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Alcance ontolégico de la historia de la ciencia* Nuestro tema es filosfico, no “epistemoldgico” como lo Hamaria el pudor ola pusilanimidad contemporaneas. No hay “epistemologia” que se sostenga si ng hay a la vez indagacién sobre cl objeto y el sujeto del saber, Ahora bien, esa indagaci6n es, desde los or{genes, una parte central del trabajo filoséfico. Nuestro punto de partida esté dado por algunas afirmaciones: —Existe cierto conocimiento de !o que es (en el caso que discutimos aqui, el ser llamado natural). Se puede cuestionar esto, pero entonces hay que renun- ciara ta discusidn y s¢ pierde ¢} tiempo permancciendo en esta sala 0 leyendoes- te texto. Discutir sdlo tiene sentido si reconozco en los demas un ser a la vez na- tural y sobrenatural: sé que otros estan presentes como scres naturales y sé 0 pre- sumo que son capaces de discutir, de locual no son capaces los seres simplemen- te naturales. También sé 0 presumo que a su vez ellos saben todo lo que se refie- re aimf. Postulamos pues nuestra capacidad comin de conocer y de conocemos por Io menos hasta un cierto punto minimo. Un escéptico es perfectamente res- petable mientras no abra la boca con una intenci6n, lo cual equivale a decir que ja unica refutacién posible del escepticismo cs la comunidad humana... o la vi- da misma del escéptico, pero, se se lo piensa bien, es lo mismo. —Ese conocimiento (en lo que para el conocimicnto es seguro asf como en lo que es inseguro para él) se altera con el correr del tiempo; se irata, no de un estado, de una suma o sistema acabado dc verdades, sino de un proceso. —Ese proceso és esencial mente historicosocial. En verdad, esta afirmacién seria superflua (pucs hasta tal punto es evidente), si constantemente no renacie- ra (sin haber aprendido nada ni haber olvidado nada) la egologfa de la wadicién filoséfica domimante. Recordemos que no hay proceso de conocimiento sin len- geaje, por ejemplo (y esto es cierto aun en el caso de la matematica), y que el len- guaje es mucho més que lenguaje pucs cada vez cl lenguaje es “parte total” del mundo historicosocial de que se trata, No hay pensamiento sin lenguaje, no hay * Una pane de este texto suministr6 el matcrial de una exposicidn, “Lo imaginario social y el cambio cientffico", ofrecida el 23 de mayo de 1985 dentro del marco de las conferencias debate or- ganizadas desde 1983 por la Action locale Bellevuc dv CNRS con el titulo gencral de “Interroga- ciones sobre o! sentido y el lugar del conocimiento cn la sociedad”, Atguna de las ideas contenidas en este texto fueron también expuestas en mis intervenciones durante los tres seminarios de Tho- mas S. Kuhn en la Ecole des Hautes Etudes los dfas 1, 11, y 14 de junio de 1985, 219 lenguaje que sea puro cbdigo {puro sistema formal), no hay conocimiento que pueda reducirse al manejo de algoritmos y no hay lenguaj je cuya organizacion y tenor no sean consubstanciales con las significaciones imaginarias de la socie- dad considerada. Con sv percepcién y organizacién del mundo, con su mancra propia de dar sentido a lo dado y, en el grado mas borroso y mas decisivo, hacer que lo “dado” sea para esa sociedad mediante operaciones de lenguaje pues, por cierto, no hay cosechas de “informacién”, binaria o de otra indole, diseminadas en la naturaleza que aguarden a que los primeros hombres las recojan y las en- trojen.? El término social no nos remite a la obra de seguridad social ni ala “cucs- tidn social”, ala existencia de ricos y de pobres, ni a lacucstidn de saber sila cien- cia es ono es un instrument de la clase dominantc 9 si los cicntificos forman un estrato social, un cuerpo, una cofradia dentro de la sociedad global, con reglas, intereses, costumbres, jergas particulares, ni nos remite a la “sociologia” de la ciencia o de los cientificos. Lo que significa lo social, cnire otras cosas, cs que el individuo humano, ya sea cientifico, ya sca fildsofo —y lo que en filosofia se Mama su entendimiento— séfo existe como el producto de un perpetuo proceso de socializacién, que el individuo ¢s ante todo y sobre todo un fragmento ambu- lante dela institucién de la sociedad en general y de su sociedad particular. (Cla- ro estd que no es sdlo eso; luego volvercmos a ¢sle punto.) Pero est4 también la dimensién propiamente histérica del conocimiento... y de laciencia. Tampoco aquf la palabra hist6rico nos remile a batallas, a invasio- nes, acambios de gobierno 0 a la lenta cvoluci6n de las fucrzas productivas, de Jas costumbres y de la vida cotidiana. Historica es esencialmente toda sociedad (y, por Io tanto, también todo individuo), aun cuando sc Lraic de una sociedad “prehistérica” o “sin historia”; es histdrica cn cl sentido que ella misma se alte- ra, en el sentido de que no sdlo es auiccreacién dc una vez por todas sino que es autocreaci6n continuada, manifcstada a la vez como autoalteracién impercepti- bie pero incesante y como posibilidad y cfectividad de rupturas capaces de es- tablecer nuevas formas de socicdad y, en cste tillimo caso (el caso de Ja ruptura), histérico es evidentemente ese modo de alteracién —o] cual, que sepamos, no tienc anélogo en otra parte de Ia naturaleza o de la vida—, que altcra lo que conservaen el momento mismo cn que loaltera. Hist6ricoes el mado de relacién de Ja ruptura con la tradicién, ¢l modo de relacién de lo socialmente instituido con aquello que va a destruirlo. Comprender lo histérico exige contemplar (sin detenerse en una “explicacién”) el abismo gue se abre cuando nos preguntamos cual es Jarelacién de la Francia del antiguo régimen con la Francia posterior 4 Ja Revolucién Francesa, la relacién entre la Rusia contemporanca con la Rusia de los zares, la de la fisica cudntica con la fisica del siglo XVIII. Nuestro cono- cimiento en general y nuestra ciencia en particular son también histéricos en es- te sentido, lo cual significa precisamente todo to contario de “acumulacién” de conocimientos. ' Sobre estos diferentes aspecto véase L'Institution imag inaire de fa société, op. cit. los V y VI, y “Science modeme ¢1 interrogation philosuphique”, ‘he, op. cil. pags. 203-211 -apita- enLes Carrefours du labyrint- 200 La posicién de la que intentaré esbozar aqui fo esencial es la de que la sim- ple existencia del proceso de conocer dice algo sobre lo gue es y también sobre quien conoce, esto es, también sobre otro aspecto del ser. Resulta parad6jico ofr decir a menudo: no conocemos nada del ser, todo lo que conocemos sélo incum- ‘be al sujeto cognoscente, como si sc pudicracxcluira este sujeto cognascente del ser.? ¥ esto hade comprenderse de la mancra menos superficial posible. Que ha- ya ciencia (independicntemente del contenido concreto, particular, de las aser- ciones cientificas), significa que se dice algo del mundo. Y que esa ciencia ten- ga una historia, en el sentido fuerte del término, significa que existen propieda- des particularmente fuertes de esc mundo. Y estas dos afirmaciones se transpo- nen en el sujeto de la ciencia: a través de Ja historia de la ciencia se manifiesta un sujeto capaz de conocer de cierto modo esc mundo y de altcrar ese conoci- micnto del mundo al altcrarse el sujeto mismo. Los dos aspectos —el objetivo y el subjctivo— son absolutamente indisociables. En un dominio tan cargado ¢s importante hacerlo todo (sin demasiadas ilu- siones) para que fos malentendidos resuitcn dificiles en la medida de to posible. Aqui estamos hablando més alld del “kantismo”. Que todo conocimicnto es co- nocimiento de un sujeto (por obra de un sujcto), que por lo tanto el conocimien- to es un hecho del sujeto y que en su organizacion est4 decisivamente afectado por la organizacién del sujeto como sujcto cognoscente, que si el conocimicn- to debe ser valido para todo sujcio se necesilan otros requisitos (aunque a partir de este punto la situacidn se hace incomparablementc mas compleja), todo es- 10 se da por scntado y est4 presupucsto. El fisico actual (y aun el fisico del tiem- po de Nicls Bohr) cs sumamente bicnvenido en la casa de la filosofia cuando re- Pile, por ejemplo, que slo hay fenémenos “por referencia a observaciones ob- tenidas en circunstancias especificadas, i ‘pe’ sitivo experimental” yque “lossisicma uinticos que llamamos “particulas’.... tienen propicdades (y en la fisica relativista, ni siquiera tienen existencia) en sf, Unicamente para nosotros las ticnen, y esto depende dc la eleccién que hagamos del tipo de instrumentos por medio de los cuales son obscrvados los sistemas”. El fildsofo rogaria tan sélo a este fisico que repiticra en voz aun mds alta estas evidencias a sus colegas biolégos o matemiaticos.? Pero es importante no perder 2 Kantianos y neokantianos respondes‘an tin duda: } sujeto cognoscente no ex, vale (es ist nicht, es gilt). La respuesta es nula. El valet ¢s un modo de ser, tal como se entiende aqui el térmi no y como casi siempre se ha entendido. Y si un sujcto se limita a valer sin ser (en el sentido habi- tual esta vez), siguese de ello una serie de consccucncias desagradables. En primes lugar, no podsi- amos hablamos. Luego, la Critica de la razdn pura se have 4 'a vez superflua ¢ imposible, pues lo que nos impurta es muestro saber, no el saber dc un construct ficicio. ¥, que yo sepa, la pluma de Kant no fue sostenida por una mano trascendental. > Bemard d’Espagnal, que comenta Ja primera de aa fase ciladas en el texto (debida Bohr) mediante la segunda (Une incertaine réalitd, Pari iltars, 1985, pag. 7), yalo bia observado de manera notable en una transmisién dy France Culture a comienzos de la década de 1970 cusndo dijo que Jacques Monod se habia qucdado visiblemente en la Fisica det siglo XIX. Aller L'homme neuronal, de Jean-Pierre Changeux (Paris, Fayard, 1983), tiene unc el placer de ‘comprobar que la antorcha de esta venerable tradiciGn continia en algo cn ¢] Collége de France. 221 de vista —enwe los fildsofos el peligro estaria relativamente por este lado— el hecho de que, por ejemplo, ningun dispositivo experimental podria hacer que una vaca pariora un cardero y en él nivel cudntico hacer aparccer (“crear’) particu- Jas sin reJacién con los niveles dc energia disponibles y utilizados. Como dice B. d'Espagnat (después de W. Dilthey), la realidad resiste, ‘La solidaridad de estas dos dimensiones, la subjetiva y la objetiva, y su en- trelazamiento permanente son insostayables. Cada nuevo paso dado en unadelas direcciones remite de nuevo al otro, y viceversa. Todo conocimicnio es una co- produccién, y no podemos realmente separar lo que “proviene” del sujcto y lo que “proviene” del objeto. Es lo que me gustaria llamar el principio de la inde- cidibilidad del origen. Para el observados limite, la cuestiOn de saber lo que vie- ne de él y lo que viene de lo observado es indccidible.