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Para Mi...Por Siempre
Para Mi...Por Siempre
Para Mi...Por Siempre
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Para Mi...Por Siempre

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About this ebook

(Adultos jóvenes maduros)
La vida de Sarah, una chica de diecisiete años, se pone de cabeza cuando su madre soltera va a dar a la cárcel. Ella tiene que mudarse, dejar atrás todo lo que hasta ahora ha sido su vida, incluyendo la mejor amistad que ha tenido, Sydney. Sintiéndose perdida y amargada en su nueva escuela, la única meta de Sarah es la de ahorrar dinero y regresar a casa. Entonces conoce a Ángel Moreno.
Enigmático pero espléndido, Ángel es casi demasiado bueno para ser verdad. Excepto por una cosa, su creencia arcaica de que los chicos y las chicas no pueden ser “solo amigos”. ¿El problema? Sydney, la amistad más grande de Sarah, no es una chica.
Con un romance inesperado, intensificándose a lugares nunca antes experimentados, ¿por cuánto tiempo podrá mantener Sarah a Ángel en la ignorancia sobre el chico que la está esperando de regreso en casa?

LanguageEspañol
Release dateDec 14, 2013
ISBN9781310375682
Para Mi...Por Siempre
Author

Elizabeth Reyes

Elizabeth Reyes is the USA Today bestselling author of the Moreno Brothers, 5th Street, and Fate romance series. She lives in Southern California.

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Para Mi...Por Siempre - Elizabeth Reyes

Sarah quedó paralizada. Esto no podía estar pasando. Tomó el teléfono, sus nudillos se comenzaron a poner blancos. El nudo en su garganta era insoportable.

¿Aún estás ahí, Sarah?

Casi en un susurro inaudible Sarah contestó, Sí... sí.

Cariño, sé que esto es difícil, pero tampoco es el fin del mundo. Ya hemos hablado de esto y sabías que había una posibilidad. Lo intenté Sarah, realmente lo hice, pero no hay nada más por hacer. Hemos agotado todas las opciones, y cualquier otra opción sería demasiado riesgosa. Esto es lo mejor.

Pero, mi último año de preparatoria... Sarah sentía crecer su enojo y las lágrimas le quemaban en los ojos. Estaba a punto de estallar, de arremeter en contra de algo. Después escuchó a su madre de nuevo. Su voz volvió a quebrarse.

Lo sé, cariño. Lo siento tanto. Esta vez sí que lo he estropeado todo.

Su madre tomó un largo y estremecedor suspiro, y eso le rompió el corazón a Sarah. Quería estar a su lado para abrazarla y consolarla.

Está bien mamá, estaré bien.

Su madre aclaró su garganta y bajó la voz. Sonando de forma determinada le habló nuevamente, Juro que voy a compensarte por esto. Te lo prometo, ¿está bien?

Está bien.

Ya le llamé a la tía Norma. Ella y el tío Alfredo estarán acá el fin de semana. Nos van a ayudar a empacar, de modo que tú y yo podamos pasar un rato juntas. Después, tendré que presentarme el lunes en la corte.

Con la voz entrecortada, Sarah dijo, ¿El lunes?

Sí nena, el lunes.

Sarah cubrió la mitad de su rostro con su mano libre y se sacudió la cabeza. No quería que su madre se sintiera aún peor, de modo que ahogó un sollozo.

Está bien mamá, suspiró.

Estaré por aquí un rato, querida, de modo que no me esperes despierta. Mañana hablaremos más sobre esto.

Sarah colgó y volteó a ver a Sydney, su mejor amigo, que todo el tiempo había estado sentado en la cama junto a ella. Sydney la miró ansiosamente.

Ella se declarará culpable y pasará al menos tres años presa. Deberé irme a vivir con la tía Norma en California. Sydney se hizo el fuerte, y Sarah se dejó caer llorando en sus brazos.

Capítulo 1

UN MES DESPUÉS

Preparatoria La Jolla, California

Aunque estaba parada en medio de un pasillo repleto de estudiantes ruidosos que corrían de un lado a otro, Sarah se sentía tremendamente sola. Un mes no había sido suficiente para prepararla para su nueva escuela, nuevos amigos – y una vida nueva.

