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1.1. De la postmodernidad eurocéntrica a la modernidad excéntrica.10
1.2. El romance con el margen. Visiones y revisiones distópicas.
Las experiencias de desestabilización, pérdida y terror recurrente
perturban las narrativas lineales y progresivas de las naciones
estado y la modernización global. 1
1.1.De la postmodernidad eurocéntrica a la modernidad excéntrica.
A partir de los años sesenta, y con mayor énfasis en los setenta, surgen
todo tipo de formulaciones teóricas que, generalmente, se compendian en lo que
se ha denominado ampliamente teorías de la postmodernidad.
Lo postmoderno como término denota aquello que sigue a, o va después
1
Clifford, James: Itinerarios transculturales, Barcelona, Gedisa, 1999, p.323.
postmodernidad remite a los discursos y prácticas de la modernidad, en tanto que
se opone a ellos, considerándolos inviables, excluyentes u opresivos.
setenta, es pertinente resaltar que su uso se remonta a 1870, donde se emplea por
primera vez por el artista británico John Watkins Chapman. En 1917, el concepto
haciendo referencia a la decadencia de los valores en la Europa de la Primera
Guerra Mundial.
nuevo en A Study of History. D.C. Somervell, en el sumario de este escrito de
Toynbee adoptará el concepto en su presunción negativa, que se opone a los
burguesa. Él fecha la edad moderna entre 1475 y 1875 y sitúa el inicio de su
revoluciones, anarquías, el relativismo e irracionalidad o declive de los ideales de
En 1959, Peter Drucker, en su obra Landmarks of tomorrow3, llega a
identificar el mundo postmoderno con el mundo postindustrial. La utilización del
concepto sociedad postmoderna se manifiesta estrictamente positivista y denota
el sueño de la superación de la ideología, de la nación–estado y el fin de la
pobreza, por medio de la tecnología liberadora de la globalización.
proliferación de los calificativos post en la literatura, la sociología, la economía,
la religión y en las distintas disciplinas artísticas. Se puede afirmar que, desde
distanciamiento con respecto a la modernidad.
rehabilitación y promoción de un nuevo proyecto de política cultural, que trata de
rescatar los vínculos entre dimensiones sociales, políticas y actividades artísticas.
Siguiendo a Steven Connor, podemos afirmar que gran parte de los teóricos de la
postmodernidad señalan dos vías fundamentales en el desarrollo de la poltítica
2
Quevedo, Amalia: “De Foucault a Derrida”.
URL: www.arvo.net/includes/documento.php?IdDoc=4856&IdSec=772,
última consulta 10.11.2003.
3
Drucker, Peter: Landmarks of tomorrow, New Jersey, Transaction Publisher, 1996
[ Primera edición: New York, Harper&Row, 1959.]
cultural:
La primera sugiere que la cultura ya no puede ser considerada
inmaterial y a cierta distancia de los crudos hechos de la vida
ocasiones de representación como el poder en sí (en vez de
aparecen en cualquier parte). La segunda sugiere que el poder
se entiende mejor en términos microplolíticos de una red de
relaciones de poder que subsiste en cualquier aspecto de una
conjuntos o bloques monolíticos de clases o Estados.4
En la Francia de los años sesenta, se comienza a atacar masivamente los
legados de los discursos racionalistas de la Ilustración. La nueva insurrección
intelectual coincide con los levantamientos políticos y populares que tienen su
apogeo en la revolución estudiantil y la huelga general de los trabajadores de
4
Connor, Steven: Cultura Postmoderna. Introducción a las Teorías de
la contemporaneidad, Madrid, Akal, 1996, p.165.
mayo del 68.
Lo que está en juego es la producción de conocimiento, que se critica
como construcción nada inocente y fuertemente sujeta a la instrumentalización
esencialistas y fundamentales.
racional y la muerte del autor (Barthes, Foucault) y lo abandona a favor de un
texto un nuevo tipo de texto: hipertexto. Asímismo queda inaugurada la muerte
denominarse microteorías, micropolíticas y micronarrativas.
postmoderno de la pluralidad y que se instaura bajo el impacto de la nueva pauta
cultural dominante (Jameson)5, se caracteriza en analogía por la diversificación
5
Jameson, Frederic: El postmodernismo, o la lógica del capitalismo avanzado,
Barcelona, Paidos, 1991.