* Nosowos nos entregamos aeste juego pero no pademos jugarlo solos, ni completamente solos como “in- dividuos”, ni completamente solos como “colcclividad de sujctos”. Que una filosofia haya podido afirmar que podia suministrar las “condicio- nes de posibilidad de la experiencia” considcrando dnicamente al sujeto y pre- tender, por lo tanto, que Jo que afirma es validy on cualquier mundo es uno de Tos absurdas més sorprendentes registrados cn la historia del pensamicnto, Y es- te absurdo est4 en el fundamento de la Critica de fa raz6n pura, lo cual no im- pide (paradoja familiar en la historia de la filosofia) que la Crftica continiie sien- do una fucnte inagotable de reflexidn. Se pucde pensar en efecto, prima facie, quc sc abren dos caminos a esta in- dagacién: partir de un andlisis del sujcto y avanzar hacia la dilucidacién de fa ex- perienciade queese sujetoes capaz; o bicn, partir del hecho dela experiencia (des Fakium der Erfahrung) y preguntarse como debe scr el sujeto para que pucda lle- garse a esta expcricncia. Como se sabe (Prolegémenos, § 4 in fine), Kant toma tan pronto por un camino (en la Critica), tan pronto por el oro (en los Prolegé- mengs). En realidad las dos marchas de ta indagacidn son cojas, las dos descui- dad, ignoran, el objeto; los dos caminos ignoran la historia (las alieraciones) de laexperiencia; por fin, los dos ignoran (lo cual se rclaciona en parte, pero sola- mente en parte con el segundo punto) la enorme carga de indeterminacién que afecta el término (y la idea) de experiencia (0 de conocimiento). Decir, por ejem- plo, hay Erfahrung, lucgo el sujeto relaciona los [endmenos scgiin la categoria de causalidad, o bien, decir el sujeto sélo pucde pensar los fendémenos relacio- ndndolos causalmente, luego Ja Erfahrung ¢s entre Olras Cosas conexidn causal de los fenémenos, es no sdlo circular 0 tautolégico; todo el circulo es lautolégi- co respecto de una idea preconcebida def conecimiento que ¢s la idea de Kant. Enefecto, Kant entiende por conacimicnto (o experiencia) un conocimiento de- terminista de cierto estilo y de ciertos fendmenos fisicos y psiquicos. De mane- Taque esta tautologfa es admisible —para dccirlo cn términos mas nobles, es una Explikation— en cuanto simple formulacidn cxplicita de ciena significacién imaginaria social expresada histéricamente porel término “experiencia” ocl iér- Véase en este libro, “Lo imaginario: Ia creacién en cl dominio historicosocial” y “La légi- ca de los magmas y la cuestién de ta autonomia”, 222 ming “conocimiento”. A fines del siglo XVII, un [ildsofo europeo podia pensar razonablemente estas cosas. Y ¢sto —hecho notable para nosotros pero cierta- mente no para Kant— sobrepasa su época. En efecto, también para nosotros hay urn conocimicnto tal, una conexién de cicrlos fenémenos o de ciertos aspectos de los fenémenos de conformidad con una relacién necesaria de anies-después. Pe- 10 {hay slo eso? {No hacemos mas que cso? {No debemos hacer mas que eso? Si fa respuesta fucra afirmativa, dcberfamos relegar a la condicién de no cono- cimiento lo esencial de Ja fisica contemporinca. Deberiamos adem4s vedarnos lareflexién sobre cl inmenso trabajo, no “experimental” y “cmpirico” sino ca- tegorial, que implica esa fisica. Deberiamos, por fin, dejar de lado el pensamicn- to de lo vivo en cuanio vivo y evidentemcnte c} pensamiento de lo psiquica y de lo historicosacial como tales.S Kant dice a la vez demasiado y no lo suficiente. Demasiado porque estable- ce su Ciencia (su matemitica y su fisica) como a cicncia (matemitica y fisica), loqueciertamente no es. No fo suficiente porque no reftexiona (0 no lo hace ver- daderamente) sobre Jas condiciones y cl contenido de una experiencia que no procede de la ciencia matemitica y fisica. Como veremos lucgo, la explosién y las alteraciones producidas en una naturaleza del saber matemiatico (se trata de infinitamente mas que de las “geomeirias no euclidianas”) desbaratan por si so- las la construcci6n de la Critica, a menos que tomemos sta (lo que a los ojos de un kantiano dogmiatico es tal vez la suprema injuria), no por to que ella preten- de ser —fundamentum inconcussum uc lacicncia rigurosa—, sino como unaide- alizacién y “wascendentalizaci6n” (ciertamente insuficiente) de la Lebenswelt husserliana. Como Bohr, Heisenberg y otros, cn otra perspectiva, Hilbert lo sa- bian en efecto muy bien, me hace falta una especie de geomciria cuclidiana para verificar y “demostrar” ¢l cardcter no cuclidiano del espacio-tiempo; me hace falta una especic de “regia de causalidad” (que rclacione “Io que pasa” con las lecturas de! instrumente de medicién) para verificar Ja no causalidad cudntica; me hace falta una intuicién, una Anschauung espacial trivial, con un antes y un después, para escribir una demostracién [ormalizada relativa a un objeto mate- méatico radicalmente no intuible (por ejemplo, demostrar que 2 x N= Nx N). Pe- ro todo esto es un ingredienie de la ciencia, no /a ciencia misma, y, en esta pers- poctiva como decia Husserl, la Ticrra, como arco primordial, no se mueve. En otras palabras , la Critica ofrece una “epistemologia”, excesiva ¢ incompleta, de la vida cotidiana. Y, por supuesto, semejanic cpistemologia permanece —y debe permanecer, atendiento a su opcidn del comicnzo— muda sobre lo que en el objeto hace po- sible la aplicacion no vacia, inhalisvoll, dc las catcgorias: Kantse limitaa llamar- lo(enlaCrhicadel juicto) “feliz azac”, ghicklicher Zufall. Este feliz azar es pues el fundamento necesario para que nuesiras formas necesarias de saber no scan puro delirio paranoico (todos los dolirios parangicos son eni¢ramente coheren- les, estancose irrefutables). Los kantianos responden con frecuencia que esta ex- 5 En Temps et ertation, discutiré la aparcntc excepci6n de la Critica del juicio. Mientras tan- to véase cn este volumen “La polis yriega y Ia crescion de la democracia” 223 presion (0 lo que es peor, el problema al cual ella responde) no procede del do- minio “constitutivo”, que seria el de la Critica de la raz6n pura, sino que se re- fiere a la reftexi6n sobre la constitucién. Como en otro lugar me ocuparé larga- mente del fondo de este problema, me limito aqui a mencionar las razones diri- mentes que hacen completamente inaceptable esa respuesta. En primer lugar, la distincién misma entre lo constitutive y lo reflexivo no puede sostenerse en el ni- vel ultimo. Evidentemente no hay reflexién sinconstitucién, pero laconstitucién nunca es acabada, en cuanto constitucién, mientras el momento de la reflexién no haya intervenido. Un elemental examen de la historia del idealismo aleman después de Kant (independientemente del “contenido” de las posiciones toma- das) habria debido llamar la atencién sobre este hecho. Pero sobre todo, ciertas condiciones relativas al objeto mismo se requieren en todo constitucién del sa- ber referente a ese objeto. No puede haber indiferencia completa entre la forma y la materia, y viceversa; de otra manera “el arte del carpintero podria emplear- seen la construccién de flautas”, como ya lo sabia muy bicn Aristteles£ Por fin y como se sabe, en la segunda parte de la Critica del juicio hay ya un “hegelia- nismo” (vacilante y enmascarado por cierto, pero esto poco importa) en lo tocan- te a la organizacion de la naturaleza y a la significacidn de la existencia del ser vivo, asicomo hay “hegelianismo” en el Primer suplemento de la garantla dela pat perpetua en lo tocante a Ja historia humana. Atcndiendo al centenido, que es similar, las protestas referentes a la forma se manifiestan como lo que ellas mis- mas son, es decir, lo que en psicoandlisis se llama una denegaci6n. “Esa mujer qué vien suefios noera mi madre”, ;Por qué, pues, lo afirma usted de manera tan imprevista y tan vehemente? Sin duda, porque esa mujer era su madre de usted. Aqui comenzaremos nuestra discusién en ¢l plano de los hechos, en el pla- noconcreto y, en cierto sentido, genético. La terminaremos en un nivel mas abs- tracto. Sea un ser vivo cualquicra. Su simple existencia muestra (demuestra) ex post, la existencia de cierta relacién enue la organizaci6n de ese ser vive y Ja or- ganizacién del mundo. Desde luego, esta comprobacién como tal implica la pre- sencia de un metaobservador (nosotros 0 cl sujcto cientifico). El aspecto que mas nos importa destacar aqui es el hecho de que tal relacién no es simplemente “de maicria”. No consideramos solamente el hecho de que, como el ser vivo esta compuesto sobre todo de carbono, hay pucs carbono en el mundo, y ni siquicra el hecho (ciertamente también importante) de que el carbono no habria podido cumplir la funcién quecumplis en la constitucién del ser vivosino poseyeracier- tas propiedades. El aspecto que nos importa destacar aqui es sobre todo “de for- ma”. Por ejemplo, la relativa permanencia (duraci6n) del ser vivo presupone e implica la relativa estabilidad de cicrtas relaciones en el mundo.” * De anima, 1,3, 407 24, Esta observacién muravillosamente limpida y profunda parecié Ia més de las veces misteriosa a los traductores e imérpretcs. 7 Por supuesto, todo el problema del fundamento de la induccién debe también reconsiderar- se particndo de esto. Indirectamente me ocupo luego de él; lo tralaré in extenso en otro lugar. Ob- 224 Y¥ también, la organizacién del ser vivo presupone e implica la organizacién de ciertas partes (por lo menos) del mundo. (Las seres vivos no fueron importa- dos a “nuestro” mundo desde un “paramundo” exterior) Ahora bien, esa posibi- lidad de organizacién del mundo es aquella que atestigua el propio ser vivo en si mismo, en su interior, pero también —como la separacién misma es por lo de- mas en alto grado enigmatica desde el punto de vista que nos importa aqui— la organizacion que manifiesta el mundo en el “exterior” dei ser vivo. En efecto, és- teno puede funcionar (es decir sencillamente vivir, ser lo que es) sin “clasificar”, sin “establecer categorias” y, por lo tanto, tampoco sin “distinguir”, “separar” y hasta “enumerar” y asimismo sin poner en relacién los elementos que distingue, en definitiva, sin formar ¢ informar una parte del mundo. Y esto seria imposible sino hubiera partes del mundo formables ¢ informables, en otras palabras, se- parables, enumerables, clasificables, categorizables y si sus “elementos” y sus “clases” no pudieran ser puestos en relacién en ciertos sentidos. Evidentemente con todo esto no presuponemos en el ser vivo una “subjeti- vidad” del tipo que nos ¢s familiar. Pero presuponemos este hecho evidente, el hecho de que cada ser vivo (cada especie viva por lo menos, un olivo, una estre- Ila de mar, una cigarra) forma e inoforma, organiza el mundo a su manera* Sea ahora un minimo de nuestro conocimiento (“cientifico”) del mundo. Ese conocimiento nos permite comprobar que esta estabilidad, esta organizabi- lidad y formabilidad del mundo (prima facie relativa y parcial) no se limita a las “necesidades del ser vivo”. Tal coma la conocemos, la vida en el tierra seria im- posible e inconcebible sin la gravitacién, sin la caida de las manzanas, sin las ma- reas, sin el movimiento aparente del sol, etc... Pero ocurre que (sumbainei) una serverot timplemente lo siguiente: por lomenos desde Aristbieles se sabe que el hecho de que “al- ‘gumas x son p” no implica que “todas las.x son py que la negacién de esta implicacién es en re- alidad une tautologia. Es afligente pensar que una pane inmensa de la filosofia europea, clisica y contemporinea, quito construir sistemas fundados en esta tautologia vacia, la cual, como ocurre fre- cuentemente con Ias tautologias en estos textos, sirve para enmascarar una no imutologia cardinal. Esta sencillamente es la de que existe lo casi universal inmanente. Hay drholes. Hay estrellas. Anth- ropos anthropos genna. Y asi aucesivamente. * En Jo que me incumbe esta linea de pensamiento esté jalonada por los capitulos V y VI de L'nstitation imaginaire de ta société, escritos entre 1968 y 1974 (y publicados en 1975), por “Scien- ce modeme et interrogation philosophique”, (1971-1973, reproducido ahora en Les Carrefours di labyrinthe, especialmente pigs. 178-185) y por algunos oiros textos contenidos en este volumen. Lo que en “Science modeme...” yo designaba como “un sistema esencialmente subjetivo”” que mos- traba que el ter vivo “s6lo puede ser concebido desde el interior, que el ser vivo constitaye su pro- pio marco de exiatencia y de sentido, que es su propio a priori, en suma, que estar vivo es ser para si, como cientot fil6sofos lo habian afirmado desde hace mucho tiempo" (pég. 181) ha sido desig- nado de manera precisa y feliz como el cerce del ser vivo por Francisco Varela (Principles of Bio- logical Autonomy, Nomth Holland, Nueva York y Oxford, 1979; una traduecién francesa profunda- mente retocada se publicard proximamente en las Editions du Seuil), expresién que posterionnen- te hube de utilizar yo mismo, En esta misma linea de pensamiento hube de encontrarme también con Henri Atlan (véase expecialmente Enire le cristal et La furée, Paris, Ed. du Seuil, 1979) y de nue- vo con Edgar Morin, cuyo libro La vie de la vie (vol. I de La Methode, Paris, Ed. du Seuil, 1980), contiene una reflexién sobre el ser vivo de una riqueza y de una pentinencia extraordinarias. 