Laura Giordani
* Ponencia presentada en La Piedra en el Charco, Teruel,
Septiembre de 2008.
Hablar de literatura y compromiso constituye en un tema tan vasto, con tantas
implicaciones teóricas y líneas de indagación posibles, que –como poeta- voy a
centrarme en el género poesía y desde allí trataré de lanzar algunos cabos para
que se sumen, disparadores de un diálogo entre ustedes y nosotros. Ante una
problemática sobre la que se ha debatido tanto –y no solo en el campo literario-
pretender arribar a alguna “definición” simple es, sencillamente, un acto
temerario. De ahí que no sólo sería enriquecedor que ese diálogo se produjera;
sino que es vital para que pueda surgir algo nuevo y nos desplacemos de la idea
de posiciones ensimismadas.
Asumiendo que tenemos más o menos claro lo que es literatura, aunque hay
quien en el último tiempo cuestiona que poesía sea literatura, me puse a
averiguar las distintas acepciones del término compromiso, y encontré varias:
Aquel niño
le pinchaba los ojos
a los pájaros;
y le gustaba ver salir
esa gotita
de aire y de luz,
ese rocío limpio
de mañanitas frescas.
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y se reía al verlos
chocar contra el muro de su casa
con un ruido
muy triste.
¿Por qué he traído este poema? Porque creo que desacartona el concepto que se
suele tener de una “poesía del compromiso”. Cuando hablamos de compromiso
posiblemente vengan imágenes de alguien sosteniendo una pancarta
polvorienta, versos panfletarios y una estética realista.
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Tradicionalmente, se ha identificado la poesía del compromiso con ciertas
posturas políticas que implicaban compromiso con un partido o ideario.
Recordemos por ejemplo, la oda de Neruda a Stalin, con perspectiva histórica y
a la luz de lo que hoy sabemos acerca de los millones de víctimas de las
matanzas estalinistas:
Buscar esa palabra que pueda mirar de frente la belleza, lo que hay de
celebratorio en la existencia sin quedar ensimismada en esa luz; palabra que no
dé la espalda al dolor del mundo sino que se agache, se abisme y tiemble. Hacer
visible lo invisibilizado. Y no se trata solamente de esos grandes males que
asolan a la humanidad; son también los pequeños holocaustos cotidianos, las
omisiones repetidas, lo minúsculo dañado por nuestro paso (la materia misma
del planeta está sufriendo), nuestras violencias diarias.
2- Con la vida: compromiso vital que incluye a los otros, al mundo, a la misma
biosfera en situación de emergencia donde hoy está en entredicho la posibilidad
misma de continuidad de la vida. Compromiso también con las minorías, con lo
pequeño, con la crítica a las injusticias históricas. Una poesía que no tema
mancharse los pies de barro.
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“compromiso” y “libertad creativa”, podría decir: comprometerse con una
libertad creativa que escape a las servidumbres dogmáticas, partidistas sin dejar
de tomar partido ante la penuria del mundo.
Roberto Juarroz.
Y después de Auschwitz
Y después de Hiroshima, cómo no escribir.
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Es precisamente esa realidad del genocidio la que nos compromete a seguir
poetizando, procurando articular “belleza y verdad”.
Para terminar, me gustaría leer un poema de Materia oscura, libro que terminé
hace poquito y que da cuenta de esa dificultad de articular belleza y verdad, de
poetizar sobre la herida ajena sin estetizar esa herida, ni caer en el mesianismo
de pretender “dar voz” a los olvidados. Encontrar esa palabra que acompañe y
arrope un “tiempo herido” a decir de Enrique Falcón.