Oh Dios, cómo extrañaba a Sydney. Esto no se parecía en nada a lo que ella había imaginado que sería su último año en la preparatoria. Tenía tantos planes en su escuela anterior y ahora se encontraba completamente perdida.

Apretando su mochila entre sus brazos comenzó a caminar sin un rumbo fijo. Quería quitarse de en medio de ese embotellamiento humano. ¿Dónde diablos estaba Valeria, su prima? Ella le había dicho que el pasillo hacia la entrada principal se encontraba justo afuera de la oficina del consejero, ¿o no había sido así?

Su tía las había llevado a las dos juntas, pero Sarah tenía que ir a la oficina del consejero. Por haberse inscrito tarde, su horario no había llegado por correo como el de Valeria. En cuanto llegaron a la escuela Valeria comenzó a socializar con todo el mundo, prometiéndole que estaría justo ahí cuando ella saliera de la oficina.

Sonó la campana y Sarah trató de no entrar en pánico. Le dio un vistazo a su horario pero no tenía ni idea de dónde tomar su primera clase. Comenzó a caminar hacia atrás hasta quedar de espaldas a la pared. ¿Sería que Valeria la había abandonado? No, no lo haría. Se quedó viendo la cara de las personas a su alrededor y se preguntó si debería preguntarle a alguien cómo llegar a su primera clase.

Un chillido llamó su atención y volteó hacia la entrada principal para ver que una de las chicas tenía sus brazos alrededor del cuello de uno de los chicos que acababa de entrar. Sarah giró los ojos. Siempre había odiado a este tipo de chicas. El muchacho obviamente era un deportista ya que traía puesta una de esas chamarras con iniciales de algún equipo, al igual que las que llevaban sus otros dos amigos.

Viendo que estaba por su cuenta, comenzó a caminar de regreso a la oficina y frunció el ceño al ver que justo afuera de la oficina estaba un mapa de la escuela. Había algunos cuantos chicos parados frente a él, revisando sus horarios y viendo el mapa. Aparentemente ella no era la única nueva en la escuela – aunque eso no fue un gran consuelo. Sarah volteó buscando a Valeria sintiéndose más que molesta con ella.

De repente, detrás de ella estalló una risa masculina y volteó para ver que se trataba de los mismos muchachos que había visto hacía un rato, pero ahora con más chicos alrededor de ellos. El más alto, al que había saludado la chica chillona, estaba riendo cuando sus miradas se cruzaron. La sonrisa en su cara pareció borrarse poco a poco. Ella se quedó congelada y con los labios apenas abiertos. Por un momento, ella pensó que él diría algo cuando de repente escuchó a Valeria.

¡Aquí estás!

Sarah salió de su aturdimiento y vio como Valeria, que ya le había quitado su horario, sonrió con malicia. ¡Tenemos dos clases juntas!

¿Las tenemos? Las mejillas de Sarah aún se sentían calientes, pero caminó rápidamente al lado de Valeria, increíblemente agradecida por su esa coincidencia.

Valeria hablaba de las clases hasta que estuvieron lo suficientemente lejos y a la vuelta de la esquina del edificio. ¡Por Dios Sarah! ¿Te fijaste quién era quien te estaba mirando?

Sorprendida sin saber realmente por qué, Sarah fingió no haber entendido, ¿Quién?

Valeria jadeó, ¡Ese era Ángel Moreno! ¿No te acuerdas? Ya te había platicado de él y de sus hermanos.

No, dijo Sarah mintiendo. Claro que recordaba, por eso era que no podía casi ni respirar cuando lo reconoció.

Sonó la campana.

¡Demonios!, dijo Valeria al ver su reloj. Vamos a llegar tarde en nuestro primer día. Tomó el brazo de Sarah y salieron corriendo hacia su primera clase.

DOS SEMANAS MÁS TARDE

Ángel corrió dando enormes zancadas alrededor del edificio de ciencias. Su estómago se tensó justo al sonar la campana. Nuevamente iba a llegar tarde a la práctica y sabía que su entrenador estaría molesto. Era la segunda vez esta semana, pero tuvo que quedarse después de clase para tomar la tarea para créditos adicionales. Nuevamente estaba reprobando Español II. ¡Español! Sus padres eran dueños de un restaurante mexicano, ¡por Dios! La única razón por la que había tomado esta clase era porque necesitaba dos años de un lenguaje extranjero para poder tener la oportunidad de ir a una universidad por cuatro años. Y ahora, esto le estaba costando tiempo en el campo.