La pauta cultural dominante, según Jameson se manifiesta en la relación de
producción estética y mercado, o sea objeto artístico y objeto mercantil, que
muestra como consecuencia más negativa una mayor superficialidad
acompañado por la falta de determinación histórica. Para una ampliación del
contexto del arte postmoderno de los años ochenta en relación con la
postmodernidad como pauta cultural dominante, ver Monleón, Mau: La
de sus estilos. Los sesenta y los setenta se muestran bajo el impacto de las
influencias post, en tanto que comparten la negación de presunciones culturales
neutras. De allí derivan prácticas tan dispares como la crítica institucional, el
minimalismo, el arte conceptual, los happenings, los environments, el mail art, el
arte pop, etc. Se adoptan las pretensiones postmodernas de la dinamización entre
cultura alta y cultura baja o arte popular y arte de élite, entre crítico y público, y
surgen los medios culturales de masas.
El arte postmoderno hereda de la teoría la desconfianza hacia la representación.
Se abandona la idea de la autenticidad de la experiencia efectiva representable y
se cede el terreno al simulacro.
A grosso modo se podría afirmar que la práctica artística postmoderna,
en toda su pluralidad, se desarrolla por medio de dos vías fundamentales, que se
relación con el contexto de la pauta cultural dominante a la que nos referimos
arriba.
El postmodernismo crítico no deja de ser una práctica autoreferencial,
experiencia de los límites, Valencia, Colección Formas Plásticas, Institució Alfons
el Magnanim, 1999.
cuya crítica tan sólo se hace efectiva bajo la consideración de las teorías
disidentes. Será de la mano de las prácticas discrepantes, que complican tanto las
presunciones de la modernidad (sus periodizaciones y localizaciones), así como
muestran los límites de la crítica postmoderna, en tanto que eurocéntrica, que el
postmodernismo crítico llegue a hacer efectiva la descentralización del discurso
cultural.
formalista como de la crítica, la hibridación de los medios, mostrándose en el
caso de la primera a modo de pastiche, cuando la segunda se llegará a hablar de
hibridación de los géneros6.
Este concepto, como tantos otros que derivan de él por asociación –
entre ellos la fragmentación, la apropiación, la alegoría y el montaje responde en
la práctica artística de la postmodernidad crítica a la voluntad de contestar los
modelos unificadores de la representación. Ante la imposibilidad de hallar una
realidad objetiva, el arte busca nuevas estrategias que en buena medida siguen a
vanguardia. Afín a las teorías postestructuralistas, las herramientas conceptuales
6
Ver Monleón: op.cit.
y formales tratan de socavar los sistemas tradicionales de producción y recepción
de la obra de arte, poniéndose al servicio de una práctica que redescubre el
compromiso sociopolítico.
De particular interés es el concepto de fisura y de différance7 (Derrida)
que surgen en la teoría de la deconstrucción y que encontrarán un uso renovado
en las teorías discrepantes de los estudios culturales.
La deconstrucción, en aquellas prácticas y teorías que integran nuestro
marco analítico, se habilita, ante todo, en su calidad de herramienta que permite
releer y recodificar el pensamiento occidental. Román de la Campa lo pone de
la siguiente manera:
epistética, cuyo impacto se ha hecho sentir en casi todas las
ciencias sociales. Las líneas específicas de su proceder son ya
7
Différance se utiliza en distinción a difference de lo que deriva y cuyo significado
se desplaza (diferido) por medio de este ‘juego’ de palbras.
presupuestos estéticos e históricos de la tradición moderna;
descalces de identidades sexuales, nacionales y de clase, en
torno a la crítica del sujeto íntegro y sus proyecciones en el
resistencia, y complicidad implícitos en la literatura y otros
discursos neo o poscoloniales.8
Antes de dar paso a las teorías que han contribuido a difundir una
rehuyendo nociones esencialistas y configurando lo que nosotros entendemos por
8
de la Campa, Román : “Latinoamérica y sus nuevos cartógrafos: discurso
pocolonial, diasporas y enunciación fronteriza”, en AA.VV.: Culturas híbridasNo
simultaneidadModernidad periférica. Mapas Culturales para la America Latina,
Berlin, Wissenschaftlicher Verlag Berlin, Olaf Gaudig&Peter Veit GbR, 2000, p.30.
