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Alianza Universidad t Caacthstibres iQ Alianza Ulrich Beck, Anthony Giddens y. Scott Lash Modernizacion reflexiva Politica, tradicién y estética en el orden social moderno Versién espafiola de Jestis Alborés (52172 Editorial Titulo original: Reflerive Madernizacion. Politics, Tradition ‘and Aesthetics in the Modern Social Order Primera edicion : 1997 Segunda reimpresin: 2001 Keseryados todos los derochos, El comenigo de esta obra est prutevidy pur fs Ley gue tstublece penas de pris yo mulls, adem de las correspondiente indemnizsciones ‘por datos y pesuicios, para quienes reprodujeren,plagiaren,disibuyeren o comunica- fen pablieimente, en todo 0 en pare, una obe ierara, artistic o cienifica osu rans- formacin, interpretacién o ejecucion artistice jada en cualguier tipo de soporte 0 comunioada staves de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacioa, (© Ulrich Beck, Anthony Giddens and Scott Lash, 199% Publicado originalmente en 1994 por Polity Press en asociacién ‘con Blackwell Publishers Lid © Ba, cast: Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1997, 2001 Juan Ignacio Luca de Tena, 13; 28027 Madrid; tele. 91 393 88 88 ISBN: 84-206-2879-4 ‘Deposit legal: M.34.927-2001 Potocomposiciin: EFCA, 8. A. Ipreso en Lavel,S. A. Pol Ind, Los Llanos (©/Gran Canaria, 12: Humanes (Macrid) Printed in Spain INDICE PROLOGO.. Capitulo 1._LA REINVENGION DE LA POLITICA: HACIA UNA "TEORIA DE LA MODERNIZACION REFLEXIVA, Ulrich Beck... Capitulo 2. _VIVIR EN UNA SOCIEDAD POSTRADICIONAL, ‘Anthony Giddens. Capitulo 3, LA REFLEXIVIDAD Y SUS DOBLES: ESTRUCTURA, ESTETIGA, COMUNIDAD, Scott Lash : Capitulo 4. REPLICAS ¥ CRITICAS, Ulrich Beck, Anthony Gid- dens, Scott Lash wn 7 ‘| INDICE ANALITICO 13 75 137 209 257 PROLOGO La idea de este libro fue sugerida originalmente por Ulrich Beck. Durante algiin tiempo, Scott Lash dio clases en Alemania, y Lash y Beck se dieron cuenta de que en sus obras habia lineas comunes. Gid. dens y Beck soto alcanzaron un conocimiento adecuado de sus e tos respectivos en una etapa posterior. Sin embargo, una vez que legé a establecerse este intercambio en tres direcciones, surgieron unas cuantas convergencias sorprendentes entre lo que, en un princi- pio, habjan sido obras independientcs. Estas se centran en torno a va- rios temas dominantes, La reflexividad —aunque entendida de mane- zas diferentes por cada uno de los tres autores— es uno de los més ificativos. Para todos nosotros, el prolongado debate sobre mo- dernidad versus postmodernidad se ha hecho fatigoso, y como tantos ‘otros debates de este tipo, a fin de cuentas sus fruzos han sido més bien escasos. La idea de la modernizacién reflexiva, independiente- mente de que uno utilice 0 no ese término como tal, nos libera del anquilosamiento que estos debates han ido imponiendo a la innova- ign conceptual, La nocién de destradicionalizacién, debidamente entendida, es un segundo tema comin. En el momento presente, hablar de destradi- cionalizacién parece extraifo al principio, sobre todo considerando el ° 10 Modernizacin reflexiva énfasis de ciertas formas de pensamiento postmoderno en Ia revitali- zacién de la tradicién. Hablar de destradicionalizaci6n, sin embargo, no es hablar de una sociedad sin teadiciones, ni mucho menos. Antes bien, el concepto se refiere a un orden social en el que cambia el sia- tus de la tradicién. En el actual contexto de cosmopolitismo global, se exige a las tradiciones que se defiendan a si mismas: estén sujetas a in- terrogacién de forma rutinaria, A este respecto es particularmente importante considerar que el «sustrato oculto» de la modernidad, {que implica tradiciones que afectan al género, 2 la familia, «las comu- nidades locales y a otros aspectos de la vida social cotidiana, queda expuesto al examen y al debate piblico. Las implicaciones son pro- fundas y de aleance global. La preocupacién por cuestiones ecoldgicas es un tercer centro de interés comin, Aungue tna vez més existen ciertas diferencias entre nosotros, estamos de acuerdo en que las cuestiones ecoldgicas no pucden reducirse sin mas a una preocupacién por el «medio am- biente». El concepto de «medio ambiente» parece presentarse como tun contesto extemno de la acci6n humana. Sin embargo, las cuestiones ecoldgicas han pasado a un primer plano solo por el hecho de que el samedio ambiente» no es ya, de hecho, externo a la vida social hu- ‘mana, sino que esta totalmente impregnado y reordenado por ella. Si Jos seres humanos supieron alguna vez lo que era la «naturaleza>, ahora ya no lo saben. Lo «natural» esté hoy tan inextricablemente tnido a lo «social» que ya nada puede dasse por supuesto respocto « Ja «naturaleza». Al igual que otros muchos aspectos de la vida gober- rnados por la tradicion, Ja «naturaleza» se transforma en éreas de cin en las que los seres humanos tienen que tomar decisiones précti- cas y éticas. La «crisis ecolégica» abre multitud de problemas referidos esencialmente a la plasticidad de la vida humana en la actua~ lidad: la desaparicién del «destino» en tantas areas de nuestras vidas. Las paradojas del conocimiento humano en las que tanto se han apoyado las concepciones postmodernas —en las que muchas veces se relacionan con el rechazo de Ja epistemologia— pueden entenderse ahora mas cotidiana y sociol6gicamente. Los mundos sociales y nata- rales actuales estén plenamente impregnados de conocimiento hu- mano reflexivo pero esto no conduce @ una situacién en la que, co- lectivamente, seamos duefios de nuestro destino. Al contrario: como cen ningén otro momento anterior, el fururo se parece cada vez menos al pasado, y en ciertos aspectos basicos se ha hecho muy amenazador. ‘Ya no tenemos garantizada la supervivencia en cuanto que especie, Prélogo i incluso a corto plazo, y esto es consecuencia de nuestros propios ac- tos como humanidad colectiva. La nocién de «riesgo» es hoy esencial para la cultura moderna precisamente porque una gran parte de nues- ‘to pensamiento tiene que basarse en el «como siv. En la mayoria de los aspectos de nuestra vida, individual y colectiva, tenemos que construirnos habitualmente futuros potenciales, sabiendo que esa misma construccién puede impedir que tales futuros se produzcan Con bastante frecuencia, los intentos de controlar esos futuros po- tenciales crean nuevas areas de impredictibilidad. En estas circunstancias, se producen transiciones basicas en la vida cotidiana, en el carfcter de la organizaci6n social y en la estruc- turacién de los sistemas globales. Las tendencias hacie la intensifica~ cién de Ie globalizacién condicionan causalmente e imeracttian con los cambios en la vida cotidiana, Muchos de los cambios o de las de- cisiones politicas que mis influyen en nuestra vida no se derivan de la esfera de decisién ortodoza, el sistema politico formal. En lugar de ello, configuran y contribuyen a redefinir el caricter del orden poli- tico ortodoxo, Del analisis de estas cuestiones se derivan consecuencias politicas pricticas. Existen diferencias entre nosotros en cuanto a nuestros diagnésticos divergentes respecto a cudles podrian ser estas ramifica- ciones politicas. Sin embargo, todos rechazamos la parélisis de la vo- luntad politica que se evidencia en la obra de tantos autores que, des- pués de Is disolucién del sosialisiwe, aw vew ya lugar para programas politicos activos. En realidad, el caso es més bien el contrario. El mundo de la reflexividad desarzollada, en el que el cuestionamiento de las formas sociales se ha convertido en un lugar comin, es un mundo que en numerosas circunstancias estimula la eritica activa. El libro se organiza de la siguiente manera, Cada uno de nosotros ha escrito de forma independiente un ensayo sustancial en torno a as- pectos de la modernizacién reflexiva. Los tres ensayos se han guiado por las perspectivas comunes mencionadas anteriormente, aunque no hemos tratado de ocultar nuestras diferencias mutuas. Posterior- mente, cada uno de nosotros ha escrito una respuesta eritica a las contribuciones de los otros dos. Estas se presentan al final del libro en la misma secuencia que los ensayos de su primera parte. Ulrich Beck Anthony Giddens Scott Lash Capitulo 1 LA REINVENCION DE LA POLITICA: j HACIA UNA TEOR{A DE LA MODERNIZACION REFLEXIVA { Ulrich Beck Introduceién: qué significa modernizacién reflexiva? Parece razonable predecir que el aiio 1989 pasaré a la historia como la fecha simbélica del final de una época. Hoy somos muy cons- cientes de que 1989 fue el afo en el que el mundo comunista, de forma bastante inesperada, se vino abajo. gPero es esto lo que se recordar dentro de cincuenta afios? 20 se interpretaré el colapso de las nacio- nes estado comunistas de Europa oriental y central de forma similar al asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo? A pesar de su apatente estabilidad y su autocomplacencia, ya estd claro que Oc dente no ha dejado de verse afectado por el colapso del Este. «Las ins- tituciones fracasan victimas de su propio éxito», sostuvo Montes quiew. Una afirmacién enigmética pero excepcionalmente actual. Occidente se enfrenta a cuestiones que desafian las premisas funda- | mentales de su propio sistema social y politico. La cuesti6n clave a la [Este exto plantes de forma muy resumids el argumento de mi libro Die Erfindiong i ‘des Poltschen, Frankfurt: Subskamp, 1993. Estoy en deuda con Elisabeth Beck Gernsheim, Wolfgang Bonss, Christoph Lau, Ronald Hitzle, Elmar Keenen, Maarten Hiajer y Michaela Pfadenhauer por discusiry rediscuri los temas de este ensayo, 13 il e " Ulrich Beek ‘que nos enfrentamos ¢s si la simbiosis hist6rica entre capitalismo y democracia que ha caracterizado a Occidente puede generalizarse en ‘una escala global sin agotar sus fundamentos fisicos, eulturales y so- ciales. ZNo debemos considerar el retorno del nacionalismo y el ra~ cismo en Europa precisamente como reaeci6n a los procesos de unifi- caci6n global? :¥ no deberiamos, después del final de la guerra fria y ¢l redescubrimiento de las amargas realidades de la guerra , como hemos expuesto més arriba). Esto implica que aqui empieza a producirse una ruptura, un conflicto en el seno de la mo- dernidad respecto a Jos fundamentos de la racionalidad y el autocon- cepto de la sociedad industrial, y que esto ocurre en el mismo centro dela propia modernizacién industrial (y no en zonas marginales o en aquellas ércas que se solapan con los mundos de la vida privados). La sociedad industrial, l orden civil y, en particular, el estado de Dienestar y el estado de aseguramiento” estin sujetos a la exigencia de hacer las situaciones de vida humana controlables por la racionalidad instrumental, disponibles ¢ (individual y legalmente) explicables. Por otro lado, en la sociedad del riesgo lo imprevisible y los efectos deri- vados de esta demanda de control conduicen, 2 su vez, alo que se ha- bia considerado superado: al émbito de la incertidumbre, de la ambi- valencia, en una palabra, de la alienacisn. No obstante, esta también la base de una autocritica pluralista de la sociedad ®, Puede mostrarse que no solo las formas y medidas organizativas, sino también los principios y categorias éticos y legales, como la res. ponsabilidad o la culpa (por ejemplo, el principio de que pague quien contamina), ast como los procedimientos politicos de decision (como el principio de mayoria) no son adecuados para comprender o legit mar este retorno de la incertidumbre e incontrolabilidad. De modo analogo, es cierto que las categorias y métodos de la ciencia social fracasan frente a Ja vastedad y ambivalencia de los hechos que deben abordar y abarcar Recensién de Z. Bauman, «The solution as problem, Times Higher Education Supplement, 13 de noviembre de 1992, p 28. * Che. Prangois Ewald, L*Pcat Providence, Pais: Grasset, 1986, ' Sin embargo, el negtisimo pesimismo que dibuja Bauman se ha hecho anticuado, on el sentida de empirieamente fale La reinvencién de a politics 2% Aqui no se trata inicamente de tomar decisiones; es vital restable- cer las reglasy las bases de las decisiones, relaciones de validez y ct ticas de las consecuencias imprevisibles y carentes de responsable (conceptualizadas desde la prevensin de control). La reflexividad ¢ incontrolabilidad del desarrollo social invaden las subregiones indivi duales, rompiendo jurisdicciones y fronteras regionales 0 nacionales, limites especificos de clase, politicos o cientificos, En el caso extremo —frente a las consecuencias de una catistrofe nuclear— ya no hay no-patticipantes. AA la