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Lluvia De Zombis 3: El Final... - Zombie Fallout 3 En Español
Lluvia De Zombis 3: El Final... - Zombie Fallout 3 En Español
Lluvia De Zombis 3: El Final... - Zombie Fallout 3 En Español
Ebook426 pages7 hours

Lluvia De Zombis 3: El Final... - Zombie Fallout 3 En Español

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About this ebook

A medida que el mundo va cayendo en espiral cada vez más abajo en el abismo del apocalipsis, un hombre se esfuerza por mantener a salvo a los que le rodean. Junto a Michael con su esposa, sus hijos, sus amigos y Henry, el Bulldog maravilla, se encuentra Tommy, recepcionista de Walmart, quién es infinitamente más de lo que parece. Si Tommy está llevando a Mike y a su familia a la salvación o a la muerte está por verse...

LanguageEspañol
PublisherMark Tufo
Release dateMay 27, 2015
ISBN9781310741432
Lluvia De Zombis 3: El Final... - Zombie Fallout 3 En Español
Author

Mark Tufo

Mark Tufo was born in Boston Massachusetts. He attended UMASS Amherst where he obtained a BA and later joined the US Marine Corp. He was stationed in Parris Island SC, Twenty Nine Palms CA and Kaneohe Bay Hawaii. After his tour he went into the Human Resources field with a worldwide financial institution and has gone back to college at CTU to complete his masters. He lives in Colorado with his wife, three kids and two English bulldogs. Visit him at marktufo.com for news on his next two installments of the Indian Hill trilogy and his latest book Zombie Fallout

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    Book preview

    Lluvia De Zombis 3 - Mark Tufo

    Prólogo 1

    Europa, devastada por la guerra a principios de la década de 1500, no era un lugar seguro para pasear incluso durante el mediodía. Tomás no podía entender por qué estaba merodeando en las sombras en esta fría noche de noviembre. Encontrar a su hermana cuando ella pasaba de crueldad en crueldad había sido un esfuerzo que consumía todo su tiempo. Habían pasado cinco largos años desde que se sentaron juntos y compartieron una comida en la pequeña choza de su padre compuesta por una sola habitación. Se habían aferrado el uno al otro como sólo los hermanos podían hacerlo en un mundo tan violento.

    Tomas había llorado por semanas, cuando su padre vendió a su hermana por un poco de harina de maíz para ayudarles a superar el crudo invierno. Durante un año Tomás había sufrido bajo la severa tutela de su padre en un intento por vencer la locura en su propio hijo. Tomás finalmente se cansó y huyó. Siendo apenas un adolescente, sin oficio y sin amo, a duras penas lograba sobrevivir. Las ganancias exiguas que tenía las utilizaba para cualquier información que pudiera obtener para encontrar a su hermana.

    Muchas veces había estado muy cerca, sólo para luego comprobar que se la habían llevado a un pueblo distante. Él la seguía obstinadamente, pero siempre llegaba un tanto demasiado tarde. Pero, finalmente, había llegado su hora. Él podía verla al final del callejón. Él se estremeció no sólo por el intenso frío que se le colaba entre sus ropas harapientas, sino también por la alegría de reencontrarse con su querida hermana. La oscura figura encapuchada con la que estaba, hizo que Tomas se contuviera, pues este irradiaba olas de malicia. Tomas no se atrevió a moverse de su escondite detrás de unas cajas. Una corriente de miedo recorría su columna vertebral. El líquido que se filtraba por su pierna era probablemente lo único que le impedía congelarse donde se encontraba agachado.

    Tomas notó que el hombre vio exactamente donde se él se había escondido, pero eso era imposible, nadie podía verlo en esta oscuridad. Tomas vio como El Extraño 'besó' el cuello de su hermana. Un destello de ira brotó en él. ¡Cómo alguien podía atreverse a hacer eso sin casarse primero!

    Se puso de pie justo a tiempo para ver a su hermana desmayarse y caer al suelo. El Extraño volvió a mirar una vez a Tomas, soltó una risita cruel y luego aparentemente desapareció en una sombra oscura. Todo el miedo desapareció tras la partida del Extraño. Tomas corrió a lo largo del callejón cayendo de rodillas para tomar la cabeza de su hermana.

