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Familias modernas: Padres e hijos en las nuevas formas de familia
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Familias modernas: Padres e hijos en las nuevas formas de familia

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En "Familias modernas" Susan Golombok sintetiza más de dos décadas de innovadora investigación sobre la crianza de los niños en las nuevas formas de familia: las de madres lesbianas, las de padres gays, las encabezadas por mujeres sin pareja o las formadas mediante técnicas de reproducción asistida como la fecundación in vitro, la donación de óvulos, la donación de esperma, la donación de embriones y la gestación subrogada. En su labor, Golombok examina el contexto social en que crecen los niños y compara distintos modos de familia para dar respuesta a las preocupaciones planteadas sobre su correcto desarrollo. Sus hallazgos no solo desmienten mitos y suposiciones populares sobre las consecuencias psicológicas y sociales que tienen para los niños el criarse en estas nuevas familias, sino que refuta categóricamente las teorías establecidas sobre el desarrollo infantil que se basan en la supremacía de la familia tradicional.

El presente libro demuestra que la estructura de la familia no es decisiva para el bienestar de los niños ni define el cariño y el afecto que se les brinda.
LanguageEspañol
PublisherSiglo XXI
Release dateJun 6, 2017
ISBN9788432318412
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    Familias modernas - Susan Golombok

    Siglo XXI / Serie Psicología

    Susan Golombok

    Familias modernas

    Padres e hijos en las nuevas formas de familia

    Traducción: Cristina Piña Aldao

    En Familias modernas Susan Golombok sintetiza más de dos décadas de innovadora investigación sobre la crianza de los niños en las nuevas formas de familia: las de madres lesbianas, las de padres gays, las encabezadas por mujeres sin pareja o las formadas mediante técnicas de reproducción asistida como la fecundación in vitro, la donación de óvulos, la donación de esperma, la donación de embriones y la gestación subrogada. En su labor, Golombok examina el contexto social en que crecen los niños y compara distintos modos de familia para dar respuesta a las preocupaciones planteadas sobre su correcto desarrollo. Sus hallazgos no solo desmienten mitos y suposiciones populares sobre las consecuencias psicológicas y sociales que tienen para los niños el criarse en estas nuevas familias, sino que refuta categóricamente las teorías establecidas sobre el desarrollo infantil que se basan en la supremacía de la familia tradicional.

    El presente libro demuestra que la estructura de la familia no es decisiva para el bienestar de los niños ni define el cariño y el afecto que se les brinda.

    «Susan Golombok proporciona a progenitores, legisladores y servicios públicos una sólida garantía de que a los niños educados en entornos familiares no tradicionales les va igual de bien, e incluso a veces mejor, que a los niños educados en familias tradicionales.»

    Philip A. Cowan y Carolyn Pape Cowan, Universidad de California, Berkeley

    Susan Golombok es profesora de Investigación familiar y directora del Centre for Family Research en la Universidad de Cambridge y Professorial Fellow en el Newnham College de Cambridge.

    Su pionero trabajo en la investigación social de las familias no tradicionales en las sociedades occidentales está considerado como uno de los más prestigiosos del mundo y sus numerosas publicaciones son referencia obligada para todo especialista. Recientemente ha publicado Regulating reproductive donation (con R. Scott, S. Wilkinson, M. Richards y J. Appleby, 2015).

    Diseño de portada

    RAG

    Director de la serie

    Vicente E. Caballo

    Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

    Nota editorial:

    Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

    Nota a la edición digital:

    Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

    Título original

    Modern Families. Parents and Children in New Family Forms

    © Susan Golombok, 2015

    © Siglo XXI de España Editores, S. A., 2016

    para lengua española

    Sector Foresta, 1

    28760 Tres Cantos

    Madrid - España

    Tel.: 918 061 996

    Fax: 918 044 028

    www.sigloxxieditores.com

    ISBN: 978-84-323-1841-2

    A mi padre

    «Él solo es mi verdadero padre», dijo Sophie Mol. «Joe es mi padre. Nunca me pega. Casi nunca»