9
Para una ampliación sobre el tema de sensus comunis y disensus en relación
con las prácticas artísticas a lo largo de las distintas épocas, ver Hegyi, Lóránd:
“La casa, il corpo, il cuore”, en AA.VV.: La casa, il corpo, il cuore, Viena, Museum
für Moderne Kunst Sammlung Ludwig, 1999.
transmodernidad, queremos insistir en la cuestión de las grandes narrativas que
están en juego.
determinante de los valores colectivos (éticos, mitológicos, religiosos, etc.) que
manifestaciones artísticas de estas épocas nacen dentro de un sistema de valores
que se presume natural u orgánico. De ahí deriva que los procesos creativos,
entendidos como decisiones estéticas que determinan forma y composición, se
producen de acuerdo con la finalidad del sistema constituyendo, como mucho,
colectivo”.10 El artista estaba perfectamente integrado en el sistema de valores
vigente y su labor no consistía en cuestionar su validez, sino, por el contrario,
participaba de la verdad trascendental.
Manifestaciones subjetivas, es decir, variaciones o incluso innovaciones
estéticas, se efectuaban dentro del marco establecido por las grandes narrativas:
10
Hegyi, Lóránd: op.cit.
tan sólo eran el reflejo personalizado de presunciones consensuadas y
legitimadas mediante un metadiscurso que determinaba el significado de todo
estabilidad y orden se mantienen en las sociedades modernas por medio de esas
meta narrativas. Esas narrativas, que no son otra cosa que las historias que una
claramente, del pensamiento moderno.
Uno de los principios que se legitima por medio de este pensamiento es
la idea de un sujeto consciente, racional, autónomo y universal. El conocimiento
conocimiento se produce científicamente y es, en este sentido, verdad universal y
atemporal.
Esta verdad trascendental conduce a la perfección y al progreso de la
humanidad, a la vez que sugiere que todo quehacer es susceptible al análisis
científico. La razón juzga, al tiempo que constituye la verdad.
La ciencia, considerada neutral y objetiva, engloba todas las formas del
conocimiento, mientras el lenguaje constituye su medio de difusión, siendo
reflejo en la gran variedad de las instituciones y estructuras sociales –incluso
hoy día.
La omnipresencia de la razón que se invoca sin cesar deriva de la idea
asociada del orden: a más raciocinio mayor orden. Para poner a salvo el orden
oponiendo al raciocinio lo irracional, que es todo aquello que se encuentra fuera
genuinamente europeo, sin consideración de sus actividades en las colonias.
En referencia a lo que hemos dicho acerca de la fuerza legitimadora de
los grandes relatos de la modernidad, resulta que su consecuencia más notable
reside en el poder de exclusión que se ha mantenido más allá de su periodización
histórica. Cabe, en este contexto, citar a Connor:
La condena postmoderna a las metanarraciones universalizadoras
despliegue de un destino unificado para el Hombre (…) que borra
despiadadamente a las historias particulares, locales o nacionales
en su camino hacia la racionalización universal, havia el progreso
industrial y la expansión global de los mercados.11
Como parte inherente del fenómeno postmoderno, asistimos, desde los
años sesenta, al desarrollo de proyectos culturales diversos que en un principio se
entendían como esfuerzos de articulalación de los márgenes en los cuales se iban
constituyendo.
El concepto de articulación del margen, no obstante, a nuestro modo de
entender, es obsoleto, en tanto designa más aquellas búsquedas de definiciones
de identidad que se articulaban en torno a los modelos de igualdad o de simple
inversión de las dicotomías occidentales. Los modelos de igualdad o de inversión
trataban de acceder a una postura del habla reivindicando el “discurso pleno y
una identidad propia”12, basándose en la esencialización de la idea de identidad y
prorrogando las nociones de un sujeto naturalizado y fijado por medio de su
11
Connor, Steven: Cultura Postmoderna. Introducción a las Teorías de la
contemporaneidad, Madrid, Akal, 1996, p.171.
