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III

EDUCACIÓN EN EL SER Y
EDUCACIÓN EN EL DEVENIR

Con el barroco se inicia una edad en que todo se quie-


re ver desde un punto de vista. La misma expresión
"punto de vista", era desconocida antiguamente y a tra-
vés de toda la edad media. El Renacimiento apenas pre-
paró los ingredientes para que se creara esta necesidad
específicamente moderna de mirar las cosas desde un
punto de vista.
Parece que el descubrimiento del punto de vista y la
mentalidad correspondiente sean las características ma-
yores de nuestra época, las que explican mucho de lo
grande que ha llevado a cabo el mundo actual, pero en
gran parte también, muchas de las perturbaciones de que
sufre la humanidad a partir de la era renacentista.
No investiguemos ahora el fenómeno causal de si fue
el punto de vista el que produjo nuestra mentalidad mo-
derna o, a la inversa, si el hombre moderno, dotado de
quién sabe qué impulsos psíquicos y, antes, biológicos,
es el que se ha visto urgido a mirar las cosas desde un
punto de vista.
El caso es que lo que caracteriza al hombre clásico senta la realidad, si no queremos juzgar de ellas por sus
frente al engendrado por el barroco no viene a ser sino aspectos diferentes sino como totalidades cerradas, la
que el primero está limitado por el ser, en tanto que el libertad se restringe considerablemente y el hombre que-
segundo sólo depende del aspecto en que el ser es mi- da encadenado al sér. En cambio, si se nos permite adop-
rado. tar un punto de vista, en alguna forma somos indepen-
Por esto, las épocas anteriores al siglo dieciséis tie- dientes de las cosas concretas y nos elevamos sobre ellas
nen una educación en el sér. De allí en adelante, surge con mirada de águila.
una educación en el devenir. La conflictiva espiritualidad de nuestros tiempos se
El devenir está íntimamente ligado al punto de vis- halla precisamente en esta dispar posición del hombre
ta. Porque como el punto de vista es un concepto, y todo ante las cosas. La humanidad clasica tuvo grandes an-
concepto es dialéctico, es decir, pide su contrario, por la gustias, padeció terribles injusticias, pero todo aquello
misma razón va creando esa inconsistencia propia de era soportable porque los hombres tenían el asidero en
todo devenir, ese afán por no ser, sino por pasar de un el sér, del que emanaban savias nutricias.
punto a otro. El hombre de la modernidad se consuela ingenua-
La edad moderna nace poseída de un inquietante afán mente con la claridad de sus conceptos. Como un niño
de claridad. En su pórtico está Montaigne, el aguafies- precoz censura a sus abuelos de la edad clásica su innata
tas de la concepción clásica del universo y no es al azar incapacidad para distinguir, para establecer relaciones,
que entonces surja Descartes con su filosofía de lo me- para colocarse desde un punto de vista. Pero estas virtu-
ridiano. El escepticismo de Montaigne es el de todo aquel des suyas van acompañadas de la indefectible disolución
que sabe que las cosas han de ser miradas desde un pun- interior y de su correspondiente dislocación espiritual.
to de vista. Y a su turno Descartes encuentra que la Si damos una ojeada panorámica desde la Grecia clá-
esencia de la materia es la extensión frente a la esencia sica a nuestros días, encontraremos a lo largo de todas
del alma, que es el pensamiento; y, en efecto, el pensa- las manifestaciones culturales estas dos polaridades que
miento es justamente el instrumento adecuado de los determinan la diferencia sustancial de las etapas clási-
puntos de vista y, a su turno, la realidad matemática la cas de nuestra edad moderna: la educación en el sér y
que mejor presenta cortes transversales y la que más la educación en el devenir.
fácilmente muestra aspectos diversos, y, en su diversi- La Filosofía.—La edad clásica no conoció el filósofo
dad perfectamente claros. especializado. Ni aun los sofistas tuvieron la pretensión
La claridad de pensamiento sólo es posible si se mi- de estructurar una ciencia que, al mismo tiempo que pre-
ran las cosas desde un punto de vista. Pero por esto mis- tende ser la expresión de la realidad, se eleva sobre ella
mo, las cosas desaparecen, se disuelven y disgregan y el de tal suerte que apenas recoge su perfil más grandioso.
