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Intromisiones

Radiogramas y Telegramas
de
Wilfredo Carrizales.

“ANTOLOGÍA DE POESIA Y FOTOGRAFÍA”

EDITORIAL INDEPENDIENTE CINOSARGO


ARICA – CHILE 2008

“Coexistencias del mediodía V”


Intromisiones, Radiogramas y Telegramas
de Wilfredo Carrizales.

Editado en Arica- Chile 2008


Diseño: Violeta Fernández Riquelme y Daniel Rojas Pachas

Cinosargo
Contacto: carrollera@gmail.com
Web: www.cinosargo.cl.kz

© Fotografìas y textos de Wilfredo Carrizales.

Editorial Cinosargo by Daniel Rojas Pachas

Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin


obras derivadas 2.0 Chile
Umbral.

La primera correspondencia que Cinosargo tuvo con Wilfredo


fue alrededor de Julio de este año, la fecha no la recuerdo con
exactitud pero el sentimiento de júbilo y sorpresa sí. No es
exageración señalar que el primer contacto con nuestro querido
amigo Carrizales fue casi tan sorprendente como recibir una
sonda desde el espacio, en palabras de Violeta Fernández co-
editora de la Revista y directora de la Santísima Trinidad de las
“Radiogramas y telegramas cruzan los hemisferios de mi cuatro esquinas, un “Ground Control to Major Tom” citando a
fisiología, aullando sucesos, lugares, palabras”. su amado Bowie.
Pablo de Rokha Le doy toda la razón, de improvisto, un poeta, sinólogo,
traductor y fotógrafo de la talla de Wilfredo, de origen
venezolano y actualmente radicado en Beijing ponía los ojos en
nosotros, y apostaba por la propuesta utópica de estos jóvenes
chilenos con un proyecto originado desde el nunca bien
ponderado norte grande de esta región de América del sur.

Su confianza e interés de formar parte de nuestro incipiente


círculo creativo y visión, nos alentó poderosamente, no
estábamos tan alejados de romper las barreras físicas del
tiempo y el espacio, si lográbamos semejante contacto. En ese
entonces no teníamos idea de la madurez que podría alcanzar
nuestro medio digital, la intromisión que estábamos realizando
nos era extraña así como las posibilidades que tendría
Cinosargo como revista. Wilfredo en cambio, si se dio cuenta
por ello desde un principio nos inspiró con sus colaboraciones y
su gentil y característico saludo “ Salud, creación y
vitalidad!!!!!”
En tal medida, Wilfredo es y será siempre, parte importante de De manera que “Radiogramas y Telegramas” hacen referencia
nuestra familia literaria, por ello nos es muy grato dar inicio a a un fragmento del poema “Pablo” del Rabelesiano creador de
nuestras ediciones digitales de libros con “Intromisiones, Multitud y padre biológico y sentimental de toda una estirpe de
Radiogramas y Telegramas” de Wilfredo Carrizales, trabajo artistas.
editado por el equipo de Cinosargo sin su conocimiento
antelado pero estamos seguros que con su fraterna aceptación. Así doblemente unidos por la palabra forjamos este nexo.

El Ebook por otra parte, va de la mano con la tarea de Sin más preámbulos querido amigo Wilfredo, Cinosargo te
convertirnos en una editorial independiente y en papel, a la dedica este libro y rinde homenaje a tu trabajo en la Revista, de
brevedad. Es un gran paso en la historia que estamos forjando forma que la antología centrada en tu poética y talento con el
de manera que el título de esta antología es doblemente lente reconoce el sello espacial que has dado a nuestra
especial. Por una parte, porque “Intromisiones” es el nombre de publicación por ello y por tu amistad, queremos saludar con
un set de fotografías que nos enviará Wilfredo hace unos más “ Salud, creación y vitalidad!!!!!” tu desinteresada apuesta
meses, la cual refleja nuestra actitud en la red y nuestro deseo por estos cínicos escritores.
de remover las aguas de la literatura en nuestro país, al menos
en esta primera etapa, en lo que se tiende a concebir como
gestión cultural en el norte.
Daniel Rojas Pachas.
En segundo lugar, “radiogramas y telegramas” hace alusión a Director y Editor de la Revista Cinosargo.
nuestra condición de incomunicados, somos una isla fronteriza Arica 29 de diciembre del 2008.
sin embargo logramos como dicen las letras de Pablo de Rokha,
cruzar los hemisferios de la fisiología, aullando palabras, eso
fue lo que consiguió romper la brecha con Wilfredo y forjar
una amistad en torno a la poesía, poesía en su amplío sentido de
“creación”.

