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U N I V E R S I D A D D I S T R I TA L F R A N C I S C O J O S É D E C A L D A S
ISBN 958-8175-80-1
Primera edición, 2004
Imagen de portada
S - e - m - i - ll - a
Autor, Gustavo Sanabria.
Técnica mixta. 26 X 34 cm. 1999
Fotografía de Luisa Roa
Ilustraciones páginas interiores:
Gustavo Sanabria, César Ocampo Villamizar,
Pedro Pablo Gómez, César Cañón, Julián Hernández
INTRODUCCIÓN
No creo que ésta sea la manera más adecuada de asumir los problemas que el arte
plantea a la filosofía y a la vida. Se nos ha enseñado que la filosofía, si asume la
tarea que le es propia, la tarea del pensar, se ocupa de todo aquello que tiene que
ver con el hombre total, tanto en lo concerniente con el mundo de las cosas –que
en su acepción particular es tarea de la ciencia natural–, como con el mundo
imaginario propio del arte y la religión. Sabemos que la filosofía a lo largo de la
historia se ha ocupado de esta tarea, la misma que la ubica, al parecer, en un lugar
privilegiado, desde donde puede iluminar cualquier intento particular de pensar,
en razón de la amplitud de sus dominios, su aspiración a la unificación de lo par-
ticular y su propia razón de ser. Con ello, se puede afirmar legítimamente que es
competencia de la filosofía abordar los problemas del arte, ya que éste se halla en
sus dominios, dentro de sus límites y en su campo de pensamiento.
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Por otro lado, podría objetarse que, al asumir el problema del surrealismo como
problema filosófico, se está tratando ingenuamente de confundir, en vez de rela-
cionar, arte y filosofía. Naturalmente, éste es un riesgo latente en el que puede
desembocar una reflexión acerca del arte, el mismo de confundir ciencia y filoso-
fía. Sin embargo, en esa pretendida pureza, el arte o la ciencia pueden llegar en
muchos casos a descuidar su propia razón de ser u olvidar su autorreflexión. En
esas circunstancias, es necesario filosofar para proporcionar la amplitud de hori-
zontes y la clarificación conceptual de aquello que en su propio campo de expe-
riencia el arte maneja: lo que comúnmente denominamos el mundo de lo simbó-
lico y su materialización en obras de arte.
Desde un punto de vista personal, he preferido abordar un tema del arte en vez de
la interpretación y crítica del pensamiento de un filósofo que aborde los problemas
del arte, como por ejemplo Hegel o, más recientemente, Gilles Deleuze; esto en
virtud de que mi formación filosófica ha estado marcada por el arte. De manera
que las experiencias filosófica y artística, al entrecruzarse, se convirtieron para mí
en el lugar de un mismo problema, en su relación y pertinencia con los asuntos de
la vida y así mismo con mi trabajo de artista.
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EL SURREALISMO
Nuestro trabajo está guiado por una hipótesis: el surrealismo, y el arte en general,
se ocupa de la existencia humana, y como tal, desde su propio campo y con sus
propios medios, es productor de problemas filosóficos, para cuya resolución mu-
chas veces entra en diálogo con otros saberes, entre ellos la filosofía. Como esos
problemas, que el surrealismo histórico planteó, no se han resuelto completa-
mente, su comprensión puede servir para afrontarlos hoy. Así, se afirma el surrea-
lismo como movimiento pensante, y al mismo tiempo se justifica como problema
para la filosofía actual.
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EL SURREALISMO
campo de esa revolución y, así mismo, una eventual solución por medio de la
poesía. Una vez ésta ha accedido a los medios que le otorga su potencia –como la
imaginación, la recuperación del poderío de los sueños, el humor etc.– nos abre a
la surrealidad, como realidad desinstrumentalizada, liberada.
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CAPÍTULO 1
PREMISAS
HISTÓRICO-ESTÉTICAS
DEL SURREALISMO
EL SURREALISMO
INTRODUCCIÓN
Ner día parece la (EAAB)
acueducto sobre la que
desaparecen las no tapas año
te ha alcan le lleva
Bogotá costado cada de de de dores.
Problema rejillas calles estadística de en 13
del que y va 500 millones solución1.
1 Poema realizado con la técnica dadaísta comúnmente conocida como “Poesía de sombrero” en la que
el azar es el que pone la lógica de las palabras
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2 André Breton, “Situación surrealista del objeto situación del objeto surrealista”, en Manifiestos del
surrealismo, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión, 1971, pág. 298.
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EL SURREALISMO
Años después, y con una nueva perspectiva, André Breton aclararía que en ese
contexto de guerra, la actitud de aquellos que tuvieron que pasar por esa expe-
riencia poseía un carácter “derrotista”, lo mismo que en su momento la actitud de
Lautréamont y Rimbaud. Esa actitud generada por el desastre bélico no admitía
otra alternativa distinta a una revolución radical, que se hiciera extensiva a todos
los ámbitos de la vida.
No hay que olvidar que al mismo tiempo, en la Europa Oriental, que también fue
parte activa de la confrontación armada, empieza a gestarse la posibilidad de una
civilización basada en ideas y valores nuevos, la cual adquiere un gran atractivo
para un inmenso grupo de personas carente de posesiones, sin nada que perder
exceptuando las cadenas. Para ellos todo era ganancia.
3 Maurice Nadeau, Historia del surrealismo, Barcelona, Ediciones Ariel, págs. 14-15.
4 Este acuerdo de paz se firmó al término de la Primera Guerra Mundial entre la Alemania vencida y las
potencias aliadas vencedoras, entre las que se encontraban Gran Bretaña, Francia, Italia y Estados Unidos
de América. El objetivo primordial del tratado pretendía garantizar el cumplimiento de los acuerdos
posteriores a la guerra que darían paso a una paz duradera. Fue firmado en la Galería de los Espejos del
Palacio de Versalles el 28 de junio de 1919.
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Dadá en acción
Lejos de Francia, en Suiza, y más precisamente en Zurich, por causa de la guerra,
en 1916 se hallaba exiliado un grupo de escritores, poetas y compositores entre
los cuales descollaban Tristán Tzara y Hans Arp, Hugo y Ball. De sus reuniones
periódicas en el cabaret Voltaire surge una gran diversidad de escritos que publi-
caron bajo el nombre de Dadá, el caballo mecedor5.
5 Hablando del origen de dadá, Hans Arp dice: “Declaro que Tristán Tzara encontró la palabra en 1916
a las seis de la tarde...; estoy convencido de que esta palabra no tiene ninguna importancia y que sólo
los imbéciles o los profesores de español pueden interesarse por los datos; lo que a nosotros nos
interesa es el espíritu dadaísta”. Tzara dice: “Por casualidad encontré la palabra en el diccionario
Larousse, (...) Por los periódicos sabemos que los negros Kru llaman al rabo de la vaca sagrada ‘Dadá’; el
cubo y la madre reciben en ciertas comarcas italianas el nombre ‘dadá’; un caballo de madera, la
nodriza, la doble afirmación en ruso y en rumano: ‘dadá’”. Citado por Mario de Michelli en Las vanguar-
dias artísticas del siglo XX, Madrid, Edit. Alianza Forma, 1979, pág. 152.
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EL SURREALISMO
Los mejores artistas (...) serán aquellos que a cada hora sumerjan los
bordes de su cuerpo en el fragor de las cataratas de la vida y sangren de
las manos y del corazón. ¿Acaso el expresionismo ha satisfecho nuestra
espera de un arte que fuese el “ballotage” de nuestros intereses vitales?
¡No! ¡No! ¡No!
6 André Breton, Los pasos perdidos, Madrid, Editorial Alianza, 1972, pág. 55.
7 Mario de Michelle, Las vanguardias artísticas del siglo XX, op. cit., pág. 162.
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Antes de 1919, fecha de la llegada a París del mentor de dadá, Tristán Tzara,
algunos artistas como Francis Picabia, Paul Éluard, Louis Aragon, Philippe
Soupault, Benjamin Peret, Ribemont-Dessaignes y André Breton se habían intere-
sado en las publicaciones dadaístas del grupo de Zurich, y por Dadá III, IV y V.
Breton y Soupault habían expresado su interés en dadá por medio de su revista
Literatura, que luego se convertiría en el principal órgano de expresión de Dadá
en París.
8 A pesar de su despreocupación por encontrar nuevos materiales para el arte, es a los dadaístas, en
especial a Haussmann, a quienes se debe el descubrimiento del fotomontaje, que en su forma
primigenia era una compleja explosión de imágenes y puntos de vista completamente nuevos, de
estructuras diversas y significados antagónicos. El fotomontaje, arrancado de la experiencia de la guerra,
desembocaría luego en un notable instrumento de la propaganda política en Rusia. Ibíd., pág. 165.
9 Ibíd., pág. 169.
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EL SURREALISMO
Había necesidad de mirar el mundo con nuevos ojos, poniendo a prueba todas las
nociones impuestas por la tradición, sin consideraciones especiales por la lógica,
la moral, la patria, la familia, el arte o la religión. Para ello habían hecho suya la
frase de Descartes: “No quiero siquiera saber si antes de mí hubo otros hom-
bres”11, para colocarla como encabezamiento de una de sus publicaciones. De la
misma manera que el expresionismo estaba en contra de todos los falsos mitos
creados por la razón positiva, también lo estaba dadá. Sin embargo, la protesta
dadá es mucho más fuerte y extrema, pues no cree en ningún producto de la
cultura, siendo su eje metódico el nihilismo radical que niega incluso el arte mis-
mo, en sus manifestaciones contemporáneas entendidas como “modernismo”, es
decir, el expresionismo, el cubismo, el futurismo, el abstraccionismo, etc., acusán-
dolas de convertirse en cristalizaciones del espíritu apresado en nuevas formas de
normatividad estetizante.
Dadá no acepta ninguna esclavitud, ni siquiera la de dadá sobre dadá. Tiene una
lógica propia regida por la misma dinámica negadora que lo constituye. Al exten-
derse su acción negadora a todo lo que lo rodea, tarde o temprano tendrá que
vérselas consigo mismo, es decir, tendrá que reflexionar acerca de su propia razón
de ser, y, al hacerlo, se hará evidente que aquello que más hondamente lo define
es su carácter provisional. Para sobrevivir, dadá deberá destruir a dadá, hacerse
objeto de su propia acción, en incesante dinamismo de la libertad que se niega a
sí misma constantemente, al no aceptar una libertad establecida por siempre ni la
amenaza constante de declinar en formulismos, aunque fueran los suyos propios.
Esto será ya un indicio de los límites de dadá, que van a reclamar muy pronto un
relevo.
1 0 Historia del arte, Barcelona, Editorial Salvat, tomo 11, pág. 178.
1 1 Tristán Tzara, Le surrealisme et l´après-guerre, Nagel, Paris, 1948, pág. 17; citado por De Michelli, en
Vanguardias artísticas del siglo XX, op. cit., pág. 152.
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El anti-arte dadaísta
Lo que se ha dado en llamar arte dadaísta no ha sido posible circunscribirlo a una
faceta en particular, ya que se utilizan muchos de los elementos presentes en
otros movimientos (no podemos excluir sus descubrimientos técnicos, entre otros,
el fotomontaje, el desarrollo del collage, las experiencias con el teatro, etc.). Sin
embargo, en las obras características de los dadaístas se encuentra algo distinto,
emanado de una poética que, al contrario de los demás movimientos, no compar-
te una base positiva. Lo que constituye la creación dadá no es una razón ordena-
dora, puesto que ni busca coherencia estilística ni módulo formal. La finalidad de
los dadaístas no es crear; sólo ejecutar acciones, fabricar objetos cuya significa-
ción polémica afirma la potencia virtual de las cosas, la supremacía del azar y la
violencia expresiva de su irregularidad. Muchas obras dadá fueron logradas me-
diante el método de “Poesía de sombrero”, es decir, se tomaban los elementos
más dispares y se disponían y ubicaban según la causalidad aleatoria de sus for-
mas, colores y materiales.
Los actos, las agitaciones y los insultos servían quizá para no escuchar la voz de la
angustia, como una acrobacia sin red, que puede cauterizar heridas por medio de
un activismo pasional y provocador. Esto impide esperar de este movimiento la
realización de grandes obras artísticas o literarias en el sentido tradicional. Lo que
Duchamp hace al ponerle bigotes a una reproducción de La Gioconda de Leonardo,
firmándola como obra suya, o el mono vivo que Picabia pretendía atar a un mar-
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co, para colocarlo en una exposición, son sin duda la mejor expresión del espíritu
dadaísta. Antes que buscar obras, uno encuentra acciones, y con ellas se repleta
la agenda de dadá. No obstante, su accionar niega la posibilidad de un programa,
un proyecto que encauce toda su dinámica deconstructora. Esta carencia, al fin
de cuentas, determina su corta duración.
Estas disputas se agudizaron con el juicio que Dadá le hace a Maurice Barrès,
quien, según el movimiento, había osado impedir la dictadura del espíritu dadá.
Haciendo uso de su poder ejecutivo, los dadaístas lo llevan a juicio, y es allí donde
se hace evidente la disparidad de actitudes entre Breton y Tzara.
1 2 Mario de Michelle, Las vanguardias artísticas del siglo XX, op. cit., págs. 169-170.
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que concierne al juicio de la tradición representada por Barres. Las tensiones entre
estos dos se hacen tan evidentes, que el juicio a Barrès quedó eclipsado por el
juicio a Dadá por parte de Dadá. Habían surgido ya dos espíritus diferentes. No
había podido el uno nacer sin el otro pero al mismo tiempo debía abandonarlo
para continuar viviendo, aunque aquello en lo que se manifestaría ese nuevo espí-
ritu no se sabía aún qué podría ser.
A pesar de todo, el final de Dadá era tan inevitable y consciente que, de acuerdo
con Tzara, “La tabula rasa (sic) elegida por nosotros como principio directivo de
nuestra actividad, tenía valor sólo en la medida en que otra cosa la pudiera susti-
tuir”13. Lo que sería esa otra cosa se ignoraba; lo único cierto era que Dadá había
propiciado su propia superación. Se había logrado el objetivo: destruir todo aque-
llo que falseaba la fisonomía humana. Era hora de aspirar a una verdad humana
no desfigurada.
1 3 R. Lacote, Tzara, Seghers, Paris, 1952, pág. 18; citado en De Michelli, op. cit., pág. 170.
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UN PROYECTO PENSANTE
NACIDO DE LA EXPERIENCIA
André Breton
Comenzar a vivir es darse cuenta de que el hombre como tal se halla lanzado
en un mundo que le antecede. Ese mundo, como un constructo de relaciones
y convenciones, lo enmarca y delimita tanto en lo concerniente a su lugar
geográfico como en lo referente a sus posibilidades de relación con él. La tota-
lidad de las cosas que lo constituyen son a su vez las que encarnan la posibili-
dad que tiene el hombre de relación. Es más, todo aquello que rodea al hom-
bre, en aquel instante, el instante de una experiencia, bulle a su alrededor, le
hace señas como un llamativo juguete detrás de las vitrinas de un gran super-
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1 5 Hago alusión aquí a Bernard Lonergan, quien en su Insigth explica en qué consiste el patrón biológico,
el patrón estético y el patrón dramático de la existencia. Ello le permite elaborar una diferenciación dela
experiencia humana y la posterior teoría del paso de una conciencia indiferenciada a una diferenciada.
Sin embargo, lo que me interesa señalar es que es en el mundo de la vida donde la experiencia desata
el pensamiento, dando la posibilidad de ser pensada y no a partir de un sujeto abstracto. Ver Insigth: A
study of Human Understanding, Collected Works of Bernard Lonergan, Vol. 3, Toronto, University of
Toronto Press, 1992.
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de comienzos del siglo XX, sino, por el contrario, por la forma como esas
circunstancias son asumidas, problematizadas, pensadas y expresadas de una
manera particular. En ese sentido, el surrealismo está muy lejos de ser única-
mente el síntoma de una realidad social en crisis16, la señal de un “mal social
más o menos curable”; es, por el contrario, una manera singular de asumir el
mundo como mundo en crisis, preocupándose por encontrar salidas coheren-
tes que permitan hacer de la polifacética experiencia humana una experiencia
no de insatisfacción con el mundo, sino una donde la vida sea auténticamente
humana y conciliada con ese mundo.
