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Humo y espejos: serie
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Humo y espejos: serie

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About this ebook

El hombre en mi oficina tenía un secreto oscuro, un secreto por cual valía la pena matar. Ese hombre era Tony Ryland, esposo de una madama local, María de Costa. Desgraciadamente para mí, la verdad y la justicia, Tony Ryland estaba muerto. ¿Qué hacía Ryland en mi oficina?  ¿Quién lo había asesinado? ¿Cuál era la naturaleza de su oscuro secreto? El rastro llevaba a la esposa de Ryland, María de Costa, a su red de prostitutas y clientes. Las preguntas llevaban a respuestas evasivas y a más muertes. Alguien quería enlodar las aguas, distorsionar la verdad, enterrar el secreto junto con Tony Ryland. Al indagar e investigar, coloqué a mi familia, amigos y a mí misma en peligro. Y por último, el asesinato de Ryland me dejaba con la pregunta: ¿Qué tiene el mayor valor, el amor o la verdad? ‘Humo y espejos’, una historia de traición, duplicidad y encubrimientos, la historia de un escándalo que está hirviendo lentamente dentro de nuestra sociedad.

LanguageEspañol
Release dateSep 19, 2019
ISBN9781071507353
Humo y espejos: serie
Author

Hannah Howe

Hannah Howe is the bestselling author of the Sam Smith Mystery Series (Sam's Song, book one in the series, has reached number one on the amazon.com private detective chart on seven separate occasions and the number one position in Australia). Hannah lives in the picturesque county of Glamorgan with her partner and their two children. She has a university degree and a background in psychology, which she uses as a basis for her novels.Hannah began her writing career at school when her teacher asked her to write the school play. She has been writing ever since. When not writing or researching Hannah enjoys reading, genealogy, music, chess and classic black and white movies. She has a deep knowledge of nineteenth and twentieth century popular culture and is a keen student of the private detective novel and its history.Hannah's books are available in print, as audio books and eBooks from all major retailers: Amazon, Barnes and Noble, Google Play, Kobo, iBooks, etc. For more details please visit https://hannah-howe.comThe Sam Smith Mystery Series in book order:Sam's SongLove and BulletsThe Big ChillRipperThe Hermit of HisaryaSecrets and LiesFamily HonourSins of the FatherSmoke and MirrorsStardustMind GamesDigging in the DirtA Parcel of RoguesBostonThe Devil and Ms DevlinSnow in AugustLooking for Rosanna MeeStormy WeatherDamagedEve’s War: Heroines of SOEOperation ZigzagOperation LocksmithOperation BroadswordOperation TreasureOperation SherlockOperation CameoOperation RoseOperation WatchmakerOperation OverlordOperation Jedburgh (to follow)Operation Butterfly (to follow)Operation Liberty (to follow)The Golden Age of HollywoodTula: A 1920s Novel (to follow)The Olive Tree: A Spanish Civil War SagaRootsBranchesLeavesFruitFlowersThe Ann's War Mystery Series in book order:BetrayalInvasionBlackmailEscapeVictoryStandalone NovelsSaving Grace: A Victorian MysteryColette: A Schoolteacher’s War (to follow)What readers have been saying about the Sam Smith Mystery Series and Hannah Howe..."Hannah Howe is a very talented writer.""A gem of a read.""Sam Smith is the most interesting female sleuth in detective fiction. She leaves all the others standing.""Hannah Howe's writing style reminds you of the Grandmasters of private detective fiction - Dashiell Hammett, Raymond Chandler and Robert B. Parker.""Sam is an endearing character. Her assessments of some of the people she encounters will make you laugh at her wicked mind. At other times, you'll cry at the pain she's suffered.""Sam is the kind of non-assuming heroine that I couldn't help but love.""Sam's Song was a wonderful find and a thoroughly engaging read. The first book in the Sam Smith mystery series, this book starts off as a winner!""Sam is an interesting and very believable character.""Gripping and believable at the same time, very well written.""Sam is a great heroine who challenges stereotypes.""Hannah Howe is a fabulous writer.""I can't wait to read the next in the series!""The Big Chill is light reading, but packs powerful messages.""This series just gets better and better.""What makes this book stand well above the rest of detective thrillers is the attention to the little details that makes everything so real.""Sam is a rounded and very real character.""Howe is an author to watch, able to change the tone from light hearted to more thoughtful, making this an easy and yet very rewarding read. Cracking!""Fabulous book by a fabulous author-I highly recommended this series!""Howe writes her characters with depth and makes them very engaging.""I loved the easy conversational style the author used throughout. Some of the colourful ways that the main character expressed herself actually made me laugh!""I loved Hannah Howe's writing style -- poignant one moment, terrifying the next, funny the next moment. I would be on the edge of my seat praying Sam wouldn't get hurt, and then she'd say a one-liner or think something funny, and I'd chuckle and catch my breath. Love it!""Sam's Song is no lightweight suspense book. Howe deals with drugs, spousal abuse, child abuse, and more. While the topics she writes about are heavy, Howe does a fantastic job of giving the reader the brutal truth while showing us there is still good in life and hope for better days to come."

