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Un lugar para los libros: Reflexiones del Encuentro Nacional sobre Cultura escrita y prácticas lectoras
Un lugar para los libros: Reflexiones del Encuentro Nacional sobre Cultura escrita y prácticas lectoras
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Un lugar para los libros: Reflexiones del Encuentro Nacional sobre Cultura escrita y prácticas lectoras

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A través de ensayos y artículos de un conjunto interdisciplinario de autores, este libro aborda temas como las repercusiones que los cambios educacionales y culturales han tenido en el plano de la conducta política; las particularidades de la experiencia de la escritura y la lectura digital; el vínculo entre la juventud y las nuevas tecnologías de la lectura; y la importancia de la literatura en la construcción de subjetividades. También, revisa los momentos más importantes de la historia del libro en Chile y los resultados de investigaciones recientes sobre la pequeña industria editorial y las preferencias de los lectores en nuestro país. Por último, propone algunas perspectivas teóricas y metodológicas para aproximarse al mundo del libro y la lectura. De esta manera, el análisis colectivo que construyen estos textos explora el lugar de los libros, la cultura escrita y la lectura en el horizonte de las transformaciones tecnológicas, políticas y culturales del último tiempo, ofreciendo miradas diversas e incluso contrapuestas sobre estos mismos temas.
LanguageEspañol
PublisherLOM Ediciones
Release dateOct 1, 2016
ISBN9789560007704
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    Un lugar para los libros - Cristóbal Moya

    Cristóbal Moya Lorena Fuentes (coordinadores)

    Grínor Rojo, Anahí Troncoso, Carolina Gainza

    Martín Hopenhayn, Bernardo Subercaseaux

    Pierina Ferretti, Lorena Fuentes

    María Eugenia Domínguez, Paulo Slachevsky

    Cristóbal Moya, Felipe Espinosa, Gino Bailey

    Un lugar para los libros

    Reflexiones del Encuentro Nacional

    sobre Cultura Escrita y Prácticas Lectoras

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones

    Primera edición, 2016

    ISBN: ISBN: 978-956-00-0770-4

    ISBN Digital: 978-956-00-0805-3

    Las publicaciones del área de Ciencias Sociales

    y Humanas de LOM ediciones han sido sometidas a referato externo.

    motivo de portada Palimpsesto, sección del Codex Ephraemi, tomado

    de The Holy Bible. Nueva York: Henry Frowde/University of Oxford, 1896, lámina XXIV.

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 688 52 73 • Fax: (56-2) 696 63 88

    www.lom.cl

    lom@lom.cl

    El lugar para los libros: un encuentro

    Durante la última década ha habido una inusual preocupación por el mundo de la lectura y la escritura en Chile, expresada en una necesidad de profundizar el conocimiento sobre hábitos lectores, capacidades de lectoescritura de la población, compra y tenencia de libros, nuevas tecnologías e industria editorial. Estas vastas áreas temáticas han venido estudiándose desde matrices disciplinares igualmente amplias, tales como la historia, la psicología, los estudios literarios, la sociología, los estudios culturales, entre otras. Pese a la heterogeneidad de focos de estudio y distintas aproximaciones, el tenor general ha sido el de contribuir al fortalecimiento del ecosistema del libro y a la formación de una sociedad lectora. Este libro busca entroncar en dicha línea, aportando al conocimiento de las prácticas lectoras y la cultura escrita desde perspectivas y disciplinas diversas.

    Distintos actores del mundo del libro y la lectura han elaborado diagnósticos diferentes sobre el futuro, las fortalezas y las debilidades del sector en el panorama nacional. Por una parte, recientemente los estudios del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe destacan algunos indicadores positivos sobre la proporción de la población que lee libros en comparación a otros países de la región. Por la otra, investigaciones del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes ponen en evidencia la baja habilidad de comprensión lectora de la población. Esto último sitúa a Chile en la trayectoria de un problema diagnosticado varias décadas atrás en Europa: el analfabetismo funcional, que es la incapacidad de leer y escribir para tareas cuya complejidad va más allá de un nivel básico. Esto es particularmente preocupante si consideramos a la lectura y la escritura como herramientas de utilidad asociadas a capacidades críticas y habilidades laborales. Ahora bien, la noción de analfabetismo funcional ha sido también cuestionada por su aspiración universalista y por la dificultad de aplicarla y definirla de manera práctica, tal como la visión instrumental sobre la lectoescritura se ha criticado por reduccionista.

