You are on page 1of 5

Delante mío hay un largo pasadizo.

Parece ser muy viejo, ya que está hecho por piedras


húmedas cubiertas de musgo, lo que también indica que debo de encontrarme en una
zona subterránea, debajo del mar. En las paredes hay todo un seguido de velas
encendidas, que llenan el pasillo de una luz muy tenue y de sombras espantosas. De
repente oigo un silbido y una cosa muy pequeña pasa a mi lado con una velocidad
realmente increíble. Los silbidos no paran y cada vez son más horrorosos y estridentes.
Empiezo a moverme hacia delante, voy acelerando lo que puedo. ¿Qué es lo que me
persigue?¿Dónde estoy? La verdad es que las respuestas no me interesan tanto cómo me
interesa encontrar una salida. El pasillo parece ser totalmente recto e infinito. La temor
se esta apoderando de mi y yo, incapaz de soportarlo más, me giro. Muchos pares de
ojos carmesíes me observan, los cuerpos repugnantes y fétidos alargan sus extremidades
hacía mi. Esto parece ser el final...

Me despierto gritando, llena de sudor fría. Mis ojos tardan en acostumbrarse a la


oscuridad total que reina en mi habitación. El reloj indica las cinco de la madrugada. Me
siento incapaz de seguir en la cama y voy a preparar la maleta de trabajo.

• ¡Buenos días Bella! Llegas muy temprano hoy, ¿Verdad? ¿Qué ha pasado, tu
despertador ha vuelto a funcionar?-la voz de Linda me saca de mis
pensamientos. Creo que esta mujer podría despertar hasta a una momia egipcia,
pero no quiero comprobarlo. Quizá sea verdad...

• Entonces, ¿qué me dices?-me mira con una mirada muy coqueta y me guiña un
ojo. A veces pienso que tiene algún problema con el músculo visual.-Estás un
poco pálida. ¿Te encuentras bien?-”sí,mamá”.
• Hola Linda. No, desgraciadamente el despertador que tu me regalaste continua
sin funcionar, pero la verdad es que no me hace falta, ya que desde los diecisiete
me despierto sola. Y sí, me encuentro muy bien, no hace falta que te preocupes.
• Bueno, si no quieres contármelo...-pone cara de “yo solo quería ayudar” y de
seguida se engancha a un cliente de la oficina y le empieza a explicar las
ventajas que tendrá en el caso de tener su capital en una celda de nuestro banco.

Trabajo en la oficina principal de un banco regular. Cobro lo suficiente para pagar el


alquiler, la comida y la mayoría de mis caprichos. Vivo en las afueras de Nueva York y
cada vez tengo que conducir durante una hora hasta llegar a mi trabajo. Normalmente
trabajo con Linda, pero a veces tengo encargos personales y entonces mi única
compañía son los papeles. Linda es un ejemplar muy interesante y puede ser bastante
agradable. Su único problema es que siempre habla sin parar. Una vez casi la despiden
por eso.

Después de trabajo voy corriendo a la farmacia para comprarme un tranquilizante. No


quiero tener ningún tipo de pesadillas anoche. Y menos así de reales.

La hedor me rodea con sus garras endemoniadas, no puedo respirar. Despacio, abro los
ojos e intento acostumbrarme a la oscuridad total. Poco a poco voy distinguiendo los
rasgos del repugnante pasillo. Lentamente, el estupor se cambia por náuseas. Parece,
que me encuentre dentro de la mucosa de algún animal gigantesco. Toco una pared para
comprobar, que está rígida. Efectivamente, es de piedra, pero está cubierta por una
substancia viscosa que se engancha inmediatamente a mi piel. No puedo reprimir el
vómito y me encuentro descalza en el charco del producto de mi estómago. A la peste
que había en el pasillo se añade la acidez del vómito y yo echo a correr como loca hacía
la parte iluminada del pasillo. Esta vez es muy diferente: a cada cinco metros hay una
curva y a veces tengo que elegir un solo camino entre los muchos que tengo delante. De
repente el corredor se convierte en una sala ancha e inundada del líquido horrendo que
cubre las paredes. El lago emite una luz muy desagradable de color verde. Mientras
busco alguna superficie rígida para cruzar el pantano, un movimiento en el centro de la
sala me obliga a abandonar mi actividad. Alguna cosa emerge del lago y la iluminación
se hace más fuerte. La criatura infernal mueve sus ojos cegados en busca de mi y emite
un estridente silbido. Seguidamente veo unos tentáculos muy finos apareciendo en la
superficie y dirigiéndose hacía mi. Yo, incapaz de moverme, intento encogerme lo
máximo posible, respiro muy bajo, pero la criatura siente mi miedo. No puedo volver al
pasillo: oigo los silbidos lejanos, el grito se queda encallado en la garganta, todo mi
cuerpo está paralizado. Ya veo la fosforescente iluminación desplazándose hacía mi. El
ambiente se cubre por una niebla espesa y cierro los ojos, incapaz de aguantar más estas
quimeras.