16 En su conferencia “La situación surrealista del objeto...”, que es un documento en el cual se afirma la
posición del surrealismo frente a la política y la poesía, Breton dice: “... incluso aquellos que denigran del
surrealismo por considerarlo síntoma de un mal social más o menos curable, están obligados a reconocer
que nada hay con un mínimo de significación que se le pueda realmente oponer”.
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los ríos por los que navegó el surrealismo, reconstruyendo sus batallas, pode-
mos descubrir aquello que del surrealismo pueda sobrevivir, su esencia, a pe-
sar de que se le haya dado por cadáver, creyendo erróneamente que la expe-
riencia surrealista es válida sólo en el contexto determinado en el cual surge,
como una respuesta al mundo de la posguerra y como consecuencia necesaria
de esa realidad.
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1 8 Hegel nos lo dice claramente: “La filosofía es actividad pensante... el pensar es lo más interno de todo,
el egomonición. El producto del pensar es el pensamiento”. Ver Introducción a la historia de la filosofía,
Edit. Aguilar, pág. 38. Hegel considera el arte como un modo de ser del absoluto, como un modo de
pensar, y, aunque no es el modo superior del pensamiento, sí es un modo de ser de la verdad como
apariencia sensible.
2 0 Al respecto, nos parece significativo que la revista que Breton dirige a la llegada de Tzara a París, tiene
el nombre de Literatura, un nombre que no deja de estar cargado de ironía.
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Una mujer canta en la ventana de este palacio del siglo catorce. En sus
sueños hay semillas negras. Todavía no conozco a esta mujer porque
el fantasma crea un tiempo demasiado bueno a su alrededor25.
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EL SURREALISMO
Conscientes de que ya no se trata de una cuestión de gusto, sino de algo más vital,
empieza una febril avalancha de producciones surrealistas. La copiosa produc-
ción literaria de esta época, hecha sin ningún temor y moderación, permite pensar
que en ninguna época como ésta se estuvo más cerca que nunca de la “poesía
hecha por todos” predicada por Lautreamont; tanto, que llegó a pensarse, inge-
nuamente incluso, en el final de la literatura y de las diferencias de valores funda-
das en la estética, esperando que éstas cedieran su sitio al hombre total y a su
realización.
2 5 Breton, Pez soluble, texto 1, en Le pes perdus, Paris, Sagittaire, 1924, y en Manifiestos del surrealismo,
Barcelona, Editorial Labor, 1985.
2 6 Ibíd., texto 3.
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Con Aragon podemos afirmar que, aun si se sigue el método surrealista, se puede
llegar a escribir imbecilidades de índole lamentable. No debemos olvidar que el
surrealismo no es sólo cuestión de método, sino de una particular disposición del
espíritu ante la vida.
2 8 Es claro que sin Breton el surrealismo hubiera existido, pero sería algo muy distinto como colectividad.
Él fue quien se encargó desde sus inicios, cuando aún eran militantes de Dadá, de reunir los esfuerzos
de muchos jóvenes, encauzarlos y realizar un proyecto coherente que les permitiera unas líneas de
acción definidas. De todos modos, Maurice Blanchot no se equivoca cuando afirma que quizá su mayor
mérito fue mantener el surrealismo como un movimiento plural, basado en la amistad y en la lealtad a ese
otro de todos que era el surrealismo, aunque por ello se haya ganado el resentimiento de muchos a
quienes hubo que excluir.
2 9 La renuncia al talento por parte de los surrealistas tiene como finalidad universalizarlo, es decir, abrir el
acceso a la poesía y ponerla al alcance de todos, para finalmente confundirla con la vida. Creo que, al
mismo tiempo, esa renuncia afirma su poder y confirma la posesión del talento en los surrealistas, pues
no se puede renunciar a aquello que no se posee.
3 0 Louis Aragon, Tratado de estilo; citado por F. Alquié, en Filosofía del surrealismo, pág. 22.
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EL SURREALISMO
Si bien es cierto que las imágenes que encontramos en Pez soluble y en el Mani-
fiesto, cuando se refieren a la felicidad, emplean términos tales como: paraíso,
salvación, pan del cielo, etc., de allí no se sigue que la interpretación del surrealis-
mo sea mística o religiosa; de lo que se trata es de afirmar la finalidad humana de
felicidad, de búsqueda de esa felicidad auténtica, acerca de la cual la naturaleza no
nos enseña nada, pues la imaginación la supera. Por su contraposición con el
interés calculador y pragmático, por no decir racional, la felicidad que se busca
está fundada en la imaginación, la cual tiene como principio la libertad, la misma
que Breton define como “Libertad color de hombre”.
¿Cómo encontrar entonces la felicidad? Sin duda será a través del amor, pero no
será ni buscada ni hallada en otro mundo, a la manera de la religión cristiana, sino
en éste, y sólo si somos capaces de llegar a transformar el mundo de la vida
cotidiana. En el caso personal de Breton, será la transformación de París, del París
de los encuentros con Nadja, de ese París que se convertiría en un maravilloso
hábitat del amor33, sin que esto implique la caída en el romanticismo como la
búsqueda de un paraíso perdido que hay que buscar en otro tiempo y lugar. Es en
el presente donde se conjugará en una sola unidad tanto la aventura como la vida
cotidiana. Es ese paisaje de París imaginado por Breton, con figura de mujer,
adornada de sus calles, parques y de la cinta azul de su río Sena. “No lejos de allí,
el Sena transportaba, de modo inexplicable, un torso de mujer adorablemente
suave, pese a que le faltaban la cabeza y las extremidades”34.
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Para Breton, la calle se convertiría en el lugar privilegiado donde se dan los “en-
cuentros esenciales”. La calle, con sus inquietudes y miradas, es capaz de brindar
a los eventos un aire particular. Aunque a veces el sensualismo puede ser sólo
físico y artificioso, no es así cuando Aragon describe a las mujeres y su voluptuo-
sidad como un fetichismo de rubio color capaz de causar vértigos del placer y
emoción o cuando anuncia que la revolución también tiene rostro de mujer.
¿Conoces el país
donde se abren los ojos
de la infancia al futuro,
y no sobre el pasado;
en donde la mujer ya no es tu sirvienta,
ya no es tu querida,
ya no es tu mujer;
pero sí una mujer...?36
3 5 Ibíd.
3 6 Louis Aragon, “¿Conoces el país de los obreros? ”, en La poesía francesa, Buenos Aires, Editorial Losada,
1945, págs. 673-674.
3 7 Ver Breton, Pez soluble, texto 2.
3 8 Breton, Antología poética, Buenos Aires, Ediciones del Mediodía, pág. 9.
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3 9 Ver el comienzo del primer Manifiesto del surrealismo, en donde se afirma la precariedad de las
posesiones del hombre, que ni siquiera se posee a sí mismo.
4 0 Breton, Final del discurso en el Congreso de Escritores, en Manifiestos del surrealismo, op. cit..
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4 1 Louis Aragon, “La única significación del más allá está en la poesía” en Tratado de estilo, op. cit.
4 2 G. W. F. Hegel, Prefacio de la Filosofía del Derecho, Ed. Bari, 1954, pág. 15, y Enciclopedia de las ciencias
filosóficas, México, Ed. Porrúa, pág. 4.
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EL SURREALISMO
Además,
Con el pretexto de civilización y con el pretexto de progreso se ha
logrado eliminar del espíritu todo lo que pueda ser tildado con razón
o sin ella de supersticioso, de quimérico, y se ha proscrito todo méto-
4 5 No quiero decir con ello que los proyectos de los románticos e idealistas haya que asimilarlos al
surrealismo, sino señalar que todos ellos provienen de una experiencia de mundo que resulta insatisfac-
toria. Por esto, se pone en duda el estatuto de realidad; es más, ante toda conciencia que empieza a
elaborar una experiencia de lo real se plantea esta pregunta que no es nada original, aunque luego se
abandone en favor de aquello que la vida tiene de inmediato. Sin embargo, sólo algunos han osado
mantenerse en esa pregunta, entre ellos Breton, y aunque en esa pregunta común, sólo él, por medio
de la exigencia del arte de recomenzar siempre de nuevo, la lleva al extremo, y es allí donde la puesta
en duda el estatuto de lo real encuentra cierta vecindad, por ejemplo, con la duda hiperbólica de
Descartes, o la epojé trascendental de Husserl. A pesar de que es un lugar común la insatisfacción con
el mundo, las soluciones de idealistas y románticos –quienes sueñan con la recuperación de los paraísos
perdidos– son distintas; el surrealismo aspira encontrar en lo inmediato aquellos caracteres del Dios de
Descartes: su capacidad de ser garante de la verdad, la superación de la causalidad, etc. Ver Harald
Schöndorf, “El papel de Dios en el pensamiento de Descartes”, en Universitas Philosophica, No. 27,
Pontificia Universidad Javeriana, 1996. En cierta medida, el surrealismo pretende invertir el antes y el
después de la duda cartesiana, pues no se trata ya de aislar el sueño o la conjetura del sueño para
reconstruir racionalmente el mundo, sino por el contrario, de deconstruirlo tal y como lo ha conformado
la razón y abrirle paso al sueño y a todo lo que la razón había aislado, incluso hasta al genio maligno, para
de nuevo otorgarles dignidad ontológica. Breton dará la espalda al mundo de la técnica, para volverse
a la omnipotencia del deseo.
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4 6 Breton, Manifiestos del surrealismo, op. cit., pág. 25. En este mismo sentido, la crítica heideggeriana a la
época que concibe el mundo sólo como imagen –a época moderna– está enfocada, según mi parecer,
encontrando la ciencia moderna como perteneciente a la esencia de la época moderna en la cual el
“dispositivo”, que ella ha desarrollado, sólo permite disponer del mundo como depósito de energía, y
niega otras formas de relación de orden poético con él, que no sean una relación utilitarista e instrumental.
No obstante, Heidegger no distingue entre ciencia moderna (clásica) y ciencia contemporánea. Ver
Heidegger, “La época de la imagen del mundo”, en Caminos del bosque. Madrid, Editorial Alianza, 1998.
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CAPÍTULO 2
DE LA REALIDAD
A LA SURREALIDAD
EL SURREALISMO
INTRODUCCIÓN
El primer Manifiesto del surrealismo empieza con una fuerte protesta y una fría
descripción de la precariedad de la condición humana: “Tanto va la fe a la vida, a
lo que en la vida hay de más precario –me refiero a la vida real–, que finalmente
esa fe se pierde. El hombre, soñador impenitente, da vueltas fatigosamente alre-
dedor de sus objetos que se ha visto obligado a usar, (...) una gran modestia
constituye su patrimonio”48. Precisamente la disconformidad con ese estado de
cosas es la que promueve la actividad surrealista, actividad crítica tanto del estado
de los objetos como de las formas de producción de los mismos.
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5 0 En este sentido, la lógica del capitalismo -lógica de fines y medios- “instrumentaliza” los objetos y los
convierte en medios, los reduce a meras mercancías. Esa instrumentalización mediatiza el contacto del
hombre con los objetos y problematiza su mutua relación, pues éstos interponen la distancia del valor
de cambio como condición a su acceso. Así, en el devenir “fetiche” de los objetos como mercancía se
atomizan en su propio valor y se cierran a otras posibles relaciones aparte de la de su uso. De esta
manera, cuando el capitalismo todo lo convierte en mercancía, produce una crisis de relación entre el
hombre y los objetos y, en consecuencia, los objetos delatan esa crisis, la inmovilidad a la que se ven
sometidos.
5 1 En el momento de la aparición del primer número de La revolución surrealista, en 1924, hay unanimidad
de los que en ella participan acerca de la inconsistencia del llamado mundo cartesiano, que se ha
convertido en un sistema insostenible, mistificador, que legisla en todas las áreas; sin embargo, ese
racionalismo otrora tan exaltado, delata su insuficiencia cuando de resolver los principales problemas de
la vida se trata. Contra el sistema que impide el ejercicio de las potencias liberadoras del hombre no
cabe otra cosa que revelarse y aplaudir todo aquello que contribuya a su derrupción. Ver G. Durozoi y
B. Lecherbonnier, El surrealismo, Madrid, Guadarrama, pág. 82.
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EL SURREALISMO
5 2 Al comienzo del primer Manifiesto Breton declara: “Cada mañana los niños parten sin preocupación.
Todo está cerca, las peores condiciones materiales resultan maravillosas” debido a que se ha sometido
a la imperiosa necesidad práctica que no admite prórroga. Manifiestos del surrealismo, op. cit., pág. 19.
5 3 No sobra señalar algo que se desprende de la concepción misma del surrealismo: la preocupación por
lo real, y con ella la denuncia de dos aspectos esenciales, la constitución de un sistema racional y su
estructuración a partir de concepciones dualistas que desembocan en posiciones falsas y artificiosas de
la realidad y del hombre. El surrealismo, en cambio, será una búsqueda de unidades esenciales guiada
por una concepción monista del hombre y del mundo.
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5 4 El arte se posesiona como el reino de la apariencia. Sin embargo, de acuerdo con Hegel, la aparien-
cia está lejos de ser cualquier cosa inesencial, sino que constituye un momento esencial de la
esencia, pues toda verdad esencial, para no quedarse en abstracto, debe aparecer. La apariencia
que es propia del arte, si se compara con el mundo exterior, tal y como lo consideramos desde el
punto de vista utilitario, puede parecernos ilusoria. Pero nada nos impide sospechar que aquello que
denominamos realidad sea una ilusión más grande, una apariencia más engañosa que la apariencia
del arte. En consecuencia, la sospecha que se desprende de todo esto no es sobre la realidad, sino
sobre aquello que convenimos en llamar real y los medios de realización. Ver Hegel, Introducción a
la estética, Barcelona, Ediciones Península, págs. 31-32.
50
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La del hombre es, por tanto, una protesta en doble sentido: por un lado, es rechazo
de los discursos humanos que, aunque están basados en la lógica y son racionales,
se desvían y producen la catástrofe de la guerra, y que si bien tienen justificación,
aun para ella, no satisfacen las necesidades humanas; además, el surrealismo pro-
testa vehementemente contra aquello en que se ha convertido el mundo de las
cosas, es decir, contra el hombre, quien, con base en su “logos racional”, elabora
unos proyectos necesarios, al servicio de los cuales se pone él mismo y las cosas del
mundo, convirtiendolas en “seres de razón”, con una estructura inmanente que las
constituye y que las subordina a la instrumentalidad propia que les es asignada por
la realización técnica. Es más, a ello va unida una particular forma de comprender la
conciencia humana, muchas veces reducida a su ámbito racional limitado.
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
orden que constituye las cosas, en su estructura aparente, prefiriendo para ello la
violencia del deseo al rodeo propio de la razón.
5 7 Al respecto, son sintomáticas las dudas que siempre tuvieron los surrealistas, y sobre todo Breton, de
adherirse al Partido Comunista Francés, a pesar de las exigencias prácticas que de su condición de
revolucionarios se desprendían. En los Prolegómenos a un tercer manifiesto del surrealismo o no, 1942,
Breton aclara su posición y su decisión de no sometimiento a cualquier sistema que demande una
entrega total, aparte del surrealismo. Ver ibíd., pág. 142.
5 8 Ver Breton, Nadja, Barcelona, Editorial Seix Barral, 1985, pág. 143.
52
EL SURREALISMO
Además, no desea someterse al rodeo y la espera que exige la razón técnica; por
el contrario, “quiere obtener el más allá en esta vida”, pues el deseo no tiene como
principal virtud la paciencia y, cuando se propone algo, lo realiza con prontitud,
antes que esperar la caída propicia de la circunstancia, aunque para esto, en mu-
chos casos, sea necesario recurrir a la cólera y la irritabilidad.