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    Humo y espejos - Hannah Howe

    HUMO Y ESPEJOS

    Por Hannah Howe

    Goylake Publishing

    Copyright © 2016 Hannah Howe

    Todos los derechos reservados

    El derecho del autor de propiedad intelectual está reivindicado.

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, transmitida, descargada ni guardada en ningún sistema de recuperación sin el previo permiso escrito de la editorial.

    Goylake Publishing, Iscoed, 16A Meadow Street, North Cornelly, Bridgend, Glamorgan. CF33 4LL.

    ISBN: 978-0-9933827-3-4

    Impreso y encuadernado en Gran Bretaña por Digital Exeter, EX5 5HY.

    Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones y eventos son producto de la imaginación del autor o son ficticios. Cualquier parecido con personas, vivas o muertas, eventos o locales, es pura coincidencia.

    La serie de misterio de Sam Smith, por Hannah Howe, está disponible en versiones impresas, eBooks y audiolibros. Originales en inglés.

    Sam’s Song (La canción de Sam)

    Love and Bullets (Amor y balas)

    The Big Chill (El gran frío)

    Ripper (Destripador)

    The Hermit of Hisarya (El ermitaño de Hisarya)

    Secrets and Lies (Secretos y mentiras)

    Family Honour (Honor de familia)

    Sins of the Father (Pecados del padre)

    Smoke and Mirrors (Humo y espejos)

    ********************

    Para mi familia, con amor.

    CAPÍTULO UNO

    ______________________________

    La alarma de mi teléfono celular me despertó a las 7 a.m. Me quejé, me di vuelta, busqué a tientas el teléfono y apagué la alarma. Luego me di vuelta otra vez  y me cubrí la cabeza con el edredón.

    Nuestra cama marital estaba tan calentita, tan acogedora y tan cómoda, que no me dejaba levantarme. Sin embargo, el buen mozo de mi esposo ya estaba en la cocina preparando el desayuno, a juzgar por el olor de la tocineta cocinándose que flotaba escaleras arriba. Siendo vegetariana, tenía una nariz muy sensible al olor de la carne cocida. Mi esposo, Alan, pensaba que era yo una persona sensible, que encontraba atractivo, además de mi aspecto angelical, mi consistencia menuda y mi largo cabello marrón caoba. También me veía como una persona sensual, aunque dejaré ese ese tema para discutirlo más tarde. Teníamos dos meses de casados, dos meses en el cielo, dos de los meses más felices de mi vida.

    La alarma del teléfono volvió a aullar, recordándome que no podía eludir mi deber. Debía enfrentar un nuevo día, debía reunirme con mi asistente, Faye Collister, y llevarla a nuestra oficina. Desperezándome y bostezando, me levanté trastabillando.

    Luego del rito de las abluciones en el baño, encontré a Alan en la cocina preparando el desayuno mientras cantaba. Se veía alegre y animado mientras cargaba su plato con tocineta, salchichas, tomates, un gofre de papa y un huevo revuelto. Cómo podía estar de tan buen humor de mañana, no podía entenderlo. Cómo podía enfrentar desayuno como ese, tampoco podía comprenderlo. Sin embargo, hizo una pausa para besarme, me dio unas palmaditas juguetonas en el trasero y se sentó a comer en el mostrador.

    Mientras torpemente buscaba mi taza de café, pensé que Alan, psicólogo y respetado miembro de su profesión, podría dormir una siesta en un tendedero, se dormiría en segundos y se despertaría lleno de energía y fresco, mientras que yo requería de varias tazas de café  o cinco mil voltios para arrancar, y a veces ambos.

    Abrí el gabinete para sacar el frasco del café y luego, distraída me miré en el espejo de la cocina. De pronto estaba electrificada, totalmente despierta.  Tenía el cabello despeinado y greñudo, pero no hacía falta mi certificación de detective para saber que estaba viendo una cana.

    Mira, le chillé a Alan.

    "¿Qué? Levantó la vista del plato del desayuno y frunció el ceño.

    Una cana.

    Alan masticó y tragó un bocado de tocineta. Es una sola, dijo, la mano derecha alcanzando el jugo de fruta, y casi no se nota.