Me despierto envuelta en mantas, que dificultan mi respiración que ya está entrecortada.


El sudor y las lágrimas fluyen por mi cara y mi cuerpo está temblando. Voy a la ducha
para tranquilizarme un poco. Tengo que visitar a un terapeuta.

• ¿Cuánto dices que tienes de fiebre? ¿39?Bueno, voy a cubrirte en el trabajo.


• Gracias Linda, eres un cielo,- digo yo y cuelgo el teléfono.

Ahora solo tengo que ir al centro de Nueva York y contar mis problemas a un
profesional.

• Bueno, señorita Bellatrice, siento decirle que se encuentra en un estado de salud


casi perfecto. Lo único que le recomendaría es tomarse este antidepresante,- me
alarga unas pastillas,- y no preocuparse por esos sueños.

Delante mío tengo unas cuantas tazas de café. Tengo miedo de dormirme, pero no
puedo controlar mi cuerpo. Cierro los ojos y de seguida el sueño se apodera de mi.

Estoy caminando por el pasillo, que esta vez está limpio, pero sin iluminación alguna.
Apoyándome a la pared sigo adelante, hasta llegar a una puerta. La abro y me encuentro
en una habitación cilíndrica, iluminada por unas antorchas. Al cerrar la puerta las
paredes empiezan a moverse, de modo que ya no sé por qué puerta he entrado. Me dirijo
hacía una de ellas y la abro. Unas escaleras suben hacía lo infinito y el ambiente está
lleno de una especie de calina, es árido y radiante. Decido seguir este camino. Con mi
primer paso la puerta se cierra y la única opción que tengo es seguir adelante.

Estoy sedienta. La calor es cada vez más insoportable, la luz más cegadora y me cuesta
respirar. Las sensaciones son asombosamente reales y agudas. Los pulmones se llenan
de un aire húmedo y caliente y queman desde el interior. No puedo cerrar los párpados
de lo secos que están. El dolor con miles de agujas se sumerge en mi cuerpo. En el
intento de gritar solo emito un lamentable gimoteo. De improviso oigo el silbido
escalofriante, que me envuelve de temor y me aterre. Esta vez es mucho más estridente,
la criatura está muy cerca. Está aquí mismo, pero sólo veo la fosforescente luz cegadora.
Lo último que veo es un par de ojos color escarlata.
Mis sueños se han convertido en un elemento esencial de mi vida. Cada día me espera
una habitación y un ambiente diferente, una pesadilla más utópica que la anterior. Ya no
tengo miedo de acostarme, aunque la aventura de cada sueño me aterroriza hasta la
muerte. La intriga del sueño poco a poco va expulsando mi vida real, el mundo material
se desvanece cediendo lugar a experiencias más inverosímiles y desconocidas.

El pasadizo, de madera seca, me conduce hacía una puerta. Esta vez no es como las
demás: es muy grande, vieja y parece un arco de los cuadros románticos. Parece estar
muy lejos, pero cada paso parece ser gigante y el espacio restante disminuye con ritmos
acelerados. De repente entro en un campo mágico, el encanto me envuelve y empiezo a
sentir pequeñas cárregas eléctricas por todo el cuerpo. El aire se pone tan denso que
puedo sentir su movimiento dentro de mis pulmones. Alargo mi mano hacía el mango.
Rozo la suave superficie de la madera y... explosión, vuelvo a estar en el fondo del
pasillo. El impacto parece estar causado por una concentración de electricidad detrás o
en la puerta. ¿Quién dijo que la madera no conducía electricidad? ¿O es que se ha
inventado un barniz conductor? Me levanto y tozudamente sigo hacía la puerta-arco.
Esta vez la distancia que nos separa parece excesiva y yo, dejándome controlar por el
pánico, empiezo a correr adelante. Pero en vez de acercarme a la puerta, que sería el
efecto lógico, me sigo separando cada vez más y más. Incapaz de seguir, me paro y de
seguida la oscuridad me envuelve.