inversa, esto también implica que cualquiera que esté bajo esa amenaza es requerido como parte participante y afectada, y puede aparecer igualmente como autorresponsable, En otras palabras, ln sociedad del riesgo es tendencialmente una sociedad autocritica, Los expertos en seguros contradicen (involunta- riamente) a los ingenieros de seguridad, Mientras que estos iltimos diagnostican riesgo cero, los primeros certfican riesgo inasegurable. Los expertos son desautorizados o depuestos por expertos opuestos. Los politicos se enfrentan a fa resistencia de grupos ciudadanos, y los gestores industriales se enfrentan a boicoveos moral y politicamente motivados organizados por los consumidotes. Las adminiscraciones son criticadas por los grupos de autoayuda. Y, finalmente, incluso los sectores contaminantes (por ejemplo, la industria quimica en el caso de la contaminacién maritima) tienen que contar con la resistencia de los sectotes afectados (en este caso, la industria pesquera y los secto~ zes que viven del turismo eustero). Los primeros pueden ser puestos ‘en cuestién, controlados e incluso corregidos por estos tltimos, En y «filos6fico-normativas» de es- tos términos gemelos, si bien tales interpretaciones exceden los objetivos del presente ensayo, Esta constelaci6n social, politica y te6rico-metateérica se origina y se intensifica con la modernizacién reflexiva. Solo en la redefinicién del presente revientan los diques del antigue orden y se manifesta abiertamente las ambivalencias irreductible, el aucvo desorden de la civilizacién del riesgo. Por tanto, hay cada vez menos formas sociales (pautas de roles) que produzean drdenes vinculantes y ficciones de se- guridad relevantes para la acci6n. Esta crisis de las ficciones de seguri- dad de la sociedad industrial implica que se abren oportunidades y compulsiones para Ia accidn, entre las que es preciso decidir perma- nentemente sin poder demandar soluciones definitivas, una exigencia que, a través del vivir y actuar en la incertidumbre, se convierte en una especie de vivencia basica. Interrogantes como quiénes serdn capaces de hacer y aprender esto, c6mo y por qué, 0 por qué no, se convierten 4 su vez en cuestiones biogrificas y politcas claves de la época actual Hay muchos que afirman que el colapso del socialismo realmente existente ha privado de base a cualquier tipo de critica social, Lo cierto es lo contrario: el contexto para la eritica, incluso para la critica radical, nunca ha sido tan favorable. La petrificaci6n de la critica, que fue una de las consecuencias del predominio de la teorfa marsista en- La reinvencién de a politica » tre la intelligentsia critica durante més de un siglo, ha desaparecido, El padre todopoderoso ha muerto. De hecho, la eritica puede tomar ahora nuevo aliento, asi como abrir y aguzar su mirada. Muchos candidatos ala posicidn de sujeto han entrado y salido de Ja escena de la historia mundial ¢ intelectual: le clase obrera, la intelli- gentsia critica, la esfera priblica, movimientos sociales de las més va- Tiadas tendencias y composicién, las mujeres, las subculturas, Ia j= ventud y los expertos alternativos. No hay ningtin sujeto claramente definible. En vireud de su dindmica independiente y de sus éxitos, la sociedad industrial se esta deslizando a la tierra de nadie de Jas ame- nnazas no asegurables. La incertidumbre retorna y prolifera por do- quier. La critica no marxista de la modernizacién, pequena y con- creta, pero grande y fundamental al tiempo, se estd convirtiendo en tun fenémeno coditiano dentro y entre los sistemas y orgenizaciones (no solo en los mérgenes y en las zonas de solapamiento entre los mundos de la vida privados). Se estin originando lineas de contflieto respecto al qué y al cémo del progreso, lineas que estan adquiriendo la capacidad de organizarse y constituir coaliciones”. Subpolitica: el retorno de los individuos a la sociedad «Individualizacién» ® no significa muchas de las cosas que mucha gente exe que significa... para poder pensar que no signifiea nada en " En este contexto, W. Zapf escribié: «Desde un punto de vista critica, me gustaria decir que Ia posicién de Ulrich Beck s tan fascinante porque se mantiene fel tanto al ‘programa dela modernidad como a una critica fundamental dela sociedad aerial a . La desvinculacién y revinculacién (por utilizar los tétminos de Giddens) no ocurren por casualidad, ni voluntariamente, ni a través de diversos tipos de condiciones hist cas, sino de una vez y en las condiciones generales del estado de bie~ nestar en la sociedad industrial avanzada, tal como ha evolucionado a partir de los afos sesenta en numerosos paises occidentales. La individualizacién como forma social En la imagen de la sociedad industrial clisica se consideraba que las formas de vida colectiva se asemejaban a las mufiecas rusas que se alojan unas dentro de otras. La clase presupone la familia nucleat, que a su vez presupone los roles de género, lo que a su vex presupone Ja division del trabajo entre hombres y mujeres, lo que a su vez pre- supone el matrimonio. Las clases se concebjan también como la suma de las situaciones de las familias nucleares, que se parecfan unas a otras y que se diferenciaban de otras «situaciones familiares» tipicas de clase (las de la clase superior, por ejemplo). Incluso {a definicién empirico-operacional del concepto de clase utiliza la renta familiar, es decir, la renta del «cabeza de familia», una palabra inclusiva, pero que claramente ostenta caracterfsticas mascu- linas en la préctica. Esto significa que la pasticipacién laboral de la mujer o bien no se «registra» en absolute en el anilisis de clase o se . Ahora bien, gcémo puede captarse con més exactitud la conexin, entre individualizaci6n y estado del bienestar, entre la individualiea- cidn y el mercado laboral protegido? Un ejemplo puede clarificar esto, la biografialaboral: se da por descontada para los hombres, pero es controvertida para las mujeres. Sin embargo, la mitad de las muje- res (como minimo) trabaja fuera de su hogar en todos los paises in- dustriales, e incluso cada vez son mas las madres que trabajan. La in- vestigacién documenta que para la préxima generacidn de mujeres la carrera laboral y la maternidad son partes de sus planes de vida que se dan por supuestas. Si contintia extendiéndose el modelo de familias en las que trabajan el hombre y la mujer, sera preciso desarrollar con- juntamente y mantener unidas, en forma de familia nuclear, dos bio- grafias individuales (educacién, trabajo, carrera), Anteriormente, predominaban como imperativos roles matrimo- niales basados en el status la indisolubilidad del matrimonio, los de- beres de la maternidad, etc. Estos restringian el Ambito de aceién, in- dudablemente, pero también obligaban a los individuos a mantenerse unidos. Por contraste, hoy no hay modelos tinicos, sino una variedad de ellos, especialmente negativos: modelos que exigen a las mujeres construir y mantener carreras educativas y profesionales propias en Giddens, Modernity and Self- Identity: vid. ambien S, Lash y J. Friedman (edt) Modernity & Identity, Oxford: Blackwell, 1992; S. Lash, Sociology of Postmedernism, Londres: Routledge, 1990, La reinvencion dea politica 3 tanto que mujeres, pues de no hacerlo asf se enfrentan a la ruina en caso de divorcio y se mantienen en dependencia del dinero de sus maridos en el matrimonio, con el resto de las dependencias, reales y simbélicas, que esto conlleva. Estos modelos no sueldan a Ja gente entre sf, sino que quiebran la situacién de unién y multiplican los in- terrogantes. Fuerzan a todo hombre y mujer, tanto dentro como fuera del matrimonio, a funcionar y persistir como agentes individua~ les y diseftadores de su propia biografia Los derechos sociales son derechos individuales. No pueden de- mandarlos las familias, solo los individuos 0, més exactamente, los in- dividuos trabajadores (0 desempleados pero dispuestos a trabajar). La participacién en la proteccién y beneficios materiales del estado de bienestar presupone una participacién laboral en la inmensa mayorfa de los casos. Esto se ve confirmado por el debate sobre las excepcio- nes, que, entre otras cosas, se refieren al trabajo doméstico o a las pensiones para las amas de casa viudas. La participacién en el trabajo presupone a su vez la participacién en la educacién, y ambas presu- ponen la movilidad y la disposicién a ser mévil. Todos estos requisi- tos no dan ningtin tipo de orden, pero piden amablemente al indivi- duo que se constituya 2 si mismo como individuo, que planee, entienda, disefe y acti, o que sufra las consecuencias; consecuencias ue, en easo de fracaso, seran responsabilidad de uno mismo, Nos encontramos una vez ms ante el misno cuadro: decisiones, posibleinente decisiuney indecidibles, ciertamente decisiones no libres, sino impuestas por otros y arrancadas a uno mismo, bajo modelos que conducen a dilemas. Estas decisiones también sitian al individuo en tanto que individuo en el centro de las cosas, y desineentivan las formas tradicionales de vida e interaccién. Quizi en contra de su voluntad, el estado de bienestar es un experimento para condicionar formas de vida centradas en el ego. Uno puede inacular cl bien comiin en el corazén de la gente como una vacuna compulsiva. Esta letanfa de la comunidad perdida no deja de ser bifronte y moralmente ambivalente en tanto que queden intactos los mecanismos de individualizacidn, y nadie los pone seriamente en tela de juicio; nadie desea hacerlo, ni puede hacerlo. La politica y la subpolitica Este tipo de individualizacién no se reduce a lo privado, sino que se extiende a la politica en un sentido nuevo y definitivo: los in- 2 Uhrich Beck dividuos individualizados, los dedicados al bricolage de sf mismos y de su mundo, ya no son aquellos que «desempefian un rob» en la s0- ciedad industrial simple clisica, tal como postulaba el funciona- lismo, Los individuos son construidos mediante una compleja inte- racci6n discursiva mucho més abierta de lo que postularfa el modelo funcionalista de roles. Por el contratio, lo cierto es que los programas y fundamentos de las instituciones se estan haciendo irreales, y por tanto dependientes de los individuos. Las centrales nucleares que pueden destruir o contaminar durante tun milenio son evaluadas como riesgos y numerosos campos de la sociedad, incluso todos sus campos. En segundo lugar, el monopolio politico de las instituciones ¥ los agentes politicos, que estos ltimos demandan de la constelacién po- litica de la sociedad industrial clisica, se incorpora a los puntos de vista y 2 los juicios, lo que supone ignorar el hecho de que el sistema politico y la constelacién histéricamente politica pueden tener la misma relacién mutua que las realidades de dos épocas diferentes Por ejemplo, el aumento de los servicios del estado de bienestar y el incremento de los riesgos se condicionan reciprocamente. En la me- dida en que se toma conciencia (ptiblica) de esto, los defensores de la seguridad dejan de pertenecer al mismo bando que los planificadores y los productores de la riqueza econémica. La coalicin de tecnologia y economia se vuelve inestable, porque la tecnologia puede incre- ‘mentar la productividad, pero al mismo tiempo pone en peligro la le- sitimidad. El orden judicial deja de salvaguardar la paz. social, porque sanciona y legitima las desventajas al tiempo que las amenazas, etc. En ottas palabras, lo politico irrampe y se manifiesta més all de las responsabilidades y jerarquias formales. Esto lo malinterpretan sobre todo aquellos que identifican inequivacamente politica y es- tado, el sistema politico, las responsabilidades formales y las catreras politicas con dedicacién plena. Estamos introduciendo aqui, por una razén muy sencilla, un «concepto expresionista de la politica» (Ji igen Habermas) ambivalente, de milkiples niveles, que nos permita si- ¥ B, Jessop, State Theory, Cambridge: Polity, 1990. 