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democracia?
El rol histórico que han tenido las Fuerzas Armadas en los países
latinoamericanos se ha teñido de sangre constantemente. Se han visto
envueltas, desde la creación de los estados independientes latinoamericanos,
en guerras civiles, revueltas y golpes de estado. Su forma pasada de actuar ha
llevado a muchos investigadores a cuestionar su rol en la creación de éstos
estados, y más recientemente, en la consolidación de los mismos. No obstante,
aún hay más incertidumbres que certezas. Incluso, no pocos cuestionan la
razón de su existencia, a raíz del modelo exitoso seguido por Costa Rica.
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activamente en la formación del mismo a través de su apoyo a los ejércitos
caudillistas; y que a partir del último tercio del siglo XIX “los gobiernos militares
y los regímenes civiles autoritarios en el Perú han tenido mayores iniciativas —
y un éxito mayor— que los gobiernos civiles constitucionales en implementar
políticas estatales destinadas a favorecer al los sectores campesinos, es decir,
incorporarlos a los beneficios del Estado y la ciudadanía”. En consecuencia, la
intersección de ambos postulados genera la gran paradoja del autoritarismo: su
herencia democratizadora.1 Una herencia que en el caso peruano se mantiene
nítidamente vigente durante el gobierno militar de Velasco de 1968.
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popularidad y aceptación. Felipe Agüero incluso plantea que “el ejército es uno
de los actores más proclives a buscar altos niveles de autonomía y a evitar
someterse a la autoridad de los gobernantes elegidos democráticamente”.
Señala que en algunos casos conservaron la autonomía de la que gozaban los
regímenes militares anteriores, o que la ampliaron durante o después de las
transiciones democráticas. En ese sentido, específica los campos en donde la
autonomía militar se hace presente: en los presupuestos, en la orientación
educativa, en la definición del patriotismo y en la tutela del interés nacional.
Sin embargo, es evidente un cambio en el rol político que los militares cumplen
en las sociedades latinoamericanas: ya no intentan por medio de golpes de
estado la toma del poder político. Para David Pion-Berlin esta subordinación
efectiva de los militares a los civiles es posible por el rechazo internacional
(sobre todo regional) que existe contra los regímenes militares. Sumado a lo
anterior, agrega dicho autor, resulta también importante la disminución de
influencia, tamaño, recursos e importancia de las Fuerzas Armadas en la
región. Ahora la función de las Fuerzas Armadas parece estar más enfocada
en temas de seguridad pública y en la asistencia de los programas sociales
(desarrollo).
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Todo lo descrito anteriormente se puede ejemplificar en su mayor parte con el
caso brasileño. Jorge Zaverucha afirma que en Brasil se puede apreciar cierto
grado de autonomía de sus Fuerzas Armadas junto con la pervivencia de
instituciones autoritarias. Durante la transición brasileña hacia la democracia,
las Fuerzas Armadas brasileñas lograron obtener beneficios que no fueron
transitorios, por lo que no hubo un proceso de desmilitarización, mas bien, se
incrementaron las competencias de las Fuerzas Armadas en materia de
seguridad pública.
III
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estado el modelo de los batallones de infantería del ejército; su código de
conducta es similar al del ejército; está regulada por el mismo Código Penal
Militar y el Código Procesal Penal de las Fuerzas Armadas; sus unidades de
inteligencia forman parte del sistema de información del ejército; y es
considerada como una fuerza de reserva del ejército, cuando solo debería
suceder esto en tiempo de guerra.
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Zaverucha afirma que es verdad que los militares han vuelto a sus cuarteles, es decir, ya no conducen el
destino del Brasil, pero esto no significa que se hayan retirado del poder. La prueba de ello, para éste
autor, es que el ejército cada vez más tiene injerencia en las decisiones vinculadas a los asuntos de
seguridad pública.
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permitan el uso de la violencia de forma legítima. Además, tal como lo señala
Zaverucha: “Y todo esto, naturalmente, impide la consolidación de una
democracia que vaya más allá de los enfoques restringidos a la mera
realización de elecciones.” Frente a ello, ¿cuáles son las funciones que
deberían cumplir las Fuerzas Armadas para reforzar y no erosionar la
democracia?
Para Agüero la solución pasa por desarrollar instituciones fuertes que controlen
democráticamente tanto a las Fuerzas Armadas, a la policía como a los
servicios de inteligencia, a la vez que los conviertan en instrumentos eficaces
para la protección y la seguridad de los ciudadanos. Puntualiza además que un
enfoque general de las políticas debería mantener una separación entre las
funciones de estos tres sectores. Para todo ello, es necesario según Agüero,
un liderazgo civil sólido que formule una política consistente y afirme una
cadena de mando bien establecida. Por último, plantea que es importante la
participación de las organizaciones de la sociedad civil en los debates públicos
sobre las políticas de seguridad, y en la vigilancia de la actuación de las
instituciones que operan sobre ella.
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Bibliografía