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FORO DE

COMPETITIVIDAD
EUSKADI 2015

Conclusiones Primera Fase


ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN ................................................................................................................ 1

2. LOS RASGOS DE LA NUEVA REALIDAD ...................................................................... 3

3. LOS RETOS DE LA EUSKADI DEL 2015 ........................................................................ 5

4. A MODO DE SÍNTESIS ................................................................................................... 12

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1. INTRODUCCIÓN
El FORO DE COMPETITIVIDAD 2015 es un proceso de reflexión para identificar retos y definir
las claves estratégicas que nos permitan afrontar con éxito una segunda gran transformación
socioeconómica para conseguir una Euskadi competitiva en un nuevo entorno global.

Es una iniciativa promovida por el Gobierno Vasco para cuyo desarrollo hace un llamamiento al
conjunto de los agentes económicos y sociales para conseguir su implicación activa en el
proceso, comprometiéndose a su vez a articular los mecanismos necesarios que hagan posible
esta participación.

El objetivo final es alcanzar un diagnóstico y proyecto compartido que sean la base de un plan
de competitividad para los próximos años.

Nos enfrentamos a una realidad de cambio acelerado donde resulta tan difícil prever el futuro
que lo mejor que podemos hacer es inventarlo entre todos. Pero, en cualquier caso, para
“inventar el futuro” hay que partir de las lecciones aprendidas del pasado. Una de estas
lecciones es la importancia de apostar por la economía productiva y otra, la necesidad de
desarrollar esta política en un marco de cooperación público privada.

Estamos inmersos en un contexto de incertidumbre donde nos movemos entre dos posiciones
contradictorias: la satisfacción y un cierto pesimismo.

• Por un lado, partimos de una situación inicial favorable, a la que hemos llegado tras
superar con éxito en los últimos veinte años la difícil prueba de llevar adelante una
reconversión de la base económica, alumbrando nuevas actividades y un tejido
productivo mucho más diversificado. Los dividendos cosechados en forma de creación
de empleo y de mayor renta por habitante, convergiendo con los estándares europeos,
son la justa recompensa a un esfuerzo encomiable, logrando la primera gran
transformación económica. Pero esta situación conlleva el riesgo de una cierta
autocomplacencia, que nos puede llevar a pensar que, con mantener la misma línea de
actuación, seguiremos teniendo el mismo éxito en el futuro.

• Por otro lado, la agudización del fenómeno de la deslocalización y el incremento de la


competencia internacional desde los países de la ampliación de la Unión Europea y las
grandes economías emergentes de Asia están siendo una fuente de inquietud, que se
traduce en ocasiones en un cierto pesimismo.

En este contexto entendemos que hay que buscar una actuación equilibrada que se puede
resumir en la frase: alertar sin alarmar.
• Alertar sobre la nueva realidad en la que estamos inmersos y cuestionando las viejas
recetas que no tienen por qué ser garantía de éxito en un futuro. No nos podemos dejar
confundir por los datos económicos que hoy son favorables, pero que mañana, si no
actuamos, pueden cambiar de signo.
• Pero sin alarmar. No podemos caer en un pesimismo paralizante. Este País tiene
futuro. Partimos con unas condiciones mucho mejores para afrontar esta nueva
situación de las existentes en el momento de nuestra incorporación a la UE.
El proceso que hemos iniciado responde a esta situación. Debemos identificar los nuevos retos
y las nuevas estrategias para tener éxito en el futuro.

Desde el punto de vista metodológico, el FORO de Competitividad se estructura en tres fases:

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1. En la primera fase, cuyas conclusiones se recogen en el presente documento, se ha
tratado de contrastar, a través de la participación de cerca de un centenar personas de
diferentes ámbitos (empresas, universidades, organizaciones empresariales, partidos
políticos, sindicatos, cámaras de comercio, instituciones públicas), si nos encontramos
ante una nueva realidad entendida como una transformación socioeconómica radical.
Alcanzado un consenso sobre esta primera cuestión, se ha procedido a identificar sus
rasgos, los retos y las claves estratégicas. En consecuencia, el presente documento no
es más que un intento de plasmar de forma ordenada la riqueza de las aportaciones
realizadas. Es preciso por ello reconocer y agradecer a todas las personas que han
contribuido con sus valiosas opiniones e ideas al desarrollo de esta primera fase del
proceso de reflexión.
2. En la segunda fase se profundizará sobre las claves estratégicas identificadas
anteriormente. El objetivo es definir políticas e instrumentos concretos como elementos
soporte de un plan de competitividad. Este proceso se inicia con este acto y se
prolongará durante los próximos cuatro meses.
3. En la última fase se producirá el contraste con los agentes que van a ser los
destinatarios últimos de las políticas e instrumentos definidos y que por tanto deben
validar la idoneidad de los mismos para afrontar los retos de futuro.