4 Ulrich Beck tuar la forma social y lo politico como variables interrelacionadas: porque abre el pensamiento a la posibilidad con la que nos enfrenta- ‘mos hoy cada vez en mayor medida: la constelacién politica de la so- ciedad industrial se estd haciendo apolitica, mientras que aquello que en cl industrialismo era apolitico esta deviniendo politico. Esta es una wansformacién categorial de lo politico que no transforma las insti- tuciones y que deja intactas élites de poder que no han sido sustitui- das por otras nuevas". Por lo tanto, buscamos lo politico en el lugar equivocado, en fos Ambitos equivocados y en las paginas de prensa equivocadas. Aque- Ilas areas de toma de decisiones que habfan quedado protegidas de lo politico en el capitalismo industrial —el sector privado, la empresa, la ciencia, las ciudades, la vida cotidiana, exe— estén atrapadas en las tormentas de los conflictos politicos en la modernidad reflexiva. A este respecto, es importante tener en cuenta que lo lejos que legue este proceso, qué signifique y adénde conduzca depende a su vez de decisiones politicas, que no pueden tomarse sin més, sino que deben formarse, dotarse de contenido programatico y transformarse en po~ sibilidades de accidn. La politica determina a la politica, abriéndola y confiriéndole potencialidades. Estas posibilidades de politica de la po- litica, de (re)invencién de la politica después de su rechazo demos- trado son las que debemos explorar e iluminar. El fendmeno socialmente més asombroso y soxprendente —y quiz el menos entendido de los afios ochenta fue el inesperado re nacimiento de una subjetividad politica, fuera y dentro de las institu- ciones. En este sentido, no es una exageracién afirmar que los grupos de iniciativas ciudadanas han adquirido poder politico. Ellos fueron los que pusieron en la agenda el problema de un mundo amenazado frente a la resistencia de los partidos establecidos. En ningtin sitio queda esto tan claro como en el fantasma de la nueva «moralidad hi- pocrita> que recorre Europa. La compulsién por comprometerse en la salvaci6n ecolégica y en la senovacién del mundo se ha hecho ahora universal. Une a conservadores con socialistas y a la industria quimica con sus archiceiticos ecologistas. Uno casi esta por temer que Jas empresas quimicas sigan al pie de la letra los anuncios a toda pa- gina que insertan en la prensa y se reinstituyan como asociaciones conservacionistas. No cabe duda de que todo esto no ¢s més que apariencia, oportil- Ci mi Ris Society, parte tercers. La reinvencisn de la politica 35 nismo programitico, quiza de vez en cuando un replanteamiento au- téntico. Las acciones y los puntos de origen de los hechos quedan en gran medida al margen. Sin embargo, no deja de ser ciert - mas del fture, que eon atom oe burede-taloesne ban nde nado ena amplitud de visin de los gobernantes o en las luchas Feencarias,y ciereamiente 6 Glas Catedrales del poder en-el mando a aL Gala clencls 7 ht etado. Sea nvuide ov onde ida de sta ignorancia institicionalzada — 6 alizadores y grupisculos escindidos ichaban unos cor OitOs én torn al modo més adeeuado de ha- cet Tas cosas} grupos divididos y asediados por las dudas. La subpoli-~ fexirebieniio uns vitor ‘enidies uy improbable, ~"Eite se apica tanto a Occidente como a ls parte ériental de Eu- ropa. Alli, los grupos de ciudadanos —opuestos a coda la inteligent- sia de las ciencias sociales— que partian desde cero, faltos de toda or- ganizaci6n, carentes de fotocopiadoras o teléfonos, en un sistema de conformidad vigilada, lograron, reuniéndose en una plaza, que el grapo gobernante se batiera en retirada y se colapsara. Esta rebelién de los individuos realmente existentes contra un «sistema» que su- puestamente Jos dominaba a todos incluso en las minucias de la exis- tencia cotidiana es inexplicable e inconcebible mediante las categorias y teorias dominantes. Pero no fue solo la economia planificada la que ‘quedé en bancarrota. La teoria de sistemas, que concibe la sociedad como independiente del sujeto, también ha sido cntcramente refu- tada. En una sociedad sin consenso, falta de un niicleo legitimadoz, es evidente que incluso el més leve soplo de viento que provoca el grito gue clama por la libertad puede echar abajo todo el castillo de naipes del poder. Las diferencias entre los vigorosos ciudadanos orientales y occi- dentales son obvias y se han discutido muchas veces, aunque no ha ocurrido lo mismo con su terreno comin, bastante considerable: am- bos se orientan hacia los movimientos de base, son extraparlamenta- rrios, no estan vinculados a clases ni partidos, son organizativa y pro- sgraméticamente difusos y conflictivos. Lo mismo puede decirse de su carrera meteérica en ambos lados: erichinalizados, combattos,Tidi- culizados, pasa fSimar parte de los programas de Tos caida de un gobierno. ‘hanuraliente, podria decir: sempi passasi. Puede que pata muchos sea dificil percibirlo, pero incluso los ultradcrechistas que se eee eee eee ceCO 6 Ulrich Beck ‘movilizan en Jas calles de Alemania desde el verano de 1992 en contra de los , tuna «nueva intimidad» o la «cura de las heridas emocionales» en la antigua interpretaci6n de la politica puede representar, cuando es contemplado desde el otro punto de vista la lucha por una nueva di- mensién de lo politico. La impresion, todavia dominante, de que la conciencia y el con- senso social se «evaporan> al . Por consiguiente, fracasa el instrumento convencional de la consulta politica, la opinion de los expertos. Ni siquiera la intesacion entre opinion y contraopi- niga resuelve los conflictos, sino que tinicamente endurece los fren- tes. Empiezan a surgir voces que claman por un «sindicato ecolé- gico» en muchas fabricas que tratan con materiales 0 productos peligrosos. Es lo mismo en todas partes: lo que se demanda son for- mas y foros de cooperacién productora de consenso entre la indus- tia, la politica, a ciencia y la poblaciéa. Pero para lograrlas es pre- ciso abolir el modelo de racionalidad instrumental no ambigua En primer lugar, es preciso abandonar la idea de que las adminis- traciones y los expertos siempre saben exactamente, o al menos me- jor, qué esté bien y qué esté mal para todos; la desmonopolizacién del conocimiento experto, En segundo lugar, el circulo de grupos a los que se permite parti- 2 Sobre esto, wid, H. Willke, Die Ironic des Staates, Frankfurt: Sukskamp, 1992. Sobre Jo que sigue, fd, entre otros, M. Hoffmana-Riem y J. Schmidt- Assmann (eds), Konjliteberatigung durch Verbandlung, Baden-Baden: Aspelte, 1990, Lateinvencisn dea politics ” cipar ya.no puede cerrarse en virtud de consideraciones internas a los espedilistas, sino que debe abrirse de acuerdo con los estindares so- ales de relevancia: informalizacién de la jurisdiccién, En tercer lugar, todos los participantes tienen que ser constientes de que las decisiones no han sido ya tomadas y que no queda mis que «venderlas» © implementarlas externamente: apertura de la es tructura decisoria En cuarto lugar, la negociacién entre los expertos y los responsa- bles de las decisiones a puerta cerrada debe trasladarse a y transfor- marse en un didlogo pablico entre la mas amplia variedad de agentes, con el resultado de incontrolabilidad adicfonal: ereacién de una opi. nién publicidad parcial En quinto lugar, deben acordarse y sancionarse normas pata este Proceso: thodos de discusién, protocolos, debates, evaluacién de entre. vistas, formas de voto y aproba Las instituciones de negociaciSn y mediacién de este tipo deben experimentar con procedimientos y estructuras de decision nuevos, con solapamientos de competencia e incompetencia y jurisdicciones silkiples. No pueden lograrse sin quiebra de los monopalios, sin de- Jegar poder ni manteniendo las antiguas exigencias y modelos de la no-ambigiedad eficiente. Cualquiera, las autoridades y empresas im- plicadas, asi como los sindicatos y los representantes politicos, deben estar dispuestos a saltar sobre su propia sombra, del mismo modo que; « Is inversa, los opositores radicales deben estar dispuestos ay ser capaces de llegar a compromisos. Las probabilidades de lograr ampliar esto seran tanto mayores cuando menos se mencione siquiera el antiguo orden, racionalmente instrumental, segtin el cual la tarca de los especialistas es «ilustrar» al puiblico profano. Los foros de negociacién no son, ciertamente, maquinas de produc- ci6n de consenso con una garantia de éxito, Tampoco pueden suprimir el conflicto ni los peligros incontrolados de la producci6n industrial. St pueden, sin embargo, alentar la prevencién y la precaucién y trabajar en favor de una simetria de sacrlicios inevitables, Y pueden practicar ¢ integrar las ambivalencias, asi como hacer puiblico quién gana y quién pierde, mejorando de este modo los prerrequisivos de la accién politica, En la civilizaciGn del riesgo, la vida cotidiana esta cegada culcural- mente®; los sentidos proclaman que todo es normal donde, posible ® Discuto esto en mi libro Ecological Enligbrenmens, Nueva York: Humanity, 1993, 8 Ulrich Beck mente, acechan amenazas. Un modo diferente de manejar la ambiva- lencia presume, por tanto, que la experiencia se posibilita y justifica socialmente; también, y de modo muy particular, contra la cienci: La ciencia hace tiempo que ha dejado de estar basada en la experien= cia; es mucho més una ciencia de datos, procedimientos y fabricacién. En este contexto es cil distinguir dos tipos de ciencia que co- mienzan a divergir en la civilizacién de la amenaza, Por una parte esti la antigua y floreciente ciencia de laboratorio, que investiga el mundo ‘matemitica y técnicamente pero que carece de experiencia y esta en- cetrada en un mito de precisién; por otro esta Ia discursividad pi- blica de la experiencia que pone de manifiesto objetivos y medios, li- mitaciones y métodos, y crea controversia sobre ellos. Ambos tipos de ciencia tienen sus particulares perspectivas, deficiencias,limitacio- nes y métodos. La ciencia de laboratorio es sistemiticamente més 0 menos ciega a las consecuencias que acompaiian a sus éxitos y los amenazan, La discusién —e ilustracién— publica de las amenazas, or otra parte, estf relacionada con la vida cotidiana, empapada de experiencia, y juega con simbolos culturales, También es dependiente delos medios de comunieacién, manipulable, en ocasiones bistérica y cen cualquier caso carece de laboratorio, lo que la hace dependiente en ese sentido de la investigacién y la argumentacién, de modo que re- quiere una ciencia de apoyo (tarea clisica de las universidades). Por consiguiente, es un tipo de ciencia més de preguntas que de respues- tas. También puede someter a lor objetivor y las normas a un examen piblico en el purgatorio de las opiniones opuestas, y de este modo puede suscitar dudas reprimidas que se excluyen de forma crénica de a ciencia esténdar con su ceguera respecto a las amenazas y las con- secuencias En ambos casos, estamos ante tipos de conocimiento completa- mente distintos: por una parte, especializado, complejo, dependiente de la metodologia; por otto, un conocimiento orientado a los funda mentos y los errores fundamentales (por ejemplo, en el estableci- miento de niveles maximos aceptables, no susceptibles de ser corregi- dos en un caso individual), E] objetivo deberia ser confrontar, en el sentido de Popper, la estrechez. de miras de la precision de la ciencia de laboratorio a la estrechez. de miras de la conciencia cotidiana y les medios de comunicacién de masas, y viceversa. Para eso se requieren escenarios o foros, quizé una especie de «Camara Alta» o «Tribunal Tecnolégico» que garantice la division de poderes entre el desarrollo tecnolégico y ia implementacién de la tecnologia La reinvencin del politica ° Reforma de la racionalidad: sintesis de cédigos El «evangelio acrobitico del arte como tiltima metafisica eu ropea» (Benin) o el aforismo nietzscheano de que «el nibilismo es un sentimiento de felicidad» ya han aleanzado y penetrado en la opiniGn publica, el mundo empresarial, la politica y la vida cotidiana, es decir, se han entendido y se estin convirtiendo en un vépico. Después del nihilismo, no acabamos en el sentimiento de vacio, sino en el esteti- cismo. En la sociedad postradicional, la gente camina sobre una cuerda floja tendida entre el arte y Ia artficiaidad. Asi se han for- ‘mado y determinado a si mismas fronteras, competencias y compro- misos en redes estrechamente entretejidas; por un lado, esas redes ha- cen posible la eleccidn, la responsabilidad y los compromisos; por otro, la produccién masiva, el disefio, la comercializacién y la moda, Gerhard Schulze acuiié el concepto de «sociedad de la sensacién» a partir de esta situacién y para ella (y aqui, probablemente —zosare- ios decirlo?