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DEMOCRACIA SOCIAL

Bases Ideológicas del Partido

UN NUEVO TIEMPO (UNT)

INTRODUCCIÓN

En este siglo la humanidad tiene en sus manos, tanto la posibilidad de

construir una nueva civilización universal basada en la paz, la libertad, la justicia y

la solidaridad, como la de autodestruirse y poner en peligro la existencia de la

vida misma en nuestro planeta. Para que triunfe la vida y no la muerte, es

necesario que en el mundo entero, por esfuerzos nacionales coordinados y

solidarios, asciendan fuerzas democráticas avanzadas, decididas a lograr la

armonía entre la libertad de cada individuo y un sistema de justicia y solidaridad

social para todos. Las “Metas del Milenio” que han trazado las Naciones Unidas

constituyen un marco inicial para esta lucha internacional por el respeto de los

derechos humanos, la justicia social, la igualdad de razas y géneros y la defensa

del medio ambiente.

La lucha va dirigida tanto contra el capitalismo salvaje como contra el estatismo

totalitario, y su objetivo final es el establecimiento de una Democracia Social

capaz de perpetua evolución hacia más altos niveles de dignidad humana.

En Venezuela, Un Nuevo Tiempo encarna la lucha por los objetivos

universales señalados. A través de su ideología, su programa y su acción política

cotidiana, busca interpretar los anhelos de libertad e igualdad de las grandes

mayorías populares. Abre sus filas a todos los venezolanos y venezolanas

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democráticos y de buena voluntad, sin exclusiones, a la vez que considera que las

necesidades de los sectores populares menos favorecidos deben recibir atención

prioritaria. Para cimentar la libertad y los derechos humanos, la futura democracia

venezolana deberá fundamentarse en la justicia social.

Con base en estas convicciones, Un Nuevo Tiempo presenta al país su

propuesta de Democracia Social para Venezuela.

Antecedentes.

Un Nuevo Tiempo, como movimiento político, nació en el Estado Zulia bajo

la conducción de su fundador Manuel Rosales. La lucha contra el autoritarismo y

contra la pobreza, y a favor de la descentralización, el respeto por los derechos

humanos, el acatamiento de la voluntad popular expresada democráticamente, la

eficiencia de los servicios públicos, y un desarrollo compatible con el equilibrio

ambiental constituyeron sus principales banderas de lucha.

La elección de su líder como Alcalde de la ciudad de Maracaibo –cargo al

cual fue reelecto- , y su posterior elección como Gobernador del Estado Zulia

(también reelecto) dieron por resultado gestiones exitosas y beneficiosas para los

habitantes de Maracaibo y de todo el Zulia. Los triunfos de sus candidatos y

candidatas en la mayoría de los municipios y parroquias zulianas convirtieron a Un

Nuevo Tiempo en la primera fuerza política regional para el año 2005.

En 2006, Manuel Rosales se convirtió en candidato presidencial de la

unidad opositora en Venezuela. Rodeado y apoyado por los hombres y mujeres

de Un Nuevo Tiempo y de las demás fuerzas democráticas del país, conquistó el

respaldo electoral de millones de venezolanos, no obstante limitaciones de tiempo

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para dar a conocer sus propuestas, y el tener que competir contra el ventajismo

electoral más descarado. Las ideas y valores que Manuel Rosales sometió a la

consideración del país en aquella oportunidad siguen constituyendo un

importante insumo del pensamiento político y social de Un Nuevo Tiempo.

Necesidad de una Alternativa

En la Venezuela actual se observa un proceso de liquidación del sistema

democrático, y su sustitución por una autocracia en evolución hacia el totalitarismo

con insumos fascistas y estalinistas. El incesante proceso de concentración del

poder en manos del jefe de Estado, con liquidación casi total de la separación de

poderes y la descentralización política y administrativa, elimina toda posibilidad de

control o fiscalización de la gestión pública y consolida la autocracia. Al mismo

tiempo, el país ha sido sometido a un grado de militarización que lo retrotrae a un

pasado sombrío, y por la primera vez en su historia se le somete a una

ideologización de corte totalitario, impuesta con todos los recursos del poder

estatal.

Pese a esta concentración del poder y esta militarización, la eficacia o

eficiencia del Estado han decaído a niveles muy inferiores a los más bajos que se

recuerden de épocas pasadas. Al deterioro de las infraestructuras físicas y de los

servicios públicos, se les agrega la extrema inseguridad personal que atemoriza a

los venezolanos de todos los estratos sociales, y particularmente a los más pobres

y desasistidos. Como nunca la corrupción avanza incontenible ante la mirada de

millones de pobres que observan cómo los recursos que pudieran resolver sus

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problemas desaparecen en las manos de quienes practican una doble moral,

revolucionaria en el discurso y corrupta en la realidad.

Aunque el presidente de la República, con su talento demagógico y con los

enormes recursos fiscales que le proporcionaba la bonanza petrolera, logró

convencer a importantes sectores populares de que él es su amigo y defensor, y

aunque sus programas sociales (“misiones”) han logrado aliviar la pobreza en

algunos casos y lugares, la situación social general de los venezolanos es

alarmante. Mientras vivimos en un país con grandes recursos financieros, y el

presidente promueve su popularidad internacional regalando buena parte de

nuestros ingresos en el, más del 75 por ciento de la población se encuentra en

situación de pobreza. El movimiento sindical ha sido golpeado y dividido. Ha

disminuido el empleo estable y gran parte de la población activa trabaja en el

sector informal de la economía. Los jóvenes, especialmente en el sector

educacional público, reciben una formación de deficiente calidad además de

ideologizada, y muchos niños siguen sin posibilidad de acceder a la educación.

La prédica “socialista” del presidente Chávez no apunta hacia ningún

socialismo democrático (predominio de la equidad social sobre el afán de lucro, en

un marco político de libertades), sino hacia una estatización general de corte

comunista, inspirada en el modelo cubano. Al mismo tiempo es una prédica de

odio clasista e incluso racial que, para dar poder al autócrata, procura dividir a los

venezolanos y destruir su cultura de convivencia tolerante

Esta grave situación nacional exige la unidad de todos los venezolanos

democráticos en un solo gran movimiento para restablecer la libertad y el respeto

de los derechos humanos. En ese movimiento convergirán no sólo los opositores

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ya definidos como tales, sino también amplios sectores disidentes del pueblo

hasta ahora “chavista”, que ya están dando la espalda al autócrata que los

amenaza con la implantación de un estatismo totalitario, y que además ha

demostrado su incapacidad de resolver los problemas del país. Confiamos en

que, cada vez más, estos compatriotas disidentes del oficialismo formarán un solo

frente con nosotros y les tendemos la mano con fraterno compañerismo y afecto.

Al mismo tiempo es necesario que definamos con claridad la Alternativa

ideológica y programática que nosotros, como parte de la oposición democrática

amplia y diversa, le proponemos al país. Estamos convencidos de que la

alternativa que el pueblo espera debe incorporar por igual la libertad política, un

desarrollo económico soberano y sustentable, y un hondo contenido de justicia

social y de solidaridad. Creemos que nuestra propuesta de Democracia Social

para Venezuela constituye la réplica adecuada tanto al estatismo totalitario como a

cualquier retroceso hacia injusticias pasadas. Nuestra fórmula es la de una lucha

permanente por la creación en Venezuela de un sistema de libertades

fundamentadas en la equidad económica y social. Avanzar hacia la realización de

la Democracia Social para Venezuela es la razón de ser y la tarea histórica del

partido Un Nuevo Tiempo.

En las páginas que siguen, se explicarán las bases ideológicas de Un

Nuevo Tiempo, con las proyecciones programáticas generales que de ellas se

derivan. Las ideas se desarrollarán según el esquema siguiente:

1) Evolución histórica de la Democracia Social

2) Principios y valores de la Democracia Social

3) Libertad política para Venezuela

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4) Desarrollo sustentable para todos

5) Justicia social y participación

6) Por un mundo democrático.

I.- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA DEMOCRACIA SOCIAL

1- En el Mundo

Desde la Antigüedad hasta nuestros días, la existencia de sistemas de

opresión social y política ha engendrado movimientos e ideas rebeldes,

encaminadas a la conquista o realización de dos grandes valores fundamentales:

la libertad y la justicia. Pero no siempre van mano en mano las luchas por estas

dos aspiraciones básicas del ser humano: algunos impulsos reformistas o

revolucionarios enfatizan el ideal de la libertad del individuo por encima de la

aspiración a la justicia social, en tanto que otros colocan esta última en el primer

plano, por considerar que, sin un marco de equidad colectiva, la libertad queda

restringida al disfrute de una minoría privilegiada y no se convierte en bien común.

Los pensadores y luchadores que consideran la conquista de la equidad

económica y social como condición imprescindible para la liberación humana han

recibido, desde la Revolución Francesa en adelante, el apelativo de “socialistas” o

de “demócratas sociales”. En su aceptación más amplia, el “socialismo” puede ser

moderado o radical, paternalista o rebelde, autoritario o democrático. En la

Antigüedad, el colectivismo de Platón fue elitista o aristocrático, en tanto que la

corriente profética y mesiánica judeocristiana –Amós, Isaías, Jesucristo, Santiago

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y los padres de la Iglesia- tuvo carácter democrático social, con su censura a los

ricos y su apoyo a los pobres, sirviendo de estímulo a movimientos rebeldes de

esclavos y de siervos.

La Edad Moderna se inició con utopías colectivistas como las de Moro y

Campanella, seguidas de impulsos socialistas incipientes en las alas radicales de

las revoluciones burguesas de Holanda, Inglaterra y Francia. El liberalismo

democrático surgido de estos procesos originó importantes tendencias hacia un

futuro movimiento de democracia social.

Finalmente, la Revolución Industrial, que durante el siglo XIX se expandió de

Inglaterra al resto de Europa y a otros continentes, creó las condiciones para el

nacimiento de un movimiento socialista internacional basado en la clase obrera

disciplinada por el trabajo fabril y organizada en sindicatos y partidos. La

Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional, fundada en

1864, pronto se dividió y se desgarró entre los partidarios del socialismo político y

democrático por un lado, y los del anarquismo, volcado hacia la “acción directa”,

por el otro. En cambio la Segunda Internacional, nacida en 1889, estuvo bajo la

influencia predominante de la doctrina de Karl Marx, interpretada de maneras

diversas. La mayoría de sus seguidores fueron socialistas democráticos o

socialdemócratas que no conciben la democracia social sin amplia libertad. Para

ellos, se justifica la violencia armada sólo contra regímenes despóticos que no

permiten otra salida, pero una vez logrado un sistema de libertades políticas se

debe recurrir a métodos de lucha legales y no violentos –parlamentarios y

sindicales- para transformar las estructuras mediante la acumulación cada vez

más decisiva e irreversible de reformas parciales. Al mismo tiempo debe

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practicarse en todo momento la más abierta y transparente democracia interna en

el movimiento obrero y popular, tanto en su rama sindical como en la política

partidista. En cambio, otros socialistas de vocación violenta y voluntarista –

discípulos, no de Marx sino del revolucionario francés Augusto Blanqui-

despreciaron la democracia y pregonaron la toma del poder por medios

conspirativos y violentos incluso en sociedades abiertas y libres. A tal fin

abogaron por la creación de una “vanguardia” integrada por “revolucionarios

profesionales a tiempo completo” que dirijan la revolución desde arriba y, después

de su triunfo, ejerzan una dictadura que no sería la del proletariado como clase,

sino la de una minoría selecta sobre la clase trabajadora y la sociedad entera.