Se pretende que éste sea un proceso transparente y abierto al conjunto de los agentes
económicos y sociales, por lo que, de forma paralela al proceso presencial, se ha creado un
foro en Internet, a través del cual se puede conocer la situación del proceso, así como tener
acceso a toda la documentación generada y participar aportando ideas y opiniones. Esperamos
que el documento suponga una invitación e incitación a la lectura y a la reflexión permanente,
con un espíritu abierto que permita aprovechar el espacio de encuentro del que vamos a
disponer y compartir con el resto de personas nuestras inquietudes, perspectivas e ideas.

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2. LOS RASGOS DE LA NUEVA REALIDAD

Como se ha precisado anteriormente, la labor realizada inicialmente ha consistido en identificar


los rasgos de la nueva realidad. En este sentido, la sintonía ha sido manifiesta a la hora de
valorar la situación actual como un momento de profundo cambio marcado por una serie de
rasgos que se detallan a continuación.
ƒ Entre estos rasgos, destaca en primer lugar el conocimiento como principal activo que
condicionará de forma extraordinaria el nivel de bienestar de cada sociedad. Así,
mientras que en las transformaciones anteriores lo que predominaba era un efecto
sustitución de la fuerza de trabajo por capital físico, en la nueva transformación
asistiremos a una sustitución de los factores tradicionales por información y capital
humano de mayor cualificación. Como quiera que el conocimiento es el elemento clave,
y dado que éste no entiende de fronteras conceptuales, la transformación necesaria
trasciende el ámbito estrictamente económico para situarse igualmente en los ámbitos
sociales y políticos.
ƒ Otro rasgo diferenciador destacable es la velocidad del cambio, o más precisamente la
aceleración con la que dicho cambio se produce. Por este motivo, resulta más
necesario que nunca que las personas y organizaciones sean capaces de adquirir una
mayor capacidad de anticipación y de adaptación al cambio conviviendo con mayores
dosis de incertidumbre y de novedad permanente. Esta velocidad afecta además a los
procesos de toma de decisiones, cada día más cortos, por lo que permanecer en
posturas pasadas puede resultar más peligroso que nunca.
ƒ La nueva revolución científico-técnica, como rasgo específico, es una de las grandes
responsables de la velocidad que caracteriza al cambio. En particular, las tecnologías
de la información y las comunicaciones, además de desarrollar una nueva dimensión
espacial, el tercer espacio o espacio virtual, frente al natural y el urbano, también ha
alterado la dimensión temporal acelerando los procesos de transformación económica
y social.
ƒ La plena inserción social de la mujer, en especial en el mundo laboral, es un rasgo que
deberá marcar igualmente el futuro inmediato en tanto en cuanto su plena y efectiva
incorporación a todos los niveles permitirá instaurar nuevos valores que contribuyan a
redefinir y reinventar la propia definición del trabajo.
ƒ Un último rasgo que acompaña a esta nueva realidad es el sigilo con el que se va
instaurando y el consiguiente riesgo de coger por sorpresa a muchas personas y
organizaciones que pueden verse desplazadas fuera del entorno productivo de forma
irreversible en el caso de que no hayan sido capaces de anticiparse a las
transformaciones. En muchas ocasiones, los cambios no son visibles y, cuando lo
sean, la adaptación a los mismos puede resultar tardía. La falta de conciencia social
necesaria para reaccionar entraña el peligro de no encontrar el revulsivo para
reaccionar y romper con la atonía inherente a un cierto grado de autocomplacencia
existente.

A partir de estos rasgos, el FORO de Competitividad Euskadi 2015 ha avanzado una serie de
elementos de la visión de País que deseamos para el horizonte del 2015 y que, en cierto modo,
recoge también los retos individuales y colectivos de las personas y organizaciones de este
País. De esta visión en fase de construcción destaca el deseo de que Euskadi sea un País en
Paz, ejemplo de convivencia que concilia sus raíces y su personalidad con el hecho de estar
abierto y conectado al mundo, un país competitivo cuyas personas y organizaciones, en un
hervidero de interconexiones, despliegan su creatividad y desarrollan proyectos compartidos
desde la tolerancia y el respeto para con el entorno social y natural. Un País en el que, por
encima del nivel de vida, lo que se valore sea la calidad de vida.
En definitiva, todos estos elementos forman parte del discurso que se ha venido configurando a
lo largo de los diversos encuentros desarrollados en el marco del FORO de Competitividad

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Euskadi 2015 y que ha sido el fruto de las reflexiones compartidas. Se trata ahora de recordar y
resaltar estas contribuciones en forma de retos y claves estratégicas de futuro.