— ha sobréenfatizado astuta y artficialmente un aspecto parcial importante y preciso). Scott Lash ha desarrollado esta idea en una teoria de la reflexividad estética™. Lash relaciona la investigacién de los limites de la reflexividad con ella, porque atribuye reflexividad estética a la «razén emocional> prictica (si es que es admisible seme- jante combinacién de palabras). Aqui confunde reflexién (conoci- miento) con reflexividad (auto-aplicacién). Admito, claro esté, que yo no he tratado Ia idea de Ia estetizacién como construccién postra- diccional de vinculos que relacionan Ia produccion de masas, el con- sumo de masas y la estilizaci6n del yo y de la sociedad. Quisiera, no obstante, avanzar un paso més en algo que ene una. importancia esencial. La dimension estética de Ia modernizacién re- flexiva de la que habla Scott Lash cubre y describe solo un caso espe~ cial de la amplia variedad de (por utilizar una expresién un tanto an- ticuada) utopias realistas (los criticos dirian: visiones de espanto) a finales del siglo xx. La teoria rigida de la modernidad simple, que concibe los cédigos de sistema como excluyentes y asigna cada c6- digo a un subsistema y solo a uno, bloquea el horizonte de posibili- dades futuras, la capacidad de configurarse y delimitarse a uno mismo, en suma, cl arte de sentirse cémodo en el torbellino, utili- zando la bella expresién de Marshall Berman, % G, Schulee, Erlebnisgerelichaf, Frankfur: Campus, 1992; SLash, «Reflesive modernization» 50 Ulrich Beek Este potencial solo es descubierto y abierto cuando se imaginan, en- tienden, inventan y ensayan combinaciones de cédigos, aleaciones de cédigos y sintesis de eddigos. EI «laboratorio estético» en el que la so- ciedad se ha convertido desde hace tiempo no es mas que un cjemplo de Jo que decimos. La pregunta que se plantea, expresandola en vérminos clisicos, es la siguiente: ceémo puede combinarse la verdad con la be~ Ieza, la tecnologia con el arte, Ia economia privada con la politica, etc? ¢Qué realidades y racionalidades se posibilitan y se originan realmente ccvando se aplican unos a otros los eddigos comunicativos y se funden centre si, sin que de ello se deriven alternativas excluyentes, sino wna ter- cera entidad, que hace posibles y permanentes nuevas situaciones? El problema puede explicarse trazando un paralelismo entre los cédigos genético y comunicativo. El cédigo genético abre el centro generativo de la naturaleza (incluida la naturaleza humana), mientras que el eédigo comunicativo abre el centeo a partir del cual se originan los disefios de la realidad y las oportunidades de realidad de los sub- sistemas. Hablamos aqui de las subracionalidades autonomizadas que delimitan y excluyen las oportunidades de accidn sistémicamente rei- das de Ja modernidad. Aqui acaban las analogias. No existe nin- gtin tipo de ingenieria de cédigos comunicativos (en el sentido de la ingenieria genética), ningtin modo de abrir y manipular técnicamente Jos cédigos de las subracionalidades (come se hace con los o6digos genéticos). Lo que es posible, y hasta cierto punto se ha hecho, es po- ner en relacién mutua las subracionalidades, solo aparentemente «au- torrelerenciales», y aplicar unas a otras en un experimento mental metarracional: no en el sentido del «todo vale», sino en el de una re- fundamentacidn centrada, una creacién o, més prudentemente, una correccién de racionalidades sistémicas que se han hecho obsoletas & histévicamente irracionales. Por ejemplo, zno requiere un «tipo» di- ferente el reconocimiento de la ambivalencia que nos impone la civi- lizacién del riesgo, es decir, una nueva clase de racionalidad cientifica (légica de investigacién, reglas de procedimiento, teoria y metodolo- gia experimental y un replantcamicnto del procedimiento subsisté- ico de revision inter pares de los resultados)? 8, ® Sobre la recontextualizacin de la ciencia, vid. W. Bons, R. Hohlfeld y R. Ko- Te, eRisiko tnd Kontext» paper, Hamburger Institut fr Sovalforschung, mayo de 1998, Para el replanteamiento de los procedimientos subsistémicos, vid. M. A. Hajer The Politics of Environmental Discourse: a Study of the Acid Rain Controversy in Great Britain and tbe Netherlands, esis doctoral no publicada, Universidad de Ox- ford, 1993, La reinvencin de la politica 5 La ciencia ya no solo se sirve de la dudas ahora, esa duda, aplicada de forma reflexiva, disrumpe y destruye sus falsas y frégiles clarida- des y pseudocertezas, y podria convertirse en ef esténdar de una nueva modernidad que parta de los principios de precaucién y rever- sibilidad. Contrariamence al difundido error, la duda hace que todo —ciencia, conocimiento, critica o moralidad— sea posible de nuevo, solo que de una forma diferente: a una escala algo més reducida, de forma més tentativa, personal, colorista y abierta al aprendizaje so- cial. Y, por consiguiente, més curiosa, mis abierta a cosas contrarias, insospechadas e incompatibles, y todo ello con la tolerancia que se basa en lacerteza final y definitiva del error En otras palabras, fa modernizacién reflexiva significa también y esencialmente una global. En una cé- lebre entrevista, Hans Magnus Enzensberger afirmat Los politicos se sienten afrentados por el hecho de que la gente cada vez se interesa menos por ellos .. harfan mejor en preguntarse a qué se debe esto. ‘Yo sospecho que los partidos han sido vietimas de un autoengafio. .. El nt «leo de la politica actual es fa capacidad de autoorganizaci6n ... que comienza con las cosas mas corrientes: cuestiones escolares, problemas de los inquili- 10s o regulacién del trifico... Hoy e estado se enfrenta a todo tipo de grupos y minorias de todas clases ..no solo las antiguas organizaciones, como los sindicatos, las iglesias y los medios de comunicaeién, Inchuso los deportstas, estin sumamente organizados. También lo estén los homosexuales, los trafi- cantes de armas, los automovilistas, ls discapacitados, los padres, los defrau- adores fiscales, los divorciados, ios conservacionistas, los terroristas, ete Todos ellos consticuyen diez mil diferentes agencias de poder en nuestra 8o- ciedad”. En la vieja Europa, la gente siempre describi6 la politica segin el modelo del cuerpo humano. El gobierno era el Grgano rector supremo, la cabeza. Esta metéfora se ha quedado definitivamente anti- ‘cuada, No existe ya ningin centro que prediga, controle y decida. Ya no es poste laalizs el cerebro de a scidad as anovacione y I dsiones sobre el futuro hace tiempo que no se originan en la clase politica, Por oy solo cuando un idea se ha convertdo en una banalida se dm por aludidos los partidos y los gobiernos .. El gobierno federal [alemén] es rela- tivamente estable y tiene un éxito relative, a pesar, y no a causa, del hecho de gue esté en manos de la gente que nos sonrie desde los pésters electorales. Aunque ef ministro de Correos hace cuanto esté en su mano parirechar a perder el servicio posta, las cartas siguen legando. Aunque el canciller fede HM. Enzensberger, Mittebmat: snd Wabn, Frankfurt: Subskamp, 1991. pp. 230 yes a z ui 58 Ulrich Beck ral se comporta como un elefante en una cacharseria, florece el comercio con el Este, ete... Esta paradoja solo admite una explicacién: Alemania puede permitirse un gobierno incompetente, porque, 2 fin de cuentas, la gente que ‘nos aburre en los telediarios no importa. La autoorganizacién mencionada arriba no significa, como sefialé Hermann Schwengel, «los viejos lugares comunes liberales de las fuerzas sociales libres», pues estas se vuelven ahora contra las preten- siones politicas del estado. La «autoorganizacién significa, mas preci- samente, una reunificacién de estas fuerzas libres en los estratos mas profundos de la sociedad, en la actividad econémica, comunitaria y politica». La autoorganizacién significa la subpolitizaci6n (reflextva) de la sociedad. «El lugar y el sujeto de la definicién del bienestar so cial, de una téeniea especifica del poder politico, de la garantfa de la paz publica y de la afirmacién provocadora de una historia politica de esta sociedad y solo de esta sociedad [se han] disociado. Ahora son tan accesibles a las instituciones econémicas y culturales como a las oliticas»”, Cae eee cece negociador, que dispone los escenarios y las conversaciones y dirige el espectaculo, Cabe pensar que la capacidad del estado moderno para negociar es incluso més importante que su capacidad jersrquica unilateral para actuar, cada vez més problematica. En Ja modernidad tardia de finales de este siglo, «el estado [tradicional] se est extin~ guiendo como “criatura especial”, como estructura de soberania y como coordinador jerérquico» ®, Extincién no tiene por qué equipa- rarse con fracaso, como ocurre con Ia insatisfaccién generalizada con los partidos politicos. Por el contrario, el éxito también puede matar. La extincién del estado no es, frecuentemente, mds que la otra cara de la autoorganizacién, la subpolitizacion de la sociedad; ¢s una especie dée utopia redimids. La politica condensada en simbolismo caracteriza la fase intermedia, en la que los problemas clasicos del estado en la modernidad simple han sido parcialmente solucionadas y parcial- mente olvidados en la marafia de la sociedad activa, pero en la que los Ibid, pp. 228 y 8 * H, Schwengel, «Die Zukunfe des Poliischens, Asthetik wnd Kommunikation, vol. 65/6, 1987, p. 18. 8 C. Bahret, Die Handlumgsfabigkeit dos Sates am Ende des 20. Jabrbsmdert, manusrito no publicedo, Speyer, 1992, pp. 9's La reinvensién de a politica 39 desafios al gobierno de una modernidad reflexiva todavia no se perci- ben en absoluto. El concepto de muerte plantea dificultades a los cientificos socia- les. El colapso del bloque oriental, sin embargo, ha demostrado que puede haber algo asi como un infarto gubernamental. Quien excluya el concepto de «muerte institucional» olvida con qué nos enfrenta~ mos por doquier en estos dias de cambio social radical: instituciones- zombis que llevan clinicamente muertas largo tiempo pero que son incapaces de morir. Como ejemplos, uno podria citar los partidos de clase sin clases, los ejérctos sin enemigos, los aparatos gubernamen- tales que en tantos casos pretenden iniciar y mantener situaciones que ocurrirfan 0 se mantendrian de todos modes. Si es cierto que las tareas gubernamentales mueren y que es pre- ciso definir y constituir nuevas tareas, entonces se plantea la cuestién de qué tareas y c6mo se definen. Carl Bahret sugiere un critcrio inte~ resante para esto, la «capacidad negociadora» de los intereses sociales. Bohret considera que esta se cumple cuando los intereses se hacen ca- paces de autoorganizarse, cuando agentes organizados les dan voz y relevancia en los Ambitos de la sociedad y de la politica. Pot con- traste, las nuevas tareas gubernamentales que es preciso inaugurar se caracterizan por no ser capaces de negociacién, aunque pueden y de- ben adquirir esa capacidad. Un ejemplo podria ser la proveccién de los intereses vitales y de supervivencia de las gencraciones venideras y del mundo natural que nos rodea, o la construccién de un ordes supranacional e idealmente global. «Todos los imbitos de problemas que son “negociables” en principio entre grupos de personas y orga- nizaciones pueden ser “societalizados”. En este contexto, ¢s0 signi- fica que pueden abordarse en el sistema negociador multilateral con la participacién del estado, Esto también concierne, y cada vez més, a Ja estructura legal en la que el que queda a cargo del control central del contexto es, fundamentalmente, el agente gubernamental.» Ex- presindolo con otras palabras: las éreas clisicas de la politica simbo- Jica pueden ser evacuadas y delegadas en la subpolitiea organizada de Ja sociedad. Sin embargo, todos los aspectos que son «no negociables», bien por la falta de un interlocutor directo, bien porque tales interlocuto~ res no puedan representar eficazmente un interés dentro de un plazo razonable, deberian ser mancjados en principio como tareas guberna- mentales y funcionales. Esto se aplica siempre que se vea afectado el «principio de supervivencia» y exista la presunciGn de una a este respecto. El estado debe permitir, incluso desear que las tareas que se le asigne en eada caso no le pertenezcan permanentemente, sino que le vvayan siendo arrebatadas (es decir, «societalizadasr) por la competencia que se adquiera™. No se trata aqui de una mera redefinicién de los Ambitos de res- ponsabilidad gubernamental, sino més bien de la cuestién radical de ciestas tareas aparentemente todavia no ha mostrado su po- tencialidad explosiva politica y subpoliticamente. La importancia atribuida al futuro de la oposicién dentro-fuera, nosorros-ellos, no deberia resultar sorprendente. Considerando las suerras nacionalisess y las migraciones de refugiadot que se vishum- bran amenazantes, no hace falta ninguna teoria de la modernizacién reflexiva para aventurar este prondstieo. Es més probable que se nece- site para explicar