Aparentemente, el solo era bueno para las maldiciones y su maestra llamaba Espanglish al español que él hablaba. Era un laberinto sin salida, si no se quedaba tarde para obtener créditos adicionales, tampoco podría subir las terribles calificaciones que estaba obteniendo en los exámenes. Y si no las subía no podría tener el promedio necesario para poder jugar en el equipo. Además si no subía sus calificaciones tendría que quedarse a tutoría después de clases. El solo pensarlo lo hizo gruñir.

Llegó al cuarto donde se pesaban cuando ya habían comenzado el calentamiento. El entrenador apenas lo miró y señalo hacia las gradas a rayo del sol allá afuera.

Veinte, le dijo. Y hazlas rapidito.

El correr en las gradas era lo peor. Mientras comenzaba a correr hacia las gradas escuchó a Dana que le llamaba desde el área de la pista en donde entrenaban las porristas.

Ángel, ¿otra vez las gradas?

El movió la cabeza apenas mirándola. Algunas de las chicas se rieron y se le unieron. Sus hoyuelos aparecieron como era usual, aunque su sonrisa era cualquier cosa menos una sonrisa sincera. Los chiflidos ya no lo incomodaban desde hace tiempo, especialmente si provenían de este grupo de chicas.

A los diecisiete, Ángel era un impresionante chico de 6 pies con dos pulgadas (1.86 metros). Estaba siguiendo de cerca los pasos de sus hermanos. Aunque fue agradable ser admirado de forma inmediata en cuanto comenzó la preparatoria, había ocasiones en que resentía el hecho de vivir de la fama creada por sus hermanos. Se les parecía mucho físicamente y era igual de popular, pero en calificaciones no se parecía en nada.

Frunció el ceño solo de pensar que sus dos hermanos tenían beca deportiva en la universidad, y mientras él se encontraba luchando por poder jugar fútbol americano en la preparatoria. Era vergonzoso, pero no se iba a rendir. Tal como lo decían su padre y Sal, su hermano mayor, El fracaso no es opción.

Perdido en sus pensamientos y aún molesto consigo mismo, Ángel corría despacio y pensativo por las gradas por cuarta o quinta vez, ya había perdido la cuenta. El sudor comenzó a bajar por su rostro y comenzó a luchar por mantener estable su respiración. Usualmente podía mantener el mismo ritmo, pero no hoy. Alguien pasó corriendo demasiado cerca. Asustado, por poco pierde el equilibrio. Estuvo a punto de soltarle una bola de maldiciones al chico cuando escuchó una voz pedirle perdón... y se dio cuenta que se trataba de una chica.

Disculpa, ¿te golpeé?

No, estoy bien. Ángel se agachó poniendo las manos en las rodillas, tratando de respirar.

¿En verdad te encuentras bien?

Todavía respiraba agitado, cuando la miró por primera vez. El sol estaba justo detrás de ella. Ángel vio de reojo una silueta menuda. Al moverse, ella tapó un poco el sol. Lo primero que notó fue la mirada de ella. Sus ojos eran increíblemente verde claro. Un contraste sorprendente con sus rasgos trigueños. Ella se le quedó mirando, parada ahí mismo y respirando con dificultad.

Su cabello estaba agarrado en una cola de caballo excepto por algunos mechones empapados del sudor que le escurría por las sienes y la frente. Ángel se sorprendió por no poderla reconocer de ningún lado. Pensó que conocía a todo mundo en la escuela. Sin embargo había algo familiar en ella, pero no podía decir qué.

Estoy bien, contestó.

Qué bueno. Ella comenzó a desenredar el cable de sus audífonos. Al parecer se los quitó de los oídos cuando regresó a ver si él estaba bien. Ella no le sonrió ni le pregunto más, realmente quería continuar su camino. El vio cómo se ajustaba el auricular en la oreja y continuaba su carrera.

Con el corazón desbocado y las manos sudorosas, para sorpresa suya, le preguntó, ¿Así que te gusta correr?

Estúpido, estúpido, estúpido.

Ella volteó y se le quedó viendo sin contestar. Deseaba que ella no le hubiera escuchado.

Me llamo Ángel, ¿y tú?

Sarah.