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3. LOS RETOS DE LA EUSKADI DEL 2015
Todos estos rasgos han ido perfilando un proceso de globalización que no ha culminado y que
se está extendiendo de forma desigual. En efecto, no se puede decir que esté incidiendo con la
misma fuerza en todos los mercados y sectores productivos, ni en todos los continentes, ni
tampoco se puede afirmar que cuente con el respaldo de la sociedad en su conjunto. Las
nuevas fracturas sociales, laborales, digitales, ponen de manifiesto las desigualdades que el
nuevo modelo puede generar o acrecentar. Es más, si en algo se pone de manifiesto el
carácter parcial de la globalización es en la limitada movilidad de las personas, siendo así que
la movilidad debe ser percibida como un elemento de enriquecimiento cuando signifique
inmigración y que ha de servir para fomentar la multiculturalidad y la diversidad como fuente de
creatividad.
Los rasgos anteriores sitúan a las personas con sus valores y a las organizaciones con sus
culturas como los verdaderos protagonistas de la segunda gran transformación. De este modo,
de los debates enmarcados en el seno del FORO de Competitividad Euskadi 2015, se
desprenden una serie de retos que como no puede ser de otro modo, están estrechamente
relacionados con las personas y las organizaciones, en la medida en que ambos son los
depositarios del conocimiento que condicionará a su vez su posición competitiva en un mundo
globalizado.
Así, los grandes retos pueden resumirse en cuatro grande apartados, cada uno de los cuales
encierra una serie de elementos que irán descifrando las claves estratégicas para la Euskadi
del 2015:
ƒ saber hacer
ƒ saber ser
ƒ saber disponer
ƒ saber gobernar

Motivado Abierto
Innovación Internacionalización
Integrador
Cooperación
Relaciones
Tolerante
laborales
Modelo HACER SER Creativo
formativo Proactivo
Alianzas Valor Conectado
añadido
SABER
Sostenibilidad
Talento Liderazgo
Recursos
DISPONER GOBERNAR Facilitador
Infraestructuras
Apostar Activar
Territorio
Acompañar
atractivo Sensibilizar
Plataforma Colaborar
conectada Proyectos compartidos
Un primer reto, por trivial que parezca, puede resumirse en la necesidad de saber hacer. Si
algo ha caracterizado a Euskadi en los últimos tiempos es el gusto por hacer bien las cosas. El
éxito de la primera gran transformación no hace sino corroborar esta realidad. Sin embargo, el
saber hacer debe trasladarse a nuevos productos diferenciados y nuevas actividades que
incorporen mayor valor añadido y mayor conocimiento.

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Saber hacer significa en primera instancia aprender, y para ello las personas y organizaciones
deben ser capaces de absorber la sabiduría que guarda el conocimiento y el conocimiento que
guarda la información. Sólo de este modo se podrá dar el salto necesario hacia producciones
de mayor valor añadido. La formación, por lo tanto, adquiere una relevancia sin precedentes
tanto desde la perspectiva de los contenidos como del modo en que se imparte y debe incluir
tanto el ámbito del conocimiento, como el de las habilidades y el de los valores. La formación
en competencias técnicas debe desplegarse a lo largo de la vida profesional de las personas y
abandonar la separación entre vida formativa y vida laboral como si de un proceso disjunto,
lineal y secuencial se tratase. En este sentido, las organizaciones deben jugar un papel activo
en la formación continua de las personas. Pero las aptitudes no deben limitarse al campo
técnico o tecnológico. También han de darse en otras vertientes como el diseño, el marketing,
las habilidades comerciales, las sociales y de comunicación, las lingüísticas o la filosofía.
Respecto a esta última, resulta fundamental formar en lo que representa la capacidad de las
personas para discernir entre lo importante y lo accesorio, la capacidad de estructurar la mente
para definir opiniones con criterio, aprender a aprender, etc.
El sistema formativo debe asimismo evolucionar de acuerdo con la velocidad con la que se
producen los cambios y las necesidades de conocimiento correspondientes. Debe formar a las
personas para posibilitar una transición desde un País, que en la década de los ochenta o
principios de los noventa competía en precios, hacia un País que debe competir por calidad,
diferenciación y valor añadido, con la capacidad de absorber el capital humano que sale
formado de su sistema educativo y atraer personas de otros lugares del mundo.
En este sentido, el saber hacer significa, por lo tanto, transformar el conocimiento en elemento
productivo masivo con objeto de incorporar los nuevos factores de competitividad y abandonar
la competencia mediante costes. La transición hacia dichos factores pasa por el impulso
renovado de la innovación como herramienta para neutralizar el diferencial de costes y lograr
una producción de bienes y servicios de alto valor añadido con mejores prestaciones, que
atraigan la atención del cliente, que, en definitiva, es el verdadero patrón de las empresas.
La búsqueda permanente de nichos en el mercado pasa por el desarrollo de nuevos productos
capaces de activar círculos virtuosos que incrementan las posibilidades de aparición de cuasi
rentas de monopolio derivadas de una mayor sofisticación y diferenciación. La velocidad con la
que estos círculos aparecen y desaparecen pone de manifiesto la necesidad de desarrollar una
verdadera tensión creativa capaz de generar nuevos productos y servicios por lo que la
innovación de producto cobra especial protagonismo.
Esta especialización en productos de mayor valor añadido, de productos sofisticados, acentúan
más si cabe la necesidad de interacciones permanentes entre empresas de modo que se
facilite el cruce, el intercambio y la interacción entre agentes diversos, cada uno de los cuales
aporta capacidades y competencias complementarias. Este “mestizaje” se convierte en un
elemento indispensable para desprenderse definitivamente de una competencia mediante
costes. En definitiva, la innovación, en un sentido más amplio que su mera vertiente
tecnológica, va a suponer un vector diferenciador de cara al futuro.
Los productos diferenciados no son patrimonio de nuevos sectores o de nuevas empresas,
también los sectores más tradicionales deben contribuir a la definición de un nuevo catálogo de
productos “hecho en Euskadi”, un catálogo que, por otro lado, deberá ir renovándose con la
celeridad que marca la velocidad del cambio. La diversificación en productos y sectores que
renueven la estructura productiva es la vía que permitirá crecer a los ritmos necesarios y con
ello alcanzar los niveles de inversión en I+D que nos sitúen en la media europea. La I+D, hasta
ahora más centrada en el desarrollo de procesos más competitivos, debe centrarse en el
desarrollo de nuevos productos puesto que las nuevas ganancias en productividad se
encuentran precisamente en este campo. De este modo, la investigación y la tecnología
pueden erigirse como el principal motor del crecimiento y la competitividad.
No obstante, cualquier avance que nosotros realicemos en esta materia, también será
desarrollado por otros países. Por este motivo, es preciso introducir un elemento innovador
dentro del propio sistema de innovación vasco. Este requiere el establecimiento de una
verdadera cooperación en todas las direcciones entre universidades, centros tecnológicos y
empresas. Las pautas de dichas colaboraciones las debe marcar el sector productivo, como
último eslabón de la cadena, pero que a su vez debe retroalimentar la necesidad de mayores
investigaciones aguas arriba. Así, el codesarrollo entre universidades, centros tecnológicos y