    Asimismo, frente al surgimiento de nuevas tecnologías aplicables al mundo de la lectura y la escritura, diversas voces destacan sus virtudes y riesgos. Ahora bien, los datos muestran que las conexiones a internet han tenido un crecimiento considerable en el último lustro −el año 2014 alrededor de dos tercios de la población tenía acceso a internet, frente a un quinto de la población en 2010−. Sin embargo, en Chile todavía es incipiente la edición de libros digitales, las prácticas de lectura de libros y revistas en formatos digitales son marginales, así como en la producción literaria el formato más utilizado sigue siendo el libro impreso. En este contexto, la discusión planteada por los diferentes actores del campo editorial busca orientar el camino para aprovechar las potencialidades de estas nuevas tecnologías y definir el lugar que el formato impreso debe ocupar a futuro en nuestra sociedad.

    Además, los datos disponibles muestran un aumento sostenido de la cantidad de títulos y novedades, así como de la creación de nuevos sellos editoriales, evidenciando el crecimiento y revitalización de la industria editorial en Chile durante la última década. Ahora bien, una segunda mirada a estos mismos datos revela la disminución general de los tirajes de cada nuevo libro y de las segundas y terceras ediciones, así como el aumento de las autoediciones y de los libros no comercializables. Asimismo, nuestro mercado editorial exhibe una aguda asimetría entre el nivel de circulación del libro chileno en el extranjero y el peso del libro extranjero en el escenario local. El análisis de estas características plantea problemas e interrogantes sobre aspectos del ecosistema del libro que es necesario fortalecer.

    Así también, en este panorama se entrecruzan desigualdades sociales de distinto tipo. Los sectores de la población que están más insertos en el mundo de la cultura escrita son aquellos con mayor nivel educacional, recursos económicos, sociales y culturales. El origen familiar es determinante en la formación de prácticas lectoras, constituyendo una estructura de reproducción de desigualdades en el mundo de la cultura escrita. También hay importantes desigualdades en términos regionales, en tanto la producción escrita −de editoriales, imprentas y escritores− y las librerías se concentran en Santiago. Paralelamente, la infraestructura de bibliotecas ha tenido una lenta expansión en regiones. Estas desigualdades se presentan como aspectos basales a ser considerados al momento de analizar los fenómenos de la cultura escrita en la actualidad.

    El desarrollo estatal respecto al mundo de la lectura y la escritura también ha visto importantes cambios en Chile. Siguiendo la tendencia regional de creación de ministerios enfocados en los ámbitos culturales y artísticos, actualmente se está cerrando una prolongada discusión que se espera culmine (o vuelva a comenzar) con la creación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Aquello ha ocurrido a la par del fortalecimiento de las organizaciones civiles del sector del libro, donde destacan especialmente Editores de Chile y la Cooperativa de Editores de la Furia. Estos actores han acompañado e incentivado un proceso donde se han ido acrecentando los recursos destinados a estas áreas, así como se han elaborado definiciones y enfoques para abordar cuestiones que antes no eran objeto de atención e intervención por parte del Estado. Entre los hitos destacables de este recorrido se encuentra el marco vigente que rige el rol estatal en lo referente a la cultura escrita: la Política Nacional de la Lectura y el Libro 2015-2020. Se trata de una iniciativa que ha intentado abordar los problemas y desafíos en estas temáticas en conjunto entre las organizaciones estatales relevantes y con un plazo que permita, a la vez, proyectar el trabajo y hacer ajustes en el camino.

    Los problemas e interrogantes planteados por algunos nudos de este sucinto panorama sobre la cultura escrita y las prácticas lectoras en Chile fueron la motivación para generar una instancia de diálogo entre académicos, trabajadores y aficionados del sector. El Encuentro Nacional sobre Cultura Escrita y Prácticas Lectoras (<www.culturaescrita.cl>) consistió en un ciclo de charlas magistrales y de mesas redondas de discusión que se celebró el 18 y 19 de mayo de 2015 en la Universidad de Chile y el 4 y 5 de junio en la Universidad de Valparaíso. Los textos aquí reunidos son el producto tanto de la reflexión personal de sus autores como del diálogo que tuvo lugar en este encuentro.