La tarea propia del lenguaje, por medio del cual será posible reconstituir la reali-
dad, es expresada así por Breton: “Lo que es será, en virtud únicamente del len-
guaje y nada podrá impedirlo. Reconozco que lo anterior puede expresarse mejor
o peor, pero es lo esencial”59. Esa tarea es doble; en primer lugar, le corresponde
el rompimiento de ese cúmulo de relaciones lógicas, condición sin la cual no es
posible aspirar al retorno de la unidad del espíritu con las cosas. En segundo lugar,
después del primer paso “desconformador de la realidad”, atentado contra el len-
guaje y luego sobre la totalidad de formas de expresión, será necesario buscar
nuevos modos de relación más allá de los que constituyen a los objetos como
conjunto de logicidad útil. Del mundo sólido se aspira encontrar la fluidez que
permita al pensamiento moverse a su través, como lo expresa Breton: “Como pez
soluble” en su pensamiento y en el hacer mundo. Este doble proceso podría definirse
como aquello que los alquimistas denominan “coagula” y “solve” en el proceso de
remoción de la realidad. Lo que le corresponde hacer a la poesía es la “alquimia
del verbo” pregonada por Rimbaud, en la que el mundo como discurso objetivo
se opone a la existencia cuyo ser traspasa las leyes apremiantes de la técnica y
5 9 Ver Breton, “Carta a las videntes”. En Manifiestos del del surrealismo. op cit.
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
aspira a una realización superior, si se quiere, paralógica del mundo. En esta tarea
intervendrá el hombre total con su plena capacidad de expresión, que constituye
tanto el mundo de los objetos como el mundo interior de la conciencia; para ello,
no podría, ni mucho menos, dejarse de lado el problema del lenguaje junto con
los demás medios de expresión. Habrá que buscar en él las claves de la liberación
humana, abordándolo como el espacio donde esas claves, aunque ocultas, toda-
vía lo habitan.
LA ESENCIA DE LA POESÍA
Y EL ACCESO A LA SURREALIDAD
La antíliteratura
El hecho de que el surrealismo se ubique en el plano del lenguaje no implica que
sea no más que un movimiento literario; tampoco que el espíritu “rector” de Breton,
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EL SURREALISMO
6 1 Escribe Maurice Blanchot que una de las virtudes de Breton consiste en haber logrado mantener el
surrealismo como un movimiento marcadamente plural, haciendo de él un otro para cada uno de sus
miembros y convirtiéndose de esta manera en un tercero en la amistad. Por ello, el que traiciona al
surrealismo, traiciona la amistad, lo que da pie para las múltiples exclusiones.
6 2 Breton, Manifiestos del surrealismo, op. cit., pág. 19.
6 3 Analizando un texto de P. M. Grand, J. E. Cirlot muestra cómo el problema de la objetividad se ha
escamoteado por parte de la estética, por medio de interrogaciones acerca de sus accidentes y sobre
el de máxima importancia con relación a los humanos, es decir, la belleza. Ésta es capaz de salvar de su
desesperación al hombre; basta para ello que los objetos sean bellos. Pero muestra el escaso favor que
se les hace a los objetos para salvarlos con el solo hecho de declararlos bellos; es como si se hiciera lo
mismo con los humanos. Ver E. Cirlot, El mundo del objeto a la luz del surrealismo. Barcelona, Editorial
Athropos, págs. 40-43. De otro lado, Daniel Innerarity muestra cómo para el idealismo alemán
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
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EL SURREALISMO
6 4 El primer libro auténticamente surrealista es, según Breton, Los campos magnéticos, escrito en colabo-
ración con Philippe Soupault. Este encuentro es el resultado de la confluencia tanto de la tradición
mediúmica depurada como de los antecesores poéticos que a través de Blake, Coleridge, Novalis,
Rimbaud, Lautréamont, etc., poco a poco se despojaban de las preocupaciones estéticas de la
inspiración, para llegar finalmente con el surrealismo, de la mano muchas veces de psicoanálisis, a la
afirmación del automatismo como la actividad misma del espíritu, desembarazada de toda alusión a
cualquier tipo de trascendencia.
6 5 Breton, Manifiestos del surrealismo, op. cit., pág. 48.
6 6 El surrealismo se verá abocado siempre a elegir entre estas dos alternativas. Aunque Breton simpatiza
con el socialismo y su actitud revolucionaria, e incluso, en un momento dado, los surrealistas forman
parte del Partido Comunista, sin embargo, siempre se optará por la búsqueda de la unidad del hombre,
primero, y luego por la revolución social. Aunque Pierre Naville y luego Louis Aragon se convertirán en
militantes del Partido Comunista..
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
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EL SURREALISMO
7 0 Breton cita a C. Day Lewis, quien traduce unos textos de Spencer para defender la concepción del
surrealismo acerca del papel del arte en la sociedad y con la revolución. Sin embargo, se niega a
someterse plenamente al comunismo: “Los comunistas de la actualidad, dice C. Day Lewis, nos presen-
tan como siervos de la fórmula del arte por el arte, y a la poesía como una insignificancia, en tanto que
no es la servidora de la revolución. No creáis ni una palabra de todo eso. Ningún poeta auténtico ha
escrito nunca por obediencia a una fórmula. Escribe porque quiere hacer algo. ‘El arte por el arte’ es
una fórmula tan vacía de sentido para él como lo sería, a los ojos de un verdadero revolucionario, la
fórmula ‘La revolución por la revolución´. El poeta relaciona con su universo y traduce en el lenguaje que
le es propio –el de la verdad individual– los mensajes cifrados que recibe. En un régimen capitalista,
esos mensajes no pueden dejar de tener un tinte capitalista. Además, señala en el texto que los
comunistas rechazan el arte burgués porque creen que necesariamente este arte propaga la ideología
burguesa; antes, por el contrario, la muerte o el nacimiento de algo, el arte lo señala, con sonidos
alegres o con canciones fúnebres”. Ver “Posición política del arte de nuestros días”, en Breton, Docu-
mentos políticos del surrealismo, Caracas, Editorial Fundamentos, págs. 64, 65.
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7 5 Ibíd., pág. 51
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EL SURREALISMO
7 6 Aragon, Tratado de estilo; citado por M. Nadeau, en Historia del surrealismo, op. cit., pág. 155.
7 8 Maurice Blanchot, en La revolución surrealista a través de André Breton, Caracas, Monte Ávila Editores
págs.19, 20.
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Como es mucho más sencillo satisfacer las necesidades del pensamiento mediato,
o meditado, el ejercicio del automatismo exige unas pocas reflexiones más. Un
dictado automático puro sólo es posible si se invalidan completamente los ele-
mentos externos, todo lo que tiene que ver con las condiciones sociales que afec-
tan al individuo, pero, además, exige la abstracción de los caracteres propios de la
8 0 “A pesar de que el pensamiento por definición es fuerte e incapaz de incurrir en errores, sus debilida-
des se deben a sugestiones externas”. Ver Manifiestos del surrealismo, op. cit., pág.29.
8 2 Es bien sabida la seriedad con que los surrealistas afrontan las experimentaciones automáticas, en cada
sesión y durante mucho tiempo, disponiendo todos los elementos para facilitar el afloramiento del
dictado. Por ello, relacionamos la actividad de búsqueda del automatismo con una especie de
ascetismo.
62
EL SURREALISMO
En el capítulo “Los secretos del arte mágico surrealista” del Manifiesto después
de instar a hacer abstracción del talento y de las condiciones externas, Breton
dice: “Escribe velozmente, sin tema previo, con tal rapidez que te impida recor-
dar lo escrito o caer en la tentación de releerlo. La primera frase vendrá sola,
puesto que cada segundo hay una frase, ajena a nuestro pensamiento cons-
ciente, que pugna por manifestarse”83. Hasta este punto no se presentan mayo-
res problemas, pues la primera frase, efectivamente, dependiendo del grado de
abstracción de la conciencia que se logre, será originada en el inconsciente. Sin
embargo, “es bastante difícil pronunciarse sobre el caso de la frase siguiente”84.
¿Por qué? Sin duda, porque la primera frase ya pertenece a la conciencia, ya ha
sido percibida y escrita, y, en ese proceso, condiciona la continuidad del dicta-
do, de tal modo que la siguiente frase “participa a la vez de la conciencia y del
inconsciente”; es decir, la primera frase lleva por lo menos un mínimo de per-
cepción. De ahí en adelante, la producción automática se convierte en una
constante tensión entre “el consciente y el inconsciente”, que entran en juego.
Este juego demanda estrategias como la prevención de releer lo escrito, pres-
cindir de la puntuación, que obstaculiza la continuidad, y la confianza en el
carácter inagotable del dictado85. Además, se da la posibilidad de volver a em-
pezar después de que un silencio se introduce a consecuencia de la menor falla.
Si es posible recomenzar, aunque ese comienzo ya no estaría exento de la in-
fluencia de la lectura de las frases anteriores, habría que acelerar entonces la
producción, esta vez “condicionando” el vocablo arbitrario con una letra cual-
quiera. De todos modos, la aceleración conlleva el riesgo de traspasar el límite
donde el juego deja de serlo y se convierte en alucinación y, por razones de
seguridad, el dictado debe interrumpirse. En los Campos magnéticos dice Breton:
“No creo exagerar si digo que ya no había nada que pudiera durar más. Unos
capítulos más y (...) a estas horas ya no estaría en condiciones de inclinarme
sobre este ejemplar”.
8 4 Ibíd.
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Así, se verifica que un texto automático puro es casi imposible de alcanzar, pues
constantemente hay filtraciones, que lo desvían hacia el “poema”, y tienden a
convertirlo en producto “publicable”, con lo que se recae de nuevo en la literatu-
ra, en la medida en que los textos automáticos alternan con otros poemas. Ade-
más, la exigencia de comunicación nos haría ver en los textos automáticos una
amalgama inorgánica de palabras que se niega a relacionarse para formar una
frase o una organización de palabras que, al no desechar la sintaxis, se relacionan
de modos absurdos y provocan el desorden de su sentido habitual y devienen en
imágenes. ¿Cuál de los dos sentidos define el pensamiento? Si es el primero, es
posible que el total desorden dependa no de la pureza del dictado, sino del esfuer-
zo por mantener a raya las censuras; si se acata la ordenación sintáctica, esta
ordenación, aunque mínima, puede terminar desviando el dictado de su dirección
inicial. La distancia del uso corriente de las palabras, entonces, no nos sirve para
determinar la autenticidad de un dictado automático. Además, si el inconsciente
no se rige por la lógica consciente, lo que nos parece incoherente, revela nuestra
ignorancia y demanda el descubrimiento de su lógica, que puede ser su propia
retórica y producción de sentido de un orden metafórico, aunque esté alejado del
sentido cotidiano. En este caso se revalida de nuevo la importancia que el surrea-
lismo otorga a la imagen metafórica, al “bello como”.
Por su parte, Ferdinand Alquié dice que el surrealismo otorga una realidad supe-
rior al pensamiento automático debido a que éste es pensamiento poético que
revela el mundo de la surrealidad. A este mundo de la surrealidad se le concede
realidad absoluta en la medida en que en él puede lograrse la síntesis dialéctica
entre el mundo visible y el imaginario. Breton afirma: “Creo firmemente en la fu-
sión futura de esos dos estados aparentemente contradictorios: el sueño y la rea-
lidad en una especie de realidad absoluta, de surrealidad”86. Es decir, si asumimos
la poesía como ese lenguaje original manifiesto a través de la escritura automática,
nos damos cuenta de que ella apunta a un telos, a una realidad superior87. Exigen-
64
EL SURREALISMO
cia que surge de ese mismo lenguaje original que según el proyecto surrealista
sería capaz de transformar la vida y el mundo apoyado en la esperanza que de la
poesía misma empezaba a nacer y que sería un constante proceso en el surrealis-
mo, donde vida y poesía están emparentadas; por ello, se rechaza toda literatura
alejada de la vida, preocupada únicamente por una belleza formal, indicativa, que
no transforma ni crea nada.
alcanzada por el pensamiento en su “funcionamiento real”. Por otra parte, también es posible niveles
no ya en la realidad, el referente del pensamiento, sino en el pensamiento los cuales tienen diferente
valor, como lo plantea J. Monnerot.
8 8 Tanto el surrealismo como Freud y otras concepciones científicas y sociológicas han sido víctimas
de esta vinculación. El surrealismo se rebaja hasta el bergsonismo, cuando para acceder a la
inmediatez de la vida recurre a la intuición. También se ha querido identificar al surrealismo con el
fideísmo. Ver M. Blanchot, “El mañana jugador”, en La revolución surrealista a través de A. Breton,
págs. 20 y sig.
65
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
66
EL SURREALISMO
Breton se sorprende ante la casi total indiferencia en que se ha sumido esa parte
tan importante de nuestra actividad psíquica, a pesar de constituir la mitad de la
experiencia mental del hombre durante toda su vida. Además, no concibe cómo
pudo mantenerse durante tanto tiempo la extrema diferencia entre el sueño y la
vigilia, atribuyéndole a la primera casi ningún valor, mientras que la vigilia era
considerada real. Todo ello a pesar de que en las dos instancias el hombre puede
experimentar verdaderos acontecimientos que no dejan de conmoverlo. Esta dife-
rencia se debe, según él, a que se le resta importancia a lo que acontece en el
67
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
9 1 Teniendo en cuenta que tanto el sueño como la realidad están expuestos a la dispersión de sus
elementos constitutivos, Breton insiste en la necesidad de una síntesis. Reclama el tiempo cuando
existan los lógicos y filósofos durmientes debido a que, según él, los filósofos han desdeñado el tema de
los sueños. Ver Manifiestos, pág. 27.
68
EL SURREALISMO
Además, el espíritu del que sueña está completamente satisfecho con lo que sue-
ña; sus posibilidades se amplían y son consideradas como naturales; matar, volar,
desear son en el sueño actividades naturales que desbordan los límites que la
razón consciente les ha impuesto previamente. El espíritu del que sueña corta a
sus anchas en el terreno de las posibilidades.
El conocimiento del espíritu humano debe incluir tanto el estadio consciente como
el inconsciente. Si se considera el examen detallado que realiza Breton en Los
vasos comunicantes93 se verá cómo entre los dos mundos, el exterior y el interior,
ocurre una actividad de intercambio. Dicha actividad conforma un tejido de rela-
ciones en las dos direcciones, cuyo sentido demanda una interpretación. En esa
zona fronteriza es donde se juega la partida entre necesidades satisfechas y de-
seos frustrados. Allí es donde se puede dar cuenta de la sed espiritual con forma
de deseo que nace con el hombre y que a lo largo de la vida se dedicará a calmar,
mas no a satisfacer.
9 3 Breton, Los vasos comunicantes, México, Editorial Joaquín Mortiz, 1965. Con base en tesis dialécticas,
Breton pretende mostrar las relaciones entre el mundo del sueño y el de la vigilia. Posteriormente, hará
lo mismo en Arcane 17, donde el arcano de la baraja se constituye en la luz que ilumina la interpretación
o, mejor, la reinterpretación de toda su actividad a lo largo de muchos años bajo las líneas paralelas de
un sueño de Elisa, su esposa.
69
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Otra divergencia entre Breton y Freud estriba en que este último mantiene la
diferencia entre realidad soñada y realidad percibida, de donde se desprende
que el sueño se relaciona únicamente con el pasado de esa realidad. Para Breton,
eso es negar por un lado el carácter dialéctico del movimiento, y con ello, lo que
es más grave, la posibilidad del sueño que apunta al porvenir, el sueño premoni-
torio96. Lo que se descubre es que el sueño revela tanto el contenido como el
sentido del deseo, una cierta direccionalidad que permite escoger lo que será el
9 4 Breton no tiene en cuenta las investigaciones acerca de los sueños realizadas por los predecesores de
Freud, porque considera que en muchos casos terminaron convirtiéndose en “claves” de interpreta-
ción que se venden en las librerías populares. Sin embargo, reprocha a éste el haber tomado prestadas
la ideas de Volket sin darle el crédito merecido en la bibliografía de su Interpretación de los sueños. Este
reproche genera que en el transcurso de menos de quince días, Breton reciba tres cartas de Freud
reclamándole sus impertinencias. Sin embargo, nos parece que Freud cayó fácilmente en la trampa
tendida por Breton, quien, en el desarrollo de la correspondencia, hace del mismísimo Freud una
especie de rápido psicoanálisis con respecto a ese olvido “involuntario”. Ver Los vasos comunicantes,
op. cit., págs. 153-159.
De otra parte, Breton se sorprende por la forma como los filósofos modernos despachan la cuestión de
los sueños. Kant: “... el sueño tiene ‘sin duda’ por función descubrirnos nuestras disposiciones secretas
y revelarnos, no lo que somos, sino aquello en que nos hubiéramos convertido si hubiésemos recibido
otra educación”. Hegel, por su parte, dice Breton, niega la coherencia del sueño y en consecuencia su
inteligibilidad. Ver Vasos comunicantes, op. cit., pág. 11.
