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La última de su especie: La última de su especie - Preludio a la Serie Nueva Tierra, #1
La última de su especie: La última de su especie - Preludio a la Serie Nueva Tierra, #1
La última de su especie: La última de su especie - Preludio a la Serie Nueva Tierra, #1
Ebook524 pages7 hours

La última de su especie: La última de su especie - Preludio a la Serie Nueva Tierra, #1

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About this ebook

Como preludio a la Serie de Nueva Tierra, La última de su especie prepara el escenario para una alianza inter-alienígena, que debe de aprender a valorar a los seres humanos como algo más que herramientas para ser usadas. La admiración de Cerulean por Anne evoluciona hasta convertirse en un sendero extraterrestre – ofreciendo al universo la verdadera humanidad.

LanguageEspañol
PublisherBadPress
Release dateSep 22, 2022
ISBN9781071599716
La última de su especie: La última de su especie - Preludio a la Serie Nueva Tierra, #1
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    La última de su especie - A. K. Frailey

    Los escritos de A. K. Frailey

    Libros para la mente y el espíritu

    Novelas históricas de ciencia ficción

    OldEarth ARAM Encounter

    OldEarth Ishtar Encounter

    OldEarth Neb Encounter

    OldEarth Georgios Encounter

    OldEarth Melchior Encounter

    Novelas de ciencia ficción

    Homestead

    Last of Her Kind

    Newearth Justine Awakens

    Newearth A Hero’s Crime

    Cuentos cortos

    It Might Have Been—And Other Short Stories 2nd Edition

    One Day at a Time and Other Stories

    Encounter Science Fiction Short Stories & Novella 2nd Edition

    No ficción inspiradora

    My Road Goes Ever On—Spiritual Being, Human Journey 2nd Edition

    My Road Goes Ever On—A Timeless Journey

    The Road Goes Ever On—A Christian Journey Through The Lord of the Rings

    Libro de niños

    The Adventures of Tally-Ho

    Poesía

    Hope’s Embrace & Other Poems 2nd Edition

    Prólogo

    Envuelta en sereno y negro silencio, la Tierra gira en su eje, un agudo contraste a la ajetreada realidad en su superficie. La mirada de una mente escondida pasa sobre la esfera azul con blanco, cambiando entre estrellas de fuego y vastos sistemas planetarios, los cuales se mueven de acuerdo a sus propios, plácidos y predeterminados caminos. Su atención se enfoca en un planeta, Lux, un mundo de seres de luz, refulgentes en la reflexión de su propia gloria.

    En el balcón del edificio del capitolio, mientras el sol se acurruca en el horizonte, dos figuras se encuentran frente a frente. Roux, un guardia Luxoniano, resplandeciendo como una figura humanoide de un café dorado, mientras Sterling, arropado en su toga de Juez Supremo, brilla en tonos de amarillo y blanco, levemente definido por su contorno de anciano humano.

    Sterling, sombrío y erguido, le da la espalda a Roux y encara el mundo Luxoniano gloriosamente colocado ante él. El cielo estalla con brillantes colores, mientras que girones de grises nubes se alejan y revelan tres claras lunas. Su voz retumba.

    ¿Entiendes tu papel cuando vayas de regreso?

    Roux sonríe. Una chispa traviesa en sus luminosos ojos. Soy tu infiltrado, un guardián y – un espía.

    Sterling retira su sorprendida mirada de la escena y voltea a ver a su compañero. Usas unas frases tan coloridas, Roux. Todo lo que pido es que te mantengas alerta. Espera una oportunidad.

    ¿Para qué exactamente?

    No estoy seguro. La humanidad no sobrevivirá la siguiente crisis, pero la Tierra prevalecerá:

    La chispa se extingue y los rasgos de Roux se endurecen, definiendo su figura humana en mayor detalle. Su cabello negro rizado, mentón pronunciado y brazos musculosos clarifican su juventud, pero nada más. Sus cejas se elevan. ¿Vas a cosechar un planeta abandonado?

    Lo que quede. Tal vez más. Quizás los remanentes. También necesitamos ayuda- ¿Sí te das cuenta de eso?

    Roux suspira, sus anchos hombros se encorvan. Mientras camina por el cuarto, su figura gana definición. Agarra una pila de ropa con un par de zapatos colocados encima.

    ¿Se trata de ellos o nosotros?

    Extendiendo sus relucientes brazos a todo lo ancho, Sterling regresa su mirada al sol que se oculta. Solo digamos que su pérdida podría ser nuestra ganancia.

    Con unos cuantos pasos, Roux se retira detrás de una pared divisoria. Un sonido de cierres acompaña sus malhumoradas palabras y el sonido de zapatos cayendo al suelo contra el duro suelo.  ¿Y Cerulean? Tú sabes – lo que- siente- por la humanidad.