225 multitud aun mayor de fen6menos que son indiferentes para el ser vivo—como por ejemplo, la expansién de los enjambres estelares globulares, la rotacién de las galaxias y las estructuras mismas de éstas— estan regidos (en partes) por la gravitacién. En otras palabras, la hipdtesis de que los seres vivos, partiendo de sus “necesidades” y de una X totalmente cadtica, construyen un “fragmento de mundo” en el que todo ocurre como si hubicra gravitacién sobrepasa los [mites aceptables de gratuidad erfstica. La hipdtesis es por, lo dems, intrinsecamente contradictoria. Presume la universalidad y el cerco de las necesidades del ser vi- vocomo partes constitutivas de ese mundo, del cual, por otro lado, pretende afir- mar el carcter total de X. Es mas aun, semejante constructibilidad del mundo como virtualidad trasciende infinitamente el “circulo epistémico” de lo vivo y, en Tealidad, todo limite que se Je pudicra asignar. Esto equivale a afirmar que existe lo universal inmanente o lo conjuntisia-identitario inmanenie, indepen- dientemente de la existencia del ser vivo mismo’ Ciertamente ello no significa que esta “estabilidad”, esta “organizabilidad”, esta “separabilidad” —la “ftormabilidad” en general— agotan cl mundo. Por lo que sabemos, s¢ trata de todo Io contrario pues sdlo incumben a una parte 0 va- nias partes del mundo. Pero por lo menos una cosa es scgura: existe un estrato del ente natural lo suficientemente organizable para que el ser vivo exista en 61; y lo esencial de la organizacién que impone el ser vivo a ese estrato es conjuntista- identitario, ensfdico para abreviar.!° Llamo a este estrato, en el que estd incluido el ser vivo, el primer estrato natural. Como parte del primer estrato natural, el ser vivo se nutre de él no séio utilizando su materia-encrgia y extrayendo de él la“en- tropfa negativa” (Schrédinger) sino que se nutre de él, se puede decir, ontolégi- camente y légicamente por cuanto dicho estrato Je permite construir cada vez su mundo propio de ser vivo, por cuanto encucntra en 6] no “informacién” (la ex- presin no tendria sentido), sino algo formable. Deiengdmonos un momento a considerar la significacion de esta “construc- cién del mundo” por el ser vivo y para é1. El émino “construccién” no es apro- Piado pues implica que el “constructor” no hace sino reunir y armar elementos que existian ya en su propia “forma”, implica que el constructor se entrega a una actividad simplemente de combinacién y yuxtaposicién segiin un plan. ¥ cier- tamente no ¢s esto lo que ocurre con el ser vivo, Y también es esta la raz6n por lacual el término “autoorganizaci6n”, tan ulilizado desde hace quince afios, me parece malo, En Ia lengua corriente, ese término significaria que cl ser vivo (ya existente de cierta mancra mistcriosa) procederia a su “propia organizaci6n”, a reordenarse de manera diferente. No se debe ci¢riamente a un azar el hecho de que esta terminologia esté tan frecuentemente vinculada, en el dominic biolégi- co, con la persistente utilizacién de la tcorfa de Ia informacién, que aqui es una » Sobre Ja nocitin de conjuntista-identitario, véase en este libro “La Iégica de los magmas y la cuestién de la autonomia” y L'/nstitution imaginaire de Ia société, capivulo V, passim. *® En adelante utilizo este ncologrsmo practice y claso (ensembliste - identitaire), asi como sus derivados ensidizar, ensidizable, ensidizacién cuyo sentido es claro. 226 verdadera lepsis tod zetiimenoil, un begging the question, una manera de dar de antemano la solucién del problema con ¢l problema. En fa “naturaleza” no viva no hay “informacién” para el ser vivo, es éste quicn crea hasta los bits de lo que, para él, es informacién, Asimismo, en el dominio social y politico, el términoau- toorganizacion es utitizado por quienes, ignorando la radicalidad de Ia autocre- acién de lo historicosocial, persistcn en pensar (que se den cuenta de clio o no) en términos de un “individuo” (que posee por su nacimiento, no se sabe cémo, lengua, entendimiento, mirasreales y articuladas, etc.,en suma, un ser de ficcién frente al cual los centauros y las quimeras enrojecerian de vergiienza por su pro- pio realismo), individuo que, multiplicado cn un nimero suficiente de ejempla- Tes haria nacer lo “social” como simple efecto de coexistencia y de yuxtaposi- ci6n; 0 bien el término es ulilizado por quienes quicren reducir la profundidad de la cuestion politica (como cuestidn de la autoinstitucién explicita de la socie- dad y, por Io tanto, de su autotransformacién radical) a revoques 0 arreglos du- rante los cuales seria permitido “autoorganizarse” a los miembros dela sociedad, quienes sin duda alguna tendrian su palabra que decir sobre la composicién de Ja lista de platos de las cantinas de las empresas. Elser vivo, al apoyarse cn un ser asi organizable (cs decir, ensidizable) de lanaturaleza no viva, se autocrea como ser vivo al crear al mismo tiempo un mun- do, su mundo, ¢] mundo para ¢l, ser vivo. Importa distinguir (distincidn y sepa- racién abstractas, ciertamente) un aspecto “positive” y un aspecto “negative” o un “interior” y un “exterior” de esta ercacién. El ser vivo crea formas nuevas y, en primer lugar, se crea 1 mismo como forma o, mejor dicho, sobreforma que se despliega en una multiplicidad innumerable de formas especificas del ser vi- vo (nutricidn, metabolismo, homeostasis, reproduccién, scxuaci6n, etc.)al tiem- po que se multiplica diferencidndose entre las especies, Pero, desde otro punto de vista, al existir crea estratos entcros de “realidad” materialmente aprehensi- bles y discernibles. Asi, por ejemplo, ci color y los colores, el hecho de tener un color en general es una pura creacidn del ser vivo (de cierias especies de seres vivos). En la naturaleza no viva, no hay colores, hecho cuya inmensa significa- cién es, no por azar, constantemente ignorada o pasada por alto por la gran ma- yoria de los fildsofos y de los cientificos, obscsionados como estan por cl ilesco de eliminar las“cualidades segundas” y de “reducirlas” a propicdades, relacio- nes, etc., de la naturaleza no viva. Evidenicmenic las “cualidades” scgundas son més primeras que las otras; en ellas es donde vive el ser vivo (y nosotros), de ma- nera que la idea de que se las hace desaparecer “explicandolas” es de una estu- pidez insondable. No se hace desaparecer cl color “explicandolo” por correlacio- nes entre longitudes de onda y determinada estructura de los aparatos recepto- res y del sistema nervioso central; y en cl fondo no se explica nada, sino que se comprueba una correlacién regular. El hecho y el ser aside ta sensacidn subje- tiva del color son absolutamente irreductibles (como lo son los del olfato, del gusto, del placer 9 del dolor). EI ser vivo crea asi estratos de ser irreductibles —este es el aspecto “posi- tivo” o “interior’— y los crea dentro de un cerco —este ¢s el aspecto “negali- vo” o “exterior”, pues dichos estratos sdlo cxisicen para 61 y cada vez (en el ca- so de cada clase o especic o aun de un ejemplar singular viviente) son pura 61 lo 227 que son (el fi estin) con su carga de ser—, cosa quc la teoria de la informacién esté condenada a ignorar pues “pertinencia, peso, valor, significacién™ son di- ferentes segiin el ser vivo considerado. Por cjemplo, para nosotros los seres hu- manos, como simples seres vivos, la luz polarizada no existe (siendo asi que ¢lla tiene una inmensa carga de ser para las abejas 0 las tortugas de mar), asf como para ningiin ser vivo terrestre existen las ondas de radio. A los efectos de Ja presente exposicién, recuerdo seguidamente algunas de las limitaciones (para nosowos) del ser vivo y de esta creacién:'? —+sta creacién tiene lugar, en el caso de cada espocic, de una vez por todas (relativamente y “en cuanto a lo esencial”)}; —esta creacién se realizaal mismo ticmpo bajo una constriccién ocoaccién fundamental (“en cuanto a lo esencial” es exclusiva): la coaccién de la funcio- nalidad 0 finalidad instrumental.” Dicho sea entre paréntesis, nos es imposible conccbir este crear algo para st dentro det cerco del ser vivo sin un equivalente minimo en él de una espon- taneidad representativa, en ei sentido dc creacién/establecimiento de un mun- do calificado, es decir, lleno de cualidades, algunas de las cuales tienen cualida- des correlativas, “pero no equivalentes” extemas y otras no las tienen. Para de- cirlo de otra manera y una vez més, aun en e! caso de las cualidades cuyas cua- lidades correlativas “externas” existen, su ser as/¢spccifico en un ser vivo pro- cede de una espontaneidad (y no de una pasividad o receptividad) de éste. Des- de luego, la representacion (Vorstellung) en cl sentido elemental no implica la reflexién (las mas de las veces los sucfios son representaciones sin reflexi6n). Ahora bien, en la medida en que necesariamenic hay pluralidad de representa- ciones y en la medida en que cada una de ellas cs inuinsecamente multiple, es- ta espontaneidad representativa implica una facultad, una potcncia (diinamis) creadora de las condiciones mds englobantes de la sensibilidad, es decir comoun receptaculo, 0 sea un “espacio” y un “tiempo” como puros recepticulos ensfdi- cos. Esto no es otra cosa que la posibilidad de las “formas puras de la intuicién” dela Critica de farazén pura. En otras palabras, la Esi¢tica trascendenial es bue- fa para los perros y, por supuesto, también para nosotros en la medida (inmen- sa) de nuestra afinidad con tos perros. Lo mismo cabe decir de la “imaginacién trascendental” de Heidegger (en Kant y ef problema de ta metaftsica). La ima- Binacién de la Critica asi como la imaginacién de Kant y ef problema de la me- taflsica producen, y s6lo producen eso, la misma cosa de una vez por todas; se- mejantes imaginaciones son sélo las sombras unidimensionales de la imagina- cién radical y de lo imaginario radical, instancias sin las cuales no hay ni podria haber conocimiento ni historia del conocimicnto. (Puede decirse, por lo demas, Jo mismo sobre las formas elemcntales y necesarias de relacién, las “catego- sfas”.) Me ocupo largamente de toda esta cueslién en L' élément imaginaire. 1 *Scjencie modeme”, op. cit., pag. 180. 12. Véase L'fnstitution imaginaire de la société, capitulo V y en este volumen “Lo imagins- io; la creacién en el dominio historicosocial”. 1 Sobre los abismos que encubre esia expresién, véase “Science modema...", anticulo ci- indo, pig, 182. 228 De manera que la simple existencia del ser vivo implica la efectividad de un inmenso estrato ensidizable de fo que es, strato que excede de manera incon- mensurable lo vivo, al tiempo que esa simple existencia implica la posibilidad y la efectividad de que surjan, en el ser/ente formas nuevas ¢ irreductibles (co- moel propio ser vivo y sus obras). Implica pues (puesto que el ser vivo pertene- ce al ser/ente) una heterogeneidad ontélogica escncial, esto es, una estratifica- cién irregular de lo que es 0 wna falta de intcgridad plena y radical de toda de- terminacin entre estratos del ser/ente.'* Continuemos andando por el camino concreto de los hechos. Consideremos al ser humano y la cuestién de su cardcter especifico en relacién con el simple ser vivo, Paracomenzar nos concentraremos cn una dimensién, la dimensién psf- quica (lo cual ciertamente presupone una abstraccién separadora). Siempre su- pimas (y el psicoandlisis como teorfa y como préctica confirma, amplia y dilu- cida inmensamente ese saber) que el psiquismo humano es lo que ¢s tinicamen- te gracias a una ruptura radical con el “psiquismo” animal ocon lo que podemos pensar que sea este Ultimo. Sélo sefialo aqui algunos rasgos, aunque decisivos, de esta ruptura. En el ser humano hay desfuncionalizacién del funcionamiento psiquico, que se traduce particularmente en la desfuncionalizacién de la imagi- nacién y en la desfuncionalizacién (que a menudo se convierte, como se sabe, en lacontrafuncionalizacién) del placer y particularmente en el predominio del pla- cer representative sobre el placer de drgano. Por qué ello es asf no es nuestro problema. Es evidentemente imposible no relacionar este desarrollo con el considerable crecimicnto cuantitativo del siste- ma nervioso central en el homo sapiens, pero también y tal vez sobre todo con cambios en la organizacién de ese sistema nervioso."