La Primera Guerra Mundial (1914-18) dividió tajantemente estas dos

corrientes. En Rusia, Lenín y el Partido Comunista (bolchevique) empujaron la

revolución democrática de 1917 hacia una “dictadura del proletariado” ejercida por

una vanguardia política minoritaria según la fórmula, no de Marx (a quien

invocaron teóricamente) sino de Blanqui... Desoyendo la advertencia de la

revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo, de que una revolución sin democracia

está condenada a degenerar y perecer, y que “la libertad es siempre la libertad del

que piensa de modo diferente”, Lenín ilegalizó toda oposición y posteriormente

exigió que los demás partidos comunistas del mundo, coaligados en la

Internacional Comunista o Tercera Internacional, adoptasen el mismo sistema

vertical y represivo. A consecuencia de ello, el régimen comunista en la URSS y

otros países socialistas autoritarios fue una dictadura, no de la clase obrera sino

sobre ésta y el pueblo todo, ejercida inicialmente por el partido oficial en su

conjunto, luego sólo por el buró político del mismo, y finalmente por un solo

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caudillo omnipotente. Pese al heroísmo y la abnegación de muchos comunistas

sinceros y convencidos de su causa, y no obstante los logros soviéticos iniciales

en materia de modernización, culturización y equidad distributiva, Stalin y sus

sucesores implantaron un régimen de intolerable supresión de la libertad personal

y violaciones criminales y masivas de los derechos humanos. Bajo su amparo se

formó y se instaló en el poder una nueva clase o casta burocrática que, como

propietaria colectiva de los medios de producción estatizados, explotó el trabajo

humano con máxima brutalidad. Eventualmente el inmovilismo de esa nueva

clase dominante la hizo incapaz de adaptarse a una realidad mundial cambiante, y

ello condujo al anquilosamiento y la desmoralización de la sociedad post-

estaliniana y a su colapso en 1989-91.

En cambio, en los países de mayor desarrollo socioeconómico e

institucional, la mayoría trabajadora y popular dio decisivo respaldo a la fórmula

socialista democrática. Los primeros intentos de construir democracias sociales,

que combinasen la libertad con la justicia, fracasaron ante los embates de la crisis

económica mundial de 1930 y de la agresión nazi-fascista. Durante esa época, los

socialdemócratas del mundo generalmente lucharon con valentía contra el

fascismo en sus diversas formas. Después de la Segunda Guerra Mundial,

fuerzas socialistas democráticas ejercieron el poder en países como Gran

Bretaña, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Israel, Austria y otros, y

realizaron transformaciones estructurales profundas, en el sentido de la regulación

del mercado por el poder público democrático, la redistribución equitativa del

ingreso, la igualdad social y una mayor participación ciudadana en la gestión de la

sociedad. En su política exterior apoyaron el proceso de descolonización, el

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multilateralismo y la búsqueda de la paz y el desarme mundiales. En 1951 los

partidos socialistas democráticos se unieron en una renovada Internacional

Socialista que, en su declaración de principios, condenó por igual al capitalismo y

al comunismo estalinista como dos sistemas de opresión, económica la primera y

política la segunda. Frente a ambos modelos, el socialismo democrático o

socialdemocracia asumió un rol de “tercera fuerza” sintetizadora de la libertad

política con la justicia social. Al mismo tiempo, la socialdemocracia niega la

existencia de un modelo de “socialismo” dogmáticamente predeterminado y

definitivo. Para ella, el socialismo no es un sistema o régimen sino un camino sin

fin hacia niveles cada vez más elevados y universales de dignidad humana y

calidad de la vida. El proceso de avance hacia una nueva sociedad más libre y

justa requiere –según la Declaración de Francfort de la Internacional Socialista- “la

contribución personal de todos sus partidarios. Contrariamente a los regímenes

totalitarios, el socialismo democrático no impone al pueblo un papel pasivo. Por el

contrario, no puede realizarse sin la participación activa del pueblo. Es la

Democracia en su forma más elevada.”

A fines de la década de los años sesenta del siglo XX, nuevas evidencias

del carácter opresivo y antipopular de la URSS y sus Estados vasallos –sobre todo

su intervención armada contra el “socialismo con rostro humano” de

Checoslovaquia en 1968- causaron una importante disidencia o rebelión de

comunistas sinceros y humanistas en el mundo entero. Revisando su doctrina y

su programa, los disidentes rechazaron el colectivismo autoritario y abrazaron el

socialismo democrático: sólo en el marco de la libertad se puede avanzar hacia

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una equidad auténtica. Estos nuevos movimientos fortalecieron a la Internacional

Socialista que los acogió con brazos abiertos.

Al margen de la socialdemocracia proveniente del socialismo decimonónico,

forman parte de la Democracia Social corrientes provenientes del liberalismo

político y del cristianismo progresista. Como ya se señaló anteriormente, en las

revoluciones democráticas liberales de los siglos XVII- XIX se originaron alas

radicales que entendieron que la máxima libertad y autorrealización de cada

persona (ideal fundamental del liberalismo) requiere una base mínima de

seguridad y bienestar para todos. La mera libertad de enriquecimiento individual

no es suficiente, e incluso puede dar origen a nuevas formas de servidumbre y

desigualdad incompatibles con el ideal liberal. Grandes pensadores liberales

como John Stuart Mill y John Dewey, y los sectores “radicales” en el seno de

partidos liberales, llegaron a conclusiones coincidentes con las de la

socialdemocracia “clásica”: para garantizar la libertad personal de todos y no sólo

de unos cuantos, el Estado democrático debe intervenir en el proceso económico

y alentar una mayor equidad distributiva. Del mismo modo, a partir del siglo XIX y

con mayor fuerza en el siglo XX, importantes grupos con motivación religiosa –

cristianos y de otras confesiones- se volcaron hacia la lucha por la justicia social y

coinciden con los socialistas democráticos y los liberales de avanzada. En el siglo

XX, las Iglesias católicas latinoamericanas, con su “opción por los pobres” y la

corriente radical de la “teología de la liberación” dieron un gran estímulo a la lucha

por la democracia social.

En los Estados Unidos, la lucha por la democracia social no se canalizó por

la vía de la creación de importantes partidos socialistas democráticos, como en

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otros países, sino que se expresa principalmente a través del Partido Demócrata

que une en su seno a corrientes de izquierda y de centro. Su objetivo no es

ningún tipo de “socialismo” democrático, sino la humanización y democratización

de la economía de mercado por mecanismos de dirigismo “keynesiano”. Sin

embargo, hoy mantiene relaciones de amistad y diálogo con la Internacional

Socialista.

Una oleada conservadora mundial, iniciada en 1979-80 por los triunfos

electorales de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados

Unidos, fue seguida por el colapso del sistema comunista en 1989-91 y por la

adopción del llamado “consenso de Washington”: globalización económica

neoliberal en el marco político de la democracia representativa. Esa evolución, que

significó la liquidación de muchas conquistas sociales populares, afectó duramente

a las fuerzas de la democracia social en el mundo entero y las obligó a revisar

ideas y políticas. Al observar el desastre del modelo comunista, la

socialdemocracia mundial se volvió más crítica y prudente con respecto al

estatismo económico y más inclinado a reconocer la validez duradera de la

economía de mercado. Sin embargo, los demócratas sociales se mantienen

firmes en su crítica al neoliberalismo económico, y en su insistencia en que la

economía de mercado debe ser orientada hacia fines de equidad social, a través

de regulaciones por parte del poder público democrático y de la sociedad civil

organizada. Desde el año 2001 en adelante han aparecido nuevos síntomas de

fragilidad y desequilibrio en el orden económico y político mundial, y las fuerzas de

la democracia social se aprestan a librar nuevas batallas por la libertad y la

justicia.

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2.- En América Latina

En nuestra región, existe la socialdemocracia o socialismo democrático

con tres orígenes principales distintos. En países de fuerte inmigración europea,

como Chile, Argentina y Uruguay, desde fines del siglo XIX fue importado el

modelo socialdemócrata del viejo mundo, plasmado en partidos socialistas y

radicales y en federaciones y confederaciones sindicales. En cambio, en los

países latinoamericanos tropicales y semitropicales, menos europeizados, la

corriente socialdemócrata surgió de movimientos políticos llamados “populares y

nacional-revolucionarios”, basados en “alianzas orgánicas de clases oprimidas”

(capas medias, campesinos y obreros), con programas de lucha “democrática,

antiimperialista y antifeudal”. Estas corrientes se inspiraron parcialmente en el

ejemplo de la Revolución Mexicana iniciada en 1910 y encontraron su primera

formulación teórica en el pensamiento de Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador

del aprismo peruano en 1924. Posteriormente el movimiento se extendió a

Venezuela, República Dominicana, Guatemala, Costa Rica, Paraguay, Bolivia y

otros países. A partir de 1960, la Internacional Socialista “descubrió” a estos

partidos populares latinoamericanos y los persuadió a que se uniesen a ella. En

tercer término, también en Latinoamérica –con Venezuela a la cabeza- apareció la

nueva corriente socialista democrática desprendida del tronco comunista, y a su

vez se acercó a la IS.

A partir de la crisis económica de 1930, en América Latina se produjo una

transición tendencial del “liberalismo oligárquico” tradicional a diversas formas de

“populismo” o dirigismo estatal y de nacionalismo económico. Estas nuevas

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tendencias dirigistas en algunos casos fueron democráticas sociales, afines a las

descritas en el párrafo anterior, y en otros casos asumieron un carácter autoritario

y caudillista. El fascismo, el comunismo y en menor grado la socialdemocracia de

Europa influyeron en la vida política latinoamericana. La Segunda Guerra Mundial

estimuló grandemente las tendencias democráticas y de izquierda en la región.

Sin embargo, a partir de 1948, la Guerra Fría produjo un refortalecimiento de los

autoritarismos de derecha, ahora abrigados bajo el concepto de la “defensa del

Occidente” en alianza con los intereses estratégicos y económicos de Estados

Unidos. La rivalidad que había existido entre movimientos latinoamericanos

socialdemócratas y comunistas desde los años treinta se profundizó y se hizo a

veces violenta, sobre todo a partir del triunfo y viraje prosoviético de la Revolución

Cubana entre 1959 y 1961. Sólo después de 1968, cuando avanzó la distensión

Este-Oeste, acompañada de una incipiente polarización Norte-Sur, en ciertos

casos socialdemócratas y comunistas actuaron como aliados tácticos.