    Arundhati Roy, El dios de las pequeñas cosas

    PREFACIO

    En 1976, la revista feminista Spare Rib publicó un artículo sobre las dificultades afrontadas por mujeres lesbianas que peleaban por la custodia de sus hijos al divorciarse. Sin excepción, estas mujeres perdían. La custodia se concedía al exmarido aludiendo que la educación de una madre lesbiana no redundaba en el mejor interés para los niños. Se argumentaba que los niños educados por madres lesbianas desarrollarían trastornos psiquiátricos, serían aislados por sus compañeros y, lo más preocupante para los tribunales, acabarían siendo lesbianas o gays. La decisión de conceder la custodia a los padres heterosexuales en preferencia a las madres lesbianas es particularmente llamativa porque, en aquel momento, la custodia de los niños tras el divorcio de sus progenitores siempre se condecía a las madres, a no ser que su salud física o mental las incapacitase para ejercer como tales. Estas sentencias, tanto en Reino Unido como en Estados Unidos, se dictaron sin disponer de estudios sobre qué les ocurre de hecho a los niños educados en familias de madres lesbianas.

    El artículo de Spare Rib pedía que alguien investigase el desarrollo de los niños en familias encabezadas por madres lesbianas. Me ofrecí voluntaria. Por aquel entonces, yo era una joven estudiante de psicología del desarrollo interesada por estudios sobre la mujer, y me pareció que este sería un tema novedoso e interesante para mi tesis de máster. ¡Poco imaginaba que seguiría trabajando en el tema hasta la actualidad! A medida que la atención fue cambiando de los litigios por la custodia a la adopción por parte de mujeres lesbianas, al acceso de las lesbianas a la reproducción asistida, al matrimonio entre personas del mismo sexo, las mismas cuestiones sobre el bienestar de los niños surgían una y otra vez. Estas mismas cuestiones se están planteando hoy en día acerca de los niños de padres gays. Entretanto, como resultado de los avances científicos en técnicas de reproducción asistida, han surgido otras nuevas formas de familia, como las formadas por progenitores heterosexuales mediante fecundación in vitro (FIV), inseminación con donante, donación de óvulos, donación de embriones y gestación subrogada. De nuevo, se han planteado dudas acerca del desarrollo y el bienestar de los niños criados en estas familias. El objetivo de este libro es el de reunir las conclusiones de la investigación sobre los progenitores y los niños de todas estas nuevas formas de familia.

    El presente libro sigue a un volumen anterior sobre el mismo tema, Parenting. What Really Counts? (2000) [Modelos de familia. ¿Qué es lo que de verdad cuenta? (2006)]. En ese libro, examinaba qué aspectos de la crianza son más importantes para el bienestar psicológico de los niños, así como la investigación disponible sobre las nuevas formas de familia. Desde entonces, se ha producido una explosión de investigaciones sobre las nuevas formas de familia, que son el objetivo principal de este libro. A pesar de los avances conceptuales y metodológicos en los últimos 15 años, las características que, en general, se considera que representan una buena y una mala crianza siguen siendo en gran medida las mismas, y el resumen del capítulo I sigue muy de cerca el del volumen anterior. Agradezco a Taylor & Francis el permiso para basarme en ese material. Las citas de los miembros de las familias (tanto publicados como inéditos) proceden de participantes en estudios efectuados por el Centro de Investigación sobre la Familia de la Universidad de Cambridge.

    A diferencia de otras áreas de estudio académico, la mayoría de las personas tiene opiniones sobre las familias modernas, en buena parte porque cada una tiene una familia propia. Estas opiniones se basan a menudo en conjeturas y suposiciones, no en la investigación empírica. Espero que este libro mejore el debate y arroje luz sobre la vida familiar moderna.