el cémo de estos fenémenos. Cuando se desintegran las instituciones, avalanchas de posibilidades caen sobre aquellos que deben actuar. De igual modo, surge una necesidad insatisfecha de simplicidad y una nueva rigide2. Si no se dispone de instivuciones al- ternativas que hagan posible [a acci6n o eximan de ella empieza la Jnuida hacia la masearada de las antiguas certezast es como si estas re- cando lo que siempre critics de la derecha, reduciendo la historia a la historia de los |éroesy sosteniendo que le individuos y no las condiciones produjeron el colaso del ‘comunismo, Frente al griterio triunfal del eaitalismo vietorioso,¢n0 nos correspond mantener los vies principiog, dstinguir el socalizmo ideal del real, y ustifcarj peo lamar las uropits del socalismo ahora mis que nunca? gNo son sobre todo los ibid : eet 2 Bl ejemplo de ingeitria gence contradice esto; in embargo, hay muchas aasifeacions de resins dy por empl, . Beck Gernahei, «Wier das Pr rodigma des Krcgschaupataco, Ethil nd Sorssenscajten vol. 3, 199 Lareinvencién de la politica 6s problemas de configuracién de la nataraleza o destruccién del en- torno con toda la perspicacia con que los ciegos pueden hablar de los colores, y lo mismo puede decirse de los problemas del femi- rnismo, de la critica a los expertos y a la tecnologia y de las versiones alternativas de la ciencia. El-concepto de politica en la modernidad simple se basa en un sis- tema axial, una de cuyas coordenadas discurre entre los polos iz quierda-derecha y Ia otta entre los polos puiblico-privado. En este contexto, politizacién signfica que algo abandona la esfera privada para pasar 2 la esfera piblica; o ala inversa, que las demandas de los partidos, la politica partidsta o el gobierno infesten todos los rinco- nes de la vida privada. Si el ciudadano no va a la politica, la politica iré al ciudadano. Anthony Giddens llama a este modelo «politica emancipatoria», ¥ lo delimita frente a la «politica de la vida». «La politica de la vida trata de cuestiones politicas que dimanan de procesos de autorreali- zacién en contextos postradicionales, en los que las tendencias globa~ lizadotas penetran profundamente en el proyecto reflexivo del yo y, a la inversa, en los que los procesos de autorrealizacién influyen en las estrategias globales» Lo interesante de esta concepci6n estriba en el hecho de que aqui, en contraste con Christopher Lasch y su «cultura marxista», lo poli. tico se alcanza, 0 nos invade, al pasar a través de la esfera privada: de- sandando el caminy recurrido, por expresarlo asi. Todo aquello que se considera pérdida, peligro, desperdicio y decadencia dentro del marco izquierda-derecha de la politica burguesa, aquello que con- cierne al yo, preguntas como gquiga soy?, equé quiero?, zhacia donde ze dirijo2, en suma, todos los pecados originales del individualismo, conducen a un tipo diferente de identidad de lo politico: a politica de vida-y-muerte. Quiza entendamos esta nueva cualidad de lo politico si atende- ‘mos primero a las histerias que se suscitan en este contexto. La conta~ minacién del aire, las aguas y los alimentos sin duda causa alergias en el sentido médico de la palabra, pero también en su sentido psicol6- gico. Todo el mundo esté atrapado en batallas defensivas de diverso tipo, a la espera de las sustancias hostiles que acechan su forma de vi- vir y de alimentarse. Estas sustancias son un peligro ommnipresente invisible. Acechan en aspectos intimos que estan directa e inevitable- » Giddens, Modernity and Self-Identzy, p. 214, % Ulcich Beeke mente ligados con lo més hondo de la vida privada, La vida privada se convierte, en su esencia, en el juego de resultados y teorias cientifi- cas, o de las controversias y conflictos puiblicos. Las interrogantes gue plantea un mundo distante de i6rmulas quimicas irrumpen con mortal seriedad en los ambitos més intimos del estilo de vida perso- ral como interrogantes que afectan al yo, a la identidad y a la existen- cia, y que no es posible ignorar. En la sociedad global del riesgo, por Jo tanto, la privacidad, como la unidad de lo politico més pequeia gue quepa imaginar, contiene en sf la sociedad mundial, por utilizar otra vez la imagen de las mufiecas rusas. Lo politico anida en el cen- tro dela vida privada y nos atormenta, \ Qué constituye lo politico, e] elemento politizador de la politica de la vida? En primer lugar, la inevitabilidad que, en segundo lugar, contradice los principios de la soberania privada y que, en tercer lu- gar, ya no puede pretender presentarse como constriccién natural (en el sentido original de la palabra). En contraste con las pretensiones de orden y toma de decisiones de la modernidad, surge una nueva expe- riencia compulsiva que ni coincide ni debe ser confundida con la de- pendencia de la naturaleza de siglos anteriores o la experiencia de clase de la época industrial 7 Esta es la experiencia del de este modo, a no ser que se esta- blezcan prohibiciones explicitas y dificiles de controlar que también atafierian principalmente a cierto grupo cultural. Y todo esto no es més que el principio de una larga serie de revoluciones cientificas, La cualidad de lo politico que esté surgiendo aqui tiene la virtuali- dad de transformar existencialmente la sociedad ®. Si los desarrollos de la genética y la biologfa humana siguen implementindose exclusi- vamente tal como son demandados por el mercado, la constitucién, la libertad de investigaci6n y la creencia en el progreso médico, el efecto acumulativo serd, en el sentido més literal de la palabra, una profunda transformacién «genéticar de la sociedad, y no por medio de una de- cisi6n parlamentaria 0 gubernamental. Por el contrario, esto ocuriré a través de la esfera privada apolitica, mediante las decisiones de millo- nes de individuos, padres y madres, con el asesoramiento de los mé- dicos y de criacuras tan propias de una probeta burocratica como los «consejeros genéticos». Las utopias del progreso eugenésico de siglos anteriores probablemente no sean impuestas desde arriba mediante la crueldad y la brutalidad, como ocurri6 con la locura racial nacional- socialista (aunque esto tampoco pueda descartarse).. El «brazo ejecutor» de la revolucién cultural y social genética fu- tura es la decisin individual del «individuo privado». El paciente se convertiré en un revolucionario de su propia causa. La revolucién de Ja ingenieria genética ¢s «extraparlamentaria». La férmula , en servicios y finanzas, ha crecido més que ningsin otro sector’ La otra cara de la moneda es menos evidente. En el momento pre- sente, las acciones cotidianas de un individuo tienen consecuencias globales. Mi decisién de adquirir una prenda determinada, por ejem- plo, o un tipo de alimento especifico, tiene multiples implicaciones globales. No solo afecta al modo de vida de alguien que puede vivir en el otro extremo del mundo, sino que puede ademés contribuir a un proceso de degradacién ecolégica que, en si mismo, tiene conse- cuencias potenciales para el conjunto de la humanidad. Esta extra- ordinaria interconexion (que se estd acelerando todavia més) entre las dccisiones cotidianas y las consecuencias globales, junto con su puesto, la influencia de los érdenes globales en la vida individual, constituye el tema clave de la nueva agenda. Las conexiones implica- das muchas veces son muy inmediatas. Las colectividades incermedias ‘las agrupaciones de toda especie, incluido el estado, no desaparecen ‘como consecuencia de esto; pero tienden a ser rearganizadas 0 recon figuradas Los pensadores de la Hustracién, y muchos de sus sucesores, con sideraban que la creciente informacién sobre los mundos social y na- tural incrementaria el control sobre ellos. Para muchos, ese control era la clave de la felicidad humana: como humanidad colectiva, cuanto en mejor posicién estemos para hacer activamente historia, tanto més podemos guiarla hacia nuestros ideales. Incluso observado- Dicken, Global Sift Londres: Chapman, 1992 * ‘athony Giddens tes mas pesimistas relacionaban conocimiento y control. La jaula de hierro-de Max Weber —en la que, segiin consideraba, estaba conde- nada a vivir la humanidad en el futuro previsible— es una prisién del conocimiento técnico; modificando la metéfora, todos nosotros est4- bamos destinados a ser pequeiios engranjes en la maquina gigantesca de la raz6n técnica y burocrdtica. Sin embargo, ninguna de estas imé- genes se acerca a captar el mundo de la modernidad avanzada, que esta mucho més abierto y es més contingente de lo que sugiere cual- quiera de ellas,y lo es precisamente a causa de, y no a pesar del cono- cimiento que hemos acumulado sobre nosotros mismos y sobre nuestro entorno material. Es un mundo en el que las oportunidades y los peligros se equilibran de igual modo. Aquella duda metédica la duda radical—~ que paraddjicamente estuvo siempre en el origen de las pretensiones de certeza de la Ilus- tracién, queda puesta enteramente de manifiesto. Cuanto més inten- temos colonizar el futuro, tanto més probable es que nos depare sor- presas. Esta es le raz6n por la que la nocién de riesgo, tan esencial para las empresas de la modernidad, se mueve en dos niveles*. En primer lugar, simplemente parece formar parte de un eéleulo esencial, un medio de sellar los limites a medida que se invade el futuro. Desdg esta perspectiva, el riesgo es una parte estadistica de las operaciones de las compaaias de seguros; la misma precisién de estos calculos del riesgo parece indicar el éxito alcanzado en poner bajo control el futuro, Existe riesgo en un mundo en el que inuclias cosas siguen , y me contestaré tranquilamente: «Ay, no ‘algo para eazar. No he visto nada de nad... bueno, a lo mejor una pieza pe~ uefa.» Entonces sonteré, porque sabré que ha tenido buena caza. Los temas paralelos del menosprecio y la modestia siguen des- arrolkindose cuando la partida sale a recoger la caza y reparte al dia siguiente lo que ha cobrado. De regreso a la aldea, los miembros del grupo portador comentarin en vor. alta la ineptitud del cazador y la decepcidn que les provoca: Quieres decir que nos has eaido hasta aqut para hacernos regresar con este ‘montén de huesos? Si hubiera sabido que era tan escuslido no habria venido. Y pensar que he perdido un hermoso dia «la sombra por esto. Puede que en ON. Baker, The Mezzanine, Carobridge: Granta, 199, p45. ey 2 Anthony Giddens casa tengamos hambre, pero al menos tenemos agua buena y fresea para bebe” . fee El intercambio es de tipo ritual, y sigue normas establecidas: esté estrechamente relacionado con otras formas de inteccambio ritual en la sociedad !Kung. A primera vista el insulto a la carne parece el can- didato perfecto a la explicacién basada en funciones latentes. Es un fragmento de tradicién que alimenta esas interpretaciones de las «cul- turas tradicionales» que entienden la «tradiciGn» desde la perspectiva de concepciones funcionales de solidaridad. Si tales nociones fueran vilidas, la tradicién podria considerarse esencialmente como un ritual no pensado, necesario para la cohesién de las sociedades mas simples. Existe, indudablemente, una perspectiva «funcional» para explicar los insultos a la carne: aunque esto también origina conflictos, puede considerarse como un medio para mantener el igualitarismo en la co- munidad (masculina) de los !Kung. El menosprecio ritualizado ¢s un freno a la arrogancia y por tanto al tipo de estratificacién que podria desarrollarse si se honrara 0 recompensara a los mejores cazadores. Sin embargo, este elemento «funcional» no funciona de hecho de forma mecéniea (ni podria hacerlo); los [Kung son muy conscientes de lo que ocurre. Asi, como un curandero !Kung sefiald a un antrot pélogo, cuando un hombre realiza muchas cazas, esté expuesto a verse a sf mismo como jefe y a considerar al resto del grupo como in- feriores a él. Esto es inaceptable, «por lo que siempre hablamos de su carne como de algo carente de valor. De esta manera enfriamos su co- razén y le hacemos amable»®. La tradicidn se refiere al ritual y tiene relaciones con la solidaridad social, pero no es la consecuencia mecé- nica de preceptos aceptados de forma incuestionable. Para captar qué supone vivir en un orden postradicional tenemos que considerar dos cuestiones: qué es realmente ls tradicién y cusles son las caracteristicas genéricas de una «sociedad tradicional», Ambas nnociones se han utilizado generalmente de forma zerftiea: en sociolo- ga, por el hecho de que no se han utilizado sino como término de comparacién para la preocupacién fundamental, la