hombre queda entonces sin otra realidad que la de su Sabiduría era, para los antiguos, una aptitud radical del
propio yo. De allí el introspectivismo de la época mo- espíritu y del cuerpo para moverse en el ser. La rareza de
derna. esta cualidad engendró, por modestia, el nombre de Fi-
El punto de vista corresponde asimismo a un afán de losofía. En tanto percibieron que eran más filósofos, en
libertad. Si nos atenemos a las cosas tal como las pre- la misma medida se encontraron más alejados de la sa-
biduría. A despecho suyo la sabiduría se iba purifican- por decir mejor, lo cual ha conducido a hacer del con-
do, es decir, haciéndose conceptualmente más clara en cepto filosófico un mundo completamente extraño a la
la filosofía. total realidad humana.
La humanidad siempre concibió en esta forma al Conceptualmente es invulnerable la tesis de que el
hombre antiguo. Por esto no es al azar que el Parméni- derecho es distinto de la moral; esta separación tan cla-
des, una de las obras filosóficas más especializadas del ra engendra el sosiego intelectual, pero ha traído a la
mundo antiguo, se haya considerado como un diálogo vida incalculables desgracias. La hazaña clásica consistió
apócrifo de Platón. La sabiduría antigua no nos aparece justamente en encontrar el vínculo de unión intelectual
tan espontánea allí ni tan auténtica, como en aquellos de estos dos mundos, cualesquiera que fuera, por otra
diálogos más humanos en que el filósofo habla de todas parte, su genuina pureza teórica.
las cosas con notable impureza conceptual. La metafísica clásica fue existencialista. Hoy hemos
El Órganon de Aristóteles, su obra más intelectuali- llegado a una mera ontología de conceptos. El metafí-
zada, es pobre en diferencias, ausente en puntos de vis- sico auténtico trata de alcanzar un ser trascendente, y
ta, parca en divisiones puramente ideales. Y eso, a pesar su esfuerzo, al menos, estará premiado por esta meta
de ser lo lógico el objeto que más se presta a distinciones genuinamente existencial. Con Kant culminó el proceso
de este género. El mismo nombre que Aristóteles dio a de la cultura moderna que buscaba hacer de las grandes
su lógica está diciendo cómo no pensó en ella como una entidades metafísicas un puro enlace de conceptos, y
investigación pura, sino como un "instrumento" para la así hoy la ontología, sustituto de la metafísica antigua,
vida cotidiana, para la realidad de cada día. es sólo una irreal trabazón de las más exactas, precisas
y claras nociones sobre el ser, sin que para nada impor-
El filosofar marchó siempre unido a la construcción te su existencia.
de todo gran sistema metafísica o lógico. Toda filosofía El hombre antiguo no conoció la teoría del conoci-
pretendía ser sólo la expresión conceptual de un modo miento; partía de la base sencilla, inexacta pero fecun-
de hacer o de una posición determinada ante la realidad. da de que el saber correspondía exactamente al ser en él
Todavía conservamos hoy la palabra sabiduría para ex- aprehendido. La lógica era ya la más perfecta teoría del
presar este sentido que salvó al hombre antiguo: así conocimiento.
decimos que alguien tiene Ja sabiduría del comer, en el Desquiciada la filosofía de sus soportes reales, hoy
vivir, en el amar o en el luchar. Pero ya en la época mo- más que nunca es cierta la admonición que en la anti-
derna filosofar y filosofía son mundos completamente güedad tuviera un sello paradójico: "Primum vivere,
extraños: La filosofía es un conjunto de sistemas, el deinde philosophare". Para la mentalidad de nuestro tiem-
filosofar pareciera ser el último resto de la antigua sa- po esta advertencia no sólo significa que es más urgente
biduría. Sólo entre nosotros tiene vigencia la frase de el vivir que el filosofar, sino también que ya no podemos
Kant: "No se enseña filosofía, se enseña a filosofar". vivir filosofando ni filosofar viviendo porque, como ha
Dudamos mucho que en los tiempos actuales la filo- dicho Fichte, "vivir es propiamente no filosofar y filoso-
sofía pueda ser siquiera un criterio para un recto vivir. far es propiamente no vivir".