    Sterling se para en la orilla del balcón, sus ojos siguen el brillo que se oculta. Me temo que sí. Tan parecido a su padre, pero no como su hijo. He enviado a Viridian, solo por si las dudas.

    Roux regresa al cuarto vistiendo pantalones de mezclilla, un suéter y un par de mocasines marrón puestos al revés. Le frunce el ceño a Sterling. ¿Para que tome su lugar?

    Sterling se encoje de hombros, se le queda viendo a los zapatos y regresa la mirada a la línea del horizonte. Ya veremos. El tiempo se acaba. Haz tu trabajo y puede que sobrevivamos.

    1

    Abril

    SU LUGAR EN EL UNIVERSO

    La brillante luz del sol inunda la habitación, proyectando un resplandor alrededor de Anne, el centro del universo de Cerulean. Sin darse cuenta de que está siendo observada, Anne se le queda viendo al cartucho rectangular blanco en su mano derecha, Su mano izquierda se mueve hacia su parte media mientras sus ojos se ensanchan. Sus labios tiemblan. ¡Demonios! Mirando una última vez el cartucho, parpadea un par de lágrimas.

    Su decepción sorprende a Cerulean; jamás había dado ningún indicio de que quería hijos. La última vez que la visitó, había dejado muy claro que no quería tener hijos nunca. Tenía diecisiete entonces; ahora tenía veintisiete. Las cosas obviamente habían cambiado.

    Anne tira el cartucho de prueba al cesto de basura, jala la palanca, su cara pálida y delgada. Entra en su habitación.

    Asomándose por la puerta entreabierta, Cerulean contempla la foto de su boda en el tocador. ¿Su esposo quería tener hijos? Hace diez años, Anne no quería otra cosa que no fuera concentrarse en una carrera y viajar. Ahora, certificados de maestra enmarcados, fotos de graduación y vacaciones alineaban las paredes. A Cerulean no le quedaba la menor duda; puede que Anne estuviera establecida, pero no era feliz.

    ¡Estúpida!  Anne se jala la blusa y se ajusta la falda, Maldición, ¿Por qué esta falda nunca se ajusta bien? Jala de la banda de la cintura, se ajusta la ropa y le da una mirada furiosa al espejo. Se pone de lado, pasa la mano por su esbelta figura, observa su complexión de 1.65 mts., y se acomoda algunos cabellos sueltos. Tiene buen peso; sus ojos cafés son serenos, su piel clara y marrón.  Limpiándose el último rastro de lágrimas, se pellizca las mejillas para darse color. Su cabello castaño cuelga en su espalda en una gruesa trenza.

    Cerulean evalúa a la mujer adulta frente a él. No hay nada extraordinario en ella, pero tampoco hay algo que objetar. Para su sorpresa, Cerulean siente una sensación recorrer su cuerpo, una sensación que pensó había muerto con su esposa. Cuando las cejas de Anne se fruncen mientras analiza silenciosamente la habitación, Cerulean disminuye su exuberancia ¿Podía ella sentir su presencia?

    Anne voltea a ver la puerta cerrada y luego la ventana. Podía verse a kilómetros de distancia sin que nada interrumpiera. Solo los pájaros que pasan volando pueden ver algo. Si lo intentan.  Lo que no harán. ¡Estúpidos pájaros! Anne se apresura a ponerse las medias y amontona su ropa de noche sobre la cama. Después.

    La mirada de Cerulean se mueve cuando Philip, el esposo de Anne, entra en la habitación. El abogado toca con su dedo su costoso reloj. ¿Sabes qué hora es? Se te va a hacer tarde.

    Con un suspiro exagerado Anne hace un gesto. No me lo recuerdes Philip. Nunca llego tarde y no quiero que comiencen a murmurar que morí o algo por el estilo. Anne mueve su pie para meterlo en el zapato y sacude la cabeza. El quinto grado es lo suficientemente difícil como para aparte causarles esa preocupación.

    Esbelto, con cabello rubio color arena y profundos ojos azules, Philip se mueve por la habitación con pasos confiados y fluidos. ¿Sucede algo? Te ves algo tensa. Si gustas yo... Sus manos se abren y le hace señas para que se acerque.

    Anne se le queda viendo, retándolo a que diga una palabra más.

    Las manos de Philip caen a un lado mientras cierra la boca.

    Anne gesticula con un dedo. Más te vale que le pares. No estoy de humor. Solo alcánzame ese suéter para que me pueda ir.

    Analizando la colección de faldas, suéteres y ropas variadas que cubren la silla, Philip mueve las manos. ¿Cuál, el negro o el azul?

    Dame el negro, siento que acabo de ir a un funeral.