    Pero está ahí,  gemí, acercándome al espejo, viendo mi reflejo asombrado. Tengo dos meses de casada y ya tengo una cana.

    Sonrió y dijo. Te hace ver más distinguida, más inteligente.

    ¿Cómo? Me lamenté, dándome vuelta y dejándome caer sobre una silla al lado de la mesa de la cocina. Sinceramente, no soy vanidosa, pero una cana... Me puse la cabeza entre las manos y me quejé. Me hace ver vieja".

    Yo tengo muchas canas, dijo Alan.

    Sí, pero tú eres mayor que yo. Diez años mayor. Y las canas a ti sí que te hacen ver más distinguido, van bien con tu profesión.

    Casi no se ve, dijo él mientras cortaba una salchicha en pedacitos y se los metía en la boca.

    ·Casi significa que se ve, me lloriqueé. Dándome vuelta para mirar a Alan, suspiré. Quizás casarnos fue una mala idea. A lo mejor hemos debido vivir en pecado.

    Deberíamos aumentar el cociente del pecado. Sonrió.

    ¿Sería posible? Fruncí el ceño.

    Alan le limpió la boca con una servilleta. Luego se acercó y me besó en la cabeza. Podríamos intentarlo, dijo, sus labios buscando los míos.

    Los besé cariñosamente y le pregunté. ¿Más sexo haría la diferencia?

    Se encogió de hombros. No se sabe hasta que se prueba.

    Censuré con la mirada la suya lasciva. ¿A todos los psicólogos les obsesiona el sexo?

    Alan se rió. Solo los que están casados con detectives privados ultra sexy.

    Lavamos los platos del desayuno y disfrutamos de un breve interludio romántico, durante el cual, de algún modo Alan tocó un inocente, pero sensible lugar que me agregó más piel de gallina a mi piel de gallina. No sé cómo lo hizo tan fácilmente. El hombre tenía el toque.

    Mientras me arreglaba el camisón y luchaba contra las ganas de cautivarlo, dijo, Pensé en preparar una ensalada Waldorf para la cena con repollo colorado y peras. Yo invito.

    Suena delicioso", dije.

    Alan se puso el impermeable sobre el brazo izquierdo y me besó otra vez. Hasta luego.

    ¿Y esto?, pregunté halando la cana.

    Pregúntale a Faye, dijo Alan. Seguro que tendrá una solución.

    Probablemente me sugiera el divorcio o tinte para el cabello.

    Decídete por lo último. Alan sonrió. Es más barato y menos tensión para los nervios".

    ¿Esos son los consejos que les das a tus pacientes?

    Se paró en la puerta de la cocina, pensó por un momento y respondió. Por así decirlo, sí.

    Lo que es ser sabio, dije mientras halaba la cana intentando arrancarla.

    Recuerda que Aristóteles dijo: ‘Conocerte a ti mismo es el comienzo de todo el conocimiento’. Alan recogió su maletín y guiñó un ojo. Disfruta de tu día, preciosa.

    A pesar de mis esfuerzos, la cana se quedó donde estaba.  Así que suspiré y dije, .

    CAPÍTULO DOS

    ______________________________

    Después de ducharme y desayunar, me puse un traje pantalón gris oscuro, completo con chaleco y unas rayas tenues, y conduje por la calle Cardiff hacia la ciudad, luego hacia el sur, hacia Grangetown, a encontrarme con Faye.

    Faye vivía en mi apartamento previo al matrimonio, un apartamento que una vez habíamos compartido. Con rizos dorados, pómulos altos y delicados y unos ojos verdes encantadores, Faye era espectacular, impresionantemente hermosa, un imán para la mayoría de los hombres. Sin embargo, Faye tenía sus problemas y los hombres no estaban en su radar. Sus problemas se originaban de una tirante relación con su madre, una relación que llevó a Faye a dudar de sí misma y cuestionarse. Peor aún, había caído en la prostitución durante un tiempo como una forma de auto castigo y sufría de una obsesión crónica por el orden y la pulcritud. Aun así, era leal y diligente y me gustaba, era una buena colega y amiga.

    No siendo la mejor de las conductoras, Faye había averiado su auto chocando contra una pared. El incidente era sintomático de su reciente comportamiento, se veía distraída, preocupada, en su propio mundo. En el mejor de los casos, Faye no alcanzaba a llegar a ese comportamiento, pero últimamente había estado más intensa. Me pregunté si podría ser que era la adaptación a vivir sola. Quizás la soledad le daba demasiado tiempo par  a la introspección y pensamientos.