70
EL SURREALISMO
objeto de ese deseo. Para Breton, esa capacidad de anunciación del sueño es
más importante que la capacidad de denuncia del pasado.
El surrealismo está más cercano a la noción que afirma que el inconsciente posee
dos facetas: una donde se encuentra lo que alguna vez fue consciente y que ahora
ya no lo es, y otra, la más fascinante, la que contiene lo que aún no es consciente,
la del todavía no; es decir, la de aquello que todavía no ha llegado a ser pero que
anuncia su ser. Los sueños se proyectan entonces hacia la posibilidad de lo que
aún no es, de mundos todavía por venir y de saberes no sabidos. He ahí la utilidad
del sueño y su amplia posibilidad. El psicoanálisis está en capacidad de revelar la
posibilidad de aprehensión de la vida humana, y con ello un conocimiento supe-
rior del hombre, su querer ser, sus móviles de actuación.
Si bien el deseo que se manifiesta en el sueño nos informa acerca de una realidad
que está distanciada, también nos impulsa e indica que hay que alcanzar el objeto
de ese deseo. Es más, el deseo crea casi un imperativo de transformación de esa
realidad, de tal manera que llegue a estar a la medida de sus aspiraciones. De ahí
que conocer los contenidos de la vida psíquica es conocer sus alcances, que en el
surrealismo llevan una voluntad de transformación, de trastorno general de las
relaciones psíquicas y, por ende, de las relaciones sociales98.
9 7 Freud se cuida de transgredir el muro que separa lo privado de lo público. Esto le impide llegar a una
interpretación completa de sus propios sueños –el famoso sueño de Freud, la inyección de Irma–;
Breton recuerda que Freud, en su libro La interpretación de los sueños, afirma que lo mejor de lo que
uno sabe no podrá decirse nunca pues se necesita un gran dominio propio para enfrentarse a sus
propios sueños. Freud no olvida que es casado, padre de familia, ni sus aspiraciones de convertirse en
profesor. Quizá por ello su reserva en cuanto a descubrirse por medio del autoanálisis de su vida onírica.
Ver Vasos comunicantes op. cit., pág: 27.
9 8 A este respecto, es significativo que Breton, en la interpretación de uno de sus sueños, el de “aquellos
días de abril”, termine encontrando en las condiciones sociales la causa de aquello que le sucede.
Haciendo uso del método dialéctico, encuentra que es necesario transformar la realidad social, a la
manera del materialismo dialéctico, para así eliminar la posibilidad de esos “sueños” que son al mismo
tiempo de la vida nocturna y de la vigilia.
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
9 9 En este punto, Breton plantea de nuevo la insalvable polémica desatada entre materialistas e idealistas
con respecto al espacio, el tiempo y el principio de causalidad. Entre estas dos posiciones extremas, se
encuentran los agnósticos y los eclécticos. Los partidarios de las diversas teorías no han llegado nunca
a un consenso; desde los que afirman que tiempo y espacio están ausentes en el sueño hasta los que
argumentan que el sueño no es más que una vigilia parcial, que tiene validez únicamente como
resultado del funcionamiento orgánico. En ese enfrentamiento de posiciones, Breton ve la ausencia de
actitud dialéctica, de buscar la síntesis a las contraposiciones con las que se enfrenta el pensar de la
realidad psíquica.
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EL SURREALISMO
Actividad onírica
En vista de todo lo anterior, no es de extrañar que en los surrealistas se haya dado
lo que Aragón denomina “epidemia de sueño”, en donde antes que hacer una
aplicación de la teoría y de los hallazgos freudianos, se la utiliza como herramienta
de las propias investigaciones. Se acude para eso a otros mecanismos, aparte del
psicoanálisis. Recurren a una especie de iniciación organizada por R. Chevel, lue-
go de la cual se organizan sesiones en común. Se trata de encontrar un medio de
inducción al sueño. Para tal fin se usa un instrumental parecido a los elementos de
una sesión espiritista (sentarse alrededor de una mesa, formar una cadena por el
contacto de las manos, crear un ambiente de penumbra propicio, etc.). Se busca
dormir, para empezar a hablar sin conciencia. De ningún modo se trata de captar
mensajes del más allá, como lo pretenden los médium.
Entre los surrealistas, el que más logró adentrarse en esa búsqueda fue Robert
Desnos, quien después de unas sesiones llegó a no tener ya necesidad de dormir-
se para soñar. Bastaba a Desnos cerrar los ojos para empezar a responder a todo
tipo de cuestiones.
100 Aragón, Una vague de rêves, citado por M. Nadeau, en Historia del surrealismo, op. cit., pág. 68.
73
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Acontecimiento de la imaginación
Pero, ¿qué logra finalmente un artista al copiar un sueño? Esto sería equivalente
a tratar de repetir un acontecimiento singular, una experiencia que en sí misma
es irrepetible, pues, si aceptamos que el sueño es transformador, de algún modo
transformó la realidad cuando fue soñado. Reveló algo, que para nada será ya
un acontecimiento en la copia, pues allí lo que antes era sorprendente ahora
parecerá como algo natural. Cabe preguntarnos si es verdad que la fuerza
transformadora de la imagen sólo es tal en el original, el sueño, y no en la copia;
claro está que estamos considerando que es el pintor quien sueña. Todo esto,
desde el punto de vista del autor-espectador de la obra. ¿Será que la imagen
pierde fuerza al pasar del sueño a la obra? ¿No es la obra la toma de posesión de
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EL SURREALISMO
102 Con una argumentación más o menos similar, Rosalind Kraus explica la aparentemente fácil aceptación
de la fotografía por parte de los surrealistas. Este arte, dice, es auténticamente surrealista, en la medida
en que con la mediación del mecanismo representa un modo de automatismo (surrealismo) que hace
devenir la realidad fotografiada como realidad simbólica. Una fotografía es significante respecto de la
realidad y no mera repetición. De la misma manera que la sílaba “pa” al repetirse no es un doble “pa”,
pa más “pa”, sino papá, como unidad semántica. Ver R. Kraus, La originalidad de la vanguardia y otros
mitos, Madrid, Alianza Forma, 1996.
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
EL HUMOR
Una realidad que se muestra insuficiente demanda, antes de reconfigurarla, un
proceso de deconstrucción en el que se la someta a un desarraigo, lo más pro-
fundo posible, de las estructuras y relaciones que la constituyen. En ese proceso
de deconstrucción de la realidad, el humor es un aliado muy valioso. Breton,
antes que una definición del humor, accede a una noción oscura que tiene como
punto de partida el principio según el cual “el hombre tiende por naturaleza a
deificar lo que rebasa su comprensión”. El humor es una de esas cosas que no
se deja atrapar con el fin de establecer jerarquías y mucho menos con fines
didácticos103, de la misma manera que los más altos postulados de la Ciencia
Suprema a duras penas pueden darnos una idea de cómo lo divino puede
razonarse104.
103 Breton, Antología del humor negro, Barcelona, Editorial Anagrama, 1966, pág. 8.
104 Ibíd. La cita de Breton es de Armand Petitjean, en Imagination et Réalisation, Denoel et Steel, 1936.
105 La cita de Breton corresponde a Pierre Piobb, Les Mystéres des Dieux, ibíd., pág. 9.
106 De esa insuficiencia da testimonio Aragon en su Tratado de estilo, en el que, aunque parece haberse
propuesto agotar el tema, sólo demuestra con su logro un intento fallido.
76
EL SURREALISMO
El humor objetivo
En la época romántica, dice Breton, el humor fue el medio que hizo posible a
Jarry conciliar dialécticamente las dos fuerzas que alternativamente pretendían
dominar la creación poética: unas veces atendiendo a los accidentes del mundo
exterior, y otras, fijando la atención en los caprichos de la personalidad110. Esas
fuerzas que en Lautréamont se manifestaban alternativamente, en Jarry lo hacen
bajo la forma de humor objetivo.
Una lata de carne de buey, encadenada como unos gemelos, vio pa-
sar una langosta que se le parecía fraternalmente (...) iba ésta armada
de un duro caparazón, en el cual se leía que dentro, como en la lata,
todo era tierno111.
El humor objetivo al que Breton alude es el mismo que Hegel atribuye al arte
romántico112, cuya definición nos ayuda a descubrir su razón de ser. Ante la no
correspondencia del alma con el mundo real, ésta permaneció indiferente con
respecto a él. Esa oposición generó la alternancia entre el interés en los caprichos
de la personalidad y los accidentes del mundo exterior. Pero ahora el espíritu se
108 Ibíd.
109 Breton, Antología del humor negro, op. cit., pág. 73.
110 Breton, Situación surrealista del objeto, op. cit., págs. 289-290.
111 A. Jarry, “Fábula”, citado en Situación surrealista del objeto, pág. 290.
112 Breton, Antología del humor negro, op. cit., pág. 10.
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
deja cautivar por el objeto y la forma real, y al mismo tiempo conserva su carácter
subjetivo y reflexivo, y, gracias a esa penetración, el humor deviene objetivo.
113 Dice Breton que el humor objetivo tiene un gran valor de comunicación, y que las obras que merecen
destacarse están siempre más o menos impregnadas por él. Así, se alude a la obra de Marcel Duchamp,
quien en unión con Jacques Vaché y Jacques Rigaud intentaron incluso codificarla. Por otra parte, no
sobra señalar la obra de Duchamp, “La novia puesta al desnudo por sus solteros aún”, conocida como
“El Gran vidrio”; un gran símbolo, un enigma que con el recurso a la ironía que nadie más como él supo
explorar, escapa a todo intento de prolijidad interpretativa. En ella no se hace una filosofía de la pintura,
sino que se presenta la pintura como filosofía. Ver Octavio Paz, Apariencia desnuda, la obra de Marcel
Duchamp, México, Era, 1973.
78
EL SURREALISMO
Brisset: “La palabra que es Dios ha conservado en sus pliegues la historia del
género humano desde los primeros días, y en cada idioma la historia del pueblo
respectivo, con una seguridad y una regularidad que confundirá tanto a los igno-
rantes como a los sabios”. El análisis de Brisset teje toda una red de significados
con base en equívocos y juegos de palabras, en las que se pone de manifiesto la
potencia de la imaginación delirante.
¿Allí esto tengo qué es? Él sabe que es. Allí sabes que es. Allí sexo es.
Y designó al principio el sexo, luego equivalió a yo y finalmente a él.
Se sabe que es. Se sexo es. El pronombre on designó el sexo y tenía
el valor de en, en este lugar, en este ojo. El sexo se presenta en forma
de ojo…”115.
115 Jean-Pierre Brisset, “La formación del sexo”, en Antología del humor negro, op. cit., pág. 210.
116 Raymond Roussel, “Nuevas impresiones de África”, en Antología del humor negro, Ibíd., págs. 263-264.
117 Ver Octavio Paz, Apariencia desnuda, op. cit., págs. 23, 24.
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PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
118 Charles Baudelaire, “El mal vidriero”. En este cuento narra cómo hizo subir hasta el sexto piso a un
vidriero a quien se rechazó por no tener cristales rosas, azules, vidrios mágicos, vidrios de paraíso y
vidrios de los que hacen ver la vida hermosa. Ver Breton, Antología del humor negro, op. cit., pág. 111.
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EL SURREALISMO
120 Breton, Situación surrealista del objeto, op. cit., pág. 293.
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CAPÍTULO 3
EL OBJETO Y EL JUEGO
DE LA VIDA
EL SURREALISMO
INTRODUCCIÓN
Ahora bien, ¿cuáles son esas realizaciones? Sea como fuere, el surrealismo se
constituyó, desde el comienzo, en un movimiento productor. Esas producciones
son, sin embargo, de un carácter tan diverso como sus modos de realización, que
si se pretende analizarlas por separado, queriendo hacer clasificaciones y descrip-
ciones estéticas, muy seguramente nos perderíamos en sus singularidades sin dar
cuenta de su carácter primordial: el ser obras surrealistas. Por ello, es preferible
enfocar en este punto la reflexión, siguiendo la guía del mismo surrealismo, que
articuló una categoría que subsume la diversidad que constituye su realización,
eliminando las jerarquías provenientes del orden de las técnicas, las metas y las
capacidades, bajo un solo nombre: el objeto surrealista.
El objeto del que habla el surrealismo es uno que muestra su potencia en diversos
grados, según se den determinadas condiciones. En consecuencia, propiciar esas
condiciones y estar al acecho del momento preciso de su exhibición será una
característica de la búsqueda del objeto surrealista. Necesariamente, ese objeto
sólo aparecerá si se lo busca y se lo produce entrando con él en la dinámica de la
vida, en su juego.
85
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
EL OBJETO:
CATEGORÍA FUNDAMENTAL DEL SURREALISMO
2 / o más objetos que por azar se ajustan / se enroscan / tienen
un plano común / una superficie de igual dimensión / el uno al
otro como / si hubieran sido fabricados /para un ajuste –mecá-
nica del azar / del azar un tubo y una barra que encajan / perfec-
tamente el uno en la otra / aunque pertenezcan cada uno / a
clases de objetos que no guardan ninguna / relación–
Marcel Duchamp
121 Breton, Situación surrealista del objeto, op. cit., pág. 275.
86
EL SURREALISMO
Siendo así, y sin desconocer que nuestra época se caracteriza por las crisis –econó-
micas, políticas, sociales filosóficas, etc.– y que ellas afectan profundamente la exis-
tencia humana, causando desgarramientos o grietas entre el hombre y el mundo,
en la manera de pensarlo y sentirlo, el surrealismo se postula como búsqueda de
unidad, de relación entre los opuestos, que se muestran irreconciliables como el
sueño y la realidad, lo alto y lo bajo, el sujeto y el objeto, todos síntomas de la crisis.
El más alto destino del arte es el que le es común con la religión y con
la filosofía. Como éstas, es un modo de expresión de lo divino, de las
necesidades y exigencias más elevadas del espíritu (...) Pero difiere de
la religión y la filosofía por el hecho de que posee el poder de dar a
estas ideas elevadas una representación sensible que nos las hace
accesibles123.
Pero esa ruptura, operada por el espíritu, va seguida por una concilia-
ción, obra igualmente del espíritu; crea por sí misma las obras artísti-
cas que constituyen el primer anillo destinado a relacionar lo exterior,
87
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
125 Con esta afirmación, Breton pretende alejar al surrealismo del riesgo de desembocar en el misticismo,
que busca la realidad en otro mundo, que trasciende a éste. Al mismo tiempo, trata de establecer unos
“vasos comunicantes” entre el viejo realismo y el surrealismo en lo que concierne a la afirmación de la
realidad. Ver “Situación surrealista del objeto”, en Manifiestos del surrealismo, op. cit., pág. 298.
88
EL SURREALISMO
El surrealismo se nos aparece aquí como algo que tiene que dar cuenta de lo
surreal, sin prescindir de la razón, entendida como racionalidad que no se limita a
la instrumentalización de las cosas y por eso no se opone a la fantasía en ninguna
de sus formas. Surrealista será todo proceso del pensamiento que, con sus me-
dios diversificados, se dé a la tarea del descubrimiento de la surracionalidad. Con
la disposición de esos medios, ejecutará la tarea poética de acceder a las cosas (los
objetos) y en ellos descubrir lo surreal, entrando en el juego con lo real.
126 Ver Breton, Situación surrealista del objeto, op. cit., pág. 278.
127 A consecuencia del auge que desde finales de los años veinte llega a tener el surrealismo, empiezan a
aparecer toda una serie de objetos producidos por todas partes, que intentan hacerse pasar por
surrealistas. Esto se debe a que se asimiló más rápidamente el nombre del surrealismo que la idea que
le subyace. Así, M. Cocteau, entre otros, participa en exposiciones surrealistas realizadas en América y en
publicaciones que aparecieron en Japón. Para diferenciar las auténticas producciones surrealistas, con
mucho humor, Man Ray propuso inventarse una especie de etiqueta surrealista que, de la misma manera
que la abstracción que constituye la marca de una empresa cinematográfica como Paramount, garantiza
su autenticidad sobre las imitaciones. Sin embargo, ellos saben que la sola etiqueta no constituye
garantía, pues existen falsificadores de etiquetas. Por tanto, se trata de aclarar la situación del objeto
surrealista, como modo de representación del mismo. En otras palabras, su poética es la que da
autenticidad a los objetos. El signo distintivo de un objeto surrealista no será nada externo, sino su
constitución entera. Ver Situación surrealista del objeto.