    Después de pasarle el suéter, Philip ignora la advertencia, se acerca, pone las manos sobre sus hombros y los masajea gentilmente. ¿Vas a estar bien?

    Anne se pone rígida mientras parpadea nuevas lágrimas. No, pero eso no importa. Soy una idiota. Deberían de examinarme la cabeza, o el corazón. Con un implacable encogimiento de hombros, Anne se aleja de su esposo. Lo siento, pero tengo que irme. Corre hacia la puerta.

    Philip mueve la cabeza mientras la ve desaparecer, sus tacones resuenan mientras baja las escaleras. Un momento después la puerta del frente se azota.  Philip camina hacia el tocador, toma las llaves del coche, comienza a silbar y luego se detiene. El sonido de agua corriendo atrae su atención. Entra al baño, su mirada se dirige hacia las toallas tiradas. Frunce el ceño.

    Después de sacudir la manija del W.C., recoge un pedazo de papel de baño del suelo y se agacha para tirarlo en el cesto de basura. El estuche de pruebas llama su atención. Lo levanta, examina la única línea rosa y, con otro movimiento de su cabeza, lo tira en el cesto de basura. Mientras examina su imagen en el espejo, Philip se ajusta la corbata asintiendo levemente con la cabeza mientras ve su traje echo a la medida. Pasa los dedos por su cabello y se anima por un pequeño corte que tuvo en su mentón antes. Después de un ajuste final a su saco, sale de la habitación. Sus pisadas resuenan con eco mientras baja corriendo las escaleras. En un momento, la puerta del frente se azota una segunda vez.

    ____________________

    Un breve destello de luz ilumina la habitación cuando Cerulean aparece con su hijo a su lado. Vestido con pantalones de mezclilla y una chamarra de piel café, Cerulean ha tomado la apariencia de un hombre musculoso de mediana edad. Unas cuantas canas en su cabello oscuro y una barba de un par de días le dan una apariencia casual pero digna. Sus sombríos ojos cafés dan testimonio de un espíritu que ha tenido más experiencias de lo que las palabras podrían decir.

    Su mirada se centra en su hijo. Observa, Viridian: los humanos tienen la capacidad de mentir, aún a ellos mismos. A nosotros no se nos permite ese lujo.

    Un destello de ansiedad llena los ojos del joven. Su figura aparatosa de cabello café, ojos cafés y piel bronceada se encorva con pena.

    Acomodando un mechón de cabello de su hijo y examinando su forma humana, Cerulean cambia el tema. Me gusta. La apariencia te queda. Me tomo mucho tiempo acostumbrarme a un cuerpo humano, pero ahora la transición es fácil. Me gusta la sensación: limitante, pero a la vez extrañamente segura. Los entiendo mejor de esta manera.

    El mechón de cabello se resbala de regreso a los ojos de Viridian. Odio esto. Los humanos no admiran a los chicos gordos. Soy tan ordinario como una roca.

    Cerulean asiente con la cabeza. Exactamente. Eres un chico adolescente no interesante que no incitará ningún comentario ni atraerá la atención. Además, me gustan tus colores: variaciones de un tema simple, tan diferente de nuestro estado natural. La luz captura cada color, pero los humanos, se las arreglan con menos. Pueden encontrar gran belleza en tonos simples. Y no es que no seas atractivo, relleno tal vez, pero no con sobrepeso. De cualquier forma, Yo sé cómo te ves en realidad. Los humanos estarían abrumados. De la forma en que eres ahora, no causas mucho interés.

    ¿Interés? Soy repulsivo. Viridian camina de un lado al otro de la habitación. ¡Los humanos me van a evitar como si tuviera una de sus plagas! Y aparte de eso, apenas si puedo moverme. ¿Cómo pueden ver algo? Es como estar bajo el agua. Todo está tan distorsionado y borroso.

    Ya te acostumbrarás. La verdadera observación va más allá de ver con solo tus ojos. Aparte, si vamos a observar, debemos ser capaces de interactuar, al menos algunas veces, y no podemos interactuar bien si no lucimos al menos humanos. Aunque existen guardianes a quienes les gusta tomar formas animales o de plantas. La imagen de un guardián-roedor a quién conoció una vez se le viene a la memoria. A Cerulean le da un escalofrío. No disfruto eso mucho que digamos.

    Encogiéndose de hombros, Viridian se mete las manos en los bolsillos. Pero, ¿Y si algo sucede- algo inesperado? ¿Y si alguien nos ataca o hay una tormenta y la casa nos cae encima o uno de sus alocados vehículos choca con nosotros? ¿Entonces que?

    Nos hacemos a un lado si es posible, pero si es necesario, morimos y regresamos más tarde.

    Los humanos querrán saber quiénes somos, quienes son nuestros cuerpos de alguna manera.