Finalmente la mención del amigo piedra, “Pablo de Rokha” y


su presencia en el título, no es azarosa, pues Wilfredo en una
conversación inicial nos reveló que llego a nosotros de
casualidad y con motivo de una nota que publicamos relativa al
triste deceso de la hija del poeta de Licantén, la pintora Lukó de
Rokha
“Retrato de un artista”

Wilfredo Carrizales (Cagua, estado Aragua; Venezuela; 1951)


es poeta, cuentista, fabulador de textos breves, minicronista,
actor monologista, sinólogo, traductor, editor, conferencista y
animador cultural.

Realizó estudios de la lengua china, clásica y contemporánea, y


de historia y cultura de China en la Universidad de Peking
(1977-1982). En diversas instituciones venezolanas
(universidades, museos, casas de la cultura, ateneos) ha dictado
cursos, charlas, talleres y seminarios sobre aspectos de la
cultura china: filosofía antigua, pintura, poesía, literatura
clásica, historia, etimología...

Ha colaborado en importantes revistas y suplementos culturales


de Venezuela. Desde junio de 1992 hasta agosto de 2001 fue el
coordinador de Eventos Literarios y Publicaciones de la
Secretaría de Cultura del estado Aragua, en Venezuela.

A partir de septiembre de 2001 ejerce el cargo de agregado


cultural en la Embajada de Venezuela en la República Popular
China. La casi totalidad de su obra permanece inédita
(poemarios, libros de cuentos y crónicas
Antología Fotográfica

“Nocturnales”
“Desde el Taxi”
“Animales Confucianos”
“Río Jialing”
“Intromisiones”
“Budas que caminan con
grandes pies”
“Desde el espejo
Peking”
Antología de Poemas

“Agua/Viento”
a Ysabel Carolina Díaz
Agua/viento en el olfato de los animales urbanos y rurales; vientos bebibles y escasos;

agua de las arañas y un desconcierto para tránsito de holgura; vientos como hachas y escopetas de tres cañones;

agua de lentejas y lentejuelas; vientos que flotan dentro de sus madrigueras;

agua hasta los tobillos para que las fincas sean barcos; vientos que pican las moscas y luego escapan a la rascazón;

agua pajarera y de media varilla y un hontanar; vientos en pelotas y en descuido de herrumbre y blasfemias;

agua enjaulada y a merced de su nivel imposible; vientos de mangas y bocacalle con perjurio;

agua melosa, escarnio y templanza de la voluntad; vientos ventrales de la eternidad inconclusa;

agua despidiente y huidiza por la pesadumbre; vientos de ventanas que parecen viernes vernales;

agua de palo herrado y a la intemperie; vientos alineados y en la flor del desencuentro;

agua para remedio de cerraduras y doncellas preñadas; vientos que extravían los zapatos y luego permanecen bizcos;

agua de bajada y suculento aprovechamiento y maridaje sin equívocos; vientos colchonetas y desparpajos a granel;

agua de las salamandras que preservan su hoguera; vientos hurtados y dejados atrás para mejor artesanía;

agua en la altura de las falanges y su exposición a los elementos; vientos mareados, bebidos, palpados y corridos;

agua del vidrio supositorio y más tarde acaecido; vientos sin rumbo y divisados desde las garitas;

agua púbica en beneficio y en buena pro; vientos multados y de bolina y de cuatro al tercio;

agua de los orinales como emolumentos y doctrina; vientos mostrencos y en escapatoria y mudanza;
vientos declarados bienes nacionales y expropiables por antonomasia;
agua moribunda y proclive a la embriaguez de fondo;
vientos alimentados con algas y verdecidos a punta de elogios.
agua tras la umbría y consumidora de puentes enfermizos;
Vientos y aguas de los almacenes emplumados y en comunión permanente
vientos de porfía y de mujeres en rebaños de calzones; con el aguante de los solares y las riadas que equivocan las salmodias.

vientos con chinelas y abiertos a las cuadras y a los cuadros;

vientos para planchar a las ánimas;


“Los Caballos”
Los caballos vienen del este del viento, de donde ellos son deseados para A escondidas, los caballos migran hacia territorios donde se desconoce el
que descarguen al alma de pesadillas. recogimiento. Allí se establecen y se dedican, a todo pasto, a la materia que
finalmente los encumbra.
Un caballo con otro preparan una gresca y cuando se rompen los cascos, en
inusual hábito, se llaman ruines recíprocamente. Si están unidos a los ejes de una carreta, los caballos se encabritan, de
improviso, y rompen los ejes y desaparecen a los ecos. Los caballos
Los caballos no pueden comer echados porque, a cada momento, se ponen escapan por el centro de la imprevisión.
de pie para otear a las yeguas que los aguardan con ansia y asegurados
hipómanes. Los caballos saltan las tapias para mirarse en los espejos de rocas que hay
al otro lado y descubrirse esclarecidos, limpios de vapor.
Se prometen los caballos tomar las sendas apropiadas que los conduzcan a
los abrevaderos pero, sin razón, van a dar a parajes inhóspitos, cubiertos de Piafan, sin montura, los caballos y ponen los cascos más brillantes en el
bridas y estribos sangrientos. monte infatigable y seco que, por turnos, fija los encuentros.