128 En este sentido, la vía del surrealismo es la inversa a la de Hegel. Para Hegel, podemos afirmar que esto
se debe a que el hombre es un ser pensante dotado de una conciencia, y es en virtud de esa particular
dotación que el hombre tiene que ponerse frente a lo que él es, de manera general, hacerse objeto
para sí. La conciencia es aquello que le permite al hombre el desdoblamiento que consiste en ser a la
89
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
mos de una crisis del objeto, concomitantemente se da una crisis del sujeto. El
sujeto ya no puede ser ese centro compacto alrededor del cual gira la totalidad de
lo real. Esa otra cosa del sujeto, su correlato, sólo se dará mediante la experiencia
con y entre las cosas; y el objeto mismo tampoco se producirá sin producción
subjetiva. Mientras tanto, los dos permanecen como una incógnita, como agrega-
dos de relacionabilidad dentro del ámbito de lo posible, aguardando a producirse
el uno al otro.
En medio del mundo de los objetos se juega la partida del surrealismo. ¿Cómo
encontrar, inducir, descubrir o provocar a los objetos, para que dejen de pertene-
cer a la categoría de meros útiles y muestren su carácter propio? Esa tarea es
poética por antonomasia, en consecuencia, el surrealismo se postula como el en-
cargado de la reivindicación de la poesía. Para tal fin, Breton se apoya en Hegel,
quien previó, según él, de manera muy precisa el actual destino de la poesía129, de
la cual el surrealismo es abanderado. Además, según Breton, el mismo Hegel
ubicó el lugar preciso del objeto de arte, como productor de algo más que de
imágenes relegadas a la mera forma. En este sentido, Hegel escribió:
En este punto encontramos tres aspectos a los que nos hemos referido constantemen-
te: 1. El surrealismo es el encargado de reivindicar la poesía. 2. De la mano de Hegel,
Breton encuentra la poesía en la cúspide del arte. 3. La poesía busca alcanzar por sus
propios medios la perfección de las formas sensibles, poetizar el objeto.
vez (como son las cosas de la naturaleza) y ser para él mismo. Siendo así, el hombre a través del arte se
representa, se desdobla y se ofrece como representado a la contemplación de sí y de los otros.
Introducción a la estética, op. cit., pág. 68.
129 Breton, Situación surrealista del objeto, op. cit., pág. 280.
130 Hegel, Introducción a la poética; citado por Breton, en ibíd., pág. 274.
90
EL SURREALISMO
Eso significa que la poesía no se conforma con su libertad material, con haberse
liberado de su peso, que le permite representar la diferentes situaciones de la vida,
gracias al poder de la imaginación, y a realizar la síntesis perfecta –según Hegel–
entre sonido e idea, sino que se da a la tarea de penetrar las demás artes y causar
una profunda influencia en ellas. Así, para el surrealismo el problema de los géne-
ros artísticos viene a ser secundario, pues ya no se trata de establecer clasificacio-
nes, sino de apropiarse de los medios que la poesía, como “repartidora del verda-
dero pan del cielo”, hace disponibles. La tarea de la poesía, entonces, es la tarea
del arte en general:
132 Breton, Introduction au discours sur le peu de realité, Paris, Gallimard, 1927, págs. 26, 27 (traducción del
autor).
91
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
La unidad que se busca exige una etapa previa de conmoción y desarraigo de las
estructuras de las cosas, del discurso que las construye. Esa primera fase la ejecu-
ta la poesía en cuanto posee el principio liberador de las cosas. El surrealismo
entonces no tiene ningún temor de “hacer un dogma de la rebelión total”135. Se
rebela contra el discurso que constituye las cosas.
Como hemos venido insistiendo, las cosas están constituidas por la “lógica”; es,
por tanto, contra esa conformación que se rebela y aspira a un ser no lógico. Para
el surrealismo, la búsqueda del ser no lógico tendrá que darse a través y por
medio de los datos mismos de las cosas. No se trata de oponer dos planos de
realidad –un plano superior, trascendente, y otro inmanente– sino de producir un
conflicto en el mismo plano de inmanencia de las cosas, en su propia piel, donde
la imagen tiene lugar. Dicho plano no podemos considerarlo más que como hori-
zontal, el plano de la experiencia misma.
En el plano de la inmanencia, donde las cosas son cosas, habrá que llevar a cabo
la tarea de desarraigo del discurso significativo que, en el orden de la técnica,
significa, en un sentido estrecho, el de la utilidad. El desarraigo consiste, según las
propias palabras de Breton, en: “Contribuir al sistemático desorden de todas las
133 En los Prolegómenos a un tercer manifiesto del surrealismo o no, Breton expresa sus reservas contra todo
saber totalizador o sistema que exige aceptación incondicional y en cierto modo claudicación del
individuo. “Hay sin duda demasiado norte para mí para que llegue a ser jamás el hombre de la adhesión
incondicional (...) aunque estoy dispuesto a exigirlo todo de un ser que estimo bello, no puedo
extender el mismo crédito a esas construcciones abstractas que se denominan sistemas”; más adelante,
se burla del sistema que garantizaría la transformación del mundo y que tarda demasiado: “De acuerdo,
tú me posees, sistema, yo me he entregado a ti de cuerpo entero, pero todavía no ha sucedido nada
de lo que me habías prometido, ¡ten cuidado! Lo que me has hecho creer inevitable está tardando
demasiado en ocurrir, y hasta podría afirmarse, con un poco de insistencia, que está ocurriendo lo
contrario”. Ver Manifiestos del surrealismo, págs. 141, 147, 148.
134 Hablando acerca de la asimilación por parte de Braque de “reglas que corrigen la emoción”, Breton
alude a la idea de Dios: “Hablar de Dios, pensar en Dios, es por todo concepto dar una medida, y
cuando digo esto es muy cierto que esta idea yo no la hago mía ni para combatirla. Siempre he
apostado contra Dios, y lo poco que he ganado en el mundo no es más que la ganancia de esa apuesta.
Por irrisorio que haya sido lo que arriesgué (mi vida) tengo conciencia de haber ganado plenamente”.
Ver El surrealismo y la pintura, en la revista Eco, No. 181, 1975, págs. 10, 11.
92
EL SURREALISMO
Así mismo, en El surrealismo y la pintura hace énfasis en que: “Hay que haber
tomado conciencia a tan alto grado de la traición de las cosas sensibles, para
atreverse a romper del todo con ellas y con mayor razón con lo que de fácil nos
ofrece su aspecto familiar”137.
El orden de las cosas no es otra cosa que el modo como el hombre las produce, y
que finalmente termina convirtiendo en “seres de razón”, fácilmente atrapados
por los imperativos de la técnica, verdaderas leyes que tienden a imponerse como
imperativos a la voluntad, que demandan paciencia en muchos casos, en espera
de la realización de los proyectos y perspectivas rectilíneas de la “razón técnica”. Si
bien es cierto que en esos proyectos se hace coincidir la razón con el deseo, éste
queda atrapado por la normatividad de la racionalidad, es decir, el deseo queda
enjaulado entre los barrotes de la racionalidad técnica.
Crítica a la máquina
La técnica y el verbo racionales, al poetizar, al producir objetos, terminan produ-
ciendo sólo máquinas, que atienden a “funciones” de pensamiento y de uso que
ocultan otras funciones igualmente válidas, pero desconocidas para este modo de
producción.
93
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
que, al ponerse en juego entre sí, lo solidifican. Así, podemos decir que el len-
guaje lógico deviene en modo de solidificación de los objetos que los vuelve
impenetrables (banales) para todo aquello que no sean las relaciones de finali-
dad utilitaria. El objeto, entendido de ese modo, sólo atiende a una parte de su
potencia de relación (función) y descuida su carácter enigmático, su potencia de
revelación. En cierto modo, esa forma de objetivación hace de las cosas unos
seres que interponen una barrera, un opuesto, que propicia más una forma de
enfrentamiento que un modo de contacto o comunicación. Las cosas pierden su
fluidez, su vida; de ahí que no podamos relacionarnos con ellas como con un
“tú” personal e indefinido, sino a la manera de un “él”, contrariamente definido y
claro, que de entrada evita una posible relación de intercambio, de sensación y,
por qué no, de afecto.
94
EL SURREALISMO
Objeto e imaginación
El objeto de arte no está constituido únicamente por la racionalidad pura, sino que
posee un innegable componente irracional144 y en él se hace manifiesto el estado conti-
nuo de oposición, interacción e intercambio en el que se encuentran las cosas, las del
mundo objetivo y las de la fantasía y la imaginación. La producción del objeto de arte
está relacionada con el proceso de resolución de ese estado de inquietud, fluctuación y
fuerza de las realidades contradictorias, crea un síntesis provisional. Cuando esa sínte-
sis se consigue, se produce un agregado de relaciones en el cual hay participación de
las dos realidades relacionadas; no solamente se manifiesta la actividad en un polo de
la relación y la pasividad y sumisión en el otro, por el contrario, la experiencia que de la
realidad nos ofrece el objeto es una experiencia de participación que, por todo lo ante-
rior, es cualitativamente nueva e inquietante.
Todo lo que conduzca al logro de lo irracional será validado, teniendo como hori-
zonte el automatismo psíquico que desde las profundidades de la interioridad será
el caballo de batalla de esa conquista de lo más real que lo “real”: lo surreal.
Medios y técnicas son bienvenidos: humor, azar, encuentros, pasión, juegos, sue-
ños, etc. “A este respecto, el surrealismo no encontrará jamás una época más
favorable para su intención, que consiste en devolver al hombre el dominio de sus
funciones: la sumersión en la campana de buzo del automatismo, la conquista de
lo irracional”145.
144 Ese componente irracional y sensual del arte es el mismo que da motivo a Platón para excluir a los poetas
de su República ideal. Lo mismo ocurre con Hegel, para quien sólo queda la nostalgia de los hermosos
días del arte griego y medieval. Para los dos grandes pensadores, una cultura reflexiva, idealista y racional
representaba el grado más alto de la evolución humana. Por ello, y con justa razón, consideraron que las
producciones del arte basadas en la sensualidad, con innegables trazas de irracionalidad e imaginarias,
no eran compatibles con esa cultura reflexiva. Hoy, sin embargo, dudamos de la conveniencia y
necesidad de esa cultura y que haya que sacrificar el arte en su honor.
145 Ibíd., pág. 235.
95
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Ahora bien, la producción surrealista del objeto empieza en un punto muy cer-
cano al lugar donde reina, antes que la producción, la ausencia de obra, que se
considera locura. Aunque la obra propia de la locura es precisamente esa ausen-
cia de obra, es decir, la obra de la subjetividad pura, abandonada a sí misma a
los poderes de la imaginación, aunque no produce objeto como obra indepen-
diente del sujeto, hace coincidir perfectamente en un solo cúmulo el agregado
vida–obra, pensamiento y objeto.
146 Breton se refiere en este texto a “La locura que se encierra” porque amenaza las leyes de la ideología
corriente; es no obstante, la indicadora del poder de la imaginación a merced del cual se encuentran
aquellos denominados locos. “Pero la profunda despreocupación que demuestran a las críticas que se
les dirigen, y aun hacia los diversos correctivos que se les inflingen, permite suponer que ellos obtienen
tal elevado confortamiento de la imaginación”, además, “me pasaría provocando las confidencias de los
locos. Son sujetos de escrupulosa honradez y su inocencia es sólo igualada por la mía”.
147 La ausencia de obra sirve, como lo ha mostrado Michel Foucault, a la ideología dominante para excluir,
bajo el nombre de “locura”, todo aquello que pueda constituirse en amenaza de su estabilidad.
148 Ver M. Blanchot, El mañana jugador, op. cit.
149 Breton, Manifiestos surrealistas, pág. 21.
150 En este sentido, es sintomático cómo aquellos hombre rebeldes como Sade, Nietzsche, Baudelaire o
el caso de Artaud, víctimas o no del encierro, pueden mostrar cómo una sociedad en extremo racional,
bajo el encierro o la exclusión impide la manifestación del verdadero pensamiento liberador.
96
EL SURREALISMO
Sin embargo, el surrealismo no quiere dar el salto a la locura, sino bordear sus
límites, lo que es muy diferente. Muestra de ello son las prevenciones contra las
distracciones exteriores que irrumpen –y en cierto modo desvían– el libre desarro-
llo de la expresión automática. La “concentración del espíritu en sí mismo153” no
puede ser total, pues el surrealismo no es pura subjetividad, no es solipsismo. La
abstracción del genio, del talento154, y la conversión en “meros aparatos registra-
dores”155 tampoco es posible de un modo radical; sólo es apertura a la afección,
es dar paso a la sensación. El carácter inagotable del murmullo156 siempre está
interrumpido por el silencio. La importancia que adquiere el silencio es vital. Quién
no se dará cuenta que el silencio del murmullo del pensamiento parlante, antes
que ser un riesgo, es precisamente lo que permite la manifestación de la sensa-
ción, es decir, la irrupción de lo real como subida a la piel del objeto, la misma que
permite lo que para Max Ernst era “el embrujamiento de la realidad”157, la respues-
ta del mismo.
151 Esta carta fue publicada por Artaud en La revolución surrealista, No. 3. de 1925; citado por G. Durozoi
y B. Lecherbonnier, en El surrealismo, op. cit., pág. 222.
152 Ibíd.
153 En los secretos del arte mágico surrealista (Manifiestos, págs. 45, 46) al mismo tiempo que señala lo que
debería ser una producción automática pura, Breton previene contra la influencia exterior. Sin embargo, esta
misma irrupción exterior es, en cierto modo, la que mantiene la subjetividad en contacto con el mundo.
154 Ibíd.
155 Manifiestos, pág. 42.
156 Ibíd., pág. 46.
157 Breton, Situación surrealista del objeto, op. cit., pág. 303.
97
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
lismo, en cuanto “experienciante”, pues de ningún modo niega que delira, pero
no porque ese delirio sea locura, sino simulacro de delirio. En consecuencia, sólo
si es posible el intercambio, ese movimiento de doble vía, de ida y regreso a los
bajos fondos del espíritu, se pueden abrir las exclusas que separan la técnica de la
locura, y con ello producir, antes que la ausencia de obra, el objeto surrealista.
El surrealismo es desmecanización
Si, como hemos dicho, en un extremo está la locura, el riesgo de delirio sin retor-
no, en el otro, el surrealismo encuentra la producción mediada por la lógica del
capitalismo, la producción mecánica. En este sentido, el surrealismo,antes que
apoyar las manifestaciones futuristas, en cuanto odas a la técnica, las rechaza158;
la fusión hombre-máquina no es el horizonte que se persigue, o al menos no a la
manera de los futuristas. Ya en uno de los textos de Pez soluble (1924) se anuncia
la decepción de la máquina. Dice Breton:
158 Este último, deslumbrado por el desarrollo tecnológico, elabora su manifiesto alrededor de 1910, que
se constituye en un verdadero canto a la modernidad, y propone nuevos ámbitos de inspiración para
el arte: el trabajo colectivo, la ciudad, las fábricas y los medios de transporte. Así mismo, anuncia una
nueva forma de belleza, la belleza de la velocidad, producto del movimiento maquinista: “Un automóvil
de carreras adornado con grandes tubos como serpientes de aliento explosivo (...) un automóvil rugidor
que parece correr más que la metralla, es más bello que la victoria de Samotracia”. Ver De Michelli,
“Manifiesto futurista”, en Las vanguardias artísticas del siglo XX, op. cit.