    Sus ojos se abrieron como platos mientras él bañaba su rostro con sus lágrimas. ¿Tomas? ¿Eres realmente tú, Tomás?

    ¡Soy yo, Lizzie, soy yo!, dijo entre lágrimas. ¡Por fin estamos juntos otra vez! ¡Cómo te he echado de menos! ¡Ahora podemos volver a estar juntos para siempre!

    Tomas, dijo Lizzie tristemente, acariciando su cara con suavidad. Es demasiado tarde para mí.

    ¿Qué estás diciendo, Lizzie? Estoy aquí, tú estás aquí, estamos juntos.

    Lloró de alegría, pero se percibía algo malo - lo sentía. Tomas había tenido siempre un sentido muy desarrollado de la empatía. Había demostrado ser una herramienta muy valiosa mientras vivía al margen de una sociedad turbada.

    ¿Cuál es el problema, Lizzie? Estás quemando. El calor que emanaba de su cuerpo tendido estaba derritiendo la nieve a su alrededor.

    Debes irte, Tomas, dijo ella, cerrando los ojos.

    No puedo dejarte, Lizzie. Somos todo lo que tenemos, tú y yo. Tú me dijiste que siempre ibas a velar por mí. Fuiste la única que me dijo que no tenía brujas metidas en mi cabeza. Antiguamente, era común en Europa condenar a las personas afectadas mentalmente por brujerías. Te amo, Lizzie. Incluso mientras lo decía, podía decir que su hermana se le escapaba.

    Yo también te amo, Tomas. Y es por eso que debes irte.

    ¿Por qué no abres los ojos, Lizzie? Por favor, por favor, mírame.

    Lágrimas se le escaparon a través de sus párpados cerrados. Por favor, Tomas, no me mires así. No soy la hermana que conocías. Me han hecho cosas indecibles, y he hallado una forma de corregir esas injusticias, y lo haré. Me cobraré venganza.

    Así no es cómo habla mi Lizzie, dijo Tomas, secándose los ojos empapados.

    ¡VETE!, ella lo rechazó. Sus ojos parecían producir su propia luz mientras ella lo miraba amenazadoramente.

    ¡No lo haré!, le gritó, a pesar de que sus pensamientos giraban en torno a una sola palabra ESCAPA.

    Lizzie se sentó. Facciones enfrentadas luchaban dentro de ella. Las miradas que le daba fluctuaban entre el amor, la tristeza y la conciencia depredadora. Tomas se mantuvo firme incluso mientras movía la cabeza negando lo que estaba sucediendo delante de él.

    Con una increíble velocidad, Lizzie envolvió su mano alrededor del cuello de Tomas. Él se encontró suspendido a quince centímetros del suelo.

    Lizzie, por favor, le rogó.

    Lizzie lo jaló, y le clavó dos perforaciones en el cuello descubierto. Tomas gritó de dolor.

    ¡Lizzie, por favor, Te quiero!, sus lágrimas salpicaban hacia el rostro de ella que miraba hacia arriba.

    Cierto último vestigio de Lizzie emergió a la superficie. Ella sacó sus colmillos de su cuello. ¡VETE!, gritó de nuevo. No voy a ser capaz de detenerme la próxima vez. Ella parecía derrotada, con la cabeza gacha. Tomas se cayó al suelo cuando ella lo soltó.

    Él se escabulló, costándole creer el giro de los acontecimientos. Te amo, Lizzie, te seguiré hasta que encuentre una manera de arreglar lo que haya ocurrido aquí esta noche.

    Prólogo 2

    La mordida de Eliza en el cuello de su hermano Tomás tuvo profundos efectos en su fisiología. No fue suficiente para 'convertirlo' en el monstruo que ella iba a llegar a ser, pero casi detuvo el funcionamiento de su glándula pineal. Tomás envejecería, pero a un ritmo que los árboles secuoyas gigantes en el norte de California envidiarían. El vínculo que Tomás compartía con su familia - no siempre de buen grado - se intensificó.

    A través de los años Tomas en varias ocasiones buscó diversas formas de comunicarse con su hermana, pero siempre encontraba todos los caminos cerrados para él. Eliza era más fuerte que él, y no iba a permitir el contacto. Pero aun así, él era consciente de su presencia y la seguía por todo el mundo con la esperanza de que algún día volviera a sentarse con él y contarle cuentos. ¿En cuánto a su clarividencia? Quién sabe, tal vez él sí tenía 'brujas en la cabeza".