Aparte de sus permanentes combates –muchas veces heroicos- contra las

dictaduras oligárquicas de derecha y sus enfrentamientos a partidos comunistas,

la socialdemocracia latinoamericana se ha visto amenazada por los populismos

autoritarios y militaristas que surgieron en países como Brasil, Argentina y Perú

desde 1930 en adelante. Apareciendo donde aún no existen eficaces

movimientos populares democráticos, o donde éstos han perdido su efectividad,

los populistas militares propagan una demagógica mezcla de consignas socialistas

y fascistas y por momentos logran arrastrar a grandes masas aglutinadas en torno

a caudillos carismáticos tales como Perón, Velasco Alvarado y otros. Estos

autócratas ejercieron una suerte de mediación personal entre sectores populares,

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nuevas burguesías y oligarquías tradicionales y, a pesar de sus pretensiones de

nacionalismo y de justicia social, no efectuaron transformaciones estructurales

sólidas.

Además del importante movimiento socialdemócrata latinoamericanos con

sus tres fuentes arriba señaladas, se produjeron adhesiones a la causa de la

democracia social desde el campo liberal y el socialcristiano. Del seno de partidos

liberales tradicionales, tales como el de Colombia y el Partido Colorado de

Uruguay, nacieron tendencias progresistas como las de otras partes del mundo,

que reconocieron que la libertad del ciudadano individual queda reducida a un

privilegio minoritario, si no se crea una base de equidad y seguridad social.

Asimismo, a la izquierda de la doctrina social tradicional de la Iglesia (que pregona

la justicia sobre la base de un equilibrio entre los intereses de clase, pero rechaza

el concepto de la lucha social “desde abajo”), muchos cristianos acogieron la

noción de que, si bien el odio de clases es repudiable, la lucha objetiva de los

pobres por el reconocimiento de sus derechos es legítima y debe ser apoyada. La

Iglesia Católica, particularmente en América Latina, a partir del Concilio Vaticano II

dio pasos gigantescos hacia la identificación con los pobres y la denuncia de las

injusticias sociales. De este modo, corrientes progresistas de origen liberal y

religioso hoy confluyen con las de origen socialista o socialdemócrata en la opción

contemporánea por la Democracia Social.

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3. En Venezuela

Venezuela inició su transformación de agraria y terrateniente a petrolera y

capitalista-rentista durante la dictadura de Juan Vicente Gómez, y a partir de 1936

entró en la vía hacia la democracia. Su estructura social se dinamizó con el

surgimiento de una clase trabajadora y una clase media moderna e instruida.

En la lucha contra el gomecismo se generaron los núcleos fundacionales de

los futuros partidos políticos y movimientos sociales. Desde 1936 se perfiló en el

seno de la izquierda venezolana, la rivalidad histórica entre un movimiento

nacional-revolucionario de tendencia socialdemócrata y otro comunista. La

experiencia del “trienio adeco” de 1945 a 1948, por encima de controversias

valorativas todavía candentes, significó un avance objetivo en términos de

incorporación del pueblo a la actividad política y creación de conciencia

democrática. La resistencia a la dictadura militar de los años 1948-58 constituyó

otra experiencia de enorme valor positivo en la formación política y moral de los

demócratas venezolanos y todas las fuerzas populares.

Posteriormente, los cuarenta años de régimen democrático representativo,

pluralista y de “conciliación de élites” (1958-98) constituyó el marco político para

un proceso de modernización en todas las esferas de la vida política, económica,

social y cultural. Se desarrolló un sistema económico mixto, entre empresas

básicas estatales y un diversificado y próspero sector privado. Se elevó el nivel de

vida general y se formó una amplia clase media. Los sucesivos gobiernos

democráticos representativos se basaron, por lo menos hasta 1993, en un pacto

de gobernabilidad entre socialdemócratas y socialcristianos, como principales

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fuerzas políticas nacionales. Pese a ser objetivos de conspiraciones y ataques

armados, no sólo por factores de extrema derecha sino también de extrema

izquierda, los gobernantes venezolanos supieron mantener una conducta

democrática y social-reformista que les ganó el respeto del mundo.

Sin embargo, no obstante los importantes progresos realizados en sentido

social democrático sobre todo en los años 1959-1979, no se llegó a implantar una

sistemática y continua promoción de una sociedad más igualitaria y participativa.

La política social tuvo un carácter “asistencialista” más bien que participativo y,

salvo durante los años 1959-63, las asimetrías en la distribución del ingreso

tendieron a crecer más bien que a disminuir. A partir de 1980, la crisis de pagos

que afectó a toda la América Latina se agregó a nuestra insuficiente diversificación

productiva y al carácter “rentista” de nuestra economía, para agravar aún más el

contraste entre pobres y ricos. Al mismo tiempo se manifestó un marcado

deterioro de los liderazgos democráticos, un aumento de la corrupción y una

injustificable indiferencia de las élites ante el crecimiento de la pobreza, y ello dio

origen a un vacío de poder que pudo ser colmado a partir de 1999 por un

populismo militar autocrático que prometía dar respuesta al descontento de la

ciudadanía.

Por ello, no obstante el surgimiento de fuerzas progresistas en Venezuela

desde la muerte de Gómez en adelante, y el ejercicio ocasional del gobierno por

tales fuerzas, en la actualidad es necesario renovar y revigorizar a fondo el

movimiento dirigido hacia la Democracia Social

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III.-. PRINCIPIOS Y VALORES DE LA DEMOCRACIA SOCIAL

1.- Pluralismo filosófico

La Democracia Social moderna se diferencia de movimientos políticos

tradicionales por no establecer una referencia filosófica única, tal como el

marxismo, el liberalismo o una tradición religiosa, sino de buscar la confluencia de

corrientes distintas hacia una preocupación común, teórica y práctica, por la

creación de una sociedad regida por los valores de la libertad, la equidad y la

solidaridad.

Históricamente, la más antigua de las fuentes filosóficas de la lucha por la

libertad y la justicia social es la de inspiración religiosa: la afirmación de la

dignidad e igualdad de todas las almas humanas ante Dios y el anhelo de que esa

dignidad e igualdad también se implanten en el mundo terrenal. Fue por ello que

el Imperio Romano, basado en la esclavitud, persiguió a los cristianos, y es por

ello que hasta el día de hoy los creyentes progresistas se ubican en la lucha por

una sociedad no sólo libre sino también equitativa.

En el orden del tiempo histórico, la segunda gran fuente de la Democracia

Social es la del liberalismo democrático. Las ideas emancipadoras de las

revoluciones de Holanda, de Inglaterra, de Estados Unidos, de Francia y de

Hispanoamérica durante los siglos XVI al XIX tienen vigencia perenne: los

Derechos del Hombre y del Ciudadano, la soberanía popular, el gobierno

representativo, la tríada de valores “libertad-igualdad-fraternidad”, el pluralismo de

opiniones, la tolerancia y la racionalidad.

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En tercer término, la Democracia Social abarca a los socialistas

democráticos o socialdemócratas que provienen ideológicamente de las luchas

obreras y populares de los siglos XIX y XX y que –aunque rechacen el “marxismo”

dogmático de los comunistas- aceptan ciertos aspectos del pensamiento de Marx

y lo aplican y desarrollan en forma crítica y revisionista. Algunos conceptos

(auténticos y no tergiversados) de ese gran pensador social alemán, tales como la

importancia del factor económico en la historia humana, los conflictos sociales

como motor de cambios históricos, la sucesión de etapas estructurales en la

evolución de las sociedades, la importancia primordial del trabajo en el proceso de

producción, la historia vista como progreso del ser humano hacia la libertad, el

libre albedrío de los hombres para escoger entre el progreso social o la

destrucción de la civilización, y la importancia crucial de la democracia y el

pluralismo dentro del movimiento obrero y popular, son aportes valiosos al

ideario de un movimiento de lucha por la Democracia Social.

2.- Libertad Política

La libertad política es la gran precondición para la vigencia de los derechos

humanos individuales y colectivos. Los movimientos democráticos sociales de la

actualidad son continuadores de la tradición liberal de las revoluciones clásicas.

Exigen para todos los pueblos del mundo –independientemente de su cultura

tradicional- la abolición de formas de gobierno autoritarias o tiránicas y la apertura

hacia la democracia representativa y pluralista. Todos los pueblos deben acceder

a la plena vigencia del Estado de Derecho: soberanía popular, respeto y garantía

de los derechos humanos y las libertades ciudadanas, pluralismo político e

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ideológico, elecciones libres, separación de poderes, subordinación del estamento

militar a la legítima autoridad civil, y descentralización de la autoridad.

Para la Democracia Social, sólo se puede hablar propiamente de

democracia cuando es posible elegir libremente entre varias opciones políticas en

el marco de elecciones libres, cuando existe la posibilidad de un cambio pacífico

de gobierno basado en la libre voluntad del pueblo, cuando se garantizan los

derechos de los individuos y de las minorías, y cuando se cuenta con un sistema

judicial independiente basado en la aplicación imparcial del derecho a todos los

ciudadanos.

3. Equidad Económica

La Democracia Social exige que la producción y distribución de bienes y

servicios esté al servicio del hombre, y no el hombre al servicio de intereses

crematísticos. Ello implica la creación de una economía mixta que combine los

mecanismos del mercado con una planificación y regulación democrática

coordinada por el Estado, que oriente los esfuerzos y las expectativas del capital,

del trabajo y de los consumidores hacia el logro de metas de desarrollo

diversificado y sustentable de las fuerzas productivas internas, y de distribución

equitativa del ingreso nacional.

4.- Solidaridad Social

En su afán de elevar la dignidad humana y la calidad de vida de la

población, una Democracia Social pondrá en marcha programas universales de

educación, capacitación, cultura, salubridad pública y seguridad social, y ajustará

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su política tributaria al logro de estos propósitos. Teniendo en cuenta que el

mejoramiento de la condición humana no sólo requiere bienestar material sino

también la autosuperación de cada persona en un ambiente de armonía social, se

alentará –sin compulsión ni dogmatismo- la creciente participación de todos y cada

uno en decisiones e iniciativas de beneficio comunitario, regional y nacional.

La solidaridad pregonada por la Democracia Social debe hacerse

extensiva al plano internacional. Los demócratas sociales comprenden que la

humanidad entera es interdependiente y que ningún pueblo puede alcanzar o

conservar su soberanía, su libertad democrática y su vía de progreso social sin la

solidaridad de otros pueblos. La paz y el desarme mundial y el avance hacia un

orden internacional multilateral y democrático son esenciales para el bienestar

humano. También lo es la solidaridad entre países en vías de desarrollo para el

logro de un orden económico internacional más equitativo. Por último la

integración económica y política democrática de las diversas regiones geográficas

es un requisito esencial para el progreso común.

III.- LIBERTAD POLÍTICA PARA VENEZUELA

1. El Estado de Derecho

Los demócratas sociales rechazan la noción, esgrimida por los comunistas

y los populistas autoritarios, de que el moderno Estado de Derecho, nacido de la

Ilustración y las revoluciones liberales del pasado, represente un fenómeno

histórico pasajero y un mero reflejo de los intereses de una clase dominante.

Descartan que el Estado de Derecho, basado en un constitucionalismo

21
democrático, deba ser reemplazado por alguna especie de “nuevo” Estado

“revolucionario”. La Democracia Social considera que el Estado de Derecho

(dominio de la ley, igualdad jurídica de los ciudadanos, garantía de los derechos

humanos y cívicos, etc.) forma parte de la civilización universal y no está sujeto,

en su esencia, a los cambios de hegemonía de clases o bloques sociales. Sin

duda, en la medida en que crezcan la justicia y la igualdad social, el Estado de

Derecho se enriquecerá con nuevas facetas de participación ciudadana, pero no

se cuestionará su validez fundamental.

