Campeón. Por Regino G. Rodríguez Boti. Guantánamo, 3 de abril de 2009.
La pintura de Félix Savón Fabré (Jamaica - Guantánamo, 22 abril
1967) —único ser humano con medalla de oro en tres olimpiadas y seis campeonatos mundiales de boxeo amateur en los pesos completos— expresa la sencilla e ingenua simpleza de un genio. Tuve la suerte de conocerlo hace algunos años, cuando yo venía feliz desde Santiago de Cuba porque un amigo que trabajaba en el Canadá me traía dinero enviado por mi tía madrina Cristy Rodríguez y, de paso, él volvía conmigo —una vez más— a mi casa, a dormir en el sofá de “la biblioteca”, porque siempre decía y aun dice que «él sabe que de verdad está en Cuba cuando ha pasado algunas horas en ese sofá y en mi casa». El asunto es que con la inspiración que da tener algún dinero en los bolsillos y al entrar a Guantánamo por la autopista con el Hotel del mismo nombre por el medio, lo invité a unos tragos allí mismo con la intención de entonarnos y charlar un poco como preparación para lo que nos esperaba en El Patio. Era la época previa al CUC (Peso Cubano Convertible) y bebíamos una cerveza alemana importada de gran calidad cuyo nombre ahora no importa. Corrían los noventa y tantos y el gran boxeador se mantenía tan activo que el Presidente del COI le decía El Místico, por la cantidad de medallas de oro que acumulaba y, sobre todo, por las que se veían venir. A nuestra mesa se incorporaron un par de amigos. Yo estaba de espalda a la barra cuando alguien dijo: —Coño, ahí está Savón que acaba de llegar del campeonato mundial. Giré y lo vi de espalda. Él estaba de pie en la barra, vestía short, pulóver y zapatillas. Me llamó la atención que aquellas canillas tan flacas pudieran soportar ese cuerpo de 1, 91 metros de pura fibra muscular. Y, con la intención que después me pareció de mal gusto, me incliné confianzudamente para medir con la mano la circunferencia de su espinilla. Él, al sentir que lo tocaba, realizó un giro y amagó un recto de derecha hacia mi mentón. Todavía hoy le doy las gracias por haber dejado aquel gesto en eso mismo: en un amago que detuvo su recorrido en centímetros. Después me disculpé y él, un genio de su talla, me devolvió una amplia sonrisa. Lo saludé, creo que le di un abrazo, brindamos y regresé a mi posición inicial con el recuerdo perpetuo de su gran humildad. Después el tiempo hizo lo mismo de siempre que es pasar. Él conquistó su tercer oro olímpico creo que en el año 2000 y completó la corona excepcional de seis campeonatos mundiales. Cuando Félix ya se había retirado, ganando menos de lo que pudo ganar, por supuesto que me refiero a medallas de oro y no al dinero porque aquí se puede vivir sin dinero, lo sé por experiencia propia, conseguí un fin de semana en una suite del Hotel Guantánamo. ¡Y qué casualidad!, allí mismo había estado el gran campeón con su familia. Ya mi tía madrina estaba más vieja, por eso dejó de mandar dinero con el amigo que todavía trabaja en el Canadá, aunque él ha seguido viniendo. Incluso, cuando nos fuimos para la suite, él se quedó en la casa con mi madre que había medio renunciado, obstinada, a la vida. Nuestro amigo la acompañó e intentó ayudarla en la desilusión. El tiempo, que tiene la capacidad perpetua de volver siempre con lo mismo, hizo una vez más lo suyo: pasó y pasó y otro día supe por un periódico nacional que Félix Savón había hecho una exposición de pintura en algún lugar de La Habana, donde vive ahora. En lo que leí no se establecía juicio alguno sobre la obra del gran campeón. Solo se informaba y ya. No había juicio. Había una, quizás dos reproducciones con la deplorable calidad que traen nuestros periódicos. Por razones que ahora no tienen importancia fui a México, pasé por Texas, por Nueva York y volví a Rancho Boyeros. En la salida del aeropuerto José Martí, en la misma acera por donde se sale o se entra, me encontré con el campeón. Lo volví a abrazar, conversamos un poco y quedó el compromiso de hacer una exposición con sus pinturas en el recién inaugurado Centro de Arte y Literatura Regino E. Boti. Comenzaba diciembre del 2007. Al año siguiente vinieron y se fueron tres huracanes, de los cuales se libró Guantánamo aunque nunca dejó de sentir sus consecuencias tanto morales como materiales. Comenzando el 2009, ahora no recuerdo con precisión cuándo, me llamó Félix Savón para hablar aquel asunto medio envejecido de su exposición aquí. Y justificó la tardanza, que tenía la apariencia de un olvido, con los huracanes del año anterior. Cosa que cualquiera —y hasta yo— hubiera entendido. Hace unas cuatro o cinco semanas vino acompañado por su biógrafo y un entrañable amigo. Estuvieron varias veces en mi casa que sigue siendo la Casa Natal de Boti, mi abuelo materno. Y por su propia inspiración quedamos en inaugurar su exposición para el 4 de abril, fecha histórica y fundacional de la Ujotacé y los Pioneros. Él me sugirió titular su exposición Un pionero gigante, y le sugerí aumentar el título considerando una parte de su frase más famosa La técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica, de forma tal que la exposición se conformaría con 15 piezas de mediano formato: algunos óleos sobre lienzo, otras de tempera o acrílico sobre cartulina y dos o tres mixtas y collages. El título definitivo, por cierto bastante largo, sería La técnica es la técnica de un pionero gigante. No me referiré a Jean- Michel Basquiat porque un montón de entendidos en la materia ya lo han hecho, además, este, nuestro contexto tropical, es otro contexto. Después que se hizo todo lo que se debía hacer, hoy 3 de abril de 2009 me llamaron de la Dirección Nacional de la Ujotacé para decirme en nombre de la Dirección nacional de los Pioneros que Félix Savón no iba a poder venir hasta Guantánamo porque tenía que cumplir otras obligaciones asignadas por el “Comandante” Kcho. Como asistir a un “evento” el domingo 5 de abril, etcétera. La voz de mujer que me informó, por cierto bastante dulce y amable, me comunicó que ella era «un soldado más en medio de todo esto» y que «Savón, cuando llegue a nuestras oficinas lo llamará». Él todavía no me ha llamado. Al filo de la media noche supe por mi mujer, que un dirigente “mosquito” de la aldea me llamó pero al estar yo aquí, en el mismo lugar donde escribo esto, por cierto bastante lejos del teléfono, decidió decirle a ella (teoría o enfoque del rumor) que «debería tener cuidado con la exposición de Savón porque un dirigente del Comité Central lo había llamado para decirle que el boxeador tenía problemas nerviosos y que Kcho lo estaba atendiendo directamente, ya que este compañero cumple con la misión de “convencerlo” acerca de que él no es pintor». Entonces me pregunté o me dije: «Cuán infinita es nuestra estupidez. Si este humilde y gran hombre lo único que ha hecho es ser dos veces genio. ¿Será por esa ingenuidad tan simple, tan limpia y tan pura que le temen? ¿Acaso ellos, los manipuladores de siempre, los del plagio eterno, no querrán ser como él?»
Regino G. Rodríguez Boti
Presidente honorario Centro de Arte y Literatura Regino E. Boti.