    Los humanos enfrentan enigmas todo el tiempo. Eventualmente, solo cierran el expediente. Las cejas de Cerulean se fruncen. Si no te conociera mejor, diría que estas aterrado.

    ¡No estoy aterrado! Viridian grita. Solo es que no me gusta este lugar. Lo siento si esto te ofende, pero los humanos son patéticos. No se parecen a nosotros en nada.

    Cerulean da unos pasos para alejarse y cruza los brazos sobre su pecho. No estás aquí para hacer un estudio comparativo, solo ubica tu lugar. Serás un guardián cuando llegue el momento y debes ser capaz de ver todo, pero no juzgarlo. El juzgar es para otros.

    Cerulean mira por la ventana. Su hijo tendrá que aprender, como él había aprendido después de largos años de servicio. ¿Hace cuánto tiempo? Habían pasado siglos. Había seguido los pasos de su padre, como él lo había hecho antes, una larga tradición que se remontaba siete mil años en el pasado, todo el tiempo que los Luxonianos habían estado observando a esta raza. Antes de ese tiempo... Bueno, no había mucho que ver.

    Viridian analiza la silenciosa habitación. ¿Pero por qué aquí? ¿Por qué ella? ¿Qué tiene ella de especial?

    Dando un gran suspiro, Cerulean marcha hacia el baño. Es una cosa extraña con los humanos. Son sorprendentes. Una vez escuche a un autor humano bien conocido declarar que a nadie le importa el hombre que va en el autobús o la mujer en la tienda de la esquina, pero se equivoca. Ahí es donde me di cuenta de Anne por primera vez- en la tienda de la esquina. Estaba con su madre, y, aunque solo tenía siete, de hecho, ayudó. A diferencia de la mayoría de niños, sabía cómo mantenerse firme y comprar solo lo de una lista designada. Su madre estaba enferma, una mujer aterrada, terriblemente aterrada. Margaret- así se llamaba- veía peligro en todos lados. Una vez le dijo a Anne mientras manejaban cuesta arriba en una colina que el otro lado podría no estar ahí. Anne aprendió a lidiar con el miedo desde entonces. Pude ver su fortaleza- aún en aquel entonces.

    Viridian se para junto al bote de basura y apunta hacia adentro. Hoy tenía miedo. Tenía miedo de poder estar embarazada.

    No, es ahí donde te equivocas. Debes de tener más cuidado. No saques conclusiones tan rápidamente. No solo debes de ver las acciones sino las motivaciones. Los ojos de Cerulean miran rápidamente la foto de la boda en la pared mientras caminan de regreso a la habitación. ¿Por qué Anne actuó de esa manera? No estaba aterrada de poder estar embarazada; se aterró cuando se dio cuenta de que quería estar embarazada. Y, bueno, puede que lo esté.

    Viridian lo mira con desdén, una ceja elevándose. ¿Por qué?

    Juntando los labios, Cerulean camina hacia la ventana. Un agudo dolor de decepción perturba su usual equilibrio. Haciendo un esfuerzo por despegarse del sentimiento, apunta hacia el cielo. Nosotros podemos ir y venir. Sabemos que existen más mundos que solo el nuestro. Hemos estado observando a varias razas por tiempo inmemorial, pero ella... Cerulean se voltea a ver la foto de ella y Philip en el tocador. ella no sabe nada de nosotros, o de nuestra especie, o que la raza humana no está sola. Le teme a la intimidad, pero al mismo tiempo la desea, el tipo de intimidad que la maternidad requeriría. Los humanos a menudo están cegados por el miedo. He observado por un año completo cada década. Esta es la tercera vez que veo a Anne, pero nunca se cuándo será la última.

    Viridian se muerde un labio.

    Cerulean le da una palmada en el hombro a su hijo y un pequeño destello de esperanza brota en su interior. Es hora de irnos. Anne va a estar en la escuela y nuestro trabajo es observar. Vamos a ver que está haciendo ahora. Comienza a caminar, pero su hijo se queda en silencio sin moverse. Cerulean saca un gran suspiro y se detiene. ¿Qué?

    ¿Cuánto tiempo los vamos a observar? Quiero decir, ¿Voy a tener que hacer esto toda mi vida?

    Cerulean trata de que la pregunta no lo hiera demasiado. No lo sé. La raza humana no durará para siempre.

    Mirando hacia el cielo, Viridian se acerca a la ventana. ¿Es un castigo? ¿No duraran mucho tiempo?

    Una nube cubre el sol, haciendo que el cuarto se cubra de sombras. Recuerda, no juzgamos. Observamos. Es curioso. Los humanos creen que su final vendrá con fuego y tormentas, guerra y pestilencia. Pero no necesariamente. Su final podría llegar lentamente, silenciosamente, como un atardecer sin amanecer.

