[nvierno en tiempo
ide guerra
Jan Terlouw
ne rg iInvierno en tiempo
de guerra
ePrlOuWPrimera edicién: noviembre 1980.
Decimocuaria edicién: octubre 2001
Direccion editorial: Maria Jesis Gil Iglesias
Coleccin dirigida por Begofia Oro Pradera
Traduesin: ie a ae
cubierta: Sipa/John Gunstor
Dafa oe elena Ease Sy” our}
reproduc total o parcial de este Rao,
nila transmisién de ninguna fo
To cualquier medio, ya sea electrénico, mecanica, por
fotocopia, pot regisiro u otis méodos, sn el permiso prone
Y Por escrito de los ttlares del copyright,
IE“ oscuridad era tah densa que parecta ealar hasta
Jos tuétanos, “
Paso a pa80; amano extendida como una antena
‘ata explorar aquella, negrura, Michel avanzaba con
‘una lentitud desesperante por la pista, para bicicletas
que discurria al costado de la carretera. De su otra
mano colgaba una bolsa de lona con dos botellas de
leche,
—Liuna nueva, ctelo cubierto —refuntufié—, Debe-
ris estar ya a la altura de la granja Van Ommen,
(Pero por mucho que parpadcara, no conseguta dis«
tinguir absolutamente nada.) La proxima vez no me
arriesgaré a salir sin la dinamo, Erica tendrd que arre-
glarselas para estar de regreso antes de las siete y
media. j{No hay mas remedio!
‘Los hechos le dieron la razén. A pesar de ir tan
Gespacto, 1a bolsa tue a chocar contra uno de 16s pos-
tes de hierro plantados a intervalos regulares a lo
largo de la pista para protegerla de las ruedas de
las carretas, (Zas! Palpé con precaucién la bolsa y
noté que la Iona estaba himeda. Una de las botellas
Se-habla roto. {Qué fastidio! iTodo un litro de leche,
tan dificil de conseguir! Reanudé su avance con un
humor detestable, pero redoblando las precauciones.
iTenfa que ccurrirle aquello cuando estaba ya apenas
@ quinientos metros de la casa, donde conocia, porasi decirlo, una a una todas las pledras del camino!...
Aparte de que le tha a costar todo el trabajo del mun-
do estar de regreso antes de las ocho.
iCuldado! ;Qué serla aguel rayo de luz perfecta-
mente visible desde lejos? jAh, s{! La casa de los
*\ Bogaard. Parece que se toman muy poco en serio la
defensa pasiva. Cierto que lo nico que tenian que
camuflar era el palido resplandor de una vela... Es-
taba de nuevo en Ia carretera, ya no tenia por qué
temer los postes y aquello le facilitaba la marcha, Un
débil resplandor se filtraba aqui y allé por las ven-
tanas de las casas que bordeaban la carretera por
ambos lados. jVaya! Ahora goteaba la leche en su
mueco. Creyé ofr un ruido de pasos. Poco probable a
una hora tan tardia... A partir de las ocho —comien-
zo oficial del toque de queda— nadie tenia autoriza-
cién para circular. Traté de caminar mas deprisa y
todo recto para evitar caerse en la cuneta. Poco a
Poco fue distinguiendo la silueta de las primeras ca-
sas del pueblo: los De Ruiter, ve
Zomer, el herrero, y finalmente 1a
‘Verde, (Por tin habia Negado!
“De pronto, la luz de una linterna eléctrica enfo-
ada sobre su rostro le hizo sobresaltarse.
—Wat ist los? {Ya han dado las ocho! —grité
una voz en un alemén chapucero—, |Todo el mundo
entrar en casa! ¢Qué leva en la bolsa? eSabotaje?
— iApaga esa linterna, Dirk! —grit6 Michel—. {EL
susto que me has dado, pedazo de idiota!
EI muchacho habia reconocido, con algunos segun-
dos de retraso, a Ditk Knopper, elhijo de su vecino,
con el que siempre habla mantenido excelentes re-
laciones. Dirk ten{a yeintiiin afios y no temia ni a
Dios ni al diablo,
6
—Una pequefia emocién de vez en cuando te ayu-
dari 2 endurecerte —explicé el otro—. De todas for-
mas, son mfs de las ocho y bastard que tropleces
con una patrulla para que te fusilen sobre el terreno
como un peligroso enemigo del Gross Relch... /Heil
Hitler!
—iChist! jNo grites tan fuerte!
Caminaron el uno al lado del otro, Dirk puso la
palma de la mano en forma de embudo en torno a
la linterna para reducir la luz a un simple hilillo.
Pero quella escasa iluminacién parecié a Michel una
cosa estupenda que le permitia ver como a pleno dia
y hasta distinguir, todo un lujo, el borde del camino,
—éDe donde has sacado esa linterna? ¥ sobre
todo, ga quién se debe el milagro de haber conse-
guido las pilas?
—Se las he cogido a los alemanes.
— ‘panto te 'entayiagraeeido,
215— Bah! La suerte se fue contigo y a m{ me dio
la espalda, eso es todo.
El asunto le resultaba embarazoso y prefirié cam-
biar de tema.
oye, Gert, tienes una camisa muy bonita.
teresaba.
‘Michel se qued6 con la boca ablerta, incapaz de
articular una sola aplabra. Dirk le puso la mano en
el brazo para advertirle que guardara silencio.
_— Cuando ocurrié eso? —pregunté con voz tran-
Pocos dias antes de nuestra expedicion a Lage-
zande, Aquella misma noche me refugié en los polders
para no regresar hasta la liberacién, Escondi el pa-
racaidas en la granja.
—Babes... —comenz6 Dirk.
Pero dejé la frase en suspenso.
— {Qué tengo que saber? .
— Oh, nada! No tiene importancia. Vamos, Michel.
Buenas tardes, Gert.
— Hasta la vista, muchachos!
Pocos instantes después dijo Dirk a Michel a modo
de excusa:
— Para qué remover toda esa historia?
—Tienes raz6n, no merece la pena, Ahora solo una
cosa tiene importancia.
—2Cusl?
—jQue no haya mas guerras! iQue nunca jamds
se vuelva a hablar de guerra!
IN pasado ya muchos afios.
“Michel ha cumplido los cuarenta y tres.
ra asidua de la prensa le ha ensefiado que,
tarde ef que mantuvo aquella conversacién
han estallado varias guerras y se han
‘combates en Indochina, en Yugoslavia, en
‘en Irlanda del Norte, en China, en Corea,
en Camboya, en el Congo, en Argelia, eni)
Invierno de 1944-1945. Holanda se halla bajo el poder de los nazis. La
poblacién pasa hambre, y un grupo de la Resistencia deciée asaltar una
oficina de racionamiento. Un integrante del comando confia a Michel una
carta que deberd entregar a un tal Bertus si fracasa la accion. Los asaltantes
Son sorprendides, y cuando Miche) va en busca de Bertus comprueba que
también éste ha sido detenido. Ahora ¢s 6! quien, a sus diecisdis aos,
debe afrontar la arriesgada tarea que la carta encomendaba a Bertus,
i Cae ek eh ee aii
ha sido ministro de Economia.
Sus pumerasas obras pana jove
nes. traduckdas a welnticinea into
ras, han merecida la Mencion de
Honor del Premio Andersen. En
Ediciones SM tha publicade Barro.
tea de bambd. en dlerta Roja, y
Elio Wilibrord, Piotr y Elney de
Katoren, ¢n ‘E) Barco de Vapor