12
op.cit.: p.172.
testimonios postcoloniales, dentro de los cuales encontramos la muy conocida
obra de Franz Fanon, Black Skin White Mask, publicada por primera vez en
195413.
muchos de los proyectos de la política cultural de principios de los setenta, que
mantienen una “relación de romance con lo marginal” o, como preferimos decir,
asimiliacionista de las instituciones.
resista a la universalización mortal del significado al retener una posición de
marginalidad. Sólo en los márgenes podemos llamar la atención a todo aquello
que abandona el sistema ‘universal’.14
El problema de la posición del margen consiste fundamentalmente en el
hecho que supone la afirmación de lo que se ha proyectado como marginal, es
13
Fanon, Frantz: Black Skin White Mask, London, Pluto Press, 1968.
Notas para un debate televisado de “Art After Modernism”, Voices 11 de Abril de
14
1984, en Chanel 4, aquí citado en Connor, Steven: op.cit.: p.168.
decir, pasar por alto el hecho que el margen es una de las figuras predilectas del
imaginario occidental.
despojados de su posición fijada –es decir desde un viaje de retorno que va del
margen al centro y viceversa , dan preferencia a la articulación flexible de un
pensamiento que pretende dinamizar las nociones de centro y periferia.
Esas teorías y prácticas no sólo auscultan los modelos occidentales del
binarismo, sino que advierten ante el peligro de que la suscitación de lo marginal
pueda conducir a la reproducción de estructuras heredadas de la época colonial.
Dijimos anteriormente que, al parecer, la condena de las metanarrativas
por parte de las teorías postmodernas ha ofrecido un punto de partida para un
pensamiento discrepante que luchaba por acceder a una posición del habla. Sin
diferencia efectiva, que por el otro lado enfocaba teóricamente. Del mismo modo
Así lo atestigua Craig Owens en “Feminist and Postmodernism”, en Foster, Hal:
15
(edt.) Postmodern Culture, London&Sydney, Pluto Press, 1985, p.15.
(colonial o diaspórico) no se ha considerado como lo que es: parte intrínseca e
indisociable de una realidad que se revela asimultánea.
La reivindicación de la diferencia, que se constituye como consecuencia
del desplazamiento cultural, corre a cargo de lo que comúnmente ha llegado a
llamarse diferencia postcolonial. En adelante, y para mayor comodidad del lector,
mantendremos el concepto postcolonial, pero quisiéramos matizar que siempre
produce a través de la experiencia efectiva de encontrarse en medio de, al menos,
diasporismos, en lugar de seguir utilizando el término postcolonial. Ello se debe
a que la gran mayoría de las teorías postcoloniales que nos ocupan se formulan a
partir de la diáspora, mientras algunas diásporas exceden la periodización de la
época colonial en lo que se refiere a su origen histórico. Ambas vías (plurales)
del análisis cultural forman parte del más amplio contexto de los estudios
culturales.
vía de estudios en la academia y recibirá la denominación de teoría postcolonial
o análisis del discurso colonial y que dará lugar al discurso, más amplio, de los
investigación que proponen el análisis de aquellos textos coloniales europeos,
otro.
Orientalism muestra que el otro no es sino una proyección de los miedos y
pensamiento occidental que requiere al otro para la afirmación de lo mismo. De
algún modo, esa idea de una identidad cultural que se constituye por medio de un
artificio negativo, hace intuir la fragilidad de sus confines.
En años sucesivos, a ese análisis de tensiones entre saberes locales y
cultura imperial le han seguido una gran variedad de estudios, cuyo objetivo
reside en la articulación de teorías y prácticas culturales que derivan de la inter
16
Said, Edward W.: Orientalism, New York, Vintage Books, 1979.
algún modo, se advienen como resultado de la primera.
consensuada, ni cuando se puede constatar que, ciertamente, la gran mayoría de
los discursos que se le adscriben se posicionan en relación con la modernidad.
Desde sus inicios en los sesenta, los enfoques se han ido multiplicando, dando
lugar a propuestas muy heterogéneas respecto a las posibles recodificaciones del
pasado, con vistas a un futuro viable.