Por la sola evolución dialéctica debía llegar este momen- En los albores de nuestra éra, Nicolás de Cusa des-
to en que analizamos sin medida, sin control de lo real cubre el mayor valor de la búsqueda de la verdad frente
a la posesión de la verdad misma. Para él, precursor de La novela nace y florece solamente en nuestra mo-
nuestro tiempo, la verdad que el hombre encuentra ya dernidad. Este género literario, desconocido del mundo
no es una verdad total sino una verdad parcial, una ver- antiguo, sólo puede existir en una edad capacitada para
dad de punto de vista. Así, su afirmación se justifica mirar las cosas desde un punto de vista. Eso es la no-
internamente. Como se sabe, Lessing miró toda la reali- vela: Cortes transversales urdidos sobre la realidad; la
dad espiritual de nuestro tiempo sobre la aspiración a novela necesita argumento; la realidad carece de él.
la verdad, antes que en la posesión de ella. Como ha visto muy bien Spengler, la contabilidad
En las entrañas de la edad media, en pleno siglo XII, por partida doble no tiene vigencia sino en este mundo
un hombre desadaptado a su época, Pedro Abelardo, lle- actual en que es posible reducir las cosas a un elemento
va a cabo el descubrimiento de que en la vida ética, lo puramente cualitativo. Desde su punto de vista, la con-
más importante del momento moral se halla en la rec- tabilidad se explica perfectamente: el ajetreo, el in-
ta intención. Por de pronto, ninguna consecuencia se quietante ir y venir de una oficina, lo mismo en busca
saca de este descubrimiento. Todavía en Santo Tomás de un centavo que de un millón de pesos. En la edad
la moral y la moralidad reside en lo objetivo, en la rea- media los libros de contabilidad contenían desenfada-
lización externa. La propia filosofía escolástica no se damente expresiones como ésta: "Sumas casi iguales".
ocupó de estos temas sino en el siglo XVI con las dispu- El hombre moderno ha creado la utopía; sólo en nues-
tas entre tutioristas y laxistas, para citar sólo los dos tro tiempo son posibles realizaciones de este género y
extremos del probabilismo. La moral antigua era, pues, con tal pureza conceptual. Aún mejor, todo lo que el
una moral segura, estable y fija. La realización del ideal hombre moderno piensa, prospecta y proyecta para el
ético se operaba ad extra. Sólo en el mundo moderno porvenir es utópico. Por esto, cuando llega a realizarlo
aparece la moralidad como una tragedia, como un es- encuentra que ha creado un ser deforme, una mutilada
fuerzo continuo que cuando consigue el estado ideal a existencia que apenas recuerda el ideal buscado. Expre-
que se aspira, en una palabra, cuando deviene en santi- sión de esta simulada virtualidad de las ideas es la desola-
dad, se extingue como evidencia ética. dora frase del Conde Rochefort: "¡Qué bella era la re-
pública bajo el imperio!".
La claridad de los conceptos, el devenir, ha creado
una forma particular de lo cómico, sólo conocida del "Navigare necesse est, vivere non est necesse", es el
mundo moderno. Menos mal que todavía miramos comici- lema hanseático del impulso a la acción parcial, a la ac-
dad en todo ello, lo cual proviene de que en lo más hon- ción desde un punto de vista. Con él aparece el primer
do todavía late en nosotros la educación en el sér. "El especialismo de nuestra época, hecho hoy cosa plebeya
caballero que esta mañana se ha fugado con mi mujer, y ordinaria con el taylorismo. Imaginar en boca de Uli-
ses una frase como aquélla es reverter completamente el
ejecuta divinamente a Chopin", exclama un personaje mundo antiguo. A los wikingos ninguna Penélope los
de Oscar Wilde. Ya Talleyrand había expresado igual espera.