* Lo cierto es que el anillo funcional del simple ser vivo queda roto en cl hombre y que esa ruptura sé rea- liza por la presi6n de un desarrollo exorbitantc, propiamente monstruoso, del psi- quismo, desarrollo andlogoa unancoformacién patolégica y particular delaima- ginacién como imaginacién radical, flujo representativo incesante, sin relacién con “necesidades vitales” y hasta contrarios a éstas, constituye un surgimiento inmotivado de representaciones. Fragmentns de la organizacién psiquica “ante- tior”, organizacién esencialmente ensidica, subsisten por cierto —la légica de los sucfios los mucstra constantemente en accién y {a fabricacién social del in- dividuo se apoyarfa también en tales fragmentos—, pero como restos flotantes después de un naufragio en un mar encrespado. Como propiamente bioldégico, el género humano es pues monstruoso, for- mado por ejemplarcs absolutamente ineptos para la vida. La especie humana pro- bablemente habria desaparccido si no se hubicra producido otra aparicion en el ¥ Gnuraré en la discusi6n detallada de Lodo esto, incluso desde el punto de vista “cientifico po- sitivo™,en Temps et création. Pero lo haré s6lo por descargo de conciencia y por temperamento po- IMtico pedag6gico. Para quienquiers que reflexionc un poco, el hecho del color deberia bastarle pa- ra establecer lo que se dice en el texto. ‘5 Parece que en cierios mamiferos marinos la relaciGn de peso del cerebro y el peso total del animal es del mismo orden o superior a la del homo sapiens. 229 nivel deloandénimo colectivo: la autocreacion de la sociedad como saciedad ins- tituyente. En otros lugarcs ya hablé suficientemente de ests cucstién. Baste aqui con recordar algunas evidencias: la psique monddicu, demente, del ejemplar sin- gular de homo sapiens sc transforma cn individuo social por la imposicién que sufre de un lenguaje, de modos de conducia, de miras realizables, de 1a capaci- dad de coexistir con otros y por fin de aspectos concretamente discernibles del magma de significaciones imaginarias sociales instituidos cada vez, magma que es lo tinico capaz de suministrar para la psique un sentido a la existencia indivi- dual y colectiva y a la realidad, cxistencia y realidad que sdlo pueden prestarse a recibir sentido precisamente porque cada vez estén construidas de la manera apropiada por la institucién de la sociedad. Lainstituci6n de la sociedad sc realiza también por reconstitucién de una di- mensién ensidica (conjuntista-identitaria) explicita. Es esta dimensidn la que se despliega en el legein y en el teiikhein —cl lenguaje como cédigo seudounivo- coy la prdctica como actividad funcional ¢ instrumental— de cada sociedad.’* Reconstitucion que se apoya en el ser asi del primer estrato natural, pero que es- tA lejos de “teproducir” pura y simplemente la légica ensfdica de lo vivo. Pues Ja dimensién ensidica de la socicdad esti cada vex decisivamente codctermina- da por lo que, en la institucién de Ja sociedad, no es ensidico: por la dimensién propiamente imaginaria 0 poiética. También aqui debemos pensar en algo multiple ¢ irreductible. Por una par- . te, la institucién de la sociedad, de toda socicdad, debe establecer so pena de muerte una relacién “funcional” con cl primer estralo natural. (Por ejemplo, cual- quicra que sea su religi6n, una sociedad de pastores nunca podrd creer ni cn bro- ma que las vacas, las ovejas, las cabras son fecundadas exclusivamente por la ac- cin de espiritus.) Como en la Tierra, este primer estrato natural es en todas par- tes “el mismo”, habré por eso elementos comunes ¢n cicrtas articulaciones por lo menos del legein y del telikhein a wavés de las diversas sociedades (en el tiem- po y en el espacio). La presencia de esos elementos comunes ticne una impor- tancia capital: es uno de los puniales de una virtual universalidad de la historia humana, Pues en todas partes hay relacin signitiva asi como cn todas partes hay palabras para designar los primcros elementos por lo menos del conjunto de los némeros enteros naturales o para designar cl ciclo y las estrellas 0 el calor y el frio, etc.!” De modo que si quicro —y si cl hombre no mc mata antes— puedo co- menzara “hablar” (2 utilizar la mostracién de una cnscflanza reciproca de los ru- dimentos de nuestras respectivas Ienguas) con ove ser humano, cualquiera que sea Su tibu. Pero esta condicién necesaria es totalmente insuficiente (como lo muestran las interminables dificultades que cncucntran los etndlogos y los his- toriadores frente a sociedades diferentes de las suyas). En efecto, esta dimensién ensidica, tal como esi instituida por cada socicdad, sc encuentra totalmente in- 18 Véase L’Institution imaginaire de la société, capiuulo V. 1 Véase "Le dicible et indicible” en Les Carrefours du labyrinthe, especialmente pigs. 130- 133: en particular sobre Ie relacién signitiva ol capitulo V deL.’/nstitution imaginaire..., especial mente pigs. 333 y siguicntes. 230 mersa en el magma de las significacioncs imaginarias de la sociedad en cuestion. En definitiva, “uno” significa uno (zy qué significa uno?) a wavés de las diferen- tes lenguas sdlo en su uso como elemento de un cddigo sentado sobre el puro fe- gein. Y esto es facil de ver si considcramos un cjemplo de nuestra propia socie- dad. El piadoso comerciante cristiano nunca accplaria que le dicran un franco en lugar de tres francos, siendo asi que por Jo menos todos los domingos confiesa laiguaidad de uno y tes, sin que esto suponga en modo alguno una escisién psi- quica. Y, por supuesto, esas significaciones imaginarias, de las que lo ensidico mismo forma parte como instituida, no son en modo alguno intercambiables, congruentes, reciprocamente reducibles en diferentes sociedades (Brahma, Shi- va, Vichnu no tienen ninguna relacién con la Trinidad cristiana.) La posibilidad de una verdadera comunicaci6n entre sociedades diferentes y sobre todo de una verdadera comprensién ticne requisitos de un orden completamente distinto, que est4 mucho més alla de lo ensidico, que nunca se dan naturalmente, sino que siempre hay que conquistar.* Por otro fado, independientemente de su solidaridad con fas significaciones imaginarias sociales, lo ensidico recenstituido e instituide por la sociedad pare- ce ciertamente diferente de lo ensidico que encontramos en la naturaleza y so- bre todo en el funcionamiento y en la organizaci6n del ser vivo. A mi juicio, ésa es la verdad profunda que von Neumann habia entrevisto cuando escribié ya en 1955-1956 que “el lenguaje del cerebro noes cl lenguaje de la matemética”.”” Por lo menos, no de nuestra matemética hasta ahora. Y probablemente sea esto lo que hay detrds de lo que bien puede Ilamarse ct fracaso de la “inteligencia arti- ficial”, mds exactamente el hecho de que cn esta inteligencia artificial cocxistan realizaciones avanzadas, que sobrepasan de manera inconmensurable todo lo que el ser humane es capaz de hacer, y una deficiencia aparentemente insupera- ble, congénita, frente a una serie de tarcas que para el ser vivo son mAs triviales. Y parece por lo mengs haber una raz5n central que loexplique. Enel sistema ner- vioso central humano (y sin duda también animal) no hay ciertamente separacién de las funciones estrictamente légicas y de las funciones timicas (afectivas) e in- tencionales y desiderativas. De manera que a primera vista no hay nada sorpren- dente en el hecho de que no se pueda reconstituir mediante una ldgica desnuda, © y empobrecida —la de las computadoras, Ja légica de la “inteligencia artifi- cial”— una organizacién magmdtica en alto grado complejaen lacual, por ejem- plo, no sdlo lo timico (lo afectivo) no esta ni pucde esiar separado de lo noético oligico, sino que lo timico mismo no pucde cxistir sin estar intrinsecamente “de- terminado” en parte, cs decir, sin scr ensidico; {o inversoes sin dudatambiéncier- 4 - to aunque infinitamente mds dificil de formular. Tomé este ejemplo porque, zen qué otro dominio, sino en el de la matema- tica, podrfamos pretender haber creado o reproducido una ¢structura tan neutra, ™ Véaze, por ejemplo, supra, “La polis griegs y Ia creacién de la democracia” J. von Neumann, The Computer and the Brain, New Haven, Yale University Press, 1958, pégs. 80-82. Las mismas ideas estan expuestas en The Theory of Self-reproducing Automata, Ur- bana y Londres, University of Minois Press, 1966, pigs. 31-80 231 js tan indifcrente (una vez establecida su hipdtesis) respecto de las particularida- des de nuestra sociedad y de toda sociedad? Ahora bicn, parece que aun en es- te caso la l6gica ensidica creada por la sociedad ne es fa misma que Ja légica que interviene en las operaciones del ser vivo, cuando en realidad existen otros es- tratos de la naturaleza cn los cuales !a coincidencia cs completa (por ejemplo, to- do aquello que en la naturaleza ticne que ver con la mecdnica racional), En otras palabras y ésta ¢s una conclusién que sobrepasa de lejos el ejemplo aqui aduci- do, la sociedad debe crear de novo y con nucvos costos algo que se asemejea he- chos naturales fundamentales (los de Ja vida), pero que en modo alguno sea su copia o su réplica. El hecho de que haya sociedad y diversidad de sociedades nos remite a una organizacién sui generis del primer estrato natural. Este debe ser de tal condicion que pueda prestar apoyo a una multitud indefinida de organizacioncs que corres- ponden cada vez a una institucién diferente de la socicdad con su dimensién en- sidica particular. Y los mismos hechos remiten al campo historicosocial y a la sociedad ins- tituyente que ejemplifican la existencia de potencias (diinameis) que no pueden atribuirse a sujetos determinados. Pero esta organizacién sui generis 0 mullitud de organizaciones potencia- les y efectivas in re y de organizacioncs, de las cuales cada una es casi exhaus- tivamente ensidizable, no se detienc en el primer estrato natural. Tal organiza- ci6n parece incumbir ala tolalidad del ser/ente “natural” que nos es accesible. Es esto lo que muestra la hisioria de la ciencia cn el sentido fuerte del “rmino, de nuestra ciencia, de la ciencia grecooccidental. Para comprender bien su signifi- cacién, debemos situar su nacimiento en cl conicxto mas general de la organiza- cidn ensidica de todas las sociedades. - Ninguna sociedad podria funcionar (ni siquicra cxpresar sus propias signi- ficaciones imaginarias ni exprcsdrselas a si misma) sin una dimensién ensfdica. Pero ésta permanece circuascripta (cn el sentido matematico del término) en su despliegue en casi todas las sociedades que conocemos. Las sociedades llama- das salvajes ya poseen un saber inmenso —y si lo pensamos bien, mucho m4s asombroso que el nuestro—, saber incorporado en sus actividades y en su fun- cionamiento y, en principio, formulable explicitamenic en el Ienguaje de dichas sociedades, Ours sociedades llamadas tradicionales —cl Egipto antiguo, la Chi- na, los mayas y los aztecas sin olvidar la Mesopatomia, el Iran y la India— cul- tivaron ademés ese saber como Lal y por é1 mismo, independientemente de su uti- lizacién funcional o de su imporlancia como armazén de su mundo imaginario en el sentido estrecho del término. En ¢l primer caso, se ha querido definir el “pensamicnto salvaje” como “actividad chapucera”... y, a decir verdad, con los mismos argumentos se habria podido aplicar el mismo adjective al pensamiento de las sociedades tradicionales arriba mencionadas.™ La caracterizacién no es ® Claude Lévi-Strauss, La Pensée sauvage, Paris, Plon, 1962. 