Es evidente que los estudios culturales, en un contexto estrictamente
investigación son coetáneas17 . Sin embargo, partimos aquí de la idea que los
estudios culturales, al igual que otros discursos que caracterizan el pensamiento
contemporáneo, sobrepasan la crítica de la modernidad o postmodernidad crítica,
en tanto que proporcionan dimensiones socioculturales e históricas específicas
al pensamiento postmoderno.
postestructuralismo y las teorías postcoloniales. Cabe aquí preguntarse cómo y
estudios culturales, sin reducir tales teorías a una reproducción tardía de los
legados postmodernos18. En primer lugar, podemos afirmar que lo que aportan
utópica/distópica19, que contesta los paradigmas de la modernidad sin caer en
una mera celebración de su crisis. Los debates postcoloniales ocupan funciones
contexto transnacional y trasatlántico.
Se considera que la diferencia postcolonial sobrepasa la relativización
del sentido propuesta por el postmodernismo. Y es en ese sentido como ha de
propuestas por el postmodernismo:
18
Para una ampliación sobre el tema de los estudios culturales entendidos como
postdisciplinarios y desde una perspectiva crítica, ver Jameson, Frederic: “Sobre
los Estudios Culturales”, en Jameson, Fredric; Zizek, Slavoj: Estudios Culturales.
Reflexiones sobre el multiculturalismo, Buenos Aires, Barcelona, México, Paidos,
1998.
19
Tomamos este concepto de Clifford, James: Itinerarios Transculturales,
Barcelona, Gedisa, 1999.
Por ejemplo, si el interés en el postmodernismo queda limitado
por la celebración de la fragmentación de las ‘grandes narrativas’
del racionalismo postilustrado, entonces, pese a toda excitación
intelectual que supone, sigue siendo una empresa muy parroquial.
20
Jameson en tanto constata que los estudios culturales nacen ”de la insatisfacción
respecto de otras disciplinas”21, pero es tan sólo uno de los aspectos que
determina su diferencia y habría que añadir que estos estudios constituyen un
enfoque discrepante que va más allá de la crítica de la postmodernidad, limitada
postestructuralismo como el análisis deconstructivo, desde el punto de vista de
20
Bhabha, Homi K.:The Location Of Culture, London & New York, Routledge,
1994, p.4.
<<For instance, if the interest in postmodernism is limited to a celebration of the
fragmentation of the ‘grand narratives’ of postenlightenment rationalism then, for
all its intellectual exictement, it remains a profoundly parochial enterprise.>>
21
Jameson, Fredric: op.cit.p.72.
22
podemos afirmar que los estudios culturales, en general, y los estudios
postcoloniales y diasporismos recientes, en particular, aprovechan la noción de
deconstrucción, sin lugar a dudas, proporciona la herramienta conceptual de su
crítica. Pero la crítica que se inicia desde las teorías postcoloniales, va más allá
experiencia efectiva. La formulación de la diferencia postcolonial generalmente
alude a las relaciones recíprocas de las naciones europeas y aquellas sociedades
que fueron colonizadas en la modernidad, constituyendo vastamente el 85% del
mundo en el momento de la primera guerra mundial. Dada la vasta extensión
geográfica y la larga duración del imperio, que no se disuelve hasta finales de la
segunda guerra mundial, resulta que los estudios postcoloniales nacen como una
herramienta imprescindible para comprender la historia y sus representaciones
en relación a su pasado colonial, del que resulta indisociable. De modo que los
colonias, sino que estudian los mecanismos de formación de las colonias a través
de sus diversos mecanismos de control y opresión, sus efectos sobre el desarrollo
divulgación de conocimiento de occidente y con su punto de vista ‘subalterno’
contribuyen a hacer efectiva una crítica de la modernidad. El interés que suscitan
los estudios postcoloniales más allá de los territorios de las excolonias, reside en
el hecho de que permite la investigación de un amplio campo de relaciones de
poder que configuran nuestra realidad histórica, económica y cultural presente.
Hoy en día, cuando el tercer mundo como producto genuinamente occidental ya
actualidad y se hace presente en nuestro entorno más inmediato las migraciones
son consecuencia directa de nuestro pasado colonial no podemos enfrentarnos
ya a nuestra identidad cultural desatendiendo las bases sobre las que se ha ido
construyendo: es decir nuestra larga tradición de lo mismo y el otro .