    Prólogo 3

    Juro por Dios que sería mejor estar muerto si este, mi tercer diario, aparece y yo sigo sin ser encontrado por ninguna parte. Mi primer diario se encuentra en mi oficina, en lo que queda de mi casa en Denver, Colorado. No tuve tiempo para salvar ese libro cuando los zombis irrumpieron en masa a través de la pared del dormitorio principal. Fui yo quien perdió a Bear, el Rottweiler que había salvado mi vida.

    Mi segundo diario, luego me enteraría, fue quemado con toda la ropa que llevaba cuando el imbécil de Durgan me disparó con una ballesta. Parece que sangraba como un cerdo y no querían correr el riesgo de infección por la ropa, por lo que me la quitaron y la arrojaron en un incinerador. Lo más probable es que el diario hubiera estado ilegible, recubierto en esa cantidad de sangre coagulada de todos modos. Pero tal vez yo habría sido capaz de salvar parte de él. Así que, mi querido compañero sobreviviente, si usted encuentra este diario, ¡se dará cuenta de que estoy muerto, porque esto va a estar grapado a mi frente y yo no me moveré!

    1

    CAPÍTULO UNO

    ¿Puedes ver algo?, dijo Tracy nerviosamente mientras miraba hacia la vasta área cubierta de muertos.

    Travis se paró en la parte superior del techo del camión, mirando el mismo panorama que su madre. La casa de su abuela estaba a casi ochocientos metros de distancia. Una ciudadela sitiada, miles de zombis rodeaban la casa. Su padre, PG, y Jen habían ideado un plan para atraer a su enemigo y destruir la mayor cantidad posible de ellos, con un poco de suerte entre ellos estaría su presunta líder Eliza.

    Travis se quedó inmóvil, pero la rabia y la ansiedad recorrieron su cuerpo. Su padre, Michael Talbot, no había contado con esta enorme cantidad de muertos vivientes. Iba a necesitar toda la ayuda posible para lograr alejarse de esa casa.

    Lo único que podía hacer era permanecer aquí con su abuela Carol, su madre Tracy, su hermana Nicole, su hermano (que estaba convencido era un agente del enemigo) Justin, Henry, el maravilloso bulldog, y Tommy, para quien Travis no tenía un sistema de clasificación. Tommy hacía el papel de un tontín sonriente, pero eso se estaba convirtiendo en una careta que era cada vez más difícil para él quitarse.

    ¿Puedes ver algo?, le preguntó Tracy por quinta vez.

    Puedo ver que van a necesitar ayuda, contestó Travis.

    Tracy miró a su hijo, que, a los dieciséis años, se estaba convirtiendo rápidamente y a la fuerza en un hombre. Tracy había sabido desde el momento en que Mike había hecho este plan de mierda cuáles eran sus verdaderas intenciones. Nunca había sido un buen jugador de cartas, sus emociones siempre lo delataban. Cuando él la había abrazado con fuerza y ​​la besó tiernamente mientras el resto de la familia se dirigía al refugio para tormentas en los campos del sur, ella se dio cuenta de que su plan era un viaje solo de ida.

    Tendría que haber partido hace una hora, como Mike se lo había dicho, pero ella sabía que esa basura acerca de encontrarse en el camino era sólo eso: una patraña. ¿Podía ella simplemente quedarse de brazos cruzados y no ayudar, y para colmo ver a su amado morir? Sentía que tenía que haber algo que pudiera hacer, lo vio en los ojos de Travis. El era como un pit bull que con un movimiento seco se liberaría de una correa delgada. Él correría a la palestra en cuestión de segundos si ella simplemente le daba su aprobación asintiendo con la cabeza. Su sentido del deber para con el resto de la familia era lo único que lo contenía.

    Mike, temiendo que Travis intentaría este rescate, le había dejado muy claro que si algo le ocurría a él, recaía en los hombros de Travis la responsabilidad de mantener la seguridad de la familia. Por mucho que le doliera a Travis, no se uniría la lucha.

    La casa está en llamas, dijo Travis rotundamente.