98
EL SURREALISMO
159 Bajo la designación del objeto se incluyen todas las formas de producción poéticas, no solamente
aquellas “minúsculas construcciones no escultóricas”, con que se quiso denominar por parte de los no
entendidos a los objetos surrealistas. De esta manera, no estamos interesados en hacer una diferencia-
ción entre los objetos escultóricos, la pintura, la escultura, la poesía, la fotografía, el cine, etc. Si bien es
cierto que Breton, de acuerdo con Hegel, considera la poesía como arte superior, en cuanto es capaz
de revelar a la conciencia, de un modo más efectivo que las demás artes, la potencia de la vida
espiritual, pues considera las imágenes que produce la poesía más potentes que las demás sin embargo
revela que la poesía, paradójicamente, tiende a influir sobre las demás artes y busca alcanzar por todos
los medios la perfección de las formas sensibles de las que se ocupan. Así, la pintura será el arte sobre
el que más se empieza a dar esa influencia. Ella descubre que “el ojo existe en estado salvaje” (Ver El
surrealismo y la pintura, op. cit.) y que su función no está restringida a la captación del modelo exterior
de la naturaleza sino que, en virtud de la aparición de la fotografía, cuyo mecanismo reproduce muy
satisfactoriamente ese modelo, la pintura hace un cambio de “modelo”: del exterior al interior. En ese
terreno hasta ahora baldío, la pintura empieza a experimentar el poder de la imaginación, la visión
salvaje, que relaciona el mundo exterior sólo en el canto y tiene que ver con el mundo interior de la
conciencia. La escultura, por su parte, sufre una análoga revolución a la de pintura a causa de la
fotografía, por la aparición del cinematógrafo, y a su vez se lanza a la búsqueda del modelo interior. La
arquitectura también se encamina, y al parecer antes que las demás artes, en la realización del “ansia de
ideal”. El modern style, de 1900, presenta construcciones que el mismo Dalí define como “construccio-
nes que, al margen de la arquitectura, en sí mismas son verdaderas realizaciones de deseos solidificados,
en las que el más violento y cruel automatismo revela dolorosamente el odio a la realidad y el deseo de
hallar refugio en un mundo ideal tal y como ocurre en los casos de neurosis infantil”. (Ver Situación
surrealista del objeto, págs. 281, 284). El caso de la música sería distinto. Para Breton, las imágenes que
produce la música son de orden inferior a las visuales “no solamente en nitidez, sino también en rigor”;
las significaciones de la música son consideradas confusas; sin embargo, posteriormente, Breton acep-
taría que cuando se une con el canto encuentran su reivindicación.
160 Las imágenes dobles en un mismo cuadro son el resultado del método paranoico-crítico de Dalí. Una
imagen doble es la representación de un objeto, que sin pérdida de su constitución anatómica, da al
mismo tiempo la representación de otro completamente distinto igualmente representado sin deforma-
ción alguna. La segunda imagen es la consecuencia de la objetivación de la idea obsesiva que en
muchas ocasiones no se conforma con la imagen doble, y que busca una tercera o más de acuerdo,
según Dalí, con la capacidad paranoica del pensamiento. Ver Situación surrealista del objeto, págs. 301-
302.
99
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Breton nos previene contra todo intento por establecer límites entre la percepción
del objeto y la percepción pura de la imaginación. Precisamente la fuerza de la
imaginación los vuelve móviles y el recurso a la percepción mental proporciona
“sensaciones relacionadas con procesos que se desarrollan en las capas más di-
versas, cuando no las más profundas del aparato psíquico”162.
Aquello que Breton denomina “restos visuales” sólo pueden ser tomado de la
percepción exterior. Lo visual, como producción desprendida del poder relacional
de la imagen, amplía su campo, y por vías diferentes trata de penetrar en las capas
más profundas del ámbito mental. El artista tiende a convertirse en “vidente”,
164 Ibíd.
100
EL SURREALISMO
El desplazamiento sistemático
El surrealismo no se conforma con la categoría de “sustitución” del cubismo (el
cual con razón encuentra inútil la imitación de un objeto que ya está dado); enton-
ces decide colocar el objeto mismo en vez de representarlo. Así, podemos descu-
brir que al cubismo le interesa la verdad del objeto en sí mismo. Un paso más y
encontramos el collage surrealista. Al surrealismo, además de la “verdad” del ob-
jeto mismo, le interesa la capacidad alusiva del objeto, no con referencia a sí mis-
165 Para este propósito, dice Breton que los pintores tienen a su disposición un campo amplio de posibi-
lidades, desde las más puras expresiones de la expresión gráfica (Masson) hasta la fijación efectista de
imágenes oníricas (Dalí).
166 Citado por María Oliva Rubio en La mirada interior, Madrid, Editorial Tecnos, 1994, pág. 168.
101
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
El mismo Max Ernst nos proporciona una noción de aquello a lo cual ese método
de acercamiento se refiere:
168 Citado por Breton, en Situación surrealista del objeto, pág. 303.
102
EL SURREALISMO
puro, producto del desvío de las dos realidades, de su destino, de tal manera que
se encuentran y producen la imagen. Ese condicionamiento tiene un componente
de azar que es determinante en el caso de la producción de la imagen, pero
indeterminante si se trata de apoderarse de sus características aleatorias. Como
hemos dicho anteriormente, el azar es indeterminante que indetermina. En conse-
cuencia, Breton no niega que, para que el acercamiento se dé, hay ciertas condi-
ciones.
Ese plano del que Breton habla bajo la forma de la mesa de disección de
Lautréamont, no es solamente un espacio físico determinado, la mesa como tal,
en donde suelen aparecer ciertos objetos “expuestos” en los museos, o el pedestal
que pretende elevarlos a cierta categoría estética. No. La mesa de disección es un
símbolo general de un plano superior, de inmanencia, en donde tiene cabida la
multiplicidad, es un plano neutro que no neutraliza, es un espacio donde lo conti-
nuo se fractura y deviene espacio discontinuo, espacio para el discurso de la poe-
sía, que es el espacio del lenguaje, que para el surrealismo es tanto el lenguaje
hablado como el plástico en general; el espacio donde habita la imaginación poé-
tica, atenta a producir los chispazos que iluminan la noche. En otras palabras, es el
espacio de la significación, el universo mismo donde todos los objetos tienen al
menos el potencial de relacionarse169.
169 Un mismo objeto, cuando se somete al desplazamiento poético, permite más de una interpretación,
pues él mismo desborda todo intento por agotar su sentido. En referencia a la relación que se establece
entre la máquina de coser y el paraguas se encuentra la interpretación de Dalí quien, acudiendo al
método freudiano, interpreta la máquina de coser como el sexo femenino, el paraguas como sexo
masculino y la mesa de disección como la cama. De otro lado, siguiendo el método de interpretación
mítico de Carl Jung, se identifica la máquina de coser con el jaguar rojo; el paraguas, con la serpiente
cósmica, y la mesa, con el universo. Ver J. E. Cirlot, El mundo del objeto a la luz del surrealismo, op. cit.
pág. 71.
103
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
170 Citado por María Oliva Rubio en La mirada interior, op. cit.
171 Este tipo de diálogo es el que se da en la primera obra surrealista, Los campos magnéticos, escrita por
Breton y Philippe Soupault.
172 La cita de Breton con respecto a este procedimiento de relación es como sigue: “Partiendo de un
recuerdo infantil, en el curso del cual unos postigos de imitación de caoba (...) cumplieron la función
de provocador óptico de una visión de duermevela, y (...) quedé dominado por la obsesionante
104
EL SURREALISMO
imágenes que el espíritu captura a medida que van apareciendo. Esas imágenes
son consideradas visiones, en tanto son imágenes que se imponen al espíritu de
un modo despótico, y constituyen figuras que aluden al mundo natural en situa-
ciones que, aunque nada tienen de extrañas, repotencian la situación misma.
Esa misma extrañeza es la que finalmente proporciona la fuerza de la imagen. El
autor, en este caso, no puede considerarse como tal, sino como una especie de
autor–espectador del nacimiento de la obra. El título mismo de muchas de esas
imágenes es en sí mismo provocador, es imagen: “Mujeres atravesando un río
mientras gritan”, “Hombre caminado por el agua, mientras coge de la mano a
una muchacha y empuja a otra”, “Visión provocada por las palabras padre in-
móvil”, etc.
atracción que en mi irritada mirada ejercía el entramado cuyas ranuras habían sido ensanchadas por
un incalculable número de fregados. Entonces, decidí averiguar el simbolismo de esta obsesión y,
para prestar ayuda a mis facultades alucinatorias, hice de las tablas unas series de dibujos por medio
de colocar, al azar, encima de las tablas, hojas de papel que froté con lápiz de plomo”. Max Ernst
señala el paso progresivo de las tablas de lo que él considera “materia interrogada” a imágenes de
inesperada precisión capaces de revelar la causa de la obsesión. En este proceso de interrogación
de la materia surgen una gran cantidad de imágenes cuyos primeros resultados se reúnen bajo el
título de Historia Natural. Ver Situación surrealista del objeto, págs. 305, 306.
105
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
173 Breton, El amor loco, México, Editorial Joaquín Mortiz, 1967, pág. 10.
174 Se puede objetar con razón que Duchamp no pertenece al surrealismo, en cuanto su firma no aparece
respaldando los Manifiestos y además porque la producción de ready-made empieza con mucha anterioridad al
surrealismo e incluso a Dadá; su primer ready made, “Rueda de bicicleta”, lo ejecuta al rededor de 1913. Sin
embargo, muchas de las acciones de Duchamp son en esencia surrealistas en la medida en que son del mismo
orden de las experiencias de los surrealistas del “grupo”. Quién no verá que los juegos de palabras de Duchamp
son iguales a los juegos del “cadáver exquisito”; por ejemplo: “El colmo para un coleccionista es tomar aspirina
para sus Henry Matisse (reumatismo)” o “Enfermedad de Mesías, máquina para decir misa” y, finalmente, “Ella tiene
calor en el culo como tijeras abiertas a chorro continuo”. Ver Marcel Duchamp, Notas, Madrid, Tecnos, 1989.
Además, en su obra culmen, conocida como “El gran vidrio”, lleva al extremo la crítica a la máquina, de la que el
surrealismo es abanderado. Finalmente, Duchamp participa junto con los futuros surrealistas en diversas exposi-
ciones de Dadá, y luego en exposiciones surrealistas como la celebrada en la galería Carles Ratton de París en 1936.
106
EL SURREALISMO
El objeto liberado
Todos los malabares del surrealismo en este aspecto pueden considerarse una
actitud que pretende, junto con la liberación humana, la liberación de los obje-
tos, y en la medida en que se logra, se adquiere una capacidad, cada vez mayor,
de sorpresa, que como tal lo vuelve misterioso, un lugar de posible producción
de sentido que hay que abordar como tal y no tanto como definitivamente útil.
175 Sin embargo, no debemos desconocer que muchos de los actos de Duchamp están cargados de
ironía, y antes que pretender convertirse en “genio” por el acto de creación pura de la elección, en
muchos casos de lo que se trata es de lo contrario, de desarraigar, con el objeto encontrado, la
concepción de artista, como ser alado e iluminado, y poner al alcance una forma de liberación más
accesible, la liberación poética de los objetos. Desmitificar la creación es, en cierta medida, desmitificar
al artista.
107
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
108
EL SURREALISMO
EN EL JUEGO DE LA VIDA
Los objetos de la vida cotidiana se vuelven sujetos de relación;
con ellos podemos establecer contactos por medio de las dife-
rentes estrategias conocidas o no. Acudir al llamado de los ob-
jetos en el mundo de la vida es lo que cualquiera puede hacer,
asumiendo una actitud propia del surrealismo: la apertura
hacia lo desconocido de lo cotidiano y haciendo de esa búsque-
da motivo de reflexión.
André Breton
178 Breton, “Posición política del arte de nuestros días”, en Documentos políticos del surrealismo, op. cit.,
pág. 58.
109
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
179 La relación la hace el mismo Breton, conocedor del trabajo de Huizinga. Ver Magia cotidiana, Caracas,
Editorial Fundamentos, 1975, pág. 46.
110
EL SURREALISMO
El juego y la imagen
En el carácter lúdico de muchas de las actividades surrealistas se redescubre el
poder de la metáfora. Podemos afirmar que en la tesis de Reverdy180 el surrealismo
desarrolla su teoría de la imagen surrealista. Reverdy181 afirma que la imagen es
tanto más efectiva cuanto más distantes sean las realidades que relaciona. Este es el
punto de partida, también, para la teoría surrealista de las correspondencias, que
según Breton va más allá de la teoría de la “imagen más bella”, que en virtud de su
carácter es restrictiva. En cambio, la teoría de las correspondencias no admite nin-
guna restricción, pues en ella se afirma, siguiendo hasta cierto punto a Robert Arnau,
que todo objeto participa de un conjunto único y tiene relaciones necesarias con
cualquier objeto de ese mismo conjunto. De acuerdo con esta hipótesis, se despren-
de el juego surrealista de “Lo uno en lo otro”. Este juego pretende mostrar que
cualquier objeto está contenido en cualquier otro, de tal modo que se trata de singu-
larizar uno de ellos mediante la descripción de sus caracteres, para, de esta manera,
obtener el otro. La regla del juego la explica así Breton:
180 Dice Reverdy que: “La imagen es una creación pura del espíritu. No puede nacer de una comparación
sino del acercamiento de dos realidades más o menos alejadas. Cuanto más distantes y precisas sean las
relaciones entre las dos realidades que se ponen en contacto, más intensa será la imagen y tendrá más
fuerza emotiva y realidad poética”. Ver Manifiestos del surrealismo, pág. 36.
181 Ibíd., págs. 35, 36.
182 Breton, Magia cotidiana, op. cit., pág. 50.
183 Ibíd., pág. 52.
111
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
112
EL SURREALISMO
187 Ibíd.
188 Roger, Callois, “Divergencias y complicidades”, en La revolución surrealista a través de André Breton,
pág. 56. Callois no fue el único que estuvo en desacuerdo con la concepción de Breton, de la
posibilidad; también Picabia se indignó al conocer el punto de vista de Breton, quien admite que
Picabia no estaba equivocado, pues las dos concepciones, la de la imagen más bella y la de las
correspondencias, necesariamente, tarde o temprano, entran en colisión. En el fondo de lo que se trata
es del paso de una libertad formal irrestricta a su realización efectiva. Ver Magia cotidiana, op. cit., págs.,
47-48.
113
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
de su poder, dejándola sin capacidad de extenderse, sin fuerza. Este tipo de ima-
gen extrema, por ser tal, necesariamente no sería ratificable por la sensación, ni
por la razón y ni siquiera por la imaginación. Todo ello, dice Callois, se desprende-
ría de la virtud del espíritu para homologar todas las cosas, capacidad que, de
poseerla en realidad, sería catastrófica. No sin ironía, afirma Callois que la imagen
imposible, inadmisible, sería aquella que, sumiendo al auditorio en desconcierto,
provocara el “estupor” fundamental que Breton considera esencial en la poesía.
Así, a lo que pretende acceder Callois por este medio es a un lirismo objetivo que
descubre las relaciones existentes en la naturaleza, que, aunque ocultas, una vez
descubiertas, serán de ahí en adelante señalables e incluso analizables. De aquí se
desprende la idea de una “imaginación justa”, la cual implica, de acuerdo con lo
anterior, que una imagen que no sea apoyada por un principio de similitud, o
principio de relacionabilidad identificable, no es nada, es una imagen falsa. No
obstante, el surrealismo no admite la existencia de imágenes falsas; ellas son anun-
ciadoras de la apertura del amplio espacio de las posibilidades.
190 Ibíd.
191 Ibíd. Además, no hay que olvidar que en Los vasos comunicantes, “el espíritu tiene una maravillosa
prontitud para captar la más débil relación que pueda existir entre dos objetos tomados al azar”.
114
EL SURREALISMO
za. De esa misma fuerza, desprende las razones para todo, para hallar un orden
y una belleza que descubriría siempre suya por estar referida sólo a él, pues
gracias a ese mismo poder también hallaría las razones de su propia soledad, ya
que él puede quitar y poner valores de acuerdo con su libertad.
115
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
tras ella otro murmullo que el de una canción de vigía, de una can-
ción para engañar la espera, independientemente de lo que llega o no
llega. Lo magnífico es la espera192.
El encuentro del encuentro podría llamarse a esa categoría que explora el surrea-
lismo por medio de la escritura automática, es el acontecimiento en el cual el azar
se hace presente, es decir, trae a la presencia a Nadja. El azar hace presente, trae
a la presencia, y es en la presencia del encuentro –traída y provocada por el azar,
que es tan fascinante y peligrosa como él– donde el azar actúa y en donde él
mismo se disipa posteriormente a su antojo.