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empresas conlleva un efecto multiplicador de modo que, por cada persona que una empresa
destina a estas actividades, las universidades y centros tecnológicos contribuyan con personal
adicional en investigación básica o básica orientada. Pero, para potenciar este desarrollo
compartido, es preciso que la I+D se extienda del mismo modo a ámbitos como los nuevos
modelos organizativos, el desarrollo personal, la responsabilidad social, la comunicación
interna y externa. Para que este codesarrollo permita incorporar un hecho diferencial en el
ámbito de la I+D en Euskadi debe dar un mayor protagonismo a la Universidad y acercarla más
al entorno empresarial. Sin descuidar su papel como generadora de investigación básica, o
básica orientada, y siempre dentro de unos parámetros de rentabilidad, la Universidad debe
simultanear con eficiencia la generación, transferencia y aplicación de conocimiento. Asimismo,
la cooperación entre universidades, empresas y centros tecnológicos esconde una interesante
complementariedad temporal que permite la exploración permanente y cumulativa de nuevas
ventajas competitivas. Así, mientras que las empresas centran su actividad en I+D a corto
plazo con un fuerte componente de rápida transferencia al mercado (en forma de desarrollo de
producto), la Universidad y los centros tecnológicos pueden atender mejor a las necesidades
de investigación a medio y largo plazo.
Pero saber hacer también significa que las organizaciones han de saber internacionalizarse,
porque las empresas pueden y deben desarrollar el conjunto de su cadena de valor en aquellos
espacios geográficos que garanticen su competitividad. Por eso mismo, debemos hacer de
Euskadi un espacio atractivo para desarrollar las actividades que generan un mayor valor
añadido, como pueden ser las relacionadas con el diseño, la producción de alto valor añadido,
el marketing o la comercialización. Saber hacer también significa, por lo tanto, intensificar la
formación comercial, en diseño y en marketing tradicionalmente más desatendidas y menos
valoradas en nuestro País.

Por lo que respecta a la faceta productiva de las personas, el concepto de trabajo y del
trabajador se modifica sustancialmente. Si el medio de producción en la nueva realidad es el
cerebro humano, y son las personas las que tienen la capacidad de aportar valor añadido a las
organizaciones, éstas ocupan un lugar central en las mismas, pasando de ser meros medios de
producción a convertirse en un fin en sí mismo. Hasta ahora, con carácter general, el trabajador
ha sido considerado como mano de obra incorporada a un proceso productivo. Esto conlleva
una forma de trabajo y organización del mismo basado en la disciplina. Significa igualmente
una clara separación y disociación entre lo que representa el lugar de trabajo y la propia
sociedad. Sin embargo, esta división entre lugar de trabajo y sociedad pierde fuerza en la
medida en que el conocimiento no entiende de fronteras y éste se genera en el conjunto de la
sociedad. En realidad, la nueva situación está caracterizada por una auténtica socialización del
saber así como de la información y, por ende, supone una democratización del poder. Así
pues, el nuevo contexto arrastra hacia la necesidad de un cambio en todos los ámbitos:
político, empresarial, laboral, sindical, etc. En todos ellos existen de forma persistente ciertos
rasgos comunes. Uno de ellos es la necesidad de una mayor participación de las personas en
lugar de aceptación de imposiciones de cualquier tipo.