2.- Soberanía popular sin interferencias autoritarias

La soberanía, que reside en el pueblo, debe ser ejercida a través de las

instituciones pertinentes, sin perturbaciones autocráticas o tumultuarias. Debe

prohibirse e impedirse la injerencia de funcionarios públicos en los procesos

electorales y la utilización de recursos del Estado para fines políticos partidistas

La Administración pública y el poder judicial deben ser políticamente neutrales, al

servicio de la Nación, y es imprescindible la profesionalidad e independencia

política de los jueces y administradores públicos. En un Estado de Derecho, el

gobierno debe asumir una actitud de imparcialidad en las coyunturas electorales y

debe estar garantizada la composición pluralista y equilibrada de la autoridad

electoral.

La ética en el ejercicio del poder público es un valor esencial de la

Democracia Social, y por ello la transparencia en la administración de los recursos

de todos con apego estricto a la ley y con sentido de responsabilidad social es una

22
obligación inmodificable de quien en nombre de la Democracia Social ejerza

funciones públicas.

3. Separación de poderes y descentralización

Es imprescindible la separación de los poderes legislativo, ejecutivo,

judicial, ciudadano y electoral a todos sus niveles, así como una efectiva

descentralización geográfica y funcional del poder público en su conjunto. Para

fortalecer ambos principios, en una futura revisión constitucional se podría

examinar la posible conveniencia de un retorno al bicameralismo a nivel

parlamentario nacional, con una segunda cámara que representara las regiones

del país. El parlamento nacional deberá, en todo caso, reflejar el pluralismo de las

opiniones políticas, encarnar la soberanía popular en última instancia, y constituir

un efectivo contrapeso al poder ejecutivo. El poder judicial debe ser independiente

y apolítico, integrado por magistrados y jueces seleccionados por un consejo

imparcial, únicamente con base en su capacidad y méritos, y provistos de

estabilidad en sus cargos. La justicia debe ser asequible para todos los

ciudadanos, y en consecuencia debe ser retomada la labor de revisión y reforma

de los procedimientos judiciales, a fin de reducir su complejidad y acelerar la

conclusión de los juicios.

4. Institucionalidad de la Fuerza Armada Nacional

El Estado de Derecho exige, asimismo, la institucionalidad de la Fuerza

Armada Nacional, la ratificación de su carácter estrictamente no-partidista, y su

subordinación a la legítima autoridad civil electa por el pueblo en conformidad con

23
la Constitución. En una futura Venezuela democrática, la FAN será respetada por

las autoridades nacionales en su integridad institucional, y sus sedes e

instalaciones no serán puestas al servicio de parcialidades políticas ni del culto a

la personalidad de un gobernante. Se respetarán estrictamente los criterios de

antigüedad y de mérito en la determinación de los ascensos, y se someterá a la

instancia parlamentaria la aprobación definitiva de los ascensos en los rangos

superiores. Nuestras Fuerzas Armadas deben actuar como institución profesional

al servicio de la nación y nunca al servicio de una parcialidad política o de caudillo

alguno.

5.- Representación y participación

Los regímenes autoritarios –estalinistas o populistas militaristas-, al tratar

de justificar sus violaciones del Estado de Derecho y su recurso a la arbitrariedad

y la demagogia, suelen invocar la idea de una supuesta oposición intrínseca entre

la “democracia representativa” y la “democracia participativa”. La primera –dicen- ,

es “burguesa” o “formal”, ya que sólo llama a los ciudadanos a periódicos

procesos electorales y no a tomar parte en una permanente gestión y supervisión

de la cosa pública. Además la acusan de basarse en una “igualdad” ciudadana

ficticia, ya que no existe igualdad de condiciones reales entre un poderoso

empresario multimillonario y un paupérrimo obrero desempleado. Por esas

deficiencias y falsedades – prosiguen-, la actual democracia representativa

debería ser sustituida por una forma nueva, “participativa”, que asegure la

actuación decisoria y fiscalizadora permanente de las mayorías populares en la

gestión política, económica y social del país.

24
Sin duda hay elementos de verdad en esas afirmaciones, pero es una

grave equivocación presentar el problema en términos de disyuntiva entre dos

fórmulas contrapuestas e irreconciliables. Es cierto que una democracia

meramente representativa y formal, en la cual el papel del pueblo se limite a acudir

a las urnas ocasionalmente, y el ejercicio de la soberanía quede enteramente

delegado en manos de representantes, sería una democracia incompleta,

deformada y manipulada. Es necesario que, además de elegir a sus

representantes, el pueblo soberano participe en el debate público, asuma

responsabilidades directas y ejerza una supervisión sobre la ejecución y

administración de la voluntad general. Además es deseable que su participación

no se limite a las decisiones públicas, sino que también se extienda al ámbito de la

sociedad civil. Asimismo, todos los ciudadanos tienen derecho a participar en

forma cada vez más efectiva en el disfrute del bien común, a través de un orden

de creciente equidad en el acceso a la riqueza material y espiritual de la

colectividad. Estos dos aspectos de la democracia, el representativo y el

participativo, no son antagónicos sino complementarios. La Democracia Social, en

Venezuela como en el mundo entero, debe esforzarse siempre por fortalecer la

democracia representativa y por inyectarle un contenido cada vez más

participativo, auténtico y humano.

6.- Pluralismo y tolerancia

Hasta en las sociedades más armoniosas, que hayan logrado superar o

atenuar los conflictos de intereses grupales o de clase, siempre existirán múltiples

opiniones divergentes acerca de la naturaleza de los problemas y la manera de

25
resolverlos. La verdadera solidaridad social requiere el perdurable reconocimiento

de la diversidad de criterios y la más completa libertad para que el pluralismo

florezca en un marco de paz, legalidad y tolerancia mutua. Ninguna sociedad que,

de hecho o de derecho, imponga o acepte un régimen monopartidista puede

avanzar en la vía de la auténtica Democracia Social.

Una Democracia Social en Venezuela debe garantizar la libertad de cultos

y el pleno respeto a todas las comunidades religiosas, así como el cumplimiento

de los compromisos contraídos con ellas por el Estado. Asimismo respetará todas

las doctrinas y opiniones filosóficas, morales, sociales y políticas, con la sola

excepción de las que prediquen el odio racial, étnico o confesional.

7. Derechos humanos y ciudadanos

Los derechos humanos tradicionales, definidos por la Ilustración y las

revoluciones liberales, tienen carácter permanente y deben quedar incorporados

para siempre en la Constitución venezolana. Pero una Democracia Social no

puede tolerar que estos derechos en parte sólo aparezcan en el papel y sean

violados en la práctica. Los abusos policiales, los maltratos y torturas a personas

detenidas, así como las condiciones infernales que prevalecen en las cárceles

venezolanas (entre las más inhumanas del mundo) deben ser objeto de medidas

de altísima prioridad por parte de futuros gobiernos democráticos.

Las libertades de pensamiento, de expresión, de asociación y de

movimiento, la inviolabilidad de la vida, de la integridad física y del hogar, así

como el derecho a la propiedad privada, serán reafirmados y garantizados. A

estos derechos tradicionales, de carácter liberal, se les agregarán nuevos

26
derechos de contenido social y económico, pero en ningún caso será admisible

que los nuevos derechos sean invocados en menoscabo de los primeros.

8.- Lucha contra la corrupción

La ética en el ejercicio del poder público es un valor esencial de la

Democracia Social, y por ello la transparencia en la administración de los recursos

de todos con apego estricto a la ley y con sentido de responsabilidad social es una

obligación inmodificable de quien en nombre de la Democracia Social ejerza

funciones públicas.

Será imposible crear una Democracia Social efectiva en Venezuela si no se

ataca y se vence el flagelo de la corrupción y del enriquecimiento ilícito, que bajo

el régimen actual ha adquirido dimensiones gigantescas, sin parangón con ningún

período anterior de nuestra historia. Este grave problema es multifacético y no

puede ser solucionado totalmente de un día para otro, pero es necesario hacerle

frente con energía desde el primer momento.

Debe establecerse una Contraloría independiente que investigue y

denuncie sin temores ni vacilaciones todos los casos de corrupción que descubra,

y abra la vía al debido enjuiciamiento tanto de los funcionarios públicos como

también de los particulares involucrados. La extorsión y el soborno ambos deben

ser objetos de condena moral y penal ante los ojos del público. Junto con ello,

debe lanzarse una bien organizada campaña de información y de educación moral

y cívica universal, encaminada a movilizar a la población entera en apoyo a la

campaña nacional contra la corrupción.

27
Pero no se lograrán resultados seguros y duraderos, si no se atacan las

causas profundas de la corrupción. Entre éstas, ocupa un lugar importante la

precariedad del empleo público en Venezuela, el temor de algunos funcionarios y

empleados públicos, de ser víctimas de un despido arbitrario, junto con el nivel

demasiado bajo de algunos sueldos, los hace vulnerables a la tentación del

soborno y de la extorsión, con el fin de aumentar sus ingresos y acumular fondos

de emergencia. Por otra parte, es importante el impulso moralizador que surja de

las alturas del poder: un jefe de Estado de ejemplar virtud y firmeza de

convicciones personales podría ejercer una poderosa influencia positiva sobre sus

subordinados.

10. Seguridad pública y personal

Un gobierno democrático social debería asumir la seguridad pública como

un tema central de su agenda política, pues afecta valores y objetivos

fundamentales constitutivos del pensamiento progresista. En primer lugar, la

violencia criminal a una escala tan amplia como la que se evidencia en Venezuela

significa una violación permanente los dos derechos más elementales: el derecho

a la vida y a la integridad física. En segundo lugar, la criminalidad afecta

directamente las capacidades y posibilidades de la ciudadanía de organizarse y

tener una participación política activa en la sociedad: en los barrios venezolanos,

donde impera la doble amenaza del crimen y de la violencia policial no controlada,

las posibilidades de participación ciudadana son muy limitadas. En tercer término,

los sectores sociales más pobres y desasistidos de la población son los más

afectados por el crimen y la violencia, lo que profundiza la desigualdad social

28
reinante en el país. Por último, la inseguridad pública repercute negativamente

sobre las libertades básicas de la ciudadanía: la libertad de movilización, la

libertad de utilizar los espacios públicos y, lo que es fundamental, el derecho a

vivir una vida libre del miedo y del temor.

Por ello, un futuro gobierno democrático social emprenderá la tarea

inmediata de crear una fuerza de seguridad y orden público coordinada a todos los

niveles, integrada por hombres y mujeres de buena calidad moral y con formación

general y profesional adecuada, bien remunerado y provisto de garantías de

estabilidad y de seguridad social. La actuación de esta fuerza obedecerá políticas

de seguridad que combinen, de manera equilibrada, la prevención, disuasión y

represión del crimen. Asimismo reformará el sistema de enjuiciamiento penal con

miras a elevar significativamente la eficiencia y equidad en la administración de

justicia. También procederá a sustituir el horrendo sistema carcelario existente,

criadero de criminales, por otro que salvaguarde la dignidad humana y tienda a

corregir y rescatar al reo. Para realizar estas reformas profundas, se establecerá

un mecanismo de enlace, consulta y cooperación entre el aparato de seguridad y

la sociedad civil.