Abro los ojos y voy acostumbrándome a la luz solar que llena mi habitación. Se puede
escuchar un barullo leve, casi inexistente, que viene de la cocina. Me levanto y voy a
mirar, que pasa. Al lado de la ventana está fumando un desconocido. O yo respiro
demasiado hondo o este tipo siente la presencia de otros seres, pero se gira y me
empieza a observar con sus ojos negros que parecen dos obsidianas llenas de brillo
demoníaco.

• Señorita Bellatrice, si no me equivoco,- y me mira satisfecho, como si acabase


de hacer un descubrimiento científico.
• Yo misma. Si sería usted tan amable de explicarme que está haciendo en mi
piso, yo se lo agradecería mucho. Por cierto, como ha...

Un abrazo fuerte por detrás me desconcentra y el olor a tabaco empieza a intoxicarme.


Creo que ya no hacen falta las explicaciones del tipo que, por cierto, sigue
observándome discretamente, como si yo fuese un jarrón de la época del Ludóvico XIV.

• ¡Cariño! ¿Qué tal estás? ¿Comes bien? Te eché tanto de menos,- y más
cuestiones y frases sin sentido. Mi madre es, sin duda, una mujer muy ejemplar
que considera que la hija es una amiga menor.
• Muy bien, mamá, ya sabes que yo me lo como todo,- le doy un fuerte abrazo. Al
fin y al cabo la quiero mucho.- La verdad es que tengo unas vacaciones en el
trabajo y pensaba en ir a verte, pero me has ahorrado este favor. Y tú, ¿qué tal
estás? Veo que has traído amigos, - y miro al desconocido, que sigue sonriendo
amablemente.
• Oh, cariño, él es un aspirante de la facultad de cosmociéncias de tu padre y tiene
un trabajo para hacer en Nueva York. Se llama Angus Eves y tiene 28 años.
Bueno, yo tengo que ir al supermercado ahora, os dejo solos. Aprovechad para
conoceros mejor,- y nos guiña un ojo. Otra vez los intentos de mi familia de
decidir mi vida por mi. Bueno, vamos a ver que tenemos esta vez.
Es alto, bastante delgado, con una cabellera negra ondulada que le llega por los
hombros. Ojos negros, fríos, de mirada algo atroz, una sonrisa perversa, pero seductora.
El conjunto es complementado por una nariz aguileña, indicando la naturaleza tozuda
del tipo. Una piel muy pálida, unos dedos largos y delgados. Todo su físico es elegante
y delicado. Cuando dejo de observar al hombre-que-es-seis-años-mayor-que-yo me doy
cuenta, de que sigo llevando un camisón, estoy despeinada y que no es de buena
educación estar observando a alguien como si estuvieses en un museo.

• Umm... Si me permite, voy a cambiarme,- por alguna razón tengo vergüenza de


mirarle a los ojos, por eso me quedo observando sus largos dedos que sostienen
un cigarro.
• Claro, señorita. Puede llamarme por mi nombre,- dice el demonio y deposita la
colilla en el cenicero, que siempre trae mi madre cuando viene a visitarme.
• Siéntete como en tu casa, Angus,- suelto yo y me dirijo rápidamente al baño.

El mismo pasillo y la misma puerta en el fondo. Mis pasos solo siguen alejándome de la
meta y yo me rindo. Miro atrás y... veo la puerta. ¿Qué habrá detrás de ella? ¿Otro
mundo? ¿El fin del sueño? Yo no creo que solo es un sueño. Es una vida paralela a la
real, unos universos diferentes tras cada puerta, una fatalidad insólita...