modernidad; y en ancropologia, porque una de las principales implicaciones de la idea de tradicion, la repeticién, se ha mezclado demasiado frecuentemence con la cohesiGn. La tradicién es, por expresarlo asi, como el cemento KB. Lee, The Dobe Kung, Nuova York: Hol, 1984, p49 Bid, 8, Vivir en una sociedad postradicional B que mantiene unidos los érdenes sociales premodernos; pero una vez gue se rechaza el funcionalismo, deja de estar claro qué da su capaci- dad cohesiva al cemento. No existe ninguna conexién necesaria entre la repetici6n y Ia cohesién social, y el cardcter repetitivo de la tradi- cién es algo que ha de explicarse, no de asumirse sin mas’. La repeticidn significa tiempo —algunos dirfan que es tiempo— y la tradicién esta de alguna manera relacionada con el control del tiempo. La tradicién, podria decirse, es una orientacién hacia el pa~ sado, de tal modo que el pasado tiene una poderosa influencia 0, por expresarlo de forma més precisa, se le otorga una poderosa influencia sobre el presente. Sin embargo, estd claro, al menos en cierto sentido, gue la tradici6n también se refiere al futuro, puesto que las précticas establecidas se utilizan como modo de organizar el tiempo futuro. El fururo se configura sin la necesidad de delimitarlo como un territorio separado. La repeticién, de un modo que es necesario examinar, trata de hacer regresar el futuro al pasado, al tiempo que también recurre al pasado para reconstruir el futuro. La tradici6n, afirma Edward Shils, siempre esté cambiando "5 pero hay aigo en la nocién de tradicién que presupone permanencia; si es tradicional, una creencia 0 una préctica tiene una integridad 0 continuidad que resiste los embates del cambio. Las tradiciones tie- nen un caricter orgénico: se desarrollan y maduran, o se debilitan y «mueren», La integridad 0 autenticidad de una tradicién, por consi- guiente, es mas importante a la hora de definirla como tradicién que el tiempo que perdura. Es notable que solo las sociedades con escri- tura —que en realidad, a consecuencia de ella, se han hecho menos «tradicionales»— suelen tener algiin tipo de prueba de que elementos de la tradicién han perdurado a lo largo de periodos muy largos. Los antropélogos casi siempre han considerado las culturas orales suma- mente tradicionales, pero la naturaleza del caso determina que no haya forma de corroborar que las «pricticas tradicionales» que ellos ‘observan han existido siquiera a lo largo de varias generaciones; nadie sabe, por ejemplo, durante cuanto tiempo ha estado en vigor la préc- rica de insultar la carne de los !Kung. Yo entenderé la «tradicién> del siguiente modo. Para mi, la tradi- cidn esté relacionada con la memoria, especfficamente con ese tipo de 7 P. Boyer, Traditions as Trath and Communication, Cambridge: Cambridge Uni versity Pees, 1990 °°, Shils, Tradition, Londres: Faber, 1981 es 4 Anthony Giddens memoria que Maurice Halbwachs denomina «memoria colectivan; implica el ritual, y esté ligada a lo que denonimaré la nocién forrmular de verdad; tiene «guardianes», y a diferencia de la costumbre, posee un caricter vinculante que combina un contenido moral y emocional. La memoria, al igual que la tradicién —en uno u otro sentido— se refiere a la organizacién del pasado en relacién al presente, Podria- mos pensar, sostiene Halbwachs, que tal conservacion se deriva sim- plemente de la existencia de estados psiquicos inconscientes. Existen hhuellas, registradas en el cerebro, que hacen posible que estos estados sean llamados 2 la conciencia. Desde este punto de vista, «el pasado queda en ruinas», pero «solo desaparece en apariencia», porque con- ‘tumiia existiendo en el inconsciente '', __ Halbwachs rechaza tal idea; el pasado no es preservado, sino con- tinuamente reconstruido sobre la base del presente. Tal reconstruc ciGn es parcialmente individual, pero de un modo més fundamental es social o colectiva. Al desarrollar este argumento, Halbwachs ofrece un interesante anilisis de los suefios. Los suefios son, en efecto, lo que el significado seria sin sus marcos sociales organizativos: un com- puesto de fragmentos inconexos y de extraiias secuencias, Las image- nes se mantienen como «materias en bruto» que se combinan entre si de formas excéntricas. La memoria es, por tanto, un proceso activo y social que no puede identificarse con el mero recuerdo". Reproducimos continua- mente memorias de acontecimientos o estados pasadas, y estas repe- ticiones confieten contimuidad a la expériencia. Si en las culturas ora- les los mayores son los depositarios (y por tanto, frecuentemente también los guardianes) de las tradiciones, no es solo porque ellos las hayan absorbido antes que los demas, sino porque tienen el ocio sufi ciente para identficar los detalles de estas tradiciones en interaccién con otros de su misma edad y de ensefiarlos a los jévenes. Por consi- guiente, podemos decir que la tradicién es un medio de organizacién de la memoria colectiva. No puede haber una tradicisn privada del mismo modo que no puede haber un lenguaje privado. La «integri- dad» de la tradicién se deriva no del mero hecho de la persistencia a lo largo del tiempo, sino del «trabajo» continuado de interpretacién 8 M, Halbwachs, The Socal Framewors of Memory, Chicago: University of Chic cago Press, 1992, p. 39, 7 Ea a ° Cie'A. Gikens, The Conatation of ocey, Cambridge: Pliny, 198, pp. 45.5 Vivir en una sociedad postradicional 85 que se Hleva a cabo para identificar los vinculos que unen el presente al pasado. Generalmente, la tradicion implica el ritual. ¢Por qué? Puede con- siderarse que los aspectos tradicionales de la tradicin son simple- mente parte de su carécter «inconsciente», automiético. Pero si las ideas que he sugerido hasta el momento son correctas, la tradicién es necesariamente activa ¢ interpetativa. Podemos postular que el ritual es basico para los marcos sociales que dan integridad a las tradicio- nes; el ritual es una forma préctica de garantizar la preservacién. La memoria colectiva, como insiste Halbwachs, esté orientada a las prac- ticas sociales. Podemos percibir cmo funciona esto si no considera- mos tinicamente el contraste entre memoria y suefio, sino la actividad «intermedia» del suefio diurno o ensofiacién. Las ensofiaciones signi: fican que un individuo se desliga de las exigencias de la vida cotidiana yy deja a su mente en libertad de vagar. En contraste, la continuidad de la préctica en si misma activamente organizada— es lo que hila las actividades de hoy con las de ayer y las del afto pasado. El ritual conecta firmemente la reconstruccién continua del pasado con la ac- cidn préctica, y puede considerarse que funciona asf El ritual integra la tradicin en la préctica, pero es importante te- ner en cuenta que también tiende a ser separado més o menos clara- ‘mente de las tarcas pragmaticas de la actividad cotidiana. Insultar a la carne es un procedimiento ritualizado, y asi lo entienden los partici- pantes. Un insulto rinual es diferente de un insulto real porque carece de significado denotativo; es un uso «no expresivor del lenguaje. Esta consecuencia «aisladora» del ritual es crucial porque contribuye a dar a las creencias, practicas y objetos rituales una autonomfa temporal de la que pueden carecer actividades més profanas. Como oourre con todos los demés aspectos de la tradicién, es preciso interpretar el ritual; pero tal interpretacién generalmente no esté en manos del individuo lego. Aqui tenemos que establecer una relacién entre los guardianes de la tradicién y las verdades que con- tienen o revelan esas tradiciones. La tradicién implica la «verdad for- ular», a Ja que solo ciertas personas tienen pleno acceso. La verdad formular no depende de propiedades referenciales del Lenguaje, sino mas bien de lo opuesto: el lenguaje ritual es performativo, y en oca- siones puede contener palabras o précticas que los hablantes y oyen- tes apenas consiguen entender. El idioma ritual es un mecanismo de Ja verdad a causa y no a pesar de su naturaleza formular, El discurso ritual es un tipo de discurso respeeto al cual no tiene sentido estar en i Anthoay Giddens desacuerdo o contradecirlo; y en este sentido contiene mento poderoso pata reduicr fe posibilidad de disenso. Sia dude, ero es eel paras carkter eoacivo, : va verdad formular es una atribucién de eficacia causal al rit se aplican criteios de verdad a los acontecimientec cance lay oT contenido proposicional de lo dicho ®. Los guardianes, sean los an= ciamos, curanderos, magos o funcionarios religiosos, tienen la impor. tancia que tienen en la tredicién porque se cree que son los agentes 6 mediadores esenciales de sus poderes causales, Existen traficantes de misterio, pero sus habilidades arcanas se derivan més de su implica. cin en el poder causal de la tradicion que de su dominio de eualquier cuerpo de conocimiento secreto o esotérico. Entre los !Kung, los am. cianos son los principales guardianes de la tradicign del grupo, Los insultos a la carne pueden . El conocimiento y las eapacide- des gue ose el expito pen pareer mistrost pat ep cr0, en principio, cualquiera puede adquirir ese conacimiento y esas cxpacdades pee ne ee eae Po inalmente, todas las tradiciones tienen un contenido normativo ° moral, Jo que les dota de caracter vinculante ®. Su ae pay estd estrechamente relacionada con los procesos interpretativos por oye, radon «1 Txth end Communion, aps \ bid, p, 112. vapis © Sh ema que existen «tradiciones(Sctcass sin contenido normative, Param yen en ls categoria de costumbres.Shls, Tradition, pp. 255, ; "7 Vivir en una sociedad postrdicional medio de los cuales se vinculan el presente y el pasado. La tradicién no solo representa lo que «se hace» en una sociedad, sino también lo que «deberfa hacerse». De esto no se sigue, por supuesto, que los componentes noxmativos de la tradicién estén necesariamente pues~ tos de manifiesto. La mayoria no lo estan: se interpretan dentro de las actividades o ditectivas de los guardianes. Puede inferirse que la tra- dicidn tiene el arraigo que tiene porque su carécter moral oftece un cierto grado de seguridad ontol6gica a quienes sc adhieren a ella. Sus puntales psiquicos son de tipo afectivo. Generalmente, existen cuan- tiosas inversiones emocionales en la tradicién, si bien son de tipo in- directo, no directo; provienen de los mecanismos de control de la an- siedad que proporcionan los modos tradicionales de accién y creencia Esto por lo que respecta a una conceptualizacién inicial de la tra~ dicién, Sigue sin resolverse el problema de qué es una «sociedad tra~ dicionale. No pretendo tratar aqui por extenso este tema, aunque volveré a él més tarde, Una sociedad tradicional es, de modo inevita- ble, un tipo de sociedad en la que la teadicién, tal como se ha definido arriba, tiene un papel dominante; pero esto dificilmente bastard. La tradicion, puede decisse, es més relevante cuando no se entiende como tal. Parece que la mayoria de las culturas pequefias carece de una palabra especifica para «tradici6n», y no es dificil ver por qué: la tradicin es demasiado omaipresente como para distinguirse de otras actitudes o formas de conducta. Esta situacion tiende a ser particular ‘mente caracteristica en las culturas orales. Un rasgo distintivo de la cultura oral es, obviamente, que las comunicaciones no pueden efec- tuarse sin un hablante identificable; como es patente, esta cicunstan- cia conduce por sf sola a versiones formulares de verdad. La apari- cidn de la escritura cea la hermenéutica: la «; en Cstos aspectos rene facetas compartidas con a pscologia de la com- pulsign. La repeticién como neurosis: la cuestién de la adi in El problema de le compulsién se encuentra en el origen de la moderna psicoterapia, Segiin un libro de autoterapia préctica, las ex. Periencias vitales de un individuo «son un registro»: en nucstras acti Vidades presentes constantemente —y de forma en gran parte incons- ciente— recapitulamos el pasado. La influencia del pasado sobre el presente es sobre todo de tipo emocional, una cuestidn de «senti- mientos»: Pucden existirrazones en dos «sitios» simulténeamente. Uno puede estar ff- sicamente presente con alguien aqui y ahora, pero su mente puede estar ale- jada kilémetros y aos. Uno de nuestros problemas en las relaciones es que «algo nos aleja del presente y no estamos con quien estébamos. Estas experiencias registradas y los sentimientos asociadas a ellas pueden re- vivitse hoy de forma tan viva como cuando ocutrieron, y proporcionan mu chos de los datos que determinan Ia naturaleza de ls relaciones actuales. Los acontecimientos del presente pueden replicar una antigua experiencia, y no solo recordamos cémo sentimos, sino que sentimos del mismo modo, No olo recordamos el pasado, sino que lo revivimos. jEstamos alli! Y mucho de lo que revivimos no lo recordamos.