IV.- DESARROLLO SUSTENTABLE PARA TODOS

1. Industrialización y diversificación económica

El desastroso panorama económico actual del país exige, por parte de un

futuro gobierno democrático, una respuesta que se pueda resumir en la fórmula de

“democracia + industrialización”. Se deberán adoptar medidas urgentes para

29
crear un nuevo clima de confianza para inversiones privadas directas, tanto

nacionales como extranjeras. A tal efecto debe abandonarse la demagogia

estatista y definirse con la mayor rapidez posible un conjunto de garantías

jurídicas, una delimitación precisa entre los dominios público y privado en el área

económica y “reglas de juego” claras. Dentro de tal política, se flexibilizará el

sistema de control de cambio, con miras a su eventual eliminación.

Los demócratas sociales propondremos al país un programa de

industrialización y de diversificación del aparato productivo en el marco de una

economía mixta -de mercado con regulaciones y orientaciones por parte del

Estado democrático-, a fin de crear un patrón de desarrollo que combine el

crecimiento productivo con la generación de empleo y la lucha contra la pobreza.

En términos internacionales, esta futura política de desarrollo se insertará en el

ineluctable proceso de la globalización económica pero, dentro de él, mantendrá

un espacio de decisión y gestión nacional autónomas. Tal política requerirá la

presencia de un empresariado vigoroso y consciente, y de inversiones privadas

tanto nacionales como foráneas (acompañadas estas últimas de transferencias de

tecnología). Requiere asimismo una planificación u orientación estatal firme en

sus objetivos esenciales pero flexible en los detalles de su aplicación.

Es impostergable la necesidad de diversificar la economía venezolana y

reducir su dependencia de la industria de los hidrocarburos. Ello exige reformar el

modelo de crecimiento basado en la renta petrolera, que ha prevalecido desde

principios del siglo XX. El inadecuado manejo de los excedentes rentísticos ha

sido la causa de graves distorsiones en la estructura económica, social, política y

cultural del país. Su impacto económico se refleja en el deterioro estructural de

30
los términos de intercambio, sobrevaluación de la moneda nacional, desequilibrios

fiscales e ineficiencia crónica del gasto público. Desde el punto de vista político-

institucional, las inadecuadas políticas de distribución de la renta petrolera han

generado severas distorsiones en las estructuras de poder, gestando y

perpetuando prácticas clientelares, populistas y a veces autoritarias en los

ejercicios de gobierno. Por último, esta manera disfuncional de manejar la renta

ha contribuido al incremento en los niveles de exclusión social y al deterioro

sostenido de las capacidades de producción de la sociedad venezolana,

acostumbrada a vivir de excedentes que ella misma no generó.

En el marco de un gobierno democrático social, deberían crearse y

ponerse en funcionamiento mecanismos institucionales que permitan racionalizar

el uso de los excedentes rentísticos, orientando gran parte de los mismos a la

inversión productiva, e impidiendo su utilización para financiar gasto corriente, lo

cual pasa por instrumentar un sistema tributario equitativo con claros y

transparentes propósitos redistributivos, y destinar parte de los excedentes a

fondos de capitalización con fines de estabilización macroeconómica y previsión

ante contingencias.

2. Mercado y planificación

De conformidad con el principio fundamental de la equidad económica,

anteriormente expuesto, nos proponemos realizar en Venezuela una política de

desarrollo y de diversificación industrial a través de una economía mixta. La

cooperación entre empresas públicas y privadas se regirá por “reglas de juego”

confiables y sólidas, y la propiedad privada será respetada cuidando de que

cumpla con la función social que le corresponde. En el marco de una economía

31
mixta, el crecimiento y la diversificación productivas deben dar prioridad a la

creación de puestos de trabajo, e ir acompañadas de un simultáneo avance hacia

una mayor equidad distributiva.

Es cierto que aún no hemos echado las bases productivas que puedan

sustentar una democracia social plenamente evolucionada. En los países del

Norte industrializado, la tarea de acumular capital e impulsar la producción fue

dirigida, en el pasado, por clases capitalistas y empresariales que no vacilaban en

recurrir a una brutal explotación de los trabajadores, conforme a la idea de que

“hay que hornear el pan antes de poder repartirlo”. Ese sigue siendo en la

actualidad el pensamiento de ciertos neoliberales económicos. En cambio, los

demócratas sociales rechazamos tal esquema, no sólo por nuestra identificación

con la vivencia y las aspiraciones de las mayorías populares, sino también por

motivos de sobrio análisis sociopolítico. En un mundo de comunicaciones

universales instantáneas, las expectativas de los pueblos se incrementan

aceleradamente, y los diferimientos prolongados de las agendas sociales pueden

causar conflictos incontrolables. En la política de desarrollo que nosotros

proponemos, el crecimiento productivo y la mayor equidad distributiva deben ser

simultáneos y no sucesivos.

Es de esencial importancia crear un sistema racional y eficiente para la

canalización del excedente rentístico hacia la producción, bajo la debida

supervisión del Poder Legislativo y de una Contraloría independiente y eficaz.

La creación de puestos de trabajo, como elemento esencial en la lucha

contra la pobreza y la exclusión, debe constituir un criterio determinante para la

futura estrategia de desarrollo y diversificación en el marco de una economía

32
social de mercado. Venezuela tiene necesidad de un enorme e inmediato

programa de reconstrucción y expansión de sus infraestructuras físicas, con el

cual se generaría un sinnúmero de empleos. Al mismo tiempo, la construcción de

viviendas, planeadas por el Estado pero ejecutadas en su mayor parte por

contratistas privados, podría constituir otro poderoso factor de creación de empleo.

Asimismo, el aliento y la expansión del sector de las empresas pequeñas y

medianas, proveería empleo masivo. Con todo ello, a la vez que se reducirían las

tensiones sociales y se combatiría eficazmente la pobreza, se fortalecería la

demanda interna de bienes y servicios.

3. Energía e industrias básicas

En el marco de una Democracia Social venezolana, PDVSA quedaría en

manos del Estado con la posibilidad de contratación de empresas operadoras

privadas, o de propiedad mixta, para la realización de tareas específicas. En las

demás industrias básicas del país –siderurgia, aluminio, energía eléctrica,

telecomunicaciones y servicios básicos de transporte, se aplicarían diversas

fórmulas de propiedad y control mixtos, siempre regidas por el criterio de la utilidad

y el interés públicos.

La industria venezolana de los hidrocarburos será puesta al servicio de

desarrollo integral y la diversificación de la economía del país. Del petróleo crudo

“hacia abajo”, se pueden elaborar miles de productos de toda índole. Bajo la

orientación general del Estado democrático y social, se alentará al sector privado,

por licitaciones y contratos, para que participe en la labor de convertir el petróleo y

el gas, de mera fuente de renta, en motores efectivos de una vigorosa y variada

33
industrialización. Se fomentará al máximo la investigación científica y tecnológica

nacional en el ámbito de los hidrocarburos.

PDVSA debe recuperar su autonomía operativa y ser despolitizada

internamente, por el establecimiento de un sistema de escogencia y clasificación

de su personal exclusivamente por criterios de capacidad profesional o técnica y

de méritos en el trabajo. Al funcionar como corporación autónoma, con criterio

eficiencia y de rentabilidad comercial al servicio de la nación, PDVSA recuperará

su puesto entre las grandes corporaciones del mundo y estará presente y activa

en el panorama energético internacional.

4. Economía rural

Venezuela, como otros países se la región, entró al siglo XX con una

estructura agraria todavía señorial y marcada por el latifundio. Sin embargo,

desde mediados del siglo se desarrollaron áreas de agricultura y cría moderna, de

tipo capitalista. La reforma agraria puesta en marcha en 1961, no obstante sus

imperfecciones, puso fin al latifundio tradicional y alentó el capitalismo moderno en

el campo. El campesino servil de épocas pasadas –arrendatario, aparcero,

pisatario o peón- fue reemplazado por un nuevo tipo de trabajador rural asalariado.

El régimen del presidente Chávez ha efectuado una absurda marcha de

retorno al pasado, al lanzar una ofensiva “anti-latifundista” con retórica del siglo

XIX, propiciando la invasión y expropiación de explotaciones agropecuarias

modernas y productivas, bajo el pretexto de que incluían algún lote de tierra sin

cultivar. Los fundos expropiados son entregados a “cooperativas campesinas”

improvisadas y generalmente poco competentes. La campaña de expropiaciones

34
ha desencadenado una vasta descapitalización del agro y una dramática caída de

la producción agropecuaria nacional. La seguridad alimentaria del país ha sido

afectada gravemente. Ante el desabastecimiento interno, la dependencia

venezolana de importaciones de alimentos desde otros países se ha vuelto

alarmante.

En su política de desarrollo agropecuario y agroindustrial, la Democracia

Social venezolana alentará y dará seguridad jurídica a la inversión privada en el

campo, a la vez que apoyará las cooperativas legítimamente constituidas. Velará

por la prioridad de la seguridad agroalimentaria nacional, por encima del estímulo

a exportaciones. Enfocará su política social agraria principalmente hacia la

implantación de condiciones laborales modernas y equitativas en el medio rural,

con salarios adecuados, contratación colectiva y seguridad social.

5.- Equilibrio ambiental

Las condiciones físicas de vida en el planeta corren peligro debido al

crecimiento urbano e industrial incontrolado, a la degradación de la biosfera y a la

explotación irracional de los recursos vitales.

La crisis del medio ambiente se ha convertido en un grave y fundamental

reto de dimensiones mundiales. Tanto en el Norte como en el Sur el equilibrio

ecológico está en peligro. Cada año se exterminan especies animales y

vegetales, avanzan la deforestación y la desertificación y se agrava la escasez de

agua potable.

35
Crece la contaminación de los suelos, del agua y de la atmósfera, y hay

pruebas irrefutables de la reducción de la capa de ozono, y de un preocupante

cambio climático que se manifiesta en forma de “calentamiento global”.

Por lo expuesto anteriormente, Un Nuevo Tiempo impulsará la participación

activa de Venezuela en los esfuerzos de la comunidad internacional para

preservar la biodiversidad, asegurar el uso sostenible de los recursos naturales, y

actuar frente al cambio climático mediante la plena aplicación en nuestro país de

las recomendaciones del Protocolo de Kyoto y otros compromisos internacionales

pertinentes.