232 falsa, es sencillamente superficial. Lo que parece al observador occidental una chapucerfa es la faltade unidad y de sistematicidad de ese pensamiento segiin los criterios occidentales. Pero esos criterios no son pertinentes aqui. Los salvajes “racionalizan” lo que les importa, lo que les interesa 0 lo que se impone a ellos; no estén poseidos por la locura de extender indefinidamente la racionalizaci6n. Esto nos lleva a considerar otro rasgo mucho mds decisivo, que no se refiere tan sto al saber, sino que tiene que ver con la totalidad de 1a accién y de Ja repre- sentaci6n sociales tanto en Las sociedades salvajes como en las tradicionales: la veda de la interrogacion estd instituida y sellada por el mito {a la religi6n, pe- ro en el sentido en que aqui tomo el término, mito equivale a religién). Chapu- cero es aquel que no fabrica él mismo sus herramientas y materiales sino que s¢ limita a utilizar de nuevo y a recombinar lo ya disponible. En el dominio del sa- ber (como, por Io demas, en los otros dominios) fabricar herramientas y mate- riales exige que uno comicnce a hacer tabla rasa de lo heredado, a cuestionar las representaciones y las palabras de la wibu, es decir en definitiva, cuestionar la instituci6n establecida de la sociedad. La definicién misma de la sociedad tradi- cional (“‘salvaje” o “histdrica”) es la imposibilidad instituida de hacer esto y la imposibilidad psiquica de concebirlo. Verdad es que aun en esos casos la sociedad continda autocredndose y, por lo tanto, autoalterdndose, siendo asi que ella misma no Jo sabe y hace todo Io po- sible para que no se sepa. De manera que en las sociedades salvajes y wadicio- nales hay acumulacién muy lenta del saber —aunque en extensos periodos de tiempo es una acumulacién inmensa—, acumulacién comparable a la de Ia téc- nica, lo cual por lo demas es comprensible puesto que la técnica las més de las veces no es mas que la otra cara del saber. Pero este proceso no es observable en la escala de las generaciones y aun de los siglos y asi debe continuar siéndolo, E] saber ensidico y sobre todo su desarroflo deben continuar siendo implicitos y hasta ocultos, lo mismo que el saber que supone el trabajo de rodillo, de la fabri- cacidn de armas, del invento y perfeccionamiento de fa alfareria y de la agricul- tura2" Como se sabe, la primera ruptura se produce en fa Grecia antigua. Alii al-- go Se separa, se destaca det “saber comin” —o del saber secreto de los sacerdo- tes y de los magos— y aspira a convertirse en episteme humana y episteme pu- blica, abiertaa todos los que quieren y pueden trabajar en ella. Alli nacen las dos exigencias y la exploraci6n de la posibilidad de salisfacerlas que caracterizan lo que nosotros entendemos por pensamiento racional: Ja interrogaci6n ilimitada, por una parte, y lademostracién con cualquicr medio que sea, por otra parte. Ex dentemente la interrogacién leva, y ella misma se lleva también, casi inmedia- tamente a los medios y a la idea misma de demostracién. Ambas juntas forman Jo que los griegos Hamaban el logos didonui, dar cucnta y taz6n. 2 Véase L' Institution imaginaire, capitulo V, pigs 365-369. Periédicamente vuelven & resonac con gran ruido los discursos acerca de las “influencias” del Cercano Oriente y otras sobre la creacién gricga. Esas “influencias” son indiscutibles e impor- tantes en ciertos puntos (Herodoie ya hablaba de cllas); en otros puntos son triviales 0 completa- mente inventadas. De todas mancras a semejantcs discutsos lcs falta la indole misma de una cre- acién hist6rica. “Influencias” hubo y habra practicamente sicmpre; los islotes historicos perfecta- 233 No nos ocuparemos aqui de las conexiones profundas, de laconsustancia- lidad de esta creacién con la creacién politica de los griogos y especialmente con el surgimiento de la democracia; tampoco me ocuparé de las condiciones en las cuales (después de una recuperacién de numcrosos siglos) los dos movimientos —movimiento emancipador de los hombres cn la ciudad y movimiento eman- cipador del pensamiento—resurgicron cn la Europa Occidental. A los efectos de lo que luego expondré nos basta tan s6lo con recordar dos rasgos profundamen- te diferentes —aunque con cierto parentesco entre si— que marcan de manera diferente los magmas de significacioncs imuginarias en las cuales y por las cua- les se produce esla creacién del pensamiento racional en Grecia y su recreacion mucho después en la Europa Occidental. Cada uno de esos rasgos remite con to- das sus fibras a la toualidad de Jo imaginario de cada una de las dos sociedades, Para designarlos brevemente, se trata del lugar del infinite, por un lado, y de la artificialidad, por otro. Son temas conocidos, uno de cuyos aspectos (no sefia- lado hasta ahora que yo sepa) me importa sobre todo. El infinito: podemos comenzar considerando la conocida catéstrofe de los nimeros irracionales. Como se recordaré, cl llamado tcorema de Pitdégoras con- duce inmediatamente a la demostracién de la irracionalidad de la raiz cuadrada de 2 (tal como se formulard por fin en Euclides, la demostracién de esta irracio- nalidad es potencialmente demostracién de la irracionalidad de todas las races —ide cualquier orden— de todo nimero ravional que no sca potencia perfecia de ese orden). Lacatastrofe consiste en que los niimeros irracionales (en griego,arr- hetoi, indecibles, la palabra inglesaes surd derivada de surdus, mudo y lucgo si- Ienciosa) no pueden estar determinados (en un mimero finito de términos, dirf- amos nosotros) como exhibibles o proporcidn de dos ndimeros exhibibles, son apeiroi, ilimitados, indeterminados. Ahora bien lo que es apeiron, lo que no tic- ne peras, lo que no tiene término, limite, determinucién, convadice la interpre- tacidn central del ser como ser determinado y cn gricge quicre decir es lo incog- meme aislados son muy raros. En los casos importantes las influcncias son retomadas, meiaboli- zadas € incorporadas en otra forma nueva que se basta a si misma. Ademés, los tales discursos re velan un desconocimiento lamentable de la légica mis elemental de Ie investigaciGn: zpor qué la influencia egipcia no hizo nacer, pues, una matemética cliope? Y ya que estamos hablando de es- tas cosas, .qué hicieron los hebreos con las influencias matemiticas y astronémicas de los egipcios y mesopotamios, mucho més cercanos a ellos que los gricgos? gY por qué la “influencia” griega no loges impedir que no haya ur safo, digo bien un solo, matemstico romano del que se pueda citar el nombre? En fin, en este caso, como en los otros, conviene tratar de comprender de qué se est ha- blando. No se trata de Ia creacién de un espacio del logas y de los medios de moverse en ese espa- cio. Que yo sepa, nadie ha atribuido a Ios gricgos el invento (capital) de Ja cinta de medir Ias lon gitudes. Se les atribuye la demosiracién de} teorcma de ta hipotenusa. En todo caso, si mafiana se descubrieran en un papiro en una tablcla, en Egipto.o en la Mesopotamia, los resuliadas comple- ws de N. Bourbaki, el hecho no cambiarla en nada Ja cuesiién de que esiamos tratando ni lo que yo afitmo. Hubo matemétics, tal como nosotros Ta entendemos, a partir del momento en que hubo demostracion. ® Se encontraré una répida vision de esto supra en "La polls griega y la creacién de la demo- eracia™. 234 nogcible. Importa poco aqui saber cémo Endoxio (alrededor de 390-340 a. deC.) extendiendo la teoria de las proporciones (que se encontraré en el Libro V de Eu- clides) y al inventar la aproximacién indefinida del limite (que los modemnos Ila- maron método exhaustivo), resolvié este problema y a la vez creé Ja solucién gtiega de lacuestién de los infinitesimales (Euclides, Libro X , prop. 1). Loesen- cial consiste en que los griegos nunca aceptaron en matemAtica otras demostra- ciones que las que hoy se llamarian finitistas y constructivistas. Asimismo, An- tifénel “sofista’(contempordnec de Sécrates) habia en realidad resuelto la famo- sa cuadratura del circulo como la resolvemos nosotros: Antifén hizo de ta cir- cunsferencia el limite de perimetro de los poligonos inscriptos cuando su nuime- to de lados aumenta indefinidamente. (Y ya se sabia que en todo polfgono hay un cuadrado equivalente, Euclides II, 14,} Pero Aristételes lo censuré severa- mente: fon tetragonismon (...), on Antiphontos oi geometrikoi, lacuadratura de Antifén no es geometria (sino que seria mds bien “dialéctica”), la geometria de- ‘be proceder por “resolucién en partes”. * Otro ejemplo extremadamente instructivo se relaciona con el aparente“ab- - ° surdo” de la teoria del movimiento de Aristételes, Thomas Kuhn ya dijo lo que . habia que pensar de la incomprensién obtusa delos modemnos y de lo que ella sig- nificaba.® Ser es sec un ser determinado; qué es pues lo que entra en las deter- minaciones esenciales de las cosas? Para los antiguos en general y Aristételes en particular se trata del Iugar: la respuesta a {dénde? (pou?) es calegorial. Y, pa- ta Aristételes, todo tiene su finalidad, su tefos que es su naturaleza; por consi- guiente, una cosa “material” tiene un /ugar natural, el lugar donde se encuentra o bien el lugar en que ella misma naturalmente es Ilevada (que nosotros determi- namos por la observacién: hacia abajo en el caso de las cosas pesadas, hacia arri- baen el de las livianas). La fuerza como causa es, pues, lo que provoca el cam- bio de lugar y Ja fuerza puede ser “natural” y lleva entonces la cosa asu lugar na- tural o puede ser “no natural”, “violenta” y entonces leva la cosa a otra parte que no es su lugar natural. Para cambiar todo esto habré que admitir estas extrafias ideas: que no es el lugar lo que corresponde a las determinaciones esenciales de una cosa, sino que es su estado de movimiento y que el “estado natural” de ese movimiento, si es licito decirlo asi, no es el cero de movimiento sino que es e} movimiento rectilineo y unforme del cual el cero de movimiento no es mds que un caso particular. De ello resulta evidentemente que no puede ya haber “lugar natural” para ninguna cosa y que la fuerza es causa, no de movimiento, sino de ™ Antifon: Diels, IL B 13 = Simplicius, ad Phys, 54, 12; Aristételes: Fisica, I, 2, 185 a 14. So- bre Arquimedes: utilizacién de los métodos extra-geométricos (mecénicos), utilizacién pemitida come procedimiento heuristico, con la condicién de que siga luego la verdadera demostraciGn ge- ométrica riguross, Pras Eratasthenen Ephodat, ia Méthode a Eratosthene, Mugler (Budé), Til, pigs. 82-84, % Digo bien los modernos, que se creen tan sabios y tan inteligentes; no hablo de fos inicia- dores que desde el siglo XII al siglo XVII pugnaron por crear la nueva teorfa del movimiento. Vé- ase Thomas S. Kuhn, The Essentiai Tension, University of Chicago, Chicago y Londres, 1977, pégs. 11-13, y sus seminarios (inéditos) mencionados al principio de este texto. 235 cambio del estado de movimiento.