Estas son algunas de las preguntas que tratan de despejar las teorías
colonizadas? y a la inversa, ¿cuáles fueron las influencias sobre los colonos?
¿Hasta qué punto persiste la primacía colonial en los sistemas postcoloniales?
¿Cuáles son las formas de resistencia pasadas y actuales contra el imperialismo y
hibridez)?
¿Hasta qué punto las formulaciones postmodernas occidentales tienen
validez para desarrollar nuevas vías de identidad cultural desde el punto de vista
postcolonial? ¿Y cuáles son los peligros implícitos del énfasis híbrido, sobre todo
por parte del pensamiento occidental? ¿Hasta qué punto corre peligro la práctica
realidades materiales de la persistente segregación de centro y periferia a niveles
materiales y de producción?
Si, pese a toda cautela, mantenemos que el postestructuralismo ha sido
la teoría relevante en occidente que logró desplazar los significados del discurso
de la modernidad a modo de crítica interna, hemos de considerar que esa crítica
se hace efectiva tan sólo cuando la modernidad se analiza en relación a su pasado
colonial.
postestructuralismo parece posibilitar nuevas formas de entendimiento más allá
nueva periodización a niveles transnacionales no viene dada de mano de las
críticas internas de la modernidad si no ha requerido y sigue requiriendo las
asimultaneidad histórica. Esa ampliación de la crítica viene dada por medio de
algunos casos, reterritorializar la experiencia colonial y postcolonial.
Resumiendo, podemos afirmar que todas las teorías que se desarrollan
en el marco intelectual de los estudios culturales, frente a la autoría política y
social dominante (entendida como ideología que, en su intento de sostener una
disensus y de diferencia), constituyen testimonios de las fuerzas desiguales de la
construido sobre los principios de la verdad colectiva.
Las teorías que se constituyen a partir del punto de vista del desarraigo,
en su preocupación por decodificar la concepción de la historia y de la identidad
cultural, aportan nuevas narrativas que producen discontinuidades discrepantes
temporal. Las más recientes formulaciones muestran además que la hegemonía
cultural no constituye, ni mucho menos, un hecho superado que se pueda reducir
al contexto de la modernidad colonial. Persiste en el ámbito de la actualidad un
fuerte desequilibrio en el diálogo entre los así llamados países de tercer mundo,
sus migrantes y los países que sostienen la hegemonía económica.
postmodernidad se complican y se perturban en el momento en que se comienza
imaginada’ por medio de las narrativas discontinuas y diaspóricas que muestran
una modernidad/ postmodernidad discrepante, crítica y plural.
Es decir, lejos de ser una mera crítica de la modernidad, las teorías del
abogando al mismo tiempo por un presente plural y asimultáneo que denuncia
23
Acuñamos aquí el término teorías del desarraigo para avanzar lo que constituye
uno de los intentos de este trabajo que propone una posible ampliación de los
diasporismos para el entendimiento de nuevas formas culturales que renuncian a
la articulación de la identidad sobre los tradicionales fundamentos de nación
estado y de territorio.
los mecanismos hegemónicos.
redefinición de las temporalidades, sino más bien es reflejo de las contraculturas
de la modernidad/postmodernidad. Y es en este sentido que sus apuestas van más
allá de una redefinición del pasado, en virtud de proporcionar unas herramientas
constituyendo nuevas definiciones de la identidad cultural superan las categorías
binarias y renuncian a formulaciones de validez universal.
Las teorías discrepantes emergentes han abandonado la articulación del
margen y ocupan un lugar que no es ni central ni periférico. Dicho de otro modo:
nos hayamos ante un pensamiento que brota desde los intersticios, capaz de
moverse de fuera adentro y de dentro afuera; y por medio de esta movilidad se
multiplican los centros que se desplazan y se transforman.
contemplar las sociedades coloniales que ha producido en otras partes del mundo
historia con los lugares ‘distantes’ que ella misma ha producido y que tan
estrechamente se vinculan a su origen e identidad.
crítica sólo cuando se refigura por medio de las teorías discrepantes que
desplazarán su concepto hacia una transmodernidad24 en devenir.