V. JUSTICIA SOCIAL Y PARTICIPACIÓN

1. Un movimiento de todos

El socialismo democrático del pasado se definía, en los países

desarrollados, como movimiento de la clase trabajadora u obrera. Los demás

sectores populares (campesinado y capas medias modestas) acompañarían a los

trabajadores en la lucha por una nueva sociedad, pero lo harían como tropas de

segunda línea, ya que la clase obrera disciplinada por el trabajo fabril y

cohesionada en sindicatos parecía constituir una vanguardia natural. Esa noción

“clasista” fue sustituida, en el transcurso de los últimos cincuenta años, por la del

movimiento “popular” integrada por varias clases y sectores sociales con igualdad

de importancia, pues las transformaciones técnicas fueron borrando o diluyendo la

distinción entre las formas de trabajo manual e intelectual y entre “clase obrera” y

“clase media”. Hoy en día tienden a diluirse aún más las clases tradicionales de la

36
sociedad; las decisiones políticas se vuelven más individuales y subjetivas, y

cuentan más las actitudes progresistas o reaccionarias de cada persona que la

naturaleza de su trabajo o su nivel de ingreso. De allí que Un Nuevo Tiempo,

como partido de la Democracia Social en Venezuela, quiere reunir a hombres y

mujeres de mentalidad democrática y progresista procedentes de todas las clases

sociales, aunque su compromiso ideológico lo lleva a solidarizarse prioritariamente

con la causa de los sectores populares.

2. “Calidad de vida” y participación

Los demócratas sociales siempre ha afirmado que la libertad, la igualdad y

la fraternidad proclamadas por la Revolución Francesa son ilusorias mientras no

exista una garantía mínima de sustento material y de seguridad social para cada

ciudadano, y mientras no se avance en la vía de la equidad distributiva. Mientras

los marxistas ortodoxos opinaban que ese objetivo requiere la abolición de la

propiedad privada de los medios de producción, los demócratas sociales buscan la

aproximación a la justicia distributiva en el marco de la economía mixta.

Independientemente de que la forma de propiedad predominante sea pública o

privada, un Estado democrático y social, apoyado por los trabajadores y la

sociedad civil organizada, tiene la capacidad de implantar, por medios fiscales y

legislativos, una substancial reducción de las asimetrías enormes que actualmente

existen entre los ingresos personales de altos financistas por un lado, y de

humildes trabajadores por el otro.

Con ello, no se busca la igualdad de las remuneraciones. Los propios

pensadores clásicos del socialismo afirmaron insistentemente que los conceptos

37
de igualdad y de justicia o equidad no son sinónimos sino a veces antagónicos.

Los utópicos que pregonen el mismo nivel de salario para un profesional altamente

especializado y para un obrero sin capacitación ignoran la diferencia entre la

utilidad social de los aportes del uno y del otro, y de sus respectivos niveles de

formación y de responsabilidad. La justicia social requiere que el primero gane

más que el segundo. Sin embargo, no es éticamente admisible, ni políticamente

sostenible, que la disparidad entre ingresos continúe siendo tan enorme como la

que existe hoy en día entre la elite financiera transnacional y los proletarios de

países subdesarrollados.

En Venezuela, la participación respectiva del capital y del trabajo en el

ingreso nacional ha sido excesivamente favorable al primero de estos factores.

Una futura democracia social revisará los mecanismos tributarios y la legislación

laboral en aras de una mayor equidad en esta materia. Pero aún más importante

debe ser el esfuerzo para superar la brecha entre los incluidos en la economía

formal y los sistemas de previsión social, y los excluidos de los mismos. Los

contrastes y las inequidades de nuestro medio social son multifacéticos y

extremos, y abarcan diferencias económicas, sociales, culturales, étnicas y de

género.

En la época comprendida entre 1958 y 1998, la democracia representativa

venezolana procuraba superar la brecha entre ricos y pobres por métodos

“asistencialistas”. Sin atacar a fondo las estructuras de desigualdad entre sectores

privilegiados y no privilegiados, los gobiernos democráticos proveían de asistencia

social a la población y de ese modo aliviaban la situación de los menos

favorecidos. Hasta el año 1988, este asistencialismo tuvo un carácter “universal”,

38
es decir, procuraba abarcar a la población entera, en tanto que en la década

siguiente, signada por la adopción de medidas de austeridad, la asistencia fue

reducida a una dimensión “selectivo-compensatoria”.

De 1999 en adelante, el régimen del presidente Chávez ha venido

empleando un lenguaje radical y maniqueo, de enfrentamiento y hasta odio entre

clases (“oligarquía” opresora y traidora vs. “pueblo” revolucionario, patriota y

bolivariano). A partir de 2005 se anuncia una marcha del país hacia el “socialismo

del siglo XXI” que, idealmente, debería conllevar una progresiva nivelación

económica y social, con reducción de la riqueza personal por un lado y de la

pobreza por el otro, hasta desembocar en una condición universal de relativa

igualdad. En la práctica, sin embargo, las medidas de reforma social del régimen

no han dejado de tener un carácter asistencialista, principalmente a través de las

“misiones”, y no conllevan una auténtica transición hacia una “autoayuda” colectiva

y un cambio de estructuras. La “participación”, hasta ahora, no es real. La

prepotencia presidencial, la centralización del poder en manos del Ejecutivo, el

predominante espíritu militarista y el estilo caudillista y dogmático de las

movilizaciones populares constituyen obstáculos insalvables a una verdadera

democracia participativa, cuyo primer requisito sería la existencia de un ambiente

de pluralismo, tolerancia y respeto a la opinión ajena.

Un futuro gobierno de Democracia Social enmarcará su acción social hacia

el logro de una elevación de la “calidad de vida” en dos aspectos paralelos y

relacionados: a) el bienestar material basado en seguridad social y equidad

distributiva, y b) la participación en la orientación y gestión del bien común. La

elevación de la condición humana requiere tanto el “ser atendido” como también la

39
libertad y el “apoderamiento” de cada persona para realizar plenamente sus

potencialidades físicas, intelectuales y afectivas. Se debe buscar, pues, la

combinación de una seguridad social universalizada con una libertad también

universal que permita la autosuperación individual y una auténtica participación de

cada quien en la toma de decisiones de la sociedad. La participación efectiva de

todos los miembros de la sociedad, a la vez en el disfrute del patrimonio común y

en las decisiones colectivas debe efectuarse a los más diversos niveles: nacional,

regional, municipal, comunal y en las asociaciones de la sociedad civil.

3. Educación y capacitación técnica

La educación es la herramienta más efectiva para reducir los contrastes

sociales. Una educación general y republicana es factor clave para la futura

creación de una sociedad más libre, más igualitaria y más solidaria. El Estado

tendrá la responsabilidad de orientar y coordinar el conjunto del sistema nacional

de educación pública, con la cooperación de los institutos educacionales privados.

Las relaciones entre los sectores estatal y privado de la educación nacional se

regirán en un espíritu de permanente diálogo y consulta. Se impedirá todo

adoctrinamiento oficialista de la juventud escolar y estudiantil y se defenderá la

libertad de pensamiento y de cátedra a todos los niveles. Se respetará

escrupulosamente el principio de la autonomía universitaria.

Las necesidades del desarrollo requieren una política nacional de estímulo

a las carreras científicas y tecnológicas en los niveles de educación superior. El

preocupante atraso de América Latina en comparación con países asiáticos, con

respecto al dinamismo y la rapidez del desarrollo, se debe primordialmente al

40
contraste entre nuestra escasez de científicos y técnicos superiores y la

abundancia y alta calidad de los mismos en las sociedades emergentes de Asia

oriental. De allí que la futura Democracia Social venezolana deba alentar y crear

incentivos para los estudios en las áreas pertinentes.

Asimismo debe fortalecerse radicalmente la formación técnica media. El

desarrollo intensivo de la formación técnica como alternativa al bachillerato clásico

contribuirá grandemente al desarrollo del país y a la lucha contra el desempleo.

Junto con ello, debe fortalecerse en alto grado la capacitación básica de

trabajadores en los más diversos oficios y especialidades a través del INCE y el

aprendizaje en empresas.

De manera general, el principal esfuerzo de elevación de la calidad

educativa debe realizarse en el ámbito de la formación básica. El problema de la

admisión a la educación superior sólo se podrá resolver en definitiva mediante

mayores exigencias a nivel de educación primaria y media. Para quienes no

logren acceder a la educación superior, debe abrirse un amplio espectro de

carreras técnicas y administrativas útiles al país y conducentes a adecuados

niveles de ingreso y de seguridad social.

La educación preescolar, tan esencial para una armoniosa integración del

niño a la sociedad y para el apoyo y alivio de las familias trabajadoras, deber

recibir atención esmerada por parte de un gobierno de Democracia Social, y debe

quedar libre de cualquier tipo de injerencia tendenciosa.

41
4. Ciencia y cultura

En el ámbito de la Ciencia, se rescatarán y se reactivarán los centros e

institutos de investigación actualmente abandonados, descuidados y politizados, y

se aumentarán grandemente los fondos públicos destinados al desarrollo

científico. La institucionalidad científica nacional debe ser fortalecida

substancialmente. Como se señaló en la sección relativa a la educación, la

formación de jóvenes científicos venezolanos será incentivada y apoyada

sistemáticamente. Asimismo se procurará dotar a los investigadores científicos

profesionales de las mejores condiciones posibles en materia de remuneración,

estabilidad y reconocimiento público.

El vasto y multifacético tema de la cultura será revisado y reorientado

mediante consultas y concertaciones entre el Estado democrático, los creadores

de cultura y las agrupaciones culturales privadas. Un gobierno democrático social

emprenderá una política cultural abierta a todas las tendencias y libre de

interferencias dogmáticas. Se prestará la debida atención tanto a la creación

cultural nacional como a la universal y se buscará un equilibrio entre el estímulo a

la creatividad innovadora y la protección y divulgación del acervo cultural

adquirido. Se mantendrán y fortalecerán las iniciativas para llevar el conocimiento

y el disfrute de la cultura a todas las capas de la población y a todas las regiones

del país.

5. Comunicación social

En el vital sector de las comunicaciones, creadoras de relaciones

sociopolíticas, urge el tránsito a una modernidad y democratización, que superen

42
las hegemonías y paternalismos del pasado y aseguren comunicaciones libres y

plurales a cargo de emisores diversificados, con derecho de mirada del ciudadano-

usuario, transparencia, y libre elección y uso de fuentes, códigos, canales y

preceptores.

Un gobierno de la Democracia Social anulará la llamada Ley Resorte y

toda norma reguladora de contenidos, y suprimirá las censuras, filtros y obstáculos

a la comunicación y la telecomunicación que puedan haber existido. El nuevo y

moderno Estado democrático renunciará al rol de emisor y sólo dispondrá de un

portavoz para cada uno de sus poderes, pero reforzará su papel de regulador a

través de un Consejo Nacional de la Comunicación, ampliamente representativo,

que asegure al ciudadano plena libertad de expresión, calidad de programación,

acceso igual a todos los actores políticos, armoniosas relaciones público-privadas,

universalidad, versatilidad y adecuación de los servicios de comunicación y

telecomunicación.

Las concesiones a entidades privadas, de frecuencias y demás facilidades,

se otorgarán de manera transparente, democrática e incondicionada, sujetas a un

pliego de obligaciones cualitativas y normas deontológicas consensúales de

obligatorio cumplimiento. Serán respetados los derechos adquiridos de los

operadores históricos.