    A través de ensayos y artículos de un conjunto interdisciplinario de autores, Un lugar para los libros aborda temas como las repercusiones que los cambios educacionales y culturales han tenido en el plano de la conducta política; las particularidades de la experiencia de la escritura y la lectura digital; el vínculo entre la juventud y las nuevas tecnologías de la lectura; y la importancia de la literatura en la construcción de subjetividades. También, revisa los momentos más importantes de la historia del libro en Chile y los resultados de investigaciones recientes sobre la pequeña industria editorial y las preferencias de los lectores en nuestro país. Por último, propone algunas perspectivas teóricas y metodológicas para aproximarse al mundo del libro y la lectura. De esta manera, el análisis colectivo que construyen estos textos explora el lugar de los libros, la cultura escrita y la lectura en el horizonte de las transformaciones tecnológicas, políticas y culturales del último tiempo, ofreciendo miradas diversas e incluso contrapuestas sobre los estos mismos temas.

    Esta iniciativa ha sido posible gracias al aporte del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. También, por el apoyo del Observatorio del Libro, del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile y del Instituto de Sociología de la Universidad de Valparaíso. Y finalmente, gracias a la participación de más de treinta investigadores, académicos y profesionales del sector, que durante el curso del Encuentro Nacional sobre Cultura Escrita y Prácticas Lectoras dictaron charlas magistrales e integraron las mesas de discusión.

    Cristóbal Moya y Lorena Fuentes

    En busca de un lugar

    Ensayos sobre literatura y lectura en el siglo XXI

    Lectura de libros, lectura de imágenes

    y práctica política en Chile¹

    Grínor Rojo

    Yo escribí alguna vez que, entre las muchas cosas que podía reprocharles a los gobiernos chilenos de la Concertación, la mayor de todas era el déficit educacional y cultural que nos dejaron, y escribí además que esa había sido a mi juicio una de las causas principales que explicaban el triunfo de Sebastián Piñera en las elecciones presidenciales de 2010. Por las razones que fuesen, o porque el ideologismo neoliberal había contagiado a los políticos concertacionistas, convenciéndolos de que las autoridades no debían entrometerse en la vida privada de las personas, o porque la desmovilización social produce estabilidad o, como proclaman los burócratas a cargo de estos temas, «gobernabilidad», o porque una ideología tecnocrática obtusa juzgó que el pueblo era inepto irremediablemente, o porque había poderes fácticos de por medio y que se consideraron intocables, esos políticos optaron por no incluir en sus agendas de gobierno una educación y una cultura que estuviesen destinadas a convertir a quienes las adquirían en sujetos pensantes, informados, críticos y políticamente eficaces. Como es sabido, en el programa de Michelle Bachelet de 2005 la educación ocupaba el lugar de la quinta rueda del carro, y las primeras presiones en este sentido, las que se produjeron en 2006 a causa de la «revolución de los pingüinos», fueron neutralizadas por medio de un consenso político que deshacía todo cuanto los muchachos habían estado planteando. Fue preciso que el movimiento estudiantil universitario se hiciera oír, en las jornadas de 2011, para que se transformara en un tema de interés apremiante.

    Pues bien, en septiembre del 2013 el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile dio a conocer un informe según el cual un 44% de los chilenos entre los quince y los veinticuatro años se encuentra en un nivel de analfabetismo funcional en lectura de textos, un 42% en lectura de documentos y un 51% en el área cuantitativa. El informe, que encargó la Cámara Chilena de la Construcción, agregaba a ello que, para poder comunicarles sus recomendaciones de seguridad a los trabajadores, los managers del rubro se habían visto en la obligación de recurrir al empleo del dibujo. Mirando esos monitos dibujados en distintas situaciones era como los trabajadores llegaban a enterarse de lo que tenían que saber para evitar accidentes.

    Son, en consecuencia, tres elementos diversos pero correlacionados los que me propongo discutir a continuación: el analfabetismo funcional de casi la mitad de la población adulta de nuestro país, el traslado en el medio de acceso a la información desde la letra a la imagen y las repercusiones que todo ello tiene en el plano de la conducta política.

    Respecto de lo primero, debo decir que mucho antes de que el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile publicitara sus cifras, yo había insistido en que los elementos de juicio sobre la materia estaban disponibles para todo aquel que quisiera consultarlos. Por ejemplo, el tercer estudio sobre hábitos de lectura, tenencia y compra de libros realizado por la Fundación La Fuente, con la colaboración de Adimark GFK, en 2010 comprobaba que había en Chile un 45,7% de personas que no leen «nunca» y un 7,1% que no lee «casi nunca», lo que suma un 52,8% de «no lectores». Asimismo, la segunda «Encuesta de Comportamiento Lector», realizada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes el 2014, cuyos resultados fueron publicados el año pasado, indicaba que un 56% de los chilenos no había leído libros en los últimos doce meses.