sentimiento cuando muriera el príncipe de Borbón, aman-
te de su esposa. Esta actitud revela una prodigiosa cla- Los valores bursátiles, las acciones de la sociedad anó-
ridad interior. En un mundo de devenir esto no es un nima, el dinero como mera expresión de cambio son las
chiste sino la constatación de un punto de vista. bases de toda la economía moderna. A pesar del apego
natural humano a la propiedad inmueble, en la moderni- mas, hoy deja de hacerse por indiferencia ante ellas. Al
dad la riqueza y el poderío económico están del lado del fin y al cabo, era más cristiano aquel general de nues-
capitalista de valores puramente formales, cuantitativos tras guerras civiles que impedía la confesión para los
y esquemáticos. Este dinamismo económico engendró a ajusticiados del partido contrario, en la espera de que
su turno las llamadas reivindicaciones obreras con la a la pena de muerte se añadiera el castigo de la conde-
creación de la jornada máxima de trabajo, la que antes nación. Hoy el cristiano no hace nada de esto. Su insen-
de esta guerra, llegó a ser en ocasiones muy inferior a sibilidad ha llegado a tal extremo que da certidumbre
48 horas semanales. En esta forma, como ha visto al- a las terribles palabras de Federico Nietzsche: "No es su
guien, el trabajador es el que menos trabaja. amor por la humanidad, es la impotencia de su amor
El cristianismo nació no sólo como religión sino co- lo que impide a los cristianos de hoy hacernos subir a
mo moral, como regla del Estado y de la Sociedad. Su la hoguera".
acción en el mundo se justifica plenamente aún allí Goethe decía que las cosas son diferencias que nos-
donde impera el pecado, ya que se trata de una doctrina otros ponemos. Esto es sólo verdadero para el mundo ac-
de salvación. En el nacimiento de la época moderna los tual, para la realidad espiritual de nuestro tiempo. No
pueblos católicos fueron, por lo común, los más peca- por ingenuo, el pensamiento de los antiguos era menos
dores. "No obstante su catolicismo, en España las bue- sabio cuando llamaba "cosa" a todo lo limitado como
nas costumbres imperan", escribía Andrea Navaggiero tal, desnudo de relaciones, que el mundo en torno nos
en el siglo XVI. Y esta escisión entre religiosidad y mo- presenta. Hemos perdido la puerilidad natural que nos
ralidad fue haciéndose cada vez más dramática. Adviene daba las cosas en esta forma. Como viejos Faustos, so-
un siglo en que es posible decir: "Je suis atheiste, mais mos demasiado inteligentes para recibir de la realidad
je suis catholique". En tales condiciones no era de sor- su dato sencillo y prístino. Si la vida antigua se movía
prender la admonición: "Sed menos católicos, y creed bajo un mundo de ideas metafísicas, la nuestra sólo ac-
más en Dios". túa en un género de objetividades y de abstracciones
El cristiano se ha hecho frío, conceptualista en extre- que nosotros mismos reconocemos inexistentes.
mo, única manera de desviar su rencor por la impoten- Por esto el mundo moderno no presenta un verda-
cia en que se halla ante los hombres que de una vez se dero escepticismo a la manera del período clásico. El
declaran materialistas y triunfan en el campo económi- escepticismo, como doctrina que sostiene la ineptitud
co y en el político. El cristianismo se ha convertido así de nuestro espíritu para llegar a la verdad sólo era expli-
en una fuerza de resentimiento incapaz de amar pero cable ante esa verdad de totalidad a que la edad clásica
también de odiar. Indiferente a todo, se alberga en el siempre aspiró. Pero para las verdades parciales, para los
esquema muerto de una doctrina que ya no siente. El cortes transversales, dinámicos y dialécticos con que hoy
amor al prójimo lo ha reemplazado por un informe actuamos el escepticismo es también una ingenuidad.