* La compulsién, en su sentido més amplio, es la incapacidad para escapar del pasado. El individuo, que se eree autGnomo, representa un destino subrepticio, Los conceptos de destino siempre han estado estrechamente vinculados a la tradicién, y no es sorprendente que Freud estuviera preocupado por el destino. «El Edipo rey», observa, fs una tragedia del destino. Su efecto erigico depende del conflicto entre Ia todopoderosa volunted de los dioses y los vanos esfuerzos de los seres hu- manos amenazados de deste La resgnacion ale volute diving la per cepcidn de la propia falta de importancia, son las lecciones que se supone que debe extraer de la obra el espectador, profundamente conmovido, ‘ Ay. Harris, Staying OK, Londres Pan, 1985, p. 19. Vivir en una sociedad postradicional » «El oréculo ha lanzado la misma maldicién sobre nosotros», prosigue, pero en nuestro caso es posible escapar. Desde Freud, el di- lema de la condicién moderna se ha considerado que estriba en supe- rar la «programacin» incorporada en nuestra vida anterior. Come es sabido, Freud se ocups ampliamente de los suevios, «el camino real hacia cl inconsciente». La teoria de los sueiios de Freud puede o no ser vilida en sus propios términos, pero merece la pena considerar su relacién con las ideas de Halbwachs. Tanto para Halb- wachs como para Freud, los suefios son recuerdos exentos del con- texto social de la accién. Permitaseme contextualizar historicamente este punto de vista. En la época en la que Freud escribié, las tradicio- nes de la vida cotidiana comenzaba 2 resquebrajarse bajo el impacto de la modernidad, La tradicién proporcionaba los marcos estabiliza- dores que integraban las huellas del recuerdo en una memoria coke. rente. A medida que la tradicin se disuelve, puede especulatse con que la shuclla del recuerdo» queda expuesta mis al desnudo y es més problematica respecto a la construccién de la identidad y el signifi- cado de las normas sociales. A partir de ese momento, la reconstruc cién del pasado que proporeionaba la tradicién deviene una respon- sabilidad —incluso una exigencia— més acusadamente individual Como buen especialista médico, la intenci6n de Freud era curar neurosis; lo que en realidad descubri6, sin embargo, fue el reflujo emocional de una cultura tradicional en desincegracién. La vida emocional de Ia civilizacién moder estaba en Jo esencial excluida de la filosofia de la Hustraci6n, y era ajena a aquellas empresas cien- tificas y tecnolégicas tan importantes para los efectos iluminadores de la modernidad. La ciencia, y mas en general la «raz6ne, iban a sustituir los preceptos supuestamente no pensantes de la tradicin y la costumbre. Y, en cierto sentido, asi resulté ser: las perspectivas cognitivas fueron, en efecto, reconfiguradas de forma muy sustancial y dréstica, El elenco emocional de Ia tradicién, sin embargo, quedé mis o menos intacto ". El pensamiento de Freud, por supuesto, esté abierto a ser inter- pretado en los términos de la Tlustracién, Desde este punto de vista, Ja importancia de Freud es que descubri6 una «via de desarrollo» psi col6gica andloga a la de las instituciones sociales de la modernidad. La «dogmatica» del inconsciente podria disolverse y sustituirse por la ® §, Freud, The Interpretation of Dreams, Londses: Hogarth, 1951 ™ Giddens, The Transformation of Buvimacy, % Anthony Giddens autoconciencia veridica; en las celebradas y quiz ominosas palabras de Freud: «donde estaba el id deberé estar el ego». Algunos, que al- bergan mAs sospechas respecto a las pretensiones de la Tlusiracién, ven a Freud de forma bastante opuesta. Freud nos muesta, sostienen, gue la civilizacin moderna nunca podea sobreponerse a esas fuerzas Oscuras que acechan en el inconsciente. Y, en efecto, la propia linea de desarrollo intelectual de Freud parece desviarse de la primera con- cepeidn hacia la segunda a medida que progresa su carrera, Sin embargo, quiz4 ninguna de estas perspectivas sea la forma mas cficaz de considerar las cosas. Freud trataba con un orden social, no solo con un orden psicolégico; estaba interesado por un universo so- cial de creencia y accién en un momento en el que, en ambitos que afectaban directamente a la autoidentidad, la tradicin estaba empe- zando a convertivse en compulsion, La compulsin, y no el incons- ciente como tal, resultaba ser la otra cara de la «revolucién cognitiva> de la modernidad, Las investigaciones y empefios terapéuticos concretos de Freud —~a diferencia de la mayoria de sus escritos— se concentraban en los problemas emocionales de las mujeres en tanto que mediados por el cuerpo. Sin embargo, la compulsién oculta de la modernidad también era manifiesta —aunque de modo distinto— en el mbito piblico. Qué es la discusién weberiana de la ética protestante sino un andlisis de la naturaleza obsesiva de la modernidad? Los sufrimientos emo- cionales de las mujeres, por supuesto, no tienen lugar en el estudio de Weber, asi como tampoco las vidas privadas o sexuales de los repre- sentantes del espititu empresarial. Es como si estas cosas no tuvieran efecto alguno en el comportamiento o la motivacién de los industria- les: una escisién conceptual que reflejaba una divisidn real en las vi- das de hombres y mujeres. La obra de Weber trata de forma bastante explicita de la transi- cién de la tradicién a la modernidad, aunque no lo expresa en estos términas. Las creencias y précticas religiosas, como otras actividades twadicionales, tienden a fundir moralidad y emocién. Como pone de manifiesto Weber, tienen una base motivacional adecuada y visible Del mismo modo que podemos entender con bastante faclidad el de- seo de acumular riqueza en el mundo tradicional, donde se utiliza para cultivar prerrogativas distintivas, también podemos hacer inteli- gible el ascetismo religioso y su naturaleza compulsiva. El ascetismo hindi, por ejemplo, aspira 2 superar los trabajos del mundo y a en- trar en un estado de devocin religioso. ¥ Viviren una sociedad postradicional om El ascetismo compulsivo del empresario no tiene orfgenes tan ob- vios incluso aunque, de un modo igualmente obvio, se encuentre ins- pirado por la pasidn y la conviecién. E] punto de vista del capitalista, afirma Weber, parece al observador no moderno ®. Lo que Webcr denomina «tradicionalismo econémico» es en su opinién caracteristico de la mayor parte de la actividad econémica de las civilizaciones premodernas. El tradicionalismo econdmico reco- noce con bastante frecuencia Ja ganancia material como un motivo le~ gitimo, pero siempre Jo basa en una moralidad més amplia que suele jincluir una nocién de exceso. Esto era igualinente aplicable sl lavers- nismo como a todas las variedades de puritanismo. Lutero, por ejem- plo, entendia el trabajo como una vocacién de la forma tradicional, como parte de un orden hist6rico objetivo de las cosas gobernado por Dios", La persecuci6n obsesiva de la gracia divina ha constituido parce de muchas religiones, pero cl luteranismo preservaba en alguna ‘media aquella actitud relativamente relajada respecto a la vida coti- diana caracteristica del eatolicismo no monéstico. El puritanismo es mas compulsivo. Se situaba en un plano de antagonismo respecto a la mayoria de las formas de tradicionalismo, y elimind mas o menos el ritual de la esfera religiosa; de igual modo, también era hostil a todos, los tipos de cultura sensual. © M, Weber, The Protestant Ethic and the Spiie of Capitalism, Londres: Allen & Unwin, 1976, p.72 id, p 182 * Ibid, pp. BF. 2 Anthony Giddens Es tentador vincular la discusién weberiana del ascetismo puri- tano a la represién psicolégica, y muchos lo han hecho. Podria pare- cer que el puritanismo—y, por consiguiente, el capitalismo en un sis- tema econémico— maximiza la autoncgacién. La persecucién de la ganancia material por parte del empresario, después de todo, es acompatiada de un estilo frugal de vida y del horror al hedonismo De hecho, algunos comentaristas han sugerido que han existido dos fases en el desarrollo de las instituciones modernas a lo largo de los tres tilimos siglos, aproximadamente. La primera se caracterizaba por el predominio de la disciplina y la represién, la segunda por una ierupcion de hedonismo, vinculada quiza al surgimiento de la socie- dad de consumo. Sin embargo, podriamos interpretar las implica- ciones de la obra de Weber de forma bastante distinta. El ndcleo del espirivu capitalista no era tanto su ética de la negacién como su ur- gencia motivacional, despojada de los marcos tradicionales que ha- bian conectado el esfuerzo con la moralidad. El capitalista, por expresarlo de ese modo, estaba predispuesto a Ja repeticién sin saber demasiado bien —una vez que la ética religiosa tradicional habia sido descartada— por qué él, u otros, tenia que dat vueltas a esa noria infinita. Existia una motivacién positiva, sin em- bargo: el éxito aportaba placer y no dolor. El hedonismo se distingue del placer disfrutado de un modo muy parecido a como el esfuerzo del empresario se distingue del tradicionalismo econémico. En otras palabras, easi por definicién también es obsesivo: esta es la raz6n por Ja que esté mucho més estrechamente relacionado de lo que a primera vista podria parecer con los rasgos a los que Weber presté una aten- cid preferente, La modernidad como compulsién: equé significa esto y cudles son sus implicaciones? Aungue es preciso especificar con mayor de- talles los nexos, a igual que con Freud estamos hablando aqui de una pulsin emocional a la repeticién, que es en gran parte o inconsciente © escasamente entendida por el individuo concernido. El pasado per- dura, pero en lugar de ser activamente reconstruido tal como lo hacia la tradicién, tiende a dominar la aceién de forma cuasi causal. La compulsin, cuando es socialmente generalizada, es de hecho tradi- cidn sin tradicionalismo: la repetici6n que traba la autonomia en lugar de porenciarla, ® Vid, por ejemplo, D. Bel, The Cultral Cononadicions of Capitals, Londecs Heineman, 1973. Vivir en una sociedad portadicional 98 Freud hablaba de obsesién o compulsién; hoy hablamos general- mente de adicciones. La diferencia terminolégica es importante. Comparemos el individuo anoréxico con el empresario de Weber. Cada uno es impulsado por un ascetismo intramundano. La anorexia, sin embargo, se considera una patologia, y (al menos por el mo~ mento) generalmente se concentra en las mujeres jévenes. Parece ex- wai a primera vista considerar la anorexia como una adieci6n, puesto que parece una forma de autonegacién mas que de «estar en ganchado> a sustancias que proporcionan placer. A este respecto, sin embargo, no hay diferencia del espiritu del capitalista, y es valida la observacién que realizamos a propésito del hedonismo. En un mundo en el que tno puede ser adicto a cualquier cosa (drogas, alco- hol, café, pero también al trabajo, ejercicio, deporte, cine, sexo 0 amor) la anorexia se encuentra entze oxtas adicciones relacionadas con la alimentacién. Se ha afirmado que la adiccién ces algo respecto a lo cual senti- mos que tenemos que mentir>®. Es, podria decirse, una repeticién que ha perdido sus nexos con la «verdad» de la tradici6n; sus orige- nes son oscuros para el individuo concernido, aunque este tambien puede mentir a otros. De este mode, los alcohdlicos frecuentemente ocultan su adiccidn incluso 2 quienes les son mis cercanos, lo que forma parte del hecho de que se lo niegan a ellos mismos. La adic- cién, afirma el autor (un terapeuta) citado més arriba, enos mantiene fuera de contacto con nosotros (con nuestros propios procesos vita- les, sentimientos, moralidad, conciencia)»; el individuo también tiende a establecer relaciones na libres, sino obsesivas. Las «adiccio- nes ingestivas» (a los alimentos 0 a las sustancias quiimicas) pueden tener una base psicol6gica, pero la adiccién es fundamentalmente un fendmeno social y psicol6gico y no fisiol6gico. Asi, en el ambito del alcoholism, un s{ntoma bien conocido es el del «borracho seco», uuna persona que manifiesta la mayoria de los rasgos del alcohélico pero sin recurrir a la sustancia quimica. Muchas personas, al menos durante algan tiempo, manifiestan una mayor compulsividad en sus pautas de conducta después de renuneiar al alcohol™, gPor qué yuxtaponer adiccién y tradicién? Hay dos