De repente, noto la presencia de alguien. Hacia mucho tiempo que no aparecía ninguna
criatura diabólica por aquí. Siento la respiración de alguien sobre mi piel, una voz
profunda y suave pronuncia mi nombre, los dedos largos recorren mi cuerpo. Me giro,
atemorizada ante tal situación, y veo a la criatura más oscura y tremenda de todas. Por
alguna razón el demonio tiene la apariencia de Angus.

• ¿Bella?- el barítono de Angus aclara mis pensamientos.


• ¿Angus?

Oigo mi voz y me sorprendo, de lo aguda que está. El hombre me mira inquieto, me


pregunta algo, pero yo ya no le oigo. Veo sus labios moviéndose, su boca cada vez está
más abierta. Me llama, pero no soy capaz de responderle y pierdo la consciencia.

• ...la!¡Bella!¡Bellatrice!
• ¿Mmm...?

Los ojos de Angus están preocupados. Me pregunta si estoy bien, dice muchas más
tonterías, pero yo sé que él también estuvo ahí. Cuándo me pregunta qué pasó ahí, le
explico mis experiencias y mis teorías respecto lo que nos pasa. Nos quedamos con la
teoría de otros universos, pero es realmente difícil de creerlo. El resto del día lo
pasamos juntos, hablando de astronomía y cosmos en general, visitando a mi madre,
que se ha quedado en casa de una amiga y yendo al museo de ciencias marinas. Nunca
me sentí tan feliz antes, pero un pensamiento inquietante turba mi alegría durante todo
el día.

Esta vez estoy con el desde el principio y estamos justo delante del antiguo arco. No
puedo alargar la mano y abrir la puerta, porque sé que esto va a cambiar mi vida, va a
cambiarlo todo. Él me mira y me entiende, pero abre la puerta. De seguida un remolino
de fuerza enorme nos envuelve con los brazos de la muerte y nos lleva al otro lado.
La oscuridad es absoluta, pero no se siente nada. Absolutamente nada: ni frío, ni
hambre, ni presencia ajena. Esto es el vacío del universo. Me levanto lo máximo que
puedo sin sentir ninguna superficie debajo de los pies, y el espacio alrededor se ilumina
con el brillo de las estrellas y la leve opacidad de las nebulosas. Una realidad
fantasmagórica se abre ante mis ojos, me inunda de placer pasmoso. Tengo todas las
puertas del universo abiertas para mí, para el hombre que está apretándome la mano,
fruto de la primera impresión que causa este lugar.

• ¿Dónde estamos?- su voz trona en el espacio que nos rodea, como si fuese la voz
de un dios enfurecido.
• En un laberinto,- hasta a mi misma me sorprende mi respuesta, pero, sin
embargo, continuo explicando mis deducciones,- estamos en un caos de
galaxias, de puertas, tras cada una hay un universo, un planeta, una realidad
distinta. Los sueños más temibles del ser humano es la entrada al laberinto
externo, pero se tiene que saber como convertir una pesadilla en aventura, como
conducir tu mente hacía la existencia de vida propia en tus sueños.- Mientras
digo esto, las estrellas brillan cada vez más, porque yo creo en lo que digo. Es
nuestra realidad -suya y mía- y de muchas personas más en el mundo.

Sin decir nada, me abraza y me besa. Cada célula, cada molécula de mi cuerpo explota,
formando un único cuerpo con Angus. El espacio exterior también reventa y llena
nuestros cuerpos de luz y de vida nueva. Y el centro de mi universo son dos obsidianas,
llenas de amor y ternura, una voz profunda, que repite mi nombre como una oración, me
hechiza, me descompone y me vuelve a reunir en un solo ser, tan pequeño respecto el
universo, pero a la vez tan grande.

Cuando nos separamos, las estrellas vuelven a brillar como antes y hay una puerta
abierta ante nosotros. Una luz tenue nos abraza, invitándonos a entrar ahí dentro y
hacemos un paso adelante, los dos a la vez. Porque no nos importa el tipo mundo que
nos encontremos, porque todos los sitios son interesantes y atractivos.

Porque todos ellos solamente revelan una pequeña pieza de nuestro interior.

Valeriya Polishuk

You might also like