amor a la humanidad entera, disuelto en la misma me- Por esto tenía razón Hegel cuando decía que el escéptico,
dida en que se hace más universal. Ya no hay inquisi- antes que miedo al error, lo que mostraba era más bien
ción, ya no se queman los libros en la hoguera. Pero miedo a la verdad. Y por esto añadía: "El escepticismo,
todo esto que se hacía antes por la salvación de las al- que termina con la abstracción de la nada o de la vacie-
dad, no puede avanzar más allá de ésta última, sino perdido la seguridad espiritual. Por esto tenía razón el
que tiene que esperar a ver si se le ofrece algo nuevo, escritor inglés de fin de siglo que pone en boca de uno
y estar a lo que se ofrezca para arrojarlo en el mismo de sus personajes lo siguiente: "Las ideas de Lane (el
vacío abismo". En efecto, el escéptico clásico ostenta una criado) sobre la vida matrimonial, me parecen algo rela-
voluntad de la nada, es un negador como lo es todo niño jadas. Pues si las clases pobres no nos dan buenos ejem-
ante sus juguetes. El escepticismo moderno se ha mos- plos, ¿para qué demonios existen?". El exceso de lecto-
trado como doctrina positiva; es un escepticismo posi- res y de lecturas viene dislocando nuestra época. Por su
tivo que afirma la verdad de los contrarios. Pero esta causa hemos sufrido todas las convulsiones que regis-
es la tragedia del hombre actual, conscientemente ex- tran los tiempos actuales, tanta revolución artificial,
presada por Jorge Guillermo Federico Hegel, quien por tantas guerras inútiles. "Es una pena que hayamos lle-
lo mismo, es llamado con razón "la madurez de Europa". gado a esta altura de nuestra historia sin una porción
En nuestros días, Oswaldo Spengler se coloca resuelta- suficiente de analfabetos!", se lee en un libro escrito en
mente en esta posición. Alemania.
Pero tácita o declarada, la mentalidad de nuestro Es inconcebible en las etapas de la sabiduría clásica
tiempo es sólo dialéctica. Tal vez no es sino de nuestra una mayor fecundidad para escribir libros y redactar pe-
época ese plebeyo ejemplar humano; comisionista, agen- riódicos como los que hoy proliferan. Y pensar que en
te de comercio, maitre d'hotel, etc., poseedor de siete o ellos algo nuevo se dice, una nueva verdad siempre es
nueve idiomas en todos los cuales habla sin expresar posible. Pero no se trata de la verdad clásica, de la ver-
ninguna idea ni menos un hondo sentimiento. Ya la vie- dad sabia de las cosas naturales y concretas. Es la
ja sabiduría inglesa había dicho: "El que habla dos idio- verdad del punto de vista, no de aquella a que aludía el
mas es un bribón". Y es que, en verdad, la honradez el Padre Félix al decir: "A cuántos les habría bastado
moral empieza por ser una honradez intelectual. saber una verdad más para haber escrito un libro me-
El periodismo tiene la mejor parte en esta propagada nos". Lo que falta a la inteligencia moderna, como al
actitud para mirar las cosas desde un punto de vista. gusto moderno, como al arte y a la literatura es la vo-
Por causa del periódico podemos decir hoy que ya no luntad de sacrificio. El arte clásico como el pensamiento
existe el hombre ingenuo. En aquél, sin control ninguno de esa época están construidos a base de renunciación.
se dan a las gentes de ninguna educación, todas las Hoy queremos decirlo todo, enunciar siempre algo nue-
ideas, todas las posibilidades de pensar, todos los ingre- vo, sin sosiego ante lo que tenemos andamos cada vez
dientes para construirse cada cual su mundo real. Ya en busca de nuevas perspectivas, hasta el punto de que
las clases inferiores piensan tan ágilmente sobre todas sólo para el hombre moderno y como un presentimiento,
las cosas que no es posible ahora ver en ellas el susten- se dijo del individuo de la especie humana que es "bes-
táculo de una tradición. Este fenómeno de disolución, tia cupidissima rerum novarum".
mientras se mantuvo en las clases superiores de la so- "Los periódicos deberían reducirse a los anuncios",
ciedad, tenía el control por lo menos de la viva sustan- soñaba Napoleón al advertir los peligros que para su do-
cia popular ante el que se estrellaba. Pero merced al pe- minación absoluta representaban las ideas liberales que
riodismo, el pueblo piensa demasiado con lo cual ha habían triunfado con la Revolución Francesa. Pero hoy
día ni siquiera los anuncios son de fiar. Tal vez es el advertencia y tratar de buscar valores estimables en los
fenómeno predominante de esta hora en que se muestra otros a pesar de que se busquen siempre a sí mismos.