Todo lo que pudo hacer fue sonreír mientras el nombre de ella se desvaneció.

Bueno, te deseo que corras bien, le dijo mientras se alejó corriendo.

La estuvo mirando mientras ella corría por las gradas. A la distancia ella se veía demasiado menuda y sin curvas. En ese momento lo recordó – era la chica perdida del primer día de clases. Ahí es donde había visto esos ojos. Fue entonces fue que se había fijado en ellos. Recordó haberse sentido impresionado, pero no la había vuelto a ver y casi se había olvidado de ello. Casi.

Comenzó de nuevo con su carrera y su mente regresó a sus calificaciones. ¿Necesitaría de tutoría? Sacudió la cabeza molesto mientras recuperaba el paso.

***

Sarah estaba corriendo, concentrada. Tenía la sensación que él seguía mirándola y hubiera querido morir si de repente se resbalaba o caía. Las mariposas en su estómago estaban totalmente fuera de control ¿Cómo había sido posible que casi lo tirara? De todas las posibles personas, tenía que ser él. Debió haberle dicho algo más, pero se había quedado sin palabras, pensaba en cómo él descubrió que ella se le había quedado mirando como una idiota. Desde entonces, ella había evitado encontrarse frente a frente con él. Cada vez que llegaba a verlo, de inmediato comenzaba a correr en la dirección contraria.

Las piernas casi se le doblaron cuando se dio cuenta de con quién chocado. Maldito sea él y su sonrisa. Estaba tan segura de que probablemente él no la recordaría, que no quiso arriesgarse a hacer el ridículo.

Sarah sabía todo acerca de los hermanos Moreno. Valeria había vivido aquí toda la vida y había ido a la escuela siempre con ellos. Y ya que Valeria estaba platónicamente enamorada de Alex, hermano mayor de Ángel, todo el tiempo se la pasaba contándole todo sobre ellos.

Sarah recordó la primera vez que vio a Ángel hacía dos veranos. Ella y su mamá vinieron a visitar a la tía Norma, hermana de su mamá y madrastra de Valeria. Valeria la había llevado a una fiesta en la playa.

Fue una fiesta de todo el día, pero Valeria estaba consciente de su cuerpo y decidió llegar más tarde, ya que habían terminado de nadar. Llegaron cuando todos estaban alrededor de la fogata escuchando música. Sarah nunca había comprendido todo lo que Valeria le había contado acerca de Ángel y sus hermanos. Ella los hizo ver como su fueran estrellas de cine – terriblemente guapos. Valeria le dio un golpe cuando él y sus amigos llegaron. Ahí está. Ese es el hermano menor de Alex.

Sarah volteó a verlo en toda su gloria. Era todo menos chaparro, inclusive desde esa época. Él y sus amigos parecían moverse en cámara lenta hacia el grupo de chicas. Ellas los esperaban con unas ansiosas y enormes sonrisas. El traía puesto unos shorts de mezclilla y una camiseta que dejaba al aire sus músculos. Sarah nunca había visto una sonrisa tan atractiva como esta. Sus hoyuelos eran increíbles. Ella vio como una de las chicas prácticamente le saltó a los brazos, abrazándolo y luego volteó casualmente para asegurarse de que todo mundo estaba mirándolos.

¿Es su novia?, le preguntó a Valeria.

Valeria resopló de inmediato, Eso quisiera. Es Dana, de la cual te conté. Siempre se le está arrojando y quiere convencer a todo el que quiera escucharla, que los dos son como uno solo. Todo el mundo sabe que él nunca ha tenido novia. ¿Para qué quiere una novia cuando puede tener a todas las chicas que desee – en el momento que desee?

Sarah recordó habérsele quedado viendo y comenzar a fantasear ese día. Era todo lo que podía hacer. Las chicas con las que el andaba se veían tan experimentadas y frescas alrededor de él, como sus amigos. Se reían, algunas veces exageradamente, pero al menos podían estar platicando cerca de él. Casi no pudo respirar el primer día de clases cuando él la volteó a ver. Y ahora casi lo hizo caer. Si él la recordaba como la chica tonta del primer día, ahora guardaría un recuerdo aún más absurdo sobre ella. No tenía la más mínima esperanza.

De cualquier forma eso no importaba. En su agenda no había lugar para los nuevos amigos. No pensaba quedarse tanto tiempo para ello.