    AGRADECIMIENTOS

    Buena parte de la investigación sobre las familias modernas descrita en este libro no se habría producido sin la perspicacia, la experiencia y el entusiasmo de los destacados investigadores con los que he tenido el privilegio y el placer de trabajar en el Centro de Investigación sobre la Familia de la Universidad de Cambrige –John Appleby, Shirlene Badger, Lucy Blake, Polly Casey, Irenee Daly, Sarah Evans, Tabitha Freeman, Susanna Graham, Zeynep Gurtin, Elena Ilioi, Susan Imrie, Humera Iqbal, Vasanti Jadva, Sarah Jennings, Pamela Jiménez Etcheverría, Nishtha Lamba, Laura Mellish, Sherina Persaud, Elizabeth Raffanello, Jennifer Readings, Jenna Slutsky y Sophie Zadeh– y en el antiguo Centro de Investigación sobre Psicología Familiar e Infantil de la City University de Londres, en particular, Rachel Cook, Emma Goodman, Emma Lycett, Fiona MacCallum, Claire Murray, Lucy Owen y Fiona Tasker. Esta investigación depende tanto de financiadores innovadores como de personas innovadoras; tampoco habría sido posible sin una serie de becas de proyecto y de programa del Wellcome Trust ya desde la década de 1980, y más recientemente en forma de Senior Investigator Award que ha proporcionado la libertad y la flexibilidad para estudiar las nuevas formas de familia a medida que van surgiendo. Estoy también en deuda con sir Michael Rutter por haber apoyado esta nueva área de investigación desde sus comienzos, en una época en la que pocos investigadores la consideraban interesante o merecedora de atención, y al fallecido sir Robert Edwards, quien fomentó la investigación sobre el bienestar psicológico de los niños concebidos mediante FIV desde el comienzo.

    Mi más sincero agradecimiento a mis colaboradores del Centro de Investigación sobre la Familia: a Helen Statham por ofrecerme el tiempo necesario para concluir el libro, a Claire Hughes por conocer la referencia exacta en el momento exacto, a Martin Richards por estar siempre dispuesto a hablar, y a Abby Scott por mantenerlo todo en calma y bajo control. Debo especialmente dar las gracias a Kathy Oswald por asumir la tarea ardua y minuciosa de recopilar la lista de referencias con su insaciable buen humor. Soy también muy afortunada de tener a Melissa Hines y Michael Lamb como estrechos colaboradores, y aprecio nuestras conversaciones sobre los aspectos de la vida de familia abarcados por este libro. Gracias también a Michael Attwell y Douglas Chirnside por el título y por mostrarme que el interés por las familias modernas va más allá del mundo académico, y a mi editora, Hetty Marx, por ser la primera en animarme a escribir este libro.

    Nuestros estudios no habrían sido posibles sin la colaboración de las clínicas de fertilidad, de las que la London Women’s Clinic, CARE Fertility y Bourn Hall merecen especial mención, así como la Asociación Británica para la Adopción y la Acogida. Estoy especialmente agradecida con los padres, madres y niños que a lo largo de los años han hablado con nosotros acerca de sus familias y confiado en que sus experiencias ayuden a mejorar la vida de otros. Por último, aunque no en menor medida, me gustaría agradecerles a John y a Jamie que me diesen una familia propia.

    I. INTRODUCCIÓN

    La popular comedia estadounidense Modern Family, que trata de las vicisitudes, las tribulaciones y, en muchos aspectos, las vidas tremendamente comunes de tres familias contemporáneas emparentadas (la de Jay, un padre de mediana edad casado en segundas nupcias con una colombiana mucho más joven que tiene a su vez un hijo de un matrimonio anterior; la de la hija de Jay, una familia tradicional con un padre participativo y tres hijos; y la compuesta por el hijo gay de Jay, el compañero de este y la niña vietnamita adoptada por ambos) resalta los diversos modos de formar una familia en la actualidad. Aunque Modern Family es una parodia de la vida familiar de hoy en día, la realidad es aún más extraordinaria. La tradicional familia nuclear compuesta por una pareja heterosexual con hijos biológicamente emparentados está ahora en minoría. Por el contrario, un número creciente de niños es educado por progenitores que conviven sin casarse, un padre o una madre sin pareja, padrastros y madrastras o progenitores del mismo sexo, y muchos de esos niños entran y salen de estas estructuras familiares diversas a medida que crecen. Lo más notable es que hoy en día es posible que un niño tenga hasta cinco «progenitores» en lugar de los dos habituales. Dichos progenitores pueden incluir una donante de óvulo, un donante de semen, una gestante subrogada (que lleva adelante el embarazo) y los dos progenitores sociales a quienes el niño llama papá y mamá. Los años recientes han contemplado también la emergencia de acuerdos de coparentalidad, por los que un hombre y una mujer que no mantienen una relación entre sí –que pueden vivir en diferentes casas o pueden haberse conocido por internet con el solo propósito de ser padres– crían un niño juntos. Estas verdaderas familias modernas constituyen el tema de este libro.

