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Me observa tmida la luna tras las nubes, camina a mi lado, cobija mi marcha.

Yo me siento extraa en este lugar cotidiano, de otra parte ajena. Quizs perciba mi asombro de andar sin norte y sin fe, buscando algn cielo que reconozca y por eso me acompaa.

Haba ido al cumpleaos de la vecinita de la casa terminada, la de la esquina de su cuadra. Le gust mucho la cocina con muebles empotrados, muy blanca y el comedor con sillones tapizados en grandes flores. Comi torta y muchas s cosas ricas y se entretuvo ms mirando televisin, que jugando con los chicos, porque en su casa no tena ese aparato increble. Cuando volvi sigui comiendo pan con manteca y azcar con sus padres que tomaban mate. ___Es que no te dieron de comer en ese cumpleaos?___, le pregunt risuea su madre. Ms tarde comenz a dolerle la panza, tanto que no poda enderezarse. Ya en el hospital, curiosa escuchaba mientras la atendan, como una enfermera retaba a alguien que vomitaba fuera del tacho que le acercaban. Tena seis aos y una seora vestida de blanco le coloc cables en sus brazos y le pidi a que contar hasta diez. Uno, dos, le dola mucho la panza, tres, cuatro Y de pronto suba sobre un almohadn enorme hacia el cielo, elevado por dos hermosos ngeles, uno de cada lado. Dios era tan grande, que slo poda ver sus pies. l le hablaba y ella sentada a sus pies, lo escuchaba extasiada y feliz. Despert das despus en aquel hospital, sin comprender adonde se haban ido sus ngeles, ni cmo perdi su cielo, ni dnde estaba Dios ni porque olvid lo que l le dijo.

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