Todo ello conduce a la necesidad de un profundo cambio al que resulta difícil adaptarse sin las
herramientas adecuadas. Por ello se hace urgente una mutación acelerada ante los nuevos
escenarios que deparará la nueva realidad, en el que el trabajador despliega su conocimiento y
en el que por lo tanto el trabajo físico o manual tradicional queda remplazado por un trabajo
cuyo activo principal es el cerebro humano. Así mismo, el aprovechamiento del conocimiento
de las personas requiere estilos de dirección en clave de liderazgo que faciliten la autogestión y
autonomía. El simple hecho de poseer mayor conocimiento concede mayor libertad y poder a
las personas. Y en todos los niveles de las organizaciones, desde la empresa hasta el País, la
construcción de proyectos compartidos es uno de los móviles que puede activar la motivación
de las personas para participar activamente aportando su capacidad de interpretación y
gestión.

Por lo tanto, se deben modificar las actuales estructuras organizativas para favorecer la
creación de un espacio en el que desarrollar y expresar nuevos grados de libertad que concede
el conocimiento. La flexibilidad y adaptación necesaria en las organizaciones para que se

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adecuen a los cambios cada vez más veloces debe conjugarse con una mayor estabilidad en el
marco de las relaciones laborales que. Si el conocimiento es la esencia de los nuevos factores
de competitividad, las organizaciones deben desarrollar las condiciones y espacios proclives
para que se transformen en verdaderos proyectos compartidos. La temporalidad y la
precariedad en el empleo, lejos de contribuir a la generación de esos proyectos compartidos y
de romper con los comportamientos de confrontación, además de incidir negativamente sobre
aspectos como la seguridad en el trabajo, limitan las posibilidades de las personas para que
hagan uso pleno de sus capacidades creativas y cognitivas.

Con ello se consiguen organizaciones más democráticas, más horizontales y transparentes,


con mayores posibilidades para compartir y, por ende, más creíbles. Se lograrán así una mayor
satisfacción y motivación de las personas y, por extensión, de los propios clientes de las
empresas. Así, el valor en definitiva es la propia persona, que de este modo se identifica con la
organización. En este sentido, existe una alta responsabilidad por parte de la organización en
los procesos de aprendizaje que conduce precisamente a fomentar ese tipo de motivaciones e
identificaciones. Para lograr una mayor identificación, por evidente que resulte, la organización
ha de ser de la persona. Esta apropiación no tiene por qué traducirse en términos de propiedad
legal, sino en que la persona debe apropiarse del proyecto de su organización. La motivación
viene por el hecho de considerar como propio un determinado proyecto. Así, desde el concepto
actual de trabajador debemos dejar paso a personas que participan en proyectos compartidos.
Por este motivo, hoy en día, resulta necesario mejorar las relaciones entre los agentes
sociales, facilitando de este modo los éxitos de la segunda gran transformación. Las relaciones
laborales deben contemplarse desde la perspectiva de un pacto social sobre un nuevo modelo
de empresa basado en la corresponsabilidad de empleador y empleado para lograr la
satisfacción de los clientes, los accionistas, las personas y el entorno.

Otro de los aspectos cualitativos en la nueva situación es la importancia que cobran los
modelos relacionales, de las redes, de los nodos en la esfera productiva. Los elementos del
nuevo modelo pueden resultar similares a los que hasta ahora se han venido representando
como factores clave. Sin embargo, lo importante es cómo se activan y es ahí donde radican de
forma significativa las diferencias. La colaboración público-privada, la colaboración privada-
privada y la colaboración público-público son activos que han marcado el éxito de la primera
gran transformación en Euskadi, pero que precisan de un renovado impulso ante este nuevo
desafío. Son muchos los esfuerzos y las mejoras que se pueden introducir aprendiendo de los
éxitos y fracasos de las experiencias acumuladas en este sentido. Euskadi ha sido en
numerosas ocasiones reconocida por su “saber hacer” en este campo, si bien esto no debe
llevar a la relajación, pues los nuevos retos precisarán con mayor intensidad este tipo de
iniciativas. El trabajo en red y los modelos relacionales que permitan una mayor conexión e
interacción entre los distintos ámbitos se antojan como fundamentales para amortiguar las
limitaciones que produce la reducida dimensión de las organizaciones empresariales. Las
interacciones se encuentran, por lo tanto, en el origen de la creación; cuanto mayor densidad,
variedad y diversidad exista entre los elementos puestos en relación, mayores serán las
posibilidades de innovación y de creación. Resultan significativamente importantes los cruces
que se puedan dar entre empresas con productos escasamente diferenciados y empresas
posicionadas en sectores emergentes o de futuro que las inseminen. Si el reto se encuentra en
la capacidad de cambiar el producto que se fabrica en la actualidad, una de las vías para lograr
dicha transformación procederá de la aportación que los nuevos sectores realicen a los más
tradicionales. La cooperación y alianzas entre empresas de sectores diversos, además de
modernizar los sectores más tradicionales, favorecerán la creación de productos y servicios
más sofisticados.