La luna llena cae sobre los caballos y les distrae la atención. Vuelven a la Gobiernan sus vidas las bestias caballunas como si se tratasen de perdidas
normalidad cuando escuchan boquear a los riachuelos, desesperados por batallas. Doquiera extravían los espacios, sus cuerpos se asimilan a los
sus extrañas ausencias. casos del ajedrez.

Carecen de futuro los caballos: los días cabalgan sobre ellos y les imponen (Los caballos se jubilan y se encaminan a las ferias para monopolizar los
un eterno presente de carreras, sobresaltos y espumarajos sin concesión. tiovivos y ser los artefactos preferidos por los niños y los enamorados. Al
salirles un cuerno en la frente a los caballos, las casaderas se les ofrecen y
No piensan en la muerte los caballos. Conocen a la perfección el oscuro el asta ensangrentada se la llevan los demonios como oblación).
papel de la vida y a ella sacrifican sus mejores sudores y relinchos en la
noche.

Los caballos atraviesan en tropel las praderas y nada, en apariencia,


sucede. Sin embargo, numerosos seres que no son sus parientes, sienten la
compulsión de torcerles las ancas y arrancarles las crines por inadvertidos y
cicateros.

En las marchas forzadas, los caballos estampan sobre la tierra huellas que
adquieren la forma de equinos en miniatura. Después que los caballos se
pierden de vista, un diminuto rebaño permanece dando coces para salir de
la herradura que intenta domarlo.

Con las nubes detrás, los caballos refrenan la estampida y movilizan a la


lluvia para que les traiga el trueno que es su espíritu colectivo.
Se juntan todos los caballos al atardecer y ninguno piensa en dormir. Sólo
un pensamiento ocupa sus mentes: llenar de aire maravilloso los pulmones
para emprender un vuelo tras los derroteros de Pegaso.
“La Dama Incógnita”
La dama incógnita realizó su milagro de luz durante el ocaso de una rescoldo. La dama plegó los brazos y las aureolas de sus senos se
lámpara. Su mirada se reflejó en el espesor de las sombras. Su mecieron dentro de su naciente prodigio.
muda palabra rebotó sobre el horizonte esparcido por una brisa con
olor a remozada agua. Ella, la dama, pensó en su misterio con los El amanecer miró sonreír a la dama y un brillo perfumado entorpeció
ladridos acallados de los perros que se amaban en el jardín tras las su partida. Su espalda encontró la serenidad como una almendra de
tormentas. En la altura de su pecho recayó el recuerdo de un pájaro destello hinchado. Ela se vio desnuda y se fue yendo y en la partida
que había decidido sosegarse allí. sacudió un ala de pájaro en la próxima distancia y se llevó a cuestas
una red que propendió hacia las flores que giraban en los remolinos
La dama quiso reconocerse en la postergación del arco iris, mas la espectrales.
semilla que le amargaba le impidió el tránsito hacia la elocuencia de
los matices. Su corazón, velozmente, produjo una pedrada en el
techo agonizante de un reino sustentado en mármoles obsesos. Ella
había visto ejecutar a los caballos rebeldes y había contemplado a
sus fantasmas encabritados en las noches con crines de tinieblas.

La dama deseaba descansar encima de las flores de loto


enamoradas de los cantos de la rana. Entretanto el brillo de los
signos agobiantes de ilusorias campanas guiaba sus pasos en los
recodos de un tiempo súbitamente amaestrado. Sin embargo, el
tesoro prometido bostezaba debajo de las lápidas que el cansancio
de los siglos había mantenido inmóviles.

Alguien le habló a la dama. Una voz de imprecisa gravedad le hizo


girar el cuerpo. Era el destino irrevocable que imantaba sus pasos y
los conducía hacia el silencio de horas torcidas. Sus ojos se
desnudaron y mostraron la fábula de un oasis que se perdió en
medio de tormentas de arena en la frontera movediza.

La dama arrinconó los paisajes que la sensualidad evocaba para


ella. ¿Cuál de ellos la hacía suspirar? El de las montañas con
caracoles y un cieno terso que soportaba el peso de los cuerpos,
mientras los grillos acumulaban chirridos en cada capullo y
copulaban para mantener el equilibrio del fuego en el crepúsculo.