Agarró velocidad y trató de quitárselo de la mente. Recordó el cumpleaños de Sydney. Era este fin de semana y necesitaba cerciorarse de que finalmente le había podido enviar por correo electrónico su regalo. Hizo una presentación de fotografías con las fotos de los buenos tiempos, junto con todas las canciones que tenían un significado especial para ellos dos. Ella sabía que Sydney apreciaría mucho más este regalo que cualquier otra cosa comprada.

Si no hubiera sido por Sydney, no tenía idea de cómo hubiera podido haber sobrevivido el año pasado y ahora ella quería mostrarle su agradecimiento. Sydney significaba el mundo para ella. A lo largo de los años habían pasado por muchas cosas, especialmente el año pasado, cuando comenzó la pesadilla de su madre.

Cuando Sarah tuvo que mudarse con su tía, ella y Sydney hicieron un pacto para mantenerse siempre en contacto. Hasta el momento, habían intercambiado mensajes por correo y desde que los padres de Sydney le ofrecieron darle un teléfono con minutos ilimitados, podían hablarse a diario. Sin importar la distancia, Sarah estaba resuelta a mantener a Sydney y a su familia por siempre en su vida.

La tía Norma no tenía ni idea acerca de los planes de Sarah. En enero cumpliría dieciocho años y una vez que los tuviera, nadie, ni siquiera su mamá podrían detenerla de regresar a Arizona. Ella tendría ahorrado el suficiente dinero para pagarles a los padres de Sydney para que le permitieran quedarse con ellos. Ya tenía varias citas acordadas para cuidar niños. Entre eso y la escuela, no había espacio para ninguna vida social.

Sarah apenas podía esperar. El solo pensarlo la hacía sonreír. El semestre siguiente estaría corriendo en el equipo de pista de su escuela Flagstaff High, a donde ella pertenecía, y su vida regresaría a la normalidad.

Alzó la vista del piso mientras que bajaba de las gradas cuando vio a Jesse Strickland esperándola allá abajo, con los brazos cruzados y sonriendo de oreja a oreja. Dios mío, ¿y ahora qué? Luchó contra sí misma para no poner cara de fastidio. Cuando acabó de bajar, Jesse se paró frente a ella bloqueándole el paso deliberadamente. Quiso quitarle uno de sus audífonos pero le detuvo la mano y ella misma se los quitó.

¿Sabes qué día es hoy?, le dijo sonriendo en forma burlona.

No.

Él se le quedó mirando sin poderlo creer. ¿Qué Valeria no te dijo?

Sarah negó con la cabeza, sin mostrar el menor interés. Estaba acalorándose y comenzaba a sudar. Sabía que en unos momentos más estaría empapada si no comenzaba a correr de nuevo.

¿Es que esto va a durar todo el día?, le dijo Sarah. Estoy a la mitad de mi carrera.

Es mi cumpleaños. Abrió los brazos. Estoy aquí para recolectar.

Los ojos de Sarah se entrecerraron y se hizo hacia atrás. ¿Recolectar qué?

Se le acercó más creciendo su pecho. Bueno, dado que estamos aquí en la escuela, me conformaré con un abrazo por ahora. Se le recargó y con sus brazos comenzó a rodear su pequeña cintura.

Sarah forcejeó tratando de quitárselo de encima. ¡No te debo nada!

Obviamente sorprendido, levantó una ceja y comenzó a acercarse nuevamente y forzar un abrazo. Oye Sarah, hemos hecho mucho más que esto, ¿qué te cuesta solo un abrazo?

Eso fue un error y ya hace mucho tiempo, ¡así que supéralo! Ella lucho por quitarse las manos que le tomaban desde atrás de su cintura. Sintió su peso sobre de ella, pesado al principio, cuando la empujó en contra de la barda. De pronto, como si nada, ese peso desapareció. Le tomó unos segundos entender qué era lo que había pasado. Se dio cuenta que alguien se lo había quitado de encima y vio a Jesse en el piso a un lado de las gradas.

Sus piernas le fallaron. Con una mano se detuvo en la barda para no caer, y la otra la tenía en su pecho sintiendo como latía su corazón. Ahí estaba Ángel.

Capítulo 2

¿Tienes algún problema imbécil?, le preguntó Ángel, con su cara a unas cuantas pulgadas (centímetros) de la de Jesse y con el antebrazo sobre su cuello.