Los espacios de encuentro e interacción se convierten así en verdaderos vectores de


competitividad. En este sentido, y aun habiendo realizado un importante esfuerzo hasta la
fecha en el campo de las relaciones, son muchas las sinergias que deben ser activadas con un
renovado impulso. Para ello, es preciso modificar el modelo cultural de colaboración, lograr
acciones que permitan una mayor integración, desarrollar los focos de interrelación necesarios
para hacer de Euskadi una plataforma competitiva. En este sentido, será necesario romper la

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compartimentación y segmentación incluso de muchas políticas que dificultan precisamente
ese grado necesario de mezcla entre diferentes, y que da lugar a la innovación y la creación.

De este modo, se facilitará el acercamiento entre los mundos productivos y los mundos de la
cultura, el arte, la educación. La existencia de vasos comunicantes entre todos estos ámbitos
no puede sino favorecer y facilitar la generación y transmisión del conocimiento con
independencia del lugar donde se genere, posibilitando un mayor y mejor aprovechamiento de
la capacidad creativa de las personas y de las organizaciones. Sólo de este modo puede el
conocimiento, en tanto en cuanto supone una construcción social, disponer del espacio y las
condiciones necesarias para su proliferación.

Esta necesidad de mayor conectividad y cooperación no puede circunscribirse de forma


exclusiva a Euskadi. La globalización y las estructuras supranacionales que emergen bajo su
regazo, ponen de manifiesto la necesidad de extender estas dinámicas a la esfera mundial. En
efecto, para que Euskadi se convierta en una plataforma local en el contexto de la
globalización, es preciso que dicha plataforma tome la forma de un nodo conectado con el
resto del mundo. Para ello, entre otros elementos, es preciso que las empresas vascas creen
empleos y centros de actividad en otros países. Sólo de este modo puede verse reforzada la
posición de Euskadi como una plataforma local capaz de absorber las oportunidades de la
globalización.
En muchas ocasiones, el saber hacer en los términos apuntados anteriormente va a suponer
la necesidad de reinventar nuestras arquitecturas organizacionales para que mejoren nuestras
capacidades de reacción y de adaptación de tal modo que generen un efecto tractor en el
conjunto de la sociedad.

Así, al reto anterior, le sigue el reto de saber ser. Desde el punto de vista de la formación
técnica, Euskadi cuenta hoy en día con las personas mejor formadas de su historia, tanto las
que proceden del entorno universitario como las que lo hacen del entorno de la formación
profesional. Sin embargo, este hecho no supone en sí mismo una ventaja comparativa con
nuestro entorno en la medida en que la capacitación técnica de las personas es igualmente una
realidad en nuestro entorno más próximo (Europa) pero también y cada día más en otros
continentes (Asia).
El hecho diferencial debe buscarse, por lo tanto, a través de una formación que instruya a las
personas con actitudes y valores que permitan captar las oportunidades que ofrece la
globalización. Los comportamientos abiertos, creativos, tolerantes y proactivos, más que
nunca, son los que triunfarán en la nueva realidad productiva. Para ello, se hace preciso
trabajar las actitudes y los valores desde temprana edad mediante un nuevo modelo educativo
y formativo. Éste debe experimentar cambios importantes con objeto de interesar al alumno y a
la persona en algo más que en la obtención de un título. El modelo debe posibilitar la activación
y el desarrollo de las competencias, habilidades y capacidades de las personas y hacer el
proceso educativo más participativo. Este proceso se concibe así en clave de solución de
problemas, introduciendo métodos más novedosos que enseñen a enfrentarse a los mismos
mediante técnicas de trabajo en equipo, desarrollo de capacidades de liderazgo, espíritu
emprendedor, gestión de la incertidumbre, capacidad de análisis y de razonamiento, en
definitiva, que enseñe a aprender y a reaccionar. En definitiva, saber ser implica sumar al
conocimiento los valores que permitan alcanzar la sabiduría necesaria para lograr los éxitos del
futuro.
El esfuerzo en este campo es clave y corresponde al conjunto de la sociedad implicarse y
comprometerse a dar un giro importante en relación con los valores y las actitudes que han de
impregnar nuestro “saber ser”. El caldo de cultivo generado precisamente por el éxito de la
primera transformación puede suponer, si no se pone remedio, un freno para lograr hacer
nuestros, valores y actitudes que nos posicionen con fuerza frente a la segunda transformación
de modo que los éxitos pasados no se conviertan en la semilla de fracasos futuros. Así, si
plantear el problema es parte de la solución, conviene resaltar la existencia de una cierta crisis
de valores que entre todos deberemos resolver. Esta crisis se puede resumir en un cierto
conformismo por el hecho de vivir en una sociedad que está demasiado centrada en sí misma.
Así, frente a una actitud pasiva, es necesario asumir una actitud proactiva y reducir la distancia