razones. Una os para centrarnos en las caracteristicas compulsivas de la tradici6n ® A.W. Schaef, Codependence: Misunderstood, Mistreated, Nueva York: Hirper, 1986, p, 2. ® Ibid, pp. 25-6 # Anthony Giddens como tal, una cuestién a la que volveré mas adelante. La otra, més importante cn este momento, es porque la cuestidn de la adiccién proporciona una ihustracién inicial de las caracteristicas del orden postradicional. En las sociedades premodernas, la tradicidn y ratina- rizacion de la conducta cotidiana estén estrechamente vinculadas en- tte si. En las sociedades postradicionales, por contraste la rutinariza- cidn deviene vacia a no ser que esté orientada por procesos de reflexividad institucional. No hay ninguna légica, ni autenticidad moral, en el hecho de hacer hoy lo que hicimos ayer; sin embargo, es- tas cosas son la esencia misma de la tradicién. El que hoy podamos hhacernos adictos a cualquier cosa —a cualquier aspecto del estilo de vida— indica hasta qué punto es comprehensiva la disolucion de la tadicién (deberfamos afiadis, y esto no es tan paradéjico como pa- xece, wen su forma tradicionals). El avance de la adiccién es un rasgo sustantivamente significativo del universo social postmoderno, pero también un «sintoma negativor del proceso mismo de destradiciona- lizacién de la sociedad, Los consejeros familiares y matrimoniales en ocasiones utilizan ‘«genogramas» para ayudar a los individuos a convivir 0 a separarse, Un genograma se parece mucho al mapa de linajes de una cultura tra- dicional que traza un antropélogo, salvo que se concentra en las emociones. El genograma remonta, hasta las generaciones de los p2- dres y abuelos, las vinculaciones emocionales de, digamos, los com- pafieros de matrimonio. Un genograma supuestamente us permite ver cOmo la vida emocional de los individuos actuales recapitula la de las pasadas gencraciones y proporciona la posibilidad de escapar fructiferamente de su eherencia». Un terapeuta, escribiendo sobre su experiencia con genogramas, afirma: «Llegué a constatar, una y otra vez, con qué tenacidad el pa- sado busca su expresién en el presente» ®. La mayoria de los nexos implicados son, una vez més, emocionales e inconscientes. Conside- remos el caso de Tom y Laura, desctito por Maggie Scarf*, Scarf em- pez6 a construir un genograma de la pareja preguatando primero de todo qué era lo que atzafa'al uno del otro. Tom era una persona que guardaba sus emociones para si mismo, y creia que esta autosuficien- cia era una de las cosas que Laura inicialmente encontré atractiva en 8 M, Scar, Intimate Partners, Nueva York: Aullantine, 1987, p. 42 % Tid. Las citas subsiguiemtes proceden de esa fuente. De Vivir en uns sociedad postradicional 35 al Sin embargo, las ideas de Laura sobte la relacién enfatizaba la ssinceridad», la «franqueza» y «hacerse vulnerable», «Es como st cada uno de ellos», afirma Scarf, «hubiera encontrado en el otro un aspecto de algo que echara en falta en st propio ser interno.» Cada uno habfa reconocido inconscientemente una necesidad complemen. taria en e] otro: el uno de comunicacién emocional, el otro de inde- pendencia de espiritu Muchas veces, los anilisis familiares desvelaa la repeticién como sosprendentemente literal. Ast, por ejemplo, una mujer cuya nifiez se vio afectada por el hecho de que su padre era un alcohélico se casa con ‘un hombre que también resulta ser un alcohdlico; quiza se divorcie de 4l més tarde, aunque solo para tepetir una pauta similar. Mas comiin- ‘mente, el «modo de ser con el otro» reproduce lo que se ha transmi- tido desde el contexto familiar de la nifiez. Como en el caso de la tra dicién, no se trata aqui de un proceso pasivo, sino de una actividad de recreacidn activa, si bien principalmente inconsciente, Scarf observa: En mayor © menor grado, cuando aleanzamos el status adulto la mayoria de nosotros no deja detrés de af las cosas de Ia nfiez. En el propio proceso de clegir nuestros compafieros, y de ser elegidos ~y por tanto, en elaborae en nuestras vidas pasadas e independientes la vida que creamos juntos esta. ‘mos profundamente influidos por las formas de ser que hemos observado y aprendido muy tempranamente en lz vida, y que vivimos en ¢l interior de nuestra mente, El hecho de que pueda haber otras oprianes, otros sistemas de ser en una relacién intima, frecuentemente no se nos octrre, porque no com prendemes que estamos funcionando dentro de un sistema, un sistema inte. Fiorizado en nuestra familias originales. Lo que ha sido y lo que conocemos parece ser «la forma de ser del mundo; es la realidad misma. La repeticién es el modo de permanecer en , indica una transicién mis profunda. El ambiente, que parece no ser mas que un parémetro independiente de la existencia humana, en rea- lidad es lo opuesto: la naturaleza en tanto que enteramente transfigu- rada por la intervencién humana. Hemos comenzado a hablar de © W, Wordsworth, The Prelude, Libro Primero, lineas 1-8. Viviren una sociedad postradicional 101 sambiente> solo cuando la naturaleza, como la tradicidn, se ha di- suelto. Hoy, entre todos los demés finales, podremos hablar en un sentido real del final de la «naturaleza» ; una forma de referirnos a su plena socializacién, La socializacién de la naturaleza supone mucho més que el mero hecho de que ef mundo natural sea cada vez més devastado por la hu- manidad, La accién humana, como se ha mencionado, ha dejado desde hace mucho tiempo su impronta sobre el ambiente fisico. La invencién misma de la agricultura supuso eliminar parte del ecosis- tema natural para crear un habitat en el que los humanos pudieran cultivar plantas o eriar animales segiin sus deseos. Muchos paisajes de belleza natural» que nos resultan ahora familiares, como algunos de los del sur de Grecia, en realidad han sido creados por la erosidn del suelo que siguid al sometimiento dela terra al cultivo en épocas anti- guas. En épocas todavia anteriores, los sumerios, quienes originan la civilizaci6n agraria, habfan destruido la misma tierra que trabajaban para hacer fértil®. Sin embargo, hasta épocas modernas la naturaleza siguié siendo ‘en su mayor parte un sistema externo que dominaba la actividad hu- mana, y no al contrario, Incluso en la mis sofisticada de las civiliza- ciones hidréulicas, las inundaciones o las sequias eran comunes; una mala cosecha podia tener efectos devastadores. Aqui, los riesgos son del tipo antiguo. Evidentemente, siguen ocurriendo desastres naturs- les, pero la socialicacisn de Ja naturaleza en la actualidad significa que una diversidad de sistemas antes navurales son ahora productos de las decisiones humanas. La preocupacién por el calentamiento global se deriva del hecho de que el clima de la tierra ya no es un orden dado naturalmente. Si en efecto se est produciendo un calentamiento glo- bal, es el resultado de las cantidades extra de «gases de invernadera» que se han aftadido a la atmésfera a lo largo de un perfodo no supe- rior a los doscientos afios. El consumo de energfa se ha incrementado por un factor cercano a trescientos slo en el siglo x; el combustible quemado para producir la energia libera didxido de carbono ea la at- mésfera. Una reduccién concomitante en los «sumideros» naturales del mundo, que pueden absorber didxido de carbono, ha exacerbado este efecto. La consecuencia general, incluso aunque la tesis del calen- > B, MeKibben, The End of Nature, Nueva York: Random House, 1989, % Ponting, A Green History ofthe World, Londres: Ponguia, 199t, capitulo 5, 102 Anthony Giddens tamiento global se demostrara errénea, es la ereacién de nuevos tipos de efectos retroalimentados e influencias sistematicas. El Comité Internacional sobre el Cambio Climitico establecié cuatro posibles «escenarios» de emisiones y traté de evaluar las im- plicaciones de cada uno de ellos®. En el escenario «las cosas van a se- guir como de costumbren, en el que no hay muchos cambios respecto 2 lo que parecen las tendencias actuales, la cantidad de diéxido de carbono en la atmésfera se doblaria en unos veinte afios contados desde el comienzo del siglo préximo. La introduccién de restriccio- nes muy severas, otro de los escenarios, estabilizaria el nivel; en cada uno de los restantes, el nivel de incremento seria geométrico. Todos no dejan de ser es0, escenarios, que podrian influir refleyivamente en el fenémeno del que tratan, Ninguno de ellos, sin embargo, predice una reversi6n. Es decir, que a partir de ahora y en un fuvuro previsi ble, con todas sus imponderabilidades, estamos tratando con un or den human, no con un orden natural. : Hay quienes han defendido que la idea misma de la naturaleza inanimada, tan importante para la perspectiva y la tecnologia del Oc- cidente moderno, deberia recharse actualmente. Asi, Rupert Shel- drake ha sugerido que «otra vez es razonable considerar la naturaleza, como algo vivo»; podrfamos pensar en «el cosmos entero» como «algo mas semejante a un organismo en desarrollo que a una maquina externa» ™, Sheldrake relaciona especificamente este proceso con el renacimiento de la tadici6u y el situa, asi como con una exploracion de la religién. «Un cierto niimero de occidentales, entre los que me cuento, han rechazado la religién cristiana y explorado las tradiciones religiosas de Oriente, en particular el hinduismo y el budismo; otros hham intentado revivie aspectos del paganismo precristiano y de la reli- sida de la diosa». Se difundan o no tales ideas y tendencias, seme- jante proceso de seleccidn no es un renacimiento de la tradicién, sino algo nuevo. La adopcién de Ja tradicién como tal es una decisién pro- pia de un estilo de vida; y ningtin intento por reanimar la naturaleza reintroduciré la navuraleza tal como era. La xexternalidad» de la naturaleza en las époces premodernas no solo inclufa el entorno fisieo. También afectaba al cuerpo y, en estre- cha conjuncién con la tradicién, cualquier cosa que se considerara ® J. Broome, Counting the Cos of Global Warming, Londres: White Horse, 1992 % R Sheldcake, The Rebirth of Natare, Londres: Rider, 1990p. 153. » Thi, p. 154 Viviren una sociedad postradicional 103, como parte de la snaturaleza humana». Todas las culturas han po- seido sistemas de medicina y regimenes de adiestramiento corporal Pero en la época moderna, el cuerpo y los procesos fisiolégicos han sido mucho mas profundamente invadidos que anteriormente. En ningtin caso es més evidente esto que en la esfera de la reproduccién, Los efectos de la destradicionalizacién y de la tecnologia se funden de forma muy estrecha aqui, como en muchas otras éreas. La decision de tener Gnicamente unos pocos hijos, por ejemplo, un cambio de- mogréfico de primera magnitud que se produce en las sociedades modernas en el siglo xix y a comienzos del Xx, formé parte de la di- solucién de los sistemas familiares tradicionales, no se deriv de los. ‘cambios en las tecnologias contraceptivas. Los cambios téenicos, sin embargo, junto con otras innovaciones en las tecnologias reproductivas, han afectado profundamente la «na. turaleza externa». La fertilizaci6n in vitro y el teasplante de embrio- nes son buenos ejemplos. Un individuo o una pareja no solo pueden decidir tener un hijo sin mantener relaciones sexuales, haciendo de esta forma realidad el nacimiento virginal, sino que pueden abrir una variedad de nuevas posibilidades y dilemas en lo que respecta a las categorias ¢ identidades de parentesco establecidas. La tras ién como contextual La tradicin es contextual en el sentido de que es garantizada por tuna combinacién de verdad ritual y formulas. $i se separa de estas, la tradicién cae en costumbre o habito. La tradicién es impensable sin guardianes, porque los guardianes tienen un acceso privilegiado @ la verdad; la verdad no puede ser demostrada salvo en la medida en que ¢s manifiesta en las interpretaciones y précticas de los guardianes. El sacerdote o chamén pueden pretender no ser mas que portavoces de los dioses, pero sus acciones, de facto, definen qué son realmente las. tradiciones. Las tradiciones seculares tienen sts guardianes al igual que las referidas a lo sagrado; los lideres politicos hablan el lenguaje de Ja tradicion cuando pretenden tener ef mismo tipo de acceso a la verdad formular, El nexo entre verdad ritual y formular es también lo que da a las tradiciones sus cualidades de exclusién, La tradicidn siempre distin- gue entre «los de dentro» y «los otros», porque la participacién en el ritual y la aceptaciGn de la verdad formulas es la condicién de su exis-

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