La transmodernidad25 se comporta frente a la postmodernidad, en tanto
caracteriza por la incorporación de la diferencia a través de los testimonios de
una experiencia que está siendo vivida.
24
Introducimos aquí el término transmodernidad que derivamos en analogía al
término transculturalidad, tal y como aparece en Clifford (op.cit.) El término
transmodernidad, sin embargo, no es un neologismo, sino aparece en distintas
discusiones postmodernas y contemporánes. Probablemente, el concepto de
transmodernidad en el contexto de la teoría de la liberación de Enrique Dussel,
es el de mayor difusión. Ver Dussel, Enrique: Para una ética de la liberación
latinoamericana. 2 tomos, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973.
25
Utilizamos transmodernidad para denotar una critica efectiva de la modernidad
que se efectúa en consideración de las historias disidentes. En ese sentido, la
transmodernidad remite a la modernidad tanto como a la postmodernidad, pero
en lugar de constituir un contexto postdisciplinar, transforma las nociones de sus
teorías y problematiza sus significados. En adición el prefijo trans pretende
enfatizar el movimiento frente a las posiciones fijas como uno de sus principios
constitutivos.
Al principio de este capítulo dijimos que el principal objetivo de la
postmodernidad reside en la habilitación y difusión de los proyectos culturales.
Esto se mantiene, en tanto que entendemos que la postmodernidad habilita lo que
la transmodernidad llevará a cabo: un crítica efectiva que sobrepasa el marco
teórico, convirtiéndose en práctica cultural crítica.
Si las dos grandes vías del arte postmoderno se manifestaban por medio
del ‘alegre’ formalismo plural o del postmodernismo crítico, en el seno de la
culturales de la diferencia.
genuinamente postmodernos. Pero, bajo la consideración de un posible proyecto
transmoderno, se afirma que esta categorización deja de lado las contribuciones
que recibe el arte de la mano del impulso cultural. Un buen número de
intervenciones activistas y que se dejan localizar ampliamente en el espacio
histórico, temporal y geográfico de EE.UU, entre 1975 y 1995 se constituyen,
Avalos, Luis Hock y Elizabeth Sisco o los más conocidos proyectos de Gran
Fury o Woman Action Coalition(WAC), más que pertenecer a la postmodernidad
crítica, merecen ser considerados prácticas que nacen a partir de una alienación
producida precisamente por una hegemonía cultural que persiste en el ámbito de
las teorías e instituciones postmodernas.
Grupos de trabajo, como Group Material o Guerrilla Girls han dirigido
sus proyectos directamente, y a modo de contraagitaciones, a un mundo artístico
postmodernidad que no logra sobrepasar el ámbito teórico de la habilitación de
sus conceptos de diferencia y alteridad.
autonomía del arte frente al compromiso social que el postmodernismo crítico
recupera de las vanguardias26.
En un lugar posterior se profundizará en los aspectos de desidentificación y
26
desterritorialización que a nuestro modo de entender constituyen las claves para
El paso decisivo que se efectúa del postmodernismo crítico a una
transmodernidad repolitizada27 se muestra en el cambio que va desde una crítica
consensuadas.
entender las teorías y prácticas diaspóricas que se entienden como propuestas
para una identidad cultural que contesta la simplificación de los sistemas
binarios. Así mismo se retomará más adelante la idea de un compromiso social
que supera la mera teorización de la postmodernidad crítica, donde las
perspectivas del desarraigo traducen la experiencia efectiva en pensamiento
crítico llevado a la práctica.
27
Para una visión más detallada del activismo repolitizado ver Felshin, Nina: But
is it art? The spirit of art as activism, Seattle, Bay Press, 1995.
Para un resumen ver Höller, Christian: “Fortbestand durch Auflösung. Aussichten
interventionistischer kunst”, en Texte zur Kunst, Nr.20, November 1995, pp.109
117. También disponible en
URL: w w w. e i p c p . n e t / d i s k u r s / d 07 / t e x t / h o e l l e r _ r e p u b l i c _ d e . h t m l ;
última consulta 9.9.2003.