Con el fin de asegurar poder vicarial de emisión a las grandes mayorías

desprovistas de medios, el Estado propiciará la creación a corto plazo de una

Radiotelevisión Pública Nacional, compuesta de tres programas radiales y tres

televisivos, concebida como un servicio universal, versátil y regido por una

autoridad independiente y pluralista, representativa del usuario y de variados

43
sectores y corrientes de opinión, tal como funciona en algunos países europeos

occidentales.

6. Salud y bienestar social

La política de un gobierno democrático social en materia de salud y

seguridad social tenderá al desarrollo y mejoramiento del sector sanitario-

asistencial público, junto con la cooperación de las consultas y centros sanitario-

asistenciales privados. Deben discutir y resolverse en forma democrática y

comprensiva los temas a veces controvertidos del costo de la asistencia privada,

y de la atención debida a casos de emergencia en centros privados. Igualmente

debe enfatizarse el fiel cumplimiento del servicio comunitario exigido a los

profesionales de la Medicina luego de su graduación. Junto con ello, debe

buscarse una concertación nacional de todos los sectores interesados sobre el

tema del costo de los productos farmacéuticos patentados y el uso de

medicamentos genéricos.

En lo concerniente a reformas de la seguridad social, hoy se debate en el

mundo la posible privatización parcial o completa de los servicios de pensiones.

El modelo chileno de privatización completa es objeto de controversia entre

liberales y socialistas, y es un problema que en Venezuela debe ser debatido muy

a fondo. Para los demócratas sociales es obligante la preservación del carácter

fundamentalmente público y social del sistema.

44
7. Libertad sindical y democracia industrial

El funcionamiento de un movimiento sindical libre y vigoroso es condición

indispensable para la existencia de una Democracia Social. El régimen chavista,

como todas las fuerzas autoritarias y de vocación totalitaria, considera a la clase

obrera organizada como su más peligroso enemigo en potencia, y trata por todos

los medios de despojarla de su independencia. Desde el año 1999 en adelante, el

régimen se ha esforzado por destruir a la Confederación de Trabajadores de

Venezuela (CTV) por sus nexos políticos con la llamada “cuarta República”, pero

aunque ha logrado reducir y debilitarla, la organización sigue existiendo y

luchando, debido al coraje de su base obrera y sus cuadros, además de la

solidaridad del sindicalismo libre internacional. Por otra parte, la Unión Nacional

de Trabajadores, organización sindical oficialista que el régimen esperaba manejar

ejecutivamente, ya se le está saliendo de las manos y muchos de sus integrantes

adoptan actitudes de oposición y protesta. La combatividad y solidaridad

espontáneas de la clase trabajadora venezolana se muestran más fuertes que

toda demagogia populista y presión desde el poder, y las distintas corrientes

obreras ya están convergiendo en un nuevo y vasto movimiento de unidad. .

La Democracia social venezolana establecerá una libertad sindical

auténtica y completa, junto con el respeto y el estímulo a la contratación colectiva.

Al mismo tiempo se desarrollarán políticas dirigidas a dar mayor dignidad y

seguridad a los trabajadores informales. Se dedicará esmerada atención a los

derechos sociales de los trabajadores agrarios, tanto asalariados como

campesinos.

45
Un gobierno demócrata social alentará el estudio y la más amplia discusión

democrática acerca de los mecanismos que eventualmente se podrían adoptar

para ampliar la participación de todos los sectores en la orientación del proceso

productivo nacional. Paralelamente al fortalecimiento y la ampliación del

sindicalismo y de la contratación colectiva, se examinaría la conveniencia y

aplicabilidad de esquemas de concertación tripartita o de cogestión en algunas

áreas de la economía.

Las cooperativas como nueva forma de propiedad social forman parte del

recetario de la Democracia Social desde hace largo tiempo. Ciertos socialistas

utópicos y algunos anarquistas concebían la sociedad futura como vasta

federación de cooperativas y empresas autogestionarias. En la actualidad, los

demócratas sociales del mundo y de Venezuela ven con simpatía el

cooperativismo democrático y piensan que puede ser una de las instituciones

impulsoras de un nuevo orden social solidario, ya que su principio guía no es el

afán de lucro sino el beneficio común.

En la actual Venezuela “chavista” se observa el fenómeno peligroso de la

fundación de falsas cooperativas manejadas por el Estado para justificar

expropiaciones arbitrarias o para evadir el pago de prestaciones a los

trabajadores. En la futura Democracia Social venezolana, se dará la bienvenida a

aquellas cooperativas existentes que sean sanas y auténticas, y se dará apoyo a

la ampliación del espacio cooperativista tanto en la producción de bienes y

servicios como en el ámbito del consumo.

46
8. Las “misiones”

Las diversas “misiones” creadas por el gobierno del presidente Chávez

representan intentos de iniciar o acelerar la solución de problemas vinculados a la

alimentación, la salud, la educación y la capacitación laboral del pueblo

venezolano. Aunque las “misiones” sirven para fines de demagogia oficialista,

presentan serias fallas administrativas, y no tienen carácter transformador

estructural sino sólo aportan remedios superficiales, la Democracia Social les

reconoce aspectos positivos. En una futura Venezuela democrática y progresista,

las “misiones” serán evaluadas, reformadas y posiblemente incorporadas a

programas sociales más amplios y coherentes.

9. Igualdad de géneros

Un Nuevo Tiempo apoya la lucha de las mujeres por la igualdad de

derechos y oportunidades en Venezuela y el mundo. Ahora y en el futuro

respaldaremos las iniciativas legislativas, informativas, educativas y de orden

administrativo que mejor sirvan para extender el principio de la igualdad a todos

los aspectos de la vida pública y privada.

10.- Compromiso con la Juventud

Un NuevoTiempo se siente fundamentalmente comprometido con las

nuevas generaciones venezolanas. Queremos construir una sociedad libre y justa

en la cual los jóvenes puedan construir sus proyectos de vida sin sentirse

abrumados por la incertidumbre y por faltas de oportunidades de trabajo o de

formación profesional. Con una educación democrática integral, donde en el nivel

47
superior se respete la autonomía universitaria, con un clima de libertad, de justicia

social y de equidad económica crearemos las condiciones para que los jóvenes

sean protagonistas del cambio progresista en todas las esferas de la actividad del

país.

Con la cooperación de los jóvenes aplicaremos una política de seguridad y

prevención de la drogadicción y de la violencia, cuyas principales víctimas son los

jóvenes. Igualmente impulsaremos el desarrollo deportivo en beneficio de las

nuevas generaciones.

VI. POR UN MUNDO DEMOCRÁTICO

La solidaridad con todos los pueblos del mundo, particularmente con

aquellos que sufren opresión y con los de nuestra propia región geográfica, así

como la búsqueda de una paz estable basada en relaciones internacionales

justas, son valores consubstanciados con la esencia misma de la Democracia

Social. La creciente globalización o mundialización de los intercambios y

comunicaciones -tanto para oprimir como para liberar- hoy en día obliga a los

demócratas sociales, más que nunca antes, a proyectar su acción hacia el

exterior, tendiendo la mano a pueblos hermanos para apoyarse mutuamente en la

lucha por la libertad y la justicia. El éxito de esa lucha requiere, al mismo tiempo,

el fortalecimiento de la paz entre las naciones: la paz favorece a los movimientos

de socráticos sociales, a la vez que ella misma depende de la creación de un

orden internacional de creciente equidad y armonía social y política.

48
2. El escenario internacional actual

Luego del colapso del sistema internacional bipolar en 1989-1991 surgió un

nuevo orden mundial basado en el paradigma de la globalización liberal. Este

paradigma predominó durante la década de los años noventa y opacó las

anteriores propuestas de corte socialista, dirigista o tercermundista.

El estallido del terrorismo a partir de 2001, junto con síntomas de conflicto

social y étnico en las regiones en vías de desarrollo, demostraron que la fórmula

de la globalización liberal, si bien puede dar impulsos al crecimiento

macroeconómico, no es eficaz para reducir asimetrías y armonizar intereses

sociales y regionales contradictorios. A escala mundial el predominio “unipolar” de

los Estados Unidos de América es cuestionado por otros centros estratégicos y se

vislumbra una transición hacia una mayor difusión del poder entre varios polos.

En América Latina han surgido movimientos y gobiernos que reafirman el

principio de la autonomía regional, junto con el de la justicia social a través de

políticas redistributivas. Desgraciadamente para la unidad regional, estas

corrientes, que algunos observadores han denominado “la nueva izquierda

latinoamericana”, se están dividiendo cada vez más en dos tendencias o bloques

divergentes: uno que avanza por el camino de la Democracia Social, y otro que ha

escogido la opción del estatismo autoritario. La corriente inspirada por ideas de

Democracia Social, que tiene como uno de sus principales representantes al

presidente de Brasil, presiona a favor de una mayor soberanía de Latinoamérica

frente a las potencias del Norte, pero lo hace sin hostilidad, utilizando hasta donde

pueda el método de la negociación. En su vida interna, los países de esa

tendencia impulsan una mayor igualdad y justicia social y distributiva, sin

49
menoscabo a la libertad de todos los ciudadanos. En cambio, el bloque autoritario

adopta hacia las potencias hegemónicas una actitud vocinglera y provocadora, y

suscribe alianzas estratégicas con estados extremistas y antidemocráticos, mal

vistos por la mayoría de las naciones, a la vez que pregona un modelo de

sociedad colectivista represiva. Al mismo tempo, sin embargo, no sigue ninguna

estrategia sanamente nacionalista en lo económico, sino que, mientras agrede

verbalmente al “imperio”, se vuelve cada vez más dependiente del mismo en lo

comercial y lo financiero. Con esa conducta internacional, el gobernante

venezolano aisla y desprestigia a nuestro país, a la vez que perturba el ambiente

regional y hace más difícil la labor interna y externa de los gobiernos tendientes a

la Democracia Social.

3. Una política exterior por la democracia y la paz

En contraste con los desaciertos de la actual política exterior venezolana,

un futuro gobierno democrático social hará frente de manera racional y eficaz a los

grandes temas de las relaciones mundiales, hemisféricas y regionales.

Tal vez la primera preocupación de Venezuela democrática deba ser la de

desdogmatizar su política exterior para ponerla al servicio de su desarrollo

económico y social y lograr que contribuya a convertirnos en un “país exitoso”.

Con esa finalidad, debemos restablecer las buenas relaciones políticas con

nuestros socios y amigos tradicionales, en el mundo, el hemisferio y la región.

Rescataremos nuestra credibilidad y confiabilidad internacional, mediante el

estricto cumplimiento de los compromisos legal y legítimamente adquiridos.

50
En este mundo globalizado e interdependiente, otra obligación prioritaria

para todos los gobiernos es la de colaborar en los esfuerzos de la comunidad

internacional para enfrentar la grave crisis financiera y económica que afecta al

mundo entero. En ese contexto, se debe tener clara la distinción entre la

implantación de regulaciones estatales, imprescindibles para corregir los desvaríos

de los mercados financieros, y la tentación de una recaída en proteccionismos

nacionales, que fraccionarían la economía mundial.

De manera general, la futura Venezuela democrática y social colaborará de

lleno, sin reticencias ni vacilaciones, con los esfuerzos comunes para restablecer

un buen funcionamiento de los intercambios mundiales, la protección del medio

ambiente y la lucha contra los diversos tipos de delincuencia transnacional

organizada, así como contra el terrorismo.