* De ello también resulta que deberfa haber un movimiento rectilineo uniforme infinito y, por lo tanto, un espacio infinito. (Observemos que para nosowns esta tiltima idea es rigurosamente falsa,) éPor qué no habria podido Aristételes pensar todo esto? 2Por qué fue “na- turalmente” conducido a pensar lo que pensé? Kuhn Io record6: porque para Arist6teles las “cualidades” son muy importantes, porque su nocién de movi- miento no es sdlo la de movimiento local sino que comprende también la alte- racién, €] crecimiento y el decrecimicnto y, por fin, la generacién y la descom- posicién, movimientos “cualitativos”; porque el “movimiento local” es para él encierto sentido también como un cambio de cualidad y porque, como esos cam- Dios son por regla general “naturales”, debe haber también iugar natural (Cabe asimismo decir que debe haber igualmente finalidad local de las cosas.) A todos estos elementos justamente sefialados por Kuhn se puede agregar owo: si Arist6teles hubiera concebido el movimiento de otra manera, tal vez (y hasta probablemente) se habria visto Hevado a acepusr la infinitud del espacio. Pero eso era imposible: para Aristételes el espacia debe ser finito, el mundocon- cluso y esférico. ,Habia aqui un limite absatuto del pensamiento de Aristétcles 0 del pensamiento griego antiguo, alga no pensado e impensable? En modo al- guno: Aristételes tepide ad nauseam que no pucde haber infinito en acto preci- samente porque una cantidad de pensadores anteriores y contemporancos habia afirmado lo coatrario. El mas importante de eflos y con quien Aristételes discu- te de continuo es el gran Demédcrito, para quicn sélo habia “Atomos y vacio” y ensefiaba, si hemos de creer a los doxdgrafos, la infinitud del espacio y de los mundos. De modo que habia sna bifurcacién del pensamicnto. E} pensamienio griego habja creado también (entre todas las demas cosas) el concepto de infi- nito, tanto en matematica como en fisica. Pero quien habia de ser et representan- teculminante y privilegiado en los siglos venidoros, Aristételes, sinrechazar por completo esta idea del infinito la puso, si és licito decirlo asi, “en su lugar”: el in- finito es s6lo virtual, la serie de los nimeros enteros y la subdivisién de la linea en s¢gmentos no se detienen, pero nunca pucdcn darse juntos todos a la vez (ama). Esto también explica el hecho de que Aristdieles (y los griegos antiguos en genera}) pueda rechazar el infinito espacial y aceptar el infinito temporal: un pasado infinito, un futuro infinito"'sdlo son” virtualmente; un espacio infinito (y mundos infinitos) significaria una totalidad infinita dada en acto. Si hay (como lodice Aristételes en la Ffsica, IV) siempre tiempo “otro y otro”, ese tiempo sur- ge de vez en vez; pero si hubiera espacio “otro y otro”, dicho espacio no surgi- ria a partir del momento en que lo visitéramos, sino que ya habria estado siem- Pre presente, EI paso del “mundo concluso” al “universo infinito”, segin la hermosa ca- racterizacién de Alexandre Koyré, ponia en juego precisamente dos mundos de significacién. Su dificultad no era la dificuliad de “reconocer” el infinito, sino que era la de colocarlo en el centro de todas las cosas (y el Dios hebreo o cris- tiano nada tiene que ver con este paso que ya tenia quince siglos y el mundo con- % Véase L'Institution imaginaire de la société, pigs. 271-272, nota 30, 236 tinuaba siendo esférico). Por eso también es un poco rapido Nicolas Bourbuh} cuando habla de ese “paso, tan natural (desde el momento en que uno ha ech: do a andar por ese camino) que ya lo vimos anunciado por Fermat, el paso del plano y del espacio ‘ordinario’ al espacio de n dimensiones...” Este paso “tan na- tural” tardé “mds de dos siglos para penetrar en los espiritus”; se manifiesta s6- lo oscuramente en Gauss y hay que esperar a Cayley y a Grassmann (alrededor de 1846) para verlo practicado “con soltura”.” Ciertamente a Arquimedes oa Gauss no les preocupaba el paso de 3 a 4; lo que estaba en juego eran significa- ciones y esquemas mucho mas profundos. Lo mismo puede decirse de las geo- metrias no euclidianas: Ja constcuccién de la trigonometria esférica entre Hipar- coy Menelao, del siglo Ila. de C. al sigloI d. de C., habria podido conducir a una consideraci6n intrinseca de las propiedades de un espacio esférico, es decir cur- YO. Seré mucho mas breve, por falta de espacio, en lo tocante a la artificialidad. Yeamos algunos hechos: sélo est4 la “maquina de vapor” de Herén de Alejan- dria (siglo 1d. de C.). Estan jas calculadoras analégicas (e] “mecanismo de An- ticitere”, siglo I a. de C.; el “calendario de Londeres”, entre 330 y 640 d.deC., perocon antecedentes sin duda mucho m4s antiguos™); también y sobre todo, es- tan las extraordinarias m4quinas de guerra, pero se registra también una falta de interés por lo “artificial” fucra de esta tiltima categoria (excepcidn que se com- prende facilmente). Ahora bien, esa falta de interés se refiere sobre todo alo ar- tiftcial tedrico. En sus escritos, Aristételes ya utiliza las letras de manera alge- braica; ese empleo noencontrardeco y aun cn Diofante, mucho después, los sim- bolos “artificiales” (artificiales evidentemente en un segundo grado) continian siendo raros. Europa, por lo menos desde Cardan, no cesar4en cambio de inven- tar simbolos antificiales, Para los griegos. hay phiisis y hay nomos, pero para la corriente que enue ellos llegé a ser dominante, la corriente contra Demdcrito y contra Prot4goras, elconocimiento dela phiisisno procede del nomos. Tampocolos modemos acep- tarén por regla general la idea de la artificialidad del saber; y sin embargo se en- tregar4n, en realidad, a ella sin reservas. Digase lo que se dijere, hay ciertamente unidad en el proyecto teérico de Grecia y de la Europa occidental. Esta unidad se traduce en la readopcidn de la exigencia del logon didonai, plenamente activa desde Guillermo de Occam por Jo menos. Est4 simbolizada por el desarrollo en un sentido unitario de la mate- mitica, desde Hipécrates de Quios y Eudoxio hasta los grandes inventos mader- nos. Pero esta exigencia esta esencialmente sobredeterminada en los dos casos por el magma de las significaciones imaginarias de que aquella surge; de mane- ra que dicha exigencia conduce en direcciones diferentes. Se puede intentarcaracterizar esta diferencia mediante las dos ideas siguien- ™N, Bourbaki, Alg2bre I, capiulos 1a TV. Nota hist6rica, A II, pégs. 205, 208-209. Véase por iltimo Pierre Thuillier, “Les mecaniciens grecs sortent de l'ombre”, La Recher- che, diciembre 1985, pags. 1540-1544. 237 tes: la idea de infinito y la idea de artificialidad. La ciencia moderna se manifies- tacomo la elaboracién subjetivamente y objetivamente ilimitada {y sin duda al- guna interminable) de Ja Iégica ensidica y de los estratos que ésta descubre y construye en lo “real”. La ilimitacién de Ja investigacién modema depende sin duda ella misma de un esquema imaginario de la racionalidad total del serfen- te fisico, esquema extrafio a los gricgos (en todo caso hasta Aristétcles inclusi- ve). La artificialidad conduce a una transformacién de la csencia misma del “ob- jeto” matematico que culmina en la “libre formulacién” de axiomas inconcebi- bles para los griegos, quienes considcraban (como también Kant) que tales axio- mas expresaban propiedades intrinsecas o “naturales” (por mas que fueran “sub- Jetivas”) del espacio, no formulaciones arbitrarias sometidas sencillamente a las obligatoriedades de Ja independencia, de la nocontradiccién y eventualmente de ja plena integridad. Ciertamente es dificil no cotejar esta ilimitacién y esta artificialidad con la significacion imaginaria central del capitalismo. es decir, con la expansion ili- mitada del dominio “racional”.” Pero lo que nos importa destacar aqui ¢s Io que | ese despliegue de laciencia modema (en el viejo sentido de esta palabra, esto es, desde fines de la Edad Media) revelaa Ia vez en el ser de su objeto y cn el ser de su sujeto precisamente en funcién de su ilimitacién y de su artificialidad. Si se ha comprendido nuestra manera de argumeniar anterior, el lector ya lo habrAadi- vinado: un despliegue cientifico det tipo que muestra la ciencia occidental des- de, digamos, Galilco, no seria posible no en “cualquier universe” ni para “cual- quier sociedad” formada por encarnaciones accidentales y no esenciales de una conciencia en general. Lo que este desplicgue revela en su objeto es, por un lado, la confirmacién de la extraordinaria universalidad inmancnte de las leyes descubicrias y creadas por nosotros partiendo de consideraciones estrechamente “locales” (o bien la ex- tensién de estas leyes practicamente “ilimitada” pero “circunscripta”; ya nos re- ferimos a esto cuando hablamos del ser vivo), y esas leyes se manifiestan como “tocalmente universalcs” o “universales por estratos”; aqui “local” no significa una bola 0 un compacto en R* sing un folio 0 varios fotios de un fotiado trans- versal; y este desplicgue revela, por otra parte, cucstién mucho mas importante —contrariamente al programa inicial del proyecto cientifico occidental que pa- ta muchos continua siendo aun valido—, una enorme irregularidad en profundi- dad, la ausencia de unidad sistematica (por lo menos Lal coma podcmos o podri- amos concebirla), fracturas, canyons, grictas césmicas que, por lo demas, no sig- nifican —otro motivo de asombro sin fin— ninguna “incoherencia” positiva. Ya sabiamos —aunque este saber es todavia para muchos objeto de controversia— que no hay un verdadero pucnte que vaya de Jo fisicoquimico al ser viva, ni de éste a lo psiquico y a lo historicosocial. Los reduccionistas protestarAn y nos acusarén de oscurantismo; la inica respuesta que merecen esos barberos, que afeitarén siempre gratis, pero mafiana, es: hic Rhodus, hic salta, Y aun menos. Nadie pide que se dé 1a “explicacidn” de la sensacisn det rojo, sdlo ® Vase supra “Reflexiones sobre cl ‘desarrollo’ y la ‘racionalidad”™”. 238 se pide que se diga en qué podriu consistir esa sensacion. ,Cual seria la sintaxis y la semantica de la proposicién que pudicra expresarla. ;Serdn tal vez del tipo "a+b X, Inego Dios existe” n (Euler a Diderot, San Petersburgo, 1774)? 4O sera mas bien del tipo: “400 nanémetros sensibilizan ciertos receptores en tanto que 780 sensibilizan otros; dc ahi a razGn por la que su hija es muda y usted ve tan pronto violcta, tan pronto rojo”? Ciertamente esto no entrafia nin- guna incoherencia positiva ni significa que ef ser vivo pueda “violar” las leyes fisicoquimicas o que el hombre pueda violas las leyes bioldgicas (cn este timo caso hay que revisar a fondo el sentido del témmino ley, pero ésa es ota historia). Los que son esas ieyes, esas relaciones, elc., en cl nivel del ser vivo, no tiene sen- tido para el fisico como tal, o para cl neurofisiGlogo como tal, quien en el Entie- rro del conde de Orgaz no ve ni pucde ver mas de lo que pucde ver en cualquier otra superficie cubierta de colores. Por otro lado, esta discusién sélo es util con referencia a los bidlogos y a los. fisicos rezagados (aunque ellos forman legién). En efecto, para quien no quic- Te enceguecerse voluntariamente, la ruptura y la hetcrogencidad estén en el cen- tro mismo de la roca, el enemigo esté instalado ya desde hace por lo menos cin- cuenta afios en cl bastion principal, en la fisica teérica, La ficcién de ia homo- gencidad del universo fisico —que esté cn la base de la idea de reductibilidad—, est4 desquiciada. Los estratos del ser/ente fisico son evidentemente “compati- bles” pero no se dejan integrar en un sistema unitario y homogéneo, Macrofisi- ca corriente, fisica cudntica ¢ hipermacrofisica (para utilizar cl término emple- ado por W. Heisenberg ya cn 1935) suministran cl ejemplo (cn la etapa actual de nuestra ignoracia) de tres estratos teGricamente irreductibles entre si. Entre csos tres estratos los pasos son “practicables” pues hay un mundo, pero no son rigu- rosos, son simplemente “numéricos” y no teéricamente construibles: ese mun- do no es “sisiema” ni sistema de sistemas.” ‘Si queremos ilustrar aun més la situaci6n teérica de la fisica fundamental de hoy, recordemos que estructuras tan profundas que parecian en realidad comple- tamente implicitas y perfectamente clasicas, en las concepciones mas subversi- vas del iiltimo perfodo (la relatividad general, la mecdnica de tos cuantos y 1a fo- pologia del espacio-tiempo) son puestas en tela de juicic desde hace mas de vein- te aflos y parecen a punto de ser abandonadas. La concepcién de John Wheeler, por ejemplo, considera varias “escalas” del espacio-tiempo cuyas topologias di- feririan esencialmeme. Para utilizar la imagen de ese autor, digamos que vemos y vivimos en Ja vida (y en la fisica) corrientc un espacio-tiempo liso, como la su- % Hace ya mucho tiempo que insistf sobre este punto (“Science modeme ¢t interrogation phi- Josophique”, op.cit., pags. 158-174), que parce continuar siendo incomprensible para el grueso de Jos fisicos, es decir, la relaci6n entre teoria newtoniana y torts de Ja relatividad. Presentar la pri- mera como una “aproximacién menos buena” que la segunda significa ignorar la heterogencidad de los postulados y de tas estructuras teGricas de lus dos concepciones y hablar no como fisicos te- Gricos sino como cocineros de decimales. 