La incógnita dama cambió de improviso su traje y una nube


vaporosa, magnánima, sin incendio notable, se le adhirió a la
desnudez y le redobló las ansias. Una luciérnaga entera se le
escondió en el talle y la abrasó con su noche de transfigurado
“Los Monos”
Los monos penetraron en las historias de nuestras vidas cuando Los monos duermen agarrados unos a otros de las manos. Así se
descendieron de los árboles y dejaron de monear irresponsablemente. En transmiten los sueños y ninguno es acusado de roncar más que los demás.
los bosques, los monos se visten de ramajes y pasan las páginas de la
evolución sin mojarse la falange del dedo índice en saliva. Existen testimonios escritos que recogen la muerte de los monos. Por regla
general fenecen longevos y con numerosos biznietos tras de sí. Las muertes
Cualquier cambio produce en los monos una inquietante esperanza en el violentas les acaecen, por descuido, al acicalarse sin mesura sobre las
abandono de sus farsas. Casi todos los monos poseen un ideal: cosechar ramas. En estos casos, los velatorios suelen durar escasos minutos y las
sus propias bananas en un huerto protegido del asalto de las fieras lamentaciones un mes entero.
humanas.
Los monos comen ajos al no más despertarse cada mañana y así alejan a
Los monos leen tratados donde Darwin aparece dando lecciones de ética, los malos espíritus y a las cosas aciagas que los acosan durante las
supervivencia y economía comunitaria. (El mono del anís es el único pesadillas.
dipsómano de la especie y siempre llega tarde a las fiestas, cuando los
licores se han agotado). (Aquella representación grotesca de los tres monos: uno que no hablaba, el
otro que no veía y el último que no oía, resultó espuria, deleznable. La
Están divididos los monos en numerosas familias con extrañas verdadera figuración es la de un tótem simiesco de tres cabezas, plantado
denominaciones. Aunque habitan en continentes diferentes se mantienen en en medio de la jungla de concreto: ciego para pedir limosna; sordo al
permanente contacto, a través de un correo que distribuye con eficacia sus ofrecimiento de trabajo y mudo para dar consejos).
cartas, esquelas e invitaciones a bautizos y bodas.

Las madrugadas son para los monos el escenario de la competencia de


chillidos. No chillan de noche por temor a despertar a los depredadores de
las tinieblas. (Los monos viejos ya no chillan, sólo aúllan, pero tosiendo).

Cada mono lleva una vida paralela caracterizada por hacer todo lo contrario
a lo que aparentan en la vida pública.

Es mentira que los monos sirvan de modelo a otros monos que pintan. Los
monos pintores se ven en problemas al tratar de convencer a mamíferos
menores para que se vistan de primates y posen para ellos.

En los ojos de los monos se descubre la estrechez de sus propósitos.


Dependen de sus deseos para salir adelante y se resisten a imaginar un
mundo sin árboles ni huevos de pájaros. Sus espíritus se mueven de bejuco
en bejuco o de trapecio en trapecio y eso les basta.

Con impaciencia aguardan los monos la escenografía de la noche para


actuar como ladrones de nidos, hurtadores de miel o arrebatadores de
carteras. Lamentablemente salen a escena muchos y se destacan unos
pocos.
“Desarraigos, sólo despojos”
La “máquina del progreso” traga dinero sin mesura. Nunca se harta y su
voracidad no conoce límites ni se detiene ante consideraciones de arraigo a
las moradas del pasado, donde la tradición y la identidad que otorga fuerza
cultural fluyen del suelo y del subsuelo con colores y aromas de la sapiencia.

De las sombras los nuevos terrófagos emergen, coprófagos de los tiempos


actuales, y derruyen las alegrías de familias asentadas en la continuidad de
las generaciones. Con sus piquetas y sus grúas engrasadas con monedas,
los terrófagos despliegan mapas y sacan cuentas y en sus pupilas brillan los
neones de los negocios y las inversiones. Derriban las esperanzas; arruinan
los sueños de viejos y niños y expulsan a las palomas hacia territorios
anónimos del olvido y pisotean a las flores que crecían lozanas en el ámbito
sagrado de sus macetas y rincones.

Los inversores llegan con sus ristras de petardos y de inmediato demuelen


los muros que contaban historias y las puertas por cuyas bocas el aire
entraba a los patios y se detenía a jugar cartas sobre las mesas, mientras
las abuelas tejían abrigos o cuidaban a los nietos que retozaban encima de
las losas o dormían dentro de sus cunas de bambú. Sólo despojos quedan
después del embate de las chequeras con guardaespaldas y los
desarraigados ignoran adónde llevarán sus almas sin destino y en qué lugar
nunca más propicio podrán sus cuerpos cansados y vapuleados echarse a
escuchar los lamentos del sereno y la intemperie.