En el seno de las Naciones Unidas y de la OEA, Venezuela debe participar

activamente en las iniciativas a favor de la paz y el desarme, la no proliferación

nuclear y la destrucción progresiva de las armas de destrucción masiva. Junto con

ello, es de gran importancia la lucha contra el tráfico de armas, particularmente en

nuestra propia región.

Los procesos de emancipación política, económica y social requieren un

clima de paz, distensión y desarme internacional, pues en tal ambiente se relajan

los mecanismos represivos y se amplía la tolerancia mutua. Los demócratas

sociales apoyan la solución pacífica de los conflictos entre Estados. Respaldan el

sistema de las Naciones Unidas y el principio de la diplomacia multilateral, y del

mismo modo apoyan el multilateralismo dentro del sistema interamericano.

51
De conformidad con las mejores tradiciones de la diplomacia venezolana

democrática, debemos asumir un rol relevante en la defensa y promoción del

sistema democrático y del respeto a los derechos humanos en escala regional,

hemisférica y mundial. Apoyaremos la tesis de la supranacionalidad de los

derechos humanos y de la justicia penal para casos de lesa humanidad. En el

caso de la admisión a los organismos internacionales americanos, abogaremos

por la exigencia del cumplimiento de los requisitos de la Carta Democrática

Interamericana.

Una Venezuela comprometida con la Democracia Social apoyará la

democratización del sistema internacional en el sentido de una equilibrada difusión

del poder político, económico y militar entre varios centros en lugar de su

concentración en uno solo. Tal evolución debería reflejarse en el plano

diplomático en la reforma y ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU.

4. Diálogo Norte-Sur y cooperación Sur-Sur

El avance del mundo hacia una mayor equidad internacional requiere la

reanudación de un diálogo global entre el Norte industrializado y el Sur en vías de

desarrollo. Los términos de intercambio actuales favorecen unilateralmente al

Norte y tienden a incrementar las asimetrías. En materia comercial, financiera y

de transferencia de tecnologías deben impulsarse nuevos acuerdos que, sin negar

el principio general del libre comercio, establezcan mecanismos de compensación

de asimetrías en los intercambios Norte-Sur.

Debe revigorizarse la solidaridad y la cooperación entre las naciones que

integran el mundo emergente o en desarrollo. Los demócratas sociales están

52
llamados a promover la concertación entre gobiernos y pueblos del Sur, para

hablar con una sola voz en los diálogos con el Norte, así como para ejercer

eventuales presiones conjuntas. Junto con ello, deben incrementarse el

intercambio y la cooperación económica, técnica y cultural entre las naciones en

desarrollo, a fin de disminuir su dependencia ante los centros hegemónicos.

Venezuela tiene una rica experiencia en materia de solidaridad efectiva con el Sur

desde la década de los años setenta, cuando lideraba importantes acciones

conjuntas.

5. Geopolítica energética

En este mundo de escasos recursos energéticos, un país petrolero como

Venezuela, junto a los demás de la OPEP, tiene una gran responsabilidad. El

petróleo puede ser un legítimo medio de presión en manos de una OPEP que

actúa con seriedad, defendiendo sus justos intereses, sin dejar de perseguir la

meta de una estabilización mundial del mercado energético. En cambio, el

petróleo no debería servir de arma en manos de un solo gobierno para crearse

áreas de hegemonía en su entorno regional. Bajo el régimen actual, se percibe el

afán hegemónico tanto en el manejo de Petrocaribe, como en la munificencia

petro-financiera (demasiado costosa para el fisco venezolano) hacia países de

América Central y del Sur. Los actuales beneficiarios no agradecerán a la larga

una relación que los convierte en deudores y los humilla.

Por otra parte, las amenazas del gobierno de Hugo Chávez, de suspender

las ventas de petróleo a nuestro primer socio comercial, Estados Unidos, y de

reorientarlas hacia el mercado chino, carecen de todo realismo y dejan al país en

53
ridículo. Una suspensión del flujo petrolero venezolano hacia EE.UU. afectaría

desastrosamente a nuestro país, mientras sólo causaría incomodidad pasajera a

la potencia del Norte. China, a pesar de su creciente consumo energético y su

interés en fortalecer su presencia en América Latina, no podría (ni intentaría) suplir

en tiempo previsible al socio norteamericano.

En un gobierno democrático social, el petróleo y el gas venezolanos no

serán utilizados como armas estratégicas hegemónicas ni como medios de

presión diplomática. Cualquier condicionamiento político de ayuda petrolera

venezolana que ofenda la dignidad de otros países, debe ser rechazado por los

demócratas sociales.

6. Relaciones con Estados Unidos

Los demócratas sociales siempre han afirmado que las contradicciones

más fundamentales no se plantean entre países sino entre fuerzas económicas,

sociales e ideológicas que trascienden los marcos nacionales. Estados Unidos es

un gran país pluralista, en cuyo seno conviven factores imperialistas con otros que

son ejemplarmente democráticos. Aún en sus peores momentos, EE.UU. jamás

ha sido monolíticamente imperialista, sino que en su propio seno las fuerzas

democráticas combatían tales tendencias y eventualmente lograban neutralizarlas.

La política de Venezuela hacia Estados Unidos debería abarcar, por una parte, la

ratificación de los valores democráticos comunes, y por la otra, la existencia de

diferencias que requieren, por nuestra parte, una actitud de “firmeza sin

desplantes provocadores”. Asimismo ha de recordarse que Estados Unidos es, y

seguirá siendo durante un tiempo imprevisible, nuestro primer socio comercial.

54
En lo que respecta el problema del libre comercio hemisférico, nuestra

futura acción se orientará en una sentido parecido al que defiende Brasil: aceptar

el concepto general, pero negociarlo en bloque (América Latina y el Caribe con

una sola voz), a fin de evitar que, en negociaciones individuales con cada país por

separado, la potencia industrial del Norte gane ventajas desproporcionadas y

lesivas a los intereses de la parte negociadora más débil que un bloque sur- o

latinoamericano negocie conjuntamente, con “una sola voz”, para lograr acuerdo

sobre las bases de los intercambios entre las dos Américas.

Del mismo modo, en el plano mundial, no rechazaremos el concepto de

globalización o mundialización económica y comunicacional, pero insistiremos en

que dicho proceso no debe ser impuesto autoritariamente por los poderes

transnacionales dominantes, sino ser producto de negociaciones y acuerdos

políticos, que tomen en cuenta las necesidades humanas y la compensación de

asimetrías estructurales.

7. Concertación e integración latinoamericana y caribeña

Venezuela siempre ha sido, en principio, abanderada de la cooperación,

concertación e integración de América Latina, en una actitud que refleja el

auténtico pensamiento del Libertador. Nuestros demócratas han considerado, por

otra parte, que tal integración regional requiere la existencia de gobiernos

emanados de la voluntad popular, civiles y respetuosos de los derechos y las

libertades de sus ciudadanos.

A partir de 1959, Venezuela ha apoyado los esfuerzos positivos en materia

de concertación de políticas comunes (Grupo de Contadora y Grupo de Río,

55
Grupo de los Tres, Acuerdo Amazónico, Conferencia Iberoamericana) al igual que

las iniciativas de integración económica regional (ALALC / ALADI, SELA,

Comunidad Suramericana), y subregional (CECA, CARICOM, AEC, CAN y

MERCOSUR). En nuestra condición de encrucijada geográfica entre el Caribe, el

Área Andina y la Amazonía, pertenecimos a la Asociación de Estados del Caribe,

la Comunidad Andina de Naciones y al Acuerdo de Cooperación Amazónica.

Lamentablemente, por decisión personal inconsulta, el presidente Chávez ha

decidido echar por la borda las ventajas geográficas de nuestro país y la noción

misma del equilibrio geopolítico, y sacar a Venezuela de la CAN para volcarnos

unilateralmente hacia el área de MERCOSUR.

En vista de que Colombia es nuestro segundo socio comercial y nuestro

vecino más cercano y familiar, las relaciones bilaterales colombo-venezolanas y la

membresía en la CAN hubieran debido seguir ocupando un puesto de alta

prioridad en nuestras relaciones regionales. Sin embargo, un futuro gobierno

venezolano de Democracia Social tomará todas las medidas necesarias para

normalizar y refortalecer las relaciones bilaterales con el país hermano, incluida

una política de no injerencia en sus problemas políticos internos y de trato

diplomático correcto y discreto. Asimismo buscaremos el reingreso de Venezuela

a la CAN y una activa participación en sus iniciativas multilaterales.

Mantendremos las buenas y fructíferas relaciones de cooperación e

intercambio establecidas con Brasil y el área de MERCOSUR, revisando –es sí- la

política chavista de desmedido e incontrolado gasto fiscal venezolano en

proyectos de cooperación en el Sur. Considerando que la política exterior que

mayor confianza inspira, es aquella que combina la amistad con la defensa del

56
interés propio, buscaremos un sano equilibrio de nuestras interdependencias con

los vecinos del Sureste y los de Oeste.

En el área del Macro-Caribe, Venezuela mantendrá su participación

activa en la Asociación de Estados del Caribe y su nexo con CARICOM.

Conversará con México sobre la eventual renovación del Acuerdo de San José, y

con Colombia y México acerca de posibilidad de resucitar el Grupo de los Tres.

En cuanto a Petrocaribe, parece aconsejable una revisión del esquema de común

acuerdo con sus socios o beneficiarios.

Inevitablemente habrá revisiones de la relación entre Venezuela y Cuba.

Los demócratas sociales rechazamos la actitud complaciente y sumisa de Chávez

ante el régimen cubano y su simbología revolucionaria, y miramos con indignación

la injerencia multiforme de Cuba en la vida interna de nuestro país. Asimismo

repudiamos la utilización de la asistencia petrolera venezolana para refortalecer el

“ala dura” del régimen castrista, en detrimento del pueblo cubano y de los

elementos reformistas y disidentes deseosos de promover una transición pacífica

hacia un sistema más abierto y flexible. Los demócratas sociales de Venezuela

esperamos que una futura revisión de las relaciones tenga carácter de ajuste y no

de ruptura, y que en todo caso no disminuya el afecto entre los dos pueblos.

8. Reconstrucción del Servicio Exterior

El régimen chavista ha destruido casi totalmente el Servicio Exterior

profesionalizado y regido por criterios de antigüedad y méritos, que fue creado y

formado paso a paso durante el período democrático representativo. En la

actualidad, la Cancillería y el Servicio se encuentran militarizados y sometidos al

57
arbitrio de un gobernante que designa o remueve a los funcionarios según el

exclusivo criterio de su incondicionalismo político y su disposición a rendirle culto

personal.

Una de las primeras y más importantes tareas de un nuevo gobierno

democrático social debe ser el de reconstruir un Servicio Exterior profesional,

capaz, digno y estable, que esté al servicio del Estado por encima de los cambios

de gobiernos y partidos en el poder. Esa labor de reconstrucción se realizará en

amplia consulta con todos los mejores expertos en la materia, tanto diplomáticos

como académicos, activos y jubilados, de cualquier tendencia política o ideológica.

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