239 perficie del océano vista desde un avién, cuando en realidad a una distancia me- nor esa superficie esiA recorrida por olas y si esiA uno mas cerca advicrte que tie- necorsientes, turbulencias, espuma, etc. Esta “espuma” del espacio-tiempo (que intoduce a la vez discontinuidades y cambios permanentes en la lopologia mis- ma) apareceria en la escala de !a longitud dc Planck, es decir, 2 x 10°5 cm! Y serian las fluctuaciones cudnticas de Ja topologia del espacio-tiempo en esta tiltima escala las que darfan lugar al nacimientoy a la desaparicién de las par- ticulas “eiementales”. De nada sirve decir que se wata sdlo de una teorfa, Sila concepcién de Wheeler no se impone, se impondran otras, tal vez aun “peores” —comoelespacio twistorial de Penrose—, pues es necesario intentar salir dees- tasituacidn absolutamente cadtica de la fisica fundamental de hoy, Tampoco sir- ve para nada decir que en todo esto sdlo se trata de “efectos de escala” sin alcan- ceteérico 0 filos6fico. Observemos en primer lugar que esos presuntos “efectos de escala” estan ya en la relatividad general donde, por el contrario, lacondicién dc ia “lisura” o de Ja “regularidad habitual” cs lo inverso: cl cspacio-ticmpo, que noes euclidiano en su totalidad (whatever that may mean), es cuclidiano “local- mente” (lo “local” significa aqui desde luego una bola de R4 de did4metro sufi- cientemente pequeiio). Ahora bien, ya en la relatividad general, Jas diferencias de escala no son diferencias de “aspecto" o de “perspectiva”, sino que se tradu- cen ciertamente por diferentes /eyes en cada uno de los dominios. Y evidente- mente esto es Io que ocurre con la “espuma” de Wiiecler: no basta que el agua se comporte de cierta manera cuando uno tiene fa nariz junto a ella; es necesa- rio todavia que todo aparezca como comporténdose con regularidad para un ob- servador situado a diez kilémetros de altura. Pero como ya dije y ahora Jo repi- to, esta radicalmente excluida la posibilidad de que el “ojo” de ese observador imponga semejante tegularidad a algo que no sc preste a ello o que sea “intrin- secamente” amorfo.? La conclusién es inevitable: existcn estratos hetcrogéncos del ser/antefisi- ™ La topologia es, para decirlo brevemente. el estudio de los homeomorfismos. a saber, de las wransformaciones bi-univocas y bi-continuas. En un lenguaje mas ordinario y humoristice, un to- Pélogo es alguien incapaz de ver Ia diferencia que hay entre una cémara de aire y entre uns taza de 16 o entre un cubo y una esfera, sicndo as{ que ve ea cambio innuenerubles abismos que separan un ‘esto de mimbre trenzado y un cesto de la misma forma y tamufio hecho con una sola pieza de ma- terial plistico. La topotogia estudia propicdades en cicsto sentido més “profundas” y (por lo tanto) més ocultas del espacio que el niimero de dimensiones de éste o su cardcter cuclidiano 0 no eucli- diano. Por ejemplo, en la concepcién de Wheeler, citada en el texio, ct cambio de lopologia sobre- ‘viene oon la espwma. Uno pasa de un mer liso a un mar agitado por transformacién continua (le mis- ma topologia), cvando en realidad la espuma rompe la unidad topolégica de esa superficie. Se en- ‘contzard un resumen muy claro de Is tesis de Wheeler (y de otras concepciones contemporiness t0- davia més extrafiat) en el asticulo de Abhay Ashicdar (profesor de las universidades Pierre-ct-Ma- rie-Curic de Paris y de Syracuse, estado de Nucva York}, “La gravitation quantique",La Recher- che, noviembre 1984, pags, 1400-1410. ® Por eto lo que se dice en el texto es tolalmente y rigurasamente independiente del éxito 0 de la falta de éxito de las teorias Uamadas de unificacién de “serpiente que se muerde la cola" de ‘Shelton Glashow (Ja gravilaci6n vuelve a set fucrza dominant en ta escala de Ja longitud de Planck). Lo que se obtendria entonces seria uns lad del “sustraio™: esto no explicaria de ningtin modo la existencia reguiada del mundo newioniano, ¢s decir, de la casi toralidad del mundo visible. 240 co. Cada uno de esos estratos entrafia una dimensién ensidica o se presta inde- finidamentea una elaboraci6n ensidica, a una ensidizacién.** Pero la relacién de esos estratos no se presta a ello. Empiricamente no hay incoherencia positiva: en los cdlculos nos salimos con la nuestra, en ¢] caso de v/c suficientemente peque- Ato, las formulas de Lorentz son intitiles. Pero teéricamente y l6gicamente hay una falta de relacidn. Los axiomas, los conceptos fundamentales y !a estructura I6gica de las teorfas correspondientes son diferentes. No se pasa de Newton a Einstein por transicin continua. Para dar ese paso hay que reemplazar: “es cier- to que P” por “no es cierto que P”* Este cambio de axiomas en el nivel de la tcoria corresponde a la fractura en el nivel del objeto. Este término axioma nos recuerda la matematica, sin la cual—sin suinmen- so desarrollo— la fisica occidental sencillamente no existiria. Después de mu- chos otros yo mismo me asombré de la unreasonable effectiveness of mathema- tics, de la irrazonable eficacia de la matemAtica, para emplear la expresi6n de Wigner.*5 Por lo dems, contintio siempre asombrado pero en funcién de lo que ya hemas dicho creo que la cuestin se hace por fin concebible. ;Qué es la ma- temAtica en su despliege moderne (y una vez liberada de la “naturalidad” grie- Ba que todavia subsiste aunque se trate de una naturalidad del “sujeto”, como es la de Kant)? Una elaboraci6n prolifica de la légica conjuntista-identitaria, por una parte, elaboracidn que, continuando intcrminablemente, habria alcanzado hace mucho tiempo los limites de la trivialidad y de la insignificancia si no fue- ra por la imaginacién creadora de los matematicos, la cual se expresa ante todo por la formulacién de nuevos axiomas, que fundan nuevas ramas diferentes de las ya existentes; por supucsto, la liberacidn de esta imaginacién creadora re- quicre un conjunto de condiciones historicosociales que proceden de lo imagi- nario social (y que sdlo se encuentran cn la Europa occidental moderna); y, por tra parte, la matematica supone ia libertad de la imaginacién del matematico (que en este aspecto es perfectamente comparable con la libertad de imaginacién del creador de 1a obra de arte) que se ajusta ella misma a exigencias que pode- mos formular pero que por si mismas no suministran ninguna regia para “‘inven- tar” axiomas y ni siquiera para juzgar inmediatamente con seguridad sobre la im- portancia de los axiomas. Podemos, en efecto, decir que un sistema de axiomas es arbitrario siempre que los axiomas scan independientes y no contradictorios (la integridad plena es aun otra cuestién). Pero esto no excluye en modo alguno Ja formulaci6n de sistemasde axiomas que no presenten ningtin interés o ningu- na verdadera “fecundidad”. Ahora bien, sin insinuar en ningtin instante que esta importancia o fecundi- dad se mide por la posibilidad de aplicar teorias mateméticas a Jos fenémenos fi- 3 Resulta claro que esto basta para eliminar absurdos como el anything goes de Feyerabend. ™ Por ejemplo, P puede ser la proposici6n “existen sefiales que se propagan velocidad in- finita” o también “existen acciones instantaneas a la distancia”. Véase el Prefacio de Les Carrefours du labyrinthe, pags. 8-10. 241 sicos —lo cual seria intrinsecamente absurdo y, como se verd en seguida, no ha- ria avanzar la cuestién ni un punto—, el hecho fascinante y pleno de significa- cién, perfectamente conocido pero sobre el que en general no se reflexiona des- de este punto de vista, es la extrafia interrelacidn entre el despliegue de la mate- méAtica y la historia de la fisica moderna. Mc reficro a esa interminable partida de toma y daca, a esa leap from game, en el que tan pronto la matcmatica pare- ce preparar de antemano las formas de que la fisica “iendré necesidad”, tan pron- tola fisica “fuerza” la invencién de formas matemAlicas que no existian hastaen- tonces, tan pronto las dos se desarrollan juntas, tan pronto, por fin, 1a fisica que- da bloqueada porque no se llegan a crear los instrumentos matemélicos reque- tidos. No podemos desarrollar aqui este inmenso tema. Me limitaré a dar algu- nos ejemplos claros de los cuatro casos principales que mencioné. Un ejemplo cl4sico del primer caso estd dado por Ja relatividad general: la geometria de Riemann y el cdlculo diferencial absotuto de Ricci y de Levi-Ci- vita estaban desde respectivamente cincuenta afios y veinte afios atras a dispo- sicion de Einstein. El segundo caso, el inverso, es ¢l de Dirac que debié inven- tar por la presidn de las necesidades de la fisica cudntica (1926) aquello delocual Laurent Schwartz ibaa hacer las distribuciones. El tercer caso esi clésicamen- te ilustrado por Newton con el invento del analisis y su aplicacién a la fisica (es- ta marcha m4s 0 menos paralela en la mecdnica racional se prolonga durante to- do el siglo XVII hasta Lagrange y Laplace si no hasta Hamilton y Jacobi a me- diados del siglo XIX). Por fin, el cuarto caso pucde ilustrarse con les obstaculos que encuentra desde hace tiempo Ja hidrodinamica de los flujos turbulentos por falta de “instrumentos” mateméaticos suficientes. Podriamos agregar un quinto caso: una teoria mateméatica se desartolla y se perlecciona indefinidamente sin ningun elemento correlativo “real”. En rigor de verdad, estos casos son innume- tables, pero nadie puede nunca decir si son sélo “provisionales”. Esa es la situa- cién de la reina {Ia teoria pura de los nuimeros), de la reina (la matemAtica) de las ciencias. Pero la reciente utilizacién de la teoria de los nimeros primos en crip- tografia mueve a considerar este caso con prudencia desc el punto de vista que nos interesa aqui (por mAs que se trate de una utilizacién técnica, mas que de una correspondencia con una “realidad”). Ahora bien, esta relaci6n, este tipo de relacién de la matematica con la re- alidad fisica, esta historia de ambas, su enturelazamiecnio y la historia de este en- telazamicnto plantean una nueva cucsticn y al mismo tiempo desplazan radical- mente el espacio de la cuestién y de sus posibles respuestas. Un minuto de refle- xi6n basta para mostrar que, teniendo en cuenta estos hechos enormes, su signi- ficacién ciertamente inagotable, pero no arbitratiamente maleable, la filosofia heredada (como teoria del conocimiento, aunque ne hay teoria del conocimicn- to que no presuponga y entrafie una ontologia) se manifiesta totalmente privada % Quien, por io demés vo que reinventar mateméticas que habian permanecido ignoradas por los fisicos (jy por el propio Hilbert!) como las identidades de Bianchi. Véasc Abraham Pais, “Subile is the Lord...", Clarendon Press, Oxford y Nueva York, 1982, pigs. 221-223-256, 258, 242 de interés porque est privada de objeto. El empirismo, el racionalismo, el ide- alismo critico o el idealismo absoluto parecen no sélo desesperadamente inge- Twos sino que se manifiestan fuera del tema, pasan de lado junto al problema. Es- t4n como en un mundo de suefios en el que los presupuestos del saber no son his- toricosociales y en ¢] que saber no es verdadcra historia, ora que ésta se reduz- caa una acumulacién (Kant), ora que clla proceda de una “dialéctica” (Hegel), que en verdad es su negacidn (y que por afiadidura en este caso nunca es durch- géfithrt, puesia por obra y aplicada), Esa relacién de la matemética con la realidad fisica dice algo del mundo. El mundo fisico es ensidizable (matematizablc). Locs, no por diversas maneras (ar- bitarias, anything goes); no hay dos tcorias de Ja gravitacién para los fenéme- nos corrientes (desde la molécula a las galaxias), sino que hay una y sdlo una te- oria; pero esa teoria lo es de manera diferente segiin el estrato de este mundo que se considere (que se descubra, que se construya, que se cree). La relacién entre esos estratos no es ensidizable ella misma, no és posible construirla. Y el suje- to de conocimiento —es decir, en realidad, la sociedad/individuo indisociabies, el sujeto “cientifico”— recrea esta organizaci6n ensidica relativa al primer es- trato natural en el que vive y por el guc vive. Pero también ese “sujeto”, a par- tir de una doble ruptura producida en Ja historia, primero cuestiona la dependen- cia de esta organizaci6n ensidica respecto de sus propias significaciones imagi- narias y luego crea libremente, bajo ciertas coacciones minimas (en la matemé- tica y mediante la matemAtica), sistemas o casi sistemas ensidicos aparentemen- te gratuitos, de los cuales sin embargo un gran nimero cormesponde de una ma- nera u otra a la organizacién de este 0 aquel estrato del ser/ente fisico. Lahistoria de la ciencia tiene pucs dos aspectos. Por un lado, est4cl desplie- gue, la elaboracién dc la légica ensidica. Este hecho sobre el cual se ha reflexio- nado insuficientemente, alimenté las ilusiones asociadas a las ideas de progre- so, la ficcién asint6ética, las ingenuidades (aun en Kant) sobre el caracter acumu- lative de la ciencia. Por cierto que —desde la hominizacién, jy aun antes!