    EL ASCENSO DE LAS NUEVAS FORMAS DE FAMILIA

    Los cambios en la estructura de las familias se están produciendo desde la década de 1970. Mientras que a comienzos de esa década menos del 10 por 100 de las familias estaban encabezadas por un solo progenitor, esta cifra ha aumentado ahora hasta rondar el 30 por 100 tanto en Estados Unidos (US Census Bureau, 2012a) como en Reino Unido (Lloyd y Lacey, 2012a, b). El aumento de las familias monoparentales ha ido en paralelo al descenso de las tasas de matrimonio y al aumento de las tasas de divorcio tanto en Estados Unidos como en Europa (Amato, 2014; US Census Bureau, 2012b). Si bien las tasas de divorcio están descendiendo en la actualidad, las estadísticas de divorcio no ofrecen la imagen completa, porque carecemos de estadísticas oficiales sobre las tasas de separación entre parejas que no están casadas. En Estos Unidos y Europa, las parejas que no están casadas se han convertido en un elemento habitual. En torno a la mitad de los hijos de madres solteras nacidos en Estados Unidos corresponden a madres que conviven con el padre de los niños (McLanahan y Beck, 2010); los porcentajes de parejas son también elevados en Europa occidental (Wik, Keizer y Lappegard, 2012). En un examen sobre el estado civil de madres primíparas, solo el 59 por 100 en Estados Unidos y el 53 por 100 en Reino Unido estaban casadas, mientras que el 24 por 100 y el 31 por 100, respectivamente, vivían con su pareja de hecho y el 17 y el 16 por 100 no tenían pareja en ese momento (Amato, 2014). Se ha producido también un asombroso aumento en el número de familias reconstituidas en muchas sociedades occidentales. En el 40 por 100 de los matrimonios que se celebran en Reino Unido, uno o ambos cónyuges habían estado ya casados (Lloyd y Lacey, 2012a, b), y aproximadamente el 10 por 100 de los niños estadounidenses vive con un padrastro o una madrastra (Kreider y Ellis, 2011).

    Las familias monoparentales, las formadas por parejas que no están casadas o las reconstituidas reciben a menudo el nombre colectivo de «familias no tradicionales», y resultan en gran medida de la separación o el divorcio de los progenitores y la formación de nuevas relaciones de hecho o matrimoniales. El impacto que para los niños supone el ser criado en dichas familias ha sido ampliamente estudiado (Golombok y Tasker, 2015, ofrecen una revisión de dichos trabajos). Sin embargo, el presente libro no se centra en las «familias no tradicionales», sino en las «nuevas familias». El término «nuevas familias» hace referencia a formas de familia que no existían o se ocultaban a la sociedad hasta finales del siglo XX, y que representan un alejamiento de las estructuras de familia tradicionales más fundamental que el de las familias no tradicionales, formadas por la ruptura de una relación y la formación de una nueva. Entre estas nuevas familias se incluyen las formadas por madres lesbianas o padres gays, las encabezadas por madres solteras por elección y las formadas mediante técnicas de reproducción asistida como la fecundación in vitro (FIV) (in vitro fertilizacion [IVF]), la donación de óvulos, la inseminación con semen de donante, la donación de embriones y la gestación subrogada. Algunas de estas familias empezaron a salir a la luz con el crecimiento de los movimientos de liberación de las mujeres y por los derechos de los homosexuales en la década de 1970, y otras solo se hicieron posibles tras la introducción de la fecundación in vitro (FIV), en 1978. Aunque las nuevas familias son distintas de las no tradicionales, no se excluyen mutuamente. No es inusual que las nuevas familias sean también familias no tradicionales: por ejemplo, cuando los progenitores de niños nacidos mediante donación de óvulos o semen se separan y vuelven a casarse para formar familias reconstituidas.