la infinita posibilidad humana para pensarlo todo y para El sentimiento apolíneo del universo, ese refinado
decirlo todo. La propaganda es hoy una industria de gusto por la forma ceñida, ese sentido preciso de la li-
que viven inmensas casas periodísticas, de radiodifusión, mitación, si hemos de creer a Nietzsche, no fue natural
agencias de seguros y representaciones, comisionistas, etc. a los griegos sino nacido en ellos mediante una cathar-
Los frutos de la industria moderna valdrían la mitad sis, una purificación de todos los impulsos dionisiacos
para el consumidor si no estuviesen recargados con el que moraban en su naturaleza desorbitada.
gravamen que va al bolsillo de los propagandistas. La Paralelamente a lo que los griegos hicieron con la
propaganda ha hecho que lo blanco sea negro y que lo naturaleza exterior exuberante que, por influjos orien-
negro sea blanco. Es causa de los mayores desastres co- tales, pretendía reflejarse en el arte y en la cultura toda,
mo las guerras, los krach bursátiles, sin contar lo más debemos hacer nosotros con nuestra realidad psíquica,
grave de todo y es que por medio de ella se ha realizado sometiéndola a un límite y legislando para ella un con-
la amenaza nietzscheana de la trasmutación de todos los junto de normas ceñidas.
valores. La inseguridad interior que produce lo revela
aquella anécdota de la dama que entró a una tienda en Max Scheler echaba de menos en el hombre occiden-
Londres para comprar un simple porta-pluma, y por tal una técnica del mundo interior pareja de la que con
fuerza de la propaganda salió con un anteojo de larga tanto éxito se ha servido para el dominio de la natura-
vista. leza externa. En otro sentido aún más amplio, hemos de
llevar esta exigencia a todo el mundo de nuestras reali-
zaciones culturales. Hoy, con más verdad que en tiem-
pos de San Agustín, vale la admonición: "Noli foras ire".
Por más que nos empeñemos en modificar la situa- Sólo que esto no necesita decirse ahora como un impe-
ción actual que hemos descrito, sólo obtendríamos una rativo; se vive y se actúa interiormente como si fuése-
inquietud aún mayor. No podemos en forma alguna re- mos cada uno un monje en el inmenso escenario de la
vivir el tiempo pasado. De nada nos serviría tratar de cultura occidental. Pero este mirar a lo interior es más
reconstruir épocas definitivamente muertas. El verdade- disolvente aún que todas las embriagueces dionisiacas.
ro humanismo de nuestros días consiste en aceptar la En "Los Buddenbrook", de Thomas Mann, la historia de
realidad espiritual que poseemos y sobre ella edificar las la decadencia de una gran familia, el personaje Chris-
bases de nuestra seguridad humana. tian Buddenbrook es la declaración más inequívoca de
En vano trataríamos de que el hombre no se mirase ese fenómeno, justamente por esa falta de objetividad,
a sí mismo. Este es el valor, o mejor, el ingrediente por ese persistente laboreo de sus propios sentimientos,
irreemplazable de toda cultura por venir. Goethe, en uno juicios y emociones. Como Christian Buddenbrook es to-
de esos arranques de entusiasmo por el mundo clásico, da la edad que llamamos barroca. Si ello fuera siempre
decía una vez al Consejero Schlosser: "No se puede es- un fenómeno de decadencia, para el hombre de la edad
timar verdaderamente más que a aquel que no se busca media la cultura a partir del siglo XV sería entonces
a sí mismo". Ya en adelante, deberemos modificar esta una interminable agonía. Pero no; nunca el espíritu ha
trabajado tan denodadamente ni llevó a cabo jamás pro- Jules Romains, fue un veneno cada vez más activo para
digios de tan alto valor. Sólo que ese valor es tan alto y un pueblo de tanta imaginación.