    Viridian respira con dificultad y mira con enojo a su padre. ¿Deberíamos de advertirles? ¿Cuál es el objetivo de observarlos si van a morir de todas formas?

    Eso no es algo que nosotros podemos decidir. Observamos para aprender. Eventualmente, los humanos entenderán su lugar en el universo y nosotros los observaremos hasta que lo hagan.

    Con una última mirada a la silenciosa habitación, Cerulean levanta la mano en señal de autoridad. Vámonos. Comienza a caminar.

    Viridian titubea por un instante.

    Con un leve destello de intensa luz, ambos desaparecen.

    2

    Mayo

    DR. MITCHELL

    Cuando escucha el familiar y pesado andar de su colega llegando al laboratorio, la ansiedad sube por la columna del Dr. Mitchell. Sin poder resistir, voltea a ver.

    Como de costumbre, el Dr. Peterson se ve perfecto. Un artista pudo haber labrado su rostro en piedra, mientras su barba café impecable brilla en la luz. Su inmaculada bata de laboratorio acentúa su atuendo profesional: pantalones oscuros con una camisa de vestir azul, todo planchado con esa apariencia de que acaba de salir de la tintorería. El Dr. Peterson camina directo hacia una jaula de alambre, mira adentro, frunce el ceño y sacude la jaula. Rascándose el mentón, murmura. Mitchell, ven aquí un minuto, ¿sí?

    Treinta años de edad, ligeramente pasado de peso con piel oscura, el Dr. Mitchell siente como crece su enojo mientras trata de mantener sus reacciones de manera profesional. Retira la mirada de lo que está haciendo, murmura, "Doctor Mitchell," y lentamente se levanta de su banco. Camina hasta donde está parado el doctor en jefe observando, se asoma a ver en la jaula, se ajusta los lentes y mira de nuevo.

    La rata muerta yace inmóvil para siempre ante la mirada de los dos doctores. Asintiendo con la cabeza, el Dr. Peterson demuestra su acuerdo con el leve gruñido del Dr. Mitchell. Si, eso es lo que pensé. Extraño, ¿eh? No debería de estar, pero lo está.

    El Dr. Mitchell abre la puerta de la jaula y saca el cuerpo tieso agarrándolo de la cola. Ha estado muerta por algún tiempo. ¿Nadie revisó las jaulas esta mañana?

    Viendo hacia todos lados el Dr. Peterson grita. "¿Sarah? ¡Sarah! ¿En dónde estás?

    Con un estremecimiento, el Dr. Mitchell suspira. Conoce la precaria situación de Sarah en el hospital y recordando sus propias duras experiencias, su mandíbula se tensa. Desearía que no hicieras eso.

    Regresando su atención al hombre a su lado, el Dr. Peterson responde furioso. ¿Qué? ¿Qué demonios hice ahora? Siempre te pones tan- tan fastidiosamente defensivo. No puedo entenderte.

    Sarah irrumpe en la habitación, su rostro tan tenso como la bola de cabello sobre su cabeza. Su esbelta figura parece devorada por su larga y blanca bata de laboratorio. Sube sus manos estériles con sus guantes puestos. ¿Si, doctor? ...estaba acabando de...

    No me importa que estabas acabando, ven aquí y explica esto. Con los ojos azules helados, el Dr. Peterson la observa acercarse. Los ojos de Sarah se ensanchan alarmados cuando llega a ver a la rata muerta y parpadea. Estaba bien la última vez que la revisé.

    ¿Y, exactamente, cuando fue eso?

    El pánico inunda los ojos de Sarah. Le lanza una mirada al Dr. Mitchell pidiendo ayuda. Creo que la revisé esta mañana...quiero decir, estoy casi segura de que la revisé... Tomando una repentina bocanada de aire, Sarah voltea a ver al Dr. Peterson. ¡Oh Dios mío! Lo siento, señor. Realmente lo siento. Se me hizo tarde. Hubo un accidente en la 15va y tuve que rodearla; me tomo treinta minutos extras con todo el tráfico y debí de haber- debí de haberme pasado directo a...

    Estás despedida.

    El café matutino de Vainilla Francesa del Dr. Mitchell se revuelve en su estómago.

    Los ojos de Sarah se ensanchan aún más mientras que su boca se abre.

    Tratando de agarrar la mesa para no perder el equilibrio, su voz se eleva. Pero señor, no puede estar hablando en serio. No llego tarde usualmente y jamás había olvidado mis obligaciones en el pasado. Necesito esto. Me refiero a, si usted me despide, no seré capaz de mantener mi posición con...

    Viéndola despectivamente, el Dr. Peterson mantiene su postura inamovible al igual que su juicio. No es mi problema. Tenías un trabajo y no lo hiciste. Ahora no empieces a lloriquear y a decir que siempre has hecho lo mejor. Has llegado tarde tres veces este mes y no es el primer animal en morir bajo circunstancias sospechosas.