    El partido final estaba en juego. Tracy sabía que su oportunidad de escapar estaba cerrándose rápidamente. Ayúdame a subir, le dijo a Travis mientras trepaba a la plataforma del camión y luego al techo.

    Cientos de zombis habían entrado en la casa, y aun así la mayor parte de ellos permanecía fuera. Con la casa ardiendo en llamas, la oportunidad de Mike de una defensa viable, por muy débil que fuera, era nula. No había ningún sitio a donde Mike, PG, y Jen pudieran ir.

    Tracy lloró. La expresión de dolor y angustia en el rostro estoico de Travis le desgarró el corazón. Nicole estaba en el asiento trasero del camión llorando en silencio, ella no podía ver. Justin dormía el sueño de los drogados. Henry montaba guardia sobre sus sueños. Tommy había presenciado el conjunto de las abominaciones y después se fue a sentarse en la minivan. Incluso a través de las ventanas cerradas, podían oírle gemir, de rato en rato, a los cielos.

    Mamá, yo puedo ayudar. Dijo Travis con los dientes apretados.

    Casi cedió. Ella conduciría. Él dispararía. Podrían llegar allí. ¿Si no lo lograban? ¿Podría ella ver morir a su hijo? No, nos vamos, iremos al lugar que tu padre dijo que nos encontraríamos y esperaremos una hora como dijo.

    Los ojos de Travis ardieron. Ella podía ver el dolor que escondía por dentro. ¿Qué sucederá después de una hora?, preguntó, casi sin emoción.

    Vamos, dijo Tracy con amarga resignación.

    Tracy y Travis voltearon al oír que abrieron la puerta de la minivan y luego al instante la cerraron. El rostro de Tommy estaba hinchado de tanto llorar. Están fuera de la casa ahora, dijo con voz monótona.

    ¿Cómo... cómo es posible que lo sepas?, preguntó Tracy. No los puedes ver desde aquí.

    Tracy seguía mirando a Tommy. Travis sabía que no debía cuestionar sus habilidades y había clavado la vista de nuevo en la casa a lo lejos tratando de verificar la nueva información. ¡Los veo!, gritó.

    De igual modo lo hizo Tracy, ella no sabía cómo; ellos se veían con tanta claridad como si los estuviera viendo a través de un buen par de binoculares. Tres almas perdidas en un miasma de muerte. La casa ardía reflejando tanta luz que era difícil mirar en su dirección. Ella vio la inutilidad de albergar alguna esperanza. No había escapatoria. Había cruzado la línea. Se había quedado el tiempo suficiente para ser testigo de la muerte de Mike. Una gran parte de ella se iría con él.

    Mamá, deja que me vaya, dijo Travis casi suplicando.

    ¿Para qué, Travis? ¡Para que pueda verte morir, también!, le espetó.

    Travis se alejó. Su mirada cayó sobre Tommy que estaba mirando hacia el este y lejos de la casa. Travis siguió su línea de visión. Al margen de su visión le pareció ver algo. Un rastro de nieve azotada le hizo darse cuenta de que no estaba siendo testigo de una ilusión. Una pizca de esperanza emergió peligrosamente, pero él trató de alejarla, por lo que sabía esto era refuerzo de zombis, aunque no podía ver el punto. Ni siquiera serían capaces de entrar en la pelea antes de que terminara.

    El aire se abrió paso cuando el cañón del arma de fuego calibre 50 estalló. Los zombis cayeron en masa. Tracy volteó al oír el ruido. Tres vehículos se apresuraron hacia la horda masiva de zombis - dos vehículos militares, uno de transporte de tropas fortificado y el otro un vehículo multipropósito denominado Humvee con una camioneta pickup Ford blanca en el medio.

    ¿Brendon?, preguntó Tracy.

    Tommy lloró en silencio y asintió.

    Casi un metro de fuego era arrojado de las armas montadas en torretas de cada vehículo militar. Los zombis no podía morir lo suficientemente rápido ya que los cuerpos eran triturados, decapitados, separados de sus extremidades, destripados y dejados sin vida. La matanza fue en una escala tal que ninguno de ellos había visto antes... incluso en el enfrentamiento final en Little Turtle. Y, sin embargo, no sería suficiente. Los zombis no se volvieron para enfrentar esta nueva amenaza. Siguieron presionando hacia adelante en dirección al trío condenado. La violenta explosión de la ametralladora automática de Mike había sido sustituida por los disparos de un arma más doméstica de 9 mm, ella sabía que él se estaba quedando sin municiones. La esperanza estaba a punto de derrumbarse, pero se vio contenida activamente por la realidad.