¿Cómo no comprender la lógica del desaforado progreso? Las casas


ancianas afean la ciudad y hay que conjugarlas para que despueblen y
despojarlas de sus cortezas y eliminar los vestigios de su existencia y
despoetizar a los callejones que ocupaban irracionalmente, pues privaban al
aire de los restos mortales que los empresarios de las construcciones se
afanan por enmendar y consagrar ante los ojos de los banqueros.
“Bebiendo con Goethe”
Como buen alemán, a Goethe, tal vez, le gustaba la cerveza. La
tomaría mientras charlaba animadamente con sus contertulios
acerca de poesía o dramaturgia o literatura.

En domingo, en el Goethe-Bar, el grande humanista, sentado y


con los ojos cerrados, nos dijo: “Ahora comprendo el sentido del
mármol”. Los presentes, viajeros de paso, procedentes de los más
diversos rumbos, celebramos la frase con la degustación de
espumantes cervezas.. Silenciosamente descendió la gratificante
bebida. Nadie habló, pero todos nos entendimos con una
complicidad anticipada y manifiesta y una reciprocidad de pareceres.
Se escuchó de nuevo la voz de Goethe: “La locura, a veces, no es
otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma”. La tarde
restablecía su brillo y las horas inexorables no querían entrar en un
sueño no convocado.

Las miradas de los pasajeros se desplazaban de una mesa a


otra, de unos rostros felices a otros adustos. Algunos niños
alborotaban, por momentos, como saltamontes o grillos blasfemos.
El hastío parecía ya disipado. Goethe prestaba su rostro para que la
inclinación de su sombrero lo mantuviese prodigando la lucidez de
una afluencia infinita.

Sólo yo elevé la mirada para tributar al poeta una ofrenda de


breve tiempo y un fuego de espiga que fuese el oficio que lo hizo
sobresalir y ser eterno. Él se sabía elegido por esa fiebre y desde su
extática movilidad, nos invitó: “Resuenen nuestros vasos y callen
nuestras lenguas; levantar vuestras almas muy bien. Ergo bibamus!”

Aeropuerto de Frankfurt; noviembre 2. 2008


“Coexistencias del mediodía”
Ciertos seres pueden coexistir durante los breves instantes que dura
el mediodía. El sol queda inmóvil y deja caer sus rayos con precisa
rectitud. Es una afrenta, un ultraje, sobre las calvas cabezas y sobre
los rostros que intentan mantener la calma y la serenidad. Las cinco
virtudes se ven conturbadas y las cinco vísceras se resienten y
procuran alejarse del centro. A las sombras las alcanza el blancor, la
claridad que contrae. Las figuras cohesionan su lealtad y se
estabilizan en su justo medio.

El mediodía busca ser el mediador entre los seres y la partición


del tiempo. La semejanza de los seres ocurre en el intervalo de sus
vidas interiores. Su adustez constituye el muro de defensa en el
permanente estar despierto. Bajo el techo se intuye el jardín que no
se repetirá. Agradables frases llegan al oído desde los árboles
desnudos donde el cuervo estampa su utopía.

La Séptima Rama Terrestre se sorprende y agita el azul que


impide las siestas. Los seres coexistentes proceden con seguridad y
se reconocen en el momento de brillantez. De altas tallas serán las
mudanzas y la bruma no traerá su mala pantomima. No hay porqué
temer si una ley natural se retrasa o desaparece sin causa.

Sin sonido y sin olor el mediodía se desplaza sobre las


circunstancias de lo inmediato. No hay agujero por donde no
penetre. Pronto alcanza su verdadera forma invisible y presta sus
ilusiones para la liberación y los espejismos. La reverberación se
refugia en casas sin nombres. Allí, simplemente, la brisa se aquieta y
hace sonar sus cuentas de rosarios y sus cáscaras de nueces. De la
nada vuelven a emerger los fundamentos y en una zona mínima de
calmas reúnen a diversos personajes que se conocían antes de
encontrarse. La inconstancia de la luz que se estrella vertical
provoca una sensibilidad en los mensajeros de la transición y las
imágenes vivas no se rinden ante la sujeción de lo efímero.
“De lo sumergido”
Aquello que el hombre construye para que perdure, impresione por
su fortaleza y cause temor por su magnificencia puede quedar
sumergido en cualquier momento, en el lugar menos pensado.
Aquello que el hombre, enceguecido por su soberbia, fabricó para
que flotara y sobreviviera por siempre es proclive de hundirse, de
improviso, con los atisbos del ocaso de un sol que prometía
perennidad.