    A pesar del ascenso de las nuevas formas familiares, la familia nuclear tradicional sigue considerándose en general el mejor entorno para criar niños, y sigue siendo el patrón oro con el que se comparan todos los demás tipos de familia. Se asume por lo común que cuanto más se desvía una familia de la norma de familia tradicional formada por dos progenitores heterosexuales, mayores son los riesgos para el bienestar psicológico de los niños. ¿Pero es realmente así? ¿Tienen los niños menos probabilidades de prosperar en familias encabezadas por dos progenitores del mismo sexo, una madre soltera por elección o dos progenitores que los concibieron usando técnicas de reproducción asistida? ¿Y tendrán los niños concebidos por padres gays mediante donación de óvulos y gestante subrogada menos posibilidades de salir adelante que los niños concebidos mediante FIV por sus padres biológicos? La respuesta a estas preguntas depende de la medida en la que estas nuevas familias difieran de las tradicionales en aquellos aspectos de la vida familiar que más afectan al desarrollo psicológico sano de los niños y, en especial, en la medida en la que proporcionen un entorno familiar que ofrezca menos apoyo a los niños. Antes de explorar la crianza y el desarrollo infantil en las nuevas formas de familia, es por lo tanto importante examinar los factores asociados con el desarrollo óptimo de los niños en las familias tradicionales. Las influencias de la familia en el desarrollo de los niños se conceptúan a menudo de acuerdo con tres componentes interrelacionados: el bienestar psicológico de los progenitores; la calidad de las relaciones filioparentales; y las características psicológicas del niño. Cada uno de ellos debe observarse en el contexto del entorno social en el que se asienta la familia.

    FAMILIAS TRADICIONALES

    Bienestar psicológico de los progenitores

    Calidad de la relación conyugal

    ¿Qué consecuencias tiene para los niños un matrimonio infeliz, y cómo de malo tiene que ser para afectarles? Sorprende observar que los estudios sobre la asociación entre los malos matrimonios y las consecuencias negativas para los niños han concluido que el vínculo entre ambos era menor del esperado. Una observación más atenta muestra que buena parte de las investigaciones han examinado si los progenitores están o no satisfechos con su relación de pareja, y los resultados han demostrado que la insatisfacción conyugal parece influir poco en los hijos. Lo que sí influye es el conflicto entre la pareja (Cummings y Davies, 1994, 2010; Grych y Fincham, 1990, 2001; Reynolds, Houlston, Coleman et al., 2014). Se ha hallado que los niños cuyos progenitores se mantienen en conflicto son más agresivos, desobedientes y difíciles de controlar, y tienen más probabilidades de asumir una conducta delictiva u obtener malos resultados académicos, más probabilidades de sufrir ansiedad y depresión, y más probabilidad de experimentar dificultades para relacionarse con sus iguales que otros niños con progenitores felizmente casados (Cummings y Davies, 1994, 2010; Emery, 1988; Grych y Fincham, 2001; Reynolds, Houlston, Coleman et al., 2014).

    Pero el hecho de que los progenitores mantengan un enfrentamiento entre sí no significa que sus hijos deban sufrir problemas psicológicos. Casi todos los niños ven a sus padres discutir, y a la mayoría no les afecta. De hecho, se piensa que quizá les venga bien estar expuestos a discusiones, porque aprenderán a resolver desacuerdos y a hacer las paces. En consecuencia, lo que parece afectar a los niños no es que los padres se peleen, sino cómo se pelean. Algunos de los aspectos perjudiciales para los niños son los siguientes: el enfrentamiento frecuente; la creencia de que el enfrentamiento anuncia la separación de los padres; la hostilidad grave (en especial la violencia física); ser el motivo de las discusiones entre los progenitores; y la incapacidad de estos para hacer las paces (Cummings y Davies, 1994, 2010; Davies y Cummings, 1994; Grych y Fincham, 1993, 2001; Reynolds, Houlston, Coleman et al., 2014).