    Vamos, Mike, no te me mueras ahora, gritó Tracy, apenas capaz de oírse a sí misma a través de los estallidos ensordecedores de las ráfagas de gran calibre.

    ¡Vamos, Brendon!, gritó Travis.

    Nicole salió del camión. ¿Brendon? ¿Has dicho Brendon?

    Travis señaló, pero su hermana de apenas 1.50 cms., que tendría problemas para lograr la altura necesaria para subirse a las atracciones de las tacitas en el parque de diversiones, no podía ver nada. Él extendió una mano y la levantó.

    Oh Dios mío, susurró Nicole.

    Los Hummers estaban cortando franjas a través de los zombis. La carnicería estaba más allá de la comprensión. La pequeña caravana aceleró cuando se acercaba a los náufragos varados – el trío en las malas estaba presionando a los usurpadores.

    ¿Van a lograrlo, mamá?, preguntó Nicole.

    Tracy no estaba segura de si se refería a Mike, PG, y Jen o Brendon y la Infantería de Marina o simplemente todos ellos. El alivio que Tracy sintió cuando Mike se subió a la parte trasera de la camioneta de Brendon casi la hizo desmayarse con el desahogo. Travis agarró su hombro para evitar que se cayera.

    ¡Sí!, dijo Travis con un grito de guerra.

    La caravana se alejaba de la casa destruida con su preciosa carga.

    ¡Alguien se cayó del camión!, gritó Nicole.

    La sensación de alivio se convirtió en un canto fúnebre de pavor por lo que observaban.

    ¿Qué está pasando? ¿Lo han jalado ya?, preguntó Tracy, tratando de enfocar sus ojos a través de la nube de humo y sangre.

    Nicole se alejó de la escena, torturada y retorcida por el drama que se desarrollaba ante sus ojos.

    Eso es Jen, dijo Travis con gravedad.

    ¿Qué está pasando?, exclamó Tracy.

    Travis saltó desde el techo del camión, corriendo a toda velocidad hacia la batalla.

    ¡Travis!, gritó Tracy. Ella se estremeció ante su respuesta.

    ¡Papá está herido!, dijo sin volverse o detenerse.

    ¡Nicole! Tommy! ¡Suban al camión! Fred, Esther, ¡salgan de aquí!, gritó Tracy mientras se bajó del techo del camión.

    Fred no dudó. Él tenía su propia familia que cuidar. Tracy maldijo que si ella perdía a su familia a causa de él, ella lo encontraría, y saldarían cuentas. Tracy había cubierto la mitad de la distancia hasta el tumulto en el camión antes de encontrarse con Travis.

    ¡Sube!, gritó junto a su oído.

    El no alteró su paso. ¡Voy a ayudar!

    ¡Nosotros también! ¡Sube!

    Él la miró, asegurándose de que no era un engaño. Su expresión era fría como piedra. Saltó a la plataforma del camión. Las ráfagas de las armas calibre 50 a esta distancia tan cercana hacían temblar a la Ford. Los dientes de Tracy le dolían por las percusiones. El rifle de Travis comenzó a lanzar andanadas de descargas. Los zombis quedaron atrapados en un fuego cruzado. Si ella no los hubiera odiado tanto, Tracy pensó que realmente podría sentir lástima por ellos.

    Al diablo con eso. Ella derrapó el camión en un par de zombis al borde de la agitación. Las columnas vertebrales se hicieron añicos cuando el pesado camión aplastó la cabeza de uno de los desafortunados. Ella avanzaba en forma paralela al convoy militar, que estaba luchando desesperadamente por escapar del enredo. Tracy apenas podía controlar su garganta mientras los camiones comenzaron a avanzar lentamente cada vez más cerca.

    La parte inferior de la plataforma del camión de Brendon parecía una piscina de sangre. PG acunaba a su esposo, las lágrimas que corrían por su rostro se combinaban con el flujo color carmesí que emanaba del pecho de Mike.

    ¡Oh, Dios mío!, se lamentó Tracy.