    Faye tampoco era una persona madrugadora, así que guardamos silencio durante el corto viaje hacia el este, desde Grangetown a Butetown y a nuestra oficina. Cuando estábamos cruzando el puente Clarence, me miró y pestañeó para despertarse.

    Lo sé, le dije. Tengo una cana.

    Faye sonrió revelando unos dientes inmaculados blanco leche. Bebía cola por litros y siempre chupaba azúcar cande, pero nada parecía dañarle los dientes.

    Ayer te vi la cana, dijo, pero no quise decirte nada.

    Gracias, suspiré. Una verdadera amiga.

    La sonrisa de Faye se amplió. ¿Te la vas a teñir?

    ¿Tú qué opinas? Pregunté mientras miraba alrededor del tráfico, el pálido cielo azul de octubre, la alfombra de hojas en el pavimento.

    Quizás deberías, aconsejó Faye. Después de todo, estás en una edad rara.

    Me volteé brevemente con mala cara. Tengo treinta y cuatro años, Faye. ¿Desde cuándo los treinta y cuatro son una edad rara?

    Faye encogió los hombros. Miró por la ventanilla del costado a un joven. Cubierto por una multitud de tatuajes, el hombre tenía puesta una camiseta y shorts. Quizás había comprado la ropa en una rebaja de verano y estaba decidido a usarla, aunque el frío en el aire exigía un abrigo.

    A veces las mujeres de tu edad se ponen canosas de la noche a la mañana, dijo Faye entusiasmada con su papel de consoladora.

    ¿Dónde leíste eso?. Dije cejijunta. .

    En Internet.

    Pasas demasiado tiempo en Internet", le dije, frunciendo la cara.

    Tecnófoba, dijo Faye, volteando el rostro para mirarme  y sacándome la lengua.  Y para que sepas, continuó, también leí en Internet que Elvis Presley y Michael Jackson abrieron un estudio de grabación en la luna. This Place Rocks, creo que se llama.

    Sonreí y estornudé cuando un humo me hizo cosquillas en la nariz. Quizás alguien había encendido una fogata hacía unas semanas o estaba ardiendo un fuego en algún jardín, aunque todavía era temprano. Diez segundos después, doblé en Marquess Terrace y vi con horror que nuestra oficina estaba en llamas.

    Con las llantas chirriando, estacioné mi Mini, o mejor dicho, lo paré en la mitad de la calle. Luego hice una pausa para evaluar la situación. Noté que la ventana de nuestro primer piso estaba parcialmente abierta, con el pasador, para que Marlowe, nuestro gato, tuviera una ruta de acceso para entrar.

    ¡Marlowe!

    Corrí hacia el edificio, ignorando a los mirones que se habían reunido en la acera, haciendo caso omiso a los peligros, al calor y al humo.

    ¡Sam! Gritó Faye. Saltó del Mini, atravesó la calle corriendo, estiró un brazo e intentó agarrarme. ¡Sam! ¡No puedes entrar ahí!

    ¡Marlowe! Grité haciendo a Faye a un lado.

    ¡Sam!

    Un vecino, un hombre musculoso de unos cuarenta años, intentó detenerme, pero también lo empujé a un lado. Tenía que rescatar el gato. Corrí al edificio, tosiendo al enfrentarme al humo.

    Con una sirena aullando en la distancia, levanté las manos para protegerme la cara. El edificio, uno de apartamentos victoriano, tenía buenas estructuras, aunque rechinaba y gemía mientras sucumbía a las llamas.

    El fuego aún no había llegado a la escalera. Lo más probable era que las llamas estuvieran contenidas dentro del espacio de la oficina. Así que corrí escaleras arriba, tosiendo, deteniéndome en la puerta de la oficina.

    Las llamas no se alimentan, así que el buen sentido me dijo que no abriera la puerta de la oficina. Aun así, ¿y si Marlowe estaba atrapado adentro?

    La puerta no tenía puesto el cerrojo. Quizás las llamas habían dañado el mecanismo, así que la abrí de un puntapié, solo para retroceder ante el calor salvaje y las llamas rugientes. El cuarto refulgía, rojo y naranja brillante, mientras el humo acre me quitaba la respiración. Sentí que me desvanecía, una vez, dos veces, y luego seguí tambaleante hacia adelante.

    "¡Marlowe! Gritaba entre la tos y las pausas para respirar.

    La oficina ardía; las llamas trepaban por las paredes, corrían por el techo. El fuego había reducido los muebles a cenizas, agrietado los vidrios de la ventana, quemado un hueco en las tablas del piso.

    A través de las llamas y la nube de humo, busqué a Marlowe. Pero no veía el gato por ningún lado. Tenía las mejillas calientes, el

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