    El proceso por el cual el conflicto conyugal afecta a los niños ha sido objeto de mucho debate (Cummings y Davies, 2010; Grych y Fincham, 2001; Reynolds, Houlston, Coleman et al., 2014). Algunos creen que el conflicto matrimonial es malo para los niños por sus repercusiones indirectas sobre la crianza. Los progenitores enredados en sus propias disputas pueden mostrar hostilidad hacia los hijos, pueden no controlarlos ni mantener una disciplina adecuada o no prestarles suficiente atención. El conflicto conyugal puede también interferir en las relaciones emocionales de los progenitores con sus hijos. Como se analizará más adelante, los progenitores emocionalmente disponibles para sus hijos, sensibles a sus necesidades y adecuadamente receptivos tienen niños con un apego más seguro hacia ellos. El conflicto entre los progenitores puede debilitar la sensación de seguridad emocional de los niños y hacer peligrar la seguridad del apego de los niños hacia ellos (Cummings y Davies, 2010). La exposición a los enfrentamientos conyugales también influye directamente en el bienestar psicológico de los niños, porque ver discutir a los progenitores produce en sí mismo angustia (Cummings y Davies, 1994; Emery, 1988). La confirmación de que el conflicto conyugal repercute directamente en los niños la aportaron diversos experimentos efectuados por Mark Cummings y sus colaboradores, en los que exponían a los niños a discusiones entre adultos y grababan sus reacciones. El resultado constante era que los niños expuestos a discusiones entre adultos, aunque estas no estuviesen relacionadas con los niños en sí, provocaba angustia en estos (Cummings y Davies, 1994). Ahora se acepta en general que el conflicto conyugal puede repercutir directa e indirectamente en el bienestar psicológico de los niños (Reynolds, Houlston, Coleman et al., 2014). Además de interferir en las relaciones filioparentales, la hostilidad entre los progenitores parece ser angustiosa por sí sola. Las pruebas de que influyen ambos procesos derivan de un estudio entre adolescentes a los que se hizo un seguimiento de dos años (Harold y Conger, 1997). Se halló una consecuencia indirecta del conflicto conyugal sobre la relación filioparental, porque los progenitores se mostraban más hostiles entre sí y más hostiles con sus hijos. Se observó también una relación directa entre la frecuencia del conflicto conyugal y el grado de angustia experimentado por los niños.

    Las investigaciones sobre el impacto que la calidad del matrimonio de los progenitores tiene sobre el desarrollo de sus hijos se han centrado en los efectos adversos de los matrimonios hostiles, y no en los efectos beneficiosos de los matrimonios bien avenidos. Sin embargo, hay pruebas crecientes de que las consecuencias más favorables para los hijos de matrimonios felices no solo derivan de la ausencia de un conflicto grave, sino que, por el contrario, están más directamente asociados con los aspectos positivos de la relación, como el modo en el que los progenitores se comunican entre sí y las muestras de afecto mutuo (Goldberg y Carlson, 2014; Ratcliffe, Norton y Durtschi, 2014). Esta área de investigación emergente probablemente aumente nuestro conocimiento sobre qué tipos de matrimonio son buenos para los niños, y no solo cuáles son malos.

    El estado psicológico de los progenitores

    El ajuste psicológico de los progenitores también puede afectar al bienestar psicológico de los niños (Goodman y Brand, 2008; Papp, Cummings y Goeke-Morey, 2005; Zahn-Waxler, Duggal y Gruber, 2002). Entre los numerosos estudios sobre cómo repercuten los trastornos psiquiátricos de los progenitores en los niños, los impactos de la depresión de aquellos son los que mayor atención han recibido. De manera constante se ha observado que los hijos de padres o madres deprimidos muestran tasas más elevadas de problemas sociales, emocionales y de conducta. Estudios que han diagnosticado la presencia o ausencia de trastorno psiquiátrico en niños y progenitores han mostrado que los niños cuyos progenitores están deprimidos no solo tienen más probabilidades de mostrar una amplia gama de problemas psicológicos, sino que también tienen más probabilidades de deprimirse (Orvaschel, Walsh-Altis y Ye, 1988; Weissman, Gammon, Merikangas et al., 1987; Weissman, Warner, Wickramaratne et al., 1997).

    Quizá no sorprenda que la depresión del padre o la madre vaya asociada con problemas psicológicos en los niños. De particular interés para los psicólogos son los mecanismos que influyen en esta asociación. Una explicación es que la depresión reduce la capacidad de los progenitores para ejercer una crianza eficaz (Cummings y Davies, 1994; Cummings y Davies, 2010). Al igual que el conflicto conyugal, se piensa que la depresión interfiere con el control de los niños por parte de los progenitores y con la disciplina que estos establecen, y también con la disponibilidad y la sensibilidad emocional del padre o la madre hacia los niños, poniendo así en peligro la seguridad del apego de estos. Los estudios han mostrado que los progenitores deprimidos tienden a ser muy permisivos o muy autoritarios (en lo referente al control de la conducta de los niños y a la disciplina establecida), y a menudo pasan de uno a otro extremo (Kochanska, Kuczynski, Radke-Yarrow et al., 1987). Análisis detallados de grabaciones en vídeo que muestran madres interactuando con sus bebés han demostrado que, en comparación con otras madres, aquellas que están deprimidas se muestran menos afectuosos y menos receptivas a las necesidades de sus niños. Asimismo, cuando se observó a madres deprimidas y no deprimidas jugar con sus niños de 1 y 2 años, las deprimidas tenían menos probabilidades de ajustar su conducta a la de los niños (Jameson, Gelfand, Kulcsar et al., 1997).