    Su camión estaba rozando las filas exteriores de zombis en un intento desesperado por estar con su marido al final. Porque eso era lo que era, nadie podía perder tanta sangre y sobrevivir.

    Tracy estaba al lado del camión de Brendon tratando desesperadamente de ver por encima de Nicole y llegar con la vista hasta la plataforma del camión.

    Nicole estaba gritando. No podía oír nada con el infernal fuego de las armas militares. Un zombi se estrelló sobre el capó del camión, Tracy instintivamente pisó el freno cuando el zombi se deslizó hacia abajo. El Hummer que iba detrás la alcanzó, el cabo le vociferaba algo. No podía oírlo, pero sus gestos eran universales y no se tiene que ser un lector de labios para entender ‘¡SIGUE, SIGUE, SIGUE!'.

    Quería parar. Ella quería sostener a su esposo una vez más. La cara de PG miraba hacia arriba, estaba gritando algo al cielo.

    ¡NO!!!, gritó Tracy. Tommy había vomitado. Una mezcla con aroma caustico de vómito y Pop-Tart de fresa.

    ¿Qué diablos está pasando?, gritó Nicole. ¡Detente, mamá, detente!

    Tracy aceleró el motor. PG había puesto el cuerpo sin vida de Mike abajo y trataba de alcanzarlos a través de la luna trasera. Brendon estaba desplomado sobre el volante, con el pie atascado en el pedal del acelerador. PG había movido su cuerpo a un lado para que pudiera conducir el camión. El camión embistió la parte trasera del camión que iba delante, el artillero se dio la vuelta para darse cuenta de la nueva amenaza.

    Golpeó el techo del transporte, dejándole saber al conductor sobre el nuevo acontecimiento, y luego volvió a su lugar como juez, jurado y verdugo extremo. PG había recuperado el control relativo del camión de Brendon. El Hummer que iba delante había disminuido su velocidad y permitía que fuera utilizado como un mecanismo de frenado. Los velocistas estaban manteniendo el ritmo de los cuatro camiones que corrían a lo largo de la multitud de muertos. El piloto que iba a la cabeza se desvió para mantener distancia.

    Tracy podía sentir los segundos perdidos mientras se escabullían, como la arena en un reloj de arena. En los campos descuidados los camiones se movían con rapidez y sin control mientras los sabuesos infernales les pisaban los talones. El cuerpo hueco de Mike rebotó, más de una vez se elevó tan alto como las paredes laterales y amenazó con ser arrojado al desierto de Dakota del Norte. Diez minutos más tarde, el Hummer que iba delante finalmente se detuvo. Tracy casi reventó la transmisión cuando ella empujó la caja de cambios metiendo el camión en el parque.

    Su cuerpo estaba tan frío cuando ella saltó en la parte trasera del camión y le buscó el pulso. No lo sintió. Una pequeña sonrisa congelada con matices azules se dejaba entrever en sus labios. Nicole se debatía entre su padre y su prometido. Uno de los marines había llegado desde el primer Hummer con una bolsa médica. Se detuvo brevemente para revisar a Brendon, y luego sacudió lentamente la cabeza. Nicole cayó de rodillas, su lamento fue tan profundo que apenas si fue audible. PG gritó de rabia.

    Se acercó a Mike. Tracy quería huir, no podía soportar todo eso y el movimiento de la cabeza certificando su muerte. El enfermero no tenía prisa aparente cuando se acercó al camión. Nadie podía ser el color azul que tenía Mike y estaba vivo.

    Tracy jaló a Mike alejándolo del enfermero del ejército. ¡NO! ¡Usted no me dirá que él está muerto!, gritó Tracy.

    Señora, déjeme ver si puedo ayudar, le dijo el enfermero, aunque no sonaba creíble ni siquiera para sí mismo.

    Tracy cedió. El enfermero pasó mucho más tiempo de lo que debería para declarar a alguien muerto. ¡Cabo Beckett! ¡Traiga la morfina y una manta! ¡Rápido!, gritó el enfermero.

    ¿Está vivo?, susurró Tracy.

    ¿Qué está pasando? PG preguntó a través del velo de las lágrimas.

    Tracy le callada, temerosa de que sus palabras podrían romper el tenue control sobre la vida que se aferró a Mike.

    ¿Qué está pasando?, preguntó PG a través del velo de lágrimas.