Jesse tenía la cara enrojecida mientas luchaba por poder hablar, yo... yo solo estaba jugando co... con ella.

Sin soltar a Jesse, Ángel volteó a ver a Sarah. Ahí estaba ella con los ojos bien abiertos y con su mano sobre el pecho. ¿Estás bien?

Sarah asintió con la cabeza. Ajá.

Ángel volteo a ver la cara de Jesse que ahora mostraba un tono rojo escarlata oscuro. Lo volvió a aventar sobre las gradas, golpeando su cabeza en contra del lateral de madera.

¡Apréndete unos modales de mierda!, le dijo.

Ya libre, Jesse cayó sobre una rodilla tosiendo y tratando de respirar. De nuevo, Ángel volteó hacia Sarah y camino hacia ella. Aún tenía su mano sobre el pecho y sus ojos seguían sobre Jesse quien ahora ya de pie, seguía tosiendo. Finalmente miro a Ángel con esos ojos que comenzaban a atormentarlo. Estaba decidido a no quedarse callado de nuevo. ¿Estás segura de que estás bien? Luchó por no quitarle un cabello que tenía sobre su cara. Ella le sonrió por primera vez.

Sí, gracias, le contestó ella. No tenías que hacer eso. Solo estaba haciéndose el chistoso. Pude haberlo manejado. Se paró erguida y puso su mano sobre la cintura.

Sí, seguramente que pudiste haberlo hecho. Lo que pasa es que pierdo la paciencia con los idiotas.

Algunas personas se había dado cuenta de la riña y se pasaban despacio por ahí, pero no lo suficiente como para llamar la atención de los maestros.

De nuevo volteó para ver como Jesse se retiraba avergonzado, tosiendo y frotándose el cuello.

Estará bien.

Sarah se encogió de hombros, y comenzaron a caminar lentamente hacia el gimnasio.

Caminando tan cerca, lado a lado, Ángel estaba distraído cuando sus manos se tocaron por un segundo. Volvió a centrarse en su reacción al ver a Jesse empujarse sobre ella. Era usual en él que tratara de ayudar, pero la verdad se le había pasado la mano. Solo debió haberlo empujado. En lugar de eso, en verdad quiso lastimar a Jesse.

Se le quedó viendo, entrecerrando los ojos. ¿Es amigo tuyo?

Sarah volteó hacia él pero de inmediato volvió a voltearse. No lo llamaría precisamente así.

Ángel apretó la quijada y volteó hacia adelante. ¿Qué significa eso?

Ella puso su atención en las porristas que ahora comenzaban a verlos, especialmente Dana. Ángel era ajeno a ellas, por el momento tenía sus ojos puestos en Sarah.

Finalmente ella lo miró. Salimos una vez hace mucho tiempo.

¿Salieron? ¿Salías con él?

No exactamente.

Ella no pudo mirarlo directamente a los ojos, y la frustración se estaba volviendo muy fuerte. Jesse era uno de los peores imbéciles que conocía. No podía imaginársela involucrada con él de ninguna forma.

Llegaron al gimnasio antes de que él pudiera insistir más, y ella lo miró fijamente. Ella puso su mano sobre su brazo y la piel se le puso de gallina.

Gracias por lo que hiciste allá.

Ángel no podía dejar de mirarla fijamente a los ojos.

Te veré por aquí. Quitó su mano de su brazo y comenzó a alejarse.

¿Qué? ¿Eso es todo? De ninguna manera él iba a permitirle que se fuera tan rápido. La tomó de la mano mientras ella se volteaba. Era una mano pequeña y suave, dentro de su mano musculosa. Su corazón comenzó a latir a mil por hora.

Ella volteó a verlo. El trató de concentrarse en otra cosa que no fueran sus ojos, pero fue imposible.

¿Irás al juego este viernes?

Ella lo miro fijamente por un momento y se aclaró la garganta. No puedo, estaré trabajando.

Algunos muchachos salieron de la esquina y se dirigieron hacia ellos. Ella jaló su mano, sin embargo él la sostuvo con fuerza. Miró a los chicos y de nuevo la volvió a mirar.

¿Trabajar? ¿Y hasta qué hora?

Todavía no estoy segura, voy a cuidar niños, así que depende de la hora en que sus padres regresen a la casa.

