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Los Manuscritos del Caos
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Los Manuscritos del Caos
Ebook91 pages1 hour

Los Manuscritos del Caos

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About this ebook

Raphael Tenot llega a Ámsterdam como un turista más, sin embargo su destino le depara un encuentro con una extraña joven, Sherezade. Unos enigmáticos manuscritos tienen que serle revelados, su contenido se ha mantenido oculto durante siglos, esperándolo... Los Manuscritos del Caos. Origen es la primera entrega de la Trilogía d el Caos, una historia que revela toda la verdad sobre el mito de Lilith y que te dejará, literalmente, sin aliento...
LanguageEspañol
PublisherXinXii
Release dateJan 25, 2014
ISBN9788483260692
Los Manuscritos del Caos

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    Los Manuscritos del Caos - Benjamín Amo

    autor

    Nota para el lector

    Al final del libro se incluyen Los Manuscritos aludidos en la novela. Si te atreves a leerlos, y es tu destino, cambiarán tu existencia…

    Obertura

    La lectura de estos documentos dejará de manifiesto cómo fueron ordenados. Se han eliminado todos los elementos carentes de importancia, con el fin de que una historia que se halla casi en discrepancia con las creencias actuales pueda erigirse como un simple dato. No existe la menor descripción de acontecimientos pretéritos que haya dejado espacio a un error de la memoria, porque todos los documentos elegidos son rigurosamente contemporáneos, expresados desde el punto de vista y los acontecimientos de quienes los redactaron.

    Bram Stoker, Drácula, 1897

    AMSTERDAM

          Era una tarde de noviembre, las nubes avanzaban lentas y densas, convirtiendo la bóveda celeste en un plomizo techo grisáceo por el que no penetraba rayo de sol alguno.

                Raphael Tenot permanecía absorto en la gótica fachada de Ouede Kerk, la iglesia más antigua de Ámsterdam. Había llegado allí atraído por la idea de visitar la ciudad de los canales, por conocer el tan variopinto barrio rojo, donde las prostitutas se ofrecen a los viandantes desde la lejana proximidad de los escaparates. Curioso por una ciudad que siempre había despertado en él un intenso atractivo, un magnetismo especial. Ansioso por disipar sus dudas sobre la posibilidad de fumar marihuana libremente y comprarla sin mayor aspaviento que entrar en un coffee shop y pedirla.

                Durante los últimos años de su vida, Raphael, se había sentido especialmente desorientado. Algo en su interior latía con fuerza, se sentía al margen de su propia vida, no conseguía hallar el centro vital de su existencia. Con todo ello a sus 33 años, algo más de metro ochenta, pelo castaño y ojos azul cielo, había atravesado varias relaciones sentimentales, nada serio, y es que su atractivo natural atraía a las mujeres, que se veían impregnadas de un magnetismo especial. Él se limitaba a dejarse amar, sin corresponder a la altura de lo recibido, motivo por el cual todas y cada una de las parejas que había tenido terminaban frustradas.

                Miles de turistas, como él, concurrían las calles empedradas de la vieja Ámsterdam, todos ávidos por conocer la mística arquitectura gótica que compone una ciudad ganada al mar. Raphael viajaba sólo, era la primera vez, pero ya había decidido que no sería la última. Toda sensación era así única, acompañada de una profunda reflexión interior, el diálogo consigo mismo era continuo.

                Acompañado de un pequeño plano de la ciudad se deslizó hasta la zona conocida como Spui, donde un gran portón de madera llamó su atención. De el entraban y salían gentes de todas las nacionalidades, turistas todos. Y Raphael iba a ser uno más en cruzarlo, lo que desconocía es que su vida nunca más volvería a ser igual al hacerlo.

    Tras un leve pasillo que olía a humedad se adentró en un precioso jardín interior, rodeado de pequeñas casitas en torno al núcleo central compuesto de un césped envidiable. Se trataba de un pequeño patio aislado por completo, conectado al exterior por el húmedo pasillo y el portón de madera. La gente entraba y salía de allí, maravillada por el aislamiento y el silencio del lugar pese a encontrarse en pleno corazón de la ciudad.