    La mandíbula del Dr. Mitchell se torna aún más rígida cuando las lágrimas corren por las mejillas de la joven mujer. Sus ojos se mueven hacia la mirada sin remordimiento del doctor en jefe.

    Esforzándose por mantener el control de la situación, el Dr. Peterson grita. ¡Demonios Sara! No llores. Lo digo en serio, de veras, no llores. Odio eso.

    La habitación se torna absolutamente silenciosa. Decidiendo que la distracción es algunas veces el mejor método de supervivencia, el Dr. Mitchell se aleja de la escena y reenfoca su atención.

    Un ligero olor a descomposición inunda su nariz. Con el ceño fruncido, estudia la rata muerta. Doctor Peterson, ¿Podría tomarse un momento para observar más detenidamente esto? Como mencioné antes, esta rata lleva algún tiempo muerta. Sarah no la mató. Todavía hay comida y agua en su plato ¿Lo ve? El doctor Mitchell apunta con su dedo índice. No. Algo más mató a este amigo. Sabes, estoy empezando a pensar que cuando clonamos el último grupo, cometimos un error. Cada una de ellas ha muerto y Sarah no tuvo nada que ver con eso. Voltea a ver a Sarah y le hace un guiño de conspiración.

    El doctor Peterson exhala ruidosamente y regresa su mirada a la mujer frente a él. "Oh, está bien. Me imagino que eso te salva. Pero, un error más Sarah, y si te despido, así que ahora ayúdame. Se que no puedes comprenderlo, pero el trabajo que hacemos aquí es de importancia de vida o muerte. Existen culturas enteras que enfrentan la extinción, pero, si la clonación funciona, hay esperanza para todos nosotros."

    Limpiándose los ojos con la parte de atrás de la muñeca, Sarah murmura, Sí, señor, gracias. Tratando de mantener sus manos aún estériles, camina de regreso al cuarto de atrás.

    En silencio, el doctor Mitchell coloca a la rata muerta en una bandeja de metal. Acomoda una variedad de cuchillos de diseccionar sobre la mesa rodante que tiene cerca. Dándole la espalda al doctor Peterson, comienza a hablar casi susurrando. A veces actúas como un intolerante prejuicioso.

    ¿Disculpa? El doctor Peterson se aproxima y se para junto a su colega, las manos en sus caderas. Jamás te he tratado con nada que no sea mi más profundo respeto. Jamás ni siquiera pensé en el hecho de que eres Afro-americano.

    El doctor Mitchell se ríe mientras niega con la cabeza. Eso es probablemente porque no lo soy. Mi madre es de Haití y mi padre de Puerto Rico. Se endereza y voltea a ver al doctor Peterson a los ojos. No, me refiero a la forma en la que tratas a esa chica y a todos los demás por aquí. Llamas a la gente sin usar sus títulos correspondientes; dices cosas como, ’No espero que lo entiendas’ como si todos fuéramos demasiado estúpidos para entender tus nobles ideas y amenazas a la gente constantemente. ¿Recuerdas a ese ayudante el otro día?

    Con un quejido, el doctor Peterson da un paso hacia su escritorio. ¡Ese chico tiró una bandeja entera de equipo estéril por Dios! ¿Qué se supone que debí de haber hecho? ¿Felicitarlo? ¿Darle una palmada en la espalda y decirle que es un pobre chico malentendido de barrio y que entiendo perfectamente lo que intentaba hacer cuando arruinó...

    Ahí vas otra vez. Solo porque alguien no tiene la piel blanca como la nieve, asumes que...

    ¡No es verdad! ¡Ese chico es de barrio! Sucede que lo sé porque lo contraté yo mismo. Su nombre es James, tiene veintitrés años y estuvo en prisión por un cargo menor relacionado con drogas. Pero cuando Tom, allá en admisiones, me dijo que él conocía a la familia y que eran buenas personas, le creí. Solo quería que le diera una oportunidad al chico. Le dije a James desde el principio que iba a tener que actuar según mis estándares, yo no iba a cuidarlo por ser de una minoría para sentirme bien conmigo mismo. Lo contraté para realizar un trabajo porque creí que lo podía hacer y, a menos de que demostrara lo contrario, que podía subir a alguna posición que podría desempeñar. Todo dependía de él. El doctor Peterson respira pesadamente.

    Simplemente no te gusta el hecho de que maldiga y me enoje cuando alguien actúa de manera estúpida. No soy una persona sensible, Mitchell. ¡Acostúmbrate! Pero soy bueno en lo que hago y cualquier persona que trabaje conmigo o para mí, más les vale ser buenos en lo que hacen ¡O se van!