Las sumidades arquitectónicas o los extremos de los mástiles o


las puntas de las ramas de árboles que cuelgan exhaustos tienen la
posibilidad de irse a pique y deslumbrar y sorprender a los incautos
que nunca se habían imaginado un mundo al revés. El real
espejismo los puede aguardar en el canal que recorren día a día o
en el desagüe donde se zambullen los sueños de los ahogados,
junto a sus perros, en verano.

Una vez que las imágenes se instalan profundamente bajo las


aguas, ya nada ni nadie las hará desaparecer. Quien las ve queda
obnubilado, sin saber después precisar con exactitud la ubicación de
lo real y lo falso. ¿Y si otros seres nos miran desde sus inmersiones
y nos demuestran que el mundo verdadero está allí, en remojo
permanente con sus ilusiones?

La realidad comienza a ser residual y se desplaza con el agua de


las lluvias o con la corriente que, azarosa, bucea en pos de iconos
para sacarlos a flote y exponerlos a la brevedad de los días y sus
pretendidos sucedáneos. Cual una campana de compleja aleación y
sonido la realidad suma elementos dispares y luego se sume en su
boca de acequia a la espera del badajo que porta el loco de la
escafandra de algas y escamas.

He aquí el sumario de lo sumergible, la incontrovertible visión de


lo que no se descubre con periscopio alguno. A lo somorgujo
naufragan las certidumbres, los elaborados convencimientos. Todo
está supeditado al hundimiento: temprano lo advirtieron los
sumerios. Las sensaciones ya comienzan a macerarse: abramos las
esclusas para que se limpien los barcos y se remezan las torres que
creen haber ganado la sima de los cienos.
“Rayas, letras, manos creando caos”
Mil rayas para unir los pliegues de las manos. Acción de las letras Las manos hacen de las rayas sus bridas y aciertan en la
en el ánima del espacio. Imaginación en la creación de un nuevo escogencia de las letras que conformarán el caos. Las manos se
caos. Las letras se apuran y endosan el vencimiento. Las manos abren y sienten escozor al cerrarse. El conjunto de jugadas impone
deletrean sobre lo blanco y separan, parten, hienden. La confusión un rigor de madeja. Las manos descargan las falanges y se precipita
es verosímil. Rayas encima de la transparencia. Las letras se el entramado. Sin ruido se inicia el desarreglo, la provocada
revuelven, se retuercen y no se hieren. Las manos inducen al oficio confusión. El caos llega anudado entre las manos y con un
del desorden. Se entiende que las letras odian la tardanza y por eso desparpajo de rayas y las letras a guisa de revoltijo.
emergen versadas en rayas. Las manos componen y descomponen;
apenas se ausentan. Imágenes como de finas serpientes originan
brotes del abecedario. Nace el más prodigioso caos. Las manos
indican el reinado de los signos. Se acercan las letras al relieve de
donde surge todo. Las rayas se entretienen en su puntualidad. Las
manos trabajan, sudan, no paran de moverse. Abrevian las rayas y
colocan el énfasis en los enlaces manuscritos. No hay lugar para los
jeroglíficos. Las letras deben entrar con tinta, sin falta. Las manos se
crispan: por poco las gana la rabia. Las rayas cometen unos
deslices: ceden ante la imitación del vuelo raudo del gavilán o
buscan parecerse al bosquejo del ojo o copian las raíces de los
árboles proscritos o falsifican el perfil de aves en lontananza o
siguen las huellas del ratón ebrio o remedan los rasgos y las tildes
de lombrices en viaje…
“Hojas de Ruta”
1

La niebla faltó a la cita y no pudo concertarse con la ruta de la


flora que se abría, sin intervalos, a ojos exploradores. La mesura de
las sombras imponía una consolación para las curvas en su audacia
y en su desnivel.

El día había venido mostrando sus pocos dientes de sol. El


desconcierto ganó un rango traslúcido que empujó hacia las orillas a
la entomología coleccionable. La razón de la savia ganaba un soplo
más que misterioso para la voz de los árboles acostumbrados a
nublarse.

La ruta penetró a la selva y la hizo sentir orgullosa de ella.


Después todo fue un concierto de disposiciones y acomodamientos y
los seres encubiertos pusieron animación en las fechas de los
herbolarios.

Una hoja permaneció aquietada por la palpitación de una luz que


designaba el límite del asfalto. Así transcurrió el suceso y se le
observó agrandado cuando la audacia de un murciélago giró en
torno a una fotografía ya anticipada.
2

Una anónima brisa se desentiende de la edad de los longevos


árboles y se desquita de los retazos vegetales que la ruta ha
dispuesto a modo de hitos.

Sin lugar a dudas, sobrevendrá un resto de origen de sol con sol.