116
EL SURREALISMO
196 “Apenas roza el suelo con los pies”, Ibíd., pág. 58.
197 A pesar de los encuentros de Breton con Nadja durante un cierto tiempo, los dos pertenecían, por así
decirlo, a realidades diferentes, y de esa no correspondencia surgió su relación. No obstante, él era para
ella el sol, la luz que buscaba, todo lo que puede representar el otro que busca el amor, pero para
Breton, Nadja no era el otro en ese mismo sentido, sino la anunciadora de lo maravilloso, que es
preferible perseguir antes que poseer. En consecuencia, en virtud de la asimetría de la relación entre
Nadja y Breton, nunca fue posible la coincidencia bajo la forma de una relación amorosa.
117
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
ción es que ésta es posible sólo por el rompimiento de la estructura unitaria nor-
mal, es decir, por el quiebre de las condiciones de relacionabilidad, contenidas en
el marco de lo probable por una realidad determinada, siendo en este punto, no la
conjunción de la nueva relación, sino la disyunción, la que causa el rompimiento
de esa estructura unitaria para dar paso a esa extraña nueva relación; y es en ella
donde dos determinaciones o series de acontecimientos autónomos y
cualitativamente diversos (bien sea el piano y el mar, la máquina de coser o el
paraguas, o la naturaleza y la historia, etc.) dejan de ser tales, al interferirse o
intersectarse en un punto; y es allí donde, a causa de la diversidad extrema de las
realidades, de su distancia radical, se produce el “alea” propio del azar, que es
como un estallido de la diferencia mostrado por su carácter revelador.
118
EL SURREALISMO
198 Breton, Arcane 17, op. cit., pág. 27. Además, un hallazgo de este tipo puede ser considerado el de
Breton y Giacometti, en un mercado de cachivaches donde encuentran una extraña máscara que
luego servirá para solucionar un problema con una escultura de Giacometti, acerca de la cual no se
sabía cómo se podría moldear su cabeza y el objeto invisible que tenía entre las manos. Esa
escultura es para Breton, “la emanación misma del deseo de amar y de ser amando en busca de
verdadero objeto humano en su dolorosa ignorancia”. Ver El amor loco, op. cit., pág. 28.
199 Ver Platón, El Banquete.
119
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
200 Paul Éluard, “Entre otras”, en Antología de la poesía francesa (traducción, de César Moro), op. cit,.
201 “El problema de la mujer es el más maravilloso y perturbador que existe en el mundo, y eso en la
medida misma en que nos lleva a él la fe que un hombre no corrompido debe ser capaz de
depositar no solamente en la revolución sino también en el amor”, en Manifiestos del surrealismo,
págs. 127, 128.
120
EL SURREALISMO
Sus sueños en plena luz, evaporan los soles205. Tenía un encanto más
que aquella otra de la que nació,... recogía tantas maravillas, todos
los misterios en la luz deslumbrada bajo su enorme cabellera, bajo
sus párpados cerrados206.
Veo sus senos que son estrellas sobre las olas sus senos en que llora
para siempre la invisible leche azul207.
La mujer se anuncia por múltiples señales y, cuando por fin aparece, adopta la
figura de la totalidad buscada.
Sin hacerlo adrede, tú has sustituido a las formas que me eran familia-
res y a varias figuras de mi presentimiento. Nadja era una de estas
últimas, y considero perfecto que me la hayas ocultado.
Digo que tú me desvías para siempre del enigma, ya que existes sólo
como tú sabes existir (…) Este final, sólo cobra su verdadero sentido
y su fuerza a través de ti208.
204 Ibíd.
205 P. Éluard, “La enamorada”, en La poesía francesa, antología ordenada por Enrique Díez-Canelo, Buenos
Aires, Editorial Losada, 1945, pág. 656.
206 Éluard, “Donde la mujer es secreta el hombre es inútil”, en ibíd., pág. 651.
207 Breton, “Un hombre y una mujer absolutamente blancos”, en ibíd., pág. 664.
121
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Ahora bien, para Breton la única idea capaz de reconciliar a todo hombre con la
vida es el amor; pero ¿si el amor toma forma de mujer, la esperanza total del
hombre se restringe a ella? ¿Debemos entender que lo que el amor promete se
desvanece en la promesa misma, sin llegar ésta nunca a cumplirse?
La promesa del amor exige la espera, y como toda espera, la espera del hombre
estaría centrada en el amor; lo que habría que hacer es realizar la espera y conver-
tirla en esperanza, en reflexión acerca de la espera humana.
122
EL SURREALISMO
Sin embargo, sus intentos por establecer una clara distinción entre el amor elec-
tivo y la posición de los libertinos no son del todo satisfactorios, pues éstos ven
en sus experiencias no algo meramente sensual, sino una especie de emoción
erótica más cercana a la esencia del amor –según Platón– que el amor exclusivo
y fiel, pues el libertinaje no permite llegar a confundir la belleza conmovedora
con un ser en particular que es capaz de manifestar lo bello sólo temporalmente.
Lo anterior nos llevaría a admitir que la belleza a la cual se accede por medio del
amor es distinta de sus manifestaciones particulares y superior a ellas, por lo que
habría que admitir la trascendencia de la belleza. La nueva Eva que se anuncia
en Pez soluble sería trascendente, y las mujeres amadas sólo serían sus mensaje-
ras. Entre estas dos alternativas se debate el surrealismo, y a veces parece que
únicamente se dedicara a no desmerecer el amor, después de todo el esfuerzo
hecho en Amor loco para defender tal posición.
Puede darse otra forma de asumir el problema del amor: es posible que un hom-
bre ame a muchas mujeres en diferentes etapas de su vida, y esto se ve en Breton,
en El amor loco 214, allí da una imagen de las mujeres donde se presentan suce-
211 Breton, “El surrealismo y la pintura”, en revista Eco, No. 181, pág. 38.
212 Breton, Nadja, op. cit., págs. 156, 159.
213 Breton, El amor loco, op. cit., págs. 93, 94.
214 Ibíd., pág. 9.
123
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
sivamente de tal manera que el amante puede reconocer sus rostros, pero no
más que uno solo entre todos los demás, y es el rostro de la mujer amada, de
la última mujer amada, de la verdaderamente amada. De tal manera que las
otras mujeres sólo serían amadas en la medida en que anuncien a la última
mujer amada. Cabe preguntar, si ella no será, a su vez, sólo un anuncio de un
amor posterior más verdadero, y si se puede seguir siendo, o ser, la anunciante
de ella misma. Respecto del amante215, podemos encontrar que así sólo reco-
nozca un rostro entre las mujeres, y entre los hombres, sólo reconozca su
rostro, el único que reconoce es el suyo; esto mostraría que él fue el único ser
amado varias veces, el único amante amado. Este ser amado, el amante, con-
serva un “Yo” que, sin embargo, se muestra trascendente. Si es así, lo que
verdaderamente ama el amante no es a la última mujer, la actualmente amada,
sino algún tipo de cualidades especiales que poseen las demás mujeres y que
de algún modo se hallan reunidas en la última mujer amada. Esto nos condu-
ciría a buscar un acuerdo, a manera de “tipo” de mujer o de hombre que posee
ciertos caracteres que lo harían eventualmente amable; con ello, se hace más
difícil de sostener la posición acerca de que la única mujer amada es la finali-
dad del amor. De nuevo, una mujer en particular no puede ser tomada como lo
amable, lo deseable en general.
216 Esa búsqueda se da además en la memoria, memoria del lenguaje al que siempre se vuelve. En este
sentido, la búsqueda también sería de uno mismo en la memoria que el lenguaje representa, y como
Breton admite, puede acudir en nuestra ayuda en el momento preciso, de modo surreal. Esa actuali-
zación del lenguaje, que es la actualización del mismo yo, sólo se logra, con el contacto con los objetos
“mil veces repetido”. Ver Manifiestos del surrealismo, pág. 49.
217 Ver Platón, El Banquete, sobre todo la concepción defendida por Aristófanes.
124
EL SURREALISMO
de hombres estaban constituidas por dos de los seres humanos que hoy exis-
ten: con una sola cabeza y dos rostros, y con cuatro brazos y cuatro piernas, y
caminaban en forma circular, con cuerpos robustos y corazón animoso, a cau-
sa de lo cual planearon escalar los cielos y combatir a los dioses. Como conse-
cuencia de su rebelión, Zeus no decidió eliminarlos, sino debilitarlos, dividién-
dolos en dos y duplicando su número, quedando cada parte con dos brazos,
dos piernas y un rostro. Por ello, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la
otra mitad de la que había sido separada. Y, al encontrarse, se abrazaban y se
unían llevadas del deseo de entrar en su unidad primigenia.
220 Ver Breton, “Segundo Manifiesto del surrealismo”, en Manifiestos del surrealismo, op. cit., pág. 75.
221 Ibíd.
125
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Aquello que se espera, aun a pesar del sujeto, se convierte en foco de atracción.
Brevemente, aquí podemos considerar en qué consiste la libertad surrealista. Si es
libre albedrío, ausencia de determinaciones o cierto apego o sumisión al destino.
En virtud de la potencia del espíritu para relacionar cualquier cosa, incluso hacien-
do aparecer como necesario algo que no lo es, y al dar sentido y valor a aquello
que no lo posee, puede hacerse una concepción desfigurada de lo que es la liber-
tad surrealista, entendida como una capacidad de acercamiento arbitrario –de
libre arbitrio– de realidades distantes, creando por doquiera que la poesía aparez-
ca una serie de valores. No obstante la potencia del espíritu, la poesía surrealista,
entendida como libertad del espíritu, no se conforma sólo con la producción, la
126
EL SURREALISMO
De esta libertad se pueden hacer básicamente dos usos diferentes: uno, es redu-
cirla a la esclavitud, bien sea la sumisión a la vida real instrumentalizada e incluso
en busca de algo que sea una felicidad burda y grosera224 o, por el contrario, se
podrá poner a la altura de las aspiraciones humanas, de conformidad con la om-
nipotencia del deseo con todo lo que las realizaciones humanas tienen de frágiles
y precarias. Este último es el reto y la tarea ardua del surrealismo.
224 Ibíd.
127
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
“¿Puede usted decirme cuál ha sido el encuentro capital de su vida? ¿Hasta qué
punto le ha dado la impresión de lo fortuito?, ¿de lo necesario?”230. Éstas son las
preguntas de una encuesta que busca aclarar por medio de las diversas experien-
128
EL SURREALISMO
232 Ver Etiemble, “Breton, un gran clásico”, en La revolución surrealista a través de André Breton.
233 Ver. André Breton, El surrealismo: puntos de vista y manifestaciones, op. cit., pág. 139.
234 Breton, Segundo Manifiesto del surrealismo, op. cit., pág. 122.
235 Breton, cita la carta de Rimbaud a Paul Demeny del 15 de mayo de 1871. Ver Manifiestos del surrealismo,
nota 28, op. cit.
129
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Aquí no se trata de buscar una clave material que contenga todas las respuestas a
todas las cuestiones de la vida, una búsqueda ontológica, sino de un punto en el
espíritu –la búsqueda ontológica se transforma en psicológica–. Además, en nin-
gún momento Breton declara que ese punto haya sido hallado; antes bien, dice
que en ningún momento pensó establecerse en ese punto “sublime”, pues al ha-
cerlo, la clave o piedra filosofal habría dejado de ser sublime; pero, además, el
hombre habría dejado de ser hombre. Siendo así, la espera surrealista ya no ten-
dría ningún sentido, tanto la causalidad externa como la finalidad interna serían
una misma cosa, y el significante y el significado se corresponderían de manera
plena.
236 Breton, Segundo manifiesto del surrealismo, op. cit., pág. 124
237 Breton, Manifiestos del surrealismo, op. cit., págs. 75, 76.
130
EL SURREALISMO
por ello, exigen una interpretación. Esa interpretación está “iluminada” por la con-
vicción de la existencia del punto supremo238, que no impide la búsqueda, sino la
inspira. Los encuentros generan el problema de los problemas239: la dilucidación
de las relaciones que existen entre la necesidad natural y la necesidad humana y
todo lo que ello traería como consecuencia entre necesidad y libertad. Para com-
prender esas relaciones es que se introduce la categoría del azar objetivo que en
los encuentros manifiesta tanto su aspecto revelador como la necesidad de aten-
der a la espera y entrar en el “suspenso” de las categorías de espacio y tiempo
tradicionales y al “espacio” del encuentro donde el azar es el que “alea” las realida-
des distintas según su propio principio de indeterminación indeterminante, del
que hemos hablado anteriormente. Si estas preocupaciones son de orden místico,
también hay que acusar a Engels de misticismo, pues se expresa de manera aná-
loga, dice Breton240.
238 Tanto en el Segundo Manifiesto como en El amor loco, recordando un paraje admirable de los Alpes,
Breton afirma la existencia de un punto en donde reina la ausencia de contradicción. La convicción de
la existencia de tal punto supremo, como se lo considera en El amor loco, acepta Breton que se la debe
a Hegel: “Fue Hegel quien me situó en las condiciones requeridas para percibir ese punto, para tender
con todas mis fuerzas hacia él y para hacer de esa misma tensión, el objeto de mi vida”. Además, Breton
reconoce el uso, a veces instrumental, que hace de la filosofía hegeliana, de la cual no se considera un
experto, sin embargo, es ella la que le provee de los recursos para la defensa de la tarea del arte. La
filosofía hegeliana, según Breton, reduce a la indigencia todos los demás métodos que se oponen,
pues “allí donde la dialéctica hegeliana no funciona, no hay pensamiento ni esperanza de verdad”. No
sobra anotar que el interés por Hegel empieza en Breton a causa de los sarcasmos que contra Hegel
emitía su profesor de filosofía, el positivista André Cresson. Ver El surrealismo: puntos de vista y manifes-
taciones, op. cit., pág. 155.
131
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
De esta manera, identificando el punto central del problema como la crisis del
concepto de realidad, como realidad empobrecida a causa del “reinado de la lógi-
ca”, el surrealismo encuentra en la poesía la tabla de salvación. Para ello, se pro-
pone buscar en dónde habitan las potencias poéticas que, guardadas en el fondo
del espíritu humano, empiezan a recobrarse, a hacerse disponibles para la tarea
que al poeta corresponde. Así, la imaginación, la sensibilidad y el pensamiento se
encargan de mostrar que es tanto en el lenguaje en general como en el modo de
significación de la realidad donde habitan las llaves y los barrotes que enjaulan la
realidad tanto como las claves o llaves liberadoras. Esa búsqueda es multidireccional,
pues en cualquier parte pueden encontrarse herramientas para romper el entra-
mado del lenguaje “lógico”. El automatismo se postula como ese estado del pen-
samiento donde todas las barreras son levantadas, donde la contradicción no tie-
ne lugar; sin embargo, se tienen en cuenta los riesgos del abandono radical que el
automatismo demanda, y se prefiere salir a la superficie de la vida a enfrentarse
con la realidad y, entrando en su juego, se recuperan para la realidad las potencias
del sueño, del humor, de la imaginación, etc., con una finalidad: construir el obje-
to propio de la poesía.
132
EL SURREALISMO
CONSIDERACIONES FINALES
Creemos que con lo expuesto, afirmamos que el arte tiene algo que decir a los
filósofos, en la medida en que, como ellos, por medio de sus artificios, objetos y
reflexiones, responde a las preguntas básicas de la filosofía: ¿Qué hay?, ¿qué es lo
que hay? O, dicho de otro modo, ¿qué es lo real? Aunque paradójicamente la
respuesta del surrealismo haya sido: lo surreal es lo verdaderamente real.