    Tracy le pidió que guardara silencio, temerosa de que sus palabras podrían romper el tenue control con que Mike se aferraba a la vida.

    El enfermero le había abierto de un tirón la camisa a Mike. Tracy momentáneamente sentía miedo de que Mike pudiera morir de frío, a pesar de que ese parecía el menor de sus problemas mientras miraba la flecha de la ballesta que había perforado un maldito agujero. La fuerza del impacto había creado una marca del tamaño de un melón de color azul negruzco que irradiaba vasos sanguíneos rotos en todas las direcciones. Ella no lo iba a jurar sobre una Biblia, pero le pareció ver la flecha elevarse una fracción de centímetro, aunque no podía decir si fue por la respiración de Mike o producto del viento.

    La herida había dejado de sangrar - sangre coagulada de los muertos o simplemente se hallaba ya vacío, ninguno de los síntomas era una buena señal. ¡Cabo! ¡AHORA! ¡Si este hombre se muere, usted será el siguiente!

    ¡Señor, sí, señor! Gritó el cabo desde el costado del camión. Con cautela entregó todo el material solicitado.

    ¿Está vivo?, Tracy volvió a preguntar, todavía en duda de por qué el enfermero se estaba tomando tiempo para administrar analgésico a un cadáver.

    El camión se balanceó ligeramente cuando PG se retiró él mismo de la escena. PG sacó a Brendon fuera del camión y lo colocó suavemente en el suelo. PG se arrodilló junto a Brendon.

    Gracias, dijo en voz baja mientras se cubría el cuerpo con una de las mantas que el cabo había traído.

    PG cogió a Nicole. Se sentaron así juntos durante largos minutos. Mucho tiempo después, que el cuerpo de Mike conectado a una vía intravenosa fuera colocado en una camilla y subido a la Hummer que iba delante, incluso después de que Brendon de la misma forma fuera cargado y colocado en el segundo Hummer, la sangre goteaba formando un charco debajo de la puerta trasera del camión de Brendon. Tracy estaba en shock y otro Marine le ayudó a subir a la parte trasera del Hummer con su esposo.

    Señorita, uno de los marines le preguntó a Nicole. ¿Quiere ir en el vehículo Hummer?

    Nicole levantó la vista del suelo, acunada en los brazos de PG. Dejó que el Marine tomara su mano y la ayudara a subir al camión militar, Carol les siguió.

    Velocistas, gritó Travis. Un contingente de zombis corría a toda velocidad atravesando el campo.

    Tras ellos, gritó un sargento que había estado fumando un cigarro desde el lado del conductor del Hummer que iba delante. Soldado, ¿cuántas municiones tiene? El sargento le preguntó al artillero en el segundo Humvee.

    Doscientas rondas máximo, respondió el soldado.

    Richmond, ¿usted?, preguntó el sargento al artillero de su propio camión.

    Siete, Sarge, contestó Richmond.

    ¿Setecientas?, interrogó nuevamente el sargento para aclarar.

    Siete, dijo Richmond. Sólo siete, agregó aclarando.

    Está bien... vamos a sacar esa mierda de aquí, gritó el sargento. Grandulón, ¿quieres un paseo, o quieres conducir el camión?

    PG no quería hacer nada excepto sentarse en su trasero y esperar el fin de la tierra, que de acuerdo a los zombis debía ocurrir en aproximadamente cuatro minutos. PG se levantó y sin contestar se puso al volante del Ford.

    Supongo que eso responde mi pregunta, dijo el sargento.

    Travis y Tommy se subieron al Ford con PG. Henry se quedó con Mike y Tracy. Justin todavía estaba bajo los efectos de fuertes sedantes y se había perdido todo. Durante lo que parecía interminables horas los camiones viajaron a través de una tierra fantasma. Nadie habló en el Ford, ya que cada persona se encontraba perdida en sus propios pensamientos, tratando con gran dificultad de resignarse a los hechos que acababan de suceder.

    ¿Esto vale la pena?, preguntó Travis a PG.

    PG lo miró, con los ojos ardiendo. Bueno, tú eres el hijo de tu padre. Y se volteó de nuevo a la carretera.

    Pasaron largos minutos, la carretera se veía borrosa. Eso realmente no respondió a mi pregunta, PG.

