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Un monje espera en su celda. Respirando sentado, se concentra en experimentar su cuerpo parte por parte.

A medida que escucha el canto de cada una de sus clulas, acomoda su postura para permitir una mejor expresin de cada uno de los seres que lleva dentro. Suena la cerradura de la puerta. Son dos guardias policas que se le acercan con gesto severo. El monje les sonre de vuelta, luego abre los ojos y se levanta suavemente hasta llegar a estar parado frente a ellos. Los guardias perciben su alegra serena, e intentan ignorarla mientras le llevan las manos a su espalda, asegurando las esposas an sabiendo que no es necesario. Salen de la celda. Caminan los tres en silencio sin detenerse ante los saludos y gritos que los reciben al pasar frente a cada celda, a medida que avanzan por el pasillo. Llegan a un patio pequeo. En un extremo hay un oficial junto a tres jvenes soldados parados en fila india, y frente a ellos una pared con nada ms que un palo clavado al piso. El monje se separa de los guardias y se acerca l solo hasta el palo clavado. Un guardia acomoda al monje en un punto exacto y empuja con delicadeza su cabeza hasta apoyarla en el palo. Saca una venda e intenta ponerla sobre el monje, quien inclina la cabeza a un lado y pide: Por favor, no. El oficial asiente con la cabeza desde lejos. "Esperen un momento. Yo les aviso cundo" El oficial grita: "Preparen, Apunten, ..." Pasa un minuto. El monje dice: Fuego

lvaro Herrera Carvajal.SantiagodeChile.2012

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