DRÁCULA RETORNA DE LA MANO DE SU CREADOR
Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912, su certificado de defunción señalaba como causa de fallecimiento una “ataxia motora de 6 meses”, añadiendo “agotamiento y contracción renal”. Probablemente, estos tecnicismos ocultaban una sífilis terminal, tal y como sugirió por primera vez su sobrino nieto y biógrafo Daniel Farson en su libro de 1976 The man who wrote Dracula. Este trastorno explicaría el lento devenir hacia la demencia al final de su vida; su estupenda aunque incomprendida novela La madriguera del gusano blanco, publicada un año antes de fallecer, ofrece algunos indicios de ello en su tono desaforado y delirante.
El autor irlandés vivió sometido al personaje que le dio la inmortalidad. Desde la publicación de Drácula, en 1897, no pudo reproducir el éxito que le procuró, a pesar de intentarlo varias veces con las obras románticas Miss Betty, El hombre o Lady Athlyne; y con las de horror La joya de las siete estrellas, La dama del sudario o la ya citada La guarida del fue su cumbre artística, pero no le llegó a hacer rico; su rotundo éxito de ventas no le sirvió para abandonar su trabajo como asistente del actor Henry Irving ni para renunciar a sus colaboraciones con la prensa, algunas tan singulares como una entrevista a un personaje tan huidizo y poco proclive a concederlas como fue Sir Winston Churchill.
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