esas realizaciones de tan subido precio que mientras más No así en Italia en donde la mentalidad clásica llegó
se alejan de la tierra, más nos dejan comprender hasta al más alto esplendor con el Renacimiento para no ha-
dónde es peligroso para el hombre el convertirse en cer ya más progreso alguno. El italiano es hoy la gran
ángel. supervivencia de la cultura clásica. Viven de sus vetus-
Ángel o espíritu, para el bien o para el mal, el punto tas glorias pasadas y al margen de ellos corre el mundo
de vista nos ha espiritualizado en exceso. Pero no po- de lo dinámico sin afectarlos hondamente. Ni aun Mus-
demos hoy huir de él. El punto de vista se une a la in- solini pudo crearse un escenario en su país que corres-
terioridad pues por medio de él se hace posible la emi- pondiera al impulso fáustico tan adecuadamente repre-
sión de cualquier concepto, de cualquier juicio, aunque sentado por él.
sea adverso al de los demás. Somos mónadas leibnizia- El ideal como pueblo y el ideal de vida de nuestro
nas, irreducibles, pero no tan ricas de contenido como tiempo se encuentra, a no dudarlo, en el espíritu inglés
las que teorizó el filósofo alemán. Es necesario que en que ha sabido resistir desde el teatro de Bernard Shaw
nuestro interior y cualesquiera que sean nuestros puntos hasta los bombardeos alemanes. Inglaterra ha produ-
de vista, reflejemos totalmente el universo. cido al hombre más inteligente de este tiempo, Bertrand
Pero no sólo el universo espiritual, sino también este Russell, según cree Keyserling, pero con aquel tipo de
mundo nuestro corpóreo y terreno, esta materia destrui- inteligencia que es capaz de disolverlo todo. Inglaterra
da hoy por la fórmula matemática del materialismo ha dado al mundo la gracia maravillosa de Oscar Wilde,
más avanzado y que, por lo mismo pide nuevamente ser el más profundo conocedor de todas las flaquezas y do-
incorporada al mundo de nuestras vivencias, de nuestra lencias de la humanidad contemporánea. Pero el país
experiencia cotidiana. que ha producido estas flores del impulso fáustico, de
En Alemania, el impulso dinámico de los Caballeros la tendencia dinámica, que sabe admirar como ninguno
Teutónicos, sosegado tantas veces por la "recepción" de la belleza de un torso griego o de un horizonte italiano,
la cultura clásica, renació del todo con el luteranismo nunca se ha dejado dominar por lo primero, ni tam-
cuyas últimas consecuencias han producido las dos gue- poco ha pretendido retrotraer en su totalidad la vida
rras mundiales. Si la lucha es una forma de asociación, antigua.
por fuerza de los conflictos suscitados con Alemania, El símbolo de la solución para los problemas de nues-
todo el mundo occidental se contaminó de su espíritu tro tiempo se halla cabalmente en la Isla de John Bull,
dinámico, de su afición por el punto de vista, de su lí- cerrada para lo que más ama, pero extendida a todos los
rica aptitud para la interioridad más extremada. rincones del universo por medio de los valores que se
En Francia, donde el espíritu clásico tuvo un tiempo pueden repetir.
tan amplio escenario, la disolución por el punto de vista Goethe dio para muchos años la solución del grave
condujo al aflojamiento de los más fuertes vínculos de problema que provoca en el hombre el impulso y la sed
su sociedad y de su cultura. La literatura francesa, mon- inextinguible de cosas nuevas. Fausto se salva por el
tada toda en el punto de vista, desde Voltaire hasta amor. El hombre actual ya no puede regresar a lo con-
creto por la vía de la inteligencia: es demasiado inteli-
gente, el punto de vista ya no lo abandonará más. Pero
la excitación que aquello causa, sólo se atempera por la
vía del sentimiento, por la vía del amor que es el gran
camino hacia lo concreto, valioso y eterno. Por esto tam-
bién Hegel, quien como nadie debió de sentir el mareo
y el vértigo de la dialéctica, encontró para salvación de
la inteligencia el "Universal concreto", el único remanso
del "homo sapiens".

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