La inteligencia no es simplemente la capacidad para
resolver problemas, pues esto sería una forma pesimista de comprender la existencia en relación al intelecto. No todo en la vida es un problema el cual se deba resolver. Si existe un anhelo, un deseo de crear, de expresar un sentir o comunicar conceptos abstractos, el ser humano utilizará su inteligencia como herramienta creativa dentro de un marco de infinitas posibilidades. El ser humano se sitúa a sí mismo en demasiadas circunstancias donde se aplica la inteligencia no contra el universo ni alguna condición adversa, tal como lo es cuando tiene un problema en sí, sino que se aplica hacia la organización o manipulación de las partes consideradas tanto reales como imaginadas de tal forma que favorecen al ser que aplica la misma.
Es muy diferente ver las condiciones existentes como
obstáculos a nuestros propósitos, a verlas como elementos de creatividad los cuales pueden siempre reorganizarse o utilizarse a nuestro favor.
Para que exista un problema, un ser debe primero concebir
la idea de chocarse contra una complejidad más aya de su comprensión inmediata o sentirse en cierto modo incapaz ante una circunstancia. Desde este punto de vista, tener un problema no es más que tener la falta de conocimiento ante una circunstancia indeseable. Todo el mundo sabe que: “si lo sabes resolver, no es verdaderamente un problema.” La inteligencia es la expresión, demostración o liberación de la capacidad desarrollada por medio de la experiencia o el conocimiento adquirido, la cual aplicada produce las condiciones deseadas, en sentido favorable a su punto causante, en el tiempo y la forma visualizada o concebida de antemano.
Los problemas se desvanecen ante la inteligencia como el
agua se evapora con el calor. Si aún queremos ver la inteligencia como la capacidad para resolver problemas, pues veamos a los problemas como retos a la inteligencia, porque no existe condición adversa permanente ante la sabiduría y su aplicación.