(Se intuye la cuantía de la semana que es anfitriona por la condición
arbitraria de su naturaleza).

De una vez, un animal aullante atravesó, metro a metro, el


historial sombrío de los fragmentos. El lugar quedó marcado por
raíces que construían un ascenso hacia inexorables cielos
vegetales.
3

Una hoja de evidente aristocracia pulsa desde su locación las


humedades de los musgos tintineantes. No existen sepulturas que
sean capaces de aprisionar a los escarabajos rescindidos.

La partida de la niebla, envuelta entre las sombras, cimienta la


maestría de la ruta y alarga la danza rasurante de los bejucos que
alejan las catástrofes.

A milésimas del memorial unas piedras recuerdan la gravedad del


dolor infligido a la montaña. Los espíritus que vivaquean a lo largo
de la ruta subrayan la evidencia de la tragedia con los tobillos
aherrojados por un tirano con cara de bagre.

Los nombres de los presos ya han desaparecido del archivo


pétreo y la inefable ruina del olvido ha terminado por soterrar la
funesta imagen del alma sollozante de la ruta.
4

Atender a la necesidad de la hoja que no fallece con la


displicencia del día es la negación de la mezquindad. Hay que hacer
profesión de fe y acompañar a la hoja en la movilidad hacia otros
planos y otras suplencias.

El brillo de la hoja resulta sintomático. Un recodo de texturas


altamente insinuante puede ser notificado y emparentado a los
bordes que señalan el comienzo de las horas sonoras de aves y
retoños de plantas parásitas.

Nada intimida a la hoja que pronto se siente fija y nada preterida.


Su verdadera materia escapa a la simple observación y los intervalos
de su estadía se compactan con la presurización del aire dentro de
su verde cabina.

Una poca densa atmósfera se abandona para aparecer


posteriormente enlazada a las nervaduras de la hoja. Tal proceder
localiza en la ruta un abandonado ámbito de lampos e intermitencias
del fluir de la selva nublada.
5

Antes de mirar la hoja vimos a un hombre alto y corpulento, de


pelo cano, sentado tranquilamente sobre el guardafango de su viejo
vehículo. Una voz aguda se impuso y supimos que era Henri Pittier.
Había recibido nuestra carta y aunque se mantenía en la sombra su
sueño pesaba como un cambio de época y de siglo. Sus plantas
usuales le colgaban de la cabellera y se le notaba a él un cansancio
de vigilancia y seguimiento del fuego.

El automóvil de Henri Pittier partió y tras de sí dejó los años


fecundos que la muerte no puede remplazar. La hoja entendió la
profecía y se conjugó en un brillo y urgió a un saber aún mayor y los
gestos de la niebla se elevaron hasta dar con la verdad en el centro
de su ardor y el silencio se tornó en diamante negro y laminado para
que la perplejidad de la ruta mudara en un horizonte entrecruzado
por la perspectiva acelerada de los habitantes más conspicuos de la
flora que no conoce la manifestación de la inocencia.

Parque Nacional “Henri Pittier”; Aragua; Venezuela. Noviembre de


2008.
1

Allá se le ve, bajo la sombra de su destino. Dio sus frutos de


desnudez, despojado de la corteza de los lustros que han sido
“Solitario, no ausente” fatales. Las mareas sondean en su sangre: amparan su savia
hemofílica. Atento a las pulpas alejadas de sus crepúsculos,
mantiene la calma hasta que del conticinio se desprenda una estrella
de carbón.

El deseo de prolongar la complicidad de su secreto le aproxima a


un especial averno acuático. Los peces tiran de sus ramas para
proponerle un abismo. Él prefiere que aparezca un fuego y que
traiga reconditeces del azufre y un memorial del nacimiento de los
arenales. ¿Un olor a gres no viene y se desentiende? ¿O ratifican las
escamas su penitencia de sal y temblor?

Hace tiempo que el sol no intenta la quema por traición. El


solitario rechaza el fraude y disuelve las ofensas. La respuesta de su
alma torna en fiebre a las ondas que carecen de naufragios.

Solo, en la no ausencia, él pregona su brillo y se hunde en la


conciencia de las aguas que han salado su altivez.
2

El espacio presagia estados de climas que rielan. Los habitantes


de las várices del solitario tragan los peligros con anzuelos avaros.
El color de su verticalidad escinde la muerte con la naturalidad
dispersa sobre los reflejos.

Un árbol solo hace su bosque en medio de las líneas acuosas


que alternan las perspectivas. Si le cae de una ventisca una piedra
será de mica y destellos de un tiempo pronto concebido. De las
fisuras de su silueta un calcio que se ablanda salpica los remotos
nombres de las mareas, sus impertérritos temblores.