    No, seguro que no. Antes de hoy yo te habría dado una respuesta diferente.

    ¿Y ahora?, insistió Travis.

    Ahora... ahora no estoy tan seguro. Acabo de ver morir a dos personas que quiero y un tercero que no se encuentra en absoluto fuera de peligro. No soy un filósofo, pero soy un hombre religioso. Yo sé que con el tiempo todo hombre tiene que encontrarse con su creador a su manera. Es lo que haces mientras estás vivo, lo que define cómo va a ser ese encuentro. No me puedo imaginar que haya un Dios que quiera que nosotros simplemente sobrevivamos, no seríamos mejores que ovejas. Nos quedamos atrás por una razón, Travis. Depende de nosotros y otros como nosotros reparar este gran daño. Algunos caerán en el camino. Es el precio que hay que pagar, sacrificio del mejor tipo. Sin la sangre de los justos, los impíos no puede ser aniquilados.

    ¿No vas a ponerte como el Reverendo Sharpton conmigo? ¿Verdad?

    PG casi perdió el control del camión por las risas que lo sacudían hasta la médula. Mierda... si quedaba alguna duda de quién eras hijo, acabas de dejarlo condenadamente claro

    2

    CAPÍTULO DOS

    Sí, escaparon.

    ¿Cómo es posible, humano patético?

    Durgan se hincó de rodillas. Parecía como si alguien hubiera abierto su cuero cabelludo y le hubiera pasado hojas de afeitar a lo largo de su cerebro expuesto. El dolor era terriblemente cegador. Ni siquiera podía empezar a comprender cómo contestar a su ama. La sangre fluía libremente de su nariz por cierto tipo de forma de tortura física que le estaba siendo administrada.

    Por favor, dijo con voz débil. Enterró la cabeza en la nieve esperando que eso disminuyera la sensación de fragmentos de vidrio traqueteando en su cerebro. No lo hizo.

    Eliza quería aplastar su frágil cerebro. No habría sido más difícil de lo que es aplastar un huevo. Ella odiaba el hecho de tener que depender de un humano, pero aún no estaba lo bastante fuerte para perseguir a Talbot y a Los Otros. Soltó su agarre de muerte sobre Durgan y él jadeó con grandes bocanadas de refrescante aire frío.

    Esta es la última vez que me fallas, dijo ella directamente a la mente de él.

    Durgan se daba cuenta de que Eliza había apartado su atención de él. El sentimiento era tanto de penosa soledad como agonizantemente maravilloso. Él se paró, haciendo una mueca; aún le dolía la pierna que le faltaba mientras agarraba la prótesis revestida de plástico. En la otra pierna sentía una picazón incómoda de lo que sea que Eliza le había hecho para hacer que se curase tan rápidamente. Ella le había dado poderes a él, no suficientes, pero le ayudaron a caminar meses antes de lo que el más optimista de los cirujanos ortopédicos habría establecido en un calendario. La sangre le fluía de la nariz con rapidez. Distraídamente se la limpió con el puño. Las gotas de grasa caían sobre el suelo cubierto de nieve y descendían rápidamente sobre los zombis. Durgan estaba temeroso que con tantos dientes masticando cerca fuese mordido inadvertidamente.

    ¡Gusanos, odio estar cerca de estos, esa es sólo una razón más por la que voy a disfrutar matándote a ti y a toda tu familia, Talbot!

    Los zombis miraban a Durgan ansiosos. Más de uno parecía estar a punto de tomar un mordisco de su carne. Sólo Eliza los mantenía a raya y ella estaba a cientos de kilómetros de distancia. Durgan hizo lo posible por no salir corriendo cuando pasó junto a los zombis y se quedó parado tan cerca de la casa en llamas como pudo para recuperar algo de calor. Los zombis le seguían de cerca, intentando desesperadamente de romper cualquier cosa que les agarrase y desgarrar la cálida carne del portador en tiras sangrientas, irregulares y sabrosas.

    3

    CAPÍTULO TRES

    ¡Aplicar! gritó el médico mientras aplicaba las paletas del desfibrilador a Mike por quinta vez. El cuerpo sin vida de Mike se arqueó separándose 15 centímetros de la camilla. En el monitor aún resplandecía una línea plana brillante; el monótono sonido de su sirena era más penetrante que el peor de los relojes de

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