    El doctor Mitchell toma un escalpelo delgado y se agacha para comenzar con la disección. Supongo entonces que este pequeño amigo te falló. Se encoge de hombros. Bueno, al menos sé que tienes un corazón, aunque no lo uses mucho.

    Resoplando y con las manos arriba, el doctor Peterson se rinde. Está bien, está bien, tú ganas. Trataré de enmendar las cosas. Todo mundo es tan endiabladamente quisquilloso. Sabes, Margaret me dijo el otro día que, si tenía un ataque cardiaco, sería mi miserable...digo...mi culpa.

    Sin perder la concentración, el doctor Mitchell hace la primera incisión. ¿Margaret? No recuerdo a ninguna Margaret.

    Tina quería más de lo que yo podía darle.

    Ah, si...Tina.

    El doctor Peterson mueve papeles de su escritorio. ¿Cuándo fue la última vez que revisaste las estadísticas?

    Le di ese encargo a Sarah. Se supone que va a tener un informe completo para el fin de semana.

    Ah El doctor Peterson se frota las manos. Entonces que bueno que no la despedí. Riéndose mientras saca su laptop, presiona el botón de encender.

    El doctor Mitchell frunce el ceño cuando investiga más adentro de la rata. Nada de lo que ve tiene sentido y ese es un problema. Un gran problema.

    3

    Junio

    PLANES

    La escena, kilómetros sobre la Tierra, deja a Anne sin aliento. El arcoíris se extiende tan lejos a campo abierto que tiene que hacer la cabeza hacia atrás para verlo. Los tonos rojos, rosas, naranjas, azules y púrpuras mezclándose en una sinfonía visual; es espectacular. Un estremecimiento de dicha se propaga por su piel. Anne quiere con todas sus fuerzas responder con su propia dicha, pero entonces la idea de lo que tiene que hacer le viene a la mente y sus nervios regresan.

    No estoy segura de poder hacer esto. Sus hombros se encorvan, el peso de la duda que tenía antes, hace que regrese a una tierra implacable. Su mirada borrosa sobre la grava húmeda.

    En un impulso repentino, casi contra su voluntad, voltea a ver una vez más. El arcoíris no ha desaparecido, al contrario, ha crecido en tamaño y majestuosidad. Se queda sin aliento. La vista del glorioso espectro de colores contra el cielo bañado con la lluvia y las colinas llenas de bosque verde y frondoso, elevan de nuevo su espíritu.

    No había vuelta atrás. Tenía que encararse a sí misma y a su vida con honestidad o jamás viviría realmente. Los arcoíris son solo para los valientes.

    ___________________

    El brillo del sol ocultándose hacía que la rústica cocina se bañara en una luz dorada. Muros de color mantequilla decorados con enredaderas de vid, pinturas rurales y una mesa de madera sólida representaban una escena que podría encontrarse en cualquier revista de ‘Vivir en el campo’. Anne preparó una comida perfecta, con pollo frito, pure de papas y ejotes, y una generosa copa del vino blanco favorito de Philip. Planeaba dejar caer la bomba de ‘Quiero un bebé’ cerca del final de la comida, esperando que Philip estuviera de un humor más receptivo. Pero, de alguna manera, se encontró moviéndose como una ballena encallada tratando de regresar al océano. Mientras Philip comía felizmente, ella le daba vueltas a su comida con el tenedor. Dándole una rápida mirada, se lanza hacia el espacio.

    ¡Philip, quiero un bebé- pronto! Ya no puedo esperar más y ninguno de los dos se está haciendo más joven. También tengo necesidades, sabes. No era sutil. Cuando la mandíbula de él se traba, su esperanza se desintegra.

    Limpiándose los labios con gran cuidado, voltea a verlo furioso. Como dices, ¿Qué quieres qué? Sin esperar una repuesta, Philip toma un último trago de vino y luego se hecha hacia atrás en su silla, cruzando las manos por detrás de la cabeza. Así que, quieres decirme toda la verdad, o solo caminar hacia adelante y dejarme atrás como de costumbre.

    Anne pone el tenedor en la mesa y se limpia la mano temblorosa en una servilleta. Eso no es justo. Te cuento todo. Es solo que esto es una cuestión personal y yo- tenía que meditarlo antes de decírtelo.

    Sacudiendo la cabeza, Philip deja caer las manos en su regazo. "Honestamente crees que tener un bebé es tu cuestión personal? ¿Cómo si no me afectara a de manera personal? Asumo que yo sería el padre."

    Anne se levanta, su cara ardiendo de rabia. ¡Eso fue cruel! Por supuesto que serías el padre.

    Fue un golpe bajo, Philip admite mientras se pone de pie, pero no tienes idea, realmente la menor idea de lo que me has hecho pasar.