Durante el comercio de las corrientes, el solitario se empina sobre


su alma y le canta a las brisas que transportan a los seres de
tenazas y minutos en retroceso. (No siempre es el mismo sol quien
entusiasma al solitario, pero la refriega del espectro sí se amolda a
su deseo de arena y coral).

La sed asiste al horizonte con su garganta de palabras amargas y


la soledad que atraviesa al árbol como rutina de pesca sedimenta su
espejismo.
3

…Y aún en la eternidad, el solitario no se enmohece ni le resuena


ningún pálpito en la médula de antojo. La paz y la largueza de sus
miras lo ubican encima del secreto péndulo del arte de marear y ser
venteado.

¿Hasta los observadores distantes llegará el perfume de su


unívoca putrefacción? ¿Quizás un atisbo de sus muescas más
preferidas penetren por nuestras pupilas que curiosean y las
atiborren de virutas o goces de marisquerías?

Se deja el solitario un presente de yacencias. Es un asunto de


trashumancia verbal o suerte. En las diversas facetas de su
estamento se advierte un impulso de complejidades: líneas que se
avienen y se enemistan, matices de sombras eslabonadas a las
costras de la memoria, insectos de una hibridación de épocas
lloviznadas…

Sin embargo, la plenitud del silencio es lo que más discurre. La


enseñanza de su desplazamiento acaece con la fuerza de un torneo
de males menores.

La necesidad de conocer la propiedad de la madera hundida


construye un camino que desemboca en la presencia de un hirsuto
signo.
4

Una carta de marear le es enviada al solitario por pescadores de


risas mudas y procaces. La pobreza de propósitos posee un regusto
a la nubilidad de un cayo que se aleja constantemente del paraíso
inestable.

Ubicuos mosquitos chupan los dedos de las palmeras y cuelgan


de un recodo un nuevo paisaje que le transmita al solitario el asalto
de la impermanencia. Unas arañas aclaman los orines derramados
por los bañistas que pronuncian monólogos y emasculan la sed.

En el calor bulle una infección que rememora el zumbido de


caracolas que atisban desde la raíz de los manglares. El solitario
presiente que el mar puede volverse loco y arrastrar con su furia a
los ramajes que ahuyentan los petróleos. Una obra inefable nace de
los flancos de las canoas. Un probable grito de gaviota profetiza la
infancia de un piélago que no ha de venir ni manifestarse.

Otra vez el comienzo y la vivacidad y un saco de espuma empuja


al solitario hacia la barrera donde nunca existió el verde.
5

Orbitante, dentro de una edad sufriente, el árbol solo e incrédulo,


rebasa las visiones de los farallones que no han utilizado los
suicidas. La abundancia es generosa cual tabla de salvación o jardín
flotante de los desechos de las riadas o de las nubes que han
mendigado arcillas de petulancia.

¿Y si el solitario deviene en palmera execrada de sus cocos y de


sus aguas que inducen a la amnesia? El delirio podría acallar las
figuras de ángeles despeinados encima de sus boyas, a las sirenas
que ululan desde sus libros de bruma y, acaso, a los moluscos que
tañen sus piernas para profundizar en su sabor.

Se restablece, al final de un incierto periodo, el nombre del árbol


solo. La prudencia aconseja no insuflarlo de hojas ni discordantes
nervaduras. De eso se encargará el vasto presentimiento del ocaso
que avanza, sin nudos, sin cisternas de texturas, por el entrepecho
del solitario para resumir la invisibilidad de la madera en su querella
contra el mar y su desgaste de emblemas.
“Hojas de Calendario”
Intromisiones
Radiogramas y Telegramas

La presente antología de la obra poética y fotográfica


del artista venezolano Wilfredo Carrizales titulada
“Intromisiones Radiogramas y Telegramas” abarca
seis meses de colaboración ininterrumpida con la
Revista Cinosargo, un trabajo que transita entre el
esplendor mágico y luminoso de la palabra coloreando
los detalles más umbríos e imperceptibles para el ojo,
una invitación a la sinestesia que constituye en esta
colección una voz autónoma y libre, capaz de exaltar
todos los niveles de interpretación. A esta labor
EDITORIAL INDEPENDIENTE CINOSARGO
ARICA – CHILE 2008 artística y a su creador, queremos rendir homenaje.
www.cinosargo.cl.kz La edición de “Intromisiones Radiogramas y
Telegramas” corresponde además a la primera
publicación digital de este naciente grupo literario, lo
cual significa un gran logro y paso en nuestra madurez
pasando a formar parte indispensable de la producción
desplegada por Cinosargo a la fecha, la que suma
siete ediciones de su Revista y medio año en línea
dedicados al arte en su variedad de manifestaciones.

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