— hay © “progreso” de cierto saber; juego nos ocuparemos de este punto. Perosise locon- sidera inicamente desde un punto de vista “pragmatico” come aumemo de un dominio instrumental, de un creciente dominio sobre el ambicnte, este progre- so fue en verdad recreacién y reconquista de la organizaci6n del primer estrato natural. Por otra parte, dicho progreso dependié cada vez del magma de las sig- nificaciones imaginarias de la sociedad considcrada. De manera que lo que hoy lamamos ciencia es claramente un sector del magma imaginario occidental, pues tinicamente aguf sc quiso (y casi se lo logr6) separar lo ensidico de todo lo demés, de manera que lo simplemente ldgico, lo simplemente instrumental, lo simplemente formalizable se convirticron cn las significaciones imaginarias do- minantes. Pero, aun dentro de este periodo histérico, el avance no se realiza ni puede realizarse por simple elaboracién de lo cnsidico, y menos aun, desde lue- g0, por la acumulacidn de los resultados experimentales y de las observaciones. ¥Qué expericncias decide uno hacer? ZY por qué? ,Qué es uno capaz de ver en lo que observa? ZY mediante qué se lo ve? En los grandes casos, ese avance se realiza por rupturas, es decir, por el surgimiento y la creacién de nuevos esque- 243 mas imaginarios referidos a to “real” (0 a la matemética). En este sentido, es ra- dical la diferencia entre lo que se puede simbolizar (para tomar los casos més in- discutibles) con los nombres de Newton y de Einstein, por un lado, y de Dulong y Petit o Balmer, por el otro. Lo que dice Kant en cl § 47 de la Critica del juicio (la distincién seria sélo de “grado”) muestra su incomprensién de aquello de que aqui se trata y la incapacidad de su concepcién para dar su lugar a una imagina- cidn relativa a las ideas. Diez mil Balmer que trabajaran durante diez mil afios no habrian podido escribir los Principia philosophiae naturalis. Lo imaginario y la imaginacién intervienen pues de manera cuddruple en nuestra cuestion: —como recreaci6n u construccién por la sociedad de una dimensi6n ensi- dica que lega efectivamente al primer estrato natural sin “‘copiarlo” en modo al- guno; —como primer cuestionamiento de la penetracién de lo ensidico por lo ima- ginario heredado e instituido y como creacién del logos y del logon didonai; —como mira de separacién de lo ensidico respecto de todo lo demas y co- mo surgimiento y predominio de las ideas imaginarias de la ilimitacién u de la artificialidad, \o cual determina el nacimiento de la ciencia occidental moderna propiamente dicha; —como trabajo continuo de lo imaginario en ¢} seno de esta ciencia, traba- jo que se manifiesta en la creacién de nuevas teorias que alcanzan a otros estra- tos del ser/ente. En este asunto, la ingenua idea de “progreso” es tan ridicula como lo es la increiblemente superficial idea de la simple “eliminacién de lo falso”, de la eli- minaci6n de la falsificaci6n, Aparentemente Sir Karl y sus prosélitos no son ca- paces de pensar simultneamente estas dos cosas; que la teoria de Newton es fal- Sa, si se consideran sus propias pretensiones a una verdad sin restricciones y si se considera que esas pretensiones est4n encarnadas en sus axiomas, y que la te- orfa de Newton es verdadera (0, mejor, exacta) en un dominio de validez en el que Newton ni siquiera habria podido sofiar cuando creaba su teoria (no a cau- sade las dimensiones, sino a causa dela naturaleza misma de los objetos que en- traban en juego en ese dominio). Y esto, aunque de manera opuesta, es io que no pueden comprender Feyerabend y otros. Lo que tenemos aqui es historia. No acumulacidn, no adicién o simple progreso. Las supuestas adquisiciones sélo lo son cuando obligatoriamente son retomadas, reconquistadas, reinterpretadas. Después de todo, esto es lo que ya decia Goethe de toda herencia, De manera que en esta historia (la historia de la ciencia), son dos las gran- des rupturas: la inaugural griega y la europea moderna, que dista mucho de ser lasimple readopcién y continuacién de la primera. En este sentido dcbemos des- confiar de toda generalizacién sobre la historia de la ciencia: no podemos hablar de ella como si fuera posible verificar nuestras cnunciacioncs con un némere in- definido de casos; en cierto modo nuestro objeto no tiene mAs que cuatro siglos de existencia que abarcan tal vez cuatro o cinco verdaderas “revoluciones” pa- ra emplear el término de Kuhn. Pero también habria que dejar de presentar es- ta historia como una serie de partidas de ajedrez... 0, en la visién opuesta, como pasos de sondmbulos. Habria que restituirle su légica interna: légica de la cre- 244 acién imaginaria bajo la doble obligatoriedad de la referencia a lo “real”, por un lado, y de la “continuidad”, por el otro;”" lo imaginario englobado por lo imagi- nario de la sociedad y del perfodo histérico en que est4 anclado. Pero, al mismo tiempo, no podemos desconocer Ja continuidad sui generis que vincula nuestra ciencia con sus origenes griegos. En efecto, mds alla de la ruptura de que he hablado, subsiste el suelo comin desbrozado por primera vez por los griegos. El logon didonai esta siempre presente, es decir, estA hoy aqut y se traduce asimismo en exigencias comunes y centrales. Por una parte, los cri~ terios internos iiltimos continian siendo los mismos. Tal vez pueda uno quedar sorprendido o decepcionado por algiin razonamiento de Aristételes expuesto en fos tratados bioldégicos y hasta en lamisma Fisica; pero nunca hemos dudado de que Aristételes habria aceptado tanto como nosotros y quiz4 mAs que nosotros el serrefutado por un razonamiento légicamente valido o por un contraejemplo empirico pertinente. Nosottos ya no podemos hablar en el lenguaje aristotélico, pero estamos intimamente convencidos —y creo que con raz6n— de que facil- mene induciniamos a Arisidteles a hablar en ¢l nuestro. Por otra parte, el refe- rente externo o¢l objeto se perfila de todas maneras como semejante. No es idén- tico: la definiciGn de la phiisis que da Aristételes (el conjunto de los seres entes que tienén en si mismos el principio de su movimiento, definicidn siempre ver- dadera a mis ojos) no seria aceptada por la gran mayoria de los cientificos de los cuatro diltimos sigios, yaa causa del teismo de éstas, ya, 10 que es mAs ridiculo, acausa de su materialismo. Pero Aristételes y nosotros estariamos de acuerdoen considerar ese ser/ente, lo que pueda ser, ott pot’ estin, whatever it may be, was immer es sein mag, en st mismo y por s{ mismo y no como un suefio de Brahma o una manifestacién de Yahvé. Habfamos partido de una serie de afirmaciones que contenian virtualmen- te nuestras preguntas. Reformulemos, pues, Claramente estas tltimas al llegar a este final que es evidentemente provisional: —ycdmo debe ser el mundo para que sea posible cierta ciencia {mas allé de la simple supervivencia del ser vivo y, por Io tanto, de nosotros)? — icdmo debe ser ese mismo mundo para que sea posible una verdadera his- toria de la ciencia (no acumulativa, no aditiva, no “progresiva”)? — ,¢6mo, por fin, debe ser el “sujeto cognoscente” para que pueda crear pri- mero y trastornar y conservar después esta ciencia y su historia? En virwd de lo que hemos elaborado y expuesio, podemos aportar algunos elementos de respuesta. El mundo fisico debe ser“localmente” ensidico...obien, en ese mundo, lo ensidico debe ser “en todas partes denso”, Pero ese mundo no forma un “sistema” ensidido; est estratificado y su estratificaci6n es irregular, heterogénea. (Evidentcmente no hablamos aqui de los elementos constitutivos uiltimos de la materia, sino que nes referimos a lo que verdaderamente es, a for- ® En este camino, abiesto por el gran Pierre Duhem —y casi olvidado en Francis—, el admi- table libro de Thomas Kuhn, Black Bady Theory and the Quantum Discontinuity, 1894-1912, Cla- tendon Press, Oxford y Nueva York, 1978, representa un modelo que seré dificil superar. 245 mas y a leyes.) La historia de la ciencia muestra que e] mundo no es ensidizable en si totalidad, sino que lo es casi indefinidamente por fragmentos y que en los casos decisivos el enlace y empalme de esos fragmentos es sencillamente un fe- ndémeno de hecho (traducido en nuestra escala por relaciones numéricas). Esto es cierto en cuanto al mundo estrictamente “fisico”, sin hablar de las diferencias de otra naturaleza que separan lo fisico de lo biolégico y estas dos esferas de lo psiquico y de lo historicosocial. El “sujeto cognoscente”, por fin, no es ni pue- de ser un yo y menos aun un yo iégico. Lenguaje y entendimiento son creacio- nes historicosociales, instituciones imaginarias que deben imponerse a la psique singular y que permiten a ésta hacer algo con los restos de su organizacién en- sidica prehumana. No hay egolenguaje, asi como no hay monoentendimiento, puesto que la existencia historicosocial es una condicién absotura de Ja subjeti- vidad. Y esta subjetividad dista mucho de ser “simplemente légica” ni siquiera en su funcionamiento ldgico y cognitivo. En el sujeto—en el sujeto singular— hay potencia creadora y precisamente en el dominio del saber, potencia que es fuente de innovaciones. Al alterar su saber —el saber historicosocial estableci- do cada vez—, el sujeto no se adapta sino que establece nuevas figuras pensa- bles del ser/ente como susceptible de ser conocido y pensado. Y el sujeto pue- de hacerlo sélo porque es también y sobre todo imaginacién radical, potencia de presentaci6n virtualmente comunicable, figurable y expresable. No podria ha- cerlo Gnicamente mediante su razén o mediante su entendimiento. Razén y en- tendimicnto pueden inventar y controlar, sistematizar 0 deducir, pero no pueden establecer nada que sea nuevo y que tenga contenido.** Pero sin el lenguaje, sin el entendimiento, sin la referencia a una “realidad” y hasta a una tradicién de in- vestigacién, la imaginacién radical s6lo produciria fantasmas privados; con el lenguaje, el entendimiento y Ia referencia a la realidad, esta imaginaci6n puede crear un saber. Debemos comprender que el ser est esencialmente estratificado y lo est, no de una vez por todas y definitivamente, sino que lo est4 “diacrénicamente”: Ja estratificacién del ser es asimismo una expresi6n de su autocreacién, de su temporalidad esencial, esto es, del ser como permanente por-ser. Debemos comprender también que hay verdad, y que la verdad hay que ha- cerla y que para alcanzarla debemos crearla, lo cual quiere decir, en primer lu- ar y ante todo, imaginaria. También aqui el gran poeta es m&s profundo y més filésofo que el fildsofo. “Lo que ahora est4 probado fue primero puramente imaginado”, escribié William Blake.” Paris, 9 de diciembre de 1985 » Ft kantismo es directamente empirismo ordinario y relativista en lo que se refiere al con- tenido del saber. En L'élément imaginaire volveré a ocuparme de las profondas razones que hacen imposible, en el contexto kantiano, una phantasia pensante (a diferencia de Aristételes; véase su- pra “El descubrimiento de la imaginaci6n"). » “What is now proved was once only imagin'd.” Esta afinmacién evidente y deslumbrado- ra (citads por A. Ashtekar, op. cit., pig. 1404) es el proverbio n® 33 de los “Proveriss of Hell” cun- tenidos en The Marriage of Heaven and Hell, Agradezco a Cliff Berry y « David Curtis el haber Jo- calizado para mi la referencia exacta. 246

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