    La mirada de Anne se desploma al suelo, aun cuando se pone rígida, escuchando con atención cada palabra de Philip.

    Sabes, cuando nos casamos, tenía el sueño de tener dos o tres hijos, un niño y tal vez una niña o dos. Me encantaba ese sueño. Pero entonces anunciaste que jamás tendrías hijos. Y cada vez que trataba de hablar al respecto me decías que era tu elección. No podía hacer mucho al respecto. Casi cualquier mujer en Estados Unidos estaría de acuerdo contigo. Pero me dolió. Fue muy doloroso dejar morir ese sueño, y ahora, después de muchos, bendecidos años, aunque sin niños, anuncias, así como así, ¡Que quieres un bebé!

    Philip recoge sus platos de la comida y los lleva al fregadero, pasando junto a la figura inamovible de Anne.

    Bueno, ahora no estoy tan seguro de querer embarcarme en ese viaje. ¿Qué pasa si cambias de opinión otra vez y quieres abortar? ¿Dónde me deja eso a mí? Golpea para abrir el agua caliente, echa los huesos de pollo a un lado y avienta los platos dentro del fregadero haciendo un horrible sonido. No, no estoy seguro de poder manejar eso."

    Anne permanece inmóvil junto al fregadero, parpadeando sus lágrimas. Su garganta contraída, casi ahogándola. No me di cuenta. No sabía cómo te sentías...ni que realmente querías tener hijos. Pensé que solo era una fase por la que estabas pasando, como un juguete con el que juegas y luego lo olvidas. Jamás pensé...

    No soy tan superficial. ¿Ves lo mucho que quieres tener un bebé ahora? Bueno, así estaba yo hace unos años. Solo que tú dijiste que no.

    Anne susurra. ¿Así que vas a decir que no ahora, nunca?

    Los hombros de Philip se hunden cuando se retira del fregadero. El sueño no murió completamente. Con la condición, y esta es una gran condición, de que no cambies de opinión. Y no quiero que insistas en que solo quieres tener un hijo el día que entres en labor de parto. Tienes que estar dispuesta a mantener la mente abierta. Recuerda, yo soy el padre, puede que yo no dé a luz, pero, aun así, la mitad del bebé es mía.

    Tomando una servilleta de la mesa para limpiar, Anne contra ataca.  Las feministas tendrían un problema contigo.  Algunas mujeres hasta dirían que eres demasiado controlador.  Tu hermana, seguramente, ya de por sí cree que soy una...una débil.

    Philip desecha el comentario. Al demonio con Jackie. Philip se acerca a Ann. Estoy hablando de ti, de mí, y de nuestro bebé.  Esta es nuestra decisión y quiero que la tomemos juntos-exactamente igual que cuando hagamos al bebé.  La voz y la mirada de Philip se suavizan cuando mira a su esposa.  Se para sobre ella y le levanta el mentón para que sus rostros estén a solo centímetros de distancia.

    Aclarándose la nariz, le regresa la mirada. Sí, supongo que eso tiene sentido.

    Philip pone sus brazos alrededor de ella y la abraza fuerte.  Si eso no tiene sentido, entonces nada tiene sentido.  Además, podrías enamorarte de esta cosa de la maternidad y querer una docena de hijos.

    Ann se relaja con el abrazo de su esposo. Solo veamos qué tipo de madre resulto con un hijo-, después podemos planear por más.

    Después de acariciar con su boca la parte superior de su cabeza, Philip mueve su boca hacia el costado de su rostro, haciéndole cosquillas mientras le murmura suavemente en el oído. Siempre haciendo planes ¿verdad? Ya sabes lo que dicen, Si quieres oír que Dios se ría, -cuéntale tus planes.

    La ansiedad se apodera de Anne, rompiendo el momento.  Se zafa, sus ojos grandes con una momentánea alarma.  Los rumores se expandían en Internet y amenazaban su esperanza, la esperanza de todo el mundo.  Pero no, sacudió la cabeza y se relajó en los brazos de Philip.  No iba a pensar en eso en este momento.  Después de un apretón que la alivió, Anne se mueve de regreso hacia la mesa y comienza a despejar el resto de los trastes, su mente aún está en lo que Philip acaba de decir. Dios no es malicioso, sabes.  Nos da la libertad de hacer lo que queramos porque sabe que es la mejor manera de aprender.

    Con una risita, Philip regresa al fregadero. Oh, no lo sé.  Puede que Dios nos sorprenda.  Tal vez tendrás gemelos.

    Anne pone los platos en el mostrador y le da un golpe a su esposo en el brazo.  Él se ríe un poco más fuerte. Tal vez hasta trillizos.

    Mientras los últimos rayos de sol se desvanecen, cada glorioso color se convierte en oscuridad.

    Julio

    Noticias del Condado-Fillmore, Illinois

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