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Durante unos instantes, que parecieron breves al notario, los testigos y las hermanas, pero que para el moribundo

eran largos como un siglo, largos como el delirio, largos como un sueo, el seor Pricand-Maltte recorri en sentido inverso el camino que le haba sido dado transitar en esta tierra: las comidas familiares en la casa del bulevar Delessert, las siestas en el saln, el gato Anatole sobre sus rodillas; su ltimo encuentro con su hermano mayor, tras el que haban acabado enemistados a muerte (y l haba vuelto a comprar bajo mano las acciones del negocio); Jeanne, su mujer, en Bloville, encorvada y reumtica, echada en una tumbona de mimbre en el jardn, con un abanico de papel en las manos (muri ocho das despus), y Jeanne, en Bloville, treinta y cinco aos antes, a la maana siguiente de su boda: unas abejas que haban entrado por la ventana libaban los lirios del ramo de novia y la corona de flores de azahar, olvidada al pie de la cama. Jeanne se haba refugiado entre sus brazos, riendo...

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