Jaló nuevamente su mano, pero esta vez un poco más fuerte para permitir que Ángel la soltara, y comenzó a caminar alejándose.

Ángel frunció el ceño. Bueno, hay una fiesta después. ¿Crees que puedas ir si regresan temprano?

Ella se encontraba a la entrada de los vestidores cuando volteó hacia él.

Tal vez. Se despidió con la mano y desapareció tras la puerta.

Ángel se quedó parado, mirando la puerta del vestidor. Esto era ridículo. ¿Por qué de repente se encontraba tan mal? Entonces fue que cayó en cuenta. Realmente nunca le había pedido a una chica que saliera con él. Esta ironía le hizo reírse entre dientes. En las fiestas siempre estaba con alguien, bailaba y luego terminaba quedándose con ella en cualquier lado. Inclusive con las chicas con las que había estado, nunca había tenido la intención de invitarlas a salir. Ahora que lo estaba intentando, realmente apestaba.

***

Sarah se sentó en su cama mirando el teléfono. Ya tenía un par de horas en la casa y aún no le había contado nada a nadie sobre lo sucedido hoy. Casi no podía esperar para hablar con Sydney. Ya le había dejado dos mensajes y aún no le regresaba la llamada. Miró el reloj. Esperaba que Sydney la llamara antes de las siete. Esa era la hora en que su mamá le llamaba los miércoles y sólo podían hablar por miserables quince minutos. Sarah dio un brinco cuando sonó el teléfono. Lo agarró y lo abrió.

¡Eh!

¿Lynni? Sydney siempre la llamaba por su segundo nombre – decía que realmente ella no se parecía a una Sarah.

Sí, soy yo.

Suenas diferente, le dijo.

No, solo feliz de escucharte. Casi estaba mareada. Escúchame, muero de ganas de hablar contigo. Nunca adivinarás que pasó hoy.

¿En verdad? ¡Dímelo!

El buen Sydney, sonaba tan emocionado como ella.

Sarah se acomodó en su cama. Bueno, ¿te acuerdas que te comenté sobre Ángel?

¿Quieres decir, el Ángel?

Muy entusiasmada Sarah le contó cómo estuvo su día. Cuando se refirió a la fiesta, Sydney le preguntó, ¿Vas a ir?

No, no puedo, estaré trabajando.

¿No inventes Lynni? Esta es tu oportunidad de divertirte. ¡No puedes perderla!

Ya me había comprometido, le dijo. Y los Salcido realmente me pagan bien. Además no conozco a nadie excepto a Valeria.

Y a Ángel, le recordó Sydney.

Sarah sonrió. Ay Dios, como deseaba que Syd estuviera aquí. Si él fuera con ella, todo sería perfecto. No entiendes. He visto a las chicas con las que sale. Son tan sofisticadas, populares y lucen tan bien.

Se levantó con el teléfono en la oreja y camino hasta donde estaba el espejo. Puso su mano en la cintura y sonrío ampliamente, moviendo las pestañas como lo hacía las chicas que había visto alrededor de Ángel y de inmediato se sintió estúpida. De alguna manera, su busto había aumentado haciéndola sentir más sensual, pero no se sentía bien actuando como las otras chicas. Le dio un vistazo a su vestuario nada atractivo y se estremeció. De ninguna manera Ángel se interesará en esto.

¿A quién le importa? Déjame decirte algo Lynni. Me sorprende que tú misma te hagas menos. Te garantizo que este tipo moriría por tener una oportunidad contigo. Así que es el Sr. Popular, el Sr. Atleta del año, ¿a quién diablos le importa? ¿Últimamente te has mirado en el espejo?

¡Sí!, precisamente estoy haciendo eso ahorita. Quisiera que estuvieras aquí para que vieras la clase de chicas con que sale. Así sabrías de lo que estoy hablando.

No tengo que verlas. Te he visto a ti.

Sarah suspiró y se dejó caer en la cama. De todos modos no importa, no me voy a quedar aquí por mucho tiempo, ¿lo recuerdas?

Otra vez estás haciendo lo mismo. Sarah podía oír el fastidio en la voz de Sydney.

¿Haciendo qué? Pero ella sabía exactamente a lo que Sydney se refería.

Antes de irse de Arizona, los papás de Sydney se ofrecieron para quedarse con

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