    Más grave aún es que, según un estudio anterior de esa misma Fundación, el 24% de los chilenos mayores de cincuenta años y que fueron a la escuela, son personas que aprendieron a leer y escribir, pero o no aprendieron bien o se les olvidó y hoy no pueden seguir instrucciones escritas porque no entienden lo que leen. Por otra parte, de una encuesta de 2011 del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, aquella vez en sociedad con el Consejo Nacional de la Cultura, se desprendía que apenas un 3% de la población del país lograba evaluar críticamente o formular hipótesis derivadas de conocimientos especializados en relación con el tema del texto que leían, mientras que el 84% no lograba una comprensión adecuada de textos largos y complejos cuyo contenido no les resultaba familiar. Todo ello en tanto que, de acuerdo con las cifras que maneja el grupo educacional 2020, el 40% de los muchachos y muchachas que egresan de la enseñanza básica está en similares condiciones.

    A nivel de la enseñanza superior, el promedio que en lenguaje obtuvieron los alumnos provenientes de los colegios públicos-municipales en la Prueba de Selección Universitaria 2015 fue de 457 puntos, cuando el máximo es de 850 y el mínimo exigido por las universidades del Consejo de Rectores para concederles admisión a sus postulantes es de 500 (los postulantes que provenían de colegios particulares subvencionados promediaron 489. Además, de los 100 colegios con mayor puntaje PSU en 2015, 94 son particulares pagados y promediaron 658 puntos). En la misma prueba, frente a 180 «puntajes nacionales» en matemáticas, hubo sólo 6 en lenguaje y comunicación. Añádanse a lo anterior las respuestas dadas a una pregunta de la Encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), el organismo ligado a la derecha liberal, de agosto de 2012, respecto a «lectura de noticias sobre política»: el 49% de los interrogados manifestó no leerlas; el 38%, hacerlo algunas veces, y sólo el 13%, frecuentemente.

    Y una nota personal: en mi curso de segundo año de Licenciatura en Literatura de la Universidad de Chile, al que asisten cuarenta estudiantes, pregunté no hace mucho cuántos de ellos habían leído Martín Rivas, por muchas razones la novela más importante del siglo XIX chileno. Ninguno la había leído.

    Estos son los datos duros.

    Cierto, en la medición que se hizo el 2012, aplicando el Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE), en segundo medio y en cuarto básico, los resultados fueron, según apunta Mario Waissbluth, «auspiciosos en matemáticas», pero «mostraron estancamiento e incluso retroceso en la capacidad fundamental de cualquier estudiante: leer, entender lo que se lee y, por extensión, lo que se le explica verbalmente» (2013, 94). No sólo eso, sino que es el mismo Waissbluth quien, revisando retrospectivamente los resultados de los octavos básicos en la sección lenguaje, detecta un fenómeno «curioso», que consiste en que incluso en los colegios particulares de élite, que supuestamente son los mejores, hubo, entre el 2004 y el 2011, una baja de ocho puntos. Porque no nos contemos cuentos, la tendencia que la mayor cantidad de datos disponibles comprueba es, como se ha visto, negativa, y la conclusión que de ello puede desprenderse es una sola: el analfabetismo funcional o el semialfabetismo de la gran mayoría de nuestros compatriotas.

    Las consecuencias, las peores de ellas, son las que yo señalé más arriba: una población con un mínimo de capacidad crítica y de lo que se sigue un también mínimo de discernimiento político. Es lo que explica el gobierno de derecha que sufrimos durante cuatro años, el que, como una ciudadanía informada hubiera podido preverlo y prevenirlo, iba a favorecer y favoreció a la educación particular y particular subvencionada por sobre la pública. Esto, por cierto, no es una casualidad. Porque en una sociedad que no es moderna sólo existen los que mandan y los que obedecen, y los que obedecen son, van a ser, indefectiblemente, aquellos que provienen de la mal provista, maltratada y siempre vilipendiada educación pública.

    Y, claro está, Chile invierte en educación el siete y medio por ciento de su PIB, pero más del 40% de ese siete y medio por ciento proviene mayoritariamente de los bolsillos de las familias y va a parar al circuito de la educación privada. Esto quiere decir que el gasto estatal en educación, que es el que favorece o debiera favorecer a la educación pública y por ende a los grupos de personas con menores ingresos, que demás está decirlo son las que constituyen la

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