    Cuando las madres están deprimidas, su conducta poco estimulante y poco receptiva se refleja en sus bebés, que también parecen deprimidos. Estos bebés se muestran más retraídos, menos activos, más irritables y menos sonrientes que otros bebés. Es interesante señalar que cuando a las madres no deprimidas se les pide que «se hagan las deprimidas», sus bebés se alarman inmediatamente y desvían la mirada, lo que demuestra que la conducta de la madre hacia su bebé tiene una marcada repercusión sobre el estado emocional de este. Los bebés no solo parecen esquivos con su madre deprimida; también parecen menos contentos y activos cuando interactúan con otros adultos, e incluso pueden hacer que adultos no deprimidos actúen de manera menos animada y entusiasta hacia ellos (Field, 1995). Distintos estudios han demostrado que los hijos de madres deprimidas tienen más probabilidades que los de madres no deprimidas de mostrar un apego inseguro (Murray, 1992; Radke-Yarrow, Cummings, Kuczynski et al., 1985).

    Otra explicación es que el mayor conflicto conyugal en parejas en las que uno de los miembros está deprimido –más que la depresión en sí– es el responsable de los problemas conductuales y emocionales observados en los niños con progenitores deprimidos. Pero lo que no está claro es si el conflicto matrimonial, por sí solo, puede explicar las dificultades psicológicas experimentadas por los hijos de progenitores deprimidos. En una revisión de estudios pertinentes, Downey y Coyne (1990) concluían que, si bien la discordia conyugal iba asociada a problemas como la agresión y la conducta indisciplinada entre los niños con un padre o una madre deprimidos, no podía explicar las elevadas tasas de depresión infantil. Se concluyó que el conflicto conyugal en las familias con un progenitor deprimido aumenta el riesgo de que los niños experimenten problemas de conducta, y la depresión del progenitor –más que la discordia conyugal– aumenta el riesgo de depresión de los propios niños. Para complicar más el tema, la depresión y el conflicto matrimonial pueden estar causados por factores externos, y estos factores externos pueden en sí influir en el desarrollo de problemas psicológicos por parte de los niños. Los progenitores deprimidos y sus hijos experimentan a menudo diversas dificultades, como problemas económicos, vivienda inadecuada o falta de apoyo social. Estos factores estresantes no solo aumentan el riesgo de depresión y de conflicto conyugal en los progenitores, sino que también plantean una amenaza directa para el ajuste psicológico de los niños, como se analizará más adelante.

    Los niños con progenitores alcohólicos o drogodependientes se encuentran también en desventaja (Mayes y Truman, 2002). En comparación con otros niños, tienen más probabilidades de mostrar problemas de conducta, como comportamiento antisocial y conflictivo. Una explicación obvia es que los padres que a menudo están bebidos o drogados, o cuya atención está centrada en obtener la siguiente dosis, no pueden cuidar adecuadamente a sus hijos. Pero no es la única razón de riesgo para los niños. Los progenitores dependientes del alcohol, o de drogas adictivas como la heroína o la cocaína, a menudo viven en condiciones de extrema pobreza. También pueden sufrir trastornos psiquiátricos como la depresión, que, como ya se analizado, va asociada al desarrollo de problemas psicológicos en los niños. Se ha encontrado una elevada tasa de desatención y malos tratos entre los hijos de alcohólicos o drogodependientes. No es infrecuente que estos niños crezcan en una atmósfera de amenazas y violencia, y pueden acabar separados de sus progenitores, ya sea con otros miembros de la familia o, como se analiza en el capítulo VII, con familias de acogida o adoptivas. Un estudio que hizo un seguimiento de bebés hijos de heroinómanas concluía que la mitad de ellos vivían al año de edad con otras personas (Wilson, 1989). Además de las experiencias vitales que los sitúan en riesgo de padecer problemas psicológicos, estos niños pueden heredar también una propensión al alcoholismo o a la drogodependencia (Schuckit y Smith, 1996).

    Los niños cuyas madres consumen grandes cantidades de

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