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entre los valores propugnados y los que realmente son practicados. El desarrollo de la faceta
creativa y el dinamismo debe favorecer que cada vez sean más las personas dueñas de su
futuro.
En esta línea, las personas emprendedoras, en la medida en que representan un factor de
crecimiento endógeno destacable, precisan de un contexto que por un lado, facilite que
transformen ideas en actividad productiva generadora de riqueza, y por otro lado, valore y
reconozca los éxitos cosechados.
Pero el saber ser no se circunscribe exclusivamente a las personas. Las organizaciones
también deben saber ser los espacios propicios para el desarrollo de las personas que forman
parte de las mismas. Como se mencionaba anteriormente, si las personas son las depositarias
del conocimiento, las organizaciones deben ser capaces de transformar su propio concepto de
persona trabajadora permitiendo que desplieguen sus capacidades creativas para la
generación de proyectos compartidos y de nuevas iniciativas, logrando así una mayor
motivación e implicación.

Siguiendo con esta clasificación de los retos identificados por el FORO de Competitividad
Euskadi 2015, saber disponer puede considerarse como el conjunto de retos que están
relacionados con la necesidad de lograr un entorno atractivo y favorable para el desarrollo de
las personas y de las organizaciones. Disponer así de un entorno que facilite la atracción de
talento, al mismo tiempo que garantice el despliegue y el desarrollo de las personas y de las
organizaciones que comparten ese espacio. Porque, si bien la globalización aporta dosis
importantes de homogeneización de la sociedad, lo local aporta diferenciación. Lo local, en
definitiva, cobra sentido en la identificación de un modelo solidario de sociedad. El poder de la
identidad es vital en la medida en que el conocimiento no es algo abstracto sino que se genera
mediante la cooperación, mediante la interacción, mediante la conversación, por lo que la
proximidad geográfica puede y debe jugar un papel destacado. Nuestras tradiciones y nuestras
raíces constituyen elementos de atractivo. Aspectos como la gastronomía, la naturaleza, las
posibilidades de acceso a la cultura y al ocio, en definitiva, la calidad de vida, son hoy en día
activos que deben formar parte del marketing que como Territorio debemos desarrollar. Un
marketing territorial que se hace vital para atraer y retener el talento. La calidad de vida, las
oportunidades de trabajo, etc., son ingredientes sobre los que es preciso trabajar para que un
territorio sea competitivo en la economía del conocimiento. Para que la empresa sea
competitiva, el territorio también ha de serlo. El entorno debe ser capaz de generar,
administrar, gestionar y gobernar el conocimiento para que éste sea una fuente de generación
de riqueza. Un entorno social que valore a las personas, que tolere la diversidad y la variedad,
capaz de intensificar su hospitalidad para que las personas que vienen de fuera puedan
contribuir con su conocimiento y su capacidad creativa al logro de una sociedad moderna y
multicultural.
Un desarrollo armónico y equilibrado que busque en todo momento un equilibrio territorial, un
desarrollo sostenible y respetuoso con las generaciones presentes y futuras, es la base que
debe permitirnos saber disponer con inteligencia de los recursos, infraestructuras y de los
activos de los cuales disfrutamos. Saber disponer implica también incorporar y desarrollar las
infraestructuras que mejoren nuestra comunicación para diseminar y difundir con mayor
facilidad el conocimiento allí donde se encuentre. En definitiva, lograr una Euskometrópoli
como escenario propio que posiciona a Euskadi como un nodo de la red tejida por la
Globalización.

Por último, el cuarto gran reto es saber gobernar. El atractivo de Euskadi pasa por generar
ese nodo capaz de aprovecharse de la globalización. En este sentido, el papel del Gobierno
pasa por ejercer el liderazgo promoviendo e impulsando las estrategias que permitan captar las
oportunidades derivadas de la globalización en la medida en que contará con captores capaces
de sintonizar con estrategias de agentes tanto locales como globales. Este papel implica tomar
decisiones y apostar de forma eficiente por determinados sectores y tecnologías, en especial
en aquellos casos que suponen abrir y explorar nuevos nichos de futuro.
La sensibilización a la sociedad en su conjunto sobre los nuevos factores de competitividad,
sobre la necesidad de adaptación permanente será responsabilidad del Gobierno, en especial