                Raphael se precipitó sobre su guía de la ciudad para buscar información sobre el lugar. Estaba en el Begijnhof, un antiguo convento de principios del siglo XIV. En su origen hacia las funciones de geriátrico y era atendido por una orden católica de mujeres solteras, o viudas de familias adineradas, que cuidaban de los enfermos y las personas mayores. Un verdadero remanso de paz y tranquilidad, tanto en el pasado como en aquel preciso momento.

                Raphael se sentó en un pequeño banco de madera situado frente al cuidado jardín, decidió descansar un poco y ojear en la guia la historia del lugar, dejando así para la salida la visita a la pequeña capilla que daba la bienvenida al Begijnhof. Justo en el instante en el que la información de la guia estaba a punto de secuestrar su atención una voz, casi como un susurro, sonó junto a él.

    -       ¿Eres Raphael? –una mujer, joven.

    -       Ehh… -titubeó- ¿Perdón? -estaba sentada a su lado, dirigiéndose directamente a él.

    -       ¿Te llamas Raphael?

    -       Si... ¿nos conocemos?

               La sorprendente e inesperada interlocutora tenía la tez blanca como el nácar, algo común en las regiones nórdicas, su pelo era negro como la noche sin luna y sus ojos, oscuros, delataban una profunda intensidad.

    -       Se que es extraño para ti Raphael, pero te estaba esperando.

    -       ¿Cómo? -la extrañeza iba en aumento.

    -       No nos conocemos. Yo solo sabía que un día sentiría que estabas cerca, y que tu nombre sería Raphael.

    -       Pero... no entiendo nada... ¿Qué…? -Raphael salió de su tranquilidad-. ¿Quién eres tu?

    -       Mi nombre es Sherezade -contestó en un casi perfecto español mientras miraba al jardín.

    -       Sherezade... bien... ya tenemos algo -afirmó tranquilizándose un poco-. ¿De dónde eres? Tu español es bastante bueno, pero me temo que no eres…

    -       Exacto, soy holandesa. Y gracias por lo de mi acento, hablo siete idiomas y el tuyo es de los que domino -contestó volviéndole la mirada-. Y añadió: - Tu tampoco lo hablas nada mal para ser de origen francés.

    -       Pero... -volvió a sobresaltarse-, ¿como puedes saber eso?

    -       Tranquilo Raphael, todo tiene su explicación, y la tendrás si escuchas bien lo que tengo que contarte.

    -       ¿Cómo? ¿Contarme qué? Pero… Si no nos conocemos de nada.

    -       Tengo mucho que decirte, llevo esperándote mucho tiempo -cogió la mano de Raphael-. Yo vivo en aquella casa, justo al otro lado del jardín. Vivo sola. El horario de visitas al Begijnhof acaba a las cuatro de la tarde, esperame a las tres y media en el último banco de la capilla. Iremos a mi casa sin que nadie nos vea, aquí solo viven mujeres, allí te contaré.

    -       Pero... como... No entiendo nada… No se qué me tienes que contar, y tampoco entiendo cómo sabes quién soy...

    -       Ahora tengo que irme, no deben vernos juntos. –La joven no parecía tomar en cuenta sus palabras de asombro-. Haz lo que te digo y saciarás tu curiosidad. No te pasará nada, puedes estar tranquilo.

    Aquella chica, Sherezade, se fue tal como llego, con absoluto sigilo. Se levantó haciendo inútiles los esfuerzos de Raphael por aclarar tan extraño encuentro. La juventud de su misteriosa amiga era también evidente en su figura que ya se introducía por la puerta de la casa que había señalado instantes antes, no sin antes dedicarle una intensa mirada.

                Raphael necesitaba caminar, abandonó la idea inicial de visitar la capilla, dejó atrás el Begijnhof.

                Aquella desconocida ya

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