sistema abstracto (lengua) a las realizaciones concretas del habla. Entonces, introduce un nivel intermedio llamado norma, que define como la mediana de las realizaciones aceptadas en una comunidad de habla, es decir, en el sistema, existe la posibilidad de crear muchas formas.

    Gramática normativa es la Gramática de la lengua española, publicada desde 1771 por la Real Academia Española (fundada en 1713), con sede oficial en Madrid. El carácter fuertemente normativo de esta gramática, cuya última edición data de 1959 (reimpresión de la de 1931, con alguna adición), ha sido notablemente suavizado en el Esbozo de una nueva Gramática de la Lengua Española, publicado por la Academia en 1973, pero aún provisional por su carácter de «esbozo» o de «bosquejo inacabado».

    En 1994, se publica la Gramática de la Lengua Española, de Emilio Alarcos Llorach, avalada por la Real Academia para iniciar la Colección Nebrija y Bello. No es la Gramática oficial.

    En 1999, aparece la Gramática descriptiva de la Lengua Española, coordinada por Ignacio Bosque y Violeta Demonte, avalada también por la Real Academia, y segunda obra de la Colección Nebrija y Bello. Tampoco es la Gramática oficial.

    Finalmente, en 2009, se publican los dos primeros tomos de la Nueva gramática de la lengua española: Morfología. Sintaxis I y Sintaxis II, y en 2011, el tercer tomo: Fonética y fonología. Fruto de más de once años de intensa labor, los dos primeros tomos constituyen una descripción minuciosa y muy documentada del español actual admitida por todas las Academias. Es una Gramática de síntesis, no de análisis como lo eran las tradicionales. Refleja las variaciones geográficas y sociales que se consideran cultas en el español europeo y americano, y propone soluciones unificadas respecto de los problemas gramaticales. Es descriptiva y normativa, pero también analiza estructuras gramaticales que no son estrictamente normativas. De ahí

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