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en el caso de las personas y organizaciones que, por su posición, tienen mayor dificultad para
otear el paisaje y anticipar los acontecimientos. En este sentido, se hace necesario desarrollar
acciones de prospección y vigilancia de la competitividad para alimentar de forma permanente
una actitud proactiva ante el cambio.
Por otro lado, el saber gobernar supone facilitar la accesibilidad a los recursos tanto tangibles
como intangibles para poder competir en igualdad de condiciones en el entorno global. Esta
mayor accesibilidad requiere además disponer de un sistema integral de infraestructuras de
comunicación y de transporte.
En consecuencia, el papel del Gobierno se puede resumir en cuatro elementos fundamentales:
alertar de la necesidad del cambio a una sociedad en general poco concienciada, alentar a las
personas y a las organizaciones involucradas en este proceso, asesorar, orientar e incluso, en
ocasiones, acompañar preservando en todo caso el principio de subsidiariedad. En definitiva,
debe actuar como un guía en la creación del entorno más adecuado que favorezca el
desarrollo de las personas y de las organizaciones.
Para todas las acciones o responsabilidades que se enmarcan dentro del saber gobernar,
también se deben considerar los estilos de gobernar. Estos deben seguir apostando por la
colaboración social e interinstitucional como modo para lograr identificar y construir, entre
todos, proyectos compartidos que marcarán la segunda gran transformación.

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4. A MODO DE SÍNTESIS
Con objeto de sintetizar y hacer más manejable el conjunto de aportaciones recogidas en el
marco del FORO de Competitividad Euskadi 2015 acerca de los rasgos y los retos que
caracterizan la nueva realidad, se han identificado una serie de claves estratégicas que de
forma resumida se recogen a continuación.
ƒ Desarrollar una labor de sensibilización que permita tomar conciencia de los retos de la
nueva realidad.
ƒ Apostar por un modelo de desarrollo económico sostenible basado en la solidaridad, la
cohesión social y el respeto al medio ambiente.
ƒ Definir un nuevo modelo de trabajo y marco de relaciones laborales.
ƒ Definir un nuevo modelo educativo y formativo integral, escuela Universidad, FP,
empresa, sociedad que incida en el desarrollo de conocimientos, habilidades y valores.
ƒ Impulsar una renovación de los valores para conseguir una sociedad más motivada,
tolerante, creativa y emprendedora.
ƒ Lograr ventajas competitivas perdurables ligadas a la excelencia, el aprendizaje y la
negociación.
ƒ Articular mecanismos de prospectiva y vigilancia de la Competitividad.
ƒ Diversificar la actividad hacia sectores intensivos en conocimiento con productos
diferenciados y posicionarse en sectores productivos de bienes y servicios de futuro.
ƒ Activar y orientar capacidades y competencias de agentes hacia la innovación de
producto.
ƒ Apuestas tecnológicas en clave de liderazgo, adaptación y seguimiento.
ƒ Incorporar nuevos modelos de gestión avanzada y organización en las empresas.
ƒ Establecer nuevos modelos relacionales que faciliten la cooperación y el codesarrollo
en todas las direcciones entre agentes (mediante redes, alianzas, Agrupaciones de
Interés Económico, creación de grupos, fusiones, colaboraciones, joint ventures, etc.).
ƒ Apoyar de forma integral a las personas emprendedoras en sus iniciativas
empresariales.
ƒ Atraer inversión extranjera intensiva en conocimiento.
ƒ Favorecer la implantación y la dimensión internacional de las empresas vascas en el
exterior (“multinacionales vascas”).
ƒ Fomentar las alianzas entre empresas vascas y empresas de otros países.
ƒ Crear entornos innovadores y atractivos capaces de retener y atraer talento.
ƒ Facilitar la ubicación para el desarrollo de nuevas actividades productivas.
ƒ Elevar las cotas de autogobierno que faciliten la toma de decisiones y permitan mejorar
la calidad de vida en Euskadi.
ƒ Implantar un sistema fiscal que incentive la creatividad y dinamismo de las personas.
ƒ Potenciar la disponibilidad de capital riesgo.
ƒ Liderar institucionalmente proyectos compartidos.
ƒ Ser un nodo en la red Global: Euskometrópoli.
ƒ Establecer alianzas y conexiones con regiones y países del entorno.

Estas claves ponen de manifiesto que en el proceso de globalización existen una serie de
elementos, sobre los que podemos actuar. La posibilidad precisamente de convertirnos en
agente activo que aprovecha las oportunidades que brinda el proceso nos concede la
oportunidad de ser dueños de nuestro futuro. Esto dependerá de nuestra capacidad individual y
colectiva para tomar decisiones y hacer nuestras las oportunidades que tenemos ante
nosotros.

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Los retos y claves estratégicas planteados en el FORO de Competitividad Euskadi 2015 no
entienden de compartimentaciones. Suponen la necesidad de abordar el conjunto de la agenda
desde un enfoque integral. No existen atajos para alcanzar los retos planteados, y sólo el
esfuerzo, la perseverancia, la motivación y, lo más importante, situarnos en el marco de un
proyecto compartido por la sociedad en su conjunto, pueden llevarnos por la senda del éxito en
la segunda gran transformación. En definitiva, convertirnos en una comunidad inteligente y
sabia en la que confluyan de forma armónica, tanto el saber hacer como el saber ser, el saber
disponer y el saber gobernar para el desarrollo de estrategias y proyectos compartidos.

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