Nos hemos ocupado del surrealismo como experiencia de mundo, que reflexiona
acerca de su propia experiencia. Y así, como todo conocimiento y toda experien-
cia concreta de vida se escapa de sí mismo y se expone a la fuerza de la vida, en
donde se constituye en experiencia transformadora, que al mismo tiempo se
transforrna a sí misma. Esa experiencia reduplicada, experiencia de la experiencia
–que entrelaza los órdenes teórico y práctico– se desarrolla y en su desarrollo
admite y provoca interrupciones que en cierto modo, en cuanto experiencia de
vida, son experiencia del pensamiento. En el surrealismo el pensamiento es expe-
riencia, movimiento de escritura o realización de su objeto como un hacer (ex-
133
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Es mérito del surrealismo haber dado un giro en el modo de asumir o tratar una
crisis. Generalmente, ante un estado de crisis moral, cognoscitiva o de cualquier
orden, se asume como estados de la mente que afectan o desencadenan altera-
ciones en las relaciones del hombre con el hombre, olvidando así una relación
importante: la relación del hombre con el objeto. El surrealismo asume la crisis
como crisis del objeto, y emprende su tarea liberadora de los objetos, liberando
la sensibilidad y la capacidad de significación, considerándolos como seres vivos
y activos en los que se encarna la vida misma del hombre. Esa reacción es con-
tra el capitalismo que, con la categoría de lo útil que pretende mostrar su valor,
realmente lo oculta, lo desvaloriza. El surrealismo, en cambio, libera el objeto, en
su potencialidad significativa y enigmática, permitiéndole así que se nos muestre
más allá de lo útil en su reverberante capacidad vital.
134
EL SURREALISMO
su correlato, la imagen. De ahí que muchas veces se mida la capacidad del espí-
ritu en cuanto fuerza de captación, apertura de la sensibilidad a todo lo que
puede producir imagen, y al mismo tiempo como productor de relaciones y
potencia productora de imágenes como elementos constitutivos de la mente
humana.
Así, en este acercamiento, que en cuanto teoría es experiencia del pensar, he-
mos recorrido la zigzagueante línea de su desarrollo hasta llegar a un punto en el
que nos hemos sentido involucrados con su forma de pensar y hasta de actuar
de los surrealistas, de tal modo que su experiencia se contagia y se repotencia
como nuestra experiencia. Para ello, a veces hemos hecho abstracción del esta-
do actual del arte y del conocimiento del desenlace, de los proyectos de van-
guardia en general. Más bien, nos hemos despojado del conocimiento de causa
y, para ser sinceros, hemos dejado que el desarrollo mismo de la experiencia, tal
y como la asume el surrealismo, sea nuestra guía.
De esta manera, hemos soslayado algunos elementos del surrealismo que perte-
necen a la historia y que sólo pueden sernos útiles como referentes en la elabo-
ración de los discursos que pertenecen a nuestra memoria colectiva, en tanto
acontecimientos y acciones válidas en un momento determinado, como la polé-
mica del surrealismo con el marxismo. Sin embargo, creemos haber atisbado
que, en el fondo, el proyecto del surrealismo está vigente y, si bien muchas
obras pertenecen a la vida, a la cultura, a los museos, la lección del surrealismo
(su obra, que es el mismo surrealismo) es una lección para jóvenes que, como
sus miembros, no se conforman con el estado de cosas del mundo y emprenden
búsquedas en las que (en un sentido de la experiencia distinto al suyo), en su
origen tienen mucho que ver entre sí, de modo que pueden encontrar en la
experiencia surrealista no sólo un ejemplo sino algunas armas para su empresa.
135
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Con todo lo anterior quiero decir que, así como el surrealismo nunca agotó la
investigación acerca del sujeto ni del objeto, tampoco en nuestro caso pretende-
mos haber agotado el descubrimiento de aquello que el surrealismo entiende por
su objeto en un sentido amplio. Sin embargo, en este recorrido hemos podido
acercarnos a la presa, y por momentos tocar su piel muy de cerca, a sabiendas
de que la presa que se persigue, lo mismo que la del surrealismo, es inatrapable:
encontrar el promontorio en el que se encuentra la clave de todas las claves, la
misma que permite desaparecer todas las contradicciones y oposiciones; un lu-
gar en el espíritu donde la unidad es dueña y señora. Nos damos por bien servi-
dos, al igual que el mismo Breton, con haber acariciado el suave plumaje del “ave
lira”, aunque hubiera sido únicamente para darnos cuenta de que sólo se trataba
de su sombra.
136
CAPÍTULO 4
ANEXOS
CUADRO CRONOLÓGICO
DE LOS ACONTECIMIENTOS
DEL SIGLO XX
EL SURREALISMO
ANEXO 1
CUADRO CRONOLÓGICO
DE LOS ACONTECIMIENTOS DEL SIGLO XX
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
139
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
140
EL SURREALISMO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
141
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
142
EL SURREALISMO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
143
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
144
EL SURREALISMO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
1940 Varios de los miembros del grupo surrealista, entre ellos Breton,
Masson, Lam y Ernest, se encuentran en Marsella camino
de Nueva York.
Invasión nazi de Dinamarca, Noruega, Bélgica, Países Bajos,
Luxemburgo y Rumania: Plan Barbarroja para Invadir la URSS.
Entrevista Franco-Hitller en Hendaya.
Derrota de Francia. Ocupación alemana.
Ocupación alemana.
145
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
146
EL SURREALISMO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
147
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
148
EL SURREALISMO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
149
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
150
EL SURREALISMO
HECHOS HISTÓRICOS
AÑO
PINTURA
1900 La danza de la vida por Munich.
Le Moulín de la Galette por Picasso.
151
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
PINTURA
AÑO
152
EL SURREALISMO
PINTURA
AÑO
153
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
PINTURA
AÑO
154
EL SURREALISMO
PINTURA
AÑO
155
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
PINTURA
AÑO
1944 Tres estudios de figura junto a una crucifixión, Zebra por Vasarely.
156
EL SURREALISMO
PINTURA
AÑO
157
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
PINTURA
AÑO
ARQUITECTURA
1880-1890 Convento de las Teresianas de Barcelona por Gaudí.
158
EL SURREALISMO
ARQUITECTURA
AÑO
1914 Casa Dom-Ino por le Corbusier. Pabellón de Cristal por Bruno Taut.
159
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
ARQUITECTURA
AÑO
1927 Casa Stein por Le Corbusier en Garches. Karl Marx Hoff por Ehn,
en Viena.
160
EL SURREALISMO
ARQUITECTURA
AÑO
1935 Viviendas en el parque St. Leonard’s Hill por Gropius y Maxwell Fry,
en Windsor.
161
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
ARQUITECTURA
AÑO
1948-1951 Apartamentos Lake Shore Brive en Chicago por Mies van der Rohe.
1951 Apartamentos de Lake Shore Drive por Mies van der Rohe.
162
EL SURREALISMO
ARQUITECTURA
AÑO
1958 Seagram Building por Mies van der Rohe en Nueva York.
Edificio de la Pan American Airways de Nueva York por Gropius, TAC
y Belluschi.
Guiad House por Robert Venturi.
1966 Primer proyecto para Battery Park City por Harrison y colaboradores,
en Nueva York.
1970 y sig. Tumba Brion por Scarpa, en San Vito cerca de Asolo.
1973 Terminacion del World Trade Center por Yamasaki, en Nueva York.
1978 National Gallery East Building por Ming Pei & Partners, en Washington.
163
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
ARTES INDUSTRIALES
AÑO
164
EL SURREALISMO
ARTES INDUSTRIALES
AÑO
1965 One and three chairs; Three color sentence por Joseph Kosuth.
Broche por Manuel Capdevila.
165
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
ARTES INDUSTRIALES
AÑO
166
EL SURREALISMO
ARTES INDUSTRIALES
AÑO
1978 Collar por Puig-Dória. Rayo láser sobre Florencia por Karavan.
Una raza aparte por Haacke.
De escila a Caribdis (performance) por Ulrichs. Raki por Gilbert y
George.
1978-1979 La prisión emplumada por Horn.
1978-1980 Ciclo embriológico por Abakanowicz.
1979 Instalación por Venet.
Mediodía en Alimena (acción) por Pane.
¿Giran las cosas en torno a nosostros o giramos nosotros en torno a las
cosas? por Merz.
Código restringido. Un espectáculo (performance) por Valie Export.
La boda de la talladora de diamantes por Oppenheim.
1980 Broche por Capdevila.
ESCULTURA
1902-1905 Mediterránea por Maillol.
1902-1908 La guerra de los campesinos por K. Kollwitz.
1904 Pareja joven por Maillol.
1907 Desnudo reclinado por Matisse.
La mendiga por Ernst Barlach.
1908 El beso por Brancusi.
La catedral por Rodin.
1909 Serpentina por Matisse.
Cabeza femenina por Picasso.
1909-1910 “Fernande” por Picasso.
1911 Mujer arrodillada por Lehmbruck.
1912 “Maiatra” por Bráncusi. Guitarra de chapa por Picasso.
1913 Fuente erigida para Krupp von Bohlem por Obrist.
Rueda de bicicleta (Ready-made) por Duchamp.
Mile Pogany por Brâncusi.
Formas únicas en la continuidad del espacio por Bocionni.
Botella por Tatlin.
Silueta por Archipenko.
167
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
ESCULTURA
AÑO
168
EL SURREALISMO
ESCULTURA
AÑO
169
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
ESCULTURA
AÑO
1963 The Nominal Three (to William Ockham) por Dan Flavin.
The diagonal of May, 25 (to Robert Rosenblum) por Dan Flavin.
Dailight and cool white (to sol Lewitt) por Dan Flavin.
1964 Altrnate Diagonals of March 2 (to Don Judd) por Dan Flavio.
1966 Infiltración homogénea para piano de cola por Beuys.
Abesti Gogora por Chillida.
1968 Gala Placidia por Subirachs.
1969 Sin título por Judd.
Fuente monumental de las Floralies por Stahly.
1970 Turistas por Hanson.
1970-1972 Grupo de cuatro árboles por Dubuffet.
1971 Broken Circle por Smithson.
1972 Pietá por Serrano.
1972-1975 Sight Point por Serra.
1973 Aldikatu por Chillida.
1977 Mesa pieza por Caro.
1978 Pabellón por Grahm.
De la naturaleza a la pintura por Viallat.
1979 Una muchedumbre iluminada por Mason.
Pirámide por Artschwager.
1980 Walking Cloaked FigsVI por Chadwick.
1980 Columna por Pages.
1982 Hermes por Ripps.
Arco No. 1 por Aguilar.
Puerta II por Palazuelo.
1983 Agnés Sorel por Subirachs.
1984 Edificio en capilla por Navarro.
* Fuentes: Huyge Rene y Rudel Jean, El arte y el mundo moderno Barcelona , Editorial Planeta, 1971 ;
Historia del Arte Universal del Arte, Barcelona, Editorial Planeta, 1990; Dawn Ades, Dadá y el Surrealismo,
Barcelona, Editorial Labor, 1974. Se han resaltado algunos datos correspondientes a nuestro tema con
el único fin de facilitar su ubicación.
170
ANEXO 2
IMÁGENES
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Mujer en disposición
de tomar té
Gustavo Sanabria
110 x 16 x 15 cm.
Ensamblaje
1996
De la conspiración
(detalle)
Gustavo Sanabria
220 x 44 x 30 cm.
cada objeto
Ensamblaje
1999
172
EL SURREALISMO
El beso
Gustavo Sanabria
220 x 44 x 30 cm.
cada objeto
Ensamblaje
1999
Maternidad
Gustavo Sanabria
220 x 44 x 30 cm.
Ensamblaje
1999
173
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
174
EL SURREALISMO
Cuatro frío
(detalle)
Gustavo Sanabria
120 x 38 x 23 cm.
Barro quemado
2004
S-e-m-i-ll-a
Gustavo Sanabria
26 x 34 cm.
Técnica mixta
1999
175
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Estacionario
de uno a diez
(detalle)
Gustavo Sanabria
100 x 75 x 65 cm.
Barro quemado
y metal
2002
176
EL SURREALISMO
La sensación en el bus 1
Cesar Ocampo Villamizar
70 x 100 cm.
Tierras sobre papel
1986
La sensación en el bus 2
Cesar Ocampo Villamizar
70 x 100 cm.
Tierras sobre papel
1986
177
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Si pudiera salirme
Pedro Pablo Gómez
130 x 56 cm.
Óleo sobre tela
1993
Sin estilo 1
Pedro Pablo Gómez
84 x 95 cm.
Óleo sobre tela
2004
178
EL SURREALISMO
Tercer acto
Pedro Pablo
Gómez
140 x 62 cm.
Óleo sobre tela
1993
179
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Sin estilo 2
Pedro Pablo Gómez y
César Cañón
84 x 95 cm.
Óleo sobre tela
2004
Sin estilo 3
Pedro Pablo Gómez
y Julián Hernández
84 x 95 cm.
Óleo sobre tela
2004
180
EL SURREALISMO
BIBLIOGRAFÍA
Sin embargo, los Manifiestos del surrealismo, aunque incluyen las ideas básicas,
que Breton no abandonará nunca, no son suficientes para seguir tanto la aventura
vivida como la manera de pensar que constituyen el surrealismo. Los detalles del
desarrollo de la aventura surrealista se encuentran desarrollados y retomados en
los demás textos de la bibliografía principal.
Los anteriores textos, junto con La filosofía del surrealismo de F. Alquié –que a
pesar de estar centrada en el pensamiento de Breton, alude a otros surrealistas,
entre ellos Éluard, Aragon, Dalí, Masson etc.–, la Historia del surrealismo de Mauríce
181
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
182
EL SURREALISMO
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Breton, André, Antología del humor negro, Barcelona, Ed. Anagrama, 1966.
–––, Arcane 17 seguido de Ajours y Luz Negra, Madrid, Ed. Al-Borak, 1972.
–––, Manifiestos del surrealismo, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1965.
183
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
184
EL SURREALISMO
BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA
Cirlot, Juan Eduardo, El mundo del objeto a la luz del surrealismo, Barcelona,
Editorial Anthropos, 1986.
185
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Sin embargo, Hegel señala otra vía para asumir los problemas de la estética: a
partir de la existencia de las obras de arte que constituyen el material de traba-
jo de la estética, en las que se revela la historicidad del espíritu y su encarna-
ción en obras. Así, por vía inductiva, Hegel se muestra partidario del arte y
acepta una representación primera: que hay obras de arte, y que el arte es,
entre otras, una de las formas en que el espíritu se manifiesta. Por este camino,
sin la demostración previa y necesaria del punto de partida desde el que se
accede al concepto del arte, se justifica una ciencia del arte, una estética. En
ella se muestra que la filosofía como totalidad encuentra su comienzo en todas
partes, razón por la cual todo comienzo es también un resultado y una mani-
festación del espíritu, de tal modo que en el arte también se encuentra el pen-
samiento a sí mismo.
En la altura en que Hegel ha dejado la poesía, antes que sea relevada por la
religión y la filosofía, es en donde Breton la recoge para hacer de ella una
forma del pensar que no se resigna a ser superada, sino que en virtud de las
condiciones de nuestra época, subsume lo que de auténtico hay en la reli-
186
EL SURREALISMO
Además, no hay que olvidar que el surrealismo fue uno de los encargados
de que la filosofía hegeliana fuera conocida en Francia. Breton nunca rene-
gó de Hegel ni de su dialéctica como el medio para acceder a cualquier tipo
de verdad. Es por ello que no se puede dejar de lado a Hegel cuando de
entender al surrealismo se trata.
Del mismo modo en que Breton acude a Hegel para sustentar sus posicio-
nes, para entender el pensamiento que hay en el surrealismo, Hegel nos es
muy útil.
––, El sistema de las artes, Buenos Aires, Ediciones Siglo Veinte, 1985.
En este texto, entre otras cosas, Innerarity presenta las continuas tensiones
entre Hegel y los románticos en torno a la modernidad como problema y, en
ella, la centralidad de la discusión acerca de la libertad. Esta época se mueve
187
PEDRO PABLO GÓMEZ MORENO
Me parece interesante señalar que algo parecido a lo que sucede entre Hegel
y los románticos, es lo que ocurre entre el surrealismo y el marxismo, en tanto
el primero se niega a sacrificar la individualidad al “sistema” del partido (PCF)
y reivindica la individualidad y las búsquedas del espíritu.
Este texto, que trata ante todo la experiencia del surrealismo con la pintura,
hace un detallado análisis del texto de Breton del mismo nombre El surrealis-
mo y la pintura. A mi entender, ella tiene en cuenta los principales aspectos
188
EL SURREALISMO
Este texto nos ha servido, ante todo, para señalar la crisis del modelo exterior
y el concepto caduco de imitación.
De Michelli, Mario, Las vanguardias artísticas del siglo XX, Edit. Alianza Forma,
1979.
189
Este Libro se termino de imprimir
el mes de